Está en la página 1de 2

Miro pasar las nubes.

Pero mi mano se cae


Y la encuentro perdida entre cosas de hombre.
Oigo pasar al hombre
Pero mi ojo se cae

El hombre,
Maniqu de la noche,
Apuala vacos
Manco de una mano que nunca tuve,
cojo de un pie que no aprend,
enarbolo mi lengua hasta el corazn
y me descuelgo de un techo de cualquier manera imposible.

La palabra: ese cuerpo hacia todo.


La palabra: esos ojos abiertos.
Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al ro, las hogueras de los indios
chisporrotean da y noche. En la negrura sin estrellas meten ms miedo todava. Los espaoles,
apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la
locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire
helado, al colarse en las casucas de barro y paja, trae con l los alaridos y los cantos de guerra. Y
en seguida recomienza la lluvia de flechas incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje
desnudo. En las treguas, los gemidos del Adelantado, que no abandona el lecho, aaden pavor a
los conquistadores.

Cristbal recoge el plumero y los trapos. Se acaricia las yemas y la boca. Quisiera contar lo que ha
visto y odo, pero no le obedece la lengua. Ha regresado a su amurallada soledad donde el
asombro se levanta como una lmpara deslumbrante que transforma todo, para siempre.

En mi patria irascible
El perfume
Quema su pulpa
En los profundos lagos el da mueve
Sus carbones enfurecidos
El silencio sustenta jaulas
En las que el peligro gorjea.

Escribo: un tumor me pudre la lengua. Y el tumor que la pudre me asesina con la perversa
lentitud de un verdugo de pesadilla.
Yo escrib eso, aqu, en Buenos Aires, mientras oa llegar la lluvia, el invierno, la noche?
Escrib: mi lengua se pudre. Yo escrib eso, hoy, un da de junio, mientras oa llegar la
lluvia, el invierno, la noche?
Y ahora escribo: me llamaron importa cundo? el orador de la Revolucin. Escribo:
una risa larga y trastornada se enrosca en el vientre de quien fue llamado el orador de la
Revolucin. Escribo: mi boca no re. La podredumbre prohbe, a mi boca, la risa.
Yo, Juan Jos Castelli, que escrib que un tumor me pudre la lengua, s, todava, que
una risa larga y trastornada cruje en mi vientre, que hoy es la noche de un da de junio, y
que llueve, y que el invierno llega a las puertas de una ciudad que extermin la utopa
pero no su memoria?

También podría gustarte