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a OBERVACION SOBRE EL INFORME DE DANI, CAGAGICE o .n verdad al sujeto sino Ia salida demasiado indetermi- cen a a dn gn Tope de la cual puede pensarse que el secreto politico de los moralis tas ha consistido siempre en incitar al sujeto a desprender efec- tivamente algo: su castaiia del fuego del deseo? El humanismo ten este juego no es ya mds que una profesién diletante, ‘Noseit, sabe, lleva acaso la figura de una elision de ignoscit, del que Ia etimologia muestra que sélo tiene un falso pretijo, que ademds no quiere decir un no-saber, sino ese olvido que consuma el perdén? Nescit entonces, modificdndole una sola letr pechar que slo contiene una negativa fingid ‘ nachtraglich) ? Qué importa, puesto que, semejante a aquelias cuya.constancia ha hecho sonteir en los objetos metafisicos, est egacién no es més que una méscara: de las primeras personas, enos dejaria so: LA SIGNIFICACION DEL FALO# 030 63) Es sabido que el complejo de castracién inconsciente tiene una funcién de nudo, Jo. en Ja estructuracién dindmica de los sintomas en el sen- tido analitico del término, queremos decir de lo que es analiza- ble en las neurosis, las perversiones y las psicosis; Zo. en una regulacién del desarrollo que da su ratio a este primer papel: a saber Ia instalacién en el sujeto de una posicién inconsciente sin la cual no podria identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera responder sin graves vicisitudes a Ias necesidades de su partenaire en Ta relacién sexual, ¢ incluso acoger con justeza las del niiio que es procreado en elas. Hay aqui una antinomia interna a la asuncién por el hombre (Mensch) de su sexo: spor qué no debe asumir sus atributos sino a través de una amenaza, incluso bajo el aspecto de una rivacién? Es sabido que Freud en El malestar en la cultura, Meg hasta sugerir tn desarreglo no contingente, sino esencial de Ja sexualidad humana y que uno de sus ultimos articulos se refiete a Ia irreductibitidad a todo anilisis finito (endliche) de Jas secuelas que resultan del complejo de castracién en el in. consciente masculino, del peniseid en el inconsciente de Ia mujer. Esta aporia no es la tinica pero es Ia primera que la experien- cia freudiana y la metapsicologfa que resulta de ella introdu- jeron en nuestra experiencia del hombre. Es. insoluble en toda reduccidn a datos bioldgicos: 1a sola necesidad del mito subya- *Damos aqut sin modificcién de texto Ta conferencia que pronunciamos cen alemin ("Die Bedeutung des Phallus”) el 9 de mayo de 1958 cnc] Insti- tuto Max Planck de Munich donde el profesor Paul Matusick nos habia invitado a hablar. ‘Sc mettirs en ella, a condicién de tener algunos puntos de referencia s0- bre los modos mentales que regian unos medios no especialmente inadver- tidos en esa época, Ia manera en que los términos que fuimor lot primeror fen extraer de Freud, “el otto escenario”, para tomar uno citado aqui, allan resonar en ellos. Si la tetzoacciOn [apréscoup, Nachtvag], para citar otro de esos términos el dominio dei espiritu refinade donde ‘ahora tenen curso, hace este es- fuerzo impracticable, sépase que eran alt inauditas, (665) 66 LA SONDRIEACION DEL FALO cente a la estructuracién del complejo de Edipo lo demuestra suficientemente. No es sino un artificio invocar para esta ocasién un elemento adquirido de amnesia hereditaria, no sélo porque éste es en sf mismo discutible, sino porque deja el problema intacto: gcudl es el nexo del asesinato del padre con el pacto de Ta ley primor- dial, si esté incluido en él que Ia castracién sea el castigo del incesto? Sélo sobre Ia base de los hechos clinicos puede ser fecunda Ja discusién. fstos demuestran una relacién del sujeto con el falo que se establece independientemente de la diferencia ana- témica de los sexos y que es por ello de una interpretacién es- pecialmente espindsa en la mujer y con relacién a la mujer, con- cretamente en 16s cuatro capitulos siguiente Jo. de por qué Ia nifia se considera a si misma, aunque fuese por un momento, como castrada, en cuanto que ese término quiere decir: privada de falo, y por la operacién de alguien, e1 cual es en primer lugar su madre, punto importante, y después su padre, pero de una manera tal que es preciso reconocer alll una transferencia