Está en la página 1de 30
DE LA REPUBLICA. LIBRO PRIMERO. « -aue. A DO ser por esta virtud (1), C. Duelio, Aulo Atilio, y L. Metelo no hubiesen libertado 4 Roma del terror de Cartago; los dos Scipiones no habrian apa- gado con su sangre el naciente incendio de la se- gunda guerra. pinica; nial estallar con mayor vio- lencia, no lo hubiera combatido victoriosamente Q. Maximo, ni ahogado M. Marcelo, ni separado de las puertas de la ciudad que asediaba, hubiéralo P. Scipién 6] Africano arrojado dentro de las mura- Jas enemigas. M. Catén, desconocido y nuevo enton- ces, 4 quien todos los que seguimos sus huellas con- (1) Mgr. Angelo Mai cree que Cicerén hablaba aqui de la invasién de los Galos 6 de la de Pirro. Fal- tan las treinta y cuatro paginas primeras del manus- crito. 1 TOMO Vis 2 MARCO TULIO CICERON. sideramos como modelo de actividad y virtud, pudo sin duda saborear los ocios de Tasculo, paraje tan sa- ludable é inmediato 4 1a ciudad. Mas no faltan quie- nes le consideran insensato (1) por exponerse, sin que 4 ello le obligase Ja necesidad, 4 luchar hasta la extrema vejez en el tempestuoso mar de los negocios ptblicos, prefiriendo esta agitacién al reposo de vida retirada y pacifica. Paso en silencio los innumerables varones que han prestado 4 la patria esclarecidos ser- vicios, y desisto especialmente de nombrar 4 los que estan cercanos 4 nuestra época, para que nadie pueda quejarse de mi silencio acerca de é1 mismo 6 de al- guno de los suyos. Lo unico que quiero hacer constar es que, por la naturaleza misma, tiene tal necesidad de virtud el género humano y le ha comunicado tan fuerte ardimiento por la salvacién comin, que esta fuerza vence todos los alicientes de Ja molicie y del reposo. No ha de poseerse la virtud 4 la manera de un arte cualquiera, sin practicarla. El arte que no se practica puede poseerse como ciencia; pero la virtud consiste precisamente en la practica, su mejor em- pleo es el gobierno de los asuntos piiblicos y su com- pleto perfeccionamiento en la realizacién, no con pa- labras, sino con obras, de todas las grandes cosas que se proclaman en las escuelas. Nada han dicho (1) Los Epictreos, que tenian por maxima: Sapiens ne accedat ad rempublicam. DE LA REPUBLICA. 8 los fil6sofos, que sea recto y honesto, que no hayan descubierto y practicado los legisladores de los pue - blos. yDe dénde procede la piedad? jde dénde la reli- gidu? de donde el derecho pablico 6 ese otro que lla- man Civil? ;de dénde la justicia, 1a buena fe, 1a equi- dad? jde donde el pudor, la continencia, el horror 4 la torpeza, el deseo de honor y fama? de donde la fortaleza en los trabajos y peligros? De aquellos que, habiendo depositado en la educacién los gérmenes de estas virtudes, inculcaron unas en las costumbres y sancionaron las otras con las leyes. Dicese que ha- biendo preguntado al esclarecido filésofo Xendcrates qué ganaban sus discipulos, contesté: «Aprenden 4 hacer por su propio impulso lo que las leyes mandan practicar.» Luego aquel ciudadano que consigue de todo un pueblo, por medio del saludable imperio y el freno de las leyes, 10 que con sumo trabajo alcanzan los filésofos con sus discursos inculcar 4 unos pocos, debe colocarse muy porencima de todos los doctores que acerca de tales cosas discurren. ;Qué cosa hay exquisita en los discursos de éstos que merezca an teponerse 4 un estado perfectamente organizado so- bre la base del derecho piblico y las costumbres? Y como considero superiores -. las ciudades grandes y dominadoras, como Jas l!ama Ennio, 4 las aldeas y castillos, asi tame bién me parece que la sabidaria de los que gobiernan estas ciudades con su Consejo y autoridad es muy su- 4 MARCO TULIO CICERON. Perior & lade aquellos que imaginan ‘orias mos- irandose alejados de los negocios pablicos. Y puesto - que nuestro mayor deseo es aumentar el caudal del género humano; puesto que nuestro empefio consiste en hacer mas robusta y opulenta Ja vida de los hom- bres; puesto que Ja naturaleza misma nos imprime el impulsc, perseveremos en este camino, que siempre fué el de los mejores, y cerremos los ofdos 4 1a sefial de retirada de los que quisieran hacer retroceder haste 4 los que ya pasaron. A razones tan claras y tan ciertas suelen oponer aquellos que sostienen lo contrario, primero los ru- dos trabajos que son necesarios para defender Ja Re- publica, obstaculo harto débil para el hombre vigi- Jante y activo, y despreciable no solamente en com- paracién de cosa tan grave, sino que también en los asuntos de menos cuantia y mas sencillos. Afiaden el peligro de la vida, tratando de inspirar 4 los hombres esforzados el temor de la muerte, cuando éstos consi deran como mayor desgracia que los consuma lenta- mente ia vejez que hacer 4 su patria, en sazén opor- tuna, el sacrificio de una vida que, tarde 6 temprano, han de rendir 4 la naturaleza. Los adversarios se creen elocuentes y triunfantes cuando enumeran todos los infortunios de los grandes hombres y Jas injurias que ies han inferido sus ingratos conciudadanos. Mucho: ejemplos les suministran los Griegos: Milciades, ven ecdor y dominador de los Persas, nu cicatrizadas to- davia las heridas que recibio on su preclars victoria DE LA REPUBLICA. 