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PEDRO-JUAN VILADRICH Pues meNn)ee Wa Reay tt LK DOCUMENTOS DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAM TA Comité Cientifico José M. Casas Torres (Catedratico de Geografia de la Poblacién. Universidad Complutense de Madrid); Sergio Cotta (Prof. Ordinario de Filosofia del Derecho. Universidad de Roma); Jacinto Choza (Catedratico de Antropologia Filos6fica. Universidad de Sevilla); Francesco D'Agostino (Prof. Ordinario de Filosofia del Derecho. Universidad de Roma); Javier Escriva-Ivars (Catedratico de Derecho Eclesidstico del Estado. Universidad de Valencia); David Isaacs Cnstituto de Ciencias para la Familia. Universidad de Navarra); Enrique Martin Lopez (Catedratico de Sociologia de la Comunicacién Humana. Universidad Complutense de Madrid); Tomas Melendo Granados (Catedratico de Metafisica. Universidad de Malaga); Aquilino Polaino-Lorente (Catedratico de Psicopatologia. Universidad Complutense de Madrid); Augusto Sarmiento (Prof. Ordinario de Teologia Moral. Universidad de Navarra); Jorge Vicente Arregui (Prof. Titular de Antropologia Filos6fica. Universidad de Mélaga); Pedro-Juan Viladrich (Prof. Ordinario de Derecho Matrimonial. Director del Instituto de Ciencias para la Familia. Universidad de Navarra). Comité Editorial Pedro-Juan Viladrich, Director Javier Hervada Javier Escriva-Ivars Juan Ignacio Bafiares Marta Dalf6 LA PALABRA DELANUIER PEDRO-JUAN VILADRICH DOCUMENTOS DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA EDICIONES RIALP © Copyright 2000. Pedro-Juan Viladrich Instituto de Ciencias para la Familia Universidad de Navarra © 2000 by Ediciones Rialp, $. A. Alcala, 290, 28027 Madrid Tel. 91 326 05 04. ISBN: 84-321-3317-5 Depésito Legal: M. 36673-2000 Impreso en Graficas Rogar, S. A., Navalcarnero (Madrid) Printed in Spain - Impreso en Espaiia No est permitida la reproduccidn total © parcial de este libro, ni su tratamiento informético, ni 1a transmisién de ninguna forma o pot cualquier medio, ya sea electrénico, mecanico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. INDICE Presentacién, por J. Escriv: 9 LA PALABRA DE LA MUJER ... 13 1, El reconocimiento femenino del valor de la experiencia personal ... B 2. Ecce mulier 16 3. La palabra de la mujer en un mundo globalizado .. 20 4. La posibilidad de un-consenso o comunidad de convic- ciones-sobre la mujer .. 22 5. La integralidad: la cuestiGn de la mujer afecta a todo ‘al ser humano en todas sus identidades interpersonales .. 23 6. La opcién de la mujer entre la incomunicacién inma- nente de la feminidad o la comunicacién recfproca con la masculinidad ... 26 7. La palabra del varén sobre la mujer 32 8. La palabra sigue abierta ... 35 9. La escena del Génesis es cl grande e intimo didlogo de la conyugalidad sobre el trasfondo de la esposalidad humana ... 36 10. Sexualidad humana, esponsalidad y conyugalidad. Los espacios de la esponsalidad humana 43 11. yCudl seré ahora la palabra de la mujer’ 43 12. Sobre la contribucién de la mujer a la reconstruccién actual del didlogo humano 50 BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA INDICE PARA LIBERARSE DE ALGUNOS TOPICOS ACTUALES SOBRE EL MATRIMONIO 1. Hacia la superacién de una visién «legalista» del matri- monio ..... ine 2. La personalizaci6n de los lazos de sangre: la consangui- nidad ..... ae 3. La personalizacién de la inclinacién sexu: conyuga- lidad ...... 4. Sobre el significado del consentimiento matrimonial - 5. Sobre Ja autonomfa soberana de la familia de fundacién matrimonial 6. Un breve apunte sobre la sacramentalidad APUNTES SOBRE POLITICA FAMILIAR 1. Sobre el final de la Hamada cultura de Ja muerte de fa fa- - milia: algunas lecciones .. ae 2. {Qué significan «los mios»? Los vinculos reales y los vinculos artificiales .. 3. Las lineas de fondo de una nueva politica familiar 3.1. Los «mfos»: la energfa motivadora mas profunda y perseverante . oe 3.2. Sobre una politica legislativa més real y menos idco- légica ...... 3.3. Tres reglas prioritarias a) Una politica desde Ia libertad y el respeto a los derechos humanos fundamentales a0 b) Una politica realista inspirada en las funcione: sociales esiratégicas ... c) Una politica integral e integradora . d) Una politica segtin el principio de subsidiarie- dad: favorecer 0, al menos, no impedir que la familia pueda ser lo que es .... DIF 24 37 s7 59 62 63 67 72 LA PALABRA DE LA MUJER Por iniciativa del Instituto de Ciencias para la Fa- milia, se recogen en este libro diversos escritos del Prof. Pedro-Juan. Viladrich. Es el primero de una serie de voltiimenes, que se publicarén en las distintas colec- ciones de la Biblioteca de Ciencias para 1a Familia, y que pretenden poner al alcance de cualquier persona interesada una bibliografia de objetivo interés y de no siempre facil acceso, al estar hoy dispersa en diversos soportes editoriales. Cuando ta Junta Directiva dei Instituto de Cien- cias para la Familia acord6 recoger en unos voliimenes esos escritos, me insinu6é igualmente su deseo de que redactara una presentacién para el primero de la serie. La iniciativa del Instituto de Ciencias para la Familia no me cogi6 por sorpresa, pero la noticia de redactar una breve nota de presentacién, si. Después, constituyd para mi un motivo de satisfaccién. A la hora de redac- BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH tar las presentes lineas, aquella primitiva satisfaccion tiende a convertirse en cierta inquietud, porque tengo Ja sensacién de que no acertaré a expresar todo aquello que quisiera poner de manifiesto a la hora de subrayar una obra de Jas caracterfsticas de la que esta serie inau- gura. Pero, como en su momento acepté el encargo del Instituto, con la mejor voluntad, paso a concretar mi pensamiento en una doble linea de reflexién. En primer lugar, he de hacer referencia a Ja perso- nalidad del Prof. Viladrich en una faceta que me es es- pecialmente grata, y que se fundamenta en las entraffa- bles relaciones de amistad que nos unen desde hace ya bastantes afios. Con él, inicié mi vida universitaria y me embarqué en la aventura cientifica del Instituto de Ciencias para la Familia. La generosa compajfila, pet- sonal y cientffica, que me ha brindado en ese camino s6lo la amistad la puede explicar. | El segundo aspecto que deseo abordar en estas li- neas es'la consideracién de Pedro-Juan Viladrich como cientifico y, mas particularmente, como maestro y ju- rista siempre atento, siempre inquieto y profundamente comprometido con el estudio de todas las cuestiones atinentes al matrimonio y la familia. «Ciencias para la Familia» fue el nuevo concepto cientifico que intro- dujo Pedro-Juan Viladrich en el panorama metodol6- gico de los estudios de la familia, concepto que define la identidad del Instituto de Ciencias para la Familia, desde su fundacién. Su afan de renovar, su amplitud de horizontes, su cuidadosa atencidn a las orientaciones de la ciencia y del pensamiento contempordneos, su ac- titud positiva y abierta ante la transformacién actual de Jas estructuras sociales y de la forma de vida, son algu- nas de las cualidades que definen su personalidad cien- tifica y su capacidad de impulso y renovacidn del estu- dio