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“MANUAL DE SOCIOLOGIA JURIDICA. LECCIONES DE SOCIOLOGIA CRIMINAL". EDUARDO LUIS AGUIRRE PROLOGO DEL AUTOR Un manual supone, casi por definicién, un libro que compendia y selecciona aspectos sustanciales de una determinada materia, facilmente localizables, de manera mas o menos sistematizada. Eso es, justamente, lo que he intentado hacer con esta breve obra Desde hace algin tiempo, venfa observando con reciente preocupacién la dispersion de elementos bibliograficos y conceptuales que dificultaba el estudio de la materia Sociologia Juridica en la Facultad de Ciencias Econémicas y Juridicas de la Universidad Nacional de La Pampa. Al menos, en lo que hace a los contenidos de sociologia criminal que, de ordinario, imparto desde la Catedra. Me di entonces a la tarea de recopilar y ordenar las lecciones que durante estos tltimos afios comparti con mis alumnos, en la expectativa de poder sintetizar y unificar ese material disperso para allanar las dificultades que aparejaba esa situacién Debo admitir que la tarea no ha resultado demasiado compleja: la mayoria de las clases habian sido dictadas apelando a material producido por el suscripto 0 habian sido archivadas, casi puntualmente, durante los tltimos meses de enero, que es la época del afio en la que preparo las actividades correspondientes a los cursos lectivos de cada afio. He decidido incluir en el texto dos investigaciones, en la inteligencia de que podrian ser de utiidad para trabajar durante las clases los distintos tipos de metodologias a utilizar en las indagaciones sociolégicas. Por lo antes expuesto, debe quedar claro que este libro, salvo algunas excepciones que confirman la regla, no habré de proporcionar elementos nuevos u originales. En su mayoria, reproduce lineas de investigacién. analisis y atticulos que he escrito durante los itimos afios, y algunos aportes de aquellos autores que. en mi modesta opinién, més claramente abordan las sensibles tematicas implicadas. Justamente porque, como digo, la idea ha sido facilitar el estudio y estimular el interés y el espfritu critico de los futuros juristas en temas socio- juridicos de indudable actualidad y complejidad, que integran los contenidos curriculares de la asignatura. Como lo expreso en el trabajo, me embarga una genuina atribulacién cuando analizo los productos de las escuelas de derecho, de las cuales la nuestra no constituye una excepcién. En general, la formacién excesivamente dogmatica, dota a nuestros alumnos de una presteza técnica que no puede discutirse, y que les permite ubicar y disponer de datos, maximas, bagajes jurisprudenciales y conocimientos teéricos, a veces asombrosos. Esto, de por si, no es necesariamente un rasgo negativo, si no fuera porque esa impronta se fortalece a expensas de los contenidos sociolégicos. politicos y filoséficos que los programas de estudio de las profesiones juridicas han subalternizado, por cierto que de manera no casual, privilegiando al abogado en su rol litigante {esto es, alguien entrenado para profundizar los conflictos sociales antes que para moderarlos). Quienes creemos que el abogado debe ser, antes que un profesional liberal, un proveedor de significados y significantes comprometido con la realidad que lo condiciona, tenemos la obligacién de dotar a los alumnos de una bibliografia de acceso sencillo, a sabiendas de que los espacios de lectura reflexiva ceden cada vez més frente a la fugacidad de las relaciones interpersonales y las urgencias de la vida postmoderna. Si pretendemos que los graduados contribuyan a modificar las condiciones imperantes en el mundo de los operadores juridicos, en las que se implican la baja calidad institucional, el conservadurismo, el ritualismo y el burocratismo, debemos intentar, mediante ejercicios dinémicos y horizontales de transferencia de conocimientos, el desarrollo de su espiritu critico. Siempre he pensado asi y creo haber obrado, a lo largo de casi dos décadas de experiencia en la docencia universitaria, de esa manera. No sé si puedo acreditar logros. Si, una absoluta tranquilidad de conciencia. En Santa Rosa, a 28 dias del mes de septiembre del afio 2007. DERECHO, DELITO Y CONTROL SOCIAL, UNA SEMBLANZA DE LAS AGENCIAS, LOS OPERADORES DEL SISTEMA Y LOS PROFESIONALES DEL DERECHO CONTROL SOCIAL JURIDICO PENAL ‘Sabemos que toda definicién implica un esfuerzo siempre incompleto de aproximacién a un objeto de conocimiento; pero atin asi, pocas nociones han generado tantas definiciones, no pocas veces contradictorias entre si, como las de “control social’ EI concepto, transformado a través de los afios en una suerte de referencia obligada de la sociologia y la criminologia, parece describir a la vez, entidades diversas. de limites imprecisos y difusos, al que la utilizacién cotidiana lo ha convertido en una especie de comodin funcional que sigue despertando posiciones encontradas y mantiene abierta una polémica inacabada que se hace particularmente evidente cuando de definir el control social juridico penal se trata. El término ha sido asimilado, de tal suerte, a una especie de “concepto de Mickey Mouse”, expresién ésta utilizada especialmente en E.E.U.U., para indicar que una idea, un proyecto 0 un concepto, son superticiales, imprecisos © absurdos y no alcanzan en el lenguaje diario, algin tipo de significacién claramente determinada, aunque sea igualmente utilizado como referido a una sola “cosa”. En la manualistica sociolégica cldsica, el concepto se presenta como una acepcién neutra, apta “para abarcar todos los procesos sociales destinados a inducir conformidad, desde la socializacién infantil hasta la ejecucién publica. En la teoria y retérica radicales, ha devenido un término negativo para cubrir no solo el aparato coercitivo del Estado, sino también el