5 plerde en las prisiones de su patria la vida que no pudieron arrancarle tan esforzados enemigos; Temis- tocles, proscrito por el pueblo que habia libertado, te-_ miendo por su existencia, tuvo que refugiarse, no en ios puertos de la Grecia que habia salvado, sino en las playas de los barbaros qué habia vencido. No fal~ tan ciertamente ejemplos de la inconstancia de los Atenienses ni de su crueldad con sus varones mas eminentes; inconstancia que, nacida entre ellos, se ha propagado, segan dicen, & nuestra grave ciudad. Citase el destierro du Camilo, ¢] odio que persiguié 4 Ahala, la impopularidad de Nasica (1), la proscripcién de Lenas, la condenacién de Opimo, la fuga de Mete- lo, el horribie asesinato de C. Mario, la matanza de principes y los terribles azotes que de cerca les si- _ guieron. Ni siquiera omiten mi propio nombre, y creo que, considerando que 4 costa de mis vigilias y peligros han conservado vida y reposo, me compade- cen mas profundamente que 4 los otros. Mas no puedo comprender cémo aquelios que para aprender y ver cruzan los mares..... (Falian dos péginas.) eccoosese CANO al salir del consulado (2) jure ante (1) Para libertar 4 Nasica del odio popular, se le re- lego al Asia, bajo el pretexto de una embajada. (2) €1 consulado de Cicer6n precedis en diez afios 41a composicién de su tratado sobre la Repiblica, § : MARCO TULIO CICERON. el pueblo romano, reunido en asamblea, que habia salvado la Repablica, y asi también lo juré el pucbio, encontréme suficientemente recompensado de las injurias, cuidados y molestias que habia soportado. Encontré, sin embargo, en mi desgracia misma mas honra que trabajo, menos sufrimiento que gloria, ¥ los sentimientos de los buenos me produjeron ma- yor regocijo que tristeza la alegria de ios malvados. Mas si, como dije (1), hubiera ocurrido lo contrariv, ide quién podria quejarme? Nada podia sorprender- me, ni nada tan grave habia de acontecerme que no Jo esperase como recompensa de mis importantes servicios. Y tanto es asi, que si bien podia recoger dela tranquilidad fruto mas grato que todos los de- mas por la suave variedad de los estudios en quc me ejercitsba desde is infancia, y si sobrevenia una ca- lamidad general no tenia que soportar mayor parte, sino una igual 4 ia de los demas, no hubiese vacilado en arrostrar las tempestades mas violentas, y hasta él Tayo mismo, cox ta! de salvar 4 mis conciudadanos y atender con mis propios riesgos 4 la seguridad gene- ral. Porque la patria no nos ba engendrado y edu- cado para no recibir de nosotros frutos algun dia, sin otro objeto que el de atender 4 nuestros especiales intereses y proteger nuestra tranquilidad y quietud, sino para tener derecho sobre las mejores facultades Q)_ El pasaje 4 que alude ei autor se encontraba indudablemente en las primeras paginas de este ]i- bro, que no constan en el manuscrito. DE LA PEPUBLICA. 4 de nuestra alma, de nuestro ingenio, de nuestra ra- zon, y emplearlas ep servicio propio, sin abandonar a nuestro uso privado mas que la parte que 4 ella le sobra. No debemos ciertamente prestar oidos 4 las ex- cusas de aquellos que quieren saborear continuamente el ocio: dicen que ocupan los cargos de la Repablica hombres incapaces de bien, en cuya compaiia fuera vergonzoso encontrarse, y con quienes seria desagra- dable y peligroso luchar, sobre todo cuando se en- cuentra conmovida la multitud. Demencia es querer empuiiar las riendas del gobierno, puesto que no pue- den dominarse los ciegos y terribles arrebatos del vulgo, ni es honroso combatir con adversarios inmun- dos y culpables, que no tienen otras arreas que las injurias, los ultrajes y las afrentas que ei sabio no debe soportar (1); como si los hombres valerosos, es- (1) Curioso es comparar con toda esta primera parte lo que Cicerén dice en el tratado de Offciis: «Tal vez seria conveniente conceder Ia libertad de apartarse de los negocios piblicos, tanto & aquellos que, dotados de grande ingenio, se dedican comple- tamente 4 los estudios especulativos, como 4 los que, por debilidad de salud 6 por cualquiera otra causa ra- zonable, han renunciado 4 la administracién del Es- tado, dejando 4 otros la autoridad y la gloria. En cuanto 4 los que no tienen ningun motivo de estos y pretenden menospreciar lo que ha deslumbrado 4 tantos otros, los mandos y magistraturas, antes me parecen dignos de censura que de alabanza... Los que han recibido de la naturaleza espiritu propio para los negocios, deben presentarse sin vacilar para las magistraturas y administracién de la Repablica.» 8 MARCO TULIO CICERON. forzados y de levantado animo pudiesen alguna vez ambicionar el gobierno con otro objeto que el de re- chazar el yugo de los malvados, no permitir que despedacen la Repfblica, que algan dia querrian inGtilmente salvar los buenos. é¥ quién puede probar Ja exencién de que el sabio no puede mezclarse en los negocios de la Repaé- blica 4 no ser que Je obliguen la necesidad y dificul- tades de los tiempos? Nunca estrecharon 4 nadie cir- cunstancias més criticas que 4 mi. ;Qué hubiese po- dido hacer en ellas, de no ser cénsul? ;¥ cémo hubiera podido ser cénsul 4 no seguir desde Ja infancia esta carrera que desde el rango de caballero en que naci me llevé al honor supremo? No puedes acudir cuando quieras y como quieras en socorro de la Repablica estrechada de peligros si no te has colocado en con- dicién que te permita hacerlo. Lo més admirable que encuentro en los discursos de estos doctos varones es que aquellos que no se creen capaces de ser pilo- tos en mar tranquilo, porque no aprendieron 4 serlo ni se curaron de ello, se crean aptos para empufar el timén en medio de embravecidas olas. Pablica- mente dicen, y hasta se glorian de ello, que no ense- tan el arte de organizar y gobernar las repfblicas, afiadiendo que esta ciencia no es propia de los hom- bres doctos y sabios, debiendo dejarse 4 los que se dedican exclusivamente della. ;Cé6mo prometen en- tonces su concurso 4 Ja Reptblica cuando Ja nece- sidad les obligue 4 ello? ,Cémo, si se confiesan inca- DE LA REPUBLICA. 