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VIVIR EL CAMINO
Un método práctico de meditación budista para la vida cotidiana
Lama Yeshe Losal
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El budismo es la cosa más actual que jamás os hayáis cruzado en vuestro camino,
porque nuestra mente es constantemente nueva, y Buda no habla sobre otra cosa sino
sobre nuestro estado mental. El budismo nos enseña que todo, cualquier cosa que
experimentemos, buena o mala, feliz o triste, todo sucede a través de los estados de la
mente. Habla, por tanto, sobre nuestra propia mente, ¿y dónde vamos a encontrar algo
más actual que esto?
Creo que la gente va aceptando las enseñanzas budistas conforme se va dando cuenta de
que la vida materialista actual no tiene sentido. Con esto no quiero destacar el budismo
sobre las demás tradiciones; el budismo es muy abierto y enseña a respetar al resto de
credos. Quizás habrá personas con otras creencias que piensen que el budismo no tiene
nada que ver con ellos, nada que ofrecerles; sin embargo el budismo podría ser esa pieza
clave que han estado buscando durante toda la vida.
Es importante que seamos conscientes de que todos los aspectos de nuestra vida son
manifestaciones de la mente, y cada experiencia es una cuestión de actitud mental.
Felicidad o sufrimiento, todo proviene de la mente. Conociendo esta realidad, ¿cómo es
posible que hipotequemos nuestra sabiduría en beneficio de la avaricia y el deseo?
La gente suele decir que no tiene tiempo para practicar debido al trabajo, la familia y
todas las cosas que hay que hacer, lo cual realmente muestra poca sabiduría. Seguro que
en el fondo de vuestra mente sabéis que practicar es la única cosa que puede ayudaros a
estabilizar la mente y daros una dirección, un propósito en vuestra vida.
Ser capaz de cambiarse a uno mismo es una gran fortuna; de hecho, es justamente eso lo
que hay que hacer antes de intentar cambiar el mundo entero. Si somos incapaces de
cambiar, será inútil hablar de hacerlo con los demás. Nuestra influencia no afectará a
nadie. Pero si lo conseguimos, no necesitaremos predicar nada, todo el mundo lo notará.
Todo el mundo verá que ahora afrontamos nuestra vida mejor que otras personas y, en
definitiva, que hemos logrado el control sobre nuestras acciones y nuestra habla. Ese es
el momento en que la gente se siente naturalmente influenciada e intenta cambiar sus
propios modos de actuar.
Allá donde voy intento ayudar a los principiantes a aprender la forma correcta de
comenzar a meditar, y mostrar a los que creen que están muy avanzados y ya lo saben
todo sobre la meditación que se puede mejorar todavía. Según el linaje de la práctica, si
uno es capaz de practicar el budismo de todo corazón, correctamente, la meditación será
su comida, la meditación será su compañera, la meditación será su riqueza, la
meditación colmará todos los aspectos de sus necesidades y deseos.
Un monje no tiene nada, y por lo tanto está más cerca que nadie de ser un ser humano
satisfecho. ¿Qué es lo que necesita?, simplemente algo de comida para mantenerse y un
techo sobre su cabeza. Es feliz allá adonde va. Puede irse a cualquier parte del mundo.
Está en paz consigo mismo todo el tiempo. Y eso gracias a la mente que concede todos
los deseos: que todo lo colma. Ha encontrado todas las cosas que necesita, no tiene por
qué buscar nada allá afuera, lo ha encontrado en su propia mente. Esa es la razón por la
que es libre.
Para empezar, las personas en Occidente tienen un estilo de vida muy complicado. Sus
trabajos y sus mentes les mantienen muy ocupados. Por consiguiente creen que sólo las
enseñanzas muy complicadas les beneficiarán. Sin embargo, yo diría que su mente ya es
suficientemente complicada como para que el dharma añada más complicación. Para
aportar verdaderos beneficios, el dharma debería ser sencillo y fácil de comprender.
Uno de los grandes textos de la tradición mahamudra dice que deberíamos vernos a
nosotros mismos como pacientes: la meditación sería la medicina y el lama el doctor.
No quiero decir con esto que estéis enfermos, pero sí que necesitáis tomar vuestra dosis
diaria de medicina, vuestra meditación, o de lo contrario solamente estaréis mirando
hacia fuera al mundo externo sin haber sido capaces de enfrentaros con vuestro propio
caos interno.
