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Pies

Scarlett M. Badeau

Tengo pies que existen para el anonimato, al igual que casi todos los que conozco.
Quedarse en el rincn, pese a su condicin de indispensables, es el sino que les ha
tocado. Los mos en particular, por su tamao, podran cargar a alguien de ochenta
kilos y no dudo que algo as deseen ellos. Sus deseos, sin embargo, poco importan en
esta era donde la fama est de parte de otras piezas de la anatoma. Que si los ojos
grandes, las piernas torneadas, o las nalgas firmes la justicia no se encuentra al
alcance del miserable pie.
No les he dado el gusto de vivir al lmite de sus capacidades. Ergo, mis pobres
pies se desquitan hacindome tropezar, dos o tres veces por mes, en lugares pblicos.
Reprochar su venganza no viene al caso. En realidad, tales rabietas de los pies son un
llamado a la indemnizacin; habra que compensarlos por daos y perjuicios dos
veces por semana, como mnimo.
En otra poca, me acompaaron cada vez que suba a un escenario austero a
cantar. Siempre opacados ante el protagonismo de las cuerdas vocales y el escote
profundo, los pies no suelen tener cabida en la msica. Soportaron la invisibilidad con
toda la gracia posible, debo admitir, y jams me la cobraron durante una noche de
canto.
Soportar es el verbo que mejor define la suerte del pie. Los estoicos dirn que
no tienen razn al quejarse,las escasas ocasiones en que lo hacen. Yo les responder a
los muy altaneros que bien haran en subsistir un par de horas sin pies. No podran ni
emplear la frase mantenerse en pie, pues incurriran en un espantoso oxmoron.
Generacin 54.

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