9 paces de tomar parte en los negocios pablicos en tiempos ordinarios, que son incomparabiemente mas faciles? Pero concedamos que el sabio no se ocupa voluntariamente de los negocios piublicos, aunque, si las circunstancias le obligan, no rechazara la carga que le impongan; diré, sin embargo, que no debe despreciar el estudio de los asuntos civiles, porque debe procurarse todos los medios que tal vez tendra que emplear alguna vez. Me he extendido sobre este punto, porque estos li- bros constituyen una discusién propuesta y sostenida por mi acerca de la republica, y para no hacerla in- Util debfa ante todo combatir las dudas que alejan dela vida pablica. Si existen algunos que necesitan para quedar convencidos la autoridad de los filésofos, estu- dien y escuchen 4 aquellos que conquistaron los pri- meros y mas gloriosos puestos entre los varones mas doctos; verdn lo que pensaron aquellos grandes maes- tros, aunque no todos rigieron repiiblicas, pero que meditando y escribiondo sobre los negocios paiblicos, ejercieron una manera de magistratura. De aquellos siete que los Griegos llamaron sabios, los veo 4 casi todos mezclados en los asuntos piblicos. Y es que nada existe que mds acerque la virtud humana 4 la de los Dioses que fundar sociedades nuevas 6 conser- var las ya establecidas. Por lo que & nosotros hace, podemos emprender este trabajo, porque hemos conseguido ilustrar nuestro gobierno con acciones dignas de memoria, y hemos 1” MARCO TULIO CICERON, adquirido por la experiencia, el estudio y uso cons- jante de comunicar nuestros conocimientos, cierta facilidad para tratar estas materias; en tanto quc nuestros antecesores, 6 fueron elegantes escritores que no realizaron accién alguna memorable, 6 fuce ron habiles gobernantes con ruda palabra. Por otra parte, no intento desenvolver un sistema nuevo in- ventado por mi, sino referir con fidelidad y como la cimos de boca de P. Rutilio Rufo (1), cuando siendo muy jévenes ta y yo permanecimos bastantes dias en Smirna, la controversia de algunos antiguos Roma- nos, los mas ilustres de su época y los mas sabios de nuestra ciudad; controversia en la que creo no ge omi- (1) Este Rutilio, discipulo del filésofo Panecio y sectario de la escuela estoica, fué uno de los hombres mas virtuosos de la antigua Roma. Fué amigo de Scipién y su companero de armas en el sitio de Nu- mancia. Escribid en eriego una Vida de este grande hombre y una historia de la Repfblica. También es- cribié su propia Vida, cosa que en él, segtin TAcito, antes era confianza en la virtud que ostentacién de amor propio. Desterrado por una intriga de los caba- lleros romanos, cuyas coucusiones habia reprimido, vivid en Smirna y llegé 4 ser ciudadano de ella. Vese, pues, Con cuanta vercsimilitud y con cudnto gusto pudo suponer Cicerén tal oyente en Ia conversacién que iba areferir. Esta especie de tradicién oral, imi- tacién de Platén, aparece aqui con suma habilidad. Un amigo deScipidn, un sabio tan incorruptible como eminente, es quien, en el destierro que Je merece su virtud, refiere 4 Cicerén, muy joven todavia, lo que habia ojdo al Africano. ;Bella y sencilla ficcién! En- tre el grande hombre cuyas palabras se trasmiten, y Cicerén que las escribe, media el testimonio del mas virtuoso de los Romanos. DE LA REPUBLICA. iW tid nada de cuanto interesa al gobierno de la Re- ica. Du En el afio del consulado de Tuditano y Aquilio, Pu- blio el Africano, hijo de Paulo, habia decidido pasar las Ferias latinas(1) ensus jardines, habiéndole prometido sus amigos mas intimos visitarle con frecuencia en aquellos dias, y cuando comenzaba el primero, vid entrar antes que otro aiguno 4 Q. Tuberén, hijo de su hermana. Mucho agrado 4 Scipién la visita, recibidle amistosamente y se entablé el didlogo siguiente: Scirién.—;Cémo tan de mafiana, Tuberén? Estos . dias de descanso te ofrecian hermosa ocasion para en- tregarte 4 tus estudios favoritos. TUBERON.—Tiempo tengo para ocuparme de mis libros, que nunca estén ocupados; pero es cosa rara encontrarte 4 ti ocioso, especialmente en tiempos tan borrascosos para la Repiblica. Scip16n.--Ocioso, si; pero, d fe mia, que lo estoy mas de Cuerpo que de espfritu. TUBERON.—Necesario seré, sin embargo, que conce- ‘as también alg&n reposo 4 tu espiritu, porque he- nos convenido muchos, si no te somos importunos, “u venir & disfrutar de tu compaiiia durante el des- “nso que conceden las Ferias. { Sorridn.—Mucho me agradara, y creo que algo ade- cantaremos en el estudio de la cieucia. (1) Los didlogos acerca de la Naturaleza de los Dioses 2g, Coloca también Cicerén en la epoca de las Ferias tinas. 12 MARCO TULIO CICERON. TuseRdén.—Puesto que 4 ello me alientas y en cierta manera me invitas, {quieres, oh Africano, que exami- nemos juntos, antes de que Heguen nuestros amigos, qué sea ese segundo sol de que se ha hablado en el Senado? Muchos y dignos de crédito aseguran haber visto dos soles (1), por lo que antes que negar el he- cho, ha de buscarse explicacién de él. Sciprén.