supuesto elemento, oculto en toda politica social apoyada por el Estado, ya se llame esta salud, educacién o asistencia’, lo que contribuye a una histérica confusién conceptual, al parecer no saldada. * Cont. Cohen, Stanley: “Visiones de control social”, PPU, Barcelona, 1988, p.1 y 17. ® Cont. Cohen, Stanley, op. cit, p. 17 Asi, Hassemer afirma que todas las sociedades se caracterizan por la existencia de un control social, al que concibe como un conjunto de normas sociales destinadas a sancionar la conducta desviada mediante un proceso establecido para aplicar esa sancién: "En la vida cotidiana, el control social se da ms 0 menos formalizado: espontaneo, diferente segtin el grupo social de referencia, diferenciado por la magnitud de la sancién y con diversos procesos para su aplicacién. El control social se da en todas partes: en la familia, en el lugar de trabajo, en la escuela, en las discusiones, en los deportes, etc: y es imprescindible, tanto en los procesos de socializacién y enculturacién de los individuos, como para la autodefinicién del grupo. Pero el control social no es s6lo estabilizador; también produce dafio. Un dafio que puede ir desde la simple sonrisa de desprecio hasta la aplicacién de la Ley de Lynch, pasando por la reduccién del contacto social o la pérdida del puesto de trabajo. Tanto mas grave sea la amenaza que esa desviacién representa para los demas, tanto mas profundo serd el conflicto normativo. El control social no sélo afecta virtualmente los derechos humanos de quien ha realizado la conducta desviada, sino también los de la victima misma, los testigos, etc. El control social, tanto en su forma, como en su contenido, es, por tltimo, un simbolo del nivel cultural de una sociedad”®. Por lo tanto, desde esta perspectiva, el control social serfa un conjunto de medios a través de los cuales una sociedad asegura que la mayoria de sus componentes se conformen a las expectativas mayoritariamente aceptadas. Mientras tanto, en linea con la propuesta de Althusser’, las corrientes criticas del pensamiento social asimilan al control social con los aparatos del Estado, cuya funcién seria reproducir las relaciones de produccién y de explotacién de una sociedad. Los medios de control social “formale: se asimilan de tal manera a los aparatos represivos del Estado que, actuando mediante la violencia — reglada o no- . resguardan la vigencia de las instituciones del Estado y de las relaciones de produccién de cada sociedad 5 Cont Hassemer, Wintried: ‘Alemania’, p. 180. “Cont. Althusser, Louis: “Ideologta y A Derecho Penal y Filosofia del Derecho en Ia Republica Federal de 0s ldeologicos del Estado". De esta forma, se sefiala como medios de control social formal al sistema juridico penal, sus instituciones y operadores (las leyes penales, la cércel, la policfa, el sistema de justicia, los abogados, etc.) Por otro lado, y en idéntica clave, se concibe como medios de control social * formales” a aquellos instrumentos del Estado que, siendo también encargados de preservar y reproducir las mismas relaciones de produccién y explotacién, cumplen su cometido apelando principalmente a la ideologia y s6lo de manera secundaria o subsidiaria a la violencia. Entre esos medios, Podriamos enumerar a la familia, la escuela, la religion, los medios de comunicacién y hasta el rumor. Desde esta perspectiva, el derecho funciona como un instrumento de la superestructura juridico-politica cuya utilidad es dar los cimientos legales al Estado, que en el caso de las sociedades actuales es, en su inmensa mayoria, de filiacién capitalista. Partiendo de este supuesto, se puede plantear que el derecho es un instrumento coercitivo destinado a mantener y reproducir el sistema de produccién capitalista, sistema que se basa en la explotacién del trabajo del proletariado 0 de las “clases subalternas”, al decir de Baratta. Desde esta perspectiva, se podria resignificar el concepto de control social. que dejaria asi de ser el garante de que un sistema juridico fuera mas justo o mas equitativo, para asumir la forma de un mero instrumento; un "aparato ideolégico del Estado"®, destinado a operar el control social, garantizando el sistema de creencias hegeménico (la ideologia capitalista), que legitima a su vez la estructura econémica de las sociedades de clase, tendiendo especialmente al control de pobres, vulnerables, excluidos, eteétera. Desde otras vertientes criminolégicas, alternativas a visiones criticas, se ha coincidido también con esta diferenciacién: "Se distingue entre un control social formal y un control informal. E! primero es el ejercicio por conjunto de instituciones dedicadas a promover la conducta socialmente aceptable a través de la amenaza 0 uso efectivo de la coaccién legal; es el caso de la policia, los tribunales y las agencias correccionales. EI control social informal implica la supervisi6n efectuada por las personas con las que tenemos alguna relacién, quienes a través de su influencia para con nosotros nos controlan para que * Althusser, 1997 adoptemos los cédigos adecuados en materia de religion, costumbres y leyes. La familia, la escuela, las asociaciones de todo tipo, son los agentes por excelencia de ese control social informal”®, Probablemente, las dificultades para acceder a un consenso perdurable respecto del concepto mismo de control social, en buena medida se vincule a los cambios histéricos y sociales que signan el transito de las sociedades disciplinarias a las sociedades del control. Asi como la coercién expresada en forma de sancién social que concibe Hassemer no solamente ha sufrido transformaciones relevantes en los uiltimos siglos, justamente los instrumentos mas violentos de control social (la carcel, por ejemplo) responden contemporaneamente a racionalidades muy distintas que las que las legitimaron