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EDMUNDO O'GORMAN 4 CRISIS Y PORVENIR DE LA CIENCIA HISTORICA wl NIVERSSTARIA x10 IMPRENTA que, con (oda evidencia, no se expliea st: ponieado incapacidad intelectual © simple pereza en los historiégeafos. Se trata, sin nda, de un silencio motivado, que se debe atribuir por lo pronto a las limitaciones propias al tipo de conocimiento historio- gtifico, puesto que, por sus premisas bési- ffeas, nunca inquiere por el “qué 5", sino _pacamente por el “eémo sucedi6”, pregun- ta éta, que presupone y deja intacta la ccvestién acerca de la realidad en si de to aque estud 1ué puede significar se- mejante presuposicién? ZA qué_ motivo \ obedece? {Qué engafo provoca? En suma, \ zqué es en si el conocimiento historiogeé- \fico? \ La previa dilucidacién de este problema & imprescindible para nuestros propésitos, Parque, toda vez que en ese conocimiento esti pre-supvesta Ia realidad pot fa que nos inthresamos, hemos de servirnos de él, en cuanto tal conocimiento, como via de acce- 50 a.aquella realidad. Ahora bien, el iinico método que nos oftece garantias para sa- ber qué es en si el conocimiento historio- 2 een emprender el analisis grifico, cons histérico de ese tipo de conocimiento, a fin de poder apresar de un modo firme su ra ‘zon de ser y Jos pre-supuestos en que se fun- da. Dediquemos este apartado a semejante empresa. 1, REVISION HISTORICA ‘Desde el Renacimiento, época, en que, al bien decir de Juan David Garcia Bac- ‘a, el hombre le toma gusto a su individua- fidad, a sa yo, puede observarse que la his- toriografia pugna por constituirse en una tiencia de tipo moderno al servicio de los intereses personales y colectivos de ese hom- ‘bre recién enamorado de si mismo, Hablan- do propiamente, el Medievo no tiene his- toriografia en el mismo sentido que la ‘Modernidad; tiene cronografia y tiene bis- toriologia, 0 si se quiere, meta-historia. Para el hombre medieval, el pasado se comprende, no se explica; se reconoce, no se conoce. Sumergido en un mundo de Bw | | simbolos y vestigios, el pasado es, él, un Bigantesco simbolo que solamente cobra sentido en funcién y referencia estructu- ral a los tinicos tres acontecimicntos, es tas histérico-divinas, que merecen el nom- bre de verdaderos. Ellos determinan 1a Perspectiva temporal de Ja Historia: de- finen lo pasado, lo presente y Io porver El primero, 0 sea El Pasado, es la Creacién del Mundo y def hombre con e] drama de su caida, principio de los Tiempos y dela Historia, El segundc, 0 sea El Presente, es Ja Redencién del Ginero Humano con el drama de [a Crucifivién, plenitad de los ‘Tiempos, del hombre y de la Historia, El ‘tercero, o sea el porvinir, es el Fin del Mun- do, con el drama del Jiicio Universal, aca- bamiento de los Tiempos, del hombre y ‘Ide ta Historia. Se ve claamente que no era, que no podia ser cuestiin de conocer cien- ¥ tificamente la historia, Ya se la conocia. La historia no cra un objeo que pedia expli caciones; era un simbilo que necesitaba comprenderse, La clavg por otra parte, era inequivoca para quien jstuviese atento al 2) sentido de aquellos tres grandes hechos, cu- ya comprensién implicaba el reconocimien- to de un tiempo intemporal, sin caya exis- tencia Ja vida humana carecia de significado, ¢ implicaba también otro mundo que ha- cia de éste un mero teatro de sucesos efime- rosy pasajeros, apariencias de realidad verdadera. La historia, si mostraba algo, s6lo mostraba eso. Ella era a instancia su- prema pata hacer patente el fin y acaba- miento de todas las cosas, de tal modo que echar mano de un antecedente histérico como experiencia para beneficiar el pre- sente, equivalia a mostrar la futileza de nuestras determinaciones y la vanidad de nuestros afanes. La vida de Cristo era Ja Ginica experiencia valida, ¢ imitarla Ja ‘nica guia segura para no extraviar el ca- mino. La historia no servia de apoyo para fa accién, por lo contrario, 1a paralizaba. Por eso, hablando con propiedad, Ia bisto- riografia, conocimiento teérico del pasado, era para la Edad Media una imposibilidad metafisica. La cronografia no es sino re- gistro de la consumacién de los Tiempos. 5 No pudiendo interesar | historia como testimonio o prueba para f obrar, las pre- cisiones espacio: temporaleyy las imputacio. nes a individuos eran on fgor indiferentes. EI anacronismo no tenif validez de ob- jecién para el hombre hhechos mis inconexes, distantes en el tiempo f en el espacio, componia sis historias fue, como relatos simbélicos, eran verdafera historia, en cuanto expresaban alegificamente el dis- currit histérico, pero sfmpre referido a alguna de las hazaiias hptérico-divinas, lo linico verdadero. En el cqntzo de la historia se levantaba gigantesca f figura del Reden- tor. A El se referia toip lo demas; El era el sentido de Ja histora, porque en El se reconocia el hombre. En E! coexistia Ia humanidad. Cristo ef el tinico vestigio humano auténtico. 7Qbé sentido, qué im- portancia podia tener econocimiento histo- iogrifico como ahora be concibe? Pero con el Renacifaiento, que es cam- bio radical de esa antigua situacidn, el hom- bre, despierto a su individualidad y a su ' vida en este mundo, advierte en el pasado humano un interés particular, antes indes- cemible. Explicita a la historia como un inmenso conjunto de vidas de otros yo parecides al suyo, Vasto depésito de expe- Fiencia valiosa. Y aguello que antes era en Ia conciencis de todos, instancia de La mi: seria propia, y mundo de sefales de las postrimerias, se ha convertido en una cose as en el mundo exterior, rico venero para ser beneficiado en provecho de la vida y de la accidn. Es asi como nace el anhelo de tener un saber acerca del pasado, en cayo fondo alienta la actitud de aprovecharlo al servicio de exigencias précticas del pre- sente. “La primacia del_yo individual carac- teristica del Renacimiento, y nueva posibi- lidad del modo de ser humano, le comuni- cara a [a bistoriografia primitiva su tono pragmatico-ético de todos conocido. Bl pa ado se estudiara ante todo, segin la vieja formula ciceroniana que veia en Ia histo- ia la “macstra de Ja vida" La misién de fos historidgrafos empezara por cumplirse wv registrando las hazafias y victudes de los hombres del pasado, no ya tanto con Propésito clisico de “salvarlas del olvido", cuanto con tn intencién cada vex més cons. ciente de utilizarlas como ejemplos de varia fortuna que sirvan de guia y de amonesta. fién a los hombres del presente. Pero ese {ono individual va a ser pronto suplantado, {i bien no completamente, en favor de un Hragmatismo politico que, desde entonces, 4 Ia piedea angular en que se edifica el Toso y reciente sentimiento de las nafionalidades. Desde entonces la