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El escritor español Rafael Barrett llegó al Paraguay en 1903 y publicó numerosos textos y artículos en diarios de Buenos Aires, Montevideo y Asunción. admirado por J. L. Borges
El escritor español Rafael Barrett llegó al Paraguay en 1903 y publicó numerosos textos y artículos en diarios de Buenos Aires, Montevideo y Asunción. admirado por J. L. Borges
El escritor español Rafael Barrett llegó al Paraguay en 1903 y publicó numerosos textos y artículos en diarios de Buenos Aires, Montevideo y Asunción. admirado por J. L. Borges
de €L deter pomoauoays
MUJERES QUE PASAN
Arenas son mujeres todavia... La costumbre de caminar descalzas, con el
cintaro de Rebeca a la cabeza, les he dado un andar fiero y flexible que on-
dala sus cuespos jévenes, ramas.primaverales donde ticmblan los divinos feu.
tos de Jos pechos. Casi tan inteligentes como manos, los pies desnudos y hé-
biles de esas niias palpan le ticrra caliente, poniendo en ridiculo nuestros
obscenos pies civilizados, cuyos dedos cxangiies, difuntos, callosos, retorcidos,
cengomados los unos a los otros, dedos de momia, ostentan la fealdad grotesca
de fo impotente. {Tristes pezufss chatoladas! Laz mujeres del pueblo no
tienen contradieciones en su carne ni en sus almas sencillas y robustas.
Pasan con Ia suavided tenue de un suspito. Sus grandes ojos negros os
siran de par en par, céndida y atentamente. Van serias, quied graves. Vienen
del insondable pasado y estin impregnadas de verdad. Graciosas y_pasivas,
son el sexo terrible en que nacemos y nos agotamos, sagrado como Ia tierra;
son el amor a quien se inclinan nuestros labios sedientos y nuestras almas
hrastiadas.RINCON DE SELVA
Ex, cinuento inoumerable y retorcido sale de tierra en el desorden de une
decesperacién paralizada. Los troncos, sermejantes 2 grucsas rafces desnudas,
smultiplican sus miembros impacientes de asir, de enlacar, de estrangular; ta
vide e= aquf un Jaberinto inmévil y tervible; Tas lianas infinitas bajan ‘del
vasto follaje @ envolver y apretar y ahorcar Jos fustes gigantescos. Un vaho
finebre sube del suelo empapacio en savias acres, huumedades detenidas y
dredumbres devoradoras. Bajo fa biveds del ramaje sombtio se abren con:
vvidades glaciates de cueva donde el vago horror del creptisculo adivine embos-
cada a la muerte y tan sélo alguna flor del aire, suspendida en el vacto, como
tm aver mene, sence al ear con In Inoorca de so elles sontDE PASO
‘Vastones fugitivas del viaje... Debajo de fos muelles de le capital, a medio
fas hamaces prendidas a los postes oscuros, emponchados riendo, hembras
desabrochadas y morenas, chiquillos infmigebles, una multitud chillosa y
abigazzada, comiendo sandias, gozando de Ja sombea fresca, mojada; alld el
sol, baciendo brillar la arena, fos colores violentos de los cascos y de las
arboladuzas, de Ia tierra roja y del campo verde, un mosaico luminoso, api
tado, un ondear lejano de confusas banderas; aqui el agua que tiembla, tene-
bbrosa, las carcajadas, un Joo que lanza su grito de esmeralda, los bores
dormidos....
