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La perinola

Sergio Adrian y los puritanos


Álex Ramírez-Arballo

La muerte de un adolescente a manos de la policía fronteriza de los Estados Unidos es, cuando
menos, trágica. El hecho, oscuro y sangriento, me parece que no ha tenido en los medios el
impacto que debería, pues estos se encuentran muy entretenidos últimamente en los estruendos
del campeonato mundial de futbol; además, la crónica roja nacional ha estado muy ocupada
apurándonos a mal digerir el horror de nuestros disputados territorios. La verdad es que el grado
de oscuridad y violencia implícita en el crimen de Sergio Adrián Hernández nos interpela a
todos.

Con la promoción de la nueva ley arizonense ha devenido una escalada de expresiones racistas y
abiertamente discriminatorias. La legalización de lo inmoral solivianta a los imbéciles antes
maniatados y así es que se sienten los poseedores de un certificado para despreciar abiertamente.
Quizás lucirá excesivo, pero me parece que la legitimación del odio no hace sino mostrar con
absoluta claridad lo que sobreabunda en el corazón de muchas personas. Es triste, es cruel y es
injusto, pero no tengo elementos para no afirmar que en el corazón de los hombres habita, junto
con la hermosa luz de la misericordia, la más funesta de las sombras.

La dinámica social de una nación como los Estados Unidos está determinada por la convivencia
de ciudadanos de muy distintos orígenes y esta multiculturalidad, qué duda cabe, es una gran
riqueza. El problema comienza cuando el puritanismo se expresa y pretende subyugar a quienes
no pertenecen a su mismo estamento; no olvidemos que en el origen de esta gran nación se
encuentra la paranoia de los perseguidos y el disparate de quienes se sienten elegidos por Dios
para ejecutar un destino muy alto. El problema del puritano es -y en gran medida el problema de
sus descendientes actuales- el de no asumir jamás la diferencia ni buscar el desarrollo personal al
interior de una comunidad.

Por otro lado, lo que sucede en México, las macilentas reacciones del gobierno federal
-comenzando por Felipe Calderón- nos habla de la abulia, la insensibilidad y la mezquindad de
quienes dicen gobernar a un pueblo. Ellos no representan, me lo parece, la verdadera temperatura
social y esto entraña un enorme riesgo para el porvenir de todos. Es repugnante que los
representantes oficiales de México permanezcan callados, se pongan nerviosos y vean al suelo
cuando se presentan estas salvajadas.
P.S. Resulta claro que el sexenio que terminará el 2012 pasará a la historia como una mácula
más en la historia del país, y una muy negra. La incapacidad administrativa y de liderazgo es
total y aún más, la absoluta ausencia de crítica es letal. Me duele tener que ver estas cosas, pero
más me dolería quedarme callado. La política en manos de mezquinos se envilece y degenera;
sin embargo, creo todavía en el juicio de la historia y en el sentido común que el pueblo, muy a
pesar de la tiranía mediática, posee. Espero en Dios vengan nuevos y mejores tiempos para mi
patria.

Álex Ramírez-Arballo es doctor en literaturas hispánicas por la University of Arizona y actualmente trabaja como
profesor en el departamento de Español, Italiano y Portugués de la Pennsylvania State University. Su correo
electrónico es alexrama@orbired.com y su página web www.orbired.com Además puede establecer contacto con
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