Lord Murchison sac de su bolsillo una cajita de tafilete con
cierre de plata y me la entreg. La abr. En el interior llevaba la fotografa de una mujer. Era baja y mas bien regordeta, y de un extrao atractivo, con sus ojos algo achinados de mirada distrada y su sonrisa cautivadora. Pareca una clairvoyante, e iba envuelta en un delantal de mdico que la volva cercana y en actitud de asistencia social perpetua. -Qu opinas de ese rostro? -inquiri-. Lo crees sincero? Lo examin detenidamente. Tuve la sensacin de que era el rostro de alguien que guardaba un secreto, aunque fuese incapaz de adivinar si era bueno o malo. Se trataba de un rostro moldeado a fuerza de misterios... una belleza psicolgica, en realidad, no plstica... y el atisbo de sonrisa que rondaba sus labios era demasiado sutil para ser realmente dulce. Durante toda aquella temporada, la vi con asiduidad, Y jams la abandon aquel aire de misterio detrs de su sonrisa. A veces se me ocurra pensar que estaba bajo el poder de algn hombre, pero pareca tan inaccesible que no poda creerlo. Era realmente difcil para m llegar a alguna conclusin, pues era como uno de esos extraos cristales que se ven en los museos, y que tan pronto son transparentes como opacos. Por lo dems, con esa dulce sonrisa era capaz de hablar como feriante, y un rato despus, capaz de hablar con acento de lite empresarial en alguna reunin de la oligarqua nacional. lady Bachelet era simplemente una mujer obsesionada con el misterio. Decidi ser presidenta simplemente por el placer de estar en las habitaciones de Palacio tapada con su velo, imaginando que era la herona de una novela. Le encantaban los roles y jugaba a intercambiarlos todo el da dejando oculto su verdadero rostro. Estuve loco por ella, a pesar de no saber quin era, pensaba yo entonces -por efecto de ello, comprendo ahora-. No; era la mujer lo que yo amaba. El misterio me molestaba, me enloqueca. Por qu me puso el azar en su camino?