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EMMANUEL KANT. Filosofia de la historia Prélogo y taduecién de Boome haz POPULAR FONDO DE CULTURA ECONOMICA, éxtoo espaol, 1941 e 1979 Einrtaceimpresién, 1992 D.R.© 1978, Foxpo oe GutTUnA Econdwicg D.R.© 1987, Fonpo ve Cuttuna Econdmica, S.A. DEC. V, Ay. de la Universidad 975; 08100 México, D-F. ISBN 968-16.0190-4 Impreso en México Se ve gue le fla pus de también tener ou quia, Kane, Al traducir, por honrosa indicacién del cenciado Garcia Maynez, el ensayo de Kant: Re- laciones onire teorka y préctica en la moral y eb derecho, me Mamaron Ia atencién Ios pasajes que el fildsofo encabeza con In salvedad polé- mica: contra Hobbes y contra Mendelsshon, Te- mas politicos ¢ histOrioos, como Ia unign de naciones y Ia idea de progreso, son tratados por el fecundo “viejo” con el mis apasiona- do rigor. En el mismo volumen, el v de las obras completas de Kant (edicién de P. Ge- dan, W. Kinkel, G. H. v, Kirchmann, ete), encontré otros pequefios ensayos que aborda~ bban los mismos temas y a los que me bast6 afia- dir: Si el género human so halla en progre- 0 constante hacia mejor, incluido en “Ia. dispu- ta de las facultades”, para completar de mane- 1a sorprendente el pensamiento de Kant en lo que podriamos designar, sin exageracién, su aQue Bs La musteacion? 1784, La ilustraciin es la liberacion del hombre de su culpable incapacidad. La incapacided sig nifica la imposibilidad de servirse de su inte~ ligencia sin la guia de otro. Esta incapacidad es callpable porque su causa no reside en Ta falