Está en la página 1de 8
Friedrich Niewsche Sobre el porvenir de nuestras escuelas Incroduccién de Giorgio Colli Traduccién de Carlos Manzano FABULA TUSQUETS como estamos acostumbrados a serlo los vi¢jos, cosa que hoy la juventud considera anticuada. Esta vez me ha dado un plantén: es molesto. Ahora seguidme. Es hora de irnos.» En aquel instante se presenté algo nuevo. Quinta conferencia Pronunciada el 23 de marzo Si lo que os he contado, ilustres oyentes, sobre los discursos de nuestro filésofo, pronunciados en la quietud nocturna y agitados por diversas causas, lo habéis recibido con simpatia, entonces su triste decision, que hemos referido al final, debera de ha- beros impresionado como nos impresioné enton- ces a nosotros. Efectivamente, nos habia anunciado de improviso que queria marcharse: ante el planton que le habia dado su amigo, y el poco consuelo que le habia proporcionado lo que nosotros y su acom- pafiante habiamos sabido aducir en aquella sole- dad, parecia ya querer interrumpir apresuradamen- te aquella estancia inttilmente prolongada en el monte. La jornada debia de parecerle perdida, y, al apartar de si su recuerdo, indudablemente habri deseado hacer un haz con dicho recuerdo y el de habernos conocido. Asi, pues, estaba incitandonos, enfadado, a marcharnos, cuando un nuevo fend- meno lo obligé a detenerse, y, después de haberse puesto ya en marcha, tuvo que detenerla de nuevo vacilante. Un esplendor de luces variopintas y un ruido crepitante, apagado al instante, hacia la regién del Rin, atrajo nuestra atencidn; ¢ inmediatamente des- 141 pués subié hasta nosotros desde aquella distancia una lenta frase melédica, cantada al unisono y re- forzada por numerosas voces juveniles. «sa es su sefiab>, exclamé el fildsofo, «de nuevo llega mi ami- go, y no he esperado en vano. Volveremos a vernos a medianoche: écémo podemos anunciarle que atin estoy aqui? iAh!, vosotros, tiradores de pistola, imos- trad uma vez mds vuestras armas! ¢Qis el ritmo rigu- roso de esa melodia que nos saluda? Fijaos en ese ritmo y repetidlo en una serie sucesiva de dispatos.» Aquella tarea era conforme a nuestro gusto y a nuestra capacidad; cargamos con la mayor rapidez posible, y, después de habernos puesto de acuerdo brevemente, levantamos nuestras pistolas hacia la luminosa béveda estrellada, mientras aquella pene- trante progresién de sonidos, después de una corta repeticién, se extinguia en lo profundo. El prime- 10, el segundo y el tercer disparo resonaron nitida- mente en la noche. Entonces el filésofo grité «iHabéis desafinado!». Efectivamente, de repente habiamos dejado de realizar nuestra tarea ritmica: inmediatamente después del tercer disparo, habia aparecido, rapida como una flecha, una estrella fugaz, y casi sin quererlo disparamos el cuarto y el quinto disparo simultaneamente en la direccién de su caida. «» Aquella pregunta hecha casi con rabia nos in- digno. «, Mi amigo respondié pronta y rapidamente, como corresponde a su caracter, poco mas 0 menos lo siguiente: «Hasta ahora siempre habiamos creido que el tinico fin del bachillerato es el de preparar para la universidad. Sin embargo, esa preparacion debe hacernos lo suficientemente independientes, en armonia con la posicién extraordinariamente libre de un universitario. En efecto, me parece que en ningtin campo de la vida actual Je estd permiti- do al individuo disponer y decidir con respecto a tantas cosas como en el dominio de la vida estu- diantil. Debe guiarse a si mismo durante varios afios por un terreno vasto y en el que se le deja libertad completa: por eso, el bachillerato sera el que deberd intentar hacer que sea independiente» Yo continué el discurso de mi compafiero. «Mas atin: me parece», dije, «que todo lo que a usted le parece criticable en el bachillerato, con razén indu- dablemente, no es sino un instrumento necesario para producir, en una edad tan temprana, una espe- cie de autonomia, 0, por lo menos, de fe en ella. La instruccién alemana debe servir con vistas a esa autonomia: el individuo debe congratularse de sus opiniones y de sus fines, para poder caminar por si solo, sin ayuda de muletas. Por eso, muy pronto se Ie invita a ofrecer una produccién original, y, mas 147 pronto atin, un juicio y una critica precisos. Y, aun- que los estudios latinds y griegos no estén en con- diciones de provocar en el escolar entusiasmo hacia la lejana antigiiedad, aun asi, gracias al método con que se llevan a abo, se despiertan el sentido cien- tifico, el gusto por la causalidad rigurosa del conoci- miento, el deseo de encontrar y descubrir. ¥ muchos son los que, al