del matrimonio y de la familia. Buena prueba de DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER todo ello es el presente volumen, en el que ef autor aborda diversos temas con rigor, profundidad y apasio- namiento, todos ellos de evidente actualidad y presidi- dos por el criterio de respeto a la libertad y dignidad de la persona humana. Como el autor, yo también he sen- tido en mi vida profesional una especial predileccién por los estudios sobre el matrimonio y la familia: y esta circunstancia, unida a los vinculos de amistad a los que antes he hecho referencia, es quizds la tinica que pueda justificar el presente texto de presentacién, en el que quisiera hacer una viltima consideracién que ayude a comprender esta iniciativa editorial. No hay género doctrinal que el Prof. Viladrich no haya cultivado: tratado, manual, monografias, articu- Jos, conferencias, discursos, notas, comentarios, prélo- gos, etc. Si, a ello, se une su incesante trabajo docente y la generosa dedicacién al fomento de la investigacién y ala formacion de investigadores, se comprende facil- mente su posicién de magisterio. Gran parte de esa ex- tensa, profunda y siempre sugerente producci6n cienti- fica esté dispersa en revistas y obras colectivas no siempre de facil consulta. Otra, permanece inédita: me refiero a notas, apuntes, etc., que, estando siempre al alcance de muchos participantes en programas de in- vestigacién del Instituto y otros cursos de postgrado y, en fin, del resto de sus alumnos, han contribuido, sin duda, a la formacién, definicidn de lineas de investiga- cién y publicaciones de muchos de sus disc{pulos, y que, sin embargo, no hemos podido citar siempre con el rigor que la justicia exige. Este volumen es una recopilacién de tres escritos. No-se ha pretendido otra cosa que facilitar a los lecto- res interesados, y a peticién de muchos de ellos, un me- dio mas facil de encontrar los trabajos del autor. Los escritos conservan, pues, su primitiva redaccién. Se in- BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH dica, en cada caso, el lugar y la fecha en que fueron pu- blicados. Estos escritos responden, como es habitual en todo cientifico que leva una vida de constante estudio y perfeccionamiento, a circunstancias muy diversas, tanto de indole personal del autor como del desarrollo de sus investigaciones sobre el matrimonio y la fami- lia. Los trabajos aqui publicados, y los que formarén parte de sucesivos yoltimenes, muestran la natural evo- lucién del pensamiento del autor. Su investigacion tam- poco ha terminado. La presente publicacién no es mas gue la relacién de un momento importante de un tra- bajo que sigue en marcha. F1 Instituto de Ciencias para la Familia confia en que esta iniciativa suya, recogiendo los trabajos de uno de los especialistas en matrimonio y familia de mayor finura intelectual y prestigio internacional, sea, por un lado, de utilidad a cuantos estén interesados en la te- matica, y por otro, permita estudiar sus puntos de vista y sus aportaciones sobre tantos temas, siempre viejos y siempre nuevos, enriquecidos por la sdlida formacién doctrinal y larga experiencia profesional. del autor. Javier EscrrvA Ivars Catedratico de la Universidad de Valencia Subdirector del Instituto de Ciencias para la Familia DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER & 1. El reconocimiento femenino del valor de la experiencia personal Se me ha concedido el honor de pronunciar « palabras de clausura» de este simposio que, bajo el tome general del espacio social femenino, ha tenido a la mujer como tema central de estudio. Se me ocurrié de inme- diato, al buscar «las palabras oportunas», tomar como punto de partida una experiencia personal. Senti que hay un nexo muy profundo, fntimo més bien dirfa, entre «la experiencia de la persona» y «la palabra de la mujer». ' Esta publicaci6n contiene el texto escrito original que en su version oral fue pronunciado como conferencia de clausura en el Congreso sobre «Women’s social space. Fl espacio social femenino», celebrado en la Univer- sidad de Navarra entre los dias 15 a 17 de mayo de 1995, BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH Pero al sopesar este primer paso, no sé por qué su- puse que el espiritu femenino lo compreaderia sin més, mientras no sé por qué temi que 1a raz6n masculina se desconcertaria si arrancamos con un hecho biografico. Tal vez lo califique de «anécdota personal», que viene a ser, para el cédigo masculino de valores académicos, algo asf como una sentencia condenatoria por precarie- - dad intelectual. Lo més prudente sera —me dije— pe- dir disculpas a unas por mis presunciones y a los otros por mis temores. , Sin embargo, la experiencia personal tiene un al- tisimo valor, como bien intuye Ja razon femenina. Por otro sendero que, sin embargo, converge en lo mismo, Aristételes y Tomas de Aquino y muchos otros gran- des? nos recuerdan que todo nuestro conocimiento principia por los sentidos, gracias a los cuales una ex- periencia lo es de una persona real y concreta, en vez de ser entelequia de la razon. Pero ademas, mediante los sentidos, cada uno de nosotros puede «encontrarse existiendo», segin la expresién de Heidegger®, en rela- cién al mundo, a las dems personas y consigo nusmo. Esta experiencia esta en la base misma de nuestra natu- raleza de exploradores de la verdad, el bien y la be- lleza. Necesitamos los seres humanos «encontrar, tras la correspondiente exploracién y aventura, una inter- | pretacién de nosotros mismos, Ilena de sentido y de significado, para poder ser lo que somos*. Y no hay ex- periencia mas ena de significados que aquellos mo- mentos de nuestra vida en los que hubo de veras «en- 2 osicién sobre los grandes fildsofos acerca del papel de los sen- tides en a proceso perceptive humeno, con especial consideracién de Ia inten- cionalidad, puede encontrarse en J.V, Arregui, Filosofia del hombre, colecci6n * de textos del Instituto de Ciencias para la Familia, Madrid 1991, pp. 144-175. 3 Cit, M. Heidegger, Sein und Zeit, § 29. “Cf. A. Gehlen, El hombre, Salamanca 1980, p. 9. DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER cuentro» con otra persona. Por decirlo mejor, aquellos momentos en los que —~fuera el velo— una persona se nos ha «revelado». Hay, por tanto, un especial{simo valor cognitivo en el acontecimiento biogrdfico y en la «experiencia personal», que es reconocido de inmediato por el espi- ritu femenino, d4ndole la confianza propia del argu- mento definitive, Esta «experiencia personal» es, qui- zs, el escenario més revelador, el primero y el ultimo, a la hora de saber qué somos los hombres y las muje- Tes, precisamente por tales. Por este sendero tan «de nuestra naturaleza», nos resuena ahora aquella expe- riencia primera sobre la mujer, de la que parte la tradi- cién occidental de inspiracién judeo-cristiana. Hablo de la mujer que expresa la palabra de Adan, no precisa- mente durante los debates de un simposium o conclu- yendo una solitaria investigacién racional, sino a raiz del impacto de su primera «experiencia o revelacién» de la mujer, de su encuentro personal con Eva. Podriamos multiplicar los ejemplos acerca del va- lor del encuentro