NOTA
Agotadas dos ediciones, la primera ar-
gentina, la segunda chilena, sale a luz
ésta que quizd tenga menos defectos y
errores que las anteriores.
Como siempre, su publicacidn no tie-
ne otro objeto que despertar la concien-
cia adormilada de la gran mayoria de
argentinos, desconocedores de los peli-
gros que los acechan.
Quiera el buen Dios que estas paginas
tengan la difusién y comprensién que
su valer merece.
Ex Eprror.“....Los judios repiten ahora lo que hicieron los cris-
tianos en su tiempo. Ellos también tienen su simbolo,
el simbolo del rey Salomén, y ellos estén convencidos
que sus suefios mesidnicos se realizardn...”
ALBERTO GERCHUNOFF.
(Del “Jiidische Wochenschau”, 2/4/46.)
Desde hace muchos afios, formamos un circulo de cuatro ami-
gos que, de tiempo en tiempo, nos reuniamos para pasar algunas
horas de animada platica. El mas locuaz de nosotros era nuestro
querido Marcelo, de profesién ingeniero, el que se dedicaba, por
aficién, fuera de sus tareas profesionales, al estudio de cosas mul-
tiples e interesantes y nos procuraba, gracias a sus disertaciones
ocasionales, muchas horas instructivas y simulténeamente muy
agradables. Raul, nuestro doctor en medicina, corpulento y de
cardcter tranquilo y bonachén, solia contemplar todas las cosas
de este mundo mis bien bajo el punto de vista del sabio y se in-
clinaba por eso a un modo de ver las cosas con mas tranquilidad.
Luego estaba nuestro amigo Mauricio, de profesién comer-
ciante, que siempre sabia algunas novedades y tenia el don de
entretener con sus charlas sensacionalistas.
Y ahora mi modesta persona: me Iamo Roberto; soy gerente
de una casa bancaria. Mi vida diaria transcurre en cierta mono-
tonia profesional, de modo que esperaba ansioso nuestras reunio-
nes para participar del animado cambio de opiniones.
Claro es que no nos limitabamos a conferencias de orden
cientifico, pues soliamos discutir también, los acontecimientos
del dia y otras cosas interesantes para el saber universal. Nues-
tras reuniones fueron siempre tan amenas como entretenidas. Y
asi se aproximéd el afio 1939, y con él, también, la guerra.
Es muy natural que nuestro interés fijése, también, en los acon-
tecimientos bélicos y asi nos vimos pronto arrastrados al torbellino
de los sucesos. Como argentinos, nos esforzdbamos por contemplar
3todos los sucesos con apacible tranquilidad y de acuerdo a Ja neu-
tralidad de nuestro pais.
Muchas veces discutiamos los sucesos bélicos y admirabamos,
por un lado, la valentia que ambos bandos mostraron al comba-
tirse; pero por el otro nos preguntdbamos, también, para qué y
para quién se derramaba tanta sangre. Entendiamos claramente
que los aliados luchaban para salvar la democracia mundial ante
Ja agresién, como decian, de los nazi-fascistas y los imperialistas
nipones, mientras que los alemanes, italianos y japoneses afirma-
ban luchar contra los aliados para librar al mundo, segin ellos,
de Ja falsa democracia y del comunismo y para asegurar su propia
vida nacional. Observabamos todo eso con creciente horror, ya
que vimos que ninguno de los dos bandos queria ceder o conci-
liarse con su adversario. Comprendiamos perfectamente que aqui
se preparaba algo decisivo que importaba a todas las naciones del
mundo y también a la nuestra. Siempre habiamos alimentado la
esperanza que nuestro pais conservaria su neutralidad hasta el fin
de Ja guerra, como lo habia hecho en la de 1914/18; pero vimos
con gran decepcién que nuestro pais, finalmente, se incliné hacia
el lado de los aliados declarando, en el ultimo momento, la guerra
al Japon y a su aliada: Alemania. Llegé el fin de la guerra con la
derrota de Alemania y de sus aliados europeos. Como argentinos
no experimentabamos ninguna sensacién de victoria verdadera; al
contrario, sentimos lAstima por los alemanes, los que habian lu-
chado con una bravura increible por su causa, y que sélo sucum-
bian ante una superioridad numérica y material tan abrumadora,
que nadie en el mundo habria podido resistir.