—Sensibie es que no se encuentre aqui nuestro amigo Panecio (2), que en medio de sus estu- dios, con tanto cuidado se ocupa de los fenémenos ce- lestes. Pero sor mi parte, Tuberén (3) (porque conti- —_—_ (1) «En fin, dos soles, como of decir & mi padre que aparecieron bajo el consulado de Tuditano Aquilio, el mismo aio en que se extinguié otro sol, es decir, Scipién el Africano; todo esto, repito, es- panto 4 or} hombres.»—(Oicerén, De la Naturaleza de los joses, II. (2) Algunos.sabios han hablado de los dos Pane- cios, ambos fildsofos y nacidos en la isla de Rodas: este de quien se trata en-el texto es el mas célebre, 6 por mejor decir, el anico célebre. Habia sido maes- tro y amigo de Scipién el Africano, que en su famosa embajada de Egipto, cerca de los reyes de Asia, hizo que le acompaiiara. Pertenecia 4 Ja escuela estoica y habia escrito muchas obras sobre materias ce filoso- fia: sabido es que Cicerén copié de un libro de este griego la mayor parte del inmortal tratado De Oftciis. Un pasaje del didlogo De Legibus prueba que Panecio habia escrito con igual éxito sobre la politica y el go- bierno, y vemos aqui que cultivaba las ciencias na- turales. Entre los discipulos de Panecio se encontra- ban cuatro de los interlocutores de este didlogo, Sci- pin, Lelio, Rutilio y Fannio. (3) Quinto Elio Tuberén era nieto de Paulo Emilio y sobrino de Scipidn. Dedicdse mucho al estudio de la filosofia y habia adoptado la de los Estoicos. La austeri- DE LA REPUBLICA 13 gohe de hablar francamente), no asiento por com- pleto 4 1a opinién de nuestro amigo, quien, muchas cosas sobre las que ya es atrevimiento conjeturar las trata con tanta seguridad como si las viese con los ojos y las tocase con Jas manos. Por esta razén con- sidero mucho mas sabio 4 Sdécrates, que se apart6 de curiosidades, teniendo como maxima que el descu- hrimiento de los secretos de la naturaleza, 6 es supe- rior al alcance de nuestra mente, 6 de poca monta para la vida de los hombres. ’ TuseRrdN.—Ignoro, oh Africano, por qué sc ha cref- do que Sécrates prohibia todas las investigaciones fisicas y solamente se ocupaba de la moral. ;Quién puede darnos 4 conocer este filésofo con mas autori- dad que Platén? Y° vemos en muchos pasajes de los libros de éste, que Sdcrates habla no solamente de costumbres, virtudes, repiblica, sino que también de nimeros, de geometria y armonia 4 Ja manera de Pitégoras. Scrpién.—Asi es, como dices, Tuberén; mas creo haberte ofido que, después dela muerte de Sécrates, impulsado por el deseo de saber, marché Platén pri- meramente 4 Egipto, viniendo més tarde 4 Italia y Sicilia para instruirse en la doctrina de Pitagoras; tuvo mucho trato con Arquitas Torentino y con Ti- meo de Locros, que recogié todas las obras de Filolao, dad de sus principios perjudicé 4 su elevaci6n politica y asu elocuencia. El pueblo romano se escandaliz6 al ver su impasibilidad en los funerales de Scipién. 14 MARCO TULIO CICERON. y que en aquelles comarcas, llenas por entonces de la fama de Pitagoras, se entreg6 4 los Pitagéricos y 4 sus estudios predilectos. Mas como habia consagrado ante todo exclusivo culto 4 Sécrates y queria dedicar- selo todo, unié con especial arte la sutileza de Ja lo- cuci6n socratica con la oscuridad y graves enseiiap- zas de Pitagoras. Apenas habia dicho esto Scipién, cuando vid en- trar 4 L. Furio Filo, 4 quien saiud6é amistosamente, le cogié la mano y le senté 4 su lado. Al mismo tiempo llegé P. Rutilio, que nos ha trasmitido esta conversa- cién, y después de saludarle, le hizo sentar junto 4 Tuberén. Furio.—;De qué os ocupabais? ;Ha interrumpido vuestra conversacién nuestra llegada? Scrpién.—De ninguna manera, porque tf examinas atentamente las cuestiones 4 que pertenece la que Tuberén investigaba hace poco. En cuanto 4 Rutilio, recuerdo que, bajo las mismas murallas de Numan- cia (1), solia departir conmigo acerca de asuntos de esta clase. Fiio.—Pero en fin jde qué se trataba? Sorr16n.—De esos dos soles, sobre los cuales, oh Filo, deseo conocer tu opinién.— Un esclavo anuncié en aquel momento que Lelio habia salido de su casa yse dirigia 4 los jardines. (1) Rutilio escribié la historia de la guerra de Nu- mancia. DE LA REPUBLICA. pt) Scipiin se calzé y vistié (1) entonces, y saliendo de su camara, avanz6 algunos pasos en el pértico, donde encontré y recibié 4 Lelio (2) y con él 4 Spurio Mum- mio, 4 quien profesaba particular afecto, C. Fannio y Q. Scévola, yernos los dos de Lelio, j6venes muy ins- trufidos y que habian llegado 4 la edad de la cues- tura (3): habiendo saludado 4 todos, volvié en el pér- tico, dejando el centro 4 Lelio. En la amistad de los dos existia & manera de convenio, que en los campa- mentos respetase Lelio al Africano como 4 un dios, & causa de su inmensa gloria, y en las casas mostrase Scipién filial reverencia 4 Lelio, 4 causa de ser éste mayor que él. Habiendo cambiado algunas palabras y dado algunos paseos, Scipién, 4 quien regocijaba la llegada de sus amigos, les invité 4 descansar en el sitio de los jardines mas expuesto al sol, porque se (1) Los Romanos tenian como nosotros dos espe- cies de calzado, los solee y los calcei; el primero para Ja habitacién, el segundo para salir. (2) Casi todos los personajes que Cicerén coloca aqui figuran en su tratado de la Amistad. Inutil es ci- tar 4 Lelio, tan conocido como Scipién mismo, por- que la amistad de un hombre grande es casi partici- pacién de su gloria. Fannio habia escrito los Anales que Cicerén alaba en otro lugar, y de los que Bruto no desdefié hacer un compendio. Quinto Scévola es e] mismo que en su vejez fué para Cicerén objeto de tierna veneracién y asiduos cuidados, Espurio. Mum- mio era hermano de Mummio el que tom6 4 Corinto. Conocia mejor que aquél las artes de Ja Grecia, habia estudiado la filosofia estoica y escribi6 muchas aren- gas politicas. Ri Podian nombrarse cuestores 4 los veintisiete afios, 16 MARCO TULIO CICERON. cncontraban en invierno; y cuando iban 4 hacerlo asi, presentése un varén muy ilustrado, igualmente agradable y querido de todos, M.. Manilio, 4 quien Scipién y sus amigos recibieron placenteramente, sentandose al lado de Lelio. Fiio.