‘Ahora las tuedas del vapor baten el fo ocompasidamente, El cielo me
parece enorme recién lavado. Los fos son de un gris pizatra purisimo,
fstroso, trashicido. El pensamiento no se estrella contra las paredes del
cuario, ni contra las paredes de la calle, cubiertas de pintura sucia. Las
ideas pueden acompafiar a los ojos. El ‘alma no se sicnte prisionera de
Ja civilizacidn, Un placer vasto me invade al considerar, que Ix anche co-
sriente baja al océano con la misma soberana impesibilidad que si el
hombre no hubiera existido nunca, y que Tos bosques sgazapados 2 les
cotillas no fueton plantados por manos nuestras. La btisa scarica mi frente,
tuna brisa igual, sostenida; marchamos; oige 1a respiracién atormentads de
Jos cilindros. Bajo mis pies hay un pequefio infieeno, un grupo de condens-
dos, medio desnudos, untados de grasa y de sudor, trabajando en un am
biente que me asfixiarfa; son elles, y no la méquina, Jos que empujan sin
rocarme, Ios que me dan esta brisa deliciosa y este paisaje que desfila suave-
mente y esta sensacién de libertad. A proa, scurrucado sobre una cadena
que pinzan sus dedos de bronce, veo a uno de los esclavos. Veo su cabera
redonda, Ia Tana de su cabello africano, fos biceps que remeben en las geletas
de los reyes catélicos, [a muca cotta, pedazo de fuste, propia para el yugo.
ncanta, su mirada me descubre y una impresién de desprecio y de
slegria siniestra sube como una oleada de sangre a su rostro coriaceo.
Ta tarde, Rasgamos silenciosemente la urémula muselina liquids. El ocaso
se desmaya a lo largo de la ribera. Un mrbigud)) cuchillo con alas, hiende
horizontalmente el aite. La noche desciende del fiemamento, hasta tocar la
noche que sube desde el fondo de fa tierra. Las estrellas despiertan una a
‘una; sus imagenes palpitan bajo la onda como. pélidas llamas. La masa del
rantorral americano pone en el espejo estremecido una negruta tétrice. Aguas
negras, de un negro reluciente y aceitoso, de un negro liigubre y céncavo,
& cuya margen misteriosa Hega ia ondulacién de nuestra estela, arraneindole
lun reflejo metilico negro suntuoso y faridico; aguas negras, encubridoras de
setpicntes, de ahogados con una piedta al cuello. Y esa negrura me penctra,
me insinda su frialdad de ultratumba. Y he aguf gue In muerte me toca otra
vez. el horabro con el dedo, y me mutmura at oido sus palabras familiares y
horribles. Un suspito de espectro mueve vagamente la atmdsfera, y me
parece que la naturaleza entera sofre Ia angustia de una pesadilla sin nombre.
He estado a punto de cazat un tigre. Se me pongn los pelos de punta at
recordarlo, Eramos cinco hombres, armados hasta los dientes. Me parecfan
pocas las nueve balas de mi winchester. Al caer de la tarde Hegamos a tos
dominios de Ja fiera: Ja curva y baja orilla del Manduvicd; una playa de
blanca y epretada arena, donde fos cascos de tos caballos se hondien. sin
tuido; a cien metros, el monte inextricable, una cepa de maleza y de arbo-
tes chatos, cuyas raices Gesmudasy pulidas por las crecientes se retoreian
entrelazindose como los huesos de_un desenterrado ciército y le sombra
sigilosa, helada de aquellos escondriios inexplorables se destacaba sobre ta
patider del suelo que pistbamos lentamente, Una soledad, un silencio fine
bres. Ni un mumbar de insecto, ni un prito de ave. Marchébamos con los
ojes en tierra, escudrifiando rastros posibles. De pronto F. se detiene, y nos
muestra huellas recientes, profundss, que se me antojaron enormes; allt esti
ban las garras del animal, tas ufiss clevadas en abanico; un estremecimiento
nos sacude, callamos, y al fin L. exclama:
——iSi son los perros!
Efectivamente, etan los pasos de nuestros pezros. Suspiramos alegremente,
y_seguimos adelante. Nos metemos entre los macizos, radeamos el matorral.
Nada. Un ped se deja it abajo, y nos hace sefia. Alto. El corazén se nos
sale por la boca. El pedn scecha, arma su escopeta, se azacha, se desliza
semejante a un gato montés. No respiramos, ef dedo’en el gatillo, El hom
bre de Ja natoraleza ve fo que no vemos y oye lo que no ofmos; avanza;
elibignd (oe roman). Ave scotia, especie de somorgsio, Phalacrocoree alvaceur
12sélo él adivina les pupilas fosforescentes del felino; silo él sabe. gPero que?