en el sentido analitico del término; 20. de por qué més primordialmente, en los dos sexos, 1a ma- dre es considerada como provista de falo, como madre falica; $0. de por qué correlativamente la signiticacion de la castra- n no toma de hecho (clinicament ; cliciente en cuanto a Ja formacion de los sintomas sino a partir de su descubrimiento como castracién de la madre; ‘4o, estos tres problemas culminan en la cuestidn de Ta raz en el desarrollo, de Ja fase falica, Es sabido que Freud especifica bajo este término la primera maduracién genital: en cuanto que por una parte se Caracteriza por la dominacién imaginaria del atributo filico, y por tl goce masturbatorio, y por otra parte localiza este goce en la mujer en el clitoris, promovido asi a la funcidn del falo, y que parece excluir asi en los dos sexos, hasta la terntinacién de esta fase, es decir hasta la declinacién del Edipo, toda localizacién instintual de Ja vagina como lugar de la penetracién genital. a Esta ignorancia e muy sospechost de desconocimiento en el sentido técnico del término, y tanto mis cuanto que a veces es totalmente inventada. ;Concor icamente con la fébula en la que Longo nos muestra la iniciacién de Dafnis y Cloe subordinada a los esclarecimientos de una anciana? ‘Asi es como ciertos autores se vieron arrastrades a considerar LA SiGNIPICACION DEL. FALO 37 la fase Falica como electo de una represin, y la funcién que toma en ella el objeto félico como un sintoma. La dificultad em- pieza cuando se trata de saber gué sintoma: fobia, dice uno, perversion, dice otro, y a veces el mismo, Este witimo caso pare- ce el no va més: no es que no se presenten initeresantes trasmuta. ciones del objeto de una fobia en fetiche, pero precisamente si son interesantes es por la diferencia de su lugar en la estructura. Pedir a los autores que formulen esa diferencia en las perspec- tivas actualmente en favor bajo el titulo de relacién de objeto seria protensin vana, Esto en cuanto a esa materia, a falta de otra referencia que la nocién aproximada de objeto parcial, nunca criticada desde que Karl Abraham-la introdujo, por des- gracia debido a las grandes facilidades que ofrece 2 nuestra época. ‘Queda el hecho de que !a discusién ahora abandonada sobre la fase falica, releyendo los textos sobre ella que subsisten de los affos 1928-32, nos refresca por el ejemplo de una pasién doc. trinal a Ia que la degradacién de! psicoanilisis, consecutiva a su trasplante americano, afiade un valor nostdlgico, Con sdlo resumir el debate no podria dejar de alterarse ta diversidad auténtica de las posiciones tomadas por una Helene Deutsch, una Karen Horney, un Ernest Jones, para limitarnos a los mas eminentes. La sucesién de los tres articulos que este tiltimo consagré al tema es especialmente sugestiva: sunque solo fuese por el enfoque primero sobre el que construye y que sefiala el término por él forjado de afanisis. Pues planteando muy justamente el proble- ma de la relacién de la castracién con el deseo, hace patente en ello su incapacidad para reconocér 1o que sin embargo rodea de tan cerca, que el término que dentro de poco nos dard su clave parece surgir de su falta misma, Se encontrard especialmente divertido su éxito en articular bajo la égida de Ia letra misma de Freud una posicidn que Ie es estrictamente opuesta: verdadero modelo en un género dificil, No por ello se deja ahogar el pez, que parece ridiculizar ea Jones su alegato tendiente a resteblecer Ia igualdad de los de- Fechos naturales (gacaso no Jo empuja hasta el punto de ce. rio con él “Dios los eres hombre y mujer” de la Biblia). De hecho, gqué ha ganado al normalizar la funcién del falo como objeto parcial, si necesita invocar su presencia en el cuerpo de la madre como objeto interno, término que es funcidn de las fantasias reveladas por Melanie Klein, y si no puede separarse | | «8 La seFICACON el HALO ‘otro tanto de ja doctrina de esta tiltima, refiriendo esas fanta- sias a la recurrencia hasta los limites de la primera infancia, de la formacién edipicx? No nos engaitaremos si réanudamos la cuestién pregunténdo- nos qué es Jo que podria imponer a Freud la evidente paradoja de su posicién. Porque nos veremos obligados a admitir que estaba mejor guiado que cualquier otro en su reconocimiento del orden