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El rostro de piedra
Eduardo Antonio Parra
Editorial Grijalbo
Ciudad de México, 2008, 440 p.
Benito Juárez
El lado oscuro
Detrás de la historia oficial que lo presenta como un héroe inmaculado, existe un
ser humano de carne y hueso, con virtudes y defectos. Después de tres años de in-
vestigaciones, el escritor Eduardo Antonio Parra escribe una biografía novelada
que ofrece una cara diferente de Benito Juárez. Un lado íntimo, humano, pero tam-
bién oscuro. Los siguientes fragmentos son un adelanto de la novela Juárez. El ros-
tro de piedra, que evocan dos momentos clave de su vida. texto: eduardo antonio parra
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a tu decisión de comandar las ac- de poner freno a tus impulsos de do al fin tomar a sangre y fuego
ciones. Incluso le indica a un ofi- revancha, a tu instinto de conser- La Ciudadela capturando a cientos
cial que viene con noticias de San vación del poder por encima de de alzados, aunque los generales
Cosme que es a ti a quien debe cualquier cosa? al mando lograron escabullirse,
dirigirse para dar su parte, y el No lo sabes, porque no eres luego de dar una larga fumada
oficial, un joven teniente de caba- capaz de pensar con claridad aho- al cuarto habano del día y de ver
llería, te informa que en un cho- ra, ni lo comprenderás después, cómo el humo expulsado de tus
que con las tropas de Aureliano porque tus reacciones de hoy, 1 pulmones asciende por el cubo
Rivera ha muerto el gobernador de octubre de 1871, no obedecen del patio central hacia el cielo,
del distrito, el coronel José Castro, a la razón sino a una larga se- fijas en el mensajero una mirada
pero que en la misma batalla las rie de temores acumulados desde fría y ordenas terminante:
fuerzas infidentes fueron rechaza- principios de este año, cuando –Dígale al general Rocha que
das hasta las orillas de la ciudad, empezaste a quedarte solo tras fusile a los prisioneros.
de donde se dispersaron por las los muros del Palacio Nacional, Incrédulo, el sargento intenta
faldas del cerro del Ajusco. Los primero debido a la viudez, en- balbucear unas palabras pidiendo
partes posteriores afirman que la seguida a causa de tu intención que le repitas la orden pero, antes
batalla en La Ciudadela comienza de perpetuarte en la presidencia, de que lo haga, el general Mejía
a menguar y que, cubiertos por cuando José María Iglesias y Se- se la confirma en tono perentorio.
las sombras de la noche, algunos bastián Lerdo de Tejada marcaron Ambos lo ven alejarse hacia la
de los cabecillas se han dado a su distancia de ti, y luego por calle con paso incierto, quizá du-
la fuga a través de una brecha culpa de la enfermedad que hizo dando aún de lo que escuchó, y
abierta en la retaguardia, lo que que Matías Romero, el último co- cuando desaparece tras las puertas
te hace estallar en cólera al grado laborador de toda tu confianza del palacio miras en torno tuyo,
de cubrir de insultos a tu com- dejara no sólo el gobierno sino satisfecho de tu actuación como
comandante militar. Luego, sin
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De nuevo pasos rápidos en conocidas de Oaxaca. Porque tu la única opción para no quedarse
dirección de la puerta de la al- suegro era llamado por todos el a vestir santos por el resto de sus
coba, enseguida murmullos de Gachupín, aunque por sus venas años en el mundo.
mujeres, lamentos contenidos, ór- no corriera sangre española, sino Sí, te dices ahora inmerso en
denes, todo en mezcla con esa italiana, y su posición de comer- la tortura a que te someten las
sensación remota de dolor anes- ciante exitoso y de liberal vie- contracciones de tu pecho, entre
tesiado, de carne entumecida, de jo te abrió los ámbitos social y las sacudidas de un cuerpo so-
soledad total, de vacío alrededor, político donde podrías desplegar bre el que ya no tienes potestad,
que sólo se interrumpe cuando la astucia y la inteligencia que tu matrimonio con Margarita se
la memoria proyecta un recuerdo habías demostrado en los círculos basó en una suerte de equívoco:
borroso en la mente. Esta vez es académicos para ir ganando cada la niña blanca adoptada que des-
el del día de su boda, cuando vez mayor altura en la pirámi- conocía su adopción se enamoró
encontró a Margarita a las puer- de del poder. No importaba que del indio puro que sí la conocía
tas de la iglesia y por poco no Margarita no fuera en realidad su y la ocultó para siempre al ver
la reconoció porque el vestido de hija, sino una entenada descen- que era capaz de generar senti-
novia la hacía verse de más edad diente de desconocidos que siem- mientos sinceros en quien nunca
que sus 17 años recién cumpli- pre gozó del respeto y el amor imaginó que despertaría otra cosa
dos. Sí, se veía mayor, dice una de sus padres adoptivos, como que indiferencia. Sí, te repites con
voz desde el fondo del cerebro, te enteraste pocos días antes de alegría sin hacer caso de las pisa-
pero hermosa: una niña blanca la boda por boca de tu hermana das que se arremolinan otra vez
que nada tenía que ver con las Josefa. Tu mujer nunca lo supo, en torno a la puerta de la alcoba
indias que habían sido tus que- ni el resto de los oaxaqueños, y en un tropel angustioso, ese equí-
ridas hasta entonces, muy distin- murió creyendo que don Antonio voco fue el alimento inicial del
ta a Juana Rosa Chagoya, y que, y doña Petra eran sus verdaderos fuego que mantuvo vivo el amor
del matrimonio durante casi 30
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