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Escuela de Periodismo
Metodología de la investigación II
Así, en el mundo actual del nuevo orden mundial, las bondades del libre mercado, la
globalización y la instauración casi natural de la democracia como el sistema de
gobierno por excelencia, se podría afirmar que no existen las ataduras ideológicas y de
dominación que reinaron el mundo, las mentes y las acciones de los ciudadanos por más
de la mitad de todo el siglo XX.
Ese parece ser el análisis que de manera simple hace un “hombre de la calle”. Pero, lo
cierto es que hoy más que nunca vivimos inmersos en una sociedad donde prevalece el
peso de una visión unilateral de la realidad, una dominación implícita sobre las
personas, donde la forma y los medios de comunicación siguen siendo un importante
bastión del control, ya no totalitario, pero sí estandarizado y masificado.
Desde esta perspectiva y considerando que el poder está en todas partes – como dice
Foucault- es necesario plantear el concepto que hoy en día hace falta al interior de la
práctica del periodismo, tanto chileno como internacional. Este se asemeja al concepto
de una “sociología de conocimiento”, la que establece una construcción social de la
realidad, donde su tarea principal es indagar en el cómo se construye la realidad.
Ahora bien, esta sociología al igual que el ideal de la práctica periodística “debe, ante
todo, ocuparse de lo que la gente “conoce” como “realidad” en su vida cotidiana, no-
teórica o pre-teórica” (1).
Por tanto, es posible afirmar que existe la necesidad de instaurar una “comunicación del
conocimiento” que sea capaz de plasmar en la sociedad, en los ciudadanos, en “el
hombre de la calle”, no una ideología determinada, pero sí una forma de entender el
mundo desde un punto de vista crítico, que permita a los ciudadanos entender o al
menos abrir un cuestionamiento sobre cómo se forman las verdades, desde dónde
vienen y por qué se construyen de tal forma.
La respuesta que surge a flor de piel para responder a esta interrogante, es considerar a
la ciencia como el camino para encontrar la verdad. Al menos eso se creía hasta hace
algunas décadas, cuando la ciencia entregó la cura para grandes epidemias, la respuesta
sobre el origen del universo, del hombre y de las distintas especies.
Por ende, “lo producido es la apariencia misma de la verdad pero no la Verdad misma…
lo que tiene historia es nuestro conocimiento de la verdad, no la verdad misma…es la
verdad misma la que es producida en la historia humana” (2).
Constatar este hecho determina que hoy en día sea imposible establecer a la ciencia
como la única forma valedera de establecer una verdad y que, por tanto, el conocimiento
que fue anterior al científico también fue verdad, en relación a su período histórico.
Así, en el período de la mitología la gente podía ser sanada por los espíritus y la magia,
pero de no se conseguir la cura, era común atribuir tal hecho a la voluntad de los dioses.
Más tarde, este concepto de una voluntad superior sobre la muerte del hombre,
permaneció en las religiones cristianas y, en general, dentro de toda la tradición
monoteísta. Lo que también implicó la constatación de una verdad. Para llegar hasta el
actual concepto, al menos el de Chile, donde la mayoría se inclina por una mezcla entre
las creencias místico-religiosas y el concepto de un avance no tan adelantado de la
medicina, incapaz de entregar la cura a todos los tipos de enfermedades.
Estas han sido algunas de nuestras verdades como humanidad, por tanto podemos
establecer que las realidades se van construyendo socialmente y que en éste proceso los
medios de comunicación estarían ejerciendo un rol activo, en términos de establecer una
legitimación de un determinado tipo de “verdad”, por sobre las otras.
Aquí llegamos a un punto central de este análisis, pues se hace necesario establecer la
forma en que los medios determinan lo que es y no es verdad para el común de la
sociedad. Pero además, ello implica establecer las relaciones de dicho proceso con el
actual panorama de una “verdad” proveniente desde el conocimiento científico.
En este sentido, aunque a los teóricos de la comunicación, los dueños de los medios y
los periodistas, les encantaría que el periodismo pudiese subir a la categoría de ciencia,
su práctica aunque utiliza gran parte del método científico, comete con mayor
recurrencia los errores que esta, con mucho trabajo y cuidado, ha logrado ocultar o, al
menos, quitar del foco de atención.
Sostengo esto porque el periodismo al igual que la ciencia parte desde un supuesto que
es necesario constatar sus planteamientos hipotéticos. Es decir, se tiene la verdad que se
busca antes de realizar todos los pasos que indica “el método”. Así entonces, y como
señala Carlos Pérez Soto en todo el desarrollo histórico de la ciencia “no se pudo
encontrar un conjunto de reglas formales que permitan acercarse todo lo que uno quiera
a la verdad” (2).
Ante tal problemática, los filósofos de la ciencia dieron un giro a su búsqueda para
luego encontrarse insertos en la delimitación de la ciencia, es decir lo que era y no era
ciencia. Lo que nos lleva hasta el punto que ya hemos mencionado, donde la ciencia no
es necesariamente el camino hacia la “Verdad”, sino un momento y un modo de cómo
acercarse a un tipo de verdad.
Hoy en cambio, este oficio o profesión aún se debate sobre la remota posibilidad de
alcanzar la objetividad, ya sea por medio de un tipo especial de estructura redaccional,
de la extrema libertad de sentimientos para con la fuente y el ideal de una práctica
periodística impenetrable ante la influencia de los poderes políticos, económicos,
religiosos, etc.