descubrir una nueva variante textual —encontrada durante el bachillerato y captada por un olfato juvenil— quedan seducidos para siempre por los halagos de la ciencia. El estudiante de bachillerato debe aprender y recoger muchas cosas: de ese modo es posible que se despierte lentamen- te un impulso que posteriormente lo guiara a aprender y a recoger de forma semejante, y auté- noma, en la universidad. En resumen, creemos que la tendencia del bachillerato consiste en preparar y habituar al discipulo para que después pueda seguir viviendo y aprendiendo auténomamente, de igual modo que ha tenido que aprender y vivir bajo constriccién del reglamento del bachillerato.» Ante aquellas palabras el fildsofo se eché a reir, pero no con benevolencia precisamente, y replicé: «Acabais de darme una prueba perfecta de esa auto- nomia. Y es justamente esa autonomia lo que me espanta tanto y lo que hace que me resulte tan deprimente la proximidad de los estudiantes actua- les. Si, queridos amigos, vosotros ya estdis forma- dos, habéis acabado de crecer, la naturaleza ha roto ya vuestro molde,’ y vuestros maestros pueden ya deleitarse con vosotros. iQué libertad, precisi6n y falta de projuicios a la hora de juzgar! iQué otigi- 148 nalidad y agudeza a la hora de comprender! Os eri- gis en jueces, y todas las civilizaciones de todos los tiempos escapan cortiendo. E] sentido cientifico se ha inflamado y brota de vosotros como una llama: todos deben estar en guardia para no quemarse al contacto con vosotros. Si considero también a vuestros profesores, vuelvo a encontrar una vez mds la misma autonomia, con una vigorosa y arro- gante intensificacién: nunca ha habido una época tan rica en las mas hermosas autonomias, y nunca se ha odiado tan intensamente cualquier clase de esclavitud, entre ellas indudablemente también la esclavitud de la educacién y de la cultura. »No obstante, permitidme valorar esa autono- mia vuestra con el criterio de esta cultura y consi- derar yuestra universidad simplemente como insti- tucién de cultura. Cuando un extranjero quiere conocer la vida de nuestras universidades, pregun- ta ante todo con insistencia: “{De qué modo entran en relacién vuestros estudiantes con la universi- dad?”. Nosotros respondemos: “A través del oido, como oyentes”. El extranjero se asombra. *éSdlo a través del oido?”, vuelve a preguntar. “Sélo a través del cido”, volvemos a responder. El estudiante es- cucha. Cuando habla, cuando mira, cuando cami- na, cuando esté en sociedad, cuando se ocupa de te, en resumen, cuando vive, es autonome, o sea, independiente de la institucién de cultura. Con bastante frecuencia el estudiante escribe también, mientras escucha. Esos son los momentos en que esta unido al cordén umbilical de la universidad. Puede escoger lo que desea escuchar, no necesita 149 cteer en lo que escucha, puede taparse los ofdos, cuando no desea escuchar. Ese es el método “acroa- miatico” de ensefianza. »Por su parte, el profesor habla a esos estudian- tes que escuchan. Lo que piensa y hace en otros momentos esta separado por un inmenso abismo: de la percepcién del estudiante. Muchas veces el profesor lee mientras habla. En general, quiere tener el mayor ntimero posible de oyentes de esa clase; en caso de necesidad, se contenta con pocos, y casi nunca se dirige a uno solo. Una sola boca que habla y muchisimos oidos, con un nimero menor de manos que escriben: tal es el aparato aca- démico exterior, tal es la maquina cultural univer- sitaria, puesta en funcionamiento. Por lo demés, aquel a quien pertenece esa boca estd separado y es independiente de aquellos a quienes pertenecen los numerosos oidos: ¥ a esa doble autonomia se la clogia entusidsticamente como “libertad académi- ca”, Por otro lado, el profesor para aumentar toda- via mas esa libertad— puede decir pricticamente lo que quiere, y el estudiante puede escuchar précti- camente lo que quiere: slo que, detras de esos dos grupos, a respetuosa distancia y con cierta actitud anhelosa de espectador, est4 el Estado, para recor- dar de vez en cuando que él es el objetivo, el fin y la suma de ese extraiio procedimiento consistente en hablar y en escuchar. »Por eso, nosotros, a quienes debe permitirse- nos considerar ese fendmeno sorprendente sdlo como una institucién cultural, contamos al estu- dioso extranjero que todo Io que es cultura en 150 nuestras universidades pasa de la boca al ofdo y que cualquier educacién para la cultura es, como hemos dicho, exclusivamente “acroamatica”. Pero, como incluso el hecho de escuchar y la eleccién de Jo que se debe escuchar se dejan a la decisién