personal, pero sera inditil. Aunque le cuesta confesarlo, porque no lo ve con facilidad, el dis- curso masculino contiene bastantes mds contradiccio- nes que las que atribuye, evadiéndose en un tdopico, al discurso femenino®. El varén, que no puede concebir, > Esta es una de las sugerencias més profundas de la observacién de Von Hildebrand, por ejemplo, cuando, al comienzo de su tratado La esencia del amor dice: «Si partimos del acto personal de amar para comprender la esencia del amor, el primer prejuicio que salta es la idea de que abandonamos el plano metafisico para deslizarnos hacia el meramente psicoldgico (...) Este es un prejuicio totalmente infundado. Si fuera verdad, no se podria partir tam- poco del acto personal para analizar el conocimiento 6 la voluntad (...) Tras este prejuicio est4 también la idea erénea de que el ser impersonal es de al- gan modo més objetivo que el personal, Se olvida que el ser personal es in- comparablemente mds alto que cualquier ser impersonal; se olvida también que, en la medida en que se hace justicia a la {ndole particular del ser perso- nal, més hondo se cala en el reino del ser y de la metafisicay (D. Von Hilde- BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA. PEDRO-JUAN VILADRICH gestar y alumbrar seres humanos, parece muy satisfe- cho concibiendo, gestando y alumbrando ideas. Pero las ideas, o los reconocimientos solamente racionales, desencarnados del conocimiento experiencial de 1a per- sona humana singular e irrepetible, provocan con fre- cuencia inquietante el parto de lo inhumano y lo mons- truoso. Podriamos decir, bajo cierto sentido, que los varones no son buenas madres. La maternidad no con- cibe ideas, sino personas humanas concretas, singula- res, irrepetibles. Por eso la humanizacion del hombre —amejor; su personalizacién— viene por el don dela mujer y principia en la madre. Con frecuencia el varén parece olvidar que su primera identidad humana es la filiacién y que esa filiacidn es una radical experiencia personal y biogrdfica con aquella forma del don feme- nino que, mds que maternidad, Tlamamos «mi madre». Asi pues, esta tarde, rodeado mayoritariamente de] modo femenino de la inteligencia, tengo la fundada esperanza de hallar obvia comprensién al sugerir cier- tos significados de valor universal partiendo de una modestisima experiencia personal. 88 2. Ecce mulier A partir de su comienzo en septiembre de 1979, 3 comencé a leer 4vidamente Jas reflexiones de Juan Pa- bio II sobre la sexualidad humana®. Duranie un cierto brand, La esencia del amor, colecci6n de textos del Instituto de Ciencias para Ja Familia, Pamplona 1998, p.33). Hildebrand Mama acto personal a lo que nosotros hemos denominado «encuentro personal». 5 Estas ensefianzas comenzaron ¢l 5 de septiembre de 1979 y se fueron prolongando en sucesivas reflexiones que tenfan lugar en las Andiencias Ge~ nerales de tos miércoles. Pueden encontrarse todas ellas en el Enchiridion Fa- miliae, de los Profs. A. Sarmiento y J. Bscriva Ivars, vols. IIIa V, Madrid 1992, DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER tiempo mi mundo profesional, tan especializado en el matrimonio, no parecié darse por enterado. Yo me sen- tia conmovido. Y en esta situaciGn de intima eferves- cencia, una tarde de fines de noviembre de 1979, hacia las seis, ya anochecido, recibi en mi consulta a dos mu- jeres, madre ¢ hija, de escasa cultura y modestos recur- sos econémicos. Un caso mintisculo, casi insignifi- cante. La madre tenia 55 afios y toda su vida la habia dedicado a las tareas domésticas. Hacia unos quince afios, como tantos inmigrantes, el cabeza de familia abandoné el ambiente rural y les traslad6 a Ja ciudad, en-busca de mejores oportunidades. La hija tenfa 29 afios, estaba casada desde hacia 8 con un electricista, tenfa un nifio de 7 afios, y, ademas de las labores do- mésticas, trabajaba de limpiadora en jornada intensiva en un centro hospitalario. La cuestién era que la hija queria separarse de su marido. Sus padres se oponfan. La madre ni siquiera podia entender las razones y te- mia que su hija se hubiera vuelto loca. En fin, se tra- taba de que yo la hiciera entrar en razon. La madre tomé la palabra. La hija permanecfa cabizbaja y en si- lencio absoluto. En sintesis, vino a decir: — «jMenudo disgusto nos esté dando la nifia! jSu padre y yo ni comemos, ni dormimos, oiga! jQue se quiere separar y que se quiere separar! jErre que erre! Pero, bueno, 2; Vd. sabe el marido que tiene!? ;Si la ha venido Dios a ver! jMenuda suerte de hombre! Mire Vd., un honibre trabajador como el que mas. Pun- tualmente, le da la paga para pasar la semana. Ahorra- a partir del nim. 1979/0/95 y en las voces «masculinidad», «femnineidad» y «sexualidad», Para un comentario doctrinal muy atinado pero de fécil lectura recomiendo la obra de Gonzalo Aranda titulada Vardn y mujer los cred, colec- cién de textos del Instituto de Ciencias para la Familia, Madrid 1991. BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH- dor como él solo. Si le quedan unas horas libres, las tra- baja haciendo arreglos a domicilio. No bebe ni juega. Nada de andar por bares con amigotes ni con otras mu- jeres, en eso es muy formal. Y muy respetuoso con mi chica. ;Que lo diga ella si no es la pura verdad! ;Qué nunca le ha levantado.la mano! Y, digo yo, jqué mas quiere! Pues, nada, jque se quiere separar y que se quiere separar! Vd. lo entiende? ,No, verdad? Pues, nosotros tampoco». Mientras la buena sefiora, durante casi una hora, recorria una y otra vez aquella secuencia circular (las perfecciones del marido ideal, la obstinacién de su hija en separarse, el disgusto y perplejidad de la madre), quizds pata comprender su silencio, fijé mi atencién sobre la joven. Algo que nunca olvidaré ocurrid enton- ces. Senti que mi mirada era guiada hacia unos y luego otros pequefios detalles de aquel cuerpo, como el dedo del ciego es conducido por el maestro de invidentes so- bre el relieve de las lineas del Braille. El color exte- nuado de las mejillas, las grietas prematuras en los la- bios, la falta de brillo de los cabellos, la piel reseca de las manos, las rojeces de las rodillas, aquellos pies, hu- milde y respetuosamente juntos, enterrados en dos za- patones fuertes y relucientes, la curva agobiada de la espalda, el anillo de boda que hacia girar en su dedo. Sin transicién alguna, como si fueran relieves de mi propia alma, los lef como paginas de un libro vivo: can- sancio, encarcelamiento, desilusién, inseguridad, de- sesperanza, miedo, decepcidn, tristeza, soledad infi- nita, ansiedad... y wna chispa de férrea determinaci6n. De pronto, ella interrumpi6 a su madre. Solo dijo: «Hs verdad. El es asi. Pero a mf eso no me importa mu- cho. Lo que quiero es que me hable y él no lo hace nunca». La madre abrié los ojos: «Pero hija eso es una chiquillada. Tampoco tu padre me habla y ya ves...» La DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER, hija.la atajé con fiereza: «No me casé para eso y... en lo que esté de mi mano mi hijo no lo haré a su mujer». Y callé. Al tiempo que ofa su respuesta, una luz didfana, sencilla y célida ilumin6, primero, mi-mente y luego se asenté dentro de mi como el amanecer se derrama