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El hombre-pjaro

Ding-Dong

Decid usar la mano izquierda para escribir; as empez este proceso. Algunas veces iba en el
autobs D03, en direccin oeste y hacia Diez de Julio, recorriendo toda Irarrzaval, para luego
volver por la misma avenida hasta alcanzar Plaza Egaa. Porque s, porque se me vena en gana
hacerlo. Al medioda o en la cena tomaba primero el postre..., no siempre, claro; en ocasiones
elega el plato de fondo para luego continuar con la entrada. Le dije adis al mecnico "cmo
ests?" con el que acostumbramos saludar sin que nos importe recibir una respuesta, y lo
reemplac por lo que me sintiera motivado a decir en ese momento. Aleatoriamente, cambi la
ducha maanera por una nocturna, por un bao de tina a la hora de almuerzo, uno a la romana
durante el break en la oficina... o por una ley seca de incierta duracin. En casa opt por variar
la disposicin de los muebles segn el horscopo de Pedro Engel o mi nimo afectado por los
nuevos hechos de corrupcin institucional que se fueran develando. Observ las estrellas,
plantas y piedras de la regin y aprend sus nombres; as pude dirigirme a ellas con el debido
respeto. Comenc a escuchar atento y con real inters a mis interlocutores, sin preocuparme
por preparar una respuesta inteligente. Capt, por fin, que dos ms dos no son necesariamente
cuatro y que, tras la aparente cordura de los normales, se esconde la locura pasiva de una
mediana sin resolucin.
As fue como aprend a volar.

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