El unico de nosotros, que mostré, casi de repente, un entu-
siasmo desbordante por la victoria de los aliados era nuestro Mau-
ricio, quien un dia legé a exclamar: “jAl fin, nosotros los judios
somos los que hemos ganado la guerra y nuestra victoria es tan
decisiva que nos Ievara al dominio absoluto sobre todos los pue-
blos de esta tierra!
Quedamos perplejos, después de escuchar esas palabras de boca
de Mauricio quien, hasta entonces, habia demostrado ser bastante
razonable y que, a pesar de ser israelita, por ascendencia, nos ha-
bia dado a entender, en una ocasién, que él era disidente. Nos
despedimos, en aquella noche, con cierto disgusto y, al dia si-
4guiente me Hamaron Marcelo y Raul por teléfono, rogindome
procurar una entrevista inmediata entre nosotros tres. Nos en-
contramos la misma noche, hablamos nuevamente sobre todos los
detalles del dia anterior y resolvimos, de comun acuerdo, mandar
una carta a Mauricio pidiéndole una explicacién acerca de su
modo de expresarse, que nos habia dejado intrigados.
Transcurrieron tres semanas; y hoy, recibi una carta de Mau-
ricio cuya contenido me obligé a rogar a Marcelo y a Ratil que
vinieran cuanto antes a mi casa. Nos reunimos y yo les di lectura
de la carta de Mauricio, cuyo texto es el siguiente:
B...., de julio de 1945.
Amigos mios: :
He recibido su carta de fecha ... y veo que mis palabras han
disgustado un tanto a ustedes. Sin embargo les repito que es
verdad: en esta guerra hemos triunfado nosotros, los judios, y tan
sdlo nosotros. Mas atin, hemos conseguido, por fin, realizar nues-
tro imperio mesidnico, el suefio dorado de cuanto judio hay sobre
esta tierra. Y tal es asi que, hoy por hoy, podemos decirlo tran-
quila y abiertamente; pues ya no hay poder en el mundo, capaz
de arrebatarnos nuestra victoria realmente totalitaria. Los pue-
blos, por mds que quisieran, ya no podran oponerse a nuestro
dominio absoluto y universal que, pronto, con la caida del Japén,
ha de alcanzar su ultimo eslabén.
Es por eso que voy a decir tranquilamente lo que, en otros
tiempos, no me habria sido posible manifestarles:
Ustedes recuerdan todavia ese “panfleto” titulado: “Los Pro-
tocolos de los Sabios de Sién”, de que tanto se hablé en todo el
mundo y también en nuestro circulo. Estébamos, en aquel en-
tonces, concordes en rechazarlo por ser apécrifo y utépico; una
atrocidad que nos atribuian nuestros adversarios, en especial los
nazis, para suscitar odios contra los judios.
Todos estuvimos concordes en rechazar ese documento —todos
menos yo (slo en mi corazon, naturalmente) —; pues sabia per-
fectamente bien, como lo sabe cada judio, que “Los Protocolos de
1 Nora: Hemos subrayado las frases mds importantes de la carta, pero
sin modificar el texto.los Sabios de Sién” son efectivamente nuestra Carta Magna. Y
tal es asi que casi todo cuanto contienen ya no es una utopia,
como parecia, cuando a fines del siglo pasado fueron descubier-
tos; sino que se ha convertido en una realidad que lena nuestro
coraz6n con una alegria que sdlo puede ser comprendida por el
alma de un judio, quien siente lo que significa el haber subido
del estado mds abyecto y mas despreciado —pues fuimos odiados
y despreciados por todo el mundo— a la cumbre del poder y de
la gloria después de una lucha titdnica, se puede decir, de dos
mil afios. La alegria que nos embarga en estos momentos de cul-
minacién es sencillamente indescriptible y no sdlo por lo que he-
mos conseguido, sino también, y quizds mds atin, por lo que hemos
de conseguir todavia como fruto maduro de nuestra victoria.
He dicho: “Nuestra Victoria”. Pues asi es. {No se asombren!