so- bre todo el paisaje. Sin mds compart la importancia esencial, por encima de los roles establecidos, que aquella joven esposa, ya avejentada y fatigada, atribuia ala comunicacién y a la compaiifa intimas, cuya au- sencia expresaba en aquella desconcertante queja: «No me habia». Debo a aquella mujer que se formara den- tro de mf, més alld del discurso de mi razén, alld en lo profundo, al modo de una voz tan clara como silente, la expresiOn «Ecce mulier». Se me formé mas vivida y como sobrepuesta a otra visiGn, ésta atenuada, de aquel terrible «Ecce homo», que yo siempre habia interpre- tado como la manifestacién de lo que la miseria del hombre ha sido capaz de hacer con la grandeza del hombre. Y luego, con aquella fuerza de significado profundo que esconde lo pequeiio y cotidiano, aquel «Ecce mulier» se me agrand6, como un eco con sabor a misericordia, y abarcé dentro, ademas de la joven, a su madre y, luego, a su padre y también a su marido, a todas nuestras familias... y como una onda que se pro- paga, acabé alcanzando los relieves de toda mujer ante la experiencia de la comunicacién y Ja soledad. Aquel dia se me rasgé6 el velo del templo y quedé de- positada en mi, a propésito de aquella modesia y terca joven desilusionada durante una pequefia e insignifi- cante consulta, la centella de una luz inédita con la que alumbrar e] largo proceso de entender a la mujer, en cuanto mujer. O, lo que bajo cierto sentido se me antojé lo mismo, comprender a aquel varén (el padre, el esposo, el hijo, el hermano, el amigo, el colega, el BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH ciudadano y, en suma, el mundo) que la mujer leva dentro de si, como hija y esposa y madre y hermana y amiga y colega y conciudadana: ese varén que Ja mu- jer todavia trata de concebir, gestar y poner en la exis- tencia precisamente para poder ser la verdad de la mujer. 3. La palabra de la mujer en un mundo globalizado Asi pues, al clausurar con mis palabras vuestro simposio, debo decir que hoy, la cuestién femenina, por Iamarla de alguna manera, no puede en modo al- guno ser clausurada. Todo lo contrario. Hoy, Ja cues- tion femenina, debe ser abierta, todavia mas, hasta sus Ultimas consecuencias personales, culturales, sociales, econémicas y politicas. Y en esta linea de ampliacion del espacio femenino, solicito vuestra condescenden- cia para las siguientes sugerencias. : Con la primera de ellas subrayo Ja peculiar «glo- balidad» de la cuestién femenina en esta decisiva tran- sicién de siglo y milenio. Por de ptonto, la serie de Conferencias Mundiales sobre la Mujer iniciada en 1975 con la de México, continuada en 1980 en Copen- hague, luego en 1985 en Nairobi y este afio en Beijing coincide con un momento hist6rico inédito de la huma- nidad, en el que ésta goza de la oportunidad de refle- xionar, por primera vez a escala planetaria, sobre las cuestiones més bésicas del ser y la sociedad humanas. Nunca en el pasado, un radical antropolégico tan pri- mario y constitutivo, como es el modo femenino de ser humano, habja tenido ocasién de ser focalizado a nivel planetario global, mediante una seriacién de convoca- torias expresas, que configuran un proceso organizado DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER de reflexién de toda la humanidad para el futuro de toda la humanidad. Pero a esta excitante 4gora global sobre la mujer no concurre una unica y concorde experiencia de la mujer. Las mujeres de hoy viven dentro de culturas muy diferentes, incluso divergentes, en estadios de de- sarrollo, tanto intrinsecos como comparativos con los de otras culturas, muy distantes. A primera vista, pa- rece que no hay una condicién femenina, sino una di- versidad de concepciones, modelos, situaciones y pro- pésitos estratégicos sobre el género mujer tan dispares, tal vez irreconciliables, que difuminan hacia tonos de desesperanza o de crispacién ciertas posibilidades abiertas por la actual globalidad. Globalidad y concordia no son términos sindni- mos. Se nos presentan hoy como experiencias todavia independientes, en las que cada una se halla en grados de evolucién muy diferentes. La globalidad, sin concor- dia, puede alumbrar un proceso de hegemonia de unas culturas sobre otras. Una hegemonia, en la globalidad, sin verdad intrinseca sobre Ja mujer, podria engendrar un monstruo pavoroso. En efecto, debemos anotar que el actual escenario de posibilidades, inédito por global, visto exclusivamente desde el dngulo de la estrategia politica, tiene el riesgo de pervertir la reflexién global sobre la mujer convirtiéndolo en un nuevo escenario, muy privilegiado por su globalidad, de la ancestral y perversa batalla por el poder entre bloques y naciones, entre culturas y religiones. Dicho de otro modo, el tema de la mujer, no.necesariamente en interés de la mujer, podria ser hoy uno de los espacios predilectos de otro discurso viejo: la batalla de los poderes por el poder hegeménico. BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH 4. La posibilidad de un consenso © comunidad de convicciones sobre la mujer Pese a todos los riesgos, bajo este extraordinario proceso de reflexién global sobre el ser y 1os espacios de la mujer, por encima y por debajo de la diversidad de situaciones, también late la oportunidad histérica de consolidar un camino hacia la elaboracién de un con- senso 0 comunidad de convicciones sobre la mujer y su condicién personal, social, econémica, juridica y poli- tica, entre todas las culturas, razas y pueblos de esta hu- manidad comunicada globalmente. La globalizacién nos abre esta oportunidad: la de explorar un consenso general y hallar una comunidad de convicciones sobre la mujer. Pero esta oportunidad es una larga marcha, un proceso con altibajos, una auténtica anabasis diria Je- nofonte. _Cémo conseguird la mujer desactivar el escena- rio de la reflexi6n piiblica sobre si misma de los ries- gos de instrumentalizacién, prepotencia, neocolonia- lismo y nuevas formas de dominacién que, incluso bajo ropaje de feminismo, esconden simplemente la ambi- cién de poder y las estrategias para adquirirlo, conser- vatlo o ampliarlo? Y en el marco de estas precauciones ho sera necesario hacer las oportunas acciones de dis- tincién para evitar la confusi6n entre la verdadera cul- tura occidental y ciertos intereses de determinados feminismos auspiciados y sostenidos por grupos politi- cos de poder y agencias internacionales, habitualmente identificadas con los intereses «occidentales»? {No se- ria todavia mas necesario evitar la identificacién entre cristianismo y bloque occidental? {La inspiracién hu- manista cristiana de la sexualidad y del progreso de la DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER, mujer no puede tener otros modelos de condicién fe- menina que los configurados por los problemas y por soluciones que son caracteristicas de las sociedades y de las culturas de las naciones occidentales mas hege- mOnicas? 