historio. srifia queda uncida al destino de la avens a nacionalista. Ya no habré sistema de gobierno, no hahea plan de accién politi. ca. de paz od guerra; no hobri proyecto de teforma social o Iegislativa que no in. Yoaten como justificacién y garantia 1a expeliencia del pasado y que no descansen en alguna interpretacién historiogeéfica, Toidg Jos éxitos y tos fracasos, las malda. des) las acciones hetoicas y_ victuosas, uedarf referido a los fallos del alto “Ti. bunal * la Histo 28 Con Ia utilizacién del pasado como instrumento pata la accién, surgen y flore- cen como por encanto las llamadas cie nuxiliares de la historia, que no son sino refinamientos ténicos que le ‘pérmiten’ a ls historiogratia desempefiar cada vez con mayor eficacia su brillante misién utilita ria, FI pasado, antes constituido por mis- teriosos vestigios histérico-divines, se ha convertido en simple depésito inagotable de sucesos demosteables que pueden exhibir se en un momento dado como piezas pro- batorias en pro de esta o aquella causa. Ya se advertira sin dificultad el enorme valor que esta ciencia historiografica iri adquiriendo, en respuesta a las cxigencias que le va planteando el creciente impulso en favor de la consolidacién de las nacio- nalidades. La clara conciencia que se tenia del ca- ricter_ instrumental de los conocimientos historiogrificos, y el notorio interés con {que se procedia en la elaboracién de las ver dades historicas no fucron, durante siglos, ningiin secreto para nadie, Por lo contrario, 2» \ los tratadistas teoricas de fa hiktorin ponen especial empeio en mostrar [ese cardcter utilitario de fas verdades de| su ciencia, viendo er él un motivo para ignificarla ESE fe Moth Spade scone care af ens 2 Ta er 8 hallar en fas personas santas y virtuosis de que se tlifar,7 en los alos y- vcows que huir, y como se debe portar uno en los sucesor prdsperos y adversos”, dice el P. Juan Mabilén en su famoso Tratado de los estudios mondsticos (1691). Los his- toriadores dedican sus obras a) los princi- pes con Ia recomendacién de que se apro- vechen de ellas para bien gobetnar y para fomentar el acervo de sus riquezas y su poderio. En la Historia Natural y Gene: ral de tas Indias de Gonzalo Fernindez de Oviedo pusde lerse ef speior alegato historiogrifico en favor de lal politica uni- vversalista catdlico.imperial de Carlos V. La Providencia Divina no es ya el funda mento de la historia, sino ghe la historia la base de los designios providenciales, inversién inmanentista que gulminars tes 30 siglos més tarde en el sistema histérico- teolégico de Hegel. Oviedo, sin darse euen ta, interpreta ya a la Providencia segin los sucesos histéricos, ¥ 0, como antes, en que se comprendian éstos en trascen- dente referencia a aquélla. Fué asi como la vieja y piadosa maxima medieval en que fencarné el fervoroso espiritu de las Cru- ‘adas, “Gesta Dei per Francos” pudo con- vertirse en 13s habilisimas manos de un principe de 1a Iglesia, el Cardenal Riche- fiew, en la fSrmula utilitaria y nacionalista "Gesta Francorum, gesta Dei”. Desde que, hhablando con propiedad, hay una histerio- grafia moderna, Dios va'a ser invocado, traido y Mevado para patrocinar todo Io hhabido y por haber, desde una guerra de agresion imperialista hasta un adulterio principesco. El horroroso peso de 1a disput del protestantismo recae, en dltima instan- cia, sobre [a interpretacion historiografica geerca de cémo fué la Iglesia Primitiva, Uno y otto bando estaban de acuerdo en que esa forma de culto era la del agrado di- vino; pero cada uno forjaba de manera PT —_ a a we}! tan convincente como conveniente las ver- dades bistéricas, interpretando asi los gus tony prsfrencis de Dios EI siglo AvItt conoci una revolucié en Ia historjografia, cuyo contenido, sin embargo, no pasé de ser an cambio en fa orientacion pragmética segiin ef nuevo sen- tido de lo dil claborado por los “Fildso. fos". Pero en realidad la historia. situe siendo depésito de experiencia. "No em- prenderé demostrar Ia utilidad de la histo. ria: ésta es verdad ide aceptacién demasiado universal para que requiera prueba”, dice Charles Pineau Duclos en ef profacio a su Histoire de Louis Xi (1745). Y agrega: “Vemos en el teatro del mundo cierto nl. mero de escenas que se suceden una a otra en repeticién interminable: y donde en. contramos que Jas mismas faltas van $e. guidas siempre de las mismas desgracias, €s de pensarse razonablemente que de ha. berse conocido las unas se habrian evitado las otras. El pasado ros aclara el futuro: el conocimiento de la historia no es sino experiencia por anticipado.”. El gran Gib. 32 | | iia ee 8886 GT bon, por su parte, declara que escribié su celebrado Decline and Fall of the Roman Empire (1776-1788) como amonestacién ( a las edades del futuro de to que fué “triunfo de la barbarie y de la religidn’ Este libro es piedra angular de la visién hoy todavia muy vigente de la Edad Me- dia como “the dark ages", y es, en defini- tiva un gran escrito polémico contra el tistianismo y sefialadamente contra el ca- tolicismo. Comenzé, pues, Ia his ser, y durante argos afios tun alegato descarado en pro de esta 0 aque- la causa, Ciertamente se hablaba de impar- cialidad, pero no se le concedia gran im- portancia. Los mismos hechos servian a ‘opuestas contenciones. A nadie, salvo a un reducido grupo de tedricos precursores de Jo que se Tlamaré a época cientifica de la historiografia, causaba esto, ni desagrado ni sorpresa. Todavia no Ilegan los dias en que para aumentar la eficacia utilitaria de la historiografia, va a ser necesatio conven- cer a todo el mundo de un modo positivo, B de ta impatciatul{d con que proceden binoiadors Se tyied de un aul dase que, al mismo tieripo que oculte la indole utiltaria de las vehfades histociogesticas. aumente su cficacia \El verdadero y gran servicio de 10 historipgrafia estd todavia or rend, Bl benef ed la aalismo moderno. Compo veremes un po adlante, el espaol Fao ya peribe ears, mente esa orientacién, Sunque, claro esté, no advierte que Ia imparcalidad que pide seri, en manos alemagas, el disfraz_ con que Ia historiogratis sp convertiré en un instrumento nacionalisa formidable, Co. mo una prostituta callejera que, favorei da por un golpe de la fortuna se encata mma de sibito*hasta fap mis alts cambres sociales, viéndose entonces precisada a ocul tar cuidadosamente att origeny pasadas costumbres, asi la historiografia, una vez admitida en la sociedad de las ciencas, pasaré de su burdo y primitivo descaro un vida de dignidad impudent at Sean cuales fueren los antecedentes, lo certo es que la transformacién en serio de {a historiografia en ciencia formal comienza con la Alemania moderna, como tantas otras cosas de nuestros dias. La