de los fenémenos inconscientes de los que él era el inventor, y que, a falta de-una articulacién suficiente de la na- turaleza de esos fenmenos, sus seguidores estaban condenados 2 extravianse mis 0, menos, Partiendo de esta apuesta —que asentamos como prin un comentario de tanto s¢ opone ala de si moderno, De ésta Freud no. podi que nacié més tarde, pero‘pretendemos que el descubri de Freud toma su relieve precisamente por haber debido antic par sus formulas, partiendo de un dominio donde no podlia ex perarse que se reconociese su reinado. Inversamenie, es el descu- brimiento de Freud e! que da a la oposicién del significante y el significado cl alcance clectivo en que conviene entenderlo: a saber que el significante tiene funcién activa en la determina. cién de los efectos en que lo significable aparece como suftien- do su marca, convirtiéndose por medio de esa pasién en el significado. Esta pasién del significante se convierte entonces en una di- mensién nueva de Ia condicién humana, en cuanto que no es linicamente el hombre quien habla, sino que en el hombre y por el hombre “ello” habla, y su naturaleza resulta tejida por efectos donde se encuentra Ia estructura del lenguaje del cual é se con- vierte en la materia, y por eso resuena en él, mds alla de todo lo que pudo concebir la psicologia de las ideas, la relacién de a palabra. Puede decirse asi que las consecuencias.del descubrimiento del inconsciente no han sido ni siquiera entrevistas atin cn la teorfa, aunque ya su sacudida se ha hecho sentir en la praxis, mas de Jo que lo medimos todavia, incluso cuando se traduce en efec- tos de retroceso. Precisamos que es promocin dé.la relacién del hombre con 1a SONIMICACION ba, FALO oon cl significante como tal no tiene nada que ver con una posicién “culturalista” en el sentido ordinario del término, aquella en Ja cual Karen Horney, por ejemplo, resulté anticiparse en !a querella sobre el falo por su posicidn, calificada por Freud de feminista. No es de Ja relacién del hombre con el lenguaje en cuanto fenémeno social de lo que se trata, puesto que ni siquie- ra se plantea algo que se parezca a esa psicogénesis ideolégica conocida, y que no queda superada por él recurso perentorio a Ja nocién completamente metafisica, bajo su peticién de princi pio de apelacion a lo concreto, irrisoriamente transmitida bajo vl nombre de afecto. Se trata de encontrar en las leyes que rigen ese otro escenario eine andere Schauplatz) que Freud, a propdsito de los suefios, designa como el del inconsciente, los efectos que se descubren al nivel de la cadena de elementos materialmente inestables que constituye el lenguaje: efectos determinados por cl doble juego de la combinacién y de la sustitucién en el significante, segiin las dos vertientes generadoras del significado que constituyen la metonimia y la-mecafora; efectos determinantes para la ins tucién del sujeto. En esa prucha aparece wna topologia en cl sentido matemitico del término, sin Ia cual pronto se da uno cuenta de que es imposible notar tan siquiera ia estructura de un sintoma en el sentido analitico del término. Ello” habla en ef Otro, decimos, designando por el Otro lugar mismo que evoca el recurso a la palabra en toda relacién que interviene. Si “ello” habla en el Otro, ya sea que el sujeto lo escuche 0 no con su oreja, es que es all donde el sujeto, por una anterioridad ldgica a todo despertar del significado, en- su lugar significante, EI descubrimiento de lo que ar- a en ese lugar, es decir en el inconsciente, nos permite cap- tar al precio de qué divisin (Spaltung) se ha constituido asf. El falo aqui se esclarece por su funcién. E) falo en Ia doctri- na freudiana no es una fantasfa, si hay que entender por ello un efecto imaginario, No es tampoco como tal un objeto (par- cial, interno, bueno, malo, etc...) en la medida en que ese tér- mino tiende a apreciar Ia realidad intertsada en una relacién. Menos aiin es el drgano, pene o clitoris, que simboliza. Y no sin razén tomé Freud su referencia del simulacro que era para tos antiguos. Pues el falo es un significante, un en Ta economia intrasubj ignificante cuya funcién, is, Jevanta tal vez el velo LA stawentcaci6n pet. FALO iciona por su prese Examinemos pues los efectos de esa presencia. Son en primer lugar los de