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Codigo: 34535, Titulo: tential sxotte Beofasor: Haria de lor Angeles! Tabarna George Steiner Nostalgia del Absoluto Traduccion de Maria Tabuyo y Agustin Lopez Ediciones Siruela Nota Las cinco emisiones de radio que aqui se reco- igen, organizadas y producidas por Paul Buckley, de la seccién de Ideas de la CBC Radio Arts Depart- ment, fueron ofrecidas en el otoio de 1974 como decimocuarta serie de las Massey Lectures. La CBC inicié estas conferencias en 1961 con objeto de que distinguidas autoridades en areas de importancia e interés general presentaran al publico los resulta- dos de sus estudios e investigaciones. Las conferen- ias recibieron su nombre de Vincent Massey, anti- guo gobernador general de Canada. ciciba: fedeeto de 2001 Bf ediciéa: abril de 2001 4 eaieiba: mayo se 2001 ‘Todos los derechos sessrvador. Ninguns parte {ae etta publicacién puede ser teprodu slmacensda o transmitida'en mance alguna ‘1 por ningéa medio ys sea eléctrico, quimic: mecioico, Sptico, de grabscion 0 de fotocopia, sin permiso previo dl e Title lenal: Nortalga for tbe Absolute Diseho grifico: Gloria Geuger © George Steiner, 1974 sduceidn, Maria Tabuyo y Agustia Lope {© Ediciones Sieve, s. 4, 2001 Plaza de Manuel Becetta, 15. «Et Pabelléae aoa Madrid, Tels 9138557 20/91 355.22 02 © pes ‘Telefax: 9835522 01 uels.com. www. siruela.com Printed and made in Spain Indice Nota Nostalgia del Absoluto Los mesfas seculares Viajes al interior El tiltimo jardin Los hombrecillos verdes gTiene futuro la verdad? Nostalgia oO 7 2 ° 3 a < o wT de la revolucién industrial los que hicieron que las reencias sistematicas, la teologia sistemdtica y el antiguo centralismo de las iglesias quedaran tan ob- soletos. Pero en cuanto al fendmeno en sise esta de acuerdo. Las iglesias ycorrientes cristianas (subrayo esta pluralidad) organizaron en gran medida la vi én occidental de la identidad humana y de nues- ‘ra funcidn en el mundo, y sus practicas y simbolismo impregnaron profundamente nuestra vida cotidia- nna desde el final det mundo romano y helenistico en adelante, pero gradualmente, por esas razones diversas y complicadas, fueron perdiendo el control sobre la sensibilidad y la existencia cotidiana En mayor o menor grado, el niicleo religioso del ind- viduo y de la comunidad degeneré en convencién social, Se convirtid en una especie de cortesia, en tun Conjunto ocasional 0 superficial de actos refle- Jjos. Para la gran mayoria de mujeres y hombres pensantes -incluso alli donde la asistencia ala igle- continuaba- las fuentes vitales de la teologia, de ‘una conviceién doctrinal sistemtica y transcenden- te, se habian agotado. Este desecamiento, este agotamiento, que hasta 4 tal punto llegé a afectar al centro mismo de la exis- tencia imelectual y moral de Occidente, dejé un inmenso vacfo, Y donde existe un vacfo, surgen nuevas energias y realidades que sustituyen a las an- tiguas. A menos que yo lea de manera errénea la evidencia, la historia politica y filoséfica de Occi dente durante 10s uiltimos 150 afios puede ser en- tendida como una serie de intentos -mas 0 menos conscientes, mas © menos sisteméticos, més o me- nos violentos~ de lenar el vacio central dejado por la erosién de la teologia. Este vacio, esta oscuridad en el mismo centro, era debida a «la muerte de Dios» (recordemos que el tono irénico, tragico, de Niewsche al utilizar esta célebre frase ¢s con mucha frecuencia mal interpretado). Pero pienso que podemes plantearlo con mayor precisié descomposicién de una doctrina cristiana globali- zadora habia dejado en desorden, o sencillamente habia dejado en blanco, las percepciones esenciales de la justicia social, del sentido de la historia huma- na, de las relaciones entre la mente y el cuerpo, del lugar del conocimiento en nuestra conducta moral. Hacia estas cuestiones, de cuya formulacién y re- 18 solucin depende la coherencia de la vida del indi- viduo y de la sociedad, se dirigen las grandes «anti- teologias», las «metarreligionese de los siglos XIX y XX. Son éstos unos términos poco manejables y pi do disculpas por ello, «Meta-religién», «antiteolo- gia», wcredo sustitutorion, son etiquetas incémodas, pero también titiles. Trataré de agruparlas en estas cinco charlas mediante el empleo de un término general. Quisiera proponerles para ello la palabra emitologias» ‘Ahora bien, para habilitar el estatuto de una mi- tologia, en el sentido en que voy a tratar de probar lo y definirlo, una doctrina 9 cuerpo de pense miento social, psicol6gico o espiritual debe cumplir ciertas condiciones. Echémosle un vistazo. El cuer po de pensamiento debe tener una pretension de totalidad. Esto parece muy sencillo, y en cierta mar nera lo es, Tratemos de