5. La integralidad: la cuestién de la mujer afecta a todo el ser humano en todas sus identidades interpersonales Vinculada a la globalidad aparece la dimensién integral de la cuestién femenina. Una reconsideracién de la mujer en busca de una comunidad global de con- vicciones, hecha por la mujer, no afecta sdlo a la mujer, sino a todo el ser humano y, por eso mismo, de manera directa al modo masculino de ser humano. Quiero de- cir que afecta a la pareja en todas sus lineas radicales de esponsalidad: varén-mujer, padre-madre, hijo-hija, hermano-hermana, amigo-amiga, colegas y conciu- dadanos... Esta integralidad se puede examinar bajo distintos sentidos. Segun una primera perspectiva, la revision critica de la mujer sobre el sentido y funciones de la femini- dad arrastra por necesidad otra revisién, verdadera- mente amplia, cual es la de todo el entramado de las relaciones que constituyen el modelo socio-econ6- mico-politico. Basta con recordar las dreas sistemdati- cas de este simposio. Todos convenimos en que la re- consideracién de la mujer sobre sf misma modifica «los espacios sociales»: el arte y la educacion y el tra- bajo y la economia y la cultura y el mundo juridico y el politico y el religioso. Es tan patente, tan «exterior- BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH mente visible», este impacto de la «crisis de la mujer» sobre el modelo social, en todos sus sectores 0 espa- cios, que puede deslumbrarnos en demasia, cegdéndo- nos para ver otro impacto més «interior, més profundo y mas radical». La mujer no es sdlo un rol de género dentro de un modelo social, éste 0 aquel otro, que aco- tamos segtin una periodificacién histérica y unas ca- racterfsticas diferenciales todas ellas perfectamente convencionales. Discutiendo de roles del género cultu- ral debatimos mucha y muy importante «cosa», sin duda, pero podria escaparsenos el fondo. Pensar y experienciar «mujer» es algo mas que un género cultural. Me refiero a la conmocién de los fi- lamentos més profundos de aquellas relaciones inter- personales que, quizds sin que lo hayamos advertido suficientemente, se fundamentan y se nutren en la con- dicién sexuada masculina y femenina del ser humano. Ciertamente que estas relaciones necesitan expresarse en cultura y la generan y dentro de ella viven. Pero la cultura es posible por causa de esas relaciones radica- les y no al revés, pese a su natural interacci6én e in- terdependencia. Esta primacia de la naturaleza sobre la cultura, con la que la comprendemos, la concluimos y la realizamos, nos aparece manifiesta cuando una cul- tura bordea su capacidad de autodestruccién o deshu- manizaci6n. Estas relaciones interpersonales radicadas en que nuestro origen se nos ha confiado también a no- sotros mismos, de las que depende que el ser humano sea engendrado como la dignidad de su naturaleza hu- mana exige, son las conyugales, las paterno-filiales, y las fraternas. Pero estas relaciones son mas que «rela- ciones» entre sujetos, de las que hay muchas. Estas, en cambio, manifiestan la radical estructura «relacional» de toda persona humana concreta. Nuestra identidad, precisamente por personal e irrepetible, es una red de DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER co-identidades con ciertas personas igualmente concte- tas, singulares e irrepetibles. O somos con ellas, o nos alienamos en la nada. , Dicho con més claridad, esa estructura relacional de Ja persona humana es, en realidad, una estructura «familiar», por la que cada uno de nosotros, en su raiz mds profunda, es un entramado de co-identidades, que son «modos de ser con otro» a propésito de la sexua- lidad y de su sorprendente poder de engendrar unién fntima y vida bumana. Uno es hijo o hija, y padre o ma- dre, y esposo y esposa, y hermano y hermana, 0 es una sombra de sf mismo en busca de «los mios», es decir, de «mi» padre y «mi» madre y de los dem4s «mios» a partir de esa filiaciGn, primero, y a partir de aquel acto de extraordinaria autorrealizacién libre que es el gene- Tarse esposos. Y con este libre autogenerarse esposos la filiacién vuelve a manar como genealogia propia y adecuada al ser hijo. La filiacién, pues, es nuestra pri- mera co-identidad, esto es, aquel modo de ser que no puedo ser s6lo conmigo mismo, sino desde y Con otros dos seres humanos «unidos»: los padres-esposos. Sin la sexualidad y su diversidad complementaria ho es posible constituir esas co-identidades, que son nuestra estructura de comunicacién humana més pro- funda. Sin dos modos diversos pero complementarios de ser igualmente ser humano no es posible constituir ni desarrollar esa estructura interpersonal familiar, esas co-identidades o modos del co-ser, que constituyen nuestra naturaleza de comunicacién més especifica de nuestra condicién y dignidad de personas humanas. Es- tos dos primarios modos diversos y complementarios de ser igualmente ser humano son Io que Ilamamos ser var6n y ser mujer. Son, por definicién, un doble ¢ inse- parable referente del ser humanidad: el uno es por el otro y viceversa, en inseparable reciprocidad. BIBLIOTECA DEL INSTIFUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH En consecuencia, debemos decir que en el fondo de Ja revisién contemporénea del tema de la mujer se ests C considerando Ja sexualidad humana. Y¥ que revisar la fe- minidad, es revisar y redefinir inevitable y necesariamente Ja masculinidad y, desde ambas y por causa de ambas ~ tamos ante una reconsideracidn de la conyugalidad, . 4 paternidad y de la maternidad, de la filiacion y de la fra- ternidad. Este es el fondo de la cuestidn. Este fondo ns da una clave de lectura mas adecuada acerca del sentido del actual debate y de su enorme trascendencia’. BEEt 6. La opcién de la mujer entre la incomunicacién inmanente de la feminidad o la comunicacion reciproca con la masculinida Es obvio que los movimientos feministas han contribuido en diversa medida, pero a Ja postre con in- 7 ideracién actual de la cuestion femenina pasa por la refle- 4 xidén no pone astual sobre la persona, ¢] amor personal y aquellas ene radicales que estructuran dest le fama nuestra identi, Sind i bb | alia Inge fab orden Unterschied zwichen «etwas» | ie Spaemann, Personen, Versuche iher den Unterschied avichen cenwas> | je ett-Cotta, Stuttgart 1996; Von Hildel rand, 3K ee rgona y accidn, Med 1982, y Amory responsabilidad, Maid 1979, Muy sugestivasconexiones podrén encontarse en FD” Agosting, Hie: mentos para una filosofia de la familia, Documentos del Instit uta de Ciences | paca la Fariia, nim. 7, Madrid 1991, B. Castilla y Corttzar, La complemen: 4 tried varénsme, Res P1086,» Persona femening’y Der ienci Familia, nim. 13, 6.9 F ina yp ea Ooi, Documentos del Instituto de Ciencias para la Familia, nin 4 22, Madrid 1996; C. Catfarr, La sexualidad a fa fu de la antropologia y de 4 ‘a Biblia, 3ed., Documentos del Instituto de Ciencias para la Familia, nm. 2,, Madtid 1992; A. Moreno, Sangre y libertad. Sistemas de parentesco, diversi- dad cultural y modos de reconocimiento personal, Documentos del Institato- de Ciencias para Ja Familia, ntim. 17, Madrid 1994, DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER tensidad, a la tematizacidn cultural de la condicién se- xual humana y, en particular, de la sexualidad feme- nina. Pero en la discusién sobre el «género» y, en con- creto, sobre el «género femenino», ha intervenido mucho pensamiento del «género masculino». No digo esto por reivindicar una presencia de