Esto exige “un corazón nuevo y un espíritu nuevo” (Eze 18:31); y si una persona cambia su modo de pensar, sus motivos y su propósito en la vida, tendrá otro estado de ánimo o disposición, una fuerza moral nueva. El que modifica su proceder de vida consigue una “nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad” (Ef 4:17-24), libre de inmoralidad, de codicia y de habla y conducta violentas. (Col 3:5-10; contrástese con Os 5:4-6.) Para estos, Dios hace que el espíritu de sabiduría “salga burbujeando”, dándoles a conocer sus palabras. (Pr 1:23; compárese con 2Ti 2:25.)