metamor- fosis fué gradual; despunté por el lado de tun supuesto desmedido amor a la verdad. El siglo XIX es de gran sutileza; es tam- bién de refinada hipocresia no exenta de profundo sentido. En esa época, a la que tstamos todavia tan amarrados, lo eiviliza- do era amar sin medida, sin discriminacién. ‘Se ama a todo, a los pueblos en particular y ala humanidad en general: al progre- so y alas cantantes, a la patria y a las mé- aquinas; se aman Tas cieneias y a sus aplica- tiones; pero sobre todo, ante todo y por todo, se ama hasta Ia locura a la Verdad: pero a la Verdad pura, a la verdad desin- teiesada, virgen ¢ inttil. Es muy posible Gque sca cierto, y valdria la pena averiguar— Jo, si el ideal femenino de una época guar- dda relaciones estrechas, como, parece, con tl ideal que esa épota se forma de la verdad. ‘Mas sca de ello Jo que fuere, seria dif 35 representar mis. perfectay caracteristica- mente el ideal de ia verdad que se forié en el siglo XIX, de otra manera que no sea echando mano de\una estampa de alguna gran belleza fementya de 1a época. Los ad. Jetivos que cuadran } una le sientan a mar ravilla a fa otra y pafcen estar hechos para ambas, Digna, bella, bulcra, constante, ha. tilde, inasequible, Yetuoss, hel compa. fiera, alegria del hose y qué sé yo qué ott0s primores; pero por encima de todo, sobre todo, ante todb, desinteresada, Por ssupuesto una verdad de la ciencia quimica, la dinamita, por ejemplo, era tan desinte. resada como una querfa: pero Ja hermosa fiecién debia mantenede a toda costa, Para ser digna del amor y dvocién de los hom. bres, la pura ciencia, mo Ja mujer pura, tenia que ser absolutayfente virgen ¢ in Y asi como a las polfes mujeres las ence rraron dentro de unodcorsetts y las abrn Maron con unos somlJeros que apenas les Permitian respicar, c4pinar, comer, y en absoluto trabajar, part que ostentosamen. te se viera a una legyi de distancia cum te intitiles eran, asi a la verdad la presentaban rodeada de garantias para lograr la apa riencia perfecta de cuin indiferente era a todo menester prictico. La historiografis aun tendré que re- correr un tramo mis antes de aleanzar esas perfecciones, ya tan logradas por las cien cias fisicas y naturales. A principios del si- glo es todavia una eficaz sitviente. Los ale. Manes, como no es costumbre infrecuente entre ellos, Ia elevaron a rango de seiora “No he escrito a sabiendas, ni sin una severa investigacién, nada que no sea ver- dad’ did el historindor Bertoldo Jorge Niebubr, quien, segin la autorizada opi- nidn del critico G. P. Gooch, es “la pri mera figura dominante de Ia historiogeafia ‘moderna, el sabio que levanté Ia historia de un lugar subordinado a la dignidad de ciencia”. Y, sin embargo, pese a tan desin- teresados propésitos, Niebuhr confiesa que excribe al impulso del vehemente deseo y Pattistico interés de contribuir a superar “a triste época de 1a bumillacién prusia- na", Asi explica [a elecciéa del tema y los 37 fives con que busca tas vfladeshistoricas Me volt des “bach ha gran mise (Roma) para fortalecer nf mente y Ix de mi auditorio” y “regenet a fos jSvenes para hacerlo capaces cle rqlizar grandes co: Bas..." Va de sayo gfe esis "grandes cosas” significan a waficacion politica alemana. Qué diferencia sencial bay entre Nicbube y an Oviedo, py ejemplo? Ove do, al igual que el alemp, dectara, piensa Y cose que esribe la verdd pura: st igual gue al alemén precede, gia , mediante tina "severa invetigaciSi". Del conjunto de las mal llamadas Créhcas de Indias se podria extraer todo un cédigo de critica de as fuentes. fo lange de Tos sighos XVI, XVII y XVIII se fueron eaborando reglas para Ia valorizacin de la certidumbre de fos testimonios hstérco). La preocupacion por Ia imparciatided, aurque n> Ja toma- ba muy en serio, ex cos vieja <0 la histo lografia, Oviedo estab) aegurisimo de no incurrie en el viio coptrrio; lo. mismo Gomara, Solis, Gage. También los aps nados Las Casas y Brmal Diaz. Durante ee ST - ne al siglo Xvill, y_ no casualmente, $ fa patria cra Je sancha mis frecuente- mente censvrada a los “histéricos eserito- tes". Un espafiol de esa centuria, Juan de Ferteras, ya decia que “las leyes de la his- toria son referir sin pasion lo prospero y fe adverso, sin dejarse cegar del amor de a Patria”, y el prolifico Feijéo, en el es tupendo Discurso X del tomo tercero de su Teatro Critico, refiriéndose a 1a pasion na- ional que califica de "hija legitima de Ta Yanidad”, la considera ya entonces como in abuso “que ha Ilenado el mundo de mentiras, corrompiendo la fe de casi to- das las historias”. Dice mas Feijéo: d tque ““dpenas hay historiador alguno mo- demo de los que he Ieido, en quien no ha- ya observado 1a misma inconsecuencia” Y Maade ‘“no ignoro que durante la guerra aca de estas mentiras sus utilidades la po- fitica"”, Para estos momentos de emergencia ‘dl bueno del benedietino cree con muy sano Sicio que hay alguna justificacions no ast para quienes “escriben muchos afios, des: Duds de los sucesos”, pues, pregunta “'Zaué 39 riesgo hay en decir verdad?" Pero el interés Y pasién nacionales son demasiado exigen- tes. ““Apenas pucden hacer otra cosa’ los Pobres historiadores”, dice, “que desfigu ar las verdades, que no son ventajusss a sus compatriotas, O han de adular a's na ci6n, © artimar Ia pluma, porque si no, los manchan con Ia nota de desafectos a su pa {1ia". Y prosiguiendo cl asuato, ageega gue fodos “quisicran que (se) escribiesen las co, 838, no como fueron, sino come mejor les suenan’’. En este vicio de vanidad incurren, dice, todas Ins naciones: en modo algun ¢ Privativo de Espaia: sabe, sin embargo, Que sus amonestaciones son initiles. El fraile concluye su Discurso con este desen- Sao: “en vano he representado estas con, sideraciones en varias conversaciones. pr. vadas, Creo, que también en vano las eaco ahora al piblico, Mas si no aprovecharen Para enmicnda del abuso, sitvan_siquie. 