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UNO

Scarlett M.
Un vistazo rpido, casi tmido, a su derecha, bast para que ella
entendiera que perda el tiempo culpndose. Caminaba al lado de
alguien que, en su excitacin etlica, le pareca menos humano, superior.
El sabor a violencia no consumada segua en su boca y ella se debata
entre tratar de lavarlo con otro trago, o sumergirse un poco ms en la
corriente de rabia.
Su acompaante nunca le haba parecido tan tangible como en ese
momento, pero no deseaba tocarlo, por miedo a corromper la sustancia
que lo envolva. Y si lo hubiera dejado batirse a golpes por m?, se
cuestion, con una de esas sonrisas asimtricas que encierran ms
intriga que regocijo. Poda imaginarse la escena: ella, sorbiendo la
sangre caliente de sus heridas, como una nueva manera de tenerlo en
su cuerpo.
Haban llegado a casa, pero el alcohol en sus venas la mantena
ensimismada. Se vea en un campo de batalla donde ella cobraba todas
las vidas. De pronto, una nota, dos notas El piano la convocaba desde
la habitacin contigua, con una meloda furiosa y hambrienta. Supo
entonces que la misma sed blica los invada, al grado de mezclarlos, y
no pudo negarse a atender el llamado.
Dos hileras de dientes aprisionaron su labio inferior con tal fuerza, que
hicieron brotar lava derretida. Ella le permiti hacerle la guerra hasta
saciarse, y el mismo combate fue un canto de victoria, una declaracin
de paz, una fusin. No hubo decesos; sin embargo, slo sobrevivi uno.

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