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Actividad 3.

– Jano (en latín Janus) es, en la mitología romana, un dios que tenía
dos caras mirando hacia ambos lados de su perfil, padre de Fontus.
Jano era el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Por eso le
fue consagrado el primer mes del año (que en español pasó del latín
Ianuarius a Janeiro y Janero y de ahí derivó a Enero). Como dios de los
comienzos, se lo invocaba públicamente el primer día de enero
(Ianuarius), el mes que derivó de su nombre porque inicia el nuevo
año. Se lo invocaba también al comenzar una guerra, y mientras ésta
durara, las puertas de su templo permanecían siempre abiertas;
cuando Roma estaba en paz, las puertas se cerraban.

Actividad 4
Cuenta la tradición que alrededor de mediados del siglo XII a. C, luego de la destrucción de
Troya, Ascanio, hijo del mítico héroe troyano Eneas, fundó la ciudad de Alba Longa y dio
origen a una dinastía de reyes poderosos.
Para el siglo VII a.C. la ciudad de Roma había acrecentado su poderío con su tercer rey Tulio
Hostilio y no vaciló en enfrentarse a su vecina Alba Longa. La guerra entre ambas ciudades dio
lugar al legendario combate entre los Horacios y los Curiacios para darle fin al enfrentamiento.
Los Horacios eran tres hermanos trillizos, hijos de Publio Horacio. Uno de ellos estaba casado
con Sabina, una joven albanesa, hermana de los Curiacios. Al mismo tiempo, uno de ellos era
novio de Camila, hermana de Horacio. En la unión de ambas familias reside el elemento
dramático de esta historia que se muestra en la obra de teatro Horacio, de Pierre Corneille,
publicada en el año 1640.
Al declararse la guerra entre Roma y Alba Longa, ambos pueblos designan tres campeones que
decidirán la suerte de las dos ciudades. Así, los Horacios fueron desafiados por los Curiacios,
también hermanos trillizos, a pelear los tres contra los tres delante de los dos ejércitos en pugna.
Antes de partir a combate, los Horacios realizaron su juramento ante su padre, dispuestos matar
a los Curiacios para obtener la supremacía romana sobre los albanos. Este episodio fue
retomado por artistas como Jacques-Louis David, que exaltó la virtud cívica y el heroísmo de
los hermanos romanos.
Durante el enfrentamiento, solo uno de los Horacios sobrevivió y se las ingenió para dar muerte
a sus enemigos, consiguiendo el triunfo de Roma y el dominio sobre Alba Longa. La ciudad
fue destruida y jamás reconstruida, y sus habitantes se trasladados al monte Celio de Roma.
Se cree que en el siglo I a.C., tiempos del historiador romano Tito Livio, aún existían los
sepulcros de los dos Horacios y lo tres Curiacios muertos en combate, así como la llamada
columna Horaciana, en la cual se habían colgado los despojos de los Curiacios. Para el siglo
XVIII, la leyenda de Los Horacios se convirtió en símbolo de las más altas virtudes de la
República, enfatizando la importancia del sacrificio personal por el bien de la patria.

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