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Marcela Ternavasio Historia de la Argentina 1806-1852 3K Seon? SSAE | ai ©/Menndet Pe Historia de la Argentina, 86-1852, -Ta ed -Buenos Aires: Siglo ISBN g78-987-609-005-7 2. Historia Argentina. L Title pn ge Disedo de cubierta: Peter Tebbes sana 978 987 829:098-7 Impreve en Grsfinor / / Lamadeid 1976, ila Balleser, cen elines de eeptiembre de 2009, Hecho el depésito que marca Tmprev en Argentina // Ma indice Introduccién 1. Ser parte de un {Una monarquia con ImpevialB Virenato dl Ro. a Pais Un nuevo mapa, 1s del ste por Las ivsionesinglosas. La ventura de Popham y Bares. La ite. Viney cesituido. Et egad de a Fata fente ala iss mondcuica, A qué ey has iad? La esobadencia de Menteviceo.£ used intent untita dol CCabido de Buunos Ales. El cit vir. Vilar y casi, La Perinaa por? ‘3, Nace un nuevo orden politico 1810: ol primar qobioms auténar. Une semana agiade. La revelucin y us nceridumres. Busnos Ars a fa conguista dt Vereinato. Los umbos aicos dela revoliclin. Flo da a Pate ‘rent aa nueva nacon espafola. Junta de ciudad © Congreso? igualded. Nuevas idersidades. Represontaciones en csputa a ‘8 Hetoria Gel Argentina, 1800-1052 5, La desunion de las Provincias Unidas Agora y muerte del pce cena. Una rua acetal, Ls crisis de 1820 en Buenos Ares. Camino f pacfcacé. Un nuevo mapa Go Pata. Las rpbioas prowess. De a autonomis bos ais atone provinces. Cauclos Jones. Exoerincias cosiguaas. Las provridas del Nore. La do Buces Akes: una experience fez? Instucanalzacion sh consttucén. Madomizar a! espacio potion, FRearertarla economia 66, La unidad imposible Un nuevo intento oe und consttudonal. Det consanso palico a la isin de ato bersrenca, Unita yf La Conattcon ‘oo 1826, La guera contra el Bras. La quera ci. llegaco de 9, Do la repiiblica del terror a fa crisis, ‘del orden rosista ‘Le repdiea asec. Los nantes de confit. La. oposicon en Buenos Ares, La caneoidacién dol regimen y el torr, Paciicann y ‘fis. La paz de los cemertars. La batala de las eas. La bataka fra: Case Epilogo Bibliogratia 119 ws zat 25 29 Introduccion La historia que elk volucién de Mayo de 1810 responde 2 una convencién aceptada por la ‘mayorfa y a la naturalizaci6n de que en el punto de partida de esa his- I tiempo que el imperio, a parte emperaba a desmoronarse. En el marco de ese pro- imperial fueron mailples y donde abordar el abigarrado proceso abierto por la revolucién. Por tal 10 Fister de la Argan, 1808-1852 razon, las siguientes paginas se concentran en la dimensi6n politica de desplegada durante la primera mitad del siglo XIX y toman je algunos de los conflictos que se presentaron para Ia construc cién de un nuevo orden. La cuestién territorial asame aqui particular relevancia porque gran parte de las disputas analizadas surgié y se desarroll6 en el seno de gr ‘pos humanos que reclamaron privilegios, derechos 0 poderes para los ‘erritorios que habitaban. A lo largo de este periodo, tales disputas fue ron transforméndose y presentaron di desafios y diversos alinea- mientos de fuerzas sociales, econémicas y politicas. Si a fines del siglo XVIII, en el marco de las reformas aplicadas por la Corona espafola, las colonias americanas se vieron sometidas a un nuevo disefio politico territorial que gener6 resistencias entre los que se vieron perjudicados ‘por esas medidas, con Ia crisis de la monarquia, a rafz de la ocupaci6 de la Peninsula Ibérica por las tropas francesas en 1808, los te americanos asumieron wn protagonismo inédito. Principalmente, de- ido a que ef Rey se hallaba cautivo en manos de Napoleén Bonaparte, por lo que los habitantes de cada jurisdiccién comenzaron a demandar distintos margenes de autogobierno, en nombre de Ios derechos que Jes asignaban a sus respectivos territorios. A partir de esa fecha, las civ dades y provincias que tres décadas atrés habfan.conformado el Virrek- nato del Rio de la Plata fueron no s6lo escenarios de guerras y confl tos de muy diversa naturaleza, sino sujetos de imputacién soberana, jutas se expresaron a través de distintos niveles de enfrentainiento: colonias frente a metrOpoli, cindades frente ale capital, americanos versus peninsulares, provincias versus provincias, unitarios versus federales, federales versus federales. En todos y cada uno de estos hechos, la dimensién territorial de la politica es una clave fundamental para entender por qué y en nombre de qué se enfrentaron aquellos hombres, tanto a través de la palabra como de las armas, Por cierto que ésta no esla inica clave de lectara de los conffictos que asolaron a esta porcién austral del mundo hispano, y que darian lugar, recién al final de la historia que relata este libro, a a formacién del estado argentino. Si aqui se ha elegido privilegiar tal dt mensi6n es, bisicamente, por tres razones, En primer lugar, porque en dicho registro es posible combinar el relato de acontecimientos rele- vantes con explicaciones en torno a los profundos cambios producidos en aquellos aitos respecto a las pautas que regularon las relaciones de obediencia y mando 0, dicho de otra manera, entre gobernantes y go- bernados. Fl hecho de que, entre fines del siglo XVIILy las primeras dé Irocuceién 11 se haya pasado de wna concepcién del poder fundada fave enermes consecuencas Entre ells, la que di gar ala invencién de uaa actividad la poi, en la que los hombres comenzaron aceat yrelciones,yen la que disputaron el eer Ciclo lnghimo dela suoidad a través de mecanisnen ricteamerte desconocidos hasta poco tiempo tris. La segunda razéo deriva de exta primera la poi, tal como configuré después del hecho evcie. hario, como un nuceo arte y como un espacio de conflict, no alo in. cluye otras dimensiones sociales, econémicas, cultura, ideotgicas- so gic rata fg mart ml tay maciones producidas en otras eaferas. En tercer lugar, porque en ean tama se ethibe in cambio tal ver mas lenioso que ote pero 20 por a idea de que el poder impicaba cas exc mente el gobierno de los trsitorios fue desplazndose y dando gar & otra que comenzaba aconeebirlo en términos de gobernarindviduos