autd- noma del estudiante académicamente carente de prejuicios y come, por otro lado, puede negar la autenticidad y la autoridad de todo lo que escucha, en ese caso toda la educacin para la cultura com- pete, en sentido estricto, a él solo, y entonces la autonomia buscada a través del bachillerato se reve- la, con el maximo orgullo, como “autoeducacion académica para la cultura’, y se adomna con sus plu- mas més brillantes. rifipoca feliz, en que los jvenes son lo bastan- te sagaces y cultos como para poder guiarse a si mismos! ilnsuperables institutos de bachillerato, que consiguen implantar la autonomia, mientras que otras épocas creian deber implantar y tar la dependencia, la disciplina, la sumision, la obediencia, y deber rechazar cualquier clase de pre- suncién de autonomia! ¢Veis ahora claro, queridos amigos, por qué, desde el punto de vista de la cul- ‘tura, me gusta a mi considerar la universidad actual como una continuacion de la tendencia del bachi- Tlerato? La cultura conseguida a través del bachille- rato se presenta como un todo completo, y con pretensiones de libertad de opcidn, a las puertas de Ja universidad: exige, dicta leyes, juzga. Asi, pues, no os engafiéis con respecto al estudiante culto: éste, precisamente porque cree haber recibido la consagracion de la cultura, sigue siendo todavia el 151 bachiller formado por las manos de sus profesores. En cuanto tal, después de haber acabado el bachi- llerato y de haber entrado en el aislamiento acadé- mico, queda privado completamente de cualquier formacién y gurfa ulterior, para vivir de ese modo con sus propias fuerzas exclusivamente y ser libre. »iLibre! Examinad esa libertad, vosotros, cono- cedores de los hombres. Por estar construida sobre la base arcillosa de la cultura de bachillerato actual es decir, sobre sus cimientos disgregados, su edifi- cio se alza inclinado e inseguro frente al soplo de vientos turbulentos. Mirad al estudiante libre, al heraldo de la cultura autonoma, adivinad sus ins- tintos, interpretadlo en funcién de sus necesidades. Decidme qué pensais de su formacién, cuando la hayais valorado en relacién con una triple es gtaduada, juzgindola ante todo con relacion a su necesidad de filosofia, en segundo lugar con rela- cién a su instinto para el arte, y, por ultimo, con relaci6n a la antigiiedad griega y romana, que es el imperativo categorico concreto de cualquier cultura. »>EI hombre se ve tan asediado por los proble- mas mis serios y mas dificiles, que, si se le guia correctamente hasta ellos, caerd pronto en ese asombro filosdfico duradero que es en Io Gnico en que, como sobre una base fecunda, puede funda- mentarse y acrecentarse una cultura mas profunda y més noble. Sus propias experiencias lo conducen con la mayor frecuencia a esos problemas, y sobre todo en el tumultuoso periodo de la juyentud casi to- dos los acontecimientos personales se reflejan con doble luz, como ejemplificaciones de una realidad i cotidiana y, al mismo tiempo, come ¢jemplificacio- nes de un problema eterno, sorprendente y digno de explicacion. En esa edad, que ve sus experien- cias envueltas, por decirlo asi, en un arco iris meta- fisico, el hombre siente la necesidad suprema de una mano que lo gufe, ya que se ha convencido repentina y casi instintivamente de la ambigiiedad de la existencia y ha perdido el terreno solido de las opiniones tradicionales sostenidas hasta entonces. »Como es facil de comprender, ese estado natu- ral de extrema indigencia, est considerado como el peor enemigo de la tan deseada autonomia a que debe ser guiado el joven culto de la época presente. Por eso, todos los partidarios de la “época actual” —refugiados en la “evidencia”— se esfuerzan activa- mente por reprimir y paralizar ese estado natural, por desviarlo 0 sofocarlo: y el medio preferido consiste en paralizar mediante la llamada “cultura historica” ese impulso filoséfico conforme con la naturaleza. Un sistema que hasta hace poco tiempo gozaba de escandalosa celebridad mundial ha descubier- to la formula de esa autodestruccién de la filosofia: y hoy, segiin la consideracién historica de las cosas, se revela por doquier tal ingenua falta de escripu- los a la hora de transformar lo que es irracional al maximo en la “razon” y de presentar como blanco lo que es negro al méximo, que muchas veces po- driamos preguntar, parodiando el principio de He- gel: “¢Es real esa irracionalidad?”. Desgraciadamen- te, hasta lo irracional parece hoy la unica cosa real” precisamente, es decir, la tinica cosa operan- te, y justamente el hecho de reservar esa especie de 153

También podría gustarte