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Juárez.

El rostro de piedra
Eduardo Antonio Parra
Editorial Grijalbo
Ciudad de México, 2008, 440 p.

Benito Juárez

El lado oscuro
Detrás de la historia oficial que lo presenta como un héroe inmaculado, existe un
ser humano de carne y hueso, con virtudes y defectos. Después de tres años de in-
vestigaciones, el escritor Eduardo Antonio Parra escribe una biografía novelada
que ofrece una cara diferente de Benito Juárez. Un lado íntimo, humano, pero tam-
bién oscuro. Los siguientes fragmentos son un adelanto de la novela Juárez. El ros-
tro de piedra, que evocan dos momentos clave de su vida. texto: eduardo antonio parra

A unque se escucha muy le-


jos, cuando cae la noche el
fuego se torna nutrido e imagi-
liberados de Belén que se le unie-
ron no cuentan con experiencia
militar y por muy bien armados
do el mando, que las operacio-
nes de esta campaña relámpago
las diriges tú, Benito Juárez, el
nas la batalla como si estuvieras que estén no saben manipular los presidente en persona, quizá con
en el frente: las tropas del gene- fusiles ni los cañones como ver- el fin de callar de una vez por
ral Rocha han cerrado casi por daderos militares; además, aunque todas a esos críticos que dicen
completo el cerco a La Ciudadela, el general Negrete es hábil, nun- que nunca has estado en batalla,
sus piezas de artillería disparan ca podrá competir en capacidad que son otros quienes mueren y
sin cesar aterrorizando tanto a y alcances con Sóstenes Rocha, el matan por ti, que siempre perma-
los atrincherados como a los ve- nuevo brazo armado del juarismo. neces alejado del peligro real. Y
cinos del rumbo, que escuchan Es sólo cuestión de tiempo y de cuando en ese patio enloquecido
la batalla dentro de sus vivien- nuevo la victoria será tuya. recibes el parte de que no se ha
das, pecho a tierra y en la más Pero al ver que la batalla no conseguido tomar La Ciudadela,
completa oscuridad. Los oficiales decrece y que los informes que ordenas que otro batallón vaya
emprenden el asalto una y otra llegan hasta tu despacho no pre- a reforzar al general Rocha, pues
vez, mas siempre son rechazados dicen una victoria fulminante, tu estás decidido a poner fin al le-
pues el fuerte cuenta con sólidas inactividad te desespera y le pides vantamiento esta misma noche.
defensas y sus baterías tampoco a tu yerno que te acompañe es- Ahí te sorprende la llegada de
descansan. Sin embargo, sabes caleras abajo, al patio central que tu compadre Mejía, el ministro
que pronto sucumbirá ante el se ha convertido en el centro de de Guerra, quien con actitud aver-
empuje de las fuerzas del gobier- operaciones de las huestes del go- gonzada se disculpa por no haber
no: la guarnición de La Ciuda- bierno. Quieres que los soldados estado en su puesto al iniciar la
dela es pequeña, los presidiarios se den cuenta de que has asumi- asonada y se somete sin reparos