12 Pata desahogo de mi dolor". Paco sabia Feijéo de la sutileza humana. Cuando ie hagan caso, la cosa sera mucho peor, 40 oe ese » Pero entonces, pregunto a qué moti Vos se debe que un critico contemporinco Pueda ver en Niebubr ese famoso sabio que Tevanté a la historia a la dignidad de cia? Su afecto a la patria era tan notorio ¢ inflamado como el de otros, como son Goropio Becano y Olavo Rudbec, quienes, al decir de Feijéo, se empefiaron, el uno “en probar que Ja lengua flamenca eta Is fra del mundo" y el otro “‘en persua- dir en un libro escrito para este efecto, que cuanto dijeron los antiguos de las. Islas Fortunadas, del Jardin de las Hespérides ¥ de los Campos Eliseos era relativo a Sue- cia". Lo cierto es que hay una diferencia, ¥ es la que tanto entusiasma a Gooch y sus sectarios, a saber: que la elevacidn de la his. toria a Ja “dignidad de ciencia”, no es sino el refinamiento técnico de 1a investigacién ue da lugar a una renovada metodologia, Pero que, sin embargo, como su antecesora est toda ella animada e inspicada por los propésitos pragmiticos e interesados del historiador. Lo que acontece es que la nue- va metodologia, a medida que se va afinan- a do, oculta cada vex: mejor esos propésitos, pero como Gooch y los suyos ya saben el grado de perfeccidn a que se lleg6 por esta via, les parece que Niebubr es un precursor, no meramente de un nuevo y mis refinado ‘mitodo, sino de un nuevo tipo de santidad y virtuoso afecto: la pasion amorosa por la verdad pura. Lo cierto es, sin embargo. que a estos nuevos historiadores de la “dig- nidad cientifica” les pasa algo semejante 2 Jo que le acontecié a Stendhal, que inven- t6 un nuevo méodo llamado el “amor pasin”” para lograr, entiendo que sin mu cho éxito, Jo que el campesino obtiene con tuna zancadilla. José Gaos, en sus variados y miiltiples escritos y cursos, ha mostrado a satisfaccidn de quien quiera escuchar, hasta qué punto el hombre contemporinco esti de hinojos ante lo puramente instrumental | © metodologico, Ests nota tan caracteris- \ tice de nuestra época, explica, pues, el pas: \ mo de Gooch y los suyos ante la nueva \metodologia historiografica alemana, tan ‘i eficaz servicio, como se veri mas adelan- a2 te, de Ja también nueva nacionalidad ale- mana. “Todavia en 1851, en un discurs0 Pro- nunciado por alguna eminencia con motivo Get jubileo de Juan Conrado Eichhorn, pudo decirse piblicamente y sin rubor de Padie, a propésito de los trabajos histéri- fos del maestro, que eso si que era luchar Spot la libertad de la patria y revelar 60 jidentidad al pueblo alemin”, Para Savig- ny “la historia es una noble instructora” y la famosa coleccidn documental Hamada Monumenta Germania Historica, se em- prendié bajo el lema Sanctus amor pa Fat animum, en respuesta a la urgente mece- sidad de hacer accesibles os materiales his- toricos que sicvieran para fundamentar el programa politico alemin de entonces Era necesario reinstaurar un pasado aleman “puro” para construir sobre él Ia nueva nacién. (Cémo recuerda esto a nuestros fray Servando Teresa de ie ¥ Carlos Maria de Bustamante, tan emipefiados como anduvieron en cimentar [a repiiblica en un glorioso pasado azteca! a = EI mismo sentido politico y pragmé- tico tienen esas producciones historiogri- ficas, que son las estatuas y monumentos que levantan los gobiernos a los héroes y a lof grandes acontecimientos de Ia vida nacipnal. Asi, entre nosotros, la estatua de Cuahbtémoe tiene por objeto prictico "re- cordar a la posteridad el heroismo con que ta facén ha luchado contra ta conguista en I siglo xvi", O bien el Monumento a la Independencia que es “el libro abierto de {a historia” cuyo objeto es estimular “al purblo libre a formar hombres como los qu recuerdan sus estatuas, relieves © ins- ctifeiones". Pero nos acercamos al momento deci de la transformacién de la historiogea- fig que pronto va a convertirse en ciencia delalta dignidad. Hasta entonces, el interés ridtico de los historiadores era tan ob- , que sus “'verdades” por mis que " ‘veramente investigadas” no convencian a jo el mundo, antes eran en alto grado spechosas. La historiografia, al dar por telminada su primera tarea, 0 sea al haber “ asegurado Ia unidad interna de la Alema- nia moderna, perdia eficacia, y urgia tablecer su valor instrumental para utili- zatlo al servicio de las nuevas exigencias. Fustel de Coulanges, francés, al cabo, ha. bia criticado duramente a los alemanes su hhistoriografia descaradamente patridtica, aunque, claro esti, él mismo incurtira mas tarde en el pecado que censuraba, cuando asi se Jo exigen las circunstancias que se le vinieron encima. Fustel de Coulanges pretendia elabo- rar un conocimiento historiogrifico de acuerdo con el método cartesiano. Asi to Postulé expresamente, Era necesatio, pen- saba, partir sin ideas y sin hipétesis previas ¥, armado de la duda, interrogar al pasado sin dar ningiin crédito a las opiniones re- cibidas. Las cosas no deberian verse como se veian. La historia, como una diosa en camisa de fuerza, estaria entonces constre- flida a revelar su verdad. Para este efecto, Por lo visto, habia elegido de entre los mortales 2 Numa Denis Fustelidé Goulan- Bes para que desempefara el pmeseigioes “6 q . | oficio de ordealo suyo. “Ny soy yo avien hablo”, dice, ‘sino la itiof goon habla por mi”, Lastima que ya puro. pordue ve lo ecntrario bueno seria preguatarte $1 eas palabras también. Tas Tabia dicho Ts Historia. \ Pero Hlegaron los angustiosos dias de 1a guerra franco-prusiana. y fuestro Orica: fo sin rrtractarse en principio de su fe en tuna hisforiografia sin patria, declard, no ‘bstante, que no eran esos Jos momentos propiciee para que la cenci| conservara 1 Prenidad que tan por naturdleza le cores: onde. "{Se nos puede censurar POraue nS Tifendenos?” pregunta ingenuamente, Por smi parte yo entiendo que, en términos é35- Tesisnos a eso debe Hamarsele “la historio: geafia provisional” Jamnés 1a verdad desinteresada se ha vis to on un mayor aprieto. Lo que Fustel Tensurd acremente a los bistoriadores ale: ‘manes ex nombre de la verdad, fué precisa vaeate Jo que, también en nombre de la verdad, bizo posible 1a unificacién de los Jlemanes y. por consiguiente, el triunfo 46 | {de sus armas. De inter’s fento cartesian de Fustel jrarog casos en que sabemos Co precision \fa fecha del deceso de una ‘La ente> 1 on sin gloria en Paris cl alo d= 1871, Sento con los soldados frances de Napo- eon IIL. No parece ‘aventurado Suponet roe fué un impalso patriorco 9 indujo e rustel, pese a su fe en Ta ‘inexistencia de fronteras cientificas, 2 inspirarse & frofes en lugar de Fichte. Lo cesta que Canfistoriografia cientifica moderna © un Ta cperro. prusiano que ™uy PFORS i fmuestras inequivocas de 10 QU anwzado for el conde Bismarck. era G32 Alemén, «Per Manefs, tavo. que habe sido ot encatga- Mo de su crecimiento salud Y eficacia; 60 thre todo eficacia. De fo que ahor trata, bree ae vera, es que 12 verdad istbrica ppareciese In pura verdad. Gite dicho en honor de Lsopoldo vee Ranke, para imperscedera sloris 5% que 3 al principalmente se debe et disfraz pet fecto con que en To sucesive hhabri de pre- sentarse en publico 1a historiografia. Hasta “7 entonces se trataba de 1a unificacign y hee gemonia alemana. En lo adelante se trata- a de la hegemonia y unificacién alemana pero con esta diferencia, que antes, Ia ver. dad histérica estaba al servicio de esos in- tereses, y ahora esos intereses se ponian al servicio de la verdad histérica. El truco tra formidable, porque, como ya se habia