las aportaciones de ciertos varones a las conquistas del feminismo, lo que serfa una fatua trivialidad que no deseo permi- time. Lo que quiero decir es que la crisis y deconstruc- cién de aquella sexualidad femenina, que por abreviar consentirfamos en denominar «el género de mujer tra- dicional», contiene mucho aluvién del «género mascu- lino». Y este aluvidn cultural masculino, bajo ropaje feminista, no ha sido todavia suficientemente identifi- cado, ni criticado, ni deconstruido, sino incorporado con frecuencia con excesivas alegrias dogméticas. También entre el feminismo, cierto machismo disfra- zado de su opuesto logré colarse con ganztia y recibir una inesperada y acritica admiracién. Sea lo que fuere en este mercado de verosimilitu- des sobre la sexualidad, que caracteriza el siglo que se va, el sexo y la condicién de la mujer han cambiado de consideracién*, La dualidad complementaria de la se- xualidad humana en ciertos sectores dejé de ser acep- tada segtin la «tradicién cultural recibida» como un dimorfismo que debiamos a la «misma naturaleza hu- mana». Como alternativa, ciertos sectores intelectuales § Sobre la discusién contempordnea. acerca de Jo natural y lo cultural en la sexualidad humana, cfr. J. Vicente Arregui y Carlos Rodriguez, Inventar la sexualidad: sexo, naturaleza y cultura, Documentos del Instituto de Cien- cias para la Fanuilia, ntim. 18, Madrid 1995, passim. Sobre el proceso psicolé- gico de aceptacién de la identidad sexual, su relacin con la cultura y sus pa- tologias, vid. A. Polaino Lorente, Sexo y cultura, andlisis del comportamiento sexual, coleccién de textos del Instituto de Ciencias para Ja Familia, 2* ed., Madrid 1992, y la biograffa all indicada. BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH DIF 28 presentaron el hecho de la dualidad varén y mujer | como una realidad pura y exclusivamente fruto de lo que una cultura construye y luego cambia y destruye. Una serie de condicionantes, en dltima jnstancia iden- 4 tificados como los intereses ideolégicos y econémicos de las clases hegem6nicas del modelo social, serian los | padres de esa sexualidad culturalmente dimérfica. Cierto feminismo ha abusado, y todavia lo hace, de una + explicacién tan sumamente tépica, banal y falsa: ser varon y ser mujer son —se dice— solo roles culturales. Bajo esa sentencia de culpabilidad inapelable, que ya no mera sospecha ni siquiera acusaci6n que debe pro- barse, la dualidad sexual seria una alienacién cultural y, en consecuencia, deberfamos librarnos en el futuro de todo el juego de roles a qué ha dado lugar, si quere- mos que la mujer sea, por fin, mujer. Se trata, pues, de deconstruir cualquier rastro de «referente reciproco propio de la naturaleza humana» entre feminidad y masculinidad, y convertir la feminidad en una identi- dad humana y en un espacio social absoluto ¢ inma-: nente en si mismo. Tal virulencia en la liberacién de la dualidad se- xual varén-mujer parece esconderse en algunas de las! corrientes’ feministas m4s dogmaticas y fundamenta- listas, cuando, por ejemplo, estiman que el reencuentro de la mujer consigo misma, finabmente con su verda-3 dera identidad, exige la destruccién de todos sus roles? histéricos, muy especialmente el de una maternidad | conyugal. Me asusta pronosticar —y lo pronuncio con: toda claridad— que aquel feminismo que busque la identidad y 1a tiberaci6n de la mujer por un. camino es- piral encerrado en el interior de la concha de una femi- nidad solipsista, expresamente desconectada del carac- ter reciprocamente referencial de la dualidad sexual humana, se encontrard ante el colosal reto de reprodu- LA PALABRA DE LA MUIER cir, esta vez si, muy artificialmente, un co id- logo de don-aceptacién-don humano dentro la sole dad de una feminidad clausurada sobre-si misma. Pero este intento de hallar didlogo, desde la clausura de la feminidad, entre ciertas formas de la feminidad con- sigo mismas —formas de feminidad nacidas de una fe- minidad incomunicada con la masculinidad—, tendra como primer efecto la pérdida de toda posibilidad de encontrar la identidad real y verdadera de la mujer. Y esta pérdida de sentido ir4, simulténeamente, acompa- fiada del surgir de dos intentos babélicos, de dos mode- los intencionalmente voluntarios y programados de biisqueda de compafifa sobre la negacién 0, cuando menos, la sospecha contra la naturalidad de la ‘dualidad sexual humana, a saber, la castraci6n sexual o el les- bianismo. Dentro de ambos —y ésta es una antigua ex- periencia hist6rica— anida, a veces muy oculta 0 dis- frazada, la conviccién de que la dualidad sexual humana es dafiina, ambito del temor y la prepotencia, orasion proxima de sufrimiento y destruccién. , No es posible temer Ja malignidad intri duatidad sexual humana y, al momo tema mea ja bondad de una sexualidad «libre de principios de na- turaleza humana» con ilimitadas posibilidades de crear cualesquiera «nuevos modelos de identidad sexual». La sexualidad humana ——y su natural dimorfismo mas- culino y femenino— ha de ser, enfatizamos que «en si msm, buena o inal Lo que no puede ser es «en si », en su natur: i mismo tlewpe leza esencial, buena y mala al Pero he aqui que éste es el fondo mi contradicci6n. El dimorfismo sexual ante los ant e no puede ser cultural, pues ellos carecen de la posibili- dad de comprenderse y expresarse formulando una cul- tura. Su sentido se agota en el servicio animal a la con- BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH servacion y prolongacién de la especie. Pero en el ser humano, capaz de cultura por capaz de tomar posesién del significado de su naturaleza, la sexualidad contiene toda la gama de significados del ser humano, el mas profundo de ellos es el personal. La sexualidad hu- mana, por humana, es dual por un sentido supra ani- mal. Varén y mujer, que no macho y hembra, expresan un significado personal. Este significado es la esponsa- lidad: 1a capacidad de ser el propio cuerpo, por mascu- lino y femenino, don y aceptacién de las personas del va- r6n y de la mujer entre si. La dualidad sexual humana se presenta as{ como la via por la que el bien de ser igual- mente humanidad, bajo dos modos distintos pero orde- nados a la comunicacién —-el modo humano masculino y el modo humano femenino— se constituye en materia del don y de la aceptacién «personales» entre los propios seres humanos, Es la dualidad sexual humana, por tanto, la condicién de posibilidad de que las personas humanas, a propésito de compartir la razdn de humanidad, poda- mos entre nosotros ser co-principios personales de amor y de vida humanos. Este es el bien radical de la sexuali- dad, que por eso, es modalizacién dual de lo humano, para que podamos entre nosotros ser comunicacién en lo mas profundo e intimo de nosotros mismos: nuestra propia naturaleza humana en reciprocidad. Si, por el contrario, levantamos en alto la castra- cién 0 el lesbianismo femeninos, como opcidén volun- taria y programa progresista de liberacién sexual de la mujer, y presentamos ante la mirada del varén esa clau- sura inmanente de la mujer como la primera noticia de lo que la mujer dice ser ella misma, nos estamos olvi- dando de que la palabra de la mujer es la Gnica que