Colombia despidió el siglo XIX y recibió el XX con la Guerra de los
Mil Días. De esa contienda entre liberales y conservadores surgieron los primeros brotes guerrilleros. Disidentes y disconformes con el Frente Nacional (coalición político-electoral surgida como acuerdo de paz entre liberales y conservadores y vigente desde 1958 a 1974) la mantuvieron con el fin de presionar y lograr reivindicaciones sociales. Me cuenta mi madre (68) que ella tendría unos 5 años cuando a la hacienda de sus ricos abuelos maternos llegó la guerrilla ordenando a la servidumbre cocinar para ellos si no querían terminar en la olla. A raíz del asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948, siendo mi madre de 9 años, unos conservadores buscaban a mi bisabuelo para matarlo por ser liberal. La familia salvó la vida a costa de perder sus propiedades. El bogotazo (revuelta popular tras el asesinato de Gaitán) fue el gatillo que disparó los rencores partidistas de los conservadores que aprovecharon estar en el Gobierno para perseguir a la oposición liberal. Ello causó que campesinos liberales se agruparan para contrarrestar agresiones oficialistas. Uno de esos bandos era comandado por Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda (Tirofijo), líder máximo de las FARC y su fundador en 1964. Antes de constituirse en las FARC su objetivo primario era la autodefensa; estar armadas era quizá el único medio para mantenerse con vida Tirofijo y el medio centenar de seguidores. Con el tiempo las FARC dejaron de defenderse -crucificando justos reclamos sociales- para internarse en la escuela del terrorismo, el narcotráfico, el secuestro y la extorsión. Si eso no es terrorismo, ¿qué es? Hay quienes trafican con las palabras para intentar salirse con la suya. En sus 44 años las FARC han engendrado terror al colombiano con violencia indiscriminada. ¿Cómo catalogar el reclutamiento y utilización de menores como escudo ante los contraataques del ejército y la policía? (Datos de Unicef hasta 2004 hablan de 14 mil niños involucrados con los terroristas) ¿Será verdad que las FARC son guerrilleros? ¿Será cierta la creencia de Goebbels de que “una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en verdad”? No, pero muchos la creen. A lo largo de su existencia se ha reiterado que las FARC son una guerrilla. Bastantes lo han creído. Insisto, los guerrilleros presionan al Estado buscando reivindicaciones sociales. La guerrilla es una “partida de paisanos, por lo común no muy numerosa, que al mando de un jefe particular y con poca o ninguna dependencia de los del Ejército, acosa y molesta al enemigo”, sostiene el DRAE.
Las FARC: ¿Guerrilla o
narcoterrorismo? (II)
En Colombia, vimos, los grupos de “paisanos” dejaron de presionar al
Frente Nacional para infundir terror al pueblo, introducir drogas en el territorio de sus “enemigos” externos (Estados Unidos a la cabeza), secuestrar políticos y soldados y tomar el poder a como de lugar. Pasaron de la guerrilla al narcoterrorismo antes de la popularidad del vocablo terrorismo en 2001. Si las FARC son guerrilleros, ETA y los extremistas religiosos que derribaron las Torres Gemelas estadounidenses en 2001 son adolescentes con hondas que solo aspiran la independencia de su país y quisieron tomar venganza del imperio yanqui. El método del narcoterrorismo comúnmente es atacar un poblado; matar niños, mujeres y ancianos; asesinar o secuestrar políticos, policías y soldados; explosionar petardos; sembrar minas antipersonas; provocar el desplazamiento de indígenas y campesinos (van unos 4 millones) y poner pies en polvorosa montaña adentro y la selva frente al ejército y la policía. ¿Es ese el Ejército del Pueblo (FARC-EP) como se hace llamar? No son más que bandoleros y narcoterroristas. La mayor parte de los que gustan catalogar de guerrilleros a los narcoterroristas arrastran mohosas ideas de la izquierda radical. (Nostalgia por el comunismo lo llamó Uribe en Dominicana) Son amigos de los terroristas e inventan “entrevistas”, “congresos” e investigaciones “académicas” con el objeto de conocer a sus héroes de papelillo. No quieren entender que el marxismo-leninismo colapsó y el comunismo nunca existió, quedando solo en el papel y en la mente “revolucionaria” de algunos. Anterior a Utopía de Tomás Moro y a los sueños del bien común de Marx, Engels et al, la Iglesia primitiva practicó tal estilo de vida, pero duró poco no porque tener todas las cosas en común sea mala idea, sino por la egoísta naturaleza humana, incluida la del proletariado. Sabemos que hay crédulos e incrédulos cuando les conviene o no creer. Los relativistas, por ejemplo, niegan que haya verdades absolutas, porque “todo depende del cristal con que se mire”. Pero, al tratarse de Colombia y otros controvertidos temas hablan y escriben radical y dogmáticamente. ¿En qué quedamos? ¿Hay verdades absolutas o todo es relativo? Si la verdad absoluta no existe, entonces hasta la creencia de que todo es relativo no debe tomarse en serio, pues todo es relativo. Asimismo, algo tiene que ser absoluto antes de poder ver que todo lo demás es relativo. He ahí la contradicción y autoderrotismo del relativismo.
Las FARC: ¿Guerrilla o
narcoterrorismo? (III) No considero que la verdad ha sido dada de baja en Colombia, pues aun cuando el Gobierno oculte información para evitar que los medios en su afán de informar “primero” entorpezcan investigaciones y operativos militares, y decenas de periodistas hayan sido asesinados y amenazados, aún valerosos colegas cubren el conflicto armado. Quien crea que Colombia está en guerra debería viajar al país y convivir con el pueblo colombiano para percatarse de su abultada imaginación. Si Colombia estuviese en guerra, fuese imposible el Festival Iberoamericano de Teatro, la Feria del Libro, la Feria de las Flores, la Feria del Café, el Torneo Colombiano de Fútbol, el Festival Vallenato y otros eventos y fiestas regionales realizados durante el año en el país. Admito que hay lugares donde el ejército, la policía y terroristas están en combate casi constante. Pero aseverar que los 44 millones de colombianos viven en guerra es poner más levadura de la necesaria. Colombia tampoco es un virus porque entre sus productos de exportación no están ni el terrorismo ni la droga. Las células cancerígenas son reproducidas por narcoterroristas para sufragar los costos de su lucha fratricida. Y por gentes con ansias de dinero exprés. Supongamos que en todo el mundo hay unos 60 millones de colombianos. Y que los ilegales son 200 mil. Los decentes y trabajadores serían 59 millones 800 mil. Pero esos 200 mil hacen más bulla y se notan más. Que unos 26 mil narcoterroristas tiren la piedra a 44 millones y escondan la mano no es una guerra; es atentar contra la democracia colombiana nacida en 1958 al ser electo presidente Alberto Lleras Camargo luego del depuesto Rojas Pinilla en 1957. Para una guerra se necesitan dos bandos: uno interno y otro externo, o los dos internos. Colombia no es el caso. Lo innegable es que Colombia -igual que otras naciones con terroristas- es deudora de su ejército y policía porque sin ellos el país estaría en manos de los facinerosos de las FARC. De ahí la admiración y respeto debidos del pueblo colombiano a esos cuerpos de seguridad, con todo y que algunos de sus miembros dejen por los suelos el buen nombre de tales instituciones del Estado colombiano.