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foto: multiphoto

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a tu decisión de comandar las ac- de poner freno a tus impulsos de do al fin tomar a sangre y fuego
ciones. Incluso le indica a un ofi- revancha, a tu instinto de conser- La Ciudadela capturando a cientos
cial que viene con noticias de San vación del poder por encima de de alzados, aunque los generales
Cosme que es a ti a quien debe cualquier cosa? al mando lograron escabullirse,
dirigirse para dar su parte, y el No lo sabes, porque no eres luego de dar una larga fumada
oficial, un joven teniente de caba- capaz de pensar con claridad aho- al cuarto habano del día y de ver
llería, te informa que en un cho- ra, ni lo comprenderás después, cómo el humo expulsado de tus
que con las tropas de Aureliano porque tus reacciones de hoy, 1 pulmones asciende por el cubo
Rivera ha muerto el gobernador de octubre de 1871, no obedecen del patio central hacia el cielo,
del distrito, el coronel José Castro, a la razón sino a una larga se- fijas en el mensajero una mirada
pero que en la misma batalla las rie de temores acumulados desde fría y ordenas terminante:
fuerzas infidentes fueron rechaza- principios de este año, cuando –Dígale al general Rocha que
das hasta las orillas de la ciudad, empezaste a quedarte solo tras fusile a los prisioneros.
de donde se dispersaron por las los muros del Palacio Nacional, Incrédulo, el sargento intenta
faldas del cerro del Ajusco. Los primero debido a la viudez, en- balbucear unas palabras pidiendo
partes posteriores afirman que la seguida a causa de tu intención que le repitas la orden pero, antes
batalla en La Ciudadela comienza de perpetuarte en la presidencia, de que lo haga, el general Mejía
a menguar y que, cubiertos por cuando José María Iglesias y Se- se la confirma en tono perentorio.
las sombras de la noche, algunos bastián Lerdo de Tejada marcaron Ambos lo ven alejarse hacia la
de los cabecillas se han dado a su distancia de ti, y luego por calle con paso incierto, quizá du-
la fuga a través de una brecha culpa de la enfermedad que hizo dando aún de lo que escuchó, y
abierta en la retaguardia, lo que que Matías Romero, el último co- cuando desaparece tras las puertas
te hace estallar en cólera al grado laborador de toda tu confianza del palacio miras en torno tuyo,
de cubrir de insultos a tu com- dejara no sólo el gobierno sino satisfecho de tu actuación como
comandante militar. Luego, sin

“–Dígale al general Rocha que fusile a


decirle al ministro de Guerra ni
a tu yerno que te acompañen, te

los prisioneros. Incrédulo, el sargento


diriges a las escaleras mientras
piensas que acaso unos cientos

intenta balbucear unas palabras


de ajusticiados le hagan bien a
este país, pues sobre esos cadáve-

pidiendo que le repitas la orden...”


res apuntalarás de nuevo esa au-
toridad sobre todos los mexicanos
que se ha venido mermando du-
padre Mejía y a otros oficiales al también la capital. Es la soledad rante los últimos meses. Arribas
mando, antes de girar órdenes a lo que te lleva a responder a las al segundo piso sin aliento. El
Sóstenes Rocha para que, sin nin- agresiones como un animal heri- día ha sido largo, lleno de emo-
guna dilación, emprenda el asalto do, ¿no es cierto? La soledad en ciones encontradas, y la fatiga te
total de la fortaleza al costo que el poder, que es quizá la peor atenaza las corvas, los hombros y
sea necesario. de las soledades, porque te hace la base del cráneo, donde se ator-
¿En realidad te sientes la sentirte semejante a un dios, por nilla una punzada permanente.
encarnación de Huitzilopochtli en encima de los demás hombres, Tus pasos resuenan en los muros
estos instantes, Pablo?, ¿el san- único habitante del ámbito de las con un eco sordo que reafirma la
guinario espíritu del dios de la alturas: un Huitzilopochtli que ob- soledad en que vives desde hace
guerra de los aztecas te posee serva cómo los humanos inferio- tiempo, y que ni siquiera tus hi-
mientras dictas las órdenes fina- res se inmolan e inmolan a otros jos logran aliviar.
les a tus comandantes?, ¿o simple- en su altar.
mente se trata de tu principio de Por eso cuando un sargento Las horas de agonía
autoridad herido por los rebeldes, te trae de parte de Sóstenes Ro- –El pulso es muy débil y casi
de tu soberbia lastimada, de la cha la noticia de que, gracias a no oigo sus latidos.
ira titánica que corre con libertad los agujeros que abrieron en los –Dígame qué hacemos, doctor.
en tu interior ahora que Marga- muros de las casas vecinas, a los –Camilo.
rita ha muerto y Matías Romero puentes que los soldados constru- –Mande usté.
te abandonó y no hay cerca de yeron sobre el foso circundante –Ve rápido a la cocina y tráe-
ti nadie cuya inteligencia respetes y a una chalana improvisada, las me una olla de agua hirviendo.
más que a tu orgullo, nadie capaz fuerzas del gobierno han consegui- –Voy volando.

