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PINTURA DANTESCO-LÍRICA EN CLAVE DE

LA
- ¡Mírame! ¡Te he dicho que me mires! No oses volver a bajar tus ojos, ser
pusilánime e insignificante.

- Yo...

- ¿Quién eres? ¿Qué haces en la


puerta de mi Laberinto?

- Yo... Soy ... Yo soy solo ... Solo


Arlequín ... Arlequín, a secas...
¿No ves las lágrimas que se
desprenden de mis ojos? ¿No
ves el color y el caos que refleja
mi traje de rombos?

- ¡Ah! Con que es eso... Lo veo perfectamente. Veo tu traje, pero a ti no te


veo, porque en verdad no eres Nada. No eres sino un reflejo pálido de la
carcajada. Sin duda eres Arlequín, tan lánguido, tan débil e
insignificante. Tal vez en otro tiempo fueras un ser hermoso, inquieto,
soñador... Ahora, pobre desgraciado, eres solo Sombra de Arlequín, de
mirada color ceniza y movimientos rotos.

- ¡Rotos! ¡Ay! ¡Rotos, no! Por favor, puedo ser triste, lánguido, pusilánime,
incluso diabólico, pero no te atrevas a decir que estoy roto. Si no ves
mis brazos, si no ves mis piernas es porque... porque...

- ¡Porque te atacaron los Otros!

- No. No fueron los Otros. Hace demasiado tiempo que no pruebo en mis
labios el sabor de los Otros. ¡No! Fueron esos viles insectos de la
destrucción los que acabaron con todo.

- ¡Ah!... ¿Las Hormigas?

- ¡Silencio! ¡Por lo que más quieras! ¡Por el dolor más amargo, por las
eternas heridas, por el rocío que cubre la esperanza de una flor! No
vuelvas a referirte a ellas... No me importó cuando devoraron mis ojos,
ni cuando amputaron los dedos de mis brazos y mis piernas. Pero, ¡ay!,
cuando la vergüenza y el oprobio alcanzaron al corazón indefenso...

- ¿Lo mordieron con avidez, con deseo?

- ¡Lo anestesiaron! Inyectaron su inagotable veneno hasta lo más hondo.


Y, desde allí, un corazón indefenso, lo fue bombardeando hacia todo. Me
ha convertido en el despojo que tienes ante tus ojos... ¡No te burles! No
te burles más de esta mísera Sombra de Arlequín que solo ha logrado
arrastrarse hasta aquí.

- No me burlo, de mí solo obtendrás Desprecio. Sí. Te desprecio... Porque


los Arlequines como tú nunca seréis verdaderos. Ni mujeres, ni hombres.
Suspiráis y languidecéis esperando a que alguien desvele al fin el
secreto de vuestro nombre. ¡Qué pena! ¡Qué pérdida de tiempo!
- No, Guardián, te equivocas. El Tiempo no existe. No es más que una
quimera. El tiempo del que disponemos no hace sino derretirse de
nuestros relojes, como maleable, voluble y pegajosa mantequilla. Se
escurre sin remedio de entre los dedos, se filtra cada uno de nuestros
minúsculos granos de tiempo, y así, desprendidos del pecho de quienes
nos aman, se confunden con las inmensas dunas de arena del más
mudo de los desiertos sin luna.

- ¿Sin luna? ¿Sin una pura luna llena?

- ¡Pura nunca! En todo caso sería una Luna de Sangre. Verde o Roja o
Negra. ¡Nunca Pura! La pureza blanca de una Luna siempre ofende,
pues la Luna es cobarde y traicionera. Porque es celosa; porque a todos
nos observa desde sus anchos dominios. Y porque aunque no lo sepas,
también es ciega. Y disfruta lanzando rayos fulminantes y certeros a los
corazones de los que incautos y absortos la contemplan.

- Entiendo. Los Sueños a veces no son más que opresivas Pesadillas.


- Vuelves a estar en un equívoco, Guardián incrédulo. A veces las
Pesadillas son más reales que la Vida misma y por tanto menos
opresivas. Revelan nuestro ser entero: nuestras obsesiones, nuestras
fieras pasiones disfrazadas de elefantes enormes de patas de alambre,
de sexos obscenos sujetos por muletas deformes.
- Deliras, Arlequín. Ya déjalo. No quiero saber más.

- Así es. Delirios... Deliro, luego existo... Eso es al menos lo único que me
queda.

- ¡Un delirio de grandeza!

- Un delirio ínfimo, de la más fina sutileza. Recuerda que soy solo


Arlequín; soy solo su Sombra. Nunca deseé verme entre las Ninfas, entre
las Vírgenes o entre las Rosas. No pertenezco a este Mundo, por eso
necesito que me permitas entrar en el Laberinto.

- ¿Qué buscarás allí? ¿Hacia dónde encaminarás tus pasos?

- Aún no lo sé con certeza. Solo sé que atravesaré todos los Espejos,


violaré todas las Oquedades que sean sinónimo de mis Ansiedades. Y
sólo sabré que habré alcanzado mi meta cuando la divise a Ella.

- ¿A Ella?

- ¡A la Bahía! La meta de todas las Eternidades. Y allí, acumulados unos


sobre otros, tal vez hallaré superados los terrores de mi infancia. Solo
así podré amanecer, renacer de mis obsesiones. Me envolverá una
placentera nebulosa fantasmal que recordará a la figura humana; pero
sus horribles muecas ya no me harán titubear más. Harán desaparecer
mi cuerpo por siempre mutilado, reventado en un millón de átomos del
caos, pero no así mi corazón, ¡ni mi cabeza!
- ¡Y serás un puro jirón horadado de piedra!... ¡Polvo!

