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(1431- ?)
El "Legado"
Si se cree a Villon, este poema de cuarenta octavas octosilábicas habría sido es
crito en la noche del 24 al 25 de diciembre de 1456, la misma noche donde los co
fres del Collège de Navarre fueron forzados. Se trata de una suerte de licencia
que el poeta toma antes de una ausencia bastante larga (¿su fuga fuera de París?
). Desechado por una cruel mujer, Villon lega sus bienes a sus conocidos antes d
e partir para Angers.
A su protector Guillermo, él deja su "ruido", es decir, su fama; a la mujer que
lo ha rechazado su mártir corazón, engastado como una reliquia. Luego vienen los
legados burlescos: a un rico pañero, Villon deja la cosecha de bellotas de una
plantación de sauces. "A tres pequeños niños completamente desnudos", una esplén
dida comida… pero estos pobres niños son, en realidad, usureros que, en ningún m
odo, son para compadecer.
Este texto es difícil. Él constituye una revista de personajes, clérigos del Par
lamento, eclesiásticos, "hombres de negocios", quienes son cruelmente caricaturi
zados o insidiosamente maltratados. Muchas alusiones ahora son oscuras; sin emba
rgo, se es sensible al reír del poeta, a su virtuosidad como caricaturista. Y un
o se pregunta: ¿Cuáles son las intenciones de Villon? ¿Qué significa el cortés d
isfraz de amante mártir que él toma prestado? ¿Qué sentido hace dar a la cruelda
d de los legados satíricos? Es muy probable que el Legado fue para el desesperad
o poeta, llevado al robo por su flaqueza y su miseria, un medio de saciar sus en
vidias y sus rencores, de transponer en el juego cortés convertido en irrisorio
el fracaso de una vida deseosa de felicidad y placeres. Sin embargo, la alegría
domina, como si la inspiración le llevara sobre la conmiseración, la amenaza agr
esiva en la angustia y el remordimiento.
El "Testamento"
La obra maestra de Villon retoma un esquema comparable al del Legado, pero la ac
titud del poeta ya no es la misma. No se trata más para él de despedirse después
de una pena de amor, pero si de considerar la partida definitiva, la muerte.
Villon la emprende en primer lugar contra el obispo Thibaud d' Aussigny, quien l
o ha hecho prisionero en Meung, y agradece a su liberador, Luis XI. Antes de hac
er el testamento, el poeta observa retrospectivamente su vida, maldice su miseri
a, causa de todas sus desgracias, lamenta los errores de su juventud, envidia la
suerte de los alegres compañeros de antaño que han acertado… Pero, ¿no vale más
vivir pobre que "pudrirse bajo rica tumba"? Villon desarrolla entonces el tema
de la muerte; a la terrible evocación de la agonía precede una larga serie de co
nsideraciones morales sobre las glorias del pasado (Balada de las damas de otro
tiempo), sobre las fechorías del tiempo (Los pesares de la bella armera) y las l
ecciones sacadas de sus meditaciones. Sigue la historia de los amores del poeta:
es el "amante renegado" quien "reniega del amor"; su muerte muy próxima lo auto
riza a maldecir un sentimiento que la literatura medieval veneraba. En el verso
792 comienza el verdadero "testamento". Villon renueva enriqueciéndolos los done
s burlescos y crueles del Legado. En el momento que el poeta ha ajustado cuentas
con aquellos que detesta, pide cínicamente indulto a "todas las gentes".
La construcción de este largo poema de 2.033 versos plantea numerosos problemas
[iii] . En la sucesión de octavas octosilábicas se intercalan diversas piezas lí
ricas, letrillas y, sobretodo baladas, que fueron escritas antes de 1461-1462, f
echa de composición del Testamento. Parece que el autor ha querido establecer su
propia antología poética. Uno está golpeado, en otra parte, por las contradicci
ones que aparecen en el tono del texto: a la gravedad conmovedora suceden los sa
rcasmos. ¿Hay que pensar que la primera partida (v. 1 al 792) es posterior a las
groserías rencorosas de la segunda, e imaginar un Villon envejecido y arrepenti
do, meditabundo sobre la condición humana, implorando el perdón divino? Moralmen
te satisfactoria, esta hipótesis hace poco caso de la voluntad del autor, quien
no ha renunciado a terminar su obra en un tono cínico. Puede ser que haya, más b
ien, un reconocimiento, en los aspectos contradictorios del texto, de los difere
ntes rostros de una personalidad repartida: unas veces resignada, en otras desve
rgonzada. La provocación puede ser también una forma de vergüenza y pudor.