Desde ext perspec, pesto que se tata de un period ene desintegracin del imperio espaol dej6 como legado el surgi de nucra ycambiantes entidadesterritoriales que ve reclamaron mut. nomas ~ciddades, provncag, pater en este relato e pres mayor a Buenos Aires. Esto deriva no slo del hecho de que dicha ada ergi primero en cap ‘supuesto de que no es posible comprender los cambios ocurridos luc, 4 1810 s nose contempla la naturale pecliar del imperio hispénice yy los efectos que tuvieron las reformas ap! {2 Historia cla Argentina, 1808-1852 408, mientras que el tercero penetra en los avatares de Ia Revolucion de 1810 y en los distintos cursos de acc ltica que abrié Ja autonomia experimentada a partir de esa fecha, pasando por la proclamacién de la independencia en 1816 hasta la crisis y disolucién det poder central en 1820. La guerra de independeencia esl tema central del cuarto capitulo; su tratamniento no se reduce al campo militar, sino que ineluye aspectos sociales y econémicos tanto como el papel que jugo en la conformacion de nuevas identidades y valores. Con el capitulo quinto las escalas de anilisis se acomodan a la nueva situaci6n que tuvo lugar a partir de Ja caida del poder central nacido en 1810. Después de 1820, ya no es posi. 1 el relato a una escala imperial ~pricticamente desintegrada para esa fecha~ni a la unidad que, aunque fragil, represent6 el poder ynario con sede en Buenos Aires. De .delante los espa- se volvieron avin més imprecisos y el proceso estuvo de crear un estado constimicional unificado con las provineias que, fina lizadas las guerras de independ an quedado vinculadas c ‘su antigua capital, proceso que tuvo lugar durante la primera mitad. siglo XIX. Este vinculo se volvié cada vez mas conflictivo, como evidi a el fracaso del tercer Congreso Constituyente reunido entre 1824 y 1827 y la posterior guerra civil entre bloques regionales, que adoptaron respectivamente los nombres de “unitarios” y “federales”. Los tre mos capitulos estin dedicados al perfodo en el que la hegemonia de ‘uno de los bandos enfrentados en la década de 1820 fue casi total. EI fo del partido federal, tanto en Buenos Aires como en el resto de lo que para 1881 adopté el nombre de “Confederacian” ~y, en forma ‘Argentina-, expresa la imprecision de un ni confederal estrictamente. Como se de- rel ascenso de Juan Aires, como en imera gobernaci6n en Bus los dos tiltimnos capftulos, destinados a examinar el orden federal im- puesto a partir de 1835, cuando Rosas asumié por segunda vez el go- bierno de Buenos Aires con la suma del poder piblico y la representa ‘Gén de los asuntos exteriores de la Confederacién, ese federalismo fue tan ambiguo como eficaz.a lg hora de imponer un orden centralizado, dominado desde Buenos Aives. Intoecion 13 rol de Rosas en 1852, problemas heredados formacién de un orden revoluci6n. Entre ellos se destaca el de ico estable garantizado por un constioucional aparecia como un desafio complejo, pero inek de unificar bajo un estado moderno a provincias supuestamente auts- rnomas en el marco de la Confederacién parecfa impostergable. Fue un proceso que, sin embargo, no se pudo resolver tan ficilmente. La Cons- titucién Nacional dictada en 1853 slo fue aceptada por todos los tenti- torios luego de 1860, una vez reformada y reconocida por la provincia ‘mis discola: Buenos Aires. Recién 2 partir de alli comenzaria, stricto -onsu, la historia de la Repablica Argentina, Pero, si se acepta mantener aqui la convenci6n de que la historia re- perfodo de la Argentina indepen- fiente es porque, aun admitiendo que esa Argentina no es mas que la proyeccién a posteriori de jente para la época tra- tad, signe siendo a la vez un pasado, ya que permite desnaturalizar los viejos modelos interpretati sin pretender con ello hacer una suerte der bien los cursos de accion abiertos con la revolucién no estaban inscrip- tos en un proceso que natural y necesariamente debia conducir a la tuna parte de esa trama se fue configurando el pafs que adopts el nom- Dre de Argentina, . Este libro esti dedicado a mis compaiieros de la cétedra Historia Argen- tina 1.de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacio- nal de Rosario y a todas los alumnos que transitaron por ella desde el afio 2008, cuando asum el cargo de profesora titular de la materia. En ‘el transcurso de estos afios aprendi mucho de todos ellos y disfruté~y afortunadamente sigo distr volcadio en las siguientes paginas ¢s, partida, y en ellas intento ofrecer um relato que pueda leerse como un conjunto de “clases” de historia argentina, 1. Ser parte de un gran imperio En la segunda mitad de! siglo XVII, la Corona espatiola puso en ‘marcha una serie de reformas pollticas, administrativas, eopné- micas y militares. En guerras permanentes con otras potencias, po atras y roforzar su imporio traneocednice. América se con- virtié en un escenario mas de las disputas intorimporiales por dominar el Atléntico; en ese marco, en 1776, fue creado el Virreinato del Rio de la Plata, con capital en Buenos Aires. En 11806 y 1807, fuorzas briténicas invadieron la nueva capital vrrei- fal y ocuparon parta de la Bande Oriental. Si bien la conquista briténica result efimera, de}6 como legado una profunda crisis politica e institucional en el Rio de la Plata. ‘Una monarqufa con vocacién imperial ‘mujeres que habitaban Ja ciudad nada por el avance de una expedicién britanica formada por mil seis ientos soldad’ por el comandante escocé: y el brigadier, 16 Hotor dela Argentina, 1808-1862 can mayor 0 menor éxi monarca espaol 1La dinastfa de los Borbones, que desde comienzos del Ja legitima casa reinante en Espatia, ext Sibien de: expansion, La vocacion universal de la mor pafiola respondia fundamentalmente a un designio profético y aun legitimidad de la narca, que suponia -ganizacién comunitaria e institucio. reciprocidad de derechos y ugar a la consolidacién rporativas durante los siglos XVLy XVII en América. Sin embargo, a mediados del siglo XVI, la Corona se propuso trans. vente al diagnéstico de que "XVI estaba en crisis, comenzé a