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Nube del conflicto del día a día

Tomado del libro NO FUE LA SUERTE

Personajes:
Alex padre de Carolina y de David.
Julia esposa de Alex y madre de Carolina y de David.

Llega Alex a su casa sólo se encuentra su hija.

PASO 1: El problema

-Estoy invitada a una fiesta muy especial el sábado en la noche.


-Maravilloso, - le contesto al tiempo que me sirvo lo último del plato de
hígado de pollo. -¿Qué tiene de especial?
-Es una fiesta de los de tercero. Solamente cuatro de nosotras, que no
estamos en tercero, hemos sido invitadas
-Tan popular mi hija, le guiño.
-Por qué no, dice Carolina dando un giro.
Los muchachos solo me dejaron un sandwich de queso crema con aceituna.
Me lo como de dos mordidas.
-¿Entonces, me das permiso?- pregunta.
-No veo por qué no. -Me manda un beso soplado y sale flotando de la
cocina.
-Espera un momento -le llamo. -¿Hay alguna razón por la que no debería
dejarte ir?
-En realidad no, -dice. -Después de todo, ya casi tengo catorce años.
-Sí, toda una dama. Si es que casi, significa que faltan más de ocho meses.
-Repentinamente me percato de lo que pasa. -¿A qué horas se supone que
acaba esta fiesta?
-No lo sé, -dice tranquilamente. Demasiado tranquilamente.
-Supongo que tarde .
-¿Qué tan tarde, Carolina? - pregunto, al tiempo que abro el refrigerador
buscando una cerveza.
-Pero, Papi, su voz comienza a hacerse chillante,- no puedo dejar la fiesta
antes de que termine. Abro la lata de cerveza y me encamino a la sala. -¿Hasta
qué horas. Carolina? -insisto.
-Papá, es una fiesta de Tercero... -sigue sin responder a mi pregunta. -¿No
lo entiendes?
-Sí entiendo, -digo y enciendo el televisor. -Y quiero que estés de regreso
en casa para las 10 de la noche.
-¡Pero Claudia, Alba Lucia y Piedad van a ir! -Comienzan a rodar las
lágrimas. -¿Por qué yo me tengo que quedar en casa?
-No tienes que quedarte en casa. Sólo tienes que regresar antes de las diez
de la noche. -Comienzo a cambiar los canales sin ton ni son.
-¿Qué te dijo tu mamá?
-Me dijo que te preguntara a tí, -solloza Carolina.
-Así que me preguntaste y te respondí. Así que se acabó, querida.
-¡Le dije que no ibas a entender!, -grita y sale llorando para su cuarto.

PASO 2: Estudiar el problema (hacer la nube)

-Sí, cariño, - confirma Julia. -¿Está todo bien?


-No precisamente. Me temo que Carolina no va a querer cenar con nosotros
esta noche.
-Oh, oh, Eso quiere decir que le negaste el permiso tajantemente.
-Tajantemente- digo con firmeza -¿Qué esperabas que hiciera?
-Esperaba que utilizaras la técnica de negociación que Jonah nos enseñó.
-No voy a negociar con mi hija -digo irritado.
-Está bien, es tu opción -dice Julia con toda calma. -Puedes dictar la
respuesta, pero tienes que estar dispuesto a sufrir las consecuencias. Por lo
menos hasta el sábado, no esperes ser popular con tu querida hija.
Cuando ve que no contesto, continúa, -Alex, ¿no quieres considerarlo de
nuevo, por favor? Es un caso típico de negociación. Sólo usa la técnica,
escribe la nube. Enciendo la TV para ver las noticias. Nada nuevo.
Negociaciones. Los Serbios y los Musulmanes, los Israelitas y los Arabes:
otro secuestro. A donde voltees hay negociaciones.