--Paréceme que la llegada de nuestros ami- 08 no debe hacernos cambiar de conversacién, sino que nos obliga solamente 4 tratar el asunto con ma- yor cuidado para decir algo digno de los que nos oyen. LxLIo.—;De qué tratabais, y qué conversacién he- mos interrumpido? Fito.—Preguntabame Scipién qué pensaba yo acc:- ca de cierta aparicién de dos soles. Ler10.—jCémo, Filo! yestamos ya enterados de todo Jo que ocurre en nuestras casas 6 interesa 4 la Repi- blica, para investigar lo que acontece en el cielo? ' Fito.—jAcaso crees que no nos interesa mucho co- nocer lo que ocurre en nuestra morada, que no es pre- cisamente la que constituyen las paredes de nuestr: casa, sino que es tan vasta como el mundo, patria 2 domicilio que los Dioses nos han dado para compar tirla con ellos? Ademas, si ignoramos Jo que pasa e: los cielos, muchas y muy grandes cosas quedaran desconocidas para nosotros. Para mi, y 4 fe mia, pare ti también, Lelio, y para todos los amantes de la sabi. duria, el estudio y la contemplacién sola de es’. grandes cosas es inmenso goce. LELIo.—No me opongo 4 ello, y menog en dias du DE LA REPUBLICA, % feria; mas :podemos escuchar sigo atn 6 hemos lle- gado tarde? : Fito.—No habiamos comenzado; el terreno esta virgen, y dispuesto estoy, oh Lelio, 4 cederte la pa- Jabra. LEL10.—Mejor es escucharte, 4 no ser que Manlio quiera transigir el pleito entre los dos soles y desig- nar & cada uno de ellos la posesién perpetua de una parte del cielo (1). . Manio.— Quieres, oh Lelio, burlarte de una cien- cia en la que ta mismo sobresales y sin Ja cual nin- guno podria saber lo que es suyo y lo que no le per- tenece? Mas ya hablaremos de esto; escuchemos aho- ra 4 Filo, 4 quien veo se ha consultado acerca de asunto més grave que los que ordinariamente nos ocupan & P. Mucio y 4 mi. Fito.—Nada nuevo he de deciros, 6 que yo haya descubierto 6 meditado; pero recuerdo que C. Sulpicio Galo (2), hombre muy docto, como sabéis, encontran- dose chsualmente en casa de M. Marcelo, que habia. (1) Cicerén bromea aqui con una férmula del de- recho romano, alterandola un poco para acomodaria 4 su pensamiento. Gayo nos ha conservado esta f6r- mula, por la que el Pretor ponia ciertos bienes en in- terdicto: «Ht si nunc possidetis, guominus ita possideatis, vim fiert veto.» (2) Cicerén nombra muchas veces 4 este Galo por sus conocimientos y aficién 4a astronomia. Plinio lo cita como sostenedor de las doctrinas de Pitégoras, quien crefa que la Tierra distaba de la Luna 136,000 estadios, y del Sol doble distancia. TOMO VI. 2 18 MARCO TULIO CICERON. sido en otra época cénsul con él, recayé Ja conversa- cidn en un prodigio igual 4 este, y que Galo hizo traer aquella esfera, anico despojo con que el abuelo de M. Marcelo quiso adornar su casa después de la toma de Siracusa, ciudad tan magnifica y opulenta. Muchas veces habia oido hablar de aquella esfera 4 causa de Ja fama de Arquimedes, pero no me admiré al pronto, porque Marcelo habia depositado en el templo dela Virtud otra esfera de Arquimedes, mucho més her- mosa y més conocida del vulgo. Mas cuando Galo co- menzé 4 explicarnos con extraordinaria ciencia la composicién de aquel aparato, no pude menos de considerar que habia mas ingenio en aquel Siciliano del que creo capaz 4 Ja naturaleza humana (1). Decfa- nos Galo que el invento de la otra esfera sélida y ma- ciza ere mucho mis antiguo, y que el primer modelo lo construy6 Tales Milesio; que mas adelante, Eudoxio Cnidio, discipulo segan decia de Platén, representé en ‘gu superficie los diferentes astros inherentes al cielo, y que muchos afios después, Arato, que no era astréno- mo, pero que gozaba de ciertas facultades poéticas, descmbié en verso todo el cielo de Eudoxio. En esta esfera sélida no pudieron representarse los movimien- tos del Sol, de Ja Luna ni de las cinco estrellas que lla- (1) Sabido es que Cicerén, ansioso siempre por el estudio, buscé y descubrio en Siracusa el sepulcro de uimedes, olvidado en un paraje desierto, rodeado de hierbas, cuyo sepulcro tnicamente podia recono- cerse por la figura de una esfera que lo coronaba. DE LA REPUBLICA. 0 mamos errantes y como vagas; siendo de admirar el invento de Arquimedes por el arte con que supo com- binar en una sola rotacién todos los movimientos des- iguales y desemejantes de los astros. Cuando Galo im- primia movimiento 4 la esfera (1), veiase sucesiva- mente suceder Ja Luna al Sol dando una vuelta en el circulo dela misma manera que lo reemplaza en el cielo con el intervalo de wn dia; veiase, por consi- guiente, desaparecer el Sol como en el cielo y venir poco 4 poco ja Luna 4 sumergirse en la sombra de la Tierra en el momento mismo en que el Sol, por el lado opuesto..... (Seytin Mor. Angelo Mai, faltan agué ocho piginas.) ScIPION.