Joan Tardà, diputado de ERC, realizó en un acto público como
protesta al 30º aniversario de la Constitución, una serie de actos que levantaron la polémica. En este mitin ante las Juventudes de su partido, se quemó un ataúd que representaba a la Carta Magna, mientras él llamaba «corrupto» al Tribunal Constitucional y gritaba «¡Muera el Borbón!».
Tardà pide que su grito sea entendido como un grito en favor de la
República. Sin embargo se han abierto diligencias para decidir si se ha cometido un delito o si le ampara la libertad de expresión. Las descalificaciones hacia el rey y el Tribunal Constitucional de Joan Tardà nos lleva a reflexionar sobre el actual ejercicio de la libertad de expresión y sus límites constitucionales. En un principio, no me parece correcto que se aliente a los jóvenes, al relevo de un partido político con descalificaciones e insultos hacia un sistema con el que no se está de acuerdo en vez de con razones de peso y argumentos. En este caso Tardà podría haber incurrido en un delito de calumnia si, a sabiendas de que no lo fuera, acusara de corrupto al Tribunal Constitucional. La frase de “¡Muera el Borbón!” podría ser considerada como delitos contra la corona. La Declaración Universal de Derechos Humanos consagra que todo individuo tiene derecho “a la libertad de opinión y de expresión”. Este derecho incluye el de “no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y difundirlas”. Pero también declara que en el ejercicio de sus derechos y libertades, toda persona estará sujeta a las limitaciones legales con el fin de asegurar el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las exigencias del bienestar general en una sociedad democrática. La libertad de expresión viene recogida en nuestro Constitución en su artículo 20, siendo uno de los derechos que dispone de más garantías jurídicas (recurso de amparo, recurso de inconstitucionalidad, aplicabilidad directa, procedimientos sumarios en la jurisdicción, etc) de todo el texto constitucional. En el este precepto constitucional “se reconocen y protegen los derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”, así como “a la producción y creación literaria, científica y técnica”. También se reconoce y protege el derecho “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. Pero el ejercicio de la libertad de expresión no es ilimitado. La propia Constitución, en el mismo artículo, establece como límite el respeto al derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. Creo importante este punto y es donde hay que discernir entre libertad de expresión e injurias o calumnias. Creo que en esta ocasión se ha faltado al respeto hacia el Jefe de Estado y se ha cometido calumnia hacia una institución del Estado como es el Tribunal Constitucional. Cuando se tiene un cargo de responsabilidad como es ser diputado de ERC y se está en público hay que cuidar el modo. Aunque pretendiera ser metafórico, las acusaciones y los insultos han quedado patentes en público. Me parece perfecto que se proteste contra el sistema establecido, que se luche por cambiarlo, que se aliente a los más jóvenes a combatir injusticias, pero siempre desde el respeto y los argumentos y no desde la descalificación fácil y gratuita.