con- idea de que aque! orden debia transformarse en. un imperio comercial, siguiendo el modelo de Gran Bretaiia: Con este viaje se bus idamente imperial de fa monarquia, icidad entre el rey y sus reinos por un (que privilegiaba la maximizaci6n de ganancias para la le los recursos de las ahora consi- ‘mas palpable luego de la Guerra 1763 en Europa, América y Asia, el Nuevo Mundo-, cuando se sivas sobre cl gobierno de América. Entre tales medidas se rio transocedni re potencias en América, pasé a ser un objetivo prioritario, Para alcanzario Se pate de un gen impoto 17 cera necesario fortalecer la defensa militar de los puntos més vulnerables de ese enorme territorio y garantizar una explotacién econémica més ‘objeto de sanear Ia crisis y el estancamiento que experi- trépoli. El nuevo diseiio ial de todo el im- calor de este ct estratégi dominios espatioles no hat és para la Corona. Al no poseer riquezas en met si presentaban en abundancia otras regiones como Nueva Espata y Perii-, el Rio de la Plata habia permanecido como una zona marginal dentro del imperio. Pero la manifiesta vocaciOn expansionista de Portu gal sobre el Atlintico sur y la importancia que toda el area asu el comercio maritimo condujo a la metr6poli a reorientar hacia esta regién y a crear el Virreinato det Rio de Ja Plata. MT MT MF MY BY LY MTR La La lustracién plan reforrista ge inecrbié en ol nuevo cima de ideas que trajo consigo La férmua poltica que adoptaron los Borbones fue & trado. Sus meias eran promover el bienestar, e progreso téenloo y econémico, la educacion y la cutura desde une perspective que parta de un utitrismo optimista y postivo. El pode paltico ~en este e280 la Corone- ere el responsable de lever adante estas metas y por lo tanto debia erigso on el promotor del progreso. La confanza en fa ‘edueacién como fundamento de ia felicidad pbica imolicé un camsio de ena cescoldstica. No obstente, el énlasis de los refomnistas iustrados espafoles ‘en la dfusion de un eaber prctico y racional no cuestioné en ningin momento tos prncpios do la reign catoica En este sentido, tivo luger un proceso de ssleccién y adapiacion de las innovaciones inileciuales de la Bustraciin alos dogmas catdcos. Por esta razén, alunos autores han calficado de “hsstracién catélica" al corjunto de nevedsdes introducidas fen el crbe higpinico durante et siglo XV. AF Sin embargo, pese a los origenes marciales de la nueva jurisdiecién po- ltico-admoinistrativa, las invasiones inglesas de 1806 y 1807 dejaron al desaudo la debilidad de las autoridades espafiolas para defender sus . | 16 Historia ge la Argentina, 1806-1852 dominios en América, Las reformas aplicadas durante Tas tres décadas revelaron tanto los notables cambios producidos a escala im- perial y regional como sus limites. Un nuevo mapa para América Con las reformas borbénicas, los dominios espaiioles en América pas ron de una organizacién en dos virreinatos de extensiones inconmen- surables “Nueva Espafia y Pert a una de cuatro vin Espafia, Nueva Granada, Perity Rio de la Plata~y cinco capita rales ~Puerto Rico, Cubs, naciones del Rio de la Plata, Paraguay, Tacumin y el Alto Perit (en este ‘iltimo caso se trataba de una region algo mayor que la actual Republica de Bolivia), quitindole una amplia jurisdiccidn a las autoridades resi- Virreinato del Rio de la Plata se subdividié en Paz, Potosi, Charcas y Cochabamba (ubicadas (Cordoba y Buenos Aires. La permaneci6 como una gobernacién militar integrada al Virreinato, pero con un mayor grado de autonomia respecto de reinal ver quedaban supeditadas las ciudades subordinadas;finalme: caban las zonas rurales, que no eran mas que enotmes t pendientes de los cabildos de las respectivas ciudades. como ejemplo las gobernaciones ‘ménima y comprendia las ciudades subalternas de Jujuy, Santi lel de Tucurnén y Catamarca; la de Cordoba inclufa La ‘Se pete de un gran impevo 18 Atléntico Océano Pacitico ‘Mapa de toda la América hispana luego de las reformas: _administrativas de loe Borbones 20 Hastora de a Argentina, 1806-1852 El Virreinato del Rio de la Piata Ser parte do un gran imperio 21 J? Aunque las complicadas pensar que se traté de un intento de descentralizar la administraci6n de los dominios america. nos, el propésito era inverso. Con las reformas se buscaba centralizar Corona, reforzar la figura del monarca y asegurar un ‘ol de las posesiones ultramarinas por parte de las autori- dades peninsulares, Para eso, se trasladaron funcionarios directamente ‘a ~entre ellos, los intendentes con sede en las capitales de .dades subalternas-, con el principales ciudades ha- cidn de predominio se debia no sélo a sus grandes riquezas sino tam bién a que estaban vinculadas en redes de relaciones sociales que les ian las puertas a cargos y oficios en las principales corporaciones el mundo colonial, en las que, ademés, se manejaban con un amplio ‘margen de autonamia respecto de la Corona, Por tanto, el propésito de ésta fue reducir ese margen de autonomia a través de funcionarios que dependieran directamente del rey. Se suponta que éstos, a quie- nes se les vedaba legalmente su presencia en América a través de plazas militares es: tratégicamente ubicadas. Por otro lado, el Reglamento de Comercio Libre de 1778 también bused reforzar este proceso de centralizacién. Claro que, més allé de su nombre, estuyo lejos de liberalizar el comercio con las potencias extran jeras, prohibido por el sistema de monopolio impuesto por Espaf s6lo permitia comerciar legalmente a unos pocos puertos americanos con el puerto de Cadiz. Lo Gnico que habilité el reglamento fae el co- mercio directo entre las colonias y con algunos puertos espafioles. En- tre los puertos ahora autorizados en América estaba el de Buenos Aires. Con ea media /Suna situacion de hecho: mediante el con- legal, dicho puerto habfa operado de ma- ws autoridades que, muchas veces, es taban involucradas en tal intercambio. Lo cierto es que, asi, se bused 22 Histol dole Argentina, 1808-1852 specialmente de metal precioso~ jzar los recursos que las colo- ‘como potencia en el escenario