Los libros sobre budismo siempre mencionan el 'no apego', 'no aferramiento', 'dejar ir',
'no juzgar'. Mucha gente cree que este 'no apego' está relacionado con los objetos, las
posesiones y las relaciones. Les parece que estas nociones son maravillosas y creen que
pueden alcanzar no estar apegados a los objetos y a las personas, que van a ser capaces
de despachar algo o a alguien que ya no les sirve, o a quien ya no quieren. Pero de
hecho, dejar ir está relacionado con nuestras emociones, con nuestros pensamientos,
nuestros sentimientos y nuestra propia identidad. En la meditación no tratamos con
objetos, estamos tratando con pensamientos y emociones, estamos tratando con nuestra
mente, estamos trabajando con nosotros mismos.
Podremos decir que ahora tenemos ojos mundanos y de alguna manera deberíamos abrir
nuestros ojos espirituales, pero la única manera con la que podemos conseguir esto es a
través de la purificación, a través de la meditación y a través de la práctica.
En cierto modo, este es un buen ejemplo. No estoy diciendo que siempre sea así, pero sí
que hay ciertas similitudes. Del mismo modo en que las nubes provienen de ninguna
parte y desaparecen hacia ninguna parte, de modo parecido, nuestras emociones y todo
el caos por el que pasamos, surgen de ninguna parte y desaparecen en la nada. […]
Nadie está libre de atravesar estados emocionales difíciles y tener problemas de vez en
cuando; los practicantes deben aprender a tratar con todo ello. No hay ninguna
necesidad de dramatizar, la vida no se acaba ahí, se trata simplemente de obstáculos
temporales. Será de gran ayuda recordar que la naturaleza búdica es inmutable. Es pura,
transparente y libre de contaminación, nada puede afectarla. Aunque debido a las
tendencias habituales esté temporalmente velada, gracias a la purificación, la práctica y
la meditación podemos eliminar sus velos.
Hoy en día, mucha gente piensa que la meditación es inútil, porque sienten que no están
haciendo nada cuando podrían estar ayudando a otros. Esto es lo que cree mucha gente
honesta que quieren ayudar a los demás de una forma genuina, pero en ocasiones
carecen de estabilidad interna y sabiduría. No tienen ni idea de la importancia de
ayudarse a sí mismos antes de ayudar a los demás. De hecho, en la mayoría de las
ocasiones contribuyen al caos existente en el mundo. Cuando una persona que no sabe
nadar salta al agua para rescatar a otra que se está ahogando, al final mueren las dos
ahogadas. El único propósito de la meditación y la práctica no es otro que desarrollar la
fortaleza para tener estabilidad, salud, confianza y sabiduría. Si poseemos paz interior y
sabiduría, estaremos bien pertrechados para ayudar realmente a los demás de manera
incondicional.
Al comienzo debemos sentarnos en la posición que nos sea más confortable. Sentirnos
físicamente a gusto nos ayudará a relajarnos mentalmente y eso es exactamente lo que
debemos hacer: sentarnos bien relajados, física y mentalmente. Nuestro cuerpo está aquí
y nuestra mente también está aquí. Si ambos están desconectados, ¿qué finalidad tiene
sentarnos cuando nuestra mente está vagando de acá para allá? El propósito definitivo
de sentarnos es traer de vuelta nuestra mente. […] La idea es no complicar la práctica.
Estamos simplemente sentados aquí, tranquilos, calmados, en paz, y nuestra mente no
tiene ningún motivo de queja, porque no le estamos pidiendo nada.
A los principiantes les puede parecer que al meditar su mente está increíblemente
ocupada. Incluso pueden llegar a pensar que la meditación empeora todavía más la
situación y cuestionarse si realmente meditar es apropiado para ellos. Lo que sucede es
que descubren por primera vez toda la actividad que hay, y que de hecho siempre ha
habido, en su cabeza. La manera tradicional de describir esta situación es comparar la
mente de un principiante con una cascada. Y cuando empezamos a sentarnos,
obtenemos un pequeño atisbo de ello. No es la meditación lo que produce ese caos, sino
que nos da la oportunidad de darnos cuenta del caos que reina de forma habitual en
nuestra mente. Así es como somos y no debemos atemorizarnos por estas experiencias.
La actitud del principiante debe ser la apertura mental, sin expectativas. Debemos
sentarnos en un lugar tranquilo sin distracciones y darnos el tiempo para meditar,
permitiendo a nuestra mente y nuestro cuerpo que se relajen y encuentren la calma.
