0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
4 vistas4 páginas
Texto que analiza las diversas representaciones del indio en las cultura contemporánea hispanoamericana en el marco de los 500 años del descubrimiento.
Texto que analiza las diversas representaciones del indio en las cultura contemporánea hispanoamericana en el marco de los 500 años del descubrimiento.
Texto que analiza las diversas representaciones del indio en las cultura contemporánea hispanoamericana en el marco de los 500 años del descubrimiento.
‘na de las funciones importantes de
la historia —entre las varias y
miltiples que le corresponden— es la
recupera
sin de la memoria colectiva de pueblos
y sociedades. Durante los tiltimos tres
lustros, tal funci6n parece haber cobra-
do nuevo auge y florecimiento, a partir
de la organizacién y promocién de cons-
tantes y renovados actos de conmemo-
racién.
Se dirfa incluso que la sociedad ha en-
trado, hace s6lo 10.0 15 affos, en una es-
pecie de etapa conmemorativa. Reprodu-
ciendo y multiplicando los centenarios, bi-
centenarios, quincuacentenarios, de
fintos procesos sociales 0 aconteci-
micentos hist6ricos fundamentales, inten-
mn, conservaci6n y transmi-
vincular también el diagndstico critico de
los hechos y procesos reales que produ-
‘cen y reproducen dicha memoria, mos-
trando cémo esta dltima se compone tan-
to de verdades historicas y creencias no
comprobadas, como de hechos importan-
tes que, ya filtrados por la conciencia co-
lectiva de los pueblos, practican sobre los
procesos sociales una suerte de elecci
concreta y determinada.
‘Al mismo tiempo, y puesto que la his-
toria se ocupa también del presente, esa
recuperacién y reproduccién del pasado
transmitido a través de la memoria debe
vincularse con las urgencias del presente,
que constantemente relee y reconstruye
el pasado en funcién de sus necesidades,
remodelando y refuncionalizando también
HISTORIA,
dencias consagradas, seré también una
suerte de contramemoria, de complejo
proceso de transmisién de los recuerdos
cen ruinas, vivos, latentes y actuantes de
esos pasados posibles pero atin no domi-
nantes, que persisten en las experiencias
y herencias conservadas por las clases
populares y oprimidas de Ia historia
Entonces, sila historia humanaes esta
dialéctica permanente entre pasado y pre-
sente, entre historia oficial c historia ct
tica, y entre memoria y contramemoria,
ces necesario considerar los dos extremos
de dicha dialéctica, para ser capaces de
evaluar correctamente los multiples y va-
riados esfuerzos de conmemoraciGn, de
celebracién del pasado y de reactualiza-
cin de los acontecimientos, hechos y pro-
MEMORIA Y CONTRAMEMORIA
Carlos
taria hacer posible una més adecuada y
ccompleja asuncién del pasado y de sus lec
ciones, dentro de la vida y los proyectos
futuros de las sociedades contemporéneas.
Pero si bien Ia historia es responsable
de esos procesos de transmisién de los re-
ccuerdos colectivos y de su salvaguarda,
no se reduce s6lo a la tarea de mantener
viva la memoria; la historia reivindica
también el hecho de que tal memoria no
es unitaria sino que se descompone en
miltiples memorias, en diferentes heren-
cias que incluso pueden ser distintas y
hasta opuestas entre sf.
Porque sila historia quiere ser esa com-
pleja empresa de explicaci6n critica y
cientifica de la obra de los hombres en el
tiempo, o de la dinémica concreta de evo-
lucién de las sociedades, entonces debe
An onio
Agu
los distintos usos posibles de esa misma
‘memoria.
Es claro que esa memoria colectiva
puede ser reivindicada y utilizada, lo mis-
mo para legitimar un cierto presente, re-
‘monténdolo a origenes gloriosos y reaco-
-modéndolo de acuerdo a las més venera-
bles tradiciones, que a la inversa, como
verdadera contramemoria, y por lo tanto,
como empeito genuinamente critico que
intenta mostrar los miltiples pasados ven-
cidos, reprimidos y negados para dar paso
al status quo vigente.