demostrado, no eta cosa del otro mundo hacer que la verdad histérica y la unidad y hegemonia alemana coincidiesen. Mere- ce la pena contar a grandes rasgos cémo se las atreglo Ranke para engaiiar a todo el mundo, empezando por si mismo, condi- cién primera del éxito del truco, Pero no estard de mis indicar antes, que si Ranke pudo siquiera concebir Ia manera de per- feccionat a la historiogeafia, es porque in- tuitivamente andaria muy seguro de que su teoria del desinterés e imparcialidad, ins- pirada en Niebuhr, prestaba un gran servi- cio a Ia verdad, es decit, a Alemania, Es significativa 1a irayectoria de sus intereses tal como se revela en la sucesién cronolé- gica de aparicién de sus obras. Indican pre- “8 eee ferencias que corren parejo a la trayectoria de las ambiciones alemanas. En Historias de los pueblos romdnicos y teuténicos (1824) Ranke recoge Ia orientacién iniciada por Niebuhr que, como ya sabemos, consistié en estudiar a Roma para animar a los ale- manes a “realizar grandes cosas”. La His- toria de tos Papas (1834-36) y la Histo- tia alemana en tiempo de la Reforma (1839-43) acusan la preocupacién por los temas histéricos centrales del problema de Ia unificacién. Y por dltimo, los Nueve Libros de ta Historia de Prusia (1847), seguidos de la Historia de Francia (1852) de la Historia de Inglatecca y finalmente de la Historia Universal (1880-1886) for- man una serie que por si sola habla elocuen- temente, Pero vengamos ahora al examen de la proeza de Ranke, a cuyo mérito se debe que Ia historiografia fuese exaltada al ran- go de ciencia, a la moderna, A la distancia histérica a que estamos colocados, es posible, ilustrativo y autén- tico contar este episodio como un puro 4” , juego de apariencias. y engafio. En efecto, ef interés y 1a parcialidad nacionalista con que se venian produciendo los historiado- res era cosa (an notoria, que resultaba fi cil anular Ja eficacia y el alcance de las interpretaciones historiograficas com sélo mostrar su unilateralidad ¢ inspiracién apa- sionada. Servian, pues, solamente dentro del reducido campo de opinién, donde la parcialidad no era parcialidad, sino alta irtad y patriotismo. El servicio oftecido por las verdades historiogrificas resultaba imitado y de poca utilidad. A ios alemanes los convencian los historiadores alemanes; pero lo deseable seria que también convert- cieran a franceses e ingleses. {Cémo hacer que las verdades historiograficas, pese a su inevitable parcialidad, fuesen comulgadas por todos? En suma, icémo convertir a la historiografia alemana en historiografia universal? La cosa era dificil, pero no imposible. \ Andaban pot ahi ciertas verdades, las cien- ifieas, que, vistas por fuera se distinguian de fas demés en que, de grido 0 de fuerza, 50 todo el mundo pasaba por ellas. El proble- ma quedaria resuelto si fuera posible dis- frazar a las historiogrificas verdades, fue sen 0 no de la misma indole, con la ropa de las cientificas. Asi se lograria que la par- calidad, sin dejar de existir, pasase inad- vertida. Problema de escamoteo y oculta- cién, Pero jeémo ocultar tan conspicua jotoba? La ciencia misma ofrecia la solucién. En efecto, las verdades cientificas gozaban de a aquiescencia universal debido a’ que se sustentaban en pruebas empiricas:itre- futables, En el caso de la historiografia, pues, lo esencial es que no fuese posible comprobar la parcialidad, aunque 4+"*=ho no dejara de estar presente. Parcialidad'in- comprobable; tal, en efecto, era la formula migica en cuya vittud la historiografia podria en lo sucesivo hablarse de tit hasta con las matematicas. % le “La elevacién” de Ia historia a ciencia se funda, pues, en un sutil juego que con- siste en aprovechar una convencién tan s6lo valida para el conocimiento de las'rea- By isicas y naturales. Lo cierto, sin embargo, es que por este medio la historio- gcafia pude superar las limitaciones que a imponian las circunstancias histéricas del momento, y fué asi como ella alcanzo las altas y dignas cumbres de la ciencia, 0 se precipité a las profundas ¢ innobles simas de la misma, pues que ambos casos no pasan de ser metiforas banales. Veo que un historiador eminente y serio, es en extremo parcial a su religién, a su pueblo, 0 2 lo que sea; pero como no puedo comprobar To que veo, debo resignarme, so pena de pasar por estulto, a no ver lo que veo. Este viejo truco, en cuyo fondo alienta una im- posicién terrorista que més adelante hemos de desenmascarar, ha venido sosteniendo hasta. nuestros dias el engafio en que se funda la historiografia cientifiea tradicio- nal. No por otro motivo las especulaciones filos6ficas inspiran tanto terror a los his- toriadores de la Escuela, y por eso, también, con wn celo digno de mejor causa, rehuyen sistemiticamente con gestos despectivos, 52 indice de su temor, todo examen y toda discusién acera de los fundamentos de aus actividades. El éxito de Ia maniobra fué aplastante: pero, claro est, las euestiones de fondo im. plicitas en Ia asimilacin de la historiogra. fia a la ciencia se escamotearon junto con Ia joroba. No se examind, por ejemplo tuna cuestién verdaderamente decisiva, a saber: si era licto objetivar ef pasado he ‘mano de la misma manera que la seologi objetiva una piedra, omisién inevitabl mente postulada por la mascarada. Por eso, én adelante el pasado humano seed motive de una considetacién monsteuosa: se vers en él un objeto conporal y en esencia ident tico a las “cosas de naturaleza”; algo, en suma, ajeno y sepatado del hombre. Asi.) en efecto, lo declararh expretamente Ranke, Se trata, segin vemos por abora, de an enpediente que por necesidad 6 penetra ‘mis allé de un mundo constituido por lat putas apariencias convencioncles de fo com. Probable; y no debe sorprendernos, pue que sea aquella férmula mégica el fonda. 33 mento mismo del método cientifico de Ja historiografia tradicional, método que, en definitiva, no sera sino un simple reglamen- to que predetermina lo “verdadero” ¥ lo “inexintente”, segiin se trate de lo com- probable 0 no. Pero la pregunta decisiva en ‘orden a saber si la realidad histdrica es 0 no demostrable, pues bien pudicra ser que s6lo sea mostrable, ya no se formulard Cada vez. mas sumidos en 1a meticulosa ta- rea de aplicar un método como el descr los historiégrafos irin perdiendo primero todo interés y en seguida toda capacidad por hacer problema antes que nada de ese método que se les ha subido a las barbas. 