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El regalo mágico del conejito pobre

Había una vez en un lugar muy lejano, una época de muchísima sequía
y hambre para los animales. Un conejito muy pobre, llamado Jimmy
caminaba triste por el bosque, en busca de alimento para él y su gran
familia, cuando de repente, escuchó extraños ruidos detrás de unos
frondosos arbustos. Él, muy intrigado, se acercó sigilosamente; pero
casi al llegar a los arbustos, mágicamente apareció ante él, un mago,
que le entregó un saco con varias ramitas.

-Son mágicas, y serán aún más mágicas si sabes usarlas- le dijo el


mago a Jimmy, quien con gran entusiasmo y gratitud las recibió, y
pensó: “estas ramitas se ven tan normales como cualquier otra rama…
pero, si de verdad fuesen como este mago me dice… ¡Oh! ¡Cuántas
cosas podré conseguir con estas ramitas mágicas!”. El conejito estaba
tan feliz que saltaba de un lugar a otro sin parar.
Cuando se dio vuelta, para agradecerle tan oportuno regalo al mago,
se sorprendió mucho al darse cuenta de que éste, ya no estaba. De
pronto, recordó que debía llegar temprano a casa, ya que si se hacía
tarde, podría perderse para siempre en el bosque.

A pesar del hambre que sentía el conejito en esos momentos, decidió


no morder las ramitas pensando en darles un buen uso cuando fuese
necesario.

Al volver a casa, en el camino, Jimmy se encontró con dos ovejitas muy


viejas y pobres pero muy simpáticas, llamadas: Jop y Fip, que casi no
podían caminar. Ambas vivían en una pequeña casita de madera
ubicada a la orilla del sendero.- Danos algo, por favor-dijo la oveja Jop.
El conejito, que era tan pobre, no tenía nada salvo las ramitas, pero
como eran mágicas se resistía a dárselas. Sin embargo, recordó como
sus padres le enseñaron desde pequeño a compartirlo todo con los
demás, así que, reflexionando un poco sobre su comportamiento, sacó
una ramita del saco y sin pensarlo dos veces, se la dio a la oveja, que
muy feliz la recibió. Al instante, la rama brilló con mil colores,
mostrando su magia. Ambos, quedaron sumamente sorprendidos al
observar como, una rama aparentemente común y corriente, podía
brillar de esa manera.

El conejito siguió su camino, contrariado y contento a la vez, pensando


que había dejado escapar una ramita mágica, pero que en ese
momento, la ovejita la necesitaba más que él.
Al pasar cerca de un lago, Jimmy se encontró con su amigo el pato
Antonio, quien tenía un serio problema que lo apenaba mucho: era
ciego; por lo tanto no podía ver la naturaleza que lo rodeaba. El
conejito de muy buen corazón, al ver tan afligido a su amigo, le regaló
una de las ramitas, que como eran mágicas, pensó: “de algo que le
sirva este obsequio al pobre patito Antonio”. Se la entregó y siguió
caminando.
Algo similar le ocurrió, cuando, casi llegando a su morada, vio a un gallo
cojo, que tenia serias dificultades para caminar; de modo que al llegar
a su casa, sólo le quedaba una de las ramitas.
Al llegar a casa, Jimmy contó la gran historia y su encuentro con el
mago a sus papás, que se mostraron muy orgullosos por su
comportamiento. Y para demostrarles que las ramitas mágicas eran de
verdad, el conejito decidió sacar la última que le quedaba, pero justo
cuando iba a sacar la ramita, llegó su hermanito pequeño Nachín,
llorando por el hambre, entonces Jimmy a pesar de todo, se la regaló a
su hermanito.

En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y preguntó al


conejito:

-¿Dónde están las ramitas mágicas que te entregué?, ¿Qué es lo que


has hecho con ellas?

El conejito se asustó y comenzó a excusarse, pero el mago le cortó


diciendo:

- ¿No te dije que si las usabas bien serían más mágicas? ¡Pues sal fuera
y mira lo que has hecho!

El conejito salió temblando de su casa para descubrir con asombro, que


a partir de sus ramitas, ¡¡todos los campos de alrededor se habían
convertido en una maravillosa granja llena de agua y comida para todos
los animales!! Y además, que su amigo el pato Antonio, mágicamente
había recuperado la vista y el gallo cojo, ¡ahora podía caminar! ¡E
incluso hasta correr!

Entonces, el conejito se sintió muy contento por haber obrado bien, y


porque la magia de su GENEROSIDAD devolvió la alegría a todo los
animales.

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