EL hombre de la naturaleza vuelve a su montado, pronunciande palabras
que no comprendo.
—2Qué hay?— pregunto a 1.
—Poca cose, Un pato que ese zonzo queria acettar.
EL retorno, Un celaje imaginado por las hadas. Le noche magnifica, do-
rando el borde de su manto en la lama moribunda del sol. El beiado sin fin
De lejos en lejos las palmas suben derechas y cilfndricas, abriendo en el aire
sus manos inméviles. Los juncos lividos, fermen un mar inmenso eo que nos
sumergimos hasta Ja cintura; los caballos desapatecen casi; golpean con sus
pastas el fondo invisible, encharcado por las recientes Jluvias; no se creexia
que caminan, sino que aadan y que debajo de nosotros yace el abismo ame
nazador. No bay luna. Los astros altisimos encienden sus mil luces hémedas,
yen torno nuestro encienden las suyas los insectos enamorados. Una. gran
‘vor incansable, una gran plegaria, un gran lamento vago asciende al cielo,
todas las voces y gemids y susurros de fa vida; el sopo Tanza su silbido mis-
rerioso, su aviso que no entiendo, que quizd me llama a Ja tiniebla donde se
engendra fo horrible. Fl silbido se va quedando ateis, y de repente suena a
mi lado. El mundo se liquida, todos los contornos se funden. No distingo
ya a mis compatieros. Estoy completamente solo en el infinito; me siento
absorbido por las fuerzas y os instintos de Ia reclidad impenetrable. Deseo
reclinarme en el suave mar de los juneos, tocar ef fresco lodo donde los
sapos silban y dormir, como un centauro agobiedo de fatige, el mis largo
¢ inerte de los sueds,
[ar Sucesos, 13 de Enero de 19071
El sol. Fl aize arde como una llama invisible. Entre ta tierra calcinsda y las
zarzas secas, sedientas, hierven los insectos. Todo esté blanco, de un blanco
implacable de metal en fundicién. La temperatura, de puro excesiva, apenas
se siente. Un atutdimiento, una impresién de que pesamos cl doble, de que
ros hundimos en una hoguera que no nos consume porque o somos quizis
mas que cenizas, Tmpsible pensar. Caminamos empujacos por el impalpa
ble aliento del horo. El sol: estamos deniro del sol
Llegamos a un ancho pozo, anegado de un liquide de color de leche
sucia, jAgual Vivimos. Al lado del pozo lava sus hatapos una vieje. Sa
rostro es negro, sus manes tambicn, Carbén, Ni nos mits; pero le gxitamos
y nos da una lata donde bebemos con Tos ojos cerrados, deliciosamente. En
tuno de los viajes, trae la lata una pil cinta verde y roja, que se retwerce
y nade y 5¢ pega al borde en anillos brillantes. Es la més ponzofiosa de Ses
sibaras, fa mds pequefia y graciosa; el Randurie, para cuya picadura no bay
remedio. Su clegante cabecha se yergue y se pettifica un momento, seme-
jante 2 un dgata esmaltada de oro. Su lengus ahorquillada, fina al igual de
iBGUARANI
Pana algunos, ef guatani es la rémota, Se le acibuye el entorpecimiento
del mecanismo intelectual y le dificultad gue parece sentit la masa en adap-
tarse a los métodos de labor europeos. El argumento cominmente presen
tado es que, correspondiendo 2 cada Jengua una mentalidad que por decirlo
asi en ella se define y retrata y siendo el guarant radicalmente distinto det
castellano y demés idiomas atios, no silo en el Kxico, lo que no seria de
tan grave importancia, sino en Ia construccidn misma de les palabras y de
Jas oraciones, ha de encontrar por esta causa, en el Paraguay, serios obs:
ticulos la obra de a civilizacién, El remedio se deduce obvio: matar el
guarani, Atacando ef habla se espera modificar la inteligencia. Enseftando una
yramética europea al pueblo se espera europetzarto.