Por cierto, no ha habido ningin ejército de judios de consi-
deracién. Me rio solo al pensar en un ejército de judios. Con-
fieso que no somos tan valientes, ni nos gusta derramar nuestra
preciosa sangre ni aun por nuestros propios intereses. Pues, no
hay que olvidar que somos un pueblo tan sdlo de unos 50 millo-
nes (para despistar a los pueblos, hablamos oficialmente de so-
lamente unos 16 millones) de modo que no habriamos podido
alcanzar la meta final que nos ha impuesto la Biblia —por ser
nosotros el pueblo elegido por Dios, llamado para dominar a toda
la tierra y para “devorar a todos los pueblos del mundo” (5. Mois,
7-16) — st hubiéramos luchado con armas en los distintos campos
de batalla. Ademas gestamos nosotros en la necesidad de ir a los
campos de batalla, cuando hay otros pueblos que se prestan para
ello, pueblos mucho mds numerosos que el nuestro y para los
cuales la sangria de unos 20 6 30 millones no significa nada y ni
hace peligrar su existencia?
Hemos mandado entonces a estos pueblos para luchar por
nuestros intereses y jqué déciles han sido! jqué bien han lucha-
do! jcudnta sangre han derramado para llevarnos a la victoria!
Quizds creen ustedes que exagero, pero ya verdn que digo la
pura verdad.
Desde hace unos cincuenta afos atrds, inicidbamos el ataque
final que deberia llevarnos a la realizacién de la arriba mencio-
nada promesa de nuestro Dios, escrita en la Biblia, la que ustedes
6aman “Sagrada Escritura”, y de acuerdo al plan trazado por “Los
Protocolos de los Sabios de Sidn”.
En aquel entonces, nos apoderamos, ante todo, de los érganos
de publicidad: diarios y luego de la radio y del cine. Mediante
nuestro dinero fué cosa facil para nosotros, adquirir en estos tres
factores decisivos, una posicién dominante, de tal manera que
pronto podiamos dirigir, segun nuestras intenciones y deseos, a
esos érganos de publicidad. Inventamos la asi llamada “opinién
publica”, Ja que formabamos nosotros en nuestras “fabricas” de
articulos redactados a este propésito, para los diferentes diarios,
revistas, etc., influenciados por nosotros, y asi imponiamos a la
masa popular nuestra “opinién publica”, sabiendo bien que esa
masa s6lo piensa lo que se le da a pensar.
Nos apoderamos de las transmisoras radiotelefénicas, construi-
‘os “estudios cinematograficos” del estilo, por ejemplo, de Holly-
wood y otros, instituciones que nos aseguraban nuestra influencia
decisiva sobre una gran parte de la vida de los pueblos.
Ademds, conseguimos introduciy nuestra gente en todas las
reparticiones importantes de los diferentes Estados. {No hicimos
estudiar a nuestros hijos ¢ hijas en colegios y universidades para
facilitarles' después la posibilidad de ser maestros, maestras, direc-
tores y directoras de escuelas y profesores de las universidades?.
iY cudntos judios no han sido hasta ministros y presidentes! Acuér-
dense: en Francia: Leén Blum; en Inglaterra: Hoare Belisha; en
Estados Unidos: Morgenthau y muchos otros mas, todos ellos ju-
dios de pura cepa. Recalcamos en nuestra prensa los méritos de
esos judios y judias bien disfrazados —asi no se imaginaba la gente
que se trataba aqui de tretas bien calculadas— y, en cambio, a las
personas que no nos fueron favorables les hicimos la guerra hasta
eliminarlas.
Y, para completar atin mas nuestra influencia, no omitimos de
introducirnos en el arte, las ciencias y la vida econdmica y social
de los pueblos.
Nos apoderamos de la direccién de los teatros, de la épera, de
los salones de conciertos, determinando nosotros, desde entonces,
el género de los espectaculos, de la musica, etc., favoreciendo, natu-
ralmente, la actuacidn de artistas judios de toda indole; estableci-
mos dancings, boites, cines, etc., abrimos casas clandestinas € hici-
7mos muchas cosas por el estilo. Finalmente, propugnamos y, donde
fué posible, impusimos la mezcla de las razas para extirpar hasta
el ultimo recuerdo de orgullo nacional y de patriotismo (procu-
rando tan sdlo de conservar la pureza de nuestra raza, por ser la
elegida de Dios) .
Ustedes me preguntardn con razon: ¢Como hemos podido or-
ganizar todo esto en los distintos paises?
Quizas se vayan a reir cuando les diga que nuestros centros de
organizacién han sido, desde hace siglos —y hoy lo son mds que
nunca—, los patios de nuestras sinagogas.