y sustentaron en el medioevo y en la modernidad temprana. Del mismo modo, los aparatos ideolégicos del Estado, asumidos en este caso como medios de control social informales, han modificado sustancialmente su aptitud y capacidad para reproducir las relaciones de produccién y explotacién a lo largo de la historia. A titulo de ejemplo, he de permitimme citar la influencia notable que la religion ha tenido siglos atrés en ese sentido y la pérdida de incidencia que, en orden a esos mismos objetivos ha ocasionado la secularizacién de las sociedades de occidente, posibilitando que otros aparatos ideolégicos, como los medios de comunicacién e internet, adquirieran en la actualidad una indiscutible preeminencia como medios informales de control social. Bergalli se pregunta si, en verdad, el sistema penal constituye un medio de control social ‘La cuestién central a determinar en esta parte de la exposici6n es, en consecuencia, de qué control se habla cuando se analiza el que cumple el derecho y el sistema penal. Si se tiene en cuenta el origen consensual que la cultura juridica moderna le ha atribuido al Estado y a la sociedad del que éste nace, y el arraigo del concepto de derecho en Ia filosofia politica del contractualismo, podra llegarse a la conclusién que ese derecho, en particular el derecho penal, por la carga de legitima violencia estatal que encierra, es la expresién mas idénea de un control asumido por el Estado pero acordado por la mayorla social. Sobre esta base es que una teorla de la * Cont. Garrido Genovés, Vicente; Gémer Pitana, Ana M."Diccionario de criminologia”, Fd. Tirant lo Blanch, Valencia, 1998, p.93, sociedad, como el funcionalismo, mas propiamente la perspectiva estructural- funcionalista, la cual ha podido explicar el modelo de sociedad del bienestar y ha sido capaz de justificar el papel de control social que el derecho cumpliria, sea tan ampliamente aplicada por el penalismo contemporaneo, en especial el espafiol. En otras sedes y publicaciones’ este aspecto ha sido desarrollado y se volverd luego sobre él, Mas, ahora conviene ver si, de verdad, es pacifico aplicar esa perspectiva estructural-funcionalista para justificar el papel atribuido al derecho y al sistema penal en la tradicién estatal europea, enfocado este tema desde Espafia. Esto asi, pues en ningtin otro émbito de la cultura juridica espafiola se ha planteado la capacidad de control social de la manera tan enfatica como lo hacen los penalistas. La mds reci nte filosofia juridica le adjudica al derecho Ja funcién de organizacién social, la de instaurar 0 contribuir a asentar junto con otras instancias y mecanismos estabilizadores- un determinado orden en una determinada sociedad’. Advirtisndose, asimismo, de la no forzosa e irremediable maldad del derecho entendida como sistema de control social, especialmente en un contexto democratico de organizacién’. ‘Aunque, previamente, se haya afirmado que es “necesario tomar buena cuenta de algunos de los alegatos de la criminologia critica sobre controles de la ‘marginacién, que pueden no ser sino imposicién de otra dominacién, y de la correlativa sociologla politica que denuncia diversidad de controles para la opresién.”.'° Quizds puedan entenderse mejor estos cambios, reconociendo las transformaciones operadas en el transit de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control. ‘Asi como las sociedades disciplinarias asentaban su poder coercitivo sobre la base de la utilizacién de grandes espacios de encierro (cérceles, hospitales, hospicios, escuelas, pupilatos) donde la variable de ajuste a través de la cual se intentaba la “soci lizacién’ o “resocializacién” de los sujetos era la administracién coactiva del tiempo, las sociedades de control _proponen un seguimiento inacabado de los individuos: En las sociedades de disciplina ¥. Bergalli 1996: 1-6; 1998: 417-423, ® Diaz 1998:131 op. cit: 132 "Conf. Bergali, Robert: “,De cul derecho y de qué control social se habla? disponible en siempre se estaba empezando de nuevo (de la escuela al cuartel, del cuartel a la fabrica), mientras que en las sociedades de control nunca se termina nada’ la empresa, la formacién, el servicio son los estados metastables y coexistentes de una misma modulacién, como un deformador universal. Kafka, que se instalaba ya en la bisagra entre ambos tipos de sociedad, deseribié en El Proceso las formas juridicas mas temibles: el sobreseimiento aparente de las sociedades disciplinarias (entre dos encierros), la moratoria ilimitada de las sociedades de control (en variacién continua), son dos modos de vida juridica muy diferentes, y si nuestro derecho esta dubitativo, en su propia crisis, es Porque estamos dejando uno de ellos para entrar en el otro. Las sociedades disci inarias tienen dos polos: la firma, que indica el individuo, y el nmero de matricula, que indica su posicién en una masa. Porque las disciplinas nunca vieron incompatibilidad entre ambos, y porque el poder es al mismo tiempo masificador e individualizador, es decir que constituye en cuerpo a aquellos sobre los que se ejerce, y moldea la individualidad de cada miembro del cuerpo (Foucault vefa el origen de esa doble preocupacién en el poder pastoral del sacerdote -el rebafio y cada uno de los animales- pero el poder civil se haria, a su vez, “pastor” laico, con otros medios) En las sociedades de control, por el contrario, lo esencial no es ya una firma ni un ndmero, sino una cifra: la cifra es una contrasefia, mientras que las sociedades disciplinarias son reglamentadas por consignas (tanto desde el punto de vista de la integracién como desde el de la resistencia). El lenguaje numérico del control esta hecho de cifras, que marcan el acceso a la informacién, o el rechazo. Ya no nos encontramos ante el par masa-individuo. Los individuos se