atlantico. Los limites del ajuste imperial lot mas poderosos, acostumbrados a tener una fuerte incidencia y autonomfa en el manejo de los asuntas de gobierno a nivel local, se sintieron muy afectados. Algunas ciudades vieron con malos ojos sus nuevos rangos dentro del disefo territorial borbénico y cuestio- a ejercer sobre ellas mayor presién fiscal. tantes americanos recibieron por parte dé icas. Los grapos locales “se acata pero lizaron mas que munca Ta través de Ja cual los criollos mes con cierto margen de resistencias a las reformas se manifestaron bésica: as centrales del imperio. En el caso del Rio de la Plata, las nuevas medidas venfan en muchos sentidos a favorecer una regi6n ial y de nuevas corporaciones ~como la Audiencia Consulado de Comercio en 1794-, sino también en ‘Sor parte do un gran impari 28 Alto Perd, ahora desgajado de su antigua jurisdicciOn e inchuido en el Virreinato rioplatense:)En la rica regién altoperuana estaban ubicadas las minas de plata del Potosi. A partir de ese momento, la extraccién de Ia plata potosina pasé a solventar gran parte de los gastos que de- mand6 la instalacin y sostenimiento de las nuevas antoridades virrel nales, FI nuevo mapa politico parecia replicar los circuitos mercantiles que, a través de una compleja red de traficos interregionales y ultrama- rinos, entre los siglos XVI y XVIII, habfan integrado la amplia zona del extremo sur americano sobre el ee Potost Buenos Aires. La nueva capt tal duplicé su poblacién durante las tres décadas que duré el Virreinato (pas6 de unos veinte mil habitantes a cerca de cuarenta mil) y losgru- [Pos mercantiles mas poderosos vieron crecer sus riquezas al tiempo que ascendieron hasta la cumbre de la escala social. Tal ver por estas razo- nes y por el hecho inocultable de que los nuevos fancionarios, lejot de ‘mantenerse distantes, entablaron vin yzas con los intereses locales, las reacciones a las reformas fueron, al menos en Buenos Aires, ‘mucho menos intensas que en otras regiones. En este sentido, el nuevo mapa politico beneficiaba a Ja capital vi- rreinal, pero a la vez ensamblaba jurisdicciones muy dispares. El caso del Alto Peri fue por cierto el mis clamoroso, no sélo por haberse desprendido de su tradicional dependencia de Lima, sino fundamen- sber frustrado los suefios virreinales de esa jurisdic- . La ereccién de una nueva capital en una ciudad marginal que, hasta 1776, s6lo contaba con un gobernador, un cabilde y unos pocos ionales mucho mas densos, pasaban ahora a Buenos Aires al que Lo que estaba en juego, en este caso, era el real recono- de una gobernacién marginal. Como se vera més adelante, el trae torno introducido por las reformas en las jerarquias territoriales pre- existentes constituyé una cufia en el sistema colonial, cuyas conse- ‘uencias mis disruptivas s6lo se revelaron en toda su potencia cuando este entré en crisis, 7 24 Miter de la Argentina, 1608-1852 Este intento de redefinicion imperial se produjo en un momento poco propicio para Espaiia. La situacién internacional fue tornéndose cada ver més complicada, al calor de acontecimientos que trastocaron tanto el mundo europeo como él americano. La revolucién de inde- pendencia de los Estados Unidos en 1776 y Ja Re Francesa de 1789 fueron, sin dudas, los eventos més significativos. La guerra desa- tada entre las colonias inglesas y Gran Bretaiia, al declarar as primeras, su indlependencia respecto de Ia segunda, alineé a Francia y Espaiia “tradicionalmente aliadas en contra de Inglaterra~ con los Estados Uni- dos. Entre 1796 y 1802, las guerras se gencralizaron en toda Europa y ‘sus efectos se hicieron sentir inmediatamente en sus dominios en Amé- rica, La flota inglesa bloqueé el puerto de CAdiz y otros puertos hispa- noamericanos, lo que afect6 de manera sustancial as elaciones comer. ig6 a otorgar sucesivas concesio- {que se autoriz6 a comprar y jlonias extranjeras. De esta max vender productos a otras p° nera, los comerciantes del Ri ppafia -en ese momento aliada de Francia~ pr {er veneida por Gran Bretaiaen la batalla de Teas) En ese contexto tan conffictivo, el plan reformista de los Borbones se rnarea y aumentar la eficacia de la snzas tanto externas como internas. Las refor- ron a medias~ sus objetivos, formar su imperio apuntando a un mayor control de sus domi ‘chs americanos buscaron mantener sus antiguos privilegios, Ser parte do un gran irpaco 25 el marco de un sistema que segufa colocando al rey en la eiispide. La obediencia al monarea y la Jealtad a Espaiia se mantuvieron incélumes duramte esos afios, mas alld de los descontentos y tensiones nacidas de este intento de ajuste imperial. Tal vez la muestra mas clara de esa lealtad fue la que exhibieron los habitantes de Buenos Aires cuando, en 1806, el brigadier general Beresford creyé haber ganado la batalla. SHIA TTTTTOT Ts Te ‘Temas on debate El proosso histérico abierto con el cambio de catia en Espaia a ‘comienzos da siglo XVI ha sido objeto de muchas controversies en el ‘campo histeslogréfico. Si bien la mayotia de los historiadores coinciden ‘en sefaiar que fos tlempos moderrios en Espatia se inauguraron can a ‘advenimiento de fos Borbones, no todos comparten el misma juicio _aoerea de los objetvos y efectos do las reformes puostas en marcha tanto en la Peninsula como en América. En Espane, tales controversias '8e expresaron desde el siglo XIX, cuando algunas corrfentes consieraran {les reformas como el principio de la regeneraciin de Espatia, mist ‘quo otras las utitzaron como ergumento para una severa descalfcaclén de la dnastia. En lo que alate @ América, algunos histoiadores han Celticado la experiencia refcrrista borbsnica como de “reconquista ds ‘América’ y de “revolucisn en el gobierno. Con el termina “reconauista™ usc expresar gricamente el propdsito centraizador de las 5; Con &tértino "revolucién” se habe referencia a los cambios {ue la Corona procuré imponer en 6! gobiemo. Los desacuerdos surgen ‘cuando se reaiza o! balance de las polticas aplicades en al siglo Wl ‘mantras algunos historatoras enfatizan los cambios px escala