~.....Mucho queria yo 4 Galo, y sabia que mi padre Paulo le habia apreciado y estimado sobre manera. Recuerdo que en mi juventud (2), siendo mi padre cOnsul en Macedonia, encontrandonos acam- pados, invadié una noche 4 todas nuestras legiones (1) La célebre esfera que aqui se describe era, como puede comprenderse, hueca y parecida 4 la mévil que los ingleses llaman Oreria, del nombre de un Célebre protector de las ciencias que hizo cons- truir este aparato. Era muy débil copia de nuestro mundo plaretario y de sus revoluciones, Con los co- nocimientos actuales pueden menospreciarse aquellos trabajos, pero facil es concebir la admiracién que de- bian causar 4 los antiguos. (2) Scipién tenia diez y siete afios cuando acom- pafié & su padre 4 Macedonia 20 MARCO TULIO CICERON. terror religioso, porque la Luna, que se encontraba en todo su esplendor, se oscurecié de repente. Entonces Galo, que era nuestro legado, un aiio antes de ser nombrado cénsul, no dudé en declarar 4 la mafiana siguiente en e! campamento que no se habia reali- zado ningan prodigio (1); que aque! fendmeno estaba en el orden de ia naturaleza y se repetiria en perio- dos determinados, cuantas veces se encontrase si- tuado el Sol de manera que su luz no pudiese ilumi- nar la Luna. TuBERON.—Mas jc6mo pudo hacer comprender eso 4 hombres tan rudos, y se atrevié 4 hablar de tal ma- nera 4 gentes tan ignorantes? Scipién.—Hizolo, y con grande..... (Segtin Mat, faitan aqui dos paginas al menos.) wees sin vana ostentacién ni lenguaje indigno de vardn grave; y no consiguié poco despojando del temor y vanas supersticiones 4 aquellos hombres ate- rrados. Una cosa muy parecida acontecié durante la em- pefiada guerra que se hicieron Atenienses y La- cedemonios con violencia tan terrible. Dicese que Pericles, el varén mas notable de su pais por su auto- ridad, elocuencia y consejo, viendo & los Atenien- (1) Plinio Nama alos eclipses de Sol y de Luna «la cosa mas admirable de la naturaleza y mas parecida a un prodigio.» DE LA REPUBLICA. 21 ses aterrados por un eclipse de sol que les sumidé en repentina oscuridad, les explicé lo que é] m‘:- mo habia aprendido de su maestro Anaxagoras; esto e8, que aquel fendmeno entraba en el orden de la naturaleza y se reproducia en épocas de- terminadas, y necesariamente cuando la Luna se colocaba por completo delante del Sol, y que si bien no se verifica todos los meses, ocurre preci- samente en época de luna nueva: Habiendo expli- cado el fenémeno por medio de raciocinios, liberté del terror al pueblo (1): era entonces cosa nueva y desconocida la explicacién de los oscurecimien- tos del Sol por la interposicién de la Luna, y dicesa que Talesde Mileto fué el primero que asi lo com- prendié. Mas adelante lo conocié también nuestro Ennio, quien escribe que hacia el aho 350 de la fun- dacién de Roma, «En las nonas de junio la Luna y la oscuridad ocul-~ taron al Sol.» Yen esta materia tal es la exactitud de los calcu- los y habilidad de los astrénomos, que, 4 contar desde el dia que designé Ennio, y est& consignado en los (1) _ Dice Plutarco que habiendo aterrado un eclipse de sol 4 toda la escuadra de los Atenienses, Pericles extendié su manto ante los ojos de un piloto, y le pregunto sila oscuridad en que quedaba le parecia un prodigio. El piloto contesté que no. «Pues bien, dijo Pericles, toda la diferencia que hay entre ti y la tierra en este momento es que el cuerpo que laoculta Ja luz del sol es mas grande que mi manto. 22 MARCO TULIO cicardn. Anales méximos (1), se han enumerado todos log eclipses de sol anteriores hasta el de las nonas de julio, ocurrido en el reinado de Rémulo, cuya repen- tina oscuridad dié lugar 4 que se dijese que Rémulo, 4 pesar de que su naturaleza le lev6 al fin ordinario, habia sido arrebatado al cielo por modo sobrena- tural. TUBERGN.—{Ves, Africano, como & pesar de lo que poco ha decfas... (2). (Falian dos paginas.) Scrpi6n.—..... Mas jqué cosa humana puede parecer grande al que ha contemplado esos reinos de los Dio- ses? {Qué es duradero para el que couoce lo eterno? éY qué es la gloria para el que ha considerado cudén pequeiia es la tierra, y hasta qué escasa parte de su superficie habitan los hombres, para esperar que desde e! ignorado rincén que ocupamos, desconocido ' para tantas naciones, nuestro nombre se difunda y resuene 4 lo lejos? :;Qué son todos los bienes de esta (1) Llamabanse asi estos Anales porque los consa- graba el pontifice maximo. (2) Esta laguna hace perder el hilo de las palabras de Tuberén, y mutilaéla vez la primera frase de Scipién, cuyo sentido se adivina facilmente. Es de creer que después de algunas otras palabras, el Afri- cano explicaba sus ideas acerca de los estudios astro- némicos con relacién 4 la contemplacién del cielo, legando asi al admirable pasaje que se jee en el texto. “E LA REPUBLICA. 23 vida para el que no consiente contemplar como tales, campos, Casas, rebaiios, tesoros, porque considera pequefio su goce, muy limitado su uso, incierta la posesién, y que con frecuencia hasta los hombres mas despreciables consiguen riquezas inmensas? So- lamente puede estimarse afortunado aquel que goza de todas las cosas, no por el derecho de los Quirites, sino por el de Ja sabiduria; no por contrato civil, sino por la ley comin de Ja naturaleza, que sola- mente reconoce como poseedores de las cosas 4 aque- lcs que saben servirse de ellas: el que considera los mandos y el consulado mismo pesados deberes que han de aceptarse y no honores y utilidades que ambicionar: que puede asegurar de sf mismo como mi abuelo el Africano solia decir de Catén: «que nunca era mas activo que cuando no hacia nada, y que jamds se encontraba menos solo que en la sole- dad.» ;Quién podra creer, en verdad, que Dionisio, al arrebatar con sus maquinaciones la libertad 4 sus compatriotds, realizaba una obra mds grande que su conciudadano Arquimedes inventando en su apa- rente ociosidad esa esfera de que hablibamos hace poco? Quien entre la multitud y en pleno foro no encuentra 4 nadie con quien le sea grato departir, gno est& més solo que aquel que, sin testigos, departe consigo mismo, 6 trasladdndose é la sociedad de los octos, se deleita con sus descubrimientos y sus es- critos? ;Puede encontrarse hombre mas rico que aquel. 