han convertido en “dividuos", y las masas, en muestras, datos, mercados 0 bancos. Tal vez sea el dinero lo que mejor expresa la diferencia entre las dos sociedades, puesto que la disciplina siempre se remitié a monedas moldeadas que encerraban oro como nimero patrén, mientras que el control refiere a intercambios flotantes, modulaciones que hacen intervenir como cifra un porcentaje de diferentes monedas de muestra. El viejo topo monetario es el animal de los lugares de encierro, pero la serpiente es el de las sociedades de control, Hemos pasado de un animal a otro, del topo a la serpiente, en el régimen en el que vivimos, pero también en nuestra forma de vivir y en nuestras relaciones con los demas. El hombre de las disciplinas era un productor discontinuo de energia, pero el hombre del control es mas bien ondulatorio, en érbita sobre un haz continuo. Por todas partes, el surf ha reemplazado a los viejos deportes”"’ Ahora bien, ese mismo transito de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control, ha profundizado la disputa por la vigencia del orden perdido, sobre todo a partir de la entrada en crisis del ideal resocializador correccionalista del welfarismo penal de posguerra, que supuso la naturalizacién del control punitivo en clave inocuizadora”®. EI denominado capitalismo tardio, entre muchos caracteres que le confieren una ldgica paradigmatica propia y novedosa, plantea una tensién dinamica entre un * den” pretendidamente consensual. al que occidente consideré “justo”, y que durante mas de dos siglos discipliné al conjunto de las sociedades, y una diversidad sin precedentes, un fraccionamiento simbélico, que coloca a las agencias institucionales frente a la opcién de intentar recuperar el orden perdido, o decidirse a gestionar el “caos” que representa el multiculturalismo de la postmodernidad. Lo que se dirime, en tiltima instancia, es el orden que confirié seguridad y dots de sentido existencial a los sujetos que surgieron con los cambios y racionalidades de la modernidad. En este contexto, ciertos iconos de la sociedad disciplinaria y fabril del capitalismo temprano, tales como “Ia ciudadania’, “el pueblo” o “la sociedad’ que remitian a ideas totalizantes y homogéneas fuertemente instaladas en las instituciones sociales, no alcanzan en modo alguno a comprender, contener y atender el fenémeno particularizante de la “aldea global". Los nuevos sujetos no son facilmente asimilables a las pautas que el imaginario colectivo asignaba, por ejemplo, al “ciudadano”, esa persona que trabajaba, producia, ganaba su salario 0 su renta, pagaba sus impuestos, recibia una instruccién formal y expresaba sus puntos de vista a través del voto, en el marco de una sistema decisorio indirecto. Intentaremos explicarlo mas detalladamente al momento de abordar la idea de “naciones sin estado”. La nueva estructura social no hace mas que poner al descubierto la crisis generalizada de la sociedad disciplinar y de cada uno de los aparatos Conf Deleuze, Gilles: Posdata de las sociedades de control” "Conf. Garland, David: “La cultura del controt”, Gedis, Bareclona, 2005, p. 168 y ec. ideolégicos y represivos del estado moderno. La prisién, la familia nuclear, pero también la escuela y las profesiones agonizan en una sociedad de control que barre con lo clasico, aunque desde el estado se siga intentando prolongar la supervivencia histérica de estas instituciones apelando a innovaciones modélicas de la cércel, la industria, las fuerzas armadas y de seguridad, la escuela, los discursos y hasta la familia. En palabras de Gilles Deleuze: “Los ministros competentes no han dejado de anunciar reformas supuestamente necesarias. Reformar la escuela, reformar la industria, el hospital, el ejército, la prisién: pero todos saben que estas instituciones estan terminadas, a mas 0 menos corto plazo. Sélo se trata de admnistrar su agonia y de ocupar a la gente hasta la instalacién de las nuevas fuerzas que esté golpeando a la puerta. Son las sociedades de control las que estén reemplazando a las sociedades disciplinarias””*. En rigor de verdad, no parece tan claro que los actores estatales perciban este estado terminal. Prisioneros de un fetichismo idealista y un sistema de creencias hegeménico, recurrente en los discursos sociolégicos y juridicos, mas bien parecen seriamente esperanzados en que algunas de estas cosméticas “soluciones” puedan detener al monstruo del cambio social. La percepcién estatica de una realidad inéditamente dindmica, en la que “nada dura para siempre’, y la tendencia marcada a utilizar racionalidades propias de la sociedad disciplinaria en el marco de las sociedades de control, encuentra su expresién emblemdtica, por lo brutal, en la actitud institucional que se asume ante las conductas “desviadas” El fracaso de estas politicas se pone manifiesto a poco que se observe cémo las mismas corren detrés de distintos clamores sociales, construidos de manera episédica y oportunista frente a circunstancias casi siempre cataclismicas, que dan la pauta de la entidad y las urgencias que plantean las nuevas inseguridades en las sociedades de riesgo del capitalismo en nuestro margen. Y que se potencia con el rol que asumen tanto la victima como nuevo sujeto social, los medios de comunicacién de masas e internet. En todos los casos, los esfuerzos que, de apuro, se llevan a cabo desde el estado, se parecen mds a pulsiones compulsivas y demagégicas "® Conf. Deleuze, Giles: “Postdata sobre las sociedades de control" p. 106, traducido por Martin (Capurrés, disponible en htp:/www-uam evra/sin/pensamientofécleuze! gestualidades, que a un convencimiento de estar ante una crisis sistémica ineversible. Mas atin, si se observan las politicas publicas de emergencia de manera panoramica, se vera que lo que se intenta es, en definitiva, restaurar