Si, amigos mios, es alli donde cada sdbado reciben sus instruc-
ciones la totalidad de nuestros propagandistas y agitadores, hom-
bres y mujeres: los jefes judios de las organizaciones obreras, los
diputados judios: socialistas, comunistas 0 de cualquier otro par-
tido, los judios banqueros y directores de teatros o cines, comer-
ciantes 0 maestros y demds personalidades influyentes. Alli cam-
biamos ideas y recibimos las dérdenes, a las que acatamos como si
fueran mandamientos divinos.
Ustedes comprenderan que no puedo proporcionarles mas de-
talles al respecto, aunque en ningun caso estas “revelagiones” po-
dran ya tener publicidad alguna. Este peligro ya no existe. Ni hay
poder en el mundo capaz de destruir nuestra organizacién, por
mas que ella tenga como unico objeto el de minar los pueblos y
gobiernos cristianos, para preparar el golpe final que ha de cul-
minar con nuestro dominio universal.
{Pero volvamos al tema! Ustedes se dardn cuenta que con todos
aquellos medios nos fué muy facil penetrar en el alma de las masas
populares para dominarlas y dirigirlas a nuestra voluntad, provo-
cando en ellas hoy el amor, mafiana el odio o la envidia, obedien-
cia o rebelidn, segiin nuestra conveniencia.
Y no quiero olvidar de mencionar aqui la masoneria, aquella
magnifica sociedad secreta internacional, dirigida plenamente por -
no$otros, con su rito netamente judaico, la que impone a sus miem-
bros, por medio de un juramento perpetuo, un silencio estricto
sobre todas las cosas que ven o escuchan en ella, Pero, lo que es
mas, para ser algo en el mundo, para ocupar algiin puesto de im-
portancia, hay que ser masén y, con ello, ser adicto a nuestra causa.
jAhora bien! Una vez en nuestras manos todas esas posiciones
8decisivas para la vida de un pueblo, habiamos preparado bien el
terreno para nuestras acciones ulteriores.
Los unicos Estados que nos opusieron serios obstdculos y una
tenaz resistencia a nuestros propdsitos fueron Rusia y Alemania.
La Rusia del zar, donde reinaba un régimen de absolutismo,
ejercido por una nobleza despotica, y Alemania, donde el orgullo
racial no nos permitia seguir adelante.
Por de pronto, decidimos destruir al enemigo mis facil de ven-
cer: Alemania, organizando un ataque simultaneo por dos lados,
aprovechando los viejos rencores existentes entre Francia y Ale-
mania, y los deseos de Inglaterra para destruir a la potencia mds
fuerte del continente europeo que, en aquellos tiempos, era Ale-
mania. Utilizando esos momentos politicos y procurando, por me-
dio de Francia, que también Rusia entrara en juego para asegurar
una victoria ‘completa, hicimos estallar en 1914 la primera guerra
mundial contra Alemania y sus aliados. El resultado superd en
mucho todas nuestras esperanzas.
En efecto, en medio de la primera guerra mundial, estalld la
revolucién en Rusia que nos did no solamente la libertad tan
anhelada, sino que puso al mismo gobierno en nuestras manos.
Slo cito a Trotzky (su apellido verdadero es: Bronstein) , quien,
junto con Lenin, durante muchos afios dirigié el destino de Rusia,
convirtiendo a este pais no solamente en un Estado comunista,
sino también en un inmenso arsenal de guerra para nuestros pla-
nes futuros. Y aunque Trotzky, algunos afios después de la muerte
de Lenin, cayera como victima de la ambicién, ahi estd el propio
Stalin que lo derrotara, casado con una Kaganovich, cuyos siete
hermanos junto con el padre —todos judios de raza y convicci6n—
han repartido entre st la diveccién de todas las fuerzas vitales de
Rusia. El padre dirige la industria pesada de Rusia, uno de los
hermanos la industria de la madera —la mayor del mundo ente-
ro—, otro dirige ‘los ferrocarriles y demds vias de comunicacidn,
otro la agricultura, otro la ganaderia, etc., etc. Y si quieren saber
mds, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Molotov, esta
también casado con una de nuestras hijas, y, sin temor a equivo-
carme, puedo asegurar que el 90 % de todos los puestos publicos
de importancia en Rusia estdn en manos nuestras. Y si en algunos
puestos de mds relieve hay rusos “legitimos” es sdlo para despistar,
9pues no nos gusta mostrar la cara. Pero todos estos rusos “‘legiti-
mos” son simples titeres que entronizamos, movemos y destrona-
mos a gusto y paladar nuestro, procurando siempre que se realice
nuestro suefio dorado del imperio mundial de acuerdo a las nor-
mas consignadas en “Los Protocolos de los Sabios de Sién”.