dar forma a la idea. Qué queremos decir con esa pretensién de totalidad? Ese cuerpo de pensamiento debe afirmar que el is que presenta de la condicién humana ~de nuestra historia, del sentido de la vida de cada uno de nosotros, de nuestras esperanzas- es un andlisis, 6 total. Una mitologia, en este sentido, es un cuadro completo del shombre en el mundo». Este criterio de totalidad tiene una consecuen- cia muy importante. Si la mitologia es honrada y se- Fla, permite la refutacién o falsacién ¢ incluso invi= ta allo. Un sistema total, una explicacién total, se derrumba en el momento en que puede surgir una excepcién importante, un contraejemplo realmen- te poderoso. No vale de nada tratar de poner un pe- quefio parche acé, afiadir un poco de pegamento alli o una cuerdecita més alld. La construcci6n se desploma a menos que sea un todo. Si cualquiera de los misterios centrales, misterios sacramentales, del cristianismo o de la vida de Cristo 0 su mensaje fueran totalmente refutados, de nada serviria ratar de hacer una rapida tarea de reparacion en un tin- con de la estructura. En segundo lugar, una mitologia, en el sentido en el que estoy empleando la palabra, tendra con seguridad unas formas fécilmente reconocibles de inicio y desarrollo, Habra habido un momento de re- velacién crucial o un diagnéstico clarividente del que surge todo el sistema, Ese momento y la histo- 7 ria de la visién profética fundadora se conservard cen una serie de textos candnicos. Quienes estén in- teresados en el movimiento mormén reconocerdn ficilmente esta imagen: un angel que se aparece al fundador del movimiento y le entrega las famosas planchas de oro, 0 la ley mosaica. Habra un grupo original de discipulos que estardn en contacto in- ‘mediato con el maestro, con el genio del fundador. Pero pronto, algunos de ellos provocarn una rup- tura en forma de herejia. Produciran mitologias 0 submitologias rivales, y entonces se observard algo muy importante. Los ortodoxos del movimiento original odiardn a esos herejes, a los que persegué ran con una enemistad mucho mas encarnizada de la que descargarian contra el no creyente. No es la increencia lo que temen, sino la forma herética de ‘su propio movimiento. El tercer criterio de una mitologfa verdadera es el mis dificil de definir, y pido al lector un poco de paciencia, pues espero que se ir poniendo de ma- _nifiesto a fuerza de ejemplos a lo largo de estas cin- co charlas. Una mitologia verdadera desarrollaré tun Ienguaje propio, un idioma caracteristico, un cconjunto particular de imagenes emblemiticas, ban- eras, metéforas y escenarios dramaticos. Generard su propio cuerpo de mitos. Una mitologia describe €l mundo en términos de ciertos gestos, rituales y simbolos esenciales. Espero que esto ir quedando claro a medida que avancemas, Consideremos ahora estos atributos: totalidad, por la que sencillamente quiero expresar la preten- siGn de explicarlo todo; textos canénicos entregar dos por el genio fundador; ottodoxia contra here- fa; metéforas, gestos y simbolos cruciales. Sin duda todo esto es algo obvio. Las mitologias fundamen- tales elaboradas en Occidente desde comienzos del siglo xIX no s6lo son intentos de llenar el vacio de- Jado por la decadencia de la teologia cristiana y el dogma cristiano, Son una especie de teologia susti- ‘uta, Son sistemas de creencia y razonamiento que pueden ser ferozmente antirreligiosos, que pueden postular un mundo sin Dios y negar la otra vida, pe- Fo cuya estructura, aspiraciones y pretensiones res- ecto del creyente son profundamente religiosas en su estrategia y en sus efectos. En otras palabras, ‘cuando consideramos el marxismo, cuando obser- 9 vamos los diagnésticos freudiano 0 junguiano de la conciencia, cuando consideramos la explicacién del hombre ofrecida por lo que se denomina «an- tropologia estructurals, cuando analizamos todo eso desde el punto de vista de la mitologia, lo vemos como una totalidad, como algo organizado canéni- ‘camente, como imagenes simbsticas del sentido del hombre y de la realidad. ¥ si reflexionamos sobre ellos, reconoceremos ahi no s6lo negaciones de la religién tradicional (pues cada uno de es0s sistemas nos dice: «Mira, no necesitamos ya a la vieja Iglesia fuera con el dogma, fuera con la teologia»), sino unos sistemas que en cada punto decisivo muestren las huellas de un pasado teoldgico. Permitaseme subrayar esto. Es realmente lo esen- cial de lo que intento decir y espero que quede bas- tante claro, Esos grandes movimientos, esos grandes estos de la imaginacion que en Occidente han tri tado de sustituir a la religién, y al cristianismo en particular, son muy semejantes alas iglesias, muy se mejantes a la teologia que pretenden reemplazar. ‘Quiza podriamos decir