la disciplina y el orden sobre la base de la articulaci6n de medidas puntuales, que muchas veces no resisten su confrontacién con el paradigma de la Constitucién y el Estado Constitucional de Derecho, pero que tampoco terminan de conformar a los colectivos de victimas, las nuevas formaciones del retribucionismo extremo que marchan a diario en demanda de mayor rigor punitivo. Tal vez fuera posible inferir, entonces, que la intervencién punitiva haya fracasado en lo que hace a sus funciones formales y legales, pero haya sido exitosa en el cumplimiento de sus finalidades simbélicas y politicas. Ciertamente, atin cuando consideremos politicamente inconveniente sostener debates consistentes sobre la derrota de los miticos paradigmas de resocializacion y reinsercién social'*, quizds resulte imprescindible analizar, al menos, de qué manera se han cumplido histéricamente los objetivos simbélicos del encierro, profundamente ligados a la reproduccién de la gobernabilidad, facilitando la identificacién y cooptacién de los “delincuentes” que el sistema persigue, y “demostrando” la eficiencia del mismo"®. Prescindiendo asi de concepciones mitolégicas sobre el castigo, resulta interesante analizar al mismo a partir de las formas, los procedimientos, el lenguaje y las gramaticas mediante las que se expresa, con el objeto de comprender la sociedad de un determinado contexto hist6rico. Sobre todo, en el marco de sociedades que han puesto en practica una verdadera cultura de la emergencia y la expansién de sus sistemas punitivos, lo que se verifica con dramatica incidencia en la Argentina, donde la impronta selectiva de los procesos de criminalizacién se pone en evidencia particularmente con relacién a jovenes infractores. ** Conf. Rivera Beira, Iaki: “Historia y Lepitimacién del castigo. ;Hacia dnde vamos? ”, en “Sistema Penal y Problemas Sociales”, Roberto Bergalli(coordinador y colaborador), Tirant lo Blanch, p. 84, biblioteca de IISJ de Oat, "© Sobre el particular, ver Manzanos Bilbao, Cesar. contra el Estado de derecho" ‘unciones y objetivos de las prisiones. Las Cérceles disponible en wow hika.neVzenb133/H13325,htm Por supuesto, el fendmeno no es puramente local y remite a la nueva realidad planetaria. "Resulta alarmante constatar como en los tiltimos afios han penetrado en los espacios de la vida cotidiana actitudes de reproches y censuras contra todo aquello que no se adecua a un determinado comportamiento social. Unas formas alentadas desde sectores sociales con poder suficiente para liderar empresas morales que quieren fabricar modelos concretos de comportamiento. Es asi como una creciente cultura punitiva se manifiesta de forma vigorosa entre todos nosotros y nosotras. Esta tendencia no es Unica en nuestro pais. También se percibe, desde hace ya algunas décadas, no solo en Europa sino en otros lugares del planeta que caen bajo la disciplina de un Gnico modelo de desarrollo y organizacién social. Un modelo promulgado desde la creencia de que cuanto mas se desregule, menos se controle, mas se liberé a las fuerzas sociales, entonces habré més posibilidades de satisfacer los deseos y las aspiraciones individuales. Pero, la realidad de esta idea ultra liberal es contradictoria con sus postulados, ya que olvida intencionadamente que en ese supuesto mercado de libre intercambio se imponen los més potentes, aquellos con la fuerza suficiente para concentrar poder y dominar, amedrentar, acobardar. 0 aterrorizar con la desocupacién laboral, las incertidumbres en el sistema de salud, el deterioro de la educacién publica o las dificultades para acceder a una vivienda digna. Un panorama que se podria resumir en pocas palabras: una mayor exclusion social. Son los rasgos do antes de la desaparicién de una cultura del Welfare y de la expansién de la globalizacién Esta situacién se agrava con las sanciones que se aplican a los desobedientes, a los insumisos, o simplemente los rebeldes. Y quienes no se someten a las leyes del mercado que penetran en todos los ambitos de la vida, resultan rechazados, excluidos y marginados. Una actitud que afecta con mayor dureza a aquellos sujetos o grupos pertenecientes a sectores étnicos religiosos diferentes al dominante. De la misma manera se actiia respecto de quienes no participan en las opciones de vida del modelo heterosexual, 0 simplemente no se identifican con los viejos esquemas de lo masculino y lo femenino. De esta manera, las pautas sobre las que se sustenta el orden social se fundamentan en la exclusion. Estén cargadas de una ideologia discriminatoria repleta de prohibiciones y castigos. Y la reproduccién de estas pautas se apoya en el desinterés y la inhibicién que muestra gran parte de la poblacién. Sin una resistencia fuerte, esa ideologia tiene una inmensa capacidad de penetraci6n, aumentada por el actual sistema de medios de comunicacion ‘Ademds, aquellos instrumentos 0 aparatos estatales simbolicamente predispuestos para la solucién de conflictos. como se dice del sistema penal, son pertinentes a semejante expansién ideolégica. Aparatos surgidos de la Modernidad para alcanzar fines muy coneretos y que, ahora. a finales de este milenio, se aplican para intervenir sobre conductas o situaciones problematicas, sin entidad punible por si, pero que se construyen socialmente como verdaderos delitos. Asi las cosas, la vida cotidiana se ha transformado en un contraste continuo entre una lluvia de incitaciones *positivas” a ciertas actividades que implican un autocontrol -como la practica del deporte, la adquisicién de bienes, el consumo de drogas legales.... y que conllevan una cadena de mensajes represivos que la sociedad reproduce y amplifica. Con ello se explica que amplios sectores sociales reclamen mas dureza para aquellos sujetos que, precisamente por no comportarse ni expresarse