Que ef quarant es diferente del castellano, en so esencia, no se discute. Se
trata de un lenguaje primitivo, en que las ‘indicaciones abstractas escasean,
cen que la estructura Iégica a que leran las Ienguas cultivadas no se destaca
ain. EL guaranf demuestra su condicién primordial por su confusidn, su
rigueza profusa, Ia diversidad de giros y de acepciones, el desorden compli
cado en que se aglutinan téminos nacidos casi siempre de una imitacién
ingenua de los fenémenos naturales. “Lejos de comenzar por lo simple, dice
Renan, ef espfriu fumano comienas en realidad por lo complejo y lo obs
cuto”.” Vecino a le misteriose inexteicabilidad de lz naturaleza, el guar
varia de on hogar a otto, formando dialectos dentro de un dialecto que =
sa vez 8 uno de los intumerables del centro de Sud Amética. Nada sin
dada mds opuesto al castellano, hijo adulto y completo del universal latin
Todo esto cs un hecho, mas no un argumesto, En Evropa misma vemos
gue no son los distritos bilingdes los mis atrasados. Y no se crea que la
segunda habla, la popofer y familiar, en tales distritos usads, es siempre una
vatiante de la otra, de la nacional y oficial. Vizcaya, regién en que se practica
18un idioma tan alejada del espafiol como ef guarsni, es una provincie prosper
y feliz. Algo parecido ocurre en los Pirineos franceses, en la Bretafta, en las
regiones celtas de Inglaterra. Y si consideramos las comarcas en que es de
uso corriente un dialecto de fa lengua nacional aueva, sacamos una ensefian-
za, Ja de Ia tenacidad con que el lenguaje, por fécil que pareaca su absorcién
‘en el seno de otro Lenguaje més poderoso y prdximo, perdura ante las in-
fluencias exteriores. Catalufia es ua buen ejemplo de To apuntado, y ast mis-
mo Proveaza, cuys Inminosa lengua ha sido regenerada y como replantada
por el gran Mistral,
La historia nos revela que lo bilinglie no es una excepcidn, sino lo ordi
ratio, Suele haber un idioma valgar, matizado, irregular, ptopio a las ex
ansiones sentimentales del pueblo 'y otro razonado, depurado, artifical,
propio a las manifestaciones diplométicas, cientficas y literarias. Dos len
fas, emparentadas o no; vna plebeya, otra sabia; una particular, otra exten-
sa; una desordenada y libre, otra ordenada y retdrica. Casi no hubo siglo ni
pais en que esto no se vetificara,
Pobre idea se tiene del cerebro humano si se asegura que son para él
incompatibles dos lenguajes. Contrariamente a lo que los enemigos del gua-
rani suponen, jurgo que el manejo simulténeo de ambos idiomas robustecerd
y flexibilizard el entendimiento. Se toman por opuestas cosas que quiza se
‘compleren. Que el castellano se aplique mejor a las relaciones de la cultura
moderna, cuyo caricter ¢5 impersonal, general, dialéctico equidn lo dude?
Pero ano se apliceré mejor el guurani a las relaciones individuales estéticas,
religiosas, de esta raza y de esta tierra? Sin duda también. Los enamorados,
los nifios que por vez primera balbuccan a sus madres, seguirén empleando
el guarani y hanin perfectamente-
Se invoca Ta economia, [a divisién del trabajo. Pues bien, en virmd de
cllas se conservaré al guarani y se adoptard ef castellano, cada cuel para Jo
que es titi. Las necesidades mismss, el deseo y el provecha mayor @ menot
de la vida contemporinea rogolarén Ia forura ley de transformacién y redis-
tribucién del guarané, En cuanto a dicigit ese proceso por medio del
Dierio Oficial, isin es de politicos que jamis se han ocupado de filologta
Tan hacedero es alterar una lengua por decreto como ensancher el éngulo
facial de los habitantes.
URejo y Aad, 3 de Noviembre de 1907)
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