puede darle al varén «noticia de sf mismo», precisa- mente en cuanto varon. Sino hay mujer, no habré va- r6n. Y sino hay var6n, tampoco habra mujer. DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER La ambigiiedad en la propuesta actual de ciertos feminismos radicalizados sobre la identidad de la mu- Jer, mucho me temo que inclinaré a cierta identidad y espacio masculinos hacia cuatro tipos de desintegracio- nes sobre el significado de su propia sexualidad mascu- lina. La primera: hacia la compulsion de una genitali- dad instintiva y hasta agresiva y violenta, en la que la mujer es un objeto de codicia y un sujeto a someter. La segunda: hacia la reduccién de su sexualidad a un mero accidente en el orden del puro hedonismo, con relacio- hes no comprometidas con la mujer y, siempre, someti- das a los intereses superiores del desarrollo profesional y a los intereses econ6micos particulares. La tercera: la represién de su inclinacién hacia la mujer por ser malignas la tendencia y la mujer. Cuarta: la explora- cién de la homosexualidad como alternativa. Como bien sabemos, cualquiera de estos desvios pueden ser culiuralmente muy bien construidos y justificados. No hay mas desconcertante experiencia humana que descubrir cuén extraordinariamente bien podemos ha- cer un mal. Flabiéndosenos confiado Ja conclusién, desde la libertad, de nuestra propia naturaleza e histo- tia, tiene tintes de tragicomedia nuestra propensién a preferir mas el sabor de lo verosimil que el de la ver- dad. Quizés provenga, como al lugarefio su apego a la aldea, de nuestra soberbia autoafirmacién desde la nada. Estamos ahora en condiciones de sugerir, entre muchos, al menos dos objetivos para la evolucién de la reflexién sobre la condicién femenina. De un lado, pa- rece razonable que debamos alcanzar una mejor com- prensi6n, més real y verdadera, del didlogo entre natu- raleza y cultura a propésito de la dualidad de Ja sexualidad humana. De otro lado, hay muchos signifi- cados de la sexualidad humana que se nos revelan se- BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA ‘ffiénizar sus aportaciones dentro de un conjunto que no dewarticule ni reduzca al caos la unidad ontoldégica y psicolégica de la persona humana. Encontrar nuevos métodos del didlogo y de la comtin construccién inter- disciplinar serén —ya lo son— un reto esencial e in- mediato. En este escenario, recuperar nuevos caminos para que la fe y la razén se sienten a reconsiderar jun- tos.la sexualidad humana, sin confusién y desde el res- peto exquisito a sus 4mbitos, sera un horizonte extraor- dinariamente sugestivo y necesario. Nos urge explorar los nuevos caminos que conducen a la eterna cuestién del encuentro entre los dos modos diversos de ser igualmente naturaleza y humana persona: la mujer y el var6n. La mujer, al cuestionarse tan intensamente en este tiltimo siglo, ha convocado también la cuestién del var6n. 2288 7. La palabra del varén sobre la mujer Meditando los hechos de la historia humana, poco cuesta reconocer que la actual revision de la «femini- dad tradicional», por parte de los movimientos femi- nistas y otros sectores, hunde muchas de sus raices jus- tificativas en la verdad histérica de las injustas y amargas Vicisitudes de la condicién femenina que. aqui hemos sintetizado con la terrible expresion Ecce mu- lier. No deseo ahora acreditarme ante el sector feme- nino de mis oyentes recordando minuciosamente el largo elenco pasado y presente del calvario de la mujer en todas las culturas, incluida la nuestra. La sugerencia que pretendo sembrar, a propésito. de este sobrecoge- DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER dor martirio, es ésta otra: parece existir una profunda resonancia genesfaca en la contempordnea reivindica- cién de la mujer hecha desde la mujer. En cierto sentido, es ella, 1a mujer, la que hoy ha emprendido la busqueda de su identidad. Ella es la que se ha puesto a hablar. La que ha tomado la palabra acerca de la sexualidad humana, acerca de qué es ser mujer y, con ello, qué es ser var6n. Pero zen el princi- pio fue asf? No fue acaso Adan, el varén, quien al principio tomé la palabra para definir la identidad de la mujer? Rememoremos por un momento en nuestra mente y en nuestro corazén aquel inagotable pasaje del Génesis’, que quien ha tenido la experiencia profunda ® «Los estudios de critica literaria sobre los cinco primeros libros de la Biblia —el Pentateuco— han dejado establecido que en Gn 1-11 se encuen- tran dos narraciones diferentes, qué surgieron en distintos momentos de la historia de Israel: la llamada yahwista que se formé hacia cl siglo X 0 IX a.C., en los primeros tiempos de la monarquia; y la sacerdotal que adquirié su forma hacia el s. VL a.C., durante el destierro de los judfos en Babilonia, y que influyé en la redacci6n final de todo el Pentateuco dandole su configuracién actual. Hubo también otras realizaciones literarias anteriores a la sacerdotal, que fueron integradas en la redaccién final, como la elohista y la deuterono- mista. La historia de la composicién de los cinco primeros libros de la Biblia es, por tanto, muy compleja, y todavia hay. muchas cuestiones discutidas, como si existié ya un bloque literario anterior al yahwista, o cuando aparecie- ron documentos escritos recogiendo la tradicién oral, o cual fue su historia li- teraria concreta. Para el tema que pretendemos exponer, basta, sin embargo, con situar, aunque sea de forma general, cada uno de los primeros capitulos de] Génesis en el ambiente en que surgi. Una ultima observacién: aunque consideramos las narraciones yahwista y sacerdotal como diferentes, no he- mos de pensar que son ajenas una a la otra, ya que la sacerdotal conocia la yahwista y la asumi6 respetndola. De ahi que coincidan en las orientaciones fundamentales acerca de la comprension de Dios y del hombre (...). El yah- wista, al narrar la creacién de Ia mujer, o dicho de otra forma, la transforma- cién del adam para que de él mismo surja la mujer, se sirve también en cierto modo del fenguaje de los mitos: 4B] Sefior Dios infundi6 un sueiio profundo al hombre (adam), que se durmid, Entonces le quité una de las costillas rellenando el vacio de carne. Y el Seiior Dios, de la costilia que habfa tomado del hombre formé una mujer y Ja levé ante el hombre. Bste exclamé: Ahora ésta si que es hueso de mis hue- BIBLIOTECA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PEDRO-JUAN VILADRICH del amor humano entiende, sin lecciédn que aprender, como la sorprendente descripcién de sus sentimientos mas intimos e infusos. «Ti eres hueso de mis huesos, came de mi carne...». Yo soy ti y td eres yo —somos Ja misma naturaleza humana, pero de dos modos diver- sos—, yo quiero ser en ti--por eso puedo y quiero ser don— y quiero que seas en mi —por eso puedo y quiero ser aceptacién——. Sdlo la persona puede ser su- jeto del don y de la aceptacién, pero es su corporeidad, en cuando sexuada, la materia de este ser don-acepta- cién-don reciprocos. Podemos concedernos, en una primera aproxima- cién, que esta palabra fue pronunciada con la voz del varon. Y esta primera voz humana que escuché Ja mu- jer, la del var6n, contenfa la definicién de su identidad de