dentro de los limites del consenso social hegeménico, ya estan inmersos en una serie continuada de exclusiones. La demanda de penas més severas -incluida la de muerte-, de una mayor dureza policial, de mayor severidad jurisdiccional, de mas carcel, son las rudas muestras de esa cultura punitiva que cada vez invade mas todos los rincones de la sociedad. Mientras tanto, se entorpece la aplicacién del sistema penal para aquellos comportamientos que desde estamentos estatales violan los derechos fundamentales de las personas (0 derechos humanos). Frente al cuadro expuesto, se hace necesario que quienes intentan estudiar los aspectos que configuran una situacién como la descripta, atinen sus puntos de vista y esfuerzos para contribuir no sélo a una denuncia de dichas cuestiones, sino también a promover su investigacién més alla de los estereotipos simplificadores””®. © Conf. “Documento de la Asociacién contra la Cultura Punitiva y de Exclusion Social” Ese reduccionismo, llamativo pero no casual, resulta paradéjico en una sociedad que ha sufrido en los titimos afos una crisis sistémica sin precedentes, donde la inseguridad humana se represent6 en su verdadera amplitud (inseguridad respecto del futuro, de la salud, de las instituciones, del empleo, de la seguridad social, del salario, de los ahorros), por cierto que superadora de la clasica acepcién que la conmina a una sinonimia forzada respecto del delito de calle o de subsistencia Las formas de la construccién de una inseguridad limitada a la posibilidad de ser victima de un delito de calle 0 de subsistencia, ha exacerbado a su vez una légica binaria a la que se recurre invariablemente para resolver los problemas derivados de la conflictividad. La logica de la enemistad frente al “peligro” que representa el “otro”. “El otro", el que puede atacarnos, pasa asi a formar parte de las intuiciones colectivas como Ia sintesis de un proceso de degradacién social estructural, se representa como el origen de todos los males, reproduce el mito del “estado soberano” que “enfrenta al delito y lo controla" generalmente a través de empresarios morales 0 gestores politicos que incorporan a su agenda lo que Garland denomina “las representaciones culturales y medidticas omnipresentes"”, que por supuesto incluye las “guerras preventivas” internas. El Estado ha convalidado estas intuiciones (sin atender a la siempre dificil convivencia entre el miedo y las libertades), y los medios de comu acién de masas y los sectores politicos conservadores se han encargado interesadamente de crear una opinién publica mayoritaria que favorece decisivamente la asuncién de la realidad en términos de enemistad sociolégica. Lo que ocurre justamente porque el estado neoliberal se retroalimenta y legitima en la busqueda pertinaz de consensos a través de miedos colectivos que faciliten la obtencién de protectivos sociales en las instituciones mas visibles del sistema. Asi, se ha llegado al desatino politico criminal de “hacer algo’, incluso “antes de que pase nada’, afirmado en la conviccién de que el infractor, el distinto, el otro, el marginal, “seguramente atacard'’ *” Conf. Garland, David: “La cultura del control", Gedisa, Barcelona, 2005, p. 183, Este es uno de los mas relevantes ~aunque por cierto no el Unico- hiatos de “sobreprediccién delictiva”’® a que se recurre linealmente no solamente en las instancias propositivas de politica criminal, sino también en el proceso de construccién de las decisiones judiciales que deben “resolver” estos conflictos. El prejuicio, como se observa, se construye a partir de dos elementos: la presuposicién del acometimiento y la convalidacién de la existencia en la sociedad de sujetos “distintos’. “La produccién social y simbélica de los “otros’, es decir la alteridad...esta marcada por la particular forma en que se ha construido en la mayoria de los casos en Occidente la relacién con las otras culturas y grupos Esta se ha basado, por regia general, en una doble légica: a) la identificacién atribuida entre diferencia y desigualdad; haciendo inmutable la diferencia y naturalizando la desigualdad. A esto otro se lo define como la légica de la interiorizaci6n. b) La alteridad hacia esos otros sujetos se va deslizando desde la simple diferencia, a convertirlos en extrafios primero, y como un enemigo, después, y que, por tanto, se le puede excluir y/o interiorizar"”. Esta diversidad cultural y social, a su vez, coloca al “otro, al ito, en una situacién de particular vulnerabilidad, la que se hace mas evidente en el contexto marginal de sociedades fuertemente fragmentadas, como es el caso de la Argentina. Se lo percibe como un sujeto peligroso. marginal, anémico, que seguramente en algin momento querr4 ajustar cuentas con los ciudadanos. Por ende, hay que defender a una sociedad compuesta imaginariamente por ciudadanos inspirados en el cumplimiento de las normas, de esta multitud de excluidos que no respetan las reglas impuestas por los grupos mayoritarios de esa misma sociedad y desafian insensiblemente las bases constitutivas de esa misma sociedad. Se trataria de sujetos que, en términos del funcionalismo sistémico, han fracasado en el proceso fundamental de generacién de habituaciones que permite que los hombres coexistan de manera ordenada en una sociedad objetivada; donde los “roles” de cada uno representan un “orden institucional” Conf. Kessler, Gabrik: “De proveedores, amigos, vecnos y “barderos": acerca de sociabilidad en j6venes del Gran Buenos Aires", p. 150. "Cont. Alvite, Pedro: “El papel del derecho en la producciGn social del neo-racismo: de las sociedades disiplinaria alas sociedades del contol de ries bajo, delito y que se quiebra ante determinadas conductas desviadas. Una vez que esa institucionalidad se quebranta a partir de la infraccién, queda abierta de hecho