el impero, otros consideran que las reformas tuviron un impacto razones porque el intento de reconauistar smente @ las colonias choos con la tégica da negociackin Imparante en América desde ef siglo XVI. AF” Las invasiones inglesas en las colonias hispanoamericanas. De hecho, Iuego de la ocupacién briténica de La Habana en 1762, se habfan elaborado diversos planes | 26 Historia dela Argentina, 1606-1852 sccretos para inva ls colonias espaflas en América. En chor pl tox Buenos Aes se presentaba como una pray tact, nto forts import gepltay comer cepa nag eat ico on lar ruts que ufan el antic con e Paco, como debi a moval Ste lacreacién del ido como principal objetivo impor, dada lnconsinte pre min de Sacramento fa Corona vo en txmins del em tose ocups de que ta eer fuera gnifeatvo en trminos vio de ropes regulares del onganizacion deca reads oles [ns informesconfcconados por dversos personajes itn Entre esos personajes se encontraba el comandante Popham que, desde tiempo atras, venfa participando de aquellos planes secretos. En «un principio, su aventura ~que lo lev6 desde el Cabo de Buena Espe~ n 1806~ no conté con la autori- Juego de Ja répida con- cian dispuestos a desperdiciar aquella fines det siglo XVIII Inglaterra se encontraba en pleno proceso de revo- arial y expansién comercial de sus productos. Por otro, la ernacional era particularmente conffictiva. Las guerras surgidas al calor de la Revoluci6n Francesa se habian generalizado y las conquistas de Napolen Bonaparte amenazaban con romper el eq brio europeo y el creciente poder adquirido por Gran Bretafia a lo largo del siglo XVIII, En 1805, la batalla de Trafalgar dej6 a Inglaterra como duciia absoluta de Ios mares, pero no logr6 frenar el avance na- poleénico en Europa, que obtuvo ese mismo afio un importante triun- ocala peace treo as sol teenage ‘Sor pate de un gin impecio 27 con cierto entusiasmo por las principales autoridades y corporaciones de la chudad y al no encontrar serias resistencias militares en su desem- barco. Ala escasez de tropas regulates ymilcias locales se aum6 el he- cho de que la mayoria de las tropas habia sido destinada a cuidar la igena. Los brtinicos se apoderaron sin mayores dificult rte, mientras la maxima autoridad espaol, el virrey Sobre- monte, se retiaba hacia Cérdoba. EL Virrey se ausenté dela ciudad capital desde el 25 de junio, dos dias antes de que se produjera i eapitalacién de Buenos Aires y el posterior juramento de fidelidad rendido a la nueva soberania briténica por parte de las autoridadesciviles y eclesiéticas y de algunos vecinos prin. cipales y comerciantes de la ciudad. En efecto, Sobremonte, frente al fnminente avance de las tropas ingles, abandoné la ciudad encargén- doles a los oidores de la Auciencia dirigr au dima resistencia Pero ni ta Audiencia ni el Cabildo estuvieron dispuestos a enfrentar un com- bate dentro del recinto urbano y optaron por renditse alas fuerzas bri Virrey se dirgi6 hacia Cérdoba con el propésito de organi- zat la defensa y proteger las Cajas Reales, pero debi6 entregar los caudales alos nuevos ocupantes de Ia capital, pr expreso pedid del Cabildo de Buenos Aires, segiin estipulaba la captulacin Desde Cordoba, el Virrey lanzé ina proclama -remitida a todes los gobernadores intendentes de sa jurisdiccin- que, en gran parte, cum: plia con los planes acordados por las autoridades metropolitanas en «ato de que el flanco sur del imperto fuera atacado: replogarse a C6r- dloba ¢ imponer et aislamiento a los invasores para obligarlos a una ronta retirada, En esa proclama, Sobremonte subrayaba que él no ha- Dia “entrado” en la capitulacién con los ingeses y que sila “Real Au- dliencia de Buenos Aires, Consulado, tribunales y demas autoridades constituidas en aquella ciudad” to haban hecho, era porque estaban “oprimidas por las facrzas enemigas". Dadas esas circunstancis, el Vi rey declaré a Ja ciudad de Cérdoba capital del Virreinato hasta tanto Buenos Aires volviera al dominio del Rey. Puesto que, segtin expresaba ‘oclamt, las autoridades residentes en Tiaenos Aires se encontraban nombre del ge- neral britinico, el Virey dejabe expresamente ordenado que ninguna sedida emanada de dichas autoridades fuera cumplida Los puntos estipulados en la proclama eran importantes porque ex: presaban, por un lado, el intento de mantener el orden juridico colo- nial trastadando la capital dl virreinato a Cérdoba, y exhibian, por el otro, la rendicién de las principales autoridades y corporaciones de ere 7 See 2 Htota de la Argentine, 1806-1852 ca. A pesar Buenos Aires a la soberania bi utilizado por Sobremonte, las acciones emp dades quedaban desautorizadas por gobernador, Beresford, garantizaba al Cal habitantes sus derechos y privilegios, asf como la proteccién a la reli- gién cat6lica. TM ML aa Un orden catético La estrategia britinica de asequrar fa proteccién de la j6n catlica en un uriverso do unerimidad religiosa como ol que regia en ef mundo Fispanico era fundamental i ge protendia obtener clerta consenso entre ringin modo habien camblado las bases cattlioas del orden vigente. Este seguia exhibiendo un entrarnacio en el que, como afrrma Roberto Ot ‘Stofano, ta vida ce fs llesia estaba de tal modo entlazadia con las domes marifestaciones de la vida social y con los intereses concretos Ge los diferentes grupos que const ccorporaciones- que es di! homogénea y diferenciada”. Y esto ora asi, eagin el autor, porque en fa p0ca colonia la identiioacién entre el universo cat sociedad tal yer inadecuado el uso do La reconquista de la cay ‘Sin embargo, estos primeros intercambios amables y pacificos entre at toridades y vecinos de Buenos Aires con los ocupantes briténicos no e3- taban destinados a percurar. Durante el mes de julio, la situaci6n de lab. ‘ropas inglesas se volvié més incierta en la medida en que los refuerzos que Beresford demandaba ra tardaban en Tlegar. La poblax ‘a, mientras comenzaban ia, en forma secreta, con el fin de ios de organizar las improvisadas ropas de la recor de navio Santiago de Linicrs, francés de origen pero al servicio de