En el trabajo yo tuve muchas “oportunidades” de negociar con gente terca,


grosera e ilógica. No fue divertido. Con razón me negaba a creerle a Jonah
cuando decía que la culpa no era de las personalidades sino de la situación.
Cuando lo que tú quieres y lo que quiere la otra persona parecen ser
mutuamente excluyentes; y no hay arreglo intermedio aceptable.
Estuve de acuerdo en que dichas situaciones son difíciles, pero insistí en que
el horrendo carácter de la otra persona tenía mucho que ver. Entonces Jonah
sugirió que revisara si cuando empiezo a sentir que el otro es un obstinado
ilógico, no está la otra persona empezando a tener la misma opinión de mí.
Lo verifiqué. Desde entonces, en todas mis negociaciones de trabajo, cuando
la cosa se pone dura, uso esta técnica. Pero, ¿en casa?, ¿con Carolina?.
Julia tiene razón. Carolina y yo estábamos negociando, y llegamos al punto
en que cada uno pensaba que el otro estaba siendo ilógico. Si no quiero ver
caras tristes, vale más que siga los lineamientos de Jonah. Casi puedo oír las
palabras de Jonah: “Siempre que identifiques que estás en una situación de
negociación que no tiene un arreglo intermedio aceptable, da el primer paso:
detén de inmediato la conversación.”
Carolina ya detuvo el diálogo (si es que podemos llamar diálogo a dos
monólogos simultáneos).
Ahora estoy en el segundo paso, preparando un marco mental adecuado;
reconociendo que a pesar de lo emotivo que parece, no es a la otra parte a la
que hay que culpar de la situación, sino que ambos estamos atrapados en un
conflicto que no tiene un arreglo amistoso. Esto no es fácil. Yo no fui el que
creó el problema. Pero supongo que es ridículo tratar de culpar a Carolina por
querer ir a la fiesta.
¿Tal vez podemos llegar a un justo medio? No tiene nada de sagrado el
número diez, podría dejarla llegar a las diez y media. Pero eso no será
suficiente para ella. Y la medianoche es totalmente inaceptable para mí.
Vale más que pase al siguiente paso, escribir la nube con precisión. Me voy
al estudio por las instrucciones detalladas de cómo se hace.
No las encuentro, pero realmente no importa, las recuerdo de memoria.
Tomando una pluma y un papel, empiezo a reconstruir. La primer pregunta es
“¿Qué quiero yo?” En la esquina superior derecha escribo: “A Carolina en
casa antes de las 10 de la noche.” Debajo de esto escribo la respuesta a la
pregunta: “¿Qué quiere ella?”, “Carolina en casa como a las 12 de la noche.”
¡Ni pensarlo!
Está bien. Me calmo. De regreso a la técnica. ¿Para satisfacer qué necesidad
insisto yo en lo que quiero? “Para proteger la reputación de mi hija.” Vamos,
Alex, me digo a mí mismo, ¿qué daño puede haber en dejarla ir a la fiesta de
estos chicos? ¿Qué van a decir los vecinos? Probablemente nada, pero en todo
caso, ¡¿qué importa?!
No puedo, de repente, permitirle a un hijo hacer lo que al otro no le permito.
Quisiera poder utilizar esta excusa, pero con mi otro hijo, este problema nunca
ha surgido. Apenas ha mostrado alguna tendencia por ir a fiestas, y aún ahora
no llega mucho después de la medianoche. ¡Chicas! Con los hombrecitos es
mucho más fácil.
Así que, ¿por qué tanta insistencia mía en las diez? ¿Por qué sé tan
claramente lo que quiero, pero se me hace tan difícil expresar por qué lo
quiero?
“Disciplina para los chicos,” me pasa por la mente. Los chicos deben saber
que hay límites, que no pueden hacer todo lo que les venga en gana todo el
tiempo. Las reglas son reglas.
Pero, espera un minuto; las reglas deben tener una razón, tienen que tener
sentido. De lo contrario, no sería disciplina lo que les enseño a mis hijos, sino
sólo les estaré demostrando quién es el que manda. Y este enfoque es
peligroso, porque casi que te garantiza que tan pronto como puedan se
marcharán de la casa.
Julia y yo tenemos cuidado de no instituir reglas tontas. Así que, ¿de dónde
salió esta regla de las 10 de la noche? ¿Sólo porque a su edad a mí no me
dejaban estar fuera más allá de las 9 de la noche? ¿Inercia? ¿Extrapolando el
pasado? No puede ser.
“Su seguridad.” Eso es; por eso insisto en lo que yo quiero. Me siento
aliviado.
En la parte superior de la página, en el centro, escribo: “Asegurar el
bienestar de Carolina.” Ahora tengo que discurrir qué necesidad de ella la
hace insistir en lo que ella quiere. ¿Cómo diablos lo voy a saber yo? ¿Quién
puede entender a un adolescente de trece años? Pero, de hecho, lo sé.
Ella lo ha gritado más de una vez. Quiere ser popular. Bueno. Lo anoto.
Ahora, la pregunta más difícil de todas. ¿Cuál es nuestro objetivo común?
Francamente, con el humor en que ando, no creo que tengamos nada en
común. ¡Adolescentes! Los queremos. Claro que sí los queremos, están en
nuestros genes. Pero eso no quiere decir que nos tengan que caer bien. ¡Qué
dolor de cabeza! Bueno, volvamos al grano. ¿Cuál es nuestro objetivo común?
¿Por qué nos molestamos en negociar? ¿Por qué nos interesamos en tratar de
encontrar una solución aceptable... que sea aceptable para ambas partes?
Porque somos una familia, porque tenemos que seguir viviendo en la misma
casa. A la izquierda, anoté: “Vivir en armonía familiar”.
Reviso lo que he escrito. Para poder vivir armoniosamente en familia debo
asegurar el bienestar de Carolina. Sí, definitivamente. Por otro lado, para
poder vivir armoniosamente en familia, Carolina tiene que ser popular. No veo
exactamente por qué, pero como dije, tampoco pretendo entender la mente de
una jovencita. Enseguida, el conflicto. Para poder asegurar el bienestar de
Carolina, Carolina debe llegar a casa antes de las diez. Pero para que Carolina
pueda ser popular, debe llegar a casa alrededor de las doce. El conflicto es
claro. Es tan claro que no es posible un arreglo a medias. Me preocupa su
seguridad y, francamente, me importa un bledo si no es tan popular con ese
grupo de amistades ruidosas que tiene; en tanto que para ella es precisamente
lo contrario.
Asegurar el Carolina en casa
bienestar de antes de las 10.
Carolina
Vivir en armonía
familiar.
Que Carolina sea Carolina en casa
popular con sus alrededor de las
amistades. 12.

