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En aquella noche…

Banchon Bajaña
-Aquí…
-No gracias…no tengo ganas de tomar nada caliente…
-Tómalo por favor…te hará bien, confía en mí.

Una sinfonía de sonidos armonizaba la sala mientras Gina bebía de la tasa de té como si fuese algún medicamento
de sabor muy amargo. Y cuando lo hacía lentamente, su triste mirada estaba fija en la ventana pues nevaba tanto
que aquel era un espectáculo que sus ojos admiraban con aquella consolación que había dejado olvidada en rincones
de su vida. Y los detalles que ningún hombre conocía de Gina muy bien los comprendía Nuria, la dueña de casa y
también propietaria de un negocio de comida asiática quien había preparado este té caliente y de sabor extraño.

-Siento que me desmayo, Nuria…


-Déjate…
-¿Has hecho algo para que me duerma? ¿Por qué lo haces Nuria? No quiero hablar contigo, ni
con nadie…nadie me puede comprender…
-Déjate, por favor…

Aquel té de infusiones desconocidas provocaba que Gina se duerma poco a poco. Afuera la nieve silenciaba la
noche y le daba aquella tranquilidad que hace mucho tiempo había perdido. Mientras tanto Nuria, acostaba a
Gina en el sofá de figuras orientales. Las luces tenues y los sonidos enigmáticos se mezclaban lentamente dentro de
la casa y Gina parecía ver que aquellas mezclas de luces y sonidos cobraban vida. Nuria, entretanto, encendía
unas velas alrededor de la sala. Gina se desvanecía de si misma al ver que la mezcla fantástica de luces y sonidos se
acercaban a ella y que, aunque sus ojos estaban muy cansados, esta sensación la seducía de paz y armonía.
Además, los destellos de luz de aquellas velas bailaban frente a los ojos de aquella mujer de 30 años; aquella bella
mujer de piel muy lisa, sonrisa encantadora, de mirada profunda y prudencia al hablar escondía algo que Nuria
pretendía descubrir. Aquella bella mujer de una pequeña ciudad de la parte más oriental de Asia, yacía en aquel
sofá con una tranquilidad que le había sido ajena desde hace mucho tiempo. La brillante nieve afuera formaba
figuras de animales en el cielo como jugando con la realidad.

-Cuando cuente hasta tres, ya no serás aquella Gina que eres cada día. No. Mi voz será la guía
para encontrar a la Gina que está perdida en un cuerpo humano. Mi voz, insisto, será la guía
para este propósito, pero tú serás aquella caminante.

Gina escuchaba estas palabras como una orden a la cual no podía resistirse porque en el fondo de su corazón sabía
muy bien que este camino era aquella búsqueda que tanto deseaba hacer desde hace tantos años.

-Confiarás en mí, Gina, porque no es coincidencia que estemos aquí en mi casa…Nada es


coincidencia. Hay una energía muy grande que nos unió. Y estamos aquí para aprender la una
de la otra. Mi voz será tu guía en este camino hacia ti porque así debe de ser…Nada es
coincidencia: aquella primera vez que nos encontramos en la estación de trenes en nuestro
país pude observar en tu mirada aquella tristeza que te acompaña cada día. Luego, después de
cuatro años, en este país, en esta pequeña ciudad, nos encontramos nuevamente. Y ahora, es
muy claro por qué tenemos que continuar…

Gina sentía que dos mundos se mezclaban en aquella sala. Dos mundos que habitan en desarmonía porque el ser
humano solamente vive el mundo que puede sentir y tocar. Sin embargo, Nuria provocaba que esos mundos se
posen frente a los ojos de Gina y que así ella pueda comenzar su camino al interior de aquella persona que se
perdió en algún recoveco de la vida: ella misma.

-Uno…se acerca lo invisible para tus ojos…nada detendrá tu camino…Dos…los dos mundos
frente a tus ojos…buscarás dónde está aquella Gina que un día era ella misma…La buscarás
con pasión, con anhelo, con paciencia pero con seguridad…No dudarás en tu búsqueda…No
retrocederás…Tres…empieza tu camino.
Después de cuatro largas horas de silencio en aquella sala la cual se adornaba de una danza de sonidos armónicos
y luces muy tenues, Nuria ofrecía a Gina una toalla para que secara la transpiración que brotaba de su frente. La
transpiración poco a poco bañaba la cara de aquella caminante. Miraba ella el vacío, entretanto. Y era muy claro
para Nuria lo que había sucedido en aquel viaje que Gina había emprendido y que se negaba a relatar lo sucedido.

-Gina, no tienes que decir lo que pasó en tu viaje. ¡Sé muy bien cuál es la respuesta!
-Gracias Nuria por todo lo que haces por mí. No sé como pagártelo…
-No agradezcas…

Gina lloró casi todo el resto de la noche mientras Nuria dormía.