una desviacién de las necesidades del hombre por el hecho de que habla, en el sentido de que en la medida en que sus necesidades estén sujetas a la demanda, retornan a él ena- jenadas, Esto no es el efecto de su.dependencia real (no debe creerse que se encuentra aquf esa concepcién pardsita que es la nocién de dependencia en Ia teoria de la neurosis), sino de la conformacién significante como tal y del hecho de que su men- saje es emitido desde el lugar del Otro. Lo que se encuentra asi enajenado en las necesidades consti. tuye una Urverdringung por no poder, por hipstesis, articular- se en la demanda pero que aparece en un retofio, que es lo que se presenta en el hombre como el deseo (das Begehren). La feno- menologia que se desprende de la experiencia analitica es sin duda de una naturateza tal como para demastrar en ¢l deseo el rritico, excentrado, incluso es candalaso, por_el_ cual se distingue, de la necesidad. Es éste in. €luso un hecho demasiado afirmado para no haberse impuesto desde siempre 2 los moralistas dignos de este nombre, El freu- dismo de antafio parecla deber dar sii estatuto a este hecho. Paradéjicamente, sin embargo, el psicoandlisis resulta encontrar. se ala cabeva del oscurantismo de siempre y mas adormecedor por negar el hecho en un ideal de reduccién teérica y prictica del deseo a Ia necesidad. Por eso necesitamos articular aqui ese estatuto partiendo de Ja demanda, cnyas caracteristicas propias quedan eludidas en la nocidn de frastracién (que Freud no empled nunca). La demanda en sf se refiere a otra cosa que a las satisfaccio nes que reclama, Es demanda de una presencia o de una ausen- cia, Cosa que manifiesta la relacién primordial con la maiire, por estar prefiada de ese Otro que ha de situarse mds acd de las necesidades que puede colmar. Lo constituye ya como provisto, del “privilegio” de satisfacer las necesidades, €s decir del poder de privarlas de Jo tinico con que se satisfacen. Ese privilegio del Otro dibuja asi la forma radical det don de lo que no tiene, © sea lo que s¢ Hama su amor. Fs asi como ta demanda anwla (aufhebt) la particularidad de todo lo que puede ser concedido trasmuténdolo en prueba de amor, y las satisfacciones incluso que obtiene para la necesi- dad se rebajan (sich erniedrigt) a no ser ya sino el aplastamien- LA SIGNIFICACION Dex FAL on to de la demanda de amor (todo esto perfectamente sensible en la psicologia de los primeros cuidados, a la que nuestros ana- listas-nurses se han dedicado) Hay pues una necesidad de que Ja particularidad asi abolida reaparezca mds alld de la demanda, Reaparece efectivamente alli, pero conservando Ia estructura que esconde Jo incondiciog nado de lz demanda de amor. Mediante un vuelco que no ed simple negacién de la negacién, el poder de la pura pérdida surge del residuo de una obliteracién, “A lo incondicionado de Ja demanda, el deseo sustituye la condicién “absoluta”: esa con- dicién desanuda en efecto lo que Ia prueba de amor tiene de rebelde a Ja satisfaccién de una necesidad. Asi, el deseo no es ni el apetito de ta satisfaccién, ni la demanda de amor, sino diferencia que resulta de Ia sustraccién del primero a ta segun- da, el fenémeno mismo de su escisién {Spaltung) . Puede concebirse cémo la relacin sexual ocupa ese campo cerrado del deseo, y va en él a jugar sm suerte, Es que es el campo hecho para que se produzca en él el enigma que esa relacién provoca en él sujeto al “significarsela” doblemente: re. torno de la demanda que suscita, en [forma de] demanda sobre el sujeto de la necesidad; ambigiedad presentificada sobre el Ouro en tela de juicio en la prueba de amor demandada, La hiancia de este enigma manifiesta lo que Jo determina, en la férmula més simple para hacerlo patemte, a saber: que el su- jeto, Io mismo que el Otro, para cada wito de los participantes vn la relacién, no pueden bastarse por ser sujetos de la necesidad, ni objetos del amor, sino que deben ocupar el lugar de causa del deseo, Esta verdad esti en el corazén, en Ja vida sexual, de todas las malformaciones posibles del campo del psicoanilisis. Consticuye también en ella Ia condicién de la felicidad del sujeto, y disi- mular su hiancia remitiéndose a la virtud de lo “genital” para resolverla por medio de la maduracién de Ia ternura (es decir del