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Los motivos de Juárez
Eduardo Antonio Parra (León, Guanajuato, 1965) ha publi-
cado los libros de cuentos Los límites de la noche, Tierra
de nadie, Nadie los vio salir y Parábolas del silencio, así
como la novela Nostalgia de la sombra. Fue becario de la
Fundación Guggenheim. Juárez. El rostro de piedra reto-
ma los últimos 13 años de vida del mandatario, lo baja del
pedestal construido por la historia no para apedrearlo,
sino para hacerlo más humano y, en cierta forma, más
entrañable. texto: ursula fuentesberain

Hasta ahora un tema recurrente en tu obra había sido la


frontera, entonces ¿por qué escribir sobre Benito Juárez?
La figura de Benito Juárez me empezó a interesar
por su estancia en el norte del país, mi intención
primera era narrar el camino del desierto que em-
prende, pero después me di cuenta del potencial
que tiene como personaje. Es nuestro único héroe
triunfador. Cada que hay elecciones se escucha su
nombre, Juárez le da forma a toda la estructura po-
lítica del siglo xx.

¿Cómo lo retratas en tu libro?


Como un Juárez humano, hombre de familia y héroe de
Estado, lleno de dualidades. Juárez no fue ese héroe in-
foto: jesus díaz
maculado que estudiamos en la primaria. Yo me planteé
contar su lado oscuro para hacerlo más humano.
¿Cómo abordas el tema de la reelección en tu texto?
¿Cuál es la diferencia de tu libro con El verdadero Juárez Juárez tenía una tentación muy fuerte por la dictadu-
de Francisco Bulnes? ra, pero legal, por medio de la votación.
El de Bulnes muestra sólo el lado negativo, el resto
de los libros retratan únicamente su lado positivo. ¿Qué significó para Juárez su condición de indígena?
Yo trato el justo medio. Busqué las motivaciones de- Le pesó enormemente, le provocó un resentimiento
trás de sus decisiones. Él estaba consciente de que que lo hizo imponerse sobre los demás. Sus enemi-
había que construir un país cayera quien cayera. gos se referían a él como “el indio ese”. Por eso su
matrimonio con la adinerada y blanca de piel Marga-
José Fuentes Mares decía que Juárez era el santón fa- rita supuso un ascenso social para él.
vorito de los altares nacionales y, por lo tanto, intocable.
¿Puede considerarse que tu novela lo baja de ese altar? Aparece Juárez confrontado con Maximiliano, ¿aflora al-
Sí, lo hace más humano, más real. Creo que lo acer- gún rasgo conservador o radicalmente nacionalista en él?
ca más a su pueblo. Hay un capítulo que sucede antes de la ejecución de
Maximiliano. Juárez y sus colaboradores discuten
¿Tu novela es antijuarista? por qué no se le puede perdonar la vida. Juárez le tie-
No, la idea era mostrarlo de manera objetiva, dejar ne lástima, reconoce que Maximiliano era un hombre
que el lector juzgue. bien intencionado. Él no ordena su ejecución como
parte de un capricho, sigue las leyes de la época.
¿Qué fuentes consultaste?
Una serie de cartas, manifiestos y demás documen- ¿Cómo crees que se reciba el texto entre quienes ven a
tos escritos por Juárez, fueron aproximadamente 15 Juárez como el gran estadista incuestionable?
mil páginas. Leí también novelas del siglo xix, auto- Quizá les moleste y si les molesta hasta gusto me da-
res como Victoriano Salado Álvarez, Juan A. Mateos ría. No todo es blanco y negro. Los que toman a Juárez
y, por supuesto, Memorias de mis tiempos de Gui- como bandera verán que también cometió grandes
llermo Prieto, que fue colaborador de Juárez. errores, pero que no por eso dejó de ser grande. •

