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La Sociedad de Las Porras
La Sociedad de Las Porras
Si quieres tener adeptos lo único que tienes que decirles es que van por el
camino correcto, que siempre lo hacen bien y que con tu ayuda serán capaces
de alcanzar la excelencia; omite, por favor, toda referencia al sufrimiento, al
sacrificio o la disciplina, pues todo esto sale sobrando. Vivimos en una
sociedad así, en la que un relativismo moral ha centrado todo interés humano
en la persona, pero en una persona regalona y con mentalidad onanista.
Los medios hacen eco de todo esto y por ello es que utilizan con una insistencia
más que evidente recursos emotivos de muy barata factura para “enganchar” a
su audiencia. Basta ver los promocionales del bicentenario o las propagandas
políticas o cualquier tipo de campaña audiovisual de hoy para darnos cuenta
de que la intención detrás es harto sencilla: entusiasmar a la gente. Ya lo he
dicho en esta columna antes: en las sociedades de consumo el principal
mecanismo de control es la sugestión, la implantación metódica de la urgencia.
Alzar una voz disidente, una crítica, por mínima y decente que ésta fuera, es
garantía de rechifla.
P.S. A propósito de dislates: cuán evidente es todo esto que digo en las
campañas mundialistas promovidas por los medios mexicanos. Es verdad, los
mercaderes precisan vender, eso es así, pero también es cierto que quienes
ejercen el periodismo deportivo deberían tener un mínimo de pudor que les
permita someterse ante lo evidente. Decía ayer o antier que México, en esta
justa mundialista y en las anteriores, ha accedido al sitial medianero que le
corresponde, nada más. Sin embargo las campañas de los empresarios de la
comunicación convencen cada cuatro años a una gran mayoría de personas
sobre la brillantez y excelsitud de un seleccionado que por lo visto sólo existe
en los hervores imaginativos de sus regentes. He aquí una prueba que la
motivación no es suficiente y que el “motivado” siempre habrá de doblegarse
ante las más poderosas armas: la disciplina, la paciencia y una voluntad de
hierro. No hay más.