4 quien nada falta de lo que la naturaleza exige; mag 4 MARCO [fULIO CICERGN. poderoso que el que consigue cuanto desea; mas feliz que aquel cuyo animo se encuentra libre de toda per- turbacién; més sdlidamente rico que el que, como decirse suele, puede salvar en el naufragio todos sus tesoros consigo? ;Qué mando, qué magistratura, qué reino es superior al de aquel que considérando desde Jo alto todas las cosas humanas y viéndolas inferio- res 4 la sabiduria, solamente se detiene en los objetos eternos y divinos; que esta persuadido de que, si to- dos se llaman hombres, solamente deben llevar este nombre aquellos que han recibido la cultura y cono- cimientos que hacen el verdadero hombre? Por esta razén me parecen muy elocuentes aquellas palabras de Platén 6 del fildsofo que Jas dijera. Una tempestad le habia arrojado 4 playa desconocida y desierta; mientras sus compaheros se encontraban temerosos por la ignorancia del paraje en que se hallaban, des- cubri6, segan dicen, algunas figuras geomeétriczas trazadas en la arena (1), y exclam6: «Tened dnimo, veo aqui vestigios humanos,» vestigios qué no encon- traba en el cultivo de los campos, sino en el hallazgo de sehales de la ciencia. He aqui, Teberdén, por qué (1) Vitruvio y Galieno atribuyen esta frase al fild~ sofo Aristipo. «Aristipo, dice éste, arrojado cerca do Siracusa por un naufragio. se regocijé y cobré espe- ranza al ver trazada en Ja arena una figura geomé- trica: consideré que no arribaba 4 tierras salvajes, sino 4 playas griegas, a pueblo civilizado.» Vitruvio se acerca mas 4 Cicer6n y hace decir al fil6sofo: «Es- perauza, compaheros; veo vestisios de hombres.» DE LA REPUBLICA. 25 me han agradado siempre la ciencia y los sabios, y eu particular tus estudios favoritos. Lexio.—No me atrevo 4 objetar nada & lo que acaba de decir Scipién, ni tampoco 4 Filo 6 Manlio... (Falian dos piginas.) ...-Hemos tenido en la familia de Tuberén un amigo muy digno de servirle de modelo, «Elio Sexto, aquel varén tan sabio y cuerdo,» sabio y cuerdo en verdad, como atinadamente le Nam6é Ennio, no porque se fatigase el espiritu bus- cando lo que no puede cacontrarse, sino porque daba 4 los que le interrogaban respuestas que les tranqui- lizaban y libertaban de apuros. Combatia éste con ru- deza la astronomia de Galo y tenia siempre en boca estos versos de Aquiles en [fgenia (1): «Observan los astrélogos los movimientos del cie- lo, Jupiter, la cabra, el escorpién y no sé qué otros animales; no ven lo que tienen 4 los pies y quieren penetrar en los asuntos celestes.» Decia también (le escuchaba yo con mucha free cuencia y 3ran placer) que el Zetho de Pacuvio era demasiado enemigo de la ciencia; que ie agradata mas ei Neoptolomeo de Ennio, que le gustaba filoso- (1) Dos poetas, Ennio y Nevio, habian escrito dng tragedias con este titulo. Probablemente la cita do Cicer6n se refiere 4 la de Eunio, . 26 MARCO TULIO CICERON. far, pero poco, porque mucho no podia deleitarle. Asf, pues, si los estudios de los Griegos tienen encanto Para vosotros, existen otros més libres y asequibles que pueden aplicarse 4 los usos de la vida 6 al go- bierno de la Repiblica. Esas ciencias de que habla- bamos, si para algo sirven, es para ejercitar y aguzar el ingenio de los jévenes, disponiéndolos para que aprendan con més facilidad cosas mas graves. TuseRr6N.—Opino como th, Lelio; pero te pregun‘os ‘qué estudios mas graves son esos? Oo Lexio.—Te lo diré, 4 fe mia; aunque tai vez te bur- lars de mi, porque ta eres quien ha propuesto 4 Sci- pién esa controversia sobre un fenémeno celeste, cuando entiendo yo que importa mucho mas ocupar- nos de lo que tenemos delante de los ojos. ;Cémo! jel nieto de Paulo Emilio, sobrino del Africano, el miem- bro de familia tan distinguida, el ciudadano de tan gran repiblica, pregunta por qué se han visto dos soles y no pregunta por qué vemos hoy en una sola repiblica dos senadus y casi dos pueblos? Porque, como veis, la muerte de Tiberio Graco, y antes todos los actos de su tribunado, han dividido al pueblo en dos bandos; los detractores y envidiosos de Scipién, cxcitados primero por P. Crasso (1) y Appio Claudio, (1) Cicerén, que en sus obras tan pronto ha alaba- do, tan pronto vituperado la empresa de los Gracos, habla en otra parte de este P. Crasso, que fué con su hermano, Mucio Scévola consejero de Tiberio Graco y el inspirador de las leyes agrarias: en este mismo nasaje le da el titulo de varén sabio y muy ilustre. DE LA REPUBLICA. 