Pesto que Ia historia oficial es slo
una parte de la historia —generalmente
unida a esos ejercicios conmemorativos
¥ celebratorios del presente dominante—,
Ja historia total y siempre critica, capaz
de pasar la mirada a contrapelo de las evi-
tre
Rojas
ccesos de la historia anterior de las socie-
dades y de los pueblos.
Desde esta Optica resulta interesante
comprobar cémo, en los tiltimos 15 afios,
Iahistoriograffa europea en general, y en
especial la historiografia francesa, se han
‘comprometido en la linea de teorizar y
problematizar, pero también de promover
y animar una clara historia rememorati-
vva, preocupada por la recuperacién y el
estudio de los distintos simbolos que dan
sentido a las identidades nacionales, so-
ciales, comunitarias o colectivas en ge-
neral, voleéndose al examen acucioso de
los lugares de la memoria francesa de la
época contemporénea.!
Con ello, y cobijados en un apoyo to-
tal y masivo de sus respectivos gobiernos,
ya proliferan publicaciones sobre las ce~
enero-marzo 1998 CENCUS 49ve pin de a Jad
a Matin, 12d ced 1989,
lebraciones conmemorativas del Bicente-
nario de la Revolucién Francesa, de los
‘500 aios del llamado descubrimiento de
América, de los 50 afios del fin de la Se-
gunda Guerra Mundial, igual que de los
300 afios de la fundacién de una ciudad,
Jos 100 del nacimiento de.... 010s 25 afios
de la muerte de...
cehcus 49
En estos casos, y en otros que se des-
envuelven con la misma tnica, el efecto
sobre la historiograffa en tomo a los acon-
tecimientos o procesos conmemorados
siempre es doble: si de un lado realmente
se ha impulsado —a partir de la promo-
cin institucional y de los nuevos fondos
isponibles para cl estudio de estas cele-
braciones “conmemorativas”— la multi
plicaci6n de trabajos investigaciones
genuinamente interesantes, por el otro
lado y al mismo tiempo, la proliferacion
“inducida” de nuevas publicaciones en
relacién al tema “conmemorado” ha ter-
minado por banalizar, en alguna medida,
la investigaci6n histérica més profunda,
reduciendo el complejo andlisis histérico
del pasado y del presente a la més limita-
da y elemental funcién memoristica de
conservacién y reciclamiento de ciertos
simbolos de identidad de ese mismo pa-
sado.
Asi, olvidando las profundas lecciones
de esa larga e importante tradicién inte-
lectual que desde Marx y hasta Michel
Foucault, pasando por Walter Benjamin
xy Norbert Elias, entre muchos otros? ha
insistido en esa parte constitutiva funda-
‘mental de la ciencia histérica —su dimen-
sin en tanto contramemoria o en tanto
‘memoria critica—, la historia tiende a ser
reducidaa su sola ylimitada funcién como
posible historia monumental.
Ello se ejemplifica muy nitidamente
—por mencionar uno de entre varios
‘casos posibles—en la empresa historio-
‘rdfica colectiva dirigida e impulsada por
Pierre Nora, y titulada Les liewx de mé-
‘moire. En ésta se enuncia la tensién entre
la perspectiva propiamente historica,
constituida siempre de muchas y mélti-
ples dimensiones, y esos nuevos intentos
de recuperacién de la “memoria”, cen-
trados sobre todo —a decir del propi
Pierre Nora— en el examen de una “ver-
dad puramente simbélica”, distinta al
‘mismo tiempo de ta historia positivista
tradicional de las representaciones, pero
también de la clésica historia de las men-
talidades.
El primer volumen de esta obra fue
publicado en 1984. Reflejando claramen-
te la atmésfera de la época, el proyecto
de Les liewx de mémoire trata de ir més
allé de la para entonces bien afianzada y
difundida historia de las mentalidades,
al desplazar su centro de atencién desde
los reflejos “mentales” de una cierta so-
ciedad, época o mundo especificos, y
desde las configuraciones diversas del
aimaginario social que proyec-
tan el modo en que una colec-
tividad aprende y asimila su
propio mundo, haci
‘verso més preciso y limitado,
pero al mismo tiempo més
cargado hacia esa dimensién
semimetaférica que es el pla-
no més denso de ta reconfi-
guracién simbélica y del tra-
bajo de Ia conciencia sobre
sus propias reconstrucciones
espirituales —y ya no sobre
su vinculo directo con lo
real—, que justamente son
esos simbolos de la identidad
de los grupos sociales, de las,
clases, de las colectividades y
de las naciones.