- ¡Mas tendrá sentido!... Porque a mi lado correrá siempre un hilo de


agua. Un reguero vivo. Agua que se irá vertiendo, desprendiendo de
cada una de las grietas de este corazón herido.

- ¿Será un hilo de sangre?

- Sí. ¡Pero tan fino! ... Que se enredará en los cipreses que pueblan los
cementerios, en las teclas negras de los pianos o en los velos opresivos
de las mujeres ... Y lo irá fecundando todo.

- ¿De vida?

- Mejor: ¡de nubes amarillas! De juguetones e insufribles nuves amarillas,


que reflejarán sus inquietas e inquietantes sombras sobre los guijarros
blancos de las playas. Y allí quedarán al fin serenos los vestigios
atávicos de mi Ser entero después de la lluvia.

¡Qué lugar más hermoso! ¡Y qué lúgubre!

- Lo es. Y ya no habrá Arlequín sino Hombre. Un verdadero Hombre. Nada


de Pámpanos; nada de Cascabeles. ¡Todo un Hombre!

- Todo un ... Hombre...


- Y ya no habrá necesidad de volver a danzar entre los juncos, amparado
entre fabulosos y blancos cisnes.

- ¡Eso! ¡Que mueran los cisnes! Tan blancos e inmaculados... Si al menos


fueran cisnes que reflejaran elefantes... Los elefantes sí son nobles,
heroicos, férreos. Tienen la piel gris y gruesa como graves guerreros de
grandes glorias. Pero los cisnes... ¡¡¡Que mueran!!!

- Sobre fina arena...

- Sobre la más dura arena...

- Sobre la blanca arena...

- ¡Sobre la más negra e infinita arena!


- Pero., Arlequín, ¡no debes engañarte! Todo esto no es más que un
espejismo que anhelas. Jamás alcanzarás tu centro en el interior del
Laberinto. Los Laberintos no tienen salida; sólo se hicieron para albergar
los indescifrables Enigmas de los hombres. Lo sabes, ¿no es cierto?

- No. No deseo creerlo. Si estás en lo cierto, tal vez acabe meditando en


las rocas sobre la dureza de mis propios pensamientos. Rocas sobre
rocas sobre rocas y más rocas... Entonces me asaltarán las dudas , el
pavor y la tristeza.... ¡No! ... Prefiero mil veces a arriesgarme a entrar en
el Laberinto. Te lo suplico, Guardián, no me dejes consumirme aquí por
más tiempo.

- Está bien, Arlequín, pero te lo


advierto: en este Laberinto mora
además un ser terrible. Una Esfinge
roja, del color de la sangre. Por donde
esta avanza, deja a su paso restos de
pavorosa depravación (huesos,
esqueletos, armazones, antifaces,
falacias y besos).

- No debes preocuparte, porque al


encontrarme me hallará transformado
en suculento beicon.

- ¿Qué necesidad tienes de volverte un


cerdo? ¿No temas que ansíe devorarte
de un solo intento?

- ¿No es obvio?... ¿No ves que el cerdo


es el animal más blando, el más
comestible?... ¡Es símbolo de Vida! El
cerdo es el único animal que arremete derecho contra los fantasmas, y
los delirios más intensos.

- ¿Y crees que funcionará también con la Esfinge roja?

- También. ¡Aunque fuera la Esfinge de la mismísima Shirley Temple!

- ¿Y no preferirías convertirte en rinoceronte?

- Jamás... Nunca... Imposible...Posiblemente...

- No lo entiendo. Soy incapaz de entender semejante razonamiento.

- No lo deseo porque a los Hombres les obsesiona su cuerno. Fascinados


por su perfección, por su unicidad, por su fuerza, se les olvida también
el cruel desgarro que provoca. No. Aún soy Arlequín, no lo olvides.
Jamás podría albergar en mi cuerpo un cruel desgarro de semejantes
proporciones.

- Me decepcionas. Eres demasiado blando. Pusilánime. Triste. Jamás


lograrás vencer el Secreto del Laberinto. Ni siquiera deberías asomarte a
sus intricados pasadizos. Pero, ¡tú mismo!... Solo necesitas dar un paso
y perforar con tu pecho la puerta en forma de pirámide. Después, nada
puedo decirte que vaya a ayudarte.

- Ya has hecho bastante. Al fin encontraré mi Ser entero. ¡Seré Uno! ¡Uno!
Ya nunca más fragmentos Rotos, ni un Muñeco desvalido. Dejaré para
siempre mis entrañas devoradas por las ambiciones de los Otros.

- ¡Pobre! ¡Pobre, desgraciado! ¡Pobre y tierno Arlequín desmembrado! Si


ya lo has decidido, ¡adelante! Lo más duro es siempre el primer paso.
- No. Lo más duro siempre será despertarse y, envuelto en un sudor frío,
saber que aún te quedan muchos pasos para poder seguir adelante.

- Pues, entonces, ¿a qué estás esperando? ¡Despierta! O mejor aún:


¡sigue soñando! Soñando entre rumor de olas y espumas, arropado por
tus infinitas tristezas.

- ¡Silencio! ¡No insistas más! ¡Vamos! Ya no hay camino de vuelta... Por


favor, ¡despiértame! ¡Prefiero por siempre... DESPERTARME!

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