27 no desisten, después de la muerte de estos dos Jjefes, en mantener la hostilidad de una parte del Senado contra nosotros, capitanedndolos Metelo y Mucio; agitanse los aliados; los latinos se sublevan; vidlanse los tratados; triunviros sediciosos remueven diaria- mente sus intrigas; en todas partes se encuentran amenazadas las fortunas de los hombres honrados; por doquier nos rodean peligros, y al nico que podria conjurarlos no se le deja combatirlos. Asi, pues, oh jévenes, si habéis de creerme, no os preocu- péis del segundo sol, que, 6 es apariencia vana, 6 prodigio del que nada tenemos que temer: no espe- réis que consigamos jamds descubrir esos misterios, 6 que su descubrimiento pueda hacernos mejores 6 mas dichosos; pero la armonia del Senado, la concordia en el pueblo, son cosas posibles, y cuya pérdida constitu- ye calamidad piblica; vemos y tocamos esta desgra- cia y estamos convencidos de que, reuniendo nues- tros esfuerzos, vivirlamos mejor y con mayor ventura. Mucio.—jQué debemos aprender, oh Lelio, para po- der hacer lo que pides? LeLio.—Las ciencias que tienen por objeto hacer- nos tiles 4 la Republica; porque, en mi opinién, este es el uso mejor de Ja sabiduria, la muestra mas clara de virtud y vl primer deber de la vida. Asi, pues, para dedicar estas ferias 4 conversaciones utilisimas para ta Repiblica, roguemos 4 Scipién nos explique cuél es, 4 su juicio, la mejor forma de gobierno. En seguida examinuaremos otras cuestiones, y cuando queden su- 28 MARCO TULIO CICERON. ficientemente aclaradas, espero que volveremos poz camino natural al grave asunto que nos ocupa, y po- dremos juzgar con seguridad la situacién presente. Filo, Manilio y Mucio aprobaron en seguida lo pro- puesto... (Falian dos paginas.) (1). ease como si nadie pudiese presentar otro modelo de Ja repiblica..... (Diomedes, lib. 1.) ates Asi, pues, te rogamos hagas descender del cielo tu discurso 4 esta tierra que nos sostiene. (Nonius. 11.) LeLio.—Me he dirigido 4 ti, en primer lugar, porque pertenece naturalmente al primer ciudadano de la republica hablar de ella; en segundo lugar, porque recuerdo has tenido frecuentes conversaciones sobre esta materia con Panecio y delanie de Polibio, los dos Griegos mas entendidos en asuntos politicos; y que después de muchas cbservaciones y refiexiones, lle- gaste 4 deducir que de todas las formas de gobierno Ja que nos dejaron nuestros antepasados es induda- blemente la mejor. Preparado como lo estas en este asunto, nos sera muy grato 4 todos (porque en nom- (1) Tal vez en estas dos péginas que faltan daba Scipién una respuesta, 4 la que replicaban sus ami- gos con nuevas instancias. Se conoce cfectivamente en la continuacién del texto que Lelio ha tomado la palabra y que apremia 4 su ilusire amigo para que expliaue estas grandes cuestiones que, en su opinidn, tiene derecho a juzgar con exactitud. DE LA REPUBLICA. 29 bre de todos hablo) si nos expones Jo que piensas acerca de la Republica. , Scrp16w.—No puedo negar que en ningan asunto de meditaci6n se ha ocupado més asidua y diligente- mente mi espiritu que en este que me propones, ob Lelio. ¥ 41a verdad, sien todas las profesiones el ar- tifice, aquel que sobresale, piensa, cuida y no tiene otra ocupacién que perfeccionarse en su arte, sno se- ria culpable de negligencia, cuando mi anica carre- ra, 4 ejemplo de mi padre y de mis abuelos, es cuidar de los asuntos pablicos y dirigir los negocios de la Repfblica, si no atendiese al arte mas importante de todos con m4s cuidado que emplean los artesanos en sus humildes oficios? Pero no me satisfacen las obras politicas que nos han dejado los varones més emi- nentes y sabios de Grecia, ni tampoco me atrevo & preferir mis propias opiniones 4 las suyas. Ruégoos, pues, que me escuchéis, no como & quien desconoce completamente los libros griegos, 6 como & quien co- mete el error de anteponerlos, sobre todo en esta ma- teria, 4 nuestras antiguas mdximas, sino como 4 un Romano que debe 4 los cuidados de su padre educa- cidn liberal (1), que desde la infancia alenté con ve- (1) «Déspués de la derrota de Perseo, dice Plinio, habiendo pedido Pavlo Emilio 4 los Atenienses que le enviasen el.filésofo més apreciado para educar a sus hijos y el pintor mds hébil para representar su victoria, los Atenienses eligieron 4 Metrodoro, asegu- gurarido que él solo satisfaria sus dobles deseos, juz- gando lo mismo después Paulo Emilio. 80 MARCO TULIO CICERSN. hemencia el deseo de aprender, y 4 quien la expe riencia y ensefanzas domésticas instruyeron mucho més que los libros. Firo.—Convencido estoy, & fe mia, Scipién, de que es imposible tener mas ingenio que ta, y que nadie te iguala en experiencia de los asuntos més importan- tes de la Repiblica; sabemos, ademas, cual fué siem- pre tu pasién por los estudios. Asi, pueg, desde el ins- tante en que nos aseguras que has dedicado tu en- tendimiento 4 estas observaciones y dificil arte, tengo que dar cordiales gracias 4 Lelio, porque espero que tus palabras nos han de ilustrar més que todos los escritos de los Griegos. : Scipién.—Te prometes demasiado de mi discurso, y de esa manera echas pesada carga sobre quien tiene que hablar de cosas tan graves. Fito.—Por grande que sea la dificultad, ti la ven- cerds, como de costumbre, y no es de temer que, ha- blando de la Repablica, te falten ideas. . Scrpién.—Procuraré, en cuanto pueda, dejar satis- fechos vuestros deseos, y comenzaré ateniéndome 4 ja regla que creo debe observarse en toda discusién, si se quiere evitar el error; regla que consiste en ex- plicar con precisién lo que significa el nombre del objeto discutido, cuando éste nombre esta fijado ya; una vez de acuerdo sobre este punto, se debe entrar en materia, porque nunca podré conocerse cémo ha de ser aquello de que se controvierte, si antes no se comprende qué es. Asi, pues, teniendo que hablar

También podría gustarte