la Corona de Espaiia, Juan Martin ‘Ser pate de un gran impato 29 de Pueyrredén y Martin de Alzaga, alcalde del Cabildo de Este titimo era un rico comerciante espafiol con fuerte gobierno local y vineuladio al monopolio. Cuando, durante si lanzaron un decreto de libertad de comexcio, to de los comerciantes vinculados al monopolio expresa iniers y Pueyrredén se ipoyo de su gobernador, 6 a darles refuerzos para su em- presa. Pueyrredén, de regreso en Buenos Aires a fines de jul -radas por Pueyrredén sufrieron una derrota frente a un dest ‘mento britinico. Pero poco después Liniers se embar: para cruzar el Rio de la Plata y, una ver en Buenos Aires, logré dor nar los principales accesos a Ia ciudad para luego avanzar haci Buerte. Con la llegada de nuevos refuerzos desde Montevideo, las mi- licias locales al mando de Liniers convergieron en Ia Plaza Mayor; en las calles se desaté una lucha encarnizada, que terminé con la derrota de los ingleses. Se estima que estos Gltimos sufrieron cerca de ciento cincuenta bajas, mientras que Jas milicias locales perdieron cerca de sesenta soldados. EI 12 de agosto, Beresford elev6 una bandera blanca para declarar la rendicién, Si bien la aventura de Popham y Beresford no tuvo por objeto estimu- lar un plan independentista en el Rio de la Plata, sino lograr la con quista de Buenos Aires, entre los expedicionarios no estavo ausente la especulaci6n en torno alas siglo XVIII- para obtener de estos diltimos un apoyo a la ocupacién, No ‘obstante, tales especulaciones se esfurmaron répidamente. Aa primera ‘manifestacién de pasividad de las autoridades y corporaciones de la ciu- dad Je sucedié una reaccién mas generalizada de la poblacién, cn la que tanto espaiioles como criollos participaron activamente de la re conquista. La presencia de tensiones y conflictos en el escenario local no alcanzé para manifestar apoyo a la conquista de una nueva potencia, La primera invasién inglesa dejaba como legado varias novedades, ‘Ante todo, una crisis de autoridad sin precedentes: no sélo habia que- dado al desnudo Ia incapacidad de las fuerzas militares espaiiolas para defender sus posesiones en el rincén mis austral de América, sino tam- ign ef dudoso comportamiento de las autoridades coloniales, dura- mente cuestionaco por gran parte de los vecinos y habitantes de la cit | 20 Hitoria do fa Argantng, 1808-1852 dad. El personaje mis criticado fue el propio virrey Sobremonte. El Ca bildo, bajo Ia presién de parte de las milicias recientemente formadas, debié convocar a un cabildo abierto dos dias después de la reconqui DT AT A aaa Jo equivocado io de John Whitelocke se expresa la frustrada especulacion de los ingleses en tomo 8 fa posiblidad de encontrar en las eclonias ‘eepatiolas un espiitu de achesi6n a la presencia briténica, “Se euponia que a fama de este pals, de beralidad y buena conducta hacia los que se ponen bajo su dominio, nos aseguraba los buenos cdeseos y la cooperacién de al menos une gran parte de la comuridad. Las egparanzas y expectativas publcas fueren exacerbadas, y no existia la sospacha de que fuera posible para la mayor parte de la poblacién de ‘Sudamérca tener sentiientos que no fueran de apego @ nuastro Gobiemno; menos atin que fuera posible que existiara una arraigada Sudemérica no teniarnos ni un aolo amigo en todo ol pais. No tengo modo de saber sla opnién del lust estadista [Pit], ya no més entre osetias, que con frecuencia habia dejado volar sus pensarrientos hacia SSudamérica, lo habia Fevado @ contempiar la posibidad de establecer an sarvdo de nussire fancia ha mostrado que ‘curso de acci6n, aun el més extoso, y casi en proporcién «1 efecto de alojamos reis que nunca de nuestro objetivo ‘time: el de un intercaribio y comercio amistoso con el pais. i ataque, asistido por el éxito mamenténeo y 4! facaso fina, nos ha ensefiado a cesimar en mas ato preci fa diicultad de obtener un estableciiento en €l pels; pero la decisién sobre ol tema de los sentimiantos dela gante hhacia nosotras sigue siendo prevaleciente.” John Whitelocke @ W. Wingham, 20 de jurio de 1807 (oublicado en The Tal et Large of Liut-Gon. Wiitelocke, Londres, 1808). Extraido de igus Gallo, Las imasiones inglesas, Buenos Aires, Eudsba, 2004. 7 Los cabildos abiertos, si bien no estaban expresamente legislados, en ciertas ocasiones, y con el consentimiento de la autoridad politica, con- st Ser parte de un gran imparo 91 vocaban a los vecinos, altos funcionarios, prelados litares afin de considerar asuntos excepeionales, r blaci6n para tomar ciertas resoluciones que afectaban a toda la comu- nidad, En el Rio de la Plata fue una practica poco utilizada durante el tian muchos, se trataba de sin dudas, dejaba muy des- Sobremonte se manifesté agraviado por la medida, ya que se vio disminuido en sus atribuciones, ‘su descargo no logré modificar la situacién, La segunda novedad fue la convicci6n de que, frente a la debil El Virrey destituide El gobierno britinico, ain no enterado de la Buenos Aires, habla de octubre de 1806 y el oficial a cargo, al e ida en Buenos nado a la espera una vez més la eapt tevideo cay6 en manos inglesas 96 finalmente el refuerzo esperado al mando del teniente general John Whitelocke, A fines de junio, las tropas inglesas desembarcaron en el puerto de Ense- nada para marchar sobre Buenos Aires. centre la primera y Ja se- 8 precarias fuerzas volun- ‘bian vuelto mas numerosas y organiza- Pardos y Morenos- y de peni milicianos. Los batallones de peninsulares tomaron el nombre del lugar de origen de sus miembros: Andaluces, Astarianos, Catalanes, Vizeainos eS ‘82 Historia dea Argentina, 1806-1852 Jos. Fue nuevamente Liniers quien se encargé de organizar estas ‘para todas los vecinos mayores de dieciséis afios. Cabe destacar que esas facrzas, més alla de estar integradas por peninsulares y criollos, eran Jo- jento como por su financiamiento, ya que 1 encargado de solventar gran parte de los gastosy subsistencia de las tropas con sus rentas de propos yarbitrios, por hrallarse exhausto el erario de la Real Hacienda. Ps “Tae utlizado por el regimiento