2. LA HISTORIOGRAFIA, INSTRUMENTO DE DOMINIO Se ve bien que para descubrir el sec to de la decantada “elevacién de la historia a la dignidad de ciencia"", conviene iniciar ‘un examen del mécodo historiogrifico tra- a4 dicional, tal como aparece en el ideario teé- rico de Ranke, su mas calificado devoto. ‘Camo todo buen cristiano, Ranke cree, segiin él mismo dice, que "Cada hecho - cada momento” del pasado testimonia de Dios. No por sincera, deja tal creencia de tener sus puntas de vanidad: Ie comu 2. la mision del biforiador cierto olor- ‘illo de santimonia. El hombre de ciencia | modern siempre ha tenido muchisimas | ganas de suplantar al sacerdote, anhelo in-~ confesado que debié ser Ia inspiracién vi- tal de Augusto Compte, como parece indi- carlo su famosa Ley de los Tres Estados, y atin mds claramente la triste y optimista Religién de la Humanidad. ‘Afirma Ranke, en seguida, que el pasa- do ya nada significa como influencia.viva para nosotros. “gQué riesgo hay en decir Ta verdad?”, habia preguntado hacia afios Feijéo refiriéndose a los bistoriadores. Ranke esta firmemente persuadida-de-que la historia es fo pasado, lo que ya pasd y que, en consecuencia, lo presente le es cons- titutivamente ajeno. Esti claro que por 55 presente entiende Ranke‘la vida. He abi el postulado fundamental y decisivo sobre el cual se levanta toda 1a historiografia tradicional: entre presente y pasado, entre vida e historia surge un golfo impasable que hace pedazos la unidad de la vida entre nosotros y nuestra historia. A partic de entonces el hombr® se enajena su propio pasado que seri comprendido en Io sucesi- Yo como una cosa mas entre las otras cosas del mundo. Mis adelante veremos el fondo imo de semojante locura, “¢Qué hay en el momento actital que haga importante ara nosotros la historia del poder papal?” reguntaba ef protestante y alemin Ranke Y contesta: “no sus relaciones con nos. ‘otros, pues que ya no cjerce ninguna in- fluencia esencial, ni crea en nosotros ningin temor. Ya no puede inspirarnos otro inte- rés que el que resulta del proceso de su his- toria y de su anterior influencia”. Bs decie, el pasado esti bien muerto, y Ia historia consiste en lograr interesarnos por el cadi- ver. El pasado hhumano se convierte asi en un ser objetivo corporal, en algo visible 56 y tangible: en una cosa “que queda’*. Ran- ke cosifica a la historia;Pero jqué profun= do motivo se esconde“detris de semejante Postulado? {No seri que obedece a que el hombre se ha interpretado a si mismo en términos de substancia y de naturaleza? No apresuremos demasiado cf’, >- nar ahora conviene proseguir el andlisis em- prendido. Ahora bien, para Ranke, Ia importan- cia_metodoldgica de aquella su disparata- disima atiemacién es que en ella se contie- ne Ia garantia efectiva de la imparcialidad del historiador. Si es cierto, se piensa, que 1 pasado no puede, en si, tener ya ninguna influencia sobre nuestras vidas, la absoluta imparcialidad es posible. Todo depende de que el historiador no anime al cadaver in- suflindole sus propias pasiones e intereses, A toda costa debe conservarse el cardcter real del pasado como una cosa corporal, como un objeto separado, inerte y ajeno, De un modo u otro, el historiador debe onerse en trance receptivo, completamen- te neutral, especie de trance hipnético, que 37 impida que sus pasiones, sus intertses, sus simpatias y sus preferencias le jueguen tina mala pasada. Ranke piensa que esto es pricticamente posible en grado suficiente; pero no me diante el uso de una droga, sino exigiéndole al historiador que deliberada y heroica- mente. asesine sus intereses, sus preferen- cias, sus pasiones, sus simpatias, sus deseos y sus juicios personales.‘ En una palabra, le pide que aniquile su propia personali- dad, Después de esto es dificil compren Wer con qué cara los hombres del espi- ftw cientifico moderno se han burlado tanto de los misticos por el aniquilamiento {que practican de la propia individualidad, feuando ellos, por su parte, quisren, ‘peor Gitec! suicidio, et wsesinato de la propia persona: pero con esta fundamentalisima diferencia: que los misticos lo hacen por la vyida eterna de un porvenir en que creen, fen tanto que los cientificos lo exigen en nombre de la muerte eterna de un futuro que crean, ok “Deseubri'', dice Ranke, "que la var- dad era mis interesante y hermosa que 12 ficcion. Me desvié de ésta y decidi evitar toda invencién e imaginacién em mis tra- ‘bajos, ¥ sujetarme a’ fos hechos". De qué modo. descubrié el. superior interés y 12 ‘mayor hermosura de la verd=4) ee de saber Jo que ella era: por aplicacién de su miétodo, es cosa que no aclara y-que estard mejor dejar en el misterio. En otro pasaje. afiade Ranke que “a la historia ce le ba Gsignado la tarea de juzgar el pasado, y de instruir al presente en beneficio de las eda- ides futuras”. Nétese de qué modo imper- sonal y andnimo indica el concepto gene- fal que se tenia en su tiempo acerca de Ta hhistoriografia como un conocimiento al ser- wviclo de intereses prdcticos. Pero era ya im- posible seguir profesando abiertamente Jemejante nocién. Ranke, con falsa 0 autén- tica humildad, que para el caso es 10 mismo, dird que renuncia a esos fines, “Este traba- jo", afirma refiriéndose a su libro sobre Jos’ pueblos rominicos y teuténicos, “no aspira a complic tan altas fonciones. Su 59 ee See ae objeto es sélo mostrar lo que de hecho ocu- rcié". Y sin embargo, sera el propio Ran- ke, quien, hablando de Alejandro VI, es- tampe estas palabras: “El crimen bumano ene un limite, Murié (Alejandro) y se convirtié en ta abominacidn de los siglos.” Supongo que a eso Ilamé “sujetarse a los hechos” y abstenerse de juzgar. *Sujetarse a los hechos" para mostrar lo que verdaderamente ocurrié. Lie ahi en su esencia el programa entero de 1a histo- riografia cientifica. Esa frase enuncia es- quemiticamente, tanto los propésitos que a animan, como el método para realizar- los. En efecto, concediendo que se logre el estado hipndtico de la neutralidad ab- soluta, lo primero que debe hacer el histo- riador, echando mano de no sé qué ocultas facultades que por lo visto ain le quedan, es aplicar rigurosamente una técnica para estimar el valor probatorio de los docu- mentos. No basta prescindir de los deseos, de los juicios, de tas pasiones y de la ima- ginacion, es necesario, ademis, medir y ponderar los testimonios segiin ciertos pa- 0 I trones elaborados de antemano, euya mi- sion es revelar con eerteza la cantidad de fe que se les debe conceder. Ranke, con kermanica sistematizacion, codifica a este respecto las maximas que desde hacia tiem- po ya venian formulindose bajo el signo cuantitativo, tan caracteristico de la moder- nidad. La critica de las fuentes, que no acababa de sacudirse la tradicign medieval, tan enfaticamente cualitativa, establecia unos distingos que la ciencia no podia ya admitir. Antes se pensaba que la fe histé- rica de los testimonios del pasado depen- dia de Ia calidad o dignidad de los testigos, cosa que, por