La poesía
Villon es nuestro primer gran poeta "moderno", pero también es el último gran po
eta de la Edad Media. No se puede separar de su tiempo, si se le desea comprende
r. Marot decía ya que habría sido necesario vivir en París, conocer las relacion
es y las gentes de las cuales habla para apreciar plenamente su obra. De un modo
más general, constatamos que Villon no ha inventado ningún tema, ninguna forma:
el testamento paródico existía antes que él, y no podía, contra su época, evita
r las meditaciones acerca de la muerte que los poemas y danzas macabras multipli
caban, acerca de la ciega fortuna y la salvación de las almas. La fuerza de Vill
on es la de no haber tratado estos motivos como temas obligados, pero sí como au
ténticas preocupaciones personales. El escapa a las convenciones dejándolas atrá
s, impregnándolas de vida real, pues liberándolas es que ellas experimentan prof
undamente una época, una cultura. Hecho esto, da a comprender la caducidad, el a
rtificio de algunas, entre ellas: la actitud del amante mártir, fijada por las r
eglas corteses, sienta mal al escolar ávido de placeres que no puede adoptarla s
ino para irrisión y liberación, mediante un reír que no excluye el pesar doloros
o.
Los decorados, las imágenes de Villon, juegan el mismo rol desmitificador. A la
"poética" e irreal campiña de las pastorales, él prefiere al París que evoca pin
torescamente. Sin duda, su talento como caricaturista lo empuja a acentuar la au
téntica condición del hombre a través de la complacencia, aportada por el poeta,
en describir la fealdad, la decrepitud de los cuerpos, la violencia y la bajeza
de sus apetitos carnales. Una poesía verdadera, apasionadamente vinculada a la
sensible liberación de las "bellas mentiras" de la tradición.
Pero en el verdadero núcleo poético de la obra permanece la personalidad del aut
or. Es ella la que emociona e intriga. No es que sea fácilmente comprensible; si
Villon no vacila en mostrarse, esto es, con diversos rostros, se teme, en el mo
mento donde se cree por fin descubrir al hombre, no haber bosquejado sino una má
scara. ¿Quién es Villon? ¿El amante renegado y desgraciado, o el sensual amigo d
e rameras, o el hijo cariño que compone para su madre la admirable Balada para r
ezar a Nuestra Señora, o el pecador avezado que se complace en la maldad? "Yo ll
orando", la célebre fórmula no recalca solamente la dualidad profunda de una con
ciencia, sino que ella nos invita a sobreponer los dos rostros más frecuentement
e entrevisto dentro de la obra: la cara lacrimosa del hombre caído y arrepentido
, y aquella torcida por una atroz risa, la del cínico que remata su angustia en
chirriantes provocaciones… Entonces, quizás, podemos descubrir a un Villon púdic
o, quien rechaza con una risa socarrona una piedad que teme no merecer, pero que
desesperadamente reclama.
Notas
[i] El subtítulo parodia a una balada contenida en el Testamento. Me refiero a l
a Buena lección a los niños perdidos (v. 1668): "(…) Buenos niños, perdéis la má
s/ bella rosa de vuestro sombrero (…)". Para entrar a dedicar esta balada escrib
e los siguientes versos (cxlv, V.1660 ) : "(…) Ítem, nada doy a los Niños Encont
rados;/ pero es necesario que yo consuele a los perdidos./ Deben ser hallados (…
)".
[ii] Ver nota ix.
[iii] A estos "numerosos problemas" que plantea el texto original, se agrega uno
del texto en español: la edición de Carlos Alvar (Madrid, Alianza, 1980) no tie
ne los 2.033 aludidos; sólo posee 2.023. Espero que el error sea de tipo escritu
ral.