Simulténeamente, yen una
dimensién mas profunda que
brota de su parentesco con to-
das aquellas historiografias
innovadoras que surgieron
como respuesta y efecto dela
profunda revolucién cultural
yccivilizadora de 1968, el pro-
yecto coordinado por Nora
también intenta ir mds alld de
Jo que é1 considera una histo-
ria “vacia” de las estructuras,
una cierta historia derivada de
la época del auge de los gran-
des modelos interpretativos
que, sin embargo, en algunos
casos se convirtié en una historia “sin
carne, sin Vida, sin personajes concretos
y actuantes”, y en consecuencia en una
historia irreal. Reconociendo que este
proyecto que pretende restituir esa
verdad “puramente simb6lica” de la me-
moria no tiene un “apoyo tedrico soli
do”, y que es “parcial” y “monogréfi-
co”, Nora y una buena parte de sus co-
laboradores —con algunas notables
excepciones— encuentran ese lado
“vivo, concreto y realmente en movi-
miento” de la historia en ese espacio
particular de la memoria, a la que rei-
an sin ocultamientos por ser afec-
‘iva, mégica, flotante, abierta, indefini-
da, maleable, ¢ incluso manipulable.
ese uni-
bie Ldn, Txt e199. Archiv og de La Jad.
‘Ya que esa memoria es plural y esté
“soldada” o “vinculada orgénicamente”
a los distintos grupos sociales, y con-
traponiéndola ala “frfa historia” que “no
pertenece a nadie” y es, ala vez, an6ni-
‘mamente “de todos”, la obra Les lieux
de mémoire postula que las condiciones
actuales de una importante “sed de me-
‘moria” de las sociedades europeas —y,
or ende, el furor conmemorativo antes
referido—, asf como su auge en tanto
tema recurrente del andlisis histérico
reciente, derivan del ocaso definitivo
de los espacios reales de su permanen-
ia centenaria y hasta milenaria: del fin
cada vez mds irreversible del mundo
campesino (una colectividad-memo-
ria), de las sociedades co-
loniales (inmensos reservo-
rios de la memoria) y de
instituciones como la fami-
lia, la iglesia o la escuela
(alas que, dentro de esta vi-
‘in, se clasifica también
como instituciones-memo-
tia)?
Pero, como suele suceder
en los movimientos “pendu-
lares” que caracterizan gran
parte de 1a historia de las
ciencias sociales contempo-
rénas, el legitimo intento de
restituir ese elemento vivo,
concreto y multicolor de la
historia —que se encuentra
también en la base que ani-
ma todo el proyecto de la
importante “microhistoria
italiana’, recuperando las di-
mensiones fundamentales de
la verdad simbélica y de la
‘memoria— terminé olvidan-
do todo aquello que la histo-
ria a la que se criticaba ha-
ba ido conquistando, y que
cra igualmente rescatable y
hasta imprescindible para la
reconstruccién adecuada de
una historia més plena y
cientifica.
Porque si bien la memo-
ria es parte de la historia,
esta tltima no se reduce a la primera. La
historia es sin duda memoria, pero tam-
bién contramemoria, y més alld indaga-
cin critica, reflexi6n creativa, recons-
truccién problemética y bésqueda inter-
minable de nuevos “indicios”, pistas,
‘nuevas lecturas e interpretaciones y ex-
plicaciones de los hechos hist6ricos mis-
‘mos. Por eso, la historia en su conjunto
no puede renovarse o transformarse de
raiz—como ha sido la intencidn y el pro-
yecto, finalmente fallido, de la empresa
acometida por Pierre Nora— si s6lo se
le restituye o “recuerda” su dimensién o
espacio memoristico.
Poreello, esa manfa conmemorativa que
hoy invade tanto a las ciencias hist6ricas
cncco-marzo 1998 CENCUS G4como a parte de las ciencias sociales eu-
ropeas, no puede mAs que derivar en un
‘boom efimero que, lejos de “refundar” 0
‘ransformar de fondo los estudios hist6ri-
cos, més bien parece llevarlos por el sen-