la instancia coactiva contra los transgresores. Nada de realismo sociolégico. Los roles son susceptibles de ser adquiridos en el marco de un proceso esperable -y libre- de socializacién correcta y por lo tanto, quienes ponen en crisis con sus conductas inadecuadas la institucionalidad, que descansa en el cumplimiento de esos roles, deben ser destinatarios de la coaccién social, hayan 0 no cometido un delito. Porque no se estaria ya en presencia de “ciudadanos’, con los que el estado “debe” dialogar’, sino de ‘enemigos’, a los que el estado “debe” combatir. No importa que sean limpiavidrios, cuidacoches, cartoneros, prostitutas, homosexuales, o simplemente “barderos". Todos ellos son los “terroristas internos” que generan la inseguridad urbana que habilita la punicién. Los que redefinen el espacio piblico y disputan el paisaje social con su presencia Aquellos que durante la década del 90° los ciudadanos hacian como que no vefan. Los que des-existian durante el viaje de ida de la convertibilidad. “Estas areas estén pobladas por gentes que no pueden elegir a quiénes encontrar y por cuanto tiempo; gente sin poder que vive el mundo como una trampa y no como un parque de aventuras: gente semiencarcelada en un territorio del que no tienen escapatoria, pero en el que otros pueden entrar y salir a su voluntad. Esta gente tiene que echar mano a los tinicos recursos que posee en cantidades lo suficientemente grandes como para impresionar: defienden el territorio asediado con “rituales y extraftas vestimentas, adoptando actitudes chocantes, rompiendo ventanas o lanzando desatios retéricos a la ley?” Este micro discurso, autorreferencial, que emerge frente a la ausencia contemporanea de grandes relatos sociales, tiene un evidente parecido con la légica de la resolucién de los conflictos internacionales, como habremos de ver. Se trata de una “guerra preventiva” interna emprendida contra (ciertos) desviados que ocasionan alarma, temor y zozobra a los ciudadanos, que ® Conf. Goncilez Duro: “Biograffa del miedo. Los temores en la sociedad contempordnea”, Fd. Debate Barcelona, 2007, p. 201 atrasa con los derechos y libertades. sin que esto pareciera importar demasiado. Los “otros”, los diferentes, responden asi a estereotipos concordantes. Se trata generalmente hombres jévenes, provenientes de sectores sociales pauperizados, con escaso nivel de instruccién formal, casi siempre desocupados 0 con insercién laboral precaria, que a su vez son hijos de personas que accedieron a un mercado laboral signado por la inestabilidad de la década del 80°". Constituyen, necesariamente, la clientela habitual del sistema penal juvenil, precisamente porque la crisis del aparato judicial se atribuye de estos prontamente al fracaso del “tratamiento” en pos de la “resocializaciéi sujetos “socialmente peligrosos” y porque, en definitiva, el control penal postmoderno ya no opera sobre sujetos individuales sino sobre colectivos “en riesgo" Seran ellos, en definitiva, los destinatarios de un retribucionismo y el Prevencionismo extremo, donde la nota destacada la constituye la sobreactuacién simbélica del en rro. mediante réplicas institucionales que apuntan (siempre) a horizontes tan limitados como el aumento de las penas para determinados delitos 0 Ia baja de la edad para la imputabilidad plena, a pesar de que las leyes 22278/22803 colocan a los nifios y nifias en una situacién de mayor exposicién frente al sistema penal que los adultos. En palabras de Tamar Pitch: “La juventud ha devenido, en tiempos modernos, una condicién distinta, denotada por atributos contradictorios: es un estado cada vez mas deseado, un valor en si mismo, aunque, al mismo tiempo, es una condicién concreta de marginalidad social y dependencia econémica prolongada. Es un problema en sf mismo: lugar de innovacién y autenticidad, pero también de incertidumbre, precariedad y riesgo”. "Esta interrelacién es constitutiva de la ju! ia juvenil y la razon de ser de su existencia separada. La interrelacién entre la tutela y el castigo, entre la intervencién con fines “educativos” y la segregacién con fines de “correccién’, declinada de maneras diferentes en perfodos sucesivos, caracteriza a la definicién y administracién de Cont. Kessler, op. cit, p. 142 * Conf. Berpalli, Roberto. “Globalizaciéa y control de la ciudad”, disponible en ‘wwe es/penai/glbeiudad html, p. 4 la condicién juvenil -en particular, de aquella de los j6venes pobres, marginados econémica y socialmente- desde el punto de vista de la justicia. Hasta hace no mucho tiempo atrés, alguna forma de institucionalizacién parecia la respuesta adecuada a cualquier problema: transgresién de leyes penales, “irregularidades de conducta y de cardcter”, insuficiencias familiares, problemas escolares, etcétera’*’. En verdad, el sistema penal juvenil argentino, que reproduce y consolida su definitorio sesgo positivista en la ideologia correccional del patronato, sigue autorizando todavia, la “disposicién provisoria" de los “menores” aun antes de que sea comprobada su responsabilidad en los hechos delictivos que investigan esos ipunales especiales. Por ende, se autoriza un encierro basado més en situaciones de pretendida “necesidad” y “conveniencia’, que en argumentaciones juridicas. No pueden concebirse de otra forma las alusiones normativas el “abandono’, la “falta de asistencia", el “peligro” material o moral y (arts. 1 y 2 de las leyes 22278/22803) En este sentido, los grandes pilares de las concepciones punitivas los "problemas de conducta’ clasicas no se han alterado: una justicia penal para adultos varones, un sistema tutelar para infractores juveniles y un plexo de baterias asistenciales para casos de crisis familiar 0 para mujeres y nifias™*, Si, como dice Howard Becker, “el que un acto sea desviado depende, %, y esa reaccién