Fué asi que en Rusia, ademds de preparar el terreno industrial
y militarmente, hemos tomado en cuenta también el factor humano,
tan decisivo para la realizacién de nuestros planes. Pues las armas
que prepardbamos necesitaban gente y mas gente, millones y mas
millones, y asi introdujimos en este pais desde el afio 1920, mds 0
menos, el asi llamado “amor libre’, vale decir: “el amor obliga-
torio”. En efecto, desde entonces hemos obligado a cuantas muje-
res rusas habia de los 15 afios en adelante, a parir cada afio, para
tener asi las masas suficientes de hombres en el momento decisivo.
Acuérdense de las pocas protestas que se levantaron en algunos
diarios tildando ese procedimiento como atentado contra la civi-
lizacién cristiana. En 48 horas hicimos callar a todos esos diarios.
Tal vez la lectura de estas lineas provoque en ustedes un esca-
lofrio, ya que tal forma de producir hombres constituye la destruc-
cién de la familia, md4xime cuando, como en nuestro caso, los nifios
—varones y muchachas— fueron arrebatados a la madre a los dos
aiios de edad para ser educados, exclusivamente, por cuenta y de
acuerdo a las intenciones del Estado. Repito, fué ésa la unica for-
ma, para asegurar nuestro triunfo final. Y si en la actual guerra
han perecido unos 30 millones de rusos, no se ha sentido, sin em-
bargo, merma alguna en el factor humano para los planes de gue-
rra que se han desarrollado y que aun estan por desarrollarse.
Al mismo tiempo empez6 a surgir la industria metalurgica de
Rusia. Si el mundo conociera la inmensa industria bélica que se
ha levantado en el interior de Rusia, inaccesible a todo ataque y
dirigida por ingenieros extranjeros, sobre todo norteamericanos,
comprenderia quizds las palabras pronunciadas por el general Zhu-
koff, hace poco, en Berlin, quien dijo: “El ejército ruso es el mas
formidable del mundo”, y no ha de tardar el dia en que desde
Mosct, (quizds con una sucursal en New York), el mundo entero
esté definitivamente bajo nuestro mando, el mando ejercido por
unos 50 millones de judios.
Naturalmente, fué necesario guardar sobre todo eso el secreto |
10mds absoluto. De ahi el hermetismo con que hemos rodeado todo
cuanto sucedia en Rusia, y el silencio absoluto de los ingenieros
extranjeros que sabiamos imponerles. Y la hicimos tan bien que
nunca salié ningun dato cierto mas alla de la frontera. Hasta el
propio Hitler tuvo que confesar que él y sus secuaces se habian
equivocado por completo con respecto al poderio ruso. En este
silencio nos apoyaron todos los diarios del mundo, ya que estaban
en nuestras manos, de modo que no voy a dejar de tributarles
nuestro agradecimiento por su magnifica conducta.
Nada se sabia tampoco de cierto sobre el inmenso aumento de
Ja poblacién rusa que, precisamente a partir de los afios 1940 a
1942 empez6 a dar el resultado deseado. No necesito agregar que
la educacién de los nifios por el Estado tuvo un resultado déptimo,
pues Rusia tiene, hoy por hoy, una juventud tan numerosa como
fuerte y fandtica, dispuesta en cada momento a morir por los idea-
les del asi llamado “bolchevismo”, ideales que —en realidad-
representan en el fondo ni mds ni menos que nuestro anhelo hacia
la dominacién mundial. ;Qué nos importa sacrificar de estas rudas
bestias unos treinta o mds millones, para llegar a nuestra meta!
En esta guerra hemos mandado primero la generacién antigua al
patibulo y nos ha causado mucha satisfaccién cuando los alemanes
creian que con ello habian destruido al ejército ruso. Estabamas
contentos vernos libres de una masa de gente empedernida en sus
antiguas creencias. El nuevo ejército verdadero de Rusia empezd
a entrar en accién recién en Stalingrado. Y este nuevo ejército
esta completamente intacto, a pesar de todas las pérdidas. En el
fondo, no nos interesa a quién mandamos a la lucha y al campo
de batalla por la realizacién de nuestros fines: hemos mandado no
solamente a Rusia, sino también al Imperio Britdnico y a los mis-
mos Estados Unidos, quienes también sacrificaron otros tantos
millones de vidas para cimentar —no como ellos creian— su propio
poderio, sino el nuestro.