Nuestro cuerpo permanece sentado y la mente permanece en el cuerpo; de esta manera,
cuando nuestra mente salte hacia otro lugar, haremos que vuelva amablemente. No
importa cuántas veces tengamos que repetirlo, aunque sea cada segundo durante media
hora de meditación, siempre valdrá la pena.
Si surge un pensamiento o una emoción durante la meditación, lo primero que hay que
hacer es no seguirlo, no alimentarlo, pero tampoco negarlo. Aunque ese pensamiento
estorbe nuestra meditación mil veces, debemos ser pacientes, tolerantes y nunca
sentirnos contrariados. Cuando hayamos aprendido a dejarlo tal cual es, la fuerte ola de
energía irá gradualmente aquietándose. Pero si, por el contrario, consideramos que
somos lo suficientemente fuertes para suprimir el pensamiento o la emoción, solamente
le estaremos dando mayor fuerza y nunca seremos capaces de eliminarlo, porque de
hecho no hay nada que suprimir.
Una mente que piensa demasiado es como el agua agitada, donde todo el lodo y la
suciedad han sido removidos del fondo hacia la superficie. Si dejamos que el agua se
calme y esté quieta, el barro se hundirá hacia el fondo y el agua volverá a estar de nuevo
limpia y clara. Si el agua está clara, podremos ver a través de ella y beberla. Una mente
tranquila es como el agua pura y clara, todos los pensamientos perturbadores se han
aquietado. Seremos capaces de conseguirlo todo sin que haya que pensar demasiado.
La mente del principiante se compara a menudo con una cascada de pensamientos que
se precipitan con la misma rapidez que el agua, y no debemos preocuparnos ni
frustrarnos por ello. A través de la práctica regular se irá asentando y se convertirá en un
río tranquilo calmado, para finalmente llegar a ser como un océano sin olas, profundo y
pacifico.
De la misma forma, debemos permitir a nuestra mente ir hacia donde quiera, sin dejar
de observarla constantemente y hacerla regresar todas las veces que sea necesario. Sin
juicios ni impaciencia, sin desaliento ni enfado, de lo contrario nuestra meditación se
volverá tensa, difícil y dolorosa. Así le damos espacio a nuestra mente y dejamos que
agote su propia energía.
Algunas veces la gente desea recibir la máxima información posible, y es por eso que
los lamas suelen proporcionarla; sin embargo, creo que en algunos casos puede crear
obstáculos. Si la gente preguntara menos, yo les daría menos información, y eso
contribuiría seguramente a que su meditación fuera más sencilla. Eso sería lo mejor.
Según el mahamudra, el gran maestro indio Tilopa lo dijo muy claro: "No hables, no
pienses, no medites". ¡Así de simple!
De alguna manera somos capaces de construir una imagen sólida a partir de una
emoción, y esto nos perturba todo el tiempo. Se lleva nuestra paz y destruye todo lo que
hacemos. […] Cuando verdaderamente os deis cuenta de que no hay nada que pueda
perturbaros, en ese momento os sentiréis aliviados. De alguna manera os reconfortará
saber que habéis estado esclavizados por sentimientos que no tienen existencia real.
Realizar este ejercicio una y otra vez es desmantelar la imaginería que habéis construido
durante toda vuestra vida. A través de la meditación, podéis eliminar ese sentimiento de
que hay algo que os está perturbando todo el tiempo.
De todos modos las cosas no cambian de un día para otro. En ocasiones este proceso
puede tardar unos diez o veinte años, o quizá más. Como budistas creemos que puede
que hayamos estado creando estos hábitos durante vidas enteras. Quienes no crean en la
existencia de vidas previas tienen que aceptar el hecho de que llevan veinte, treinta o
cuarenta años asimilando hábitos provenientes de su cultura, su tradición y su 'linaje
familiar' que no pueden ser abandonados de un día para otro. Por eso no debemos ser
impacientes, y sí ser conscientes de que es una tarea difícil que no hay que abandonar a
mitad camino.
Creemos en la realidad de nuestros sentimientos y eso nos causa mucha infelicidad, una
infelicidad totalmente innecesaria. Los sentimientos pueden comenzar siendo algo
pequeño, pero día a día los vamos nutriendo y crecen. Cuando meditéis y penséis que
están sucediendo cosas, simplemente investigad qué hay ahí; en vez de salir corriendo,
enfrentaros a ello y decid: "Vale, quiero que nos conozcamos mejor". Si lo abordáis de
esta manera, os daréis cuenta de que en realidad nada de todo eso está sucediendo.