puede variar conforme la época en que la conducta se perpetre y fundamentalmente atendiendo a quién cometa la infraccién, el proceso de criminalizacién se hard operativo “desde” los grupos con capacidad para construir y obligar al acatamiento de las reglas y “hacia” los grupos que entonces, de cémo reaccionan las otras personas frente al mism supuestamente realizan “determinadas” conductas desviadas que ponen en peligro el orden de la sociedad EI Estado, entonces, combate el “peligro” de los “grupos peligrosos” o “socialmente riesgosos” La diferencia de las intuiciones de ambos grupos son las que, en el contexto hegeménico de una légica binaria “amigo-enemigo” (luego, infraccién- 2 Conf. Pitch, ‘Tamar: “Responsabilidades Limitadas", Ad-Hoc, Buenos Aires, 2003, p.162 y 164. % Conf. Pavarini, Massimo: “Contol y dominacién”, Siglo XX1 Editores, 1996, p. 32. % “Los Extrahos, Sociologfa de la desviacién", Ed. Tiempo Contemporinco, p. 21 castigo) legitiman la coercién institucional, fundada en el temor cuidadosamente construido de sectores sociales particularmente sensibles e influenciables, sea por su ubicacién privilegiada en la nueva estructura de la sociedad neoliberal, 0 por los miedos que el Estado construye y dramatiza al maximo con el objetivo de potenciar un espiral de terror lo suficientemente importante como para invisibilizar las preocupaciones relativas a la inseguridad generada por la economia neoliberal”®. Esas diferencias, que finalmente no hacen sino poner de manifiesto una relacién de fuerzas sociales especificas, son diferencias de poder. De poder politico y fundamentalmente econémico. Pero también, de poder cultural y discursive Son “los de adentro” que libran una conflagracién cotidiana e inconclusa contra “los de afuera”, “por el cumplimiento de las normas" (lo que explica el clamor sintético y sincrético de “justicia"), contra los ‘marginales" que las transgreden de un modo duradero y no solamente incidental” y respecto de los cuales “no se puede" dejar de hacer algo", aunque vaya en ello el propio programa de derechos y ~—garantias. += de la_—_Constitucién. Los “enemigos” son vistos como sujetos “peligrosos", incorregibles, aterradores, hostiles y terriblemente violentos. “Si se les permitiera hacer las cosas a su manera, invadirian, conquistartan, esclavizarfan...Por lo tanto, hay que mantenerse siempre vigilantes; mantener seca la pélvora, como se dice, armarse y modemizar las armas, ser fuertes como para que el enemigo lo note, admita su debilidad y abandone sus malas intenciones” La enemistad, luego la desconfianza y la agresividad contra “los otros”, reconocen su origen en el prejuicio de imaginar a los extrafios como portadores socialmente patolégicos de todos los males y de todo lo malo, por ende carentes de toda virtud. Esos mismos prejuicios hacen que los ciudadanos convaliden respecto de los otros la adopcién de medidas que jamés admitirian que les fueran aplicadas a ellos, lo que da la pauta de que en el discurso socialmente hegeménico de “ley y orden” subyace una intolerancia y un % Conf. Gonzélez, Duro, Enrique Debate, Barcelona, 2007, p. 190. ® Conf. Gracia Martin, Luis. "Consideracones criicas sobre el Derecho Penal de Enemigo", RECPC, sximero 7, p.6 * Conf, Bauman, Zigmunt: “Pensando Sociolégicamente ‘Biografia del miedo, Los temores en la sociedad contemporinea”, Ei. id. Nueva Vision, Buenos Aires, p. $0. autoritarismo compatible con la demanda de restauracién de la uniformidad perdida y con la prédica de la inocuizacién social. En sintesis, con el “orden” fordista aforado. Por eso, cualquier estrategia institucional que convalide estas instancias de restauracién ordenatoria termina siendo necesariamente autoritaria y (muy) probablemente inditil. Incluso, aunque se afilien a las denominadas ideologias “re” que pugnan por “reinsertar a estos j6venes a la socieda Es en este punto que adquiere importancia el andlisis de los sistemas de enjuiciamiento y persecucién penal de nifios y adolescentes “en conflicto” con “la ley’, que demuestran la viabilidad de una vigencia conjunta de la ideologia securitaria de la enemistad y de la justicia “resocializadora™, Tanto la clave adversarial del derecho penal de enemigo, como la ideologia tutelar resocializadora, pueden unificarse en términos de politica criminal y sobrevivir en ese estado sordo de convivencia estratégica. Hacer algo” respecto del distinto supone intervenir respecto de él para que se bagaje ideolégico de la modernidad™. Es sorprendente comprobar que el tema de la minoridad en conflicto con la ley ha ocupado en nuestro pais instancias retéricas tan remanidas como los resocialice", y ambos modelos de intervencién se vinculan con el ingentes fracasos que ha cosechado en términos de revocacién del paradigma del viejo peligrosismo positivista Ni la Convencién de los Derechos del Nifio, ni las distintas reformas legislativas que se vienen sucediendo en el derecho interno, ni mucho menos las mullidas intervenciones de especialistas, asesores y consultores, han podido conmover las practicas punitivas y estigmatizantes que el propio estado legitima mediante rutinas administrativas, consolidadas e invisibilizadas en el interior de los establecimientos de reclusién, 0 apelando a eufemismos tales como medidas socioeducativas, disposiciones provisorias, medidas tutelares, internaciones, etcétera. % Sobre l particular, ver Diez Ripollés, Jose Luis, “De la sociedad del riesgo a la seguridad civdadana, Un debate desenfocado”, en Revista ElectrGnica de Ciencia Penal y Criminologia,p.2, quien plantea una visin diferente ® Conf. Gracia Martin, op cit, p. 13 y Aguirre, Eduardo Luis. “Consideraciones criminoldgicas sobre el Derecho Penal de Enemigo”, disponible en www fabiandiplacido.com.ar

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