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Cada elección niega una infinidad de ellas y abre una infinidad más.
Amarga lucidez.
Porque no retrocedo.
Porque no me dejo llevar y descanso.
Aun tan cansado, sigo adelante.
Aun tan cansado, pongo a pruebas mis limites y descubro que aun puedo empujar un
poco más.
Ahí, en esa absurda frontera a la demencia esta el ojo de la tormenta.
A ese sitio me dirijo.
Al ojo de la tormenta.
Ahí donde ya nada es trivial, todo es trascendental.
Ahí donde solo la mas brutal verdad puede ser oída.
Ahí donde ya no interesan tus esperanzas ni tus miedos.
Ahí, en el ojo de la tormenta, eres la tormenta misma.
Cuantos podrían entender este insano éxtasis.
Cuantos podrían tocar este fuego sagrado sin huir despavoridos a la inconsciencia.
Cuantos correrían hacia allí, a sabiendas, que es desgarrada su humanidad entera.
Porque aquí ya nada es pastoso ni difuso.
Todo se ha vuelto un armazón de acero supertensado.
Tocas un hilo y percibes como la resonancia se expande como una marejada.
Cada acción desencadena una infinidad de nuevos eventos.
Cada elección niega una infinidad de ellas y abre una infinidad más.