recurso tinico at Otro como realidad), por muy piadosa que sea su intencién, no deja de ser una estafa. Es preciso decir Jos analistas franceses, con Ia hipécrita nocién de obla- tividad genital, han abierto la marcha moralizante, que a los compases de orfeones salvacionistas se prosigue ahora en todas partes, De todas maneras, el hombre no puede aspirar a ser integto (a Ia “personalidad total”, otra premisa en que se desvia la psico. terapia moderna), desde el momento en que el juego de des on 14 sinnncAcOs Bes YALO plazamiento y de condensacién al que esté destinado en el ejercicio de sus funciones marca su telacién de sujeto con el significante. El falo es el significante privilegiado de esa marca en que la parte del logos se une al advenimiento del deseo. Puede decirse que ese significante es escogido como lo mas sobresaliente de Jo que puede captarse en lo real de la copula- Gién sexual, a la vez que como el més simbilico en el sentido literal (tipogrifico) de este término, puesto que equivale allf a la cépula (légica). Puede decirse también que es por su tur~ gencia la imagen del flujo vital en cuanto pasa a Ja generacién. “Todas estas expresiones no’hacen sino seguir velando el hecho de que no puede desempefiar su papel sino velado, es decir como signo él mismo de Ia latencia de que adolece todo signifi cable; desde el momento en: que es elevado (aufgehoben) a la funcién de significante falo es el significante de esa Aufhedung misma que inau- gura (inicia) por su desaparicién. Por eso el demonio del Albos (Scham)? surge en el momento mismo en que en el misterio antiguo, el falo es develado (cf. Ia pintura célebre de la Villa de Pompeya) Se convierte entonces et la barra que, por la mano de ese demonio, cae sobre el significado, marcindolo como la progeni- tura bastarda de su concatenacién significante. [Asi es como se produce una condicién de complementariedad en la instauracién del sujeto por tl significante, Ja cual explica su Spaltung y el movimiento de intervencida en que se acaba AC saber 1. que el sujeto sélo designa su ser poniendo una barra en todo lo que significa, tal como aparece en el hecho de que quiera ser amado por s{ mismo, espejismo que no se reduce por ser denunciado como gramatical (puesto que implica Ia abolicién 2, que lo que esta vivo de ese ser tn lo urverdringt encuentra su significante por recibir 1a marea de In Verdringung del falo (gracias a Jo cual el inconsciente es lenguaje) EI falo como significante da la razén del deseo (en Ta acep- cién en que el término es empleade como+"media y extrema razén” de la divisién arménica) . ‘Asi pues, ¢$ como-un algoritmo como voy 2 emplearlo ahora, BI demonio del Pucor 1A SGNERICACION DEL. FALO on ya que, si no quiero inflar indefinidamente mi exposicién, no puedo sino confiar en el eco de Ia experiencia que nos une para hacer captar a ustedes ese empleo, Que el falo sea un significante es algo que impone que sea en €l lugar del Otro donde el sujeto tenga acceso a él. Pero como’ ese significente no esta alli sino velado y como razén del deseo del Otro, es ese deseo de! Otro como tal lo que al sujeto se le impone reconocer, es decir el otro en cuanto que es él mismo sujeto dividido de la Spaltung significante. | Las emergencias que aparecen en la genesis psicoldgica con. firman esa funcién significante del falo. Asi en primer lugar se formula mds correctamente el hecho kleiniano de que el nitio aprehenda desde ¢l origen que la madre “contiene” el falo. Pero es en la dialéetica de la demanda de amor y de la prueba del deseo donde se ordena el desarrollo. La demanda de amor no puede sino padecer de un deseo cuyo significante le es extraflo, Si el deseo de Ia madre es el falo, el nifio quiere ser el falo para satisfacerlo, Asf la divisién inma- nente al deseo se hace sentir ya por ser experimentada en el deseo del otro, en la en que se opone ya a que el sujeto se satisfaga presentando al otro lo que puede tener de real que responda a ese falo, pues Jo que tiene no vale mas que lo que no tiene, para su demanda de amor que quisiera que lo fuese. Esa prueba del deseo del Otro, Ia clinica nos muestra que no es decisiva en cuanto que et sujeto se entera en ella de si mismo tiene o no tiene un falo real, sino cn cuanto que se entera de qué la madre no