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De nuevo pasos rápidos en conocidas de Oaxaca. Porque tu la única opción para no quedarse
dirección de la puerta de la al- suegro era llamado por todos el a vestir santos por el resto de sus
coba, enseguida murmullos de Gachupín, aunque por sus venas años en el mundo.
mujeres, lamentos contenidos, ór- no corriera sangre española, sino Sí, te dices ahora inmerso en
denes, todo en mezcla con esa italiana, y su posición de comer- la tortura a que te someten las
sensación remota de dolor anes- ciante exitoso y de liberal vie- contracciones de tu pecho, entre
tesiado, de carne entumecida, de jo te abrió los ámbitos social y las sacudidas de un cuerpo so-
soledad total, de vacío alrededor, político donde podrías desplegar bre el que ya no tienes potestad,
que sólo se interrumpe cuando la astucia y la inteligencia que tu matrimonio con Margarita se
la memoria proyecta un recuerdo habías demostrado en los círculos basó en una suerte de equívoco:
borroso en la mente. Esta vez es académicos para ir ganando cada la niña blanca adoptada que des-
el del día de su boda, cuando vez mayor altura en la pirámi- conocía su adopción se enamoró
encontró a Margarita a las puer- de del poder. No importaba que del indio puro que sí la conocía
tas de la iglesia y por poco no Margarita no fuera en realidad su y la ocultó para siempre al ver
la reconoció porque el vestido de hija, sino una entenada descen- que era capaz de generar senti-
novia la hacía verse de más edad diente de desconocidos que siem- mientos sinceros en quien nunca
que sus 17 años recién cumpli- pre gozó del respeto y el amor imaginó que despertaría otra cosa
dos. Sí, se veía mayor, dice una de sus padres adoptivos, como que indiferencia. Sí, te repites con
voz desde el fondo del cerebro, te enteraste pocos días antes de alegría sin hacer caso de las pisa-
pero hermosa: una niña blanca la boda por boca de tu hermana das que se arremolinan otra vez
que nada tenía que ver con las Josefa. Tu mujer nunca lo supo, en torno a la puerta de la alcoba
indias que habían sido tus que- ni el resto de los oaxaqueños, y en un tropel angustioso, ese equí-
ridas hasta entonces, muy distin- murió creyendo que don Antonio voco fue el alimento inicial del
ta a Juana Rosa Chagoya, y que, y doña Petra eran sus verdaderos fuego que mantuvo vivo el amor
del matrimonio durante casi 30

“[Margarita] te daría muchos hijos


años, el cimiento que apuntaló
una familia capaz de conservar

mestizos, acaso blancos como ella,


la dicha a pesar de conflictos,
guerras, reveses y duelos; fue la

que representarían un ascenso en ese


muestra clara de que en este país
pueden convivir y mezclarse las

odioso sistema de castas...”


razas en una ecuación de tranqui-
lidad y cariño.
El presidente emite un gemi-
desde entonces supiste, Pablo, progenitores. Y esa mentira pia- do, aunque su boca sonríe en vez
te daría muchos hijos mestizos, dosa, oculta en lo más hondo del de distorsionarse en una mueca
acaso blancos como ella, que re- corazón de tus suegros, hizo que de dolor. Parpadea y mueve la
presentarían un ascenso en ese tu amor por ella y su amor por cabeza al oír pasos firmes que se
odioso sistema de castas que la ti adquirieran desde el principio acercan a la cama. Recupera el
colonia había heredado al México una consistencia indestructible sentido. El doctor Alvarado vuelve
independiente, si no en las leyes, que duraría la vida entera pues, a tomarle el pulso e intercambia
sí en las normas de convivencia al ver Margarita que quienes ella un comentario con Pedro Santa-
que aún regían el país. creía sus padres te habían acepta- cilia. Sus voces se escuchan aún
¿Por qué este recuerdo entre do de buen grado como yerno a lejanas, pero es posible advertir
tantos otros?, te preguntas desde causa de tus prendas intelectuales en ellas un tono de abatimiento.
la inconciencia. Porque ese día a pesar de ser de raza indígena, –Aquí está el agua –ahora es
fue al mismo tiempo el más fe- su admiración por ti creció hasta Camilo quien habla–. Tenga cui-
liz de tu vida y el que selló tu convertirse en un amor profundo dado, no se vaya a quemar. ¿Qué
destino, ¿no es obvio? A partir e incondicional; y al saber tú que va a hacer con ella, doctor?
de entonces ya no serías el in- ella ignoraba su oscuro origen, y –A ver, don Pedro, y tú
dio ladino metido a licenciado, en consecuencia las dificultades también, Camilo, ayúdenme a
a político, a juez o a congresista, que el matrimonio Maza tendría levantarlo un poco. Cuatro ma-
sino el hombre respetable que se para encontrarle marido en las nos manipulan sus hombros y
había hecho un lugar en la so- principales familias de la ciudad, su espalda. Separan su cuerpo
ciedad al casarse con la hija de estuviste seguro de que su amor del colchón y lo sostienen en el
una de las familias criollas más por ti era sincero y no tan sólo aire intentando que se mantenga