Y que de ello, poco a poco, van dandose cuenta, lo pueden ver
ustedes en el siguiente articulo del diario “Buenos Aires Herald”,
de fecha 30-VI-45, que he leido, no sin gran satisfaccién, pues lo
que el lector del diario, B. Axelson, atribuye alli a Rusia, somos
al fin y al cabo nosotros. El pregunta: “Para qué estamos luchan-
do nosotros los aliados?” y opina que Rusia se incautard de todos
lllos pequefios Estados europeos de acuerdo a un croquis publicado
en el mismo diario, y cree que Rusia, mds adelante, impondria a
esos Estados titeres, gobiernos totalmente comunistas, lo que seria
muy peligroso para lo que se Hama Europa Occidental. Sigue
preguntando: “:Contra quién construye Rusia una linea defen-
siva?” -Contra una Alemania vencida? Inglaterra prometid en
1939 “no deponer las armas hasta que todos los vecinos de Polonia
estén restaurados”. “gPor qué celebra el pueblo la «victoria», si
Grecia, Bulgaria, Yugoeslavia, Polonia, Lituania, Estonia y Finlan-
dia han sido entregadas a la Rusia comunista? gPor quién? Por
iChurchill y Roosevelt!”
Asi es. Y si alguien ha creido que se ha luchado por los ideales
de Ja democracia, estas lineas podr{an desilusionarlo. Pero su des-
ilusién sera todavia mds grande, como hemos de ver en seguida.
Tengo que volver a la primera guerra mundial. Conseguimos
nuestro triunfo en Rusia y, con la derrota de Alemania, también
nuestra victoria en este pais y en el de sus satélites. Nombres de
resonancia universal como Liebknecht, Rosa Luxemburg, Eisner,
Béla Kuhn, Scheidemann, recordaran a ustedes los dias de nuestra
primera gloria en aquellos paises: la aurora del triunfo final.
En efecto, nuestro triunfo en aquel entonces fué de corta du-
tacién. Ante todo, el pueblo aleman, reaccionario —y quizas el
unico que es tan consciente de su raza como lo es el pueblo judio—
no toleré nuestra ingerencia y, bajo la direccién de un, habil cau-
dillo, consiguié librarse una vez mds —y, lo aseguro por ultima
vez— de nuestro dominio. Por desgracia, quiso que este pueblo,
ilustrado por un sinnumero de libros y folletos, se diera cuenta de
nuestros propdsitos y empezd la lucha desesperada contra la in-
fluencia hebrea dentro del territorio alemdn. Esta fué una razon
mds para nosotros para acelerar y aumentar atin mds en Rusia los
inmensos preparativos para aplastar a ese pueblo de una vez por
todas. Pero no solamente Rusia debia contribuir a esa destruccién
definitiva del pueblo aleman. Todos los pueblos del mundo de-
bian colaborar.
Y asi empezamos en nuestra prensa mundial la guerra contra
Alemania.
Levantamos la voz de alarma contra la persecucién de religio-
nes y razas en Alemania. Dimos a entender que en Alemania se
12ensefiaba el desprecio de las razas en general, de modo que los de-
mas pueblos se sintieran ofendidos en sus sentimientos intimos y
nacionales.
Hablamos de una persecucién religiosa y llenamos diariamente
centenares de miles de periddicos con lamentos de los obispos ale-
manes, cuya influencia politica muy grande —antes del advenimien-,
to de Hitler— habia sido cortada por la Alemania nazi.
Luego hablamos de la vuelta de Alemania al paganismo, para
excitar atin mas los dnimos cristianos y estimular el odio universal
contra ese pais, preparando asi el terreno donde queriamos Ile-
var a los pueblos.
Mas que nada, empezamos a estimular el odio universal contra
los dirigentes de Alemania. Como la prensa universal esta dirigida
exclusivamente por nuestra gente, no fué cosa dificil levantar una
ola de odio, contra el nazismo y luego también contra sus secuaces
en el fascismo, como jamas se ha visto en la historia del mundo.
Y, para llevar esta guerra al terreno:politico, atribuimos a los nazis
finalidades imperialistas con miras a la dominacién mundial. Has-
ta supimos sugerir que los nazis tenian el propésito de atacar y
dominar la propia América.