lo tiene. Tal ¢s ef momento de Ia experien- cia sin el cual ninguna consecuencia sintomndtica (fobia) 0 es tructural (Penisneid) que se refiera al complejo de cascracién tiene efecto, Aqui se sella fa conjuncién de! deseo en la medida en que el significante falico es su marca, con Ia amicnaza 0 nos. cuencia de la que depende su porvenir. Pero s¢ puede, ateniéndose a la funcién del falo, sefialar las estructuras a las que estardn sometidas las relaciones entre los sexos. Digamos que esas relaciones girardn alrededor de un ser y de un tener que, por referirse a un significante, el falo, tienen et efecto contrariado de dar por una parte realidad al sujet. en on 1A SICKIFICACION BB, FALO ese significante, y por otra parte irrealizar las relaciones que han de significarse. Esto por la intervenciém de un parecer que se sustituye al tener, para protegerlo por un lado, para enmascarar la falta en el otvo, y que tiene el efecto de proyectar enteramente en la comedia las manifestaciones ideales 6 tipicas del comportamiento de cada uno de los sexos, hasta el limite del acto de la copula- eign Estes ideales reciben su vigencia de 1a demanda que tienen el poder de satisfacer, y que ts siempre demanda de amor, con su complemento de Ix reduccion del deseo a demanda. Por muy paraddjica que pueda parecer esta formulacién, de- cimos que es para ser el falo, es decir el significante del deseo dei Ovo, para lo que la mujer ven rechazar una parte esencial te todos sus atributos en la masca- a. Es por lo que no es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada, Pero el significante de su deseo pro- pio lo encuentra en el cuerpo de aquel a quien se dirige su de- suanda de amor. Sin duda no hay que olvidar que por esta fun- cion significante, el drgano que queda revestido de ella toma valor de tetiche. Pero el resultado para la _mujer sigue siendo que convergen sobre ef misino objeto una experiencia de amor que como tal (cf. mds arriba) la priva idealmente de lo que da, Yun deseo que encuentra en él su significante. Por eso puede ~observarse que la ausencia de la satisfaccién propia de la necesi- tel vez mds con qué seguridad 6 a las que pertenecen bajo la ritbri amiento (Erniedrigung) especifica de la vida amorosa ‘el hombre encuentra en efecto eSmo satisfacer su demand: amor Io que no tiene, inversamtnte st propio deseo d ignificante en su divergencia remanente hacia 1" que puede significar ese falo a titulos diversos, ya sea como prostituta, Resulta de ello uni pulsién genital en la vida amorosa, impotencia sea soportada mucho peor, al f a sionnsteicibn ost, PALO or mismo tiempo que la Ferdrémgung inherente al deseo es més importante, Sin embargo, no debe creerse por ello que la clase de infide- lidad que aparece aqui como constitutiva de la funcién mascu- na le sea propia, Pues si se mira de cerca e] mismo desdobla- miento se encuentra en Ia mujer, con la diferencia de que el Otro del Amor como tal, es decir en cuanto que esté privade de lo que da, se percibe mal en el retroceso en que se sustituye 10 hombre cuyos atribatos ama, Podria afiadirse aqui que la homosexualidad masculina, con- forme « la marca félica que constituye el deseo, se constituye sobre su vertiente, mientras que la homosexualidad femenina, por ef contrario, como lo muestra !a observacién, se orienta sobre una decepcién que refuerza la vertiente de la demanda de amor. Estas observaciones merecerian matizarse con un reterne sobre Ja funciéa de Ja mascara en la medida en que domina las identi- ficaciones en que se resuelyen los rechazos de la demanda, EI hecho de que la femineidad encuentre su refugio en esa mascara por el hecho de la Verdrangung inherente @ la marca félica del deseo, acarrea la curiosa consecuencia de hacer que ene! ser humano. la ostentacién viril misma parezea femenina. Correlativamente se entrevé la razon de ese rasgo nunca elt: cidado en que una ver més se mide la profundidad de la intui- cidn de Freud: a saber por qué sugicte que no hay més que una libido, que, como lo demuestra su texto, él concibe como de na- turaleza masculina, La funcién del significante {Alico desem- boca aqui en su relacién mas profunda: aquella por la cual los antiguos encarnaban en él el Notis y el Adyos.

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