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ise intrie y eubieta: RAG Reserados tos lor derechos. De acuerdo alo disput en lat, 270 de Ctigo Penal, porn ser catgaes con peas de muta y privacia de libertad quienes reproduzean sin a prceptiva ‘uorizncidno plagien, en edo 0 en pate, una obra itera, fea 0 clentiea fladsenexsiquier tipo de soporte, ‘Primera reimpeesin, mayo 2010, (© Cambridge University Pres, 2005, ‘© Bicones Akal, S.A. 2010 ‘ara lengua expla Sector Forest, 28760 Tres Cantos Madsid - Espa Tet: 918 061 96, Fan: 918 084028 sero | ISBN: 978-84-460-2560.3, Depésto legal: M-21156-2010 Impeeso en Lave S.A ‘iumanes (Madi) en GEOFFREY PARKER (Ed.) ‘Teaduecién de: José Luis Gil Arista iustrado de nuestro director de edici6n en la Cambridge University Press, el Dr Peter Richards; él fue el primero en proponerme la idea de este libro, que nunca habrfa llegado a concluirse sin su consejo y perspi- cacia, Todos nos sentimos, finalmente, agradecidos a quienes nos ofre- cieron propuestas y referencias: a Jon Sumida, que me prest6 algunos consejos excelentes en tina fase temprana; a Michael Howard y Donald Kagan, que leyeron la obra completa en su primera version; y a los mu- chos colegas cuya ayuda a cada uno de los colaboradores se reconoce en Jas paiginas 505-508. Al preparar esta edici6n revisada, los colaboradores y yo hemos corregidlo algunos errores de menor cuantia que se introdujeron inad- vertidamente en el texto original. Damos las gracias a Peter Pierson y Jon Sumida por habéraoelos hecho notar. También hemos pucsto al dia las bibliograffas de cada capitulo y ampliado la cobertura de los acontecimientos hasta el afio 2008, Para concluir, los autores dedican respetuosamente este libro a Michael Howard y William H. McNeill, que establecieron el eriterio de calidad al que aspiramos. Geoffrey Parker INTRODUCCION LA PRACTICA OCCIDENTAL DE LA GUERRA Geoffrey Parker ‘Todas las culturas desarrollan su propia manera de hacer la guerra 114s sociedades con territorio abundante y escasez. de recursos humanos Alelen preferir conflictos de carécter ritual en los cuales s6lo Iuchan Jwilmente unos pocos «adalides», aunque su destino decide el de todos los demas, Las «guerras de las flores» de los aztecas y los combates ‘amok de los isleios de Indonesia causaban derramamientos de san- {ue telativamente reducidos, pues su objetivo era aduefarse de gente y Hho de teritorio, aumentar el ntimero de hombres de que podia disponer lw determinado sefior de Ia guerra, en vez de derrocharlo en combates ‘rventos. También en China la estrategia tenia como meta conseguir la Victoria sin batallar: segtin Sun-Tau, el te6rico militar més respetado {que escribié en el siglo 1v aC), «someter al enemigo sin lucha es el wolmo de la destreza» (aunque el resto de su libro trata, en realidad, de I manera de vencer combatiendo). Muchas tradiciones militares no oc- cidentales tan mostrado una gran continuidad a lo largo del tiempo: asi, (6110s alos sesenta, algunos antropélogos pudieron estudiar todavia las uerras de los pueblos de las tierras altas de Iran Jaya (Indonesia), que hogufan dirimiendo sus disputas de la misma manera ritual que sus an {opasados, Para entonces, sin embargo, las demas culturas militares ha~ ‘bun sido transformadas en su mayoria por la prictica de Occidente ~de Hiuropa y de tas antiguas colonias europeas en América. La conduccién occidental de la guerra, que posee también una gran tntigiiedad, se asienta sobre cinco bases principales. En primer lugar, las ferzas armadas de Occidente han confiado considerablemente en una tecnologia superior, por lo general para compensar su inferioridad en re~ ‘ifs0s humanos. Esto no quiere decir que Occidente disfrutara de una perioridad teenot6gica universal -hasta la