A las voces de los diarios hicimos asociarse las de los caudillos
politicos y hasta eclesidsticos y, finalmente, las de los propios go-
bernantes. La “infiltraci6n nazi”, la “quinta columna” fué el
tema del dia, y el problema judio en Alemania lo habiamos con-
vertido, en poco tiempo, en una persecucién nazi universal.
Para que ustedes se den cuenta del inmenso poder de nuestra
prensa y de la incapacidad de Ios lectores para pensar, sdlo nece-
sito recordar lo ridiculo que fué, de por si, acusar a Alemania de
la aspiracién hacia la dominacién mundial.
No sélo el hecho de que Alemania no tenia ni siquiera una
modesta flota para llevar a cabo semejante empresa tan fantdstica,
sino que la flota de Inglaterra, juntamente con la francesa y la
norteamericana, habrian desbaratado fdcilmente, y.en un princi-
pio, cualquier tentativa al respecto, sin mencionar las demas difi-
cultades, como ser, no sélo el de llevar un ejército suficientemente
grande a través del océano y de desembarcarlo, sino el de aprovi-
sionarlo continuamente y de vencer a los ejércitos, digamos norte-
americanos, en su propio pais.
13Si Alemania, vencedora de Francia y de los ejércitos de Ingla-
terra, no se atrevid en 1940 tan sdlo a cruzar el canal de la Mancha,
con menos de 50 kildmetros de ancho, y atacar y ocupar a Ingla-
terra, gcémo habria podido hacer una invasidn al continente ame-
ricano, en pleno tiempo de paz, estando intactos los ejércitos y las
armadas de los tres paises citados? Sdlo una ignorancia absoluta
podia afirmarlo.
Sin embargo, en nuestra prensa lo hemos afirmado con tanta
seriedad que la humanidad, se puede decir entera, lo ha creido.
Y ahora lo mds ridiculo del caso. ¢Conocen ustedes dos paises
mas imperialistas y verdaderamente mas agresores en toda su his-
toria que Inglaterra y los Estados Unidos? ¢Necesito recordarles
que Inglaterra se ha apoderado de todos los puntos mds estraté-
gicos del mundo: Gibraltar, Suez, Aden, Ceylan, Malvinas, Azores
y centenares de puntos mds, sin mencionar los paises enteros que
tiene bajo su dominio ya desde hace siglos, como ser la India y
otros donde su dominacién equivale a detentar la soberanta, como
ser Portugal y otros que no quiero mencionar? .¥ no es la pe-
quefia Irlanda el ejemplo clasico de un pais que durante mds de
700 afios ha tenido que defenderse contra un imperialismo, un
despotismo y una agresién que claman al cielo (como lo hizo
ver De Valera en su contestacién a Churchill, ultimamente publi-
cada)?
Cuando hube terminado la lectura de esta carta, nos miramos
horrorizados, y finalmente no pude menos que exclamar: {Qué
bestialidad se revela en esta carta! De modo que teniamos un
amigo, Mauricio, nacido y educado aqui en la Argentina, argen-
tino como nosotros, pero con una mentalidad completamente
contraria a la nuestra y hasta dispuesto y deseoso de hacer su-
cumbir, también, a ésta su patria, a los “ideales” de su pueblo!
—Ahora lo comprendo todo —dijo Raul, el médico—. Nos han
hecho ver el fantasma nazi para engancharnos y quitarnos el ul-
timo resto de independencia y soberania nacional que teniamos.
—Efectivamente —dije yo—, ya no mandamos en nuestra casa.
Han venido de otra parte para decirnos lo que debemos hacer y lo
27que no debemos hacer. Y si no hacemos como ellos quieren, nos
hacen pasar por “nazis”. La prensa nos vende como si tal cosa.
Antes hizo tanto alarde para defender los intereses de la patria
contra los malos “nazis” y ahora no hay ni una sola protesta
contra la intromisién de pueblos y gobiernos ajenos en los asun-
tos mas discretos e internos de nuestra patria. Ni reflejan ni
consultan la opinion publica sino que la traicionan impunemen-
te bajo la tutela de potencias extranjeras.
Entonces fué, cuando el ingeniero Marcelo se levanté y dijo:
—Esta carta representa una impertinencia y afrenta tal que, si
todos los argentinos de verdad y todos los demas puéblos sudame-
ricanos la leyeran, se levantarian como un solo hombre contra
semejantes bestias y su asalto infame contra nuestra civilizacién,
para impedir aunque sea en el ultimo momento, que Ileguen a
realizarse los propdsitos criminales de esos truhanes, gangsters,
canallas y traficantes de blancas.