otra parte, parece bastante razonable. Pero lo razonable no. siemgi «= lo tacional. Dejarse seduce por las cualicf dades intrinsecas de los testimonios, ef fanto como manifestar abieetamente cier- tas preferencias personales. ; Todo, menos 80! Fué necesario, entonces, pensar en un sistema de valorizacién anénima e imper- sonal que disimulara las preferencias. A un sistema no es posible cargarle a cuenta amor a la patria, odio a los aristécratas 0 61 seereta admiracion por las queridas regias de tal manera que el historiador que amaba 2 Alemania, que odiaba a Luis XVI y que sofiaba con una Ninén de Lenelés, podia amar, odiar y desear tranquilamente al am paro de ese arbitrio. Pero zen qué consiste tan maravilloso sistema? Los viejos historiégrafos diseernian centre la fe que podia concederse a los tes timonios segin fuctan, por ejemplo, de gentiles o cristianos, de herejes w ortodoxes, de santos 0 laicos, de nobles 0 plebryos: Hubo tiempo en que un santo igno: ante tenia buenas probabilidades de pre ponderar sobre Tucidides 0 Tacito. Sin embargo, a medida que ef europeo iba ca yeado de hinojos ante los Exitos obtenidos con fa aplicacion de su propia ciencia, silo uuno de los vatiados principios de discrimen venia afirmindose sobre los otros, con cada vez mayor preponderancia. Se distinguia entee testimonios coetineos ¥_posteriores, y entre presencistos y de ofdas, Si se padiera clevar este criterio a principio tinico, seria entonces posible descartar las viejas distin ciones cualitativas, desplazando el centro de gravedad de la evidencia probatoria de los testimonios al puro hecho de las varia- ciones de tiempo y espacio, nociones que hacia mucho. se babian descualificado y que, por consiguiente, sélo_representaban cantidades uniformes, indefinidas y sobre todo, indiferentes. bl sistema a base de se- mejante criterio ofrecia In simplicidad, la perfeccién y 1a desapasionada garantia de las matemiticas, Mientras mas cercano ¢s- tuviera el testigo al hecho, més era de fiar se, y por el contrario, a medida que aumen- taba a distancia decrecia 1a certidumbre, Ranke va a elevar esta ecuacidn 3 principio fundamental de la critica estimativa de las fuentes. Declarard, ereyendo asi eludie toda peeferencia, que el testigo més cercano al hecho investigado es, en principio, el mis digno de fe, No advierte, sin embargo, que fsa declaracion encierta una preferencia ar- bitraria, 0 sea 1a preferencia aprioristica que sentian Ranke y su época por lo cuan= titative y abstracto sobre Io cualitativo y conereto. En ese a priori se le cuela a Ranke ee {a parcialidad que con tanto empeo quiere evitar, © mejor dicho, se le cuela todo un mundo de preferencias que para él fatal. mente representan 1a imparcialidad mis cabal, la verdad misma. Por eso no advier- te, ni puede, que el criterio paca determinar la certidumbre de los testimonios histé- ricos segiin la regla tempo-espacial, resulta a Ia postre condenatorio de su propia 4c- tividad y de toda su manera de historia grafia, En efecto, las narraciones escritas Por los historiadores, no son sino unos tes. timonios no coeténeos de los hechos narra dos. A estas producciones, Ranke y su Es. cuela califican despectivamente de fuentes de segunda mano que no merecen fe. | Ver- daderamente el hombre es admirable! Por- ue, pregunto, :qué otra cosa son las obras del propio Ranke, sino fuentes de segunda mano? A esto diti el ortodoxo que no, que el historiador cientifico se concreta a de- cit lo que dicen los testimonios coetineos. {sSSronees, si todo cuanto dicen ya esté ditho, {por qué no se aborran el traba- Jo de decitlo de nuevo? Aqui hay un se- 6 steto profundo euyo sentido veremos mig adelante, El problema, sin embargo, no queda- ba atin definitivamence resuelto. El sistem a base del criterio de certidumbre segin los Brados de distancia espacio-temporal nece. sitaba completarse con otto principio. me. todolégico y abstract aguel critetio, ef hist lidar las distinciones cualitativas entre, por clemplo, un testigo gent'l y ano cristiano, Pero que hacer ante dos testimonios igual. mente presenciales, igualmente coeténeos? 2Qué, ante el silencio de un testigo de vis- ta y la locuacidad de uno de ofdas? {Cémo habérselas con las exageraciones de un coe. taneo frente a la serenidad de un autor de segunda mano? En fin. ¢qué hacer con las mil y una variedades y matices de con. tradiccién, expresa o técita, consciente o Ro: contradicciones por exctso, por omi. sion, interesadas, gratuitas 0 arbitrarias? Pero, ademés, jcdmo creer todo, absoluta- mente todo fo que dice un coeténeo, asi ‘2a fidelisimo relator y portavoride la uné- 6 rime opinion de su epoca? Por vjemplo, gc6mo creer, segiin lo afirman sie vacila in las pruebas testimoniales le primer sima mano, que fa Virgen Maria les echaba ietra en los ojos a los guerreros mexi- eanos, coma expeciente idead pur la Di vinidad para cofaborar efi: vvimente en el Gxito de las armas cristianas? {Qué hacer, uando, como sticle pasar, un autor fidedig ho, auténtico, pevsencial y coctanee, dice en Ta pagina primera que si, y en ta pagina deen medio que no, y en Ia final que quién sanesabedrremes oon Eludir 11 mostracién de civttaparcia: lidad patecia imposible, La realidad histo rica, multicolor, chillona y apasionada, se fe venia encima al pobre historindor ame. nazando su higiénica ncutralidad obtenidla 8 tan alto sacrilicio, Hex preciso encontrae una férmula que le empidiese cice en eb abismo de las preferencias a parcialidad en cu La historia se ottecis coun as de hechos contradictorivs, H hia contradic~ idm entre los cs jendas, de auicciones ternas en Tas fuentes, y contradicciones en tee las ercencias y convicciones de un testigo y las del historiador, “Fal era el problema. ‘que mas que problema debi6 sentirse como tun peligro grave que amenazaba la posibi fidad misma de hacer de la historiogeafi tuna ciencia, Y no deja de ser altamente significativa. que la contradiccién pueda concebirse bajo la especie de peligeosidad. porque tal indicacién nos remite a los fon- dos iltimos de toda esta grandiosa aventu sw-mqura, que es, en definitiva, el cientificismo rigdaenpesReconpcer abiectamente en el homibre un ser ecnstituido por interna con tradiccidn, era tanto como enfrentarle un| energimeno tertorifice al placido animal tacional, ya tana punto de ser captade| por via. matematin Para sortear el peligro sa necesario, pues, encontrar una manta de anular 0 contradictorio en. Ia historia sin incurrir, sin embargo, en contradivcdn respecte. a Jos postuladas bisicos del metodo. En su forma mas dramitica, la cuestidn se pre si ay que dae cuenta de las con. tradicciones, puesto que es necesario “su. Jetarse a los hechos"; sin embargo, por