aparicin de las descargas ‘de mosqueteria y laarillerfa de campaiia, a comienzo¢ del siglo xv, el 7 arco recurvado utilizado en toda Asia por arqueros montados a caballo resultaba mucho més eficaz que cuslquier armamento occidental-, pero, ‘fuera de unas pocas excepciones, los jinetes arqueros de Asia no amena~ zaron ditectamente a Occidente; y, cuando lo hicieron, su amenaza no fue constante. Ademés, no todas ias técnicas avanzadas tuvieron origen ‘occidental: muchas innovaciones fundamentales, entre ella el estribo y Ia pélvora de cafén, llezaron de sus adversarios orientales. La tecnologia militar suele ser la primera que toman prestadas to- {das las sociedades, pues el castigo por no hacerlo puede ser inmediato y fatal; pero Occidente parece haberse mostrado prematuramente re- ‘eptivo a las tecnologias nucvas, tanto si provenfan de sus propios in- ‘ventores como si llegaban de fuera. La innovacién técnica y la capaci- dad igualmente esencial para reaccionar ante ella se convirtieron pronto en una earacteristica acreditada de la practica occidental de la guerra, De hecho, a partir de las Guerras Médicas del siglo v aC. es- casean los periodos en que Occidente no consiguié reclutar fuerzas ca- paces de luchar con superioridad contra sus adversarios inmediatos. EL PREDOMINIO DE LA TECNICA Y LA DISCIPLINA ‘Sin embargo, Ia «superiotidad técnica» ha sido raras veces suficien- te por sf sola para garantizar la victoria. Segiin escribié a comienzos del siglo xix Antoine-Heary Jomini, autor suizo de temas militares, «la su- pperioridad del armamento puede aumentar las posibilidades de éxito en Ja guerra, pero no gana batallas por sf misma». Incluso en el siglo Xx, el resultado de las guerras ha estado menos determinado por la técnica que _por unos platiteamientos bélicos mejores, por la sorpresa, por una mayor fuerza econémica y, cobre todo, por una disciphina superior. La préetica ‘militar oceidental ha exaltado siempre la dsciplina -més que el paren- tesco, la teligié 0 el patriotismo— como el instrumento primordial que transforma unas bandas de luchadores individuales en soldados que combaten integrados en unidades organizadas. Los demés factores cum- plen, naturalmente, una funcién: muchas formaciones militares, incluso en el siglo xvi, provenfan de una misma comarea y servian a las érde- nes de sus dirigentes locales como si fueran casi una familia extensa; Ia «causa protestante» result6 ser en el norte de Europa una poderosa di sa de cohesiGn durante gran parte dé los siglos XVI y xvi; y Ia consigna, «, en el cual la evolucién avanza mediante breves estallidos de cambio répido intercalados por periodos mds largos de alteraci6n més lenta y gradual. Asf,en el siglo x1v, tras un largo pe- ‘iodo en que la infanteria habia crecido en importancia de manera len- ta pero constante, los piqueros suizos y los arqueros ingleses mejora- ton su funcién de manera espectacular; Iuego, después de cien afi de experimentos, aproximadamente, la atilleria con pélvora comenz6 a revolucionar la polioreética en la década de 1430; y alrededor de un siglo més tarde, tras una experimentacién constante (y extremada- ‘mente costosa), una nueva técnica defensiva, conocida con el nombre de fortaleza artllada, restablecié la comelacién de fuerzas en la gue- rra de posiciones. Cada innovacién alteraba el equilibrio imperante y provocaba una fase de transformaciéa y ajuste rapids. 12 i Sin embargo, la capacidad para reproducir técnicas y estrategias Inilitares desconocidas requeria algo més que meros cambios en el fute de Ia guerra, Un sistema militar basado en el mantenimiento de la uperioridad militar es, ante todo y por definici6n, costoso: los siste- ms que requieren mucha mano de obra, que basan su impacto en la goncentraciGn de un némero de hombres aplastante, exigirin, quizé, a ‘una sociedad la movilizacién de sus varones adultos ~probablemente, ‘ilo por poco tiempo-, equipados con armas tradicionales (armas a veces de considerable antigledad, como ocurra con las espadas japo- Hiesas 0 de la Edad Media europea, susceptibles de ser reutilizadas a Jw manera de Excalibur). La carga econémica de la lucha podia ex- {onderse a un amplio grupo social e, incluso, a lo largo de varias ge- noraciones. En cambio, un sistema que requiera mucho capital exigi- 1 hacer acopio de una extensa panoplia de armas que, a pesar de ser extremadamente caras, quedarén, quizé, pronto obsoletas. Su atracti- yo, con todo, radica precisamente en la combinacién de un coste ini- ‘lil elevado y un gasto de mantenimiento reducido: asi, la construc- cidn del castillo de Harlech, una de las espléadidas fortalezas de Kiduardo I en Gales, cost6 casi los ingresos de todo un ao, pero en 1294 una guamicion de solo treinta y siete soldados lo defendié con éxito de un ataque. La visién estratégica del rey fue un presagio del Proyecto Manhattan», en el que se gastaron millones de délares para producir artefactos nucleares que, arrojados en dos mafianas de agos- Jo de 1945 por sélo un par de aviones, precipitaron la rendici6n in- ‘eondicional del Japén imperial y de los millones de soldados japone- fe atin en armas diseminados por todo el sureste asiatico. ‘Tras la introduccién de las armas de pélvora y las defensas artilla~ das, el coste de cada guerra fue significativamente més elevado que el {do Ju anterior, mientras que el de los equipos militares alcanzé un gra~ do tan alto que s6lo un Estado centralszado podia permitirse adquitir- Jos. La provision de los medios para financier una forma de guerra tan ‘earn sirvi6 claramente para realzar el poder del Estado en Occidente; tila cambio en el tamafo o los pertrechos de las fuerzas atmadas te {querfa nuevas actuaciones para extraer recursos de la poblacién some- Aida, expandiendo al mismo tiempo la estructura burocrética necesaria pra gestionarlos. Como es natural, una presién econdmica prolonga- {da suscitaba a menudo la oposicién entre aquellos a quienes se exigia «1 pago; pero también esto podia conducir a incrementar el control ~y umentar, por tanto, el poder interno del Estado sobre sus sabditos, Jo cual permitia mas innovaciones y avances militares. Este hecho fue tspecialmente cierto en el caso de las guerras entabladas para lograr fo expandir la hegemonfa, con la consiguiente exigencia de transferir ‘eontinuamente a escenarios bélicos distantes dinero recaudado de ma- hota centralizada y municiones, pues esa actividad fomentaba un au- 13 ‘mento de los impuestos, unos empréstitos mayores y una creciente in- tegracién. La actividad military Ia formacién del Estado en Occiden- te quedaron, por tanto, inextricablemente vinculadas: los Estados ha- cian la guerra, pero la guerra hacfa también Estados. Por emplear otra analogia biolégica, recordemos la estructura de «doble hélices de la molécula del ADN, con dos espirales complejas que interactiian en miiltiples puntos distintos. La complejidad de esta imagen sirve para recordar que la imita- cin de la practica occidental de la guerra suponfa una adaptacién en muchos niveles. La simple copia de las armas recogidas en el cam- po de batalla no podia ser suficiente en ningtin caso; requerfa tam- bign la «replicaciém» de toda Ia estructura social y econsmica que sustentaba la capacidad para innovar y responder con rapidez. La voccidentalizacién de la gucrrar dependia de Ia apticud de los gue eros, uno de los grupos tradicionalmente més conservadores, para Aceptar tanto la nevesidad de cambio como la de ser adiestrados por -

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