Esta es la nube del conflicto, debe ponerle mucho cuidado a la comunicación.

PASO 3: Comunicación de la Nube

Suspirando, toco en la puerta de Carolina. Esto no va a ser divertido.


Me mira con los ojos enrojecidos por el llanto.
Carolina, vamos a discutirlo.
-¿Qué hay que discutir? -comienza a llorar de nuevo.-Tú realmente no
entiendes.
-Entonces, ayúdame a entender, -le digo sentándome en su cama.
-Mira, tenemos un objetivo común.
-¿De veras?
-Por lo menos eso espero. ¿Qué te parece, “vivir armoniosamente en
familia”?. Yo lo quiero y tú lo quieres, ¿no? -Ella no responde.
-Entiendo que para poder vivir armoniosamente en familia, debes ser
popular con tus amistades.
-No, para nada. No es cuestión de popularidad. ¿No ves, papá, que tengo
mis propios amigos? Con ellos yo no puedo ser la excepción.
No veo cómo puede estar mal lo que yo escribí, pero recordando los
lineamientos de Jonah, no alego. Simplemente tacho lo que yo había escrito y
escribo: “Carolina aceptada por sus amigos”.
-¿Es eso lo que quieres decir?
-Más o menos.
Creo que eso es lo mejor que puedo esperar en esta etapa. Continúo, “Para
que puedas ser aceptada por tus amigos, entiendo que necesitas regresar de la
fiesta alrededor de las doce de la noche”.
-Debo regresar cuando se acabe la fiesta. No puedo salir de la fiesta antes
de que se acabe. Sería como evidenciar que soy una chiquilla, que ellos no
debieron invitarme a su fiesta. Que no me deben prestar atención. ¿No lo ves,
papá?
-Entonces, ¿Qué debo escribir aquí? -Pregunto.
-Creo que lo que escribiste está bien. La fiesta se acabará antes de las doce,
así que, ¿cuál es el problema? Es hora de que aceptes que ya he crecido, papá.
-Si, Carolina, me doy cuenta de ello. Pero para mí, para yo poder tener una
vida familiar armoniosa, debo asegurar tu bienestar.
-Sí, papito, -dice, -entiendo eso.
-Es por eso que te quiero en casa antes de las diez.
-Pero, ¿no te das cuenta... ?
-Sí me doy cuenta, pero dejemos de alegar sobre las diez o las doce. Ese no
es el verdadero problema. El verdadero problema es tu seguridad y tu
necesidad de que te acepten tus amistades. Así que, ¿por qué no examinamos
los supuestos que nos conducen a creer que las diez de la noche son vitales
para tu bienestar y las doce vitales para tu aceptación?.
-No veo cómo el llegar tarde a la casa tenga nada que ver con mi bienestar,
-comienza a discutir.
-¿No?
-No. Estoy segura que alguno de los muchachos nos traerá a la casa.
-¿Ah, sí? ¿Y desde cuando manejan los chicos de tercero?
Eso la detiene por un momento y luego pregunta dudosa: -Papi, ¿Tú nos
podrías traer?
-¿Quiénes son esos chicos de tercero? -La empiezo a interrogar. Sólo
cuando me doy cuenta de que la fiesta será en la escuela secundaria de mi hijo
David, me tranquilizo. Es una buena escuela, con buenos chicos. Y no será
problema para mí pasar a recogerla. Ya no veo el peligro para su bienestar.
-¿Entonces estás de acuerdo? Gracias, papito, sabía que me entenderías.-Mi
hija brinca de gusto, luego se me echa encima y por último da un brinco hacia
el teléfono, Voy a llamar a Claudia. Ahora su papá la dejará ir también.

Conclusión: El saber preguntar y el analizar los supuestos son la base para


encontrar soluciones ganar ganar.

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