de Patri Con esas fuerzas milicianas, Liniers enfrenté la segunda incursién in- glesa a Buenos Aires. A ellas se sum6 la intervencién activa del alcalde ddel Cabildo de la capital, Martin de Alzaga. Luego de un primer revés sufrido por las tropas fensa de la ciudad levantando barricadas y estimulando a los v de las tropas britanicas. Estas tltimas marcharon en treee columnas por Jas estrechas calles de la ciudad, sin sospechar que desde las casas les arrojarian todo tipo de objetos y proyectiles. Asi, pues, luego de una en- carnizada lucha que dejé alrededor de dos millares de bajas en cada ‘Ser pente de un gran impero S2 tuno de los bandos, Whitelocke debié aceptar su derrota y capitular€l & de julio de 1807. Bl Cabildo de la capital se consolidaba’en su prestigio yy poder, al ser el gran protagonista en la organizacion de la defensa,y LLiniers reforzaba a‘in més el apoyo y consenso popular obtenido desde 1806 al estar a cargo de las milicias finalmente vencedoras. ‘Tele utlizado por el regiriento de Catalanes. La derrota britinica fue vivida con mucha eufor rmanifestéa través de acciones de gracin, como destacados en combate y honores fibres para los cafdos. En wna c+ dad poco acostumbrada a interrumpir sx monétonsa rutna, fs invasio- nes inglesas habfan conseguido trastocar la cotidianidad de sus pobla- dores y conmover las bases polfticas y sociales sobre Tas cuales se asentaba cl poder en la reciente ca inal. [as bases polticas se vieronafectadas porque Ia crisis de sutoridad, ya presente durante la primera invasin, se agidi6 con la segunda. Si en 1806 se cuestion6 la atimad del Virrey y elo oblig6 a delegar parte de su poder en Liniers, en febrero de‘l80'7] una reunién de comandantes y ve- goberns Tove Carlos Marva de Alvear. En agosto se eligié una nueva Sala de Re La desunion de tas Provnias Unies 123 Dresentantes, que resohi6 ratificar en el cargo a Dorrego. Bate de finalmente enfrentar con las armas a Estanisiag Lopez, a quien ver en Pavén, el 2 de septiembre, aunque pocos dias despuiés result derro- ‘ado por el caudillo santafecino en Camonal. 6 Camino a la pacificacién Frente a este desastre militar, las milici neral Martin Rodriguez y de Juan Manuel de Rosas decidieron interve- nir, E1 26 de septiembre, la Junta de Repretentantes nombré goberna- dor a Martin Rodriguez, quien cuatro dias después debié enfrentar un motin de los tercios civicos dependientes del Cabildo, Rodriguer, apo- yado por las milicias de campaia al mando de Rosas, derroté la revuelta ‘en la ciudad, y ambos comandantes aparecieron entonces como los sal vadores del orden en Buenos Aires, Inego de los conflictos que habian tenido en vilo a sus pobladores. En esta situacién de fortalecimiento militar, Rodriguez inicié las tra- tativas de paz con Lépez, concretadas el 24 de noviembre de 1820 con Js firma del Tratado de Benegas. Alli se aseguraba la paz entre Buenos Aires y Santa Fe, pero quedaba desplazado el caudillo entrerriano, Francisco Ramirez, quien no habia participado de los enfrentamientos bélicos de septiembre por haber salido a dlisputar a Artigas el c de la Mesopotamia. Se hacia evidente bres del litoral se habia quebrado por completo, Con la paz firmnada en Benegas, Buenos Aires se 2 coneurrir all de campaia al mando del ge- anga para todos los porteitos. El sintoma més elocuente de aque- Se expresé a través de la cantidad (y el origen diverso) de auto- Tidades nombradas cn ese periodo. En menos de ocho meses se sucedieron siete asambleas ~algunas bajo la forma de cabildo abierto~ ‘que se arrogaron la legitimidad para nombrar autoridades; bajo dis tintos mecanismos (cabildo abierto, elecciones indirectas, elecciones tro Juntas de Representantes; el Cabildo rea 1 poder de la provincia en varias eportunidades; fueron nom: brados mas de nueve gobernadores, algunos de los cuales no duraron cen el cargo més que unos pocos dias. Estos hechos parecian confirmar Ja expresién acuiiada en la prensa peri6dlica por un testigo anonimo de época: “en aquellos dias goberné el que quiso”, 104 Historia dota Argenta, 1600-1052 br Mer 0 AF AS BT LBB ‘Juan Manuel de Rosas y la defense de Ia provincia ‘La primera nterencién pdoliea de Juan Menuel de Rosas tuvo lugar en ‘onan de la orsis de 1620. Rosas habla pesedo fa rrayor parte de su jontud en fa estancia que perteneciara a eu sbuelo matemo, hasta que fen 18:13, Lego do su casamiento con Enceracién Ezourra, abendoné la tstancia de sus padres pera trabajar par Su propia cuenta en esuntos vinculedos oon la produccion rural. Asociado a Juan Nepomuceno “Ferraro y Luis Dorrego, ce6 una compaia de expotacion de tras. Le empresa ores durante a dcada revorucionara y Rosas -u9go Je laeodlarae ooh 6us prmnos Anchorena para administer una G& SUS ‘otancias~ 86 convirto en un importante hacendado de la provincia Durante e508 afios su rreyor preocupacién gird en torno a sus asuntos privados. Su intavencion en fa (on de la provincia ol mando de 5° Regimiento de Camparia impli el aports de hombres y recursos eondmicas en defensa del pader recién estatuido en la provincia de Buenos Aires. En 0908 dias, Rosas le expresaba en una carta al gobernedor susttuto, Marcos Balcarce, Su inexperience en Koes mites: “a fusrza dal cuinto regiriento de cemmpafia ya esté toda ‘avanzada 6n Sus mercnes, y muy dispuesta a sacriicarse por ia eslud de fa provincia. Yo no puedo expicaraV, S. joudnta e6 la coniianza que me manda tan losbles cispasiiones! El orden y la subordinacién so tjemplares no menos que ol entusiasmo. Mucho debe espererse de esta ‘columna: y eonczco que sera Un dolor venturarse eu direecion & mis ringunos conocmientos miter. El bien del pals e8 para mi antes ue ‘stado de aprender, y no €7 el de ensefiar, Una fuerza ‘quinientos hombres sdlo puede tenerme a su lado pre 1a opinion y confianiza con que marchar @ escarmontar al tenemigo y conservar fa subordinaciGn y reapeto « las propiededes, Que ies. Mes pare obrarmiltarmante debe de precisién ‘a su cabeza que conozca lo que no entlendo y que acabo ‘por consiguionte fa pticon intsresento que hago por un jel “que 22a capaz de fo que yo por defecto de mis conociriantos r tno soy" Carta de Juan Manuel de Rosas al Gobernador susttuto Marcos Balcarce, Carucles, 23 de septiembre de 1820. ‘Extrado de Marcela Teravasio, La covrespondencia ce Juan Manuel de ‘Rosas, Buenos Aites, Bude, 2005. 