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El Parlament de Catalunya, a raíz del caso Novartis, puso sobre la mesa una
propuesta que intenta superar aquella paradoja. Se trata de una idea
relativamente sencilla: un Fondo Mundial de Rescate de Patentes, que permita,
en primer lugar, liberar la patente de aquellos medicamentos ya desarrollados,
pero cuyo precio los hace inaccesibles a las poblaciones del Sur; y, en segundo
lugar, orientar la investigación hacia aquellas enfermedades que afectan a
centenares de miles de personas pobres del Sur, pero que no son rentables
comercialmente. Algo parecido al sistema de "premios" que promueven el
profesor James Love o el propio Joseph Stiglitz.
Se podría establecer algún tipo de impuesto mundial para financiar este Fondo.
¿No sería esta propuesta un buen motivo para empezar a caminar por la senda
de un sistema fiscal global? Si se ha globalizado casi todo, desde los mercados
financieros hasta el comercio, pasando por las empresas, ¿por qué no pensar en
globalizar también la financiación de los derechos sociales? La disminución de
las tensiones entre el Norte y el Sur -por no hablar de la disminución de los
resentimientos que causan luego tantas tragedias- sería sin duda significativa.
Un Fondo Mundial de Rescate de Patentes o algo similar, más allá de cual sea su
mecanismo de financiación, merece ser considerado seriamente. Se ajusta
plenamente a los Objetivos del Milenio. ¿Qué debería impedir un consenso
global entorno a una idea de este tipo? Las fuerzas y movimientos progresistas
de todo el mundo harían bien en liderarla. Los neoliberales no tienen nada que
oponer a ella. Probablemente, habría que empezar por conocer la opinión de las
propias multinacionales farmacéuticas.
Se dice que a las fuerzas progresistas del mundo -de izquierda y centro-
izquierda- la globalización las ha pillado de traspié, sin ideas que las distingan
verdaderamente de las fuerzas conservadoras. Para desmentirlo, nada mejor
que hacer propuestas audaces y ofrecerlas a propios y a extraños. Audaces no
porque sí, sino porque la globalización es, en sí misma, un proceso audaz, que
plantea retos desafiantes. La propuesta de un Fondo Mundial financiado con un
impuesto global -que garantice una financiación suficiente, previsible y estable
del mismo- puede parecernos audaz. Pero lo que hoy nos parece audaz, a
nuestros nietos, probablemente, les parecerá simplemente una obviedad.