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boca, y sólo entonces localiza
el foco de su sufrimiento. Es la
piel del pecho, la carne entre
las costillas. Es agua hirviendo.
Un nuevo grito nace muy abajo
y se abre paso con violencia en
la garganta.
–¡Carajo! ¡Quema! ¡Me quema!
¡Deténganse!
Uno de sus brazos se libera
y trata de golpear, pero de inme-
diato caen sobre él dos manos
más y lo inmovilizan. Rechinan-
do los dientes, Juárez abre los
ojos y tras un velo rojo distingue
el rostro compungido del doctor
Alvarado, las manos trémulas que
sostienen la olla cuyo líquido hu-
meante está por caer de nuevo
sobre su pecho.
–¡No! ¡Ya no! ¡No lo soporto!
–¡Aguántese usted un poco,
don Benito! ¡Es necesario!
La nueva onda ardiente lo
deja mudo, indiferente. Su cuer-
po ya no tiene energías para re-
torcerse ni gritar. El dolor lo ha
aturdido, pero sigue con los ojos
el proceso de curación a que lo
somete el médico. Ve el agua
foto: multiphoto
caer sobre su pecho, despidiendo
un tanto vertical. Otra mano, protestar, exigir que lo suelten, una exhalación vaporosa al con-
ésta muy fría, le palpa el lado cuando un intenso chasquido de tacto, ve cómo su piel palidece
izquierdo del pecho, desprende dolor recorre su columna verte- hasta la blancura en medio de
los últimos botones de su cami- bral y le estalla en la base del una explosión de burbujas mi-
sa; aparta los faldones y deja el cráneo. Todos los nervios de su núsculas, ve sus contracciones
estómago desnudo. Juárez entre- cuerpo se contraen y expanden y, por último, ve cómo casi de
abre los párpados, mas su mente conmocionados. Aún sin volun- inmediato comienza a levantarse
no cuenta con la claridad para tad, en fracciones de segundos algo semejante a una vejiga de
comprender qué sucede. Sólo ve nota cómo sus piernas patean el cerdo en el centro de las costi-
junto a si el rostro indígena de aire, sacudiéndose como si fue- llas, una ampolla que crece ante
Camilo por un lado y el de su ran dos tiras de cuero sin hueso, su mirada. Cuando el médico se
yerno por el otro, ambos muy mientras los brazos se retuercen retira de la cama llevándose la
cerca, al grado que huele los hu- entre las tenazas que los sujetan olla con él, las manos que lo su-
mores de sus cuerpos. Después con fuerza. Un bramido escapa jetan aflojan la presión y poco a
distingue las barba de chivo del de su boca, primero grave, en- poco lo recuestan sobre su espal-
doctor Alvarado, quien se acerca seguida se torna agudo y largo, da. Le duele toda su humanidad,
con algo en las manos. Hay una le retumba en el cerebro y las- cada fracción de piel se halla re-
nube de vapor bajo sus fosas na- tima sus tímpanos ya de por sí sentida. No quiere moverse. Está
sales; la emanación de calor es erizados por el dolor. Su cuerpo exhausto, y al advertir que va a
tan fuerte que le nubla la vista. completo es una pústula a punto perder el sentido mira a su lado
–Agárrenlo bien. de reventar. La tortura es atroz, y ve a su criado, su fiel criado,
Las cuatro manos son tena- y acaso por eso se demora en quien tiene los ojos vidriosos.
zas haciéndole daño en la carne reconocer el sitio preciso donde –Ya pasó, Camilo –dice en
de los brazos, en la espalda baja, se origina. Se muerde los labios un susurro–. Ya pasó.
en los hombros. Juárez quiere hasta que la sangre inunda su Luego se desmaya. •

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