Basta sólo observar un diario, con una pizca de ojo critico para notar que la anhelada
objetividad queda perdida entre la necesidad de solventar los medios a través de los
ingresos que genera la publicidad y, quizás, la prueba más fiel de ello sean los insertos
de páginas completas que son pagadas por empresas y otra clase de organismos, los
cuales no se distinguen claramente ante los ojos del “hombre de la calle”.
Y este suceso tiene relación con un fenómeno que se vive en los medios de
comunicación y en la forma de posicionar los discursos, que se ha venido desarrollando
en Chile durante los últimos 15 años y que en los países del primer mundo ya se podía
vislumbrar desde la década de los años 80. Me refiero a la proliferación de agencias de
“Comunicación estratégica”
Alegremente, nuestro país aún maneja algunos criterios de sutileza en cuanto a la forma
en que las empresas de comunicación y de manejo de crisis, establecen sus mensajes e
informativos en las agendas de los medios de comunicación. Pues aún la situación
funciona principalmente en el nivel de los cocktail’s en “honor” de los periodistas, para
lograr distraer su atención y llevarlos casi hipnotizados a recibir el comunicado que
redactó la organización del evento.
Mientras que en países como EEUU el nivel en que operan estas empresas encargadas a
la tarea de establecer las verdades de sus contratantes, se desarrolla en un nivel de
extrema profesionalización, con prácticas como las que ha denunciado la organización
prwatch referente a cómo las empresas de comunicación contratadas por el gobierno de
Bush y por grandes corporaciones, son capaces de crear información falsa para lograr
posicionarla al interior de los medios de comunicación. (3)
Un caso emblemático es el de CNN durante los atentados del 11-S en las torres gemelas,
cuando se tenía total desconocimiento del origen y los autores del ataque, pero se
informó y entregó una total validez a una fuente no identificada que estableció que los
atentados eran obra de Osama Bin Laden.
En cambio, hoy el informe Censurado 2008 que devela las noticias de mayor
importancia pero que han sido ocultadas a la opinión pública estadounidense; establece
que el supuesto genio creador del ataque no ha recibido cargos por parte del FBI, ni
mucho menos desde el gobierno. Junto con ello, este personaje tampoco se encuentra
inserto en la lista de los más buscados por la Policía Federal. (4)
Así entonces, se hace necesario derribar el mito de que alguna vez quedó obsoleta la
teoría de la aguja hipodérmica, la cual se entiende como un modelo de comunicación
donde “cada miembro del público de masas es personal y directamente “atacada” por el
mensaje”. Ahora bien, quizás sería conveniente, por la alta profesionalización, variedad
y formas de hacer llegar un determinado tipo de información a un receptor-individuo,
cambiar el término de “atacada” por “seducido”. Así entonces, la definición de la aguja
hipodérmica sería un modelo de comunicación donde cada miembro del público de
masas es personal y directamente “seducido” por el mensaje.
Por tanto, como dicen los teóricos de este modelo, “según la teoría hipodérmica “cada
individuo es un átomo aislado que reacciona por separado a las órdenes y a las
sugerencias de los medios de comunicación de masas monopolizados. Si los mensajes
de la propaganda consiguen llegar a los individuos de la masa, la persuasión puede ser
fácilmente “inoculada”: es decir, si se da en el <<blanco>>, la propaganda obtiene el
éxito establecido. (6)
Es decir, el “nicho” popular, en Chile, está destinado a saber sobre los amores de
“kenita”, el traspaso del “mati” y los goles del “cacique” o “el león”, pero no sobre la
destrucción y explotación de la patagonia, de los estragos ecológicos de Pascua-Lama,
sobre la diferencia que establecieron las últimas manifestaciones de la CUT, la
importancia de cambiar el binominal, etc.
Por tanto, me atrevo a sostener que si la aguja hipodérmica estuviera obsoleta como
herramienta de análisis, a los grupos económicos no les interesaría mantener el control y
la propiedad de los medios de comunicación, tampoco los políticos estarían tan
interesados por contratar a las grandes empresas de comunicación estratégica para que
los asesoren durante sus campañas políticas, al igual que las grandes empresas durante
sus períodos de crisis y, a su vez, los gobiernos no estarían interesados en tener grandes
equipos y departamentos de comunicación, junto con oficinas de inteligencia
encargados de crear información sobre los “subversivos”,”rebeldes”, “revolucionarios”,
“desadaptados”, “anarkistas”, “terroristas” o como se les quiera llamar en un futuro
cercano.
1. Peter L. Berger y Thomas Luckmann, “La construcción social de la realidad”; Amorrurtu editores
2. Carlos Pérez Soto, “Sobre un concepto histórico de ciencia: de la epistemología actual a la dialéctica”,
LOM ediciones
3. Patricia Santa Lucía, “La tergiversación de la verdad y la publicidad engañosa”, en el Periodista 18-VI-
2004
4. Ernesto Carmona, “Proyecto censurado 2008: Lo que la prensa “seria” supo callar”, publicado en
pieldeleopardo.com, http://www.pieldeleopardo.com/modules.php?name=News&file=article&sid=3860
5. ¿Los nuevos actores del escenario periodístico? Publicado en revista ANP, extraído desde
http://www.antimedios.cl/site/comunicaci-n-estrat-gica-y-medios-masivos