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¿Quien fue Bolívar?

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, mejor conocido como
Simón Bolívar, (Caracas, 24 de julio[2] de 1783 — Santa Marta, Colombia, 17 de diciembre de
1830) fue un militar y político venezolano, una de las figuras más destacadas de la Emancipación
Americana frente al Imperio español. Contribuyó de manera decisiva a la independencia de las
actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.

Le fue concedido el título honorífico de Libertador por el Cabildo de Mérida en Venezuela que,
tras serle ratificado en Caracas, quedó asociado a su nombre. Los problemas para llevar adelante
sus planes fueron tan frecuentes que llegó a afirmar de sí mismo que era "el hombre de las
dificultades" en una carta dirigida al general Francisco de Paula Santander en 1825.

Participó en la fundación de la Gran Colombia, nación que intentó consolidar como una gran
confederación política y militar en América, de la cual fue Presidente. Bolívar es considerado por
sus acciones e ideas el "Hombre de América" y una destacada figura de la Historia Universal, ya
que dejó un legado político en diversos países latinoamericanos, algunos de los cuales le han
convertido en objeto de veneración nacionalista. Ha recibido honores en varias partes del mundo
a través de estatuas o monumentos, parques, plazas, etc.

Bolívar en Haití. Después de Jamaica, Bolívar viajo a Haití con el propósito de pedir ayuda al
presidente Alejandro Petion. Allí, al reflexionar sobre la causa de su fracaso revolucionario en
Venezuela y la Nueva Granada, se dio cuenta de que los criollos habían perdido las primeras
etapas de la guerra independentista, debido a la concepción elitista que tenían de la insurrección,
al haber descartado la participación de las masas populares de dicho proceso, como los zambos,
los mestizos y los negros.

La caída temporal de la monarquía española en 1808 provoco, desde 1810, una primera
oleada revolucionaria en las colonias hispanas en América. En México, la insurrección fue de la
mano con el evangelio de los sacerdotes Hidalgo y Morelos. En América del Sur estallaron
movimientos separatistas, la mayoría de los cuales fueron dirigidos por un sector criollo de
burgueses timoratos; pero cuando llegaron Miranda y Bolívar la cosa cambio tanto en la Nueva
Granada como en Venezuela. Belgrano se destaco en el virreinato del Rio de la Plata y
O’Higgins en Chile. Pero las disensiones internas y la restauración borbónica en España frenaron
temporalmente las insurrecciones.

En 1815 y 1816 se reanudaron las rebeliones, que condujeron al triunfo de San Martin en
1817, para liberar a Chile y Perú; Bolívar tomo los tres países del norte, confederándolos en la
“Gran Colombia”; Iturbide proclamo la independencia de México en 1821. Entre 1821 y 1824,
los países de América Central crearon una Republica federal. En Brasil, Pedro heredo el trono
portugués y evito el triunfo revolucionario de manera momentánea. Las disputas internas, los
personalismos y los caudillismos en América Latina hicieron fracasar los sueños federalistas de
Bolívar (Congreso de Panamá, junio-julio de 1826); la Gran Colombia se desmembró con el
retiro de Venezuela y luego de Ecuador. En 189, las Provincias Unidas de América se
fragmentaron en cinco republicas, a las que en 1903 se sumo Panamá.

Pero no todos los frutos de la victoria fueron dulces. La independencia fue una gran fuerza
libertadora, pero la liberación podía ser usada tanto para bien como para mal. Al final, con
profundo pesimismo, Bolívar tenía sus dudas: “Me ruboriza decirlo: la independencia es el único
bien que hemos adquirido a cosa de los demás”. Las naciones no se podían edificar en el curso
de una solo generación. Era un logro suficiente ganar la libertad; destruir, aunque no crear. Pero
había nuevos factores que favorecían un más positivo concepto de nación. La guerra
revolucionaria fue una noble causa, en la que los ejércitos insurgentes combatieron en gloriosas
batallas, y el pueblo tuvo que hacer grandes sacrificios, aunque de mala gana.

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