7 La docunin de es Provincia Unidas 125 Acesa almira de los acont c 1 -ntos, era imprescindible imponer un or den- Peso qué tipo de orden quien 0 guines eats deatnado? ‘ara Buenos Aires, volver sobre sus mis reducidas fronteras y evitar ‘ualquier tipo de proyeccién en el ambito nacior prioritario apenas superada la crisis, Tanto la elite ‘cargo del gobierno provincial como los sectores econémicamente do- rminantes ~grandes comerciantes y hacendados~ coincidieron en que Gee nue orden debi concentareen dota provincia det conr liciones necesarias para aleanzar el progreso econémico 30 cconémico y social. Un progreso que se habia visto imposibilitado por las consecuencias de la four reblucmnr yd pes nace nes Sear ee iene aes Ses enc nes epee ucts biegre uh arinp pealedaeennst erin mittee Essie ator pen ar epee et nia, al menos por un 0 inten econémicamente de lo que del puer tar. De pasé a gozar del provecho de Ia autonomia. Un nuevo mapa para el Rio de ta Plata s Aires podia obtener beneficios de una autonomia que no 1820, despnés de que contra el poder central en nombre de la autono! menos en Jos heches? Hasta qué punto querfan todas els gona de ina autonomia absoluta respecto del poder central? ¢En qué medida laron las historias provinciales del periodo. Historias en plural que se inseriben en una hi cién producida oria singular, en la medida en que la Sragmenta- 1és de 1820 no dejé de exhibir intentos de confor- Ms alla de que estos intentos rrequitieron distintas ingenicrias ssaparecieron del horizonte po- Iuci6n del Directorio estuvo precedido por otras fracturas de igual portancia. De las gobernaciones intendencias ereadas a fines d 126 Hstoa dela Argentina, 1806-1852 ee nt nero Se Ta prvinla de Parag, Sion contrmé un evade independiente. A partir de 1818, god Fe a casino suténcme, ee cling com 8 separa Guinn, Poros lado, Is conflicts ana Oriental habia sti e cumin con 8 3- Tonto constants vance de los pormagueses, qu - von en 189 Reno de Portugal, aj l nombre de Provinca Cp io Tapered Bre, conformadoevendo el pei Up Pe, dele fu i de Porta deers independenca 16 Emperador. Como se verd en las préximas paginas, y se autoprociamé Emperad gina lel Brasil. Ja provincia oriental se convirtié finalmente en un diente tanto de sa antigua jurisdiccién rioplatense com: LS BFF LF LTT LD TEP A MF {Una monarquia one repiiblicas or varias razones, la independencia de Brasil rnc concoto en 38 Areca feet con lor jaar do Potions Sic ntas ngs dd pero xp on tos ie ats cae costar cus dos clnocto Gerona de son tara emotenaplo pa nao, rao cat ooo (hanna ecoaumtresoagebonate conn mana ei tc, forelor, una rao cap ac pt aber gas de cre {Ges enone sn erat, o dren evra do topo ft a Pot posal rand de ernas olla, os naces 9 preitarn n 02, cdo prod en Forgan erste al qv ot el uo ct be ro aa on pa, eke ce oars La desunién de tas Provincas Unies 127 ‘constituconal. En ese context, dese Portugal se exigé el inmodlato ‘etorno dl rey Juan VI a Lisboa para que provisorlemente acoptara la Cconstiucion espariola sancionada en Caciz en 1812, hasta tanto $= toate La Sal Sn Meda Covi, Srna Ene Riny hone de iy epee 1846 taj site enstayeron noeor her pols, A scones eis ceguan en pes aor ls ales nacidos de Las repliblicas provinciales De Ia autonomia de los pueblos a las autonomias provinciales ‘Todas las provincias abrazaron paul de gobierno en sus nuevas reglament << regimenes representativos de base electoral muy ampl nas excepciones como fueron los casos de Gérdoba y .enfan por base a las ciudades con les formadas lnego de la cafda del po- jas del moderno constitu- {Ls casurion do las Provncise Unidas 491 SY MY ME SE AT LT AY AY AY SE a a 0 deh ae ‘Temas en debate La cusstin del causilismo se encuentra planteada desde los crigenes do le literatura poitca ergonting, Distintas interpretaciones fueron ‘abonendo, con diversos matices, le perspectiva de que caucilos todopoderoses dominaron con sus huestes la escana potica ‘posrevotucionaria. La imagen negativa de los cauallos, en especial Gurante el siglo XIK. comenz6 a atenuarse on las primeras décades de! XX. Dosis la armada Nueva Escuela historica, algunos historiadores Ccomenzaron a subrayar la contibucién ce es caudilos a la defensa de la unided nacional e insisteron en a acti antisegregacionista de ‘estos nusvos lideres locales. La Historia dle la Naciin Argentina, que la Acadernia Nacional de la Historia comenzé a pubiiear durante ls ‘década de 1930 bajo la citeccién de Ficardo Levene, e8, in cudas, una de las exoresiones més acabadlas dela Ne fn esta década, un nuevo movimiento lamado ‘comenaé a cuestionar la imagen negative de os. silo XXX para convertirios en protagonistas cconstruccién de la nacién. Si bien proceso de revisiorisino” no constituyd une “2scubla” historogréfica ni un movimiento homogéneo ~Sino mas bien rales durante los afios trenta, bus06 inflir en ino-, lo certo es que su intorvencién fue ‘ida.on que sus exponentes lograron crear una suerts as que, hacia la década de 1960, jamo dentro de un registro sccal ~donde 1 caudllo pas6 a ser en algunos casos un mero representante dela presyouestos bésicos asociados a que e ‘surgimiento det caueitismo se debia a una stuacién de vacio institucional ©, incluso, de atraso institucional dada fa herencia hispanica, se ‘mantuveron vigantes hasta poco tiompo atrés. Recién hacia la cicada de 1980 comenzé a reviserse de manera més sistemética el papel de {sstos personajes en cada una de las reglones en las que actuaron @ Imaciaron su infuencia, ebriendo asta ievestigaciin a nuevos intenogantes, 7” 192 Historia def Argentina, 1806-1852 bases de la gobernabilidad, Al e del régimen colonial y adoptaree, al menos en de podercs, se redistribuyeron las funciones y atrbuctones

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