-Gina, ven come algo…necesitas recuperarte pues has perdido muchas energías.
-Sí, gracias…tengo mucha hambre.
-¿Qué planeas hacer? Nuria preguntaba esto aunque era una pregunta muy obvia…A veces preguntar es
mucho más difícil que responder.
-Nuria, ayer mientras estaba llorando sucedió algo raro…
-¿Qué?
-Mientras estuve sentada en aquel sofá, de repente una de las velas que estaba junto a la
ventana se encendió…Aquella pequeña luz, de repente, crecía e iluminaba la sala
lentamente…Paré de llorar un poco porque comencé a observar algo en la ventana…
-¿Qué viste?
-Pude ver a una pequeña niña fuera de la casa…En aquella incesante nieve, de repente, una
niña estaba tratando de alcanzar algo de un árbol. Parecía que ella trataba de alcanzar un fruto
de aquel árbol que solamente tenía nieve… Luego, fui valiente, y abrí la ventana para hablar
con aquella niña… Ella se fijó que yo la estaba viendo y se acercó muy lentamente hacia mí.
No tenía frío. Era como si el tiempo se detenía para las dos… Ella con una sonrisa muy pura
me dijo: ¿Por qué lloras? …Yo le dije lo que había ocurrido en mi búsqueda y por qué estaba
muy triste… Ella con una sonrisa muy suave y pacífica me dijo: Allá arriba está una naranja muy
rica…Ayer se fue de mi vida y hoy la encontré pero no la puedo alcanzar. Yo le repliqué y refuté que allí
no había ninguna naranja; sólo había nieve y que todo fuera estaba muy frío para que una
naranja crezca… Ella otra vez sonrío y me contestó: Es por esa razón que no te encontraste a ti
misma, Gina…siempre tratas de ver con tus ojos... siempre tratas de buscar en el mundo; aquel mundo que pronto
terminará… Nunca encontraste a Gina porque tú has negado que ella haya muerto hace mucho tiempo. Tú sabes
que Gina no existe y por ello no la encontraste. Tus pensamientos te guiaban y por ello no pudiste ver la verdad de
tu vida… ahora yo trato de alcanzar mi rica naranja y tú dices que no está allí. Observa bien, Gina, allí está mi
naranja…no mires con tus ojos, mira con tu corazón…Luego, aquella niña se retiró, alcanzó su naranja
y nuevamente me miró con una sonrisa…

-Ahora, está claro lo que vas a hacer Gina, verdad?


-Sí…
-…y cuándo empezarás?
-Ahora mismo. Viajaré a aquel pueblo al cual siempre quise visitar y comenzaré allí.
-No pierdas tiempo y ándate… no te despidas de mí…nos volveremos a ver.
-Te quiero Nuria. ¡Hasta siempre!
-¡Hasta siempre mi querida!
Adendum
Gina era aquella mujer muy hermosa que se entregó a la vida con pasión. Y esto estaba muy bien. Vivía con esa
magia que sólo ella podía crear. Incluso en los momentos más aburridos, ella podía hacerlos divertidos. Así era
Gina: la princesa de un reino mágico. Y aquella princesa fue perseguida por muchos hombres pues su belleza, no
solamente física sino una belleza emocional y espiritual que llamaba mucho la atención de los hombres. Ella se
entregó a cada hombre con pasión, con ternura, con esmero. Pero cada hombre bebía de ella lo suficiente y luego la
dejaban cual fruto sin néctar. Así Gina vivió: en manos de cada hombre apuesto y que le ofrecía la seguridad que
ella tanto buscaba en los hombres. Pero ella así perdió. Poco a poco, con cada relación, una parte de ella moría.
Una parte de ella se quedaba con cada hombre hasta que Gina se quedó sin nada.
Aquella tarde que Gina y Nuria encontraron miradas en la estación de trenes, comenzó la larga noche para la
muchacha-princesa de un reino mágico. Aquella tarde su último novio le dijo las palabras que destrozaron su
corazón por casi seis años…El viento se llevó esas palabras para siempre, pero durmieron en el corazón de Gina,
destrozándola cada día…Cada noche el viento le susurraba a Gina las palabras de aquel hombre:”podría besarte
con la mayor pasión de mi amor, oh mi amada, pero cada vez que termino de besarte puedo ver en tus ojos
solamente los despojos que quedan de ti…aquella princesa murió…no la mataron tantos hombres, sino la has
matado tu misma quien entregaste tu corazón…aquel corazón que te pertenecía, lo regalaste y ahora no tienes
nada”.

Han pasado muchos años desde aquella noche de encuentros en la casa de Nuria, y nada se sabe de Gina pero
muy cierto es que aquella mañana que Gina se despedía de Nuria, un hálito de esperanza brotaba de sus ojos
negros pues en el nuevo viaje que emprendería estaba convencida que nacería nuevamente.

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