mujer. Subrayada asi, con cierta intenci6n capciosa, la «preeminencia» de la palabra del varén, a buen se- sos y carne de mi care. A ésta se la llamar4 mujer porque del var6n ha sido tomada» (Gn 2, 21-23) Tras 1a exclamacién de Adan, viene en el texto del Génesis una frase que podria entenderse como pronunciada por él, 0 como una reflexién que hace el narrador. En cualquier caso el sentido seguiria siendo el mismo. Dice asi: «Por eso abandonaré el varén a su padre y a su madre, se uniré a su mujer y serép una sola came» (Gn, 2,24). Esta es la consecuencia de la creacién del adam completo por parte de Dios: Ja unién del varén y la mujer para formar «una sola carne»..E] contexto deja entender que se trata de la unién matrimonial en orden a formar una neva familia. La expresion «se mnird a su mujer» connota mucho mas que la unin sexual, aunque también se incluya ésta. Significa una unién voluntaria, firme, con amor, como la que se pide al hombre con relacién a Dios, Esa unién sé realiza de forma interpersonal, con ef reconocimiento de la dignidad de ambos, y se diferencia por tanto esencialmente de la unin entre los animales. La unién del varéa y la mujer es una union a nivel de personas, de la que re- sulta una unidad nueva: «una sola carne», que es como un solo ser. No se trata por tanto de una unién pasajera, sino que Teva inclnida la tendencia a la indi- solubilidad, aunque no se diga expresamente. Jesucristo, en efecto, apelé a este pasaje del Génesis para ensefiar la indisolubilidad del matrimonio (G. Aranda, ob. cit., pp. 13-30). DIF 28 LA PALABRA DE LA MUJER. guro habremos provocado en la mayoria de la sensibi- lidad femenina moderna aquella reacci6n, casi airada y en todo caso decidida, que replicaria: (Esta pretensién de preeminencia del varén y consiguiente subordina- cién de la mujer obedece a una inaceptable cultura ma- chistaj ;Basta ya con esa cultura, definitivamente! Sin embargo, si evitamos la precipitacién del es- tereotipo, quizds descubramos que dentro de la actual efervescencia feminista hay ciertas claves nuevas, ex- traordinariamente sugestivas y fecundas, desde las que «reconciliarse» como mujer con aquella primera es- cena genesiaca y con aquella palabra del varén sobre la mujer. #2 8. La palabra sigue abierta Retomemos el texto y su escena. Evitemos inter- pretar aquel «momento» como si lo cronometraésemos en nuestro reloj y fuese sdlo eso: un acto pretérito que duré algunos segundos, quizés hasta un minuto. Quiero sugerir que las palabras que alli se dijeron no conclu- yen en el breve minuto que cuesta pronunciarlas. Aque- Ilas palabras fueron dichas con una clase de verbo que resuena y se renueva en cada uno de nosotros, varones y mujeres, en cada nuevo dia. No estamos, pues, ante una escena ya ocurrida, ante un acto del pretérito, ce- rrado en el pasado, aunque ocurrido, pero definitiva- mente concluso. ;Cémo podria ser asi, si al otto ser humano y de «aceptarlo», precisamente por- que en esta relacién mutua de que habla Gén 2, 23-25 el varén y la mujer se convierten en don el uno para ¢! otro, mediante toda la verdad y la evidencia de su propio cuerpo, en su masculinidad y feminidad. Se trata, pues, de ua «aceptacién» 0 y del «encuentro de sf». (Enchiridion Fami- fige, ob. cit., vol TIT, ném. 1980/02/06. pp. 2550-2553). DIF 28 codiseouitead pails ne Eh ume estan hae siti = sees sini ii eoatocte LA PALABRA DE LA MUJER colectiva, no es sdlo la de lo que debemos ser, sino también la de Io que hicimos y nunca debié ser, Quiero con ello sefialar que este profundo didlogo de comuni- cacion amorosa, en que consisten las palabras varén y mujer, ha experimentado, para nuestra desgracia, mu- chos desencuentros, desamores, odios y violencias. Las grandes perversiones posibles de esta estructura de co- municacién complementaria, en que consiste la mascu- linidad y la feminidad, son Ja destruccién del don por el cierre, la reserva y la clausura de sf; la destruccién del reconocimiento o acogida por Ja apropiacién, la prepotencia y la dominacién que buscan el someti- miento; y por las mil formas de instrumentalizacién que cosifica al otro como mero objeto de la codicia para obtener la utilidad y el placer propios. A poco que se conozca la miseria posible a la naturaleza humana, pronto se ve que estas perversiones del amor son la fuente de todas las heridas en la figura histdrica de la mujer, que aqui nos hemos permitido significar con la terrible expresién Ecce mulier. 10. Sexualidad humana, esponsalidad y conyugalidad. Los espacios de la esponsalidad humana Dado que este simposio ha recurrido al uso de la palabra «espacio» para esclarecer los campos de la fe- minidad y dado que estamos tratando de Ja sexualidad humana, que no es tampoco unidimensional en sus sig- nificados, convendremos en utilizar esa misma pala- bra, para ahora examinar los «espacios» del significado esponsal de la sexualidad. De inmediato, no obstante, conviene prevenirnos contra dos frecuentes y perniciosos errores. Se trata de BIBLIOTECA DEL ENSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA PRORO-JUAN VILADRICH dos reduecionismos. Segtin el primero, se limitarfan los complejos y variados «espacios» en los que se realizan todos los significados esponsales de la sexualidad al campo exclusivo de la relaci6n conyugal o matrimo- nial. La reduccion, pues, seria traducir esponsalidad por conyugalidad. Mediante el segundo, la conyugali- dad volveria a estrecharse mAs, significando sélo una genitalidad reproductora. Y asi lo conyugal seria la co- municacién para la procreacidén. Bajo este estrecho y perverso horizonte, el matrimonio (el espacio de comu- nicacién conyugal) no tendria sentido fuera de la re- produccion y de sus utilidades sociales, econémicas y politicas. Observemos el efecto perverso de estos re- duccionismos sobre la cultura. Si la sexualidad humana equivale sin mas a conyugalidad y ésta, a su vez, a ge- nitalidad reproductora, entonces, fuera de la comunica- cién sexual para reproducirse, la sexualidad humana no tendria ningunos otros significados ni espacios espon- sales y personales. Dicho de‘otro modo, si aceptéramos tales reducciones, en tal caso cualquier manifestacién de la sexualidad humana, fuera de la «comunicacién para reproducirse», deberia considerarse algo no natu- ral, ilicito y digno de represién. En las culturas reduc- toras, al empobrecerse brutalmente la comprensi6n de los espacios del significado esponsal y personal de la sexualidad humana, la virginidad no puede encontrar la verdad de su significado y de su correspondiente espa- cio: o se la considera una represi6n de la genitalidad reproductora o es la prostitucién sagrada de las vesta- les y las sacerdotisas de los cultos antiguos y de al- gunas sectas actuales, que vienen a ser formas pseu- dosacras de la genitalidad y la fecundidad. También podemos anotar otro efecto de estos reduccionismos, @ saber, el tinico sentido y espacio que la condicién se- xuada tiene para la mujer es la maternidad dentro de 1a DIF 28 LA PALABRA DELA MUJER conyugalidad. Podriamos afiadir ahora que esa conyu- galidad ha sido culturalmente comprendida como espa- cio hegem

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