que en toda gran batalla uno empieza a hacerse semejante a su oponente. ~ Desde Iuego, ésta ¢s sélo una forma de pensar los grandes movimientos filoséficos, politicos y an- tropolégicos que ahora dominan en gran medida ‘nuestra atmésfera personal. El marxista convenci- do, el psicoanalista en ejercicio, el antropélogo es. tructural, se sentirian ultrajados ante la idea de que sus ereencias, sus andlisis de la situacién humana, son mitologias y construcciones alegéricas que de- rivan directamente de la imagen religiosa del mun- do que han atado de reemplazar. Se sentiran fi riosos ante esta idea. Y su rabia esté justificada. No tengo ni interés ni competencia para ofrecer observaciones técnicas, por ejemplo, sobre la teoria marxista de la plusvalia, sobre las consideraciones freudianas de la libido 0 el ello, sobre la intrincada logistica del parentesco y la estructura lingaistica cn la antropologia de LéviStrauss. Todo lo que pre- tendo hacer es lamar la atencién sobre ciertas ca- racteristicas y gestos, importantes y recurrentes, de todas esas teorias «cientificas», Quiero sugerit que esas caracteristicas reflejan directamente las condi- ciones establecidas por la decadencia de la religién Y por una nostalgia del Absoluto profundamente a 8 arraigada. Esa nostalgia, tan profunda, yo creo, en la mayor parte de nosotros, fue directamente pro- vocada por la decadencia del hombre y la sociedad! occidental, por la decadencia de la antigua y mag- nifica arquitectura de la certeza religiosa. Como nunca anteriormente, hoy, en este momento del si- glo xx, tenemos hambre cle mitos, de explicaciones totales, y anhelamos profundamente una profecta con garantias. El escenario mitolégico del marxismo, con el ‘que comienzo esta primera charla, no es sélo ex- presamente dramatico, sino que es también repre- sentativo de la gran cortiente europea de pensa miento y sentimiento que llamamos Romanticismo. Como otras construcciones propias de la utopia so- ial, de la saivacién mesiinica y secular que siguie- ron ala revolucién francesa, e! marxismo puede ser expresado en los términos de una épica histérica Habla del progreso del hombre desde la esclavitud hasta el reino futuro de la justicia perfecta. Como tantas construcciones del arte, la miisica y la litera: tura roménticas, el marsismo traduce la doctrina teoldgica de la cafda del hombre, del pecado origi- 2 nal y de la redencién final, a términos sociales ¢ his- t6ricos. EI propio Manx sugiere una identificacién de su papel con el de Prometeo. :No es interesante, y en cierta manera sorprendente, que cuando Marx era Joven lo tiltimo que pensara escribir fuese una criti «a importante de economia politica? En lo que, sin. ‘embargo, estaba trabajando era en un poema épico sobre Prometeo. Y puede adivinarse cémo se desa- rrolla posteriormente el guién. Como portador del fuego destructor, pero también purificador, de la verdad, 0 lo que es igual, de la interpretacién ma- terialistadialéctica de la fuerza econémica y social de la historia, Prometeo-Marx conduciré a la huma- nidad esclavizada hasta la nueva aurora de la libertad. El hombre fue una ver inocemte, estaba libre de ex- plotacién, :Por qué oscuro error, por qué sombria felonia, cayé de aquel estado de gracia? Este, que ¢5 el primero de nuestros problemas tedricos, es de una dificultad extrema, En cada una de las grandes mitologias 0 religiones sustitutas que estamos considerando, la naturaleza del pecado ori- ginal se mantiene como algo oscuro o problemati- 2s co. . El dinero es la chumanidads alienada del hombre, una condena ‘espantosa cuando pensamos en la visién primera de la verdadera inocencia, Ahora bien, este sentimiento de una catéstrofe distante, de una desgracia césmica ~y podria escri- bir la palabra con un guién, una desgracia, un abandono de la gracia~, llega directamente hasta nosotros con un vivo terror en la visién marxista, como en Coleridge, en el «viejo marinero» 0 en el canillo» de Wagner. Exige atin més imperiosaren- te una definicidn, una situacién hist6rica, Dénde sucedié aquel acontecimiento horrible? ¢En qué nos equivocamos? ¢Por qué fuimos expulsados del Jardin de Edén? No creo que podamos obtener una buena respuesta. No menos que Rousseau, Blake o Wordsworth, Marx adopta casi inconscientemente ‘el axioma roméntico de una infancia perdida del hombre, Volviendo al asombro de los poetas grie- gos a los que tanto amaba, volviendo, como hemos 26 visto, aunque tal vez inconscientemente, al lengua Je de los profetas, habla Marx, y cito de nuevo, «de Ja infancia social de la humanidad donde la huma- nidad se despliega en completa belleza». Y cuando volvemos a preguntar, con impaciencia creciente:

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