Yo hago imprimir, por mi cuenta, y a pesar de lo que diga
Mauricio, unos cuantos miles de ejemplares de esta carta, para
que Ja gente, aun sana en su modo de pensar, la lea y la difunda
y, al final de la carta, voy a pedir a toda persona pudiente que
haga reimprimir esta carta para que la lean todos y entonces
veremos, si no podemos impedir que nosotros y nuestros hijos
sucumban en una esclavitud de indecibles consecuencias.
Asi hicimos imprimir esta carta y damos entera libertad para
su reproduccién también en revistas y diarios (si fuera posible) ,
pues no hay la menor duda que, sin hacernos cargo de las im-
pertinencias contenidas en esta carta, los acontecimientos mun-
diales revelan una coincidencia tan sorprendente con lo que ma-
nifiesta la carta, que debe seriamente preocupar a todo hombre
y toda mujer consciente de su dignidad y de su deber frente al
hogar, a la patria y, ante todo, a la posteridad, para que ésta no
Negue un dia a maldecirnos por nuestra incuria.
El lector nos preguntara qué hay que hacer para afrontar
28semejante peligro y si hay atin una perspectiva para salvar la
patria y toda nuestra civilizacién.
Le contesto que por de’pronto nosotros nos hemos “higieni-
zado”, renunciando definitivamente a nuestra amistad con Mau-
ricio —asi se lo hemos hecho saber por carta— y a todo contacto
con cualquier judio.
Opinamos que si todo el mundo hiciera lo mismo y si nues-
tros gobiernos, en bien de sus pueblos hicieran lo mismo, “hi-
gienizando” ante todo todas las instituciones y reparticiones pu-
blicas y culturales, de elementos que obedecen a semejantes re-
gimenes extranjeros infernales y subversivos, acatando ademas no
las érdenes que vienen de afuera, sino los mandatos de sus pro-
pios pueblos ya que éstos y no extranjeros les confirieron su
autoridad y poder, el peligro de una esclavitud denigrante y
perpetua que amenaza a nosotros y a toda nuestra posteridad
asi como a todos los pueblos del mundo, podria conjurarse a
ultimo momento. No queremos “progroms” ni persecucién, pero
si la liberaci6n de un peligro que nos amenaza en forma tan
visible que de su realidad y magnitud ya no puede dudarse.
jPero hay que proceder! jAhora mismo!
{VIDEANT CONSULES!
Nora FINAL: No podemos menos que agregar a esta publica-
cién el texto casi olvidado de don Domingo F. Sarmiento, que
se encuentra en su libro: “Condicién del extranjero en América”
(pag. 260 a 261), Biblioteca Argentina: “...el pueblo judio, es-
parcido por toda la tierra, ejerce la usura y acumula millones,
rechazando la patria en que nace y muere por una patria ideal
que bafia escasamente el Jordan y a la que no piensan volver
jamés. Este suefio que se perpetta hace 20 6 30 siglos, pues viene
del origen de la raza, continia hasta hoy perturbando la econo-
mia de las sociedades, en que viven pero de que no forman parte;
y ahora mismo, en la barbara Rusia, como en la ilustrada Prusia,
se levanta un grito de repulsién contra este pueblo que se cree
29escogido y carece del sentimiento humano, el amor al préjimo,
el apego a la tierra, el culto al heroismo de la virtud, de los gran-
des hechos, dondequiera que se producen.”
Esto lo dijo Sarmiento, y Sarmiento fué, sin duda, un gran
demécrata. Peroé también jqué clarividencia manifiestan estas
sus palabras, que no solamente caracterizan exactamente la men-
talidad inkumana del pueblo judio, sino revelan también cla-
ramente el peligro que amenaza al mundo entero a causa de las
nefastas y subversivas actividades que desarrolla ese pueblo para
conseguir sus fines netamente perniciosos para la humanidad
entera!
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En prensa:
EL IMPERIO DE LOS ROTSCHILD. Arnold
S. Leese.
WALL STREET Y EL SIONISMO. Armstrong.
EL JUDIO. Julio Menvielle.
MORAL Y CAPITALISMO. Henry du Passa-
e, S.J.
KUFIN, LOEB & Cia. (Historia Secreta de Ja Fi-
nanza Internacional). René Sonderegger.