otea Parte, el pasado, es decie, “lo que de hecho ocurrié”, no puree see contradictorio. Vex, mos de qué modo se superé esta dificil eo. yuntnra, iste: no pucde ig norarse simplement= como si no existiese luego entonces, hay que buscar Ia mancea de poder decir que, aunque existe, no exie le verdaderamente, Pero icsmo? “Todo estd ent aceptar lo conteadictorio de Ja his {oria, pero al mismo tiempo anula:lo en cuanto contradiccién en si. Esto puede ha cetse mediante una abstraccién de la real lad, perfectamente congeuente con las pre. imisas basicas de todo el sistema. En efecto, bastard concebir lo conteadictorio bajo la especie légica del error, operacién que, den. {ro del plano de esas premisas, equivale a declarar su inexistencia. En efeeto, la con. tradiccién, se dirs, proviene del error bu, mano. El historidgrafo no puede, ni debe ocultarla; esté obligado a “sujetarse a los hechos", 0 sea a exhibir las contra: Te ew" nes. Pero como, por otra Parte, el historié- srafo debe mostrar “lo que verdaderamente ‘ocurri6", deberé mostrar que en realidad e508 contradicciones son errores. Se acep- tani pero no se admiten, porque, como el Pasado es “lo que verdadecamente ocurris”, y el error no es lo verdadero, las contradic- cones en la historia s6lo pertenecen al pasa. do en cuanto errotes, o lo que es lo mismo, no le pertenecen verdaderamente. De hecho, et historiador cientifico tra- ional Ileva a caho esta maniobra magi 4, relatando los sucesos histéricos dentro del plano légico y abstracto en que se mus. ve. Las contradicciones se (PICSER mam osc re como proposiciones opuestas, cone bles o irreductibles. En el Primer caso se demostrari que no existe contradiccién, y en el segundo se hard Jo Propio, sélo que Presentando la oposicién bajo la forma Iégica de un dilema, que no es sino una conciliacién en potencia. En todo ¢aso, se abusard generosamente de toda suerte do hipétess. Es asi como, por ejemplo, ante | J contradiccién que encierra la frase 6 T6n descubrié. a América”. ta historiogratia cientifiea él ha podido vee ttn ertor, en lugar de sceptar ty roneesdiccin como. un hecho mis, y por eso s¢ ba visto precierta a elaborar una gratuita y complicada hi Potesis que Lo explique, a cuyo electo ha te- nido que suponer Ia existencia de un gigan. tesco fraude en que se convierte en edmplice a Ia cultuya entera de Oecidente, fraude tramado con el Ginico fin, al parecer, de des- pojar a Cristébal Colén de la gloria que esa misma Bistociografia ha tenido a bien decrotar en $0 favor. ~ Elevando'el principio logico de ta no contradicci6n a eriterio de evidencia de Ia realidad, pudo salvarse cl formidable esco- Ho y completarse » maravitla el metodo de investigacién bistsiea, La unpatcialidad quedaba garantizada a costa de ia realidad. {Como imputarle preferencias personales ¢ interesadas a quien se atiene rigurosamente @ ese principio logico! Y. sin embargo, asi como el criterio adoptado para determinar {a certidumbre de los testimonios histéricos sicusa, segiin vimos, una preferencia incons ciente por lo cuantitativo y abstracto, asi también, Ja aplicacién metodolégica del principio de no-contradiccién indica pre juicio o preferencia por Jo congruente so- bre lo contradictorio. Desplazar el principio de la no-contradiccién del campo abstrac- to de lo Idgico, para aplicarlo al campo concreto del pasado humano, es una ma niobra perfecrymonte arbitraria, interesada y parcial. Sin embargo, mientras se crea que semejante desplazamiento ¢s licito. se tendra la conviccién de que el historiador obra con absoluta imparcialidad, y eso precisamente fué to que crefan Ranke y su época. Como se advertira por este anilisis, cl método de Ia historiografia cientifica esti fundado en el @ priort de una preferencia por lo abstract sobre lo conereto, por Jo cuantitativo sobre lo cualitativo, por lo congruente sobre lo contradictorio, Mas, por otra parte, vimos al principio que el sis: tema reconoce por punto de partida a crvencia de que el pasado ya no tiene, ni puede tener ninguna influencia sobre la n Nida. ¢Qué relacisn habra entee semejante conviction y fos supuestos preferenciales del método? {No seri que se tralp de des ae Bectos de la misma cosa? Asi ch en efecto, Adviértase que lo absteacto, lo edpnticatiy le gomeruente son notas que deriben definen Ia realidad de algo, en chante cencibe como una cosa separada ajens a Un sujeto que Ta considera especifative mente. Ps decit, son Ins noias que ponden a la manera que tine la ceneig fisica de objetivar las realidades que terns dia. No seri dificil comprender, entdnces, ue el método de ta historiogeatia ciker fica es, ai mis ni menos, 1a objetivadin acl pasido humano al modo en que Le Gencias objetivan Ias realidades.fisieay natural El método convierte a la histo cn e6a cosa separada y ajena a nosotros qu como tal, efectivamente no tiene, ni pucd tener influencia sobre nuestra vida. Enul Primacia del método explica que se pueda| encontrar a tantos hombres. inteligentes\ echados de bruces ante lo que, embobados, | Maman “‘elevar la historia a ta dignidad de | n \ \ \ Ciencia”. El espeso incienso de sus adjetivos Kes impide ver al idoto, que noes ni fa ver, dad, ni la historia, ni siquiera la ciencis sino el puro método. Bien visto, resulta Pues, que en lugar de que el método cient, fico de la historia sea un modo de investg, ‘ign de Ia realidad del pasado humano, ees realidad es un puro modo del método, En &l sigido y cadavérico, estd pre-determina. da una repissentacign de la realidad histé tiea: objeto de especulacién cientifica: cosa abstracta, heteroginea y congruente que nada, nada tiene que ver con nosotros. He ahi el cadiver de que hicimos mérito en Paginas anteriores En efecto, ef “sujetarse a los hechos” Que es la formula basica del método, per. mite mostrar “lo que verdader rid", que cs la defi dicional de Ja historia. Pero como tar “sujetarse a los hechos” implica, primero, negar, a titulo de error, 1a existencia del hecho en si de la contradiccién en la histo- tia, y segundo, negar, a titulo de invalider, ¢l testimonio de los autores “de segunda ica tra- 2 eS % ‘mano”, 0 sea negat el hecho en si de ta his toria de Ia historia, no hay en rigor tal su- cién a Ia realidad, de donde “lo que dderamente ocurrid" o sea cl objeto de la hittoriografia, no es sino Ia triste resultan- te de esas violentas y arbitrarias mutilacio- nnes,\nna pura aparieacia del pasado humay no, dbtenida a costa, ni mas ni menos, de Ia hiikoricidad de la historia, o sea de aque- Ho que la constituye esencialmente. Ahora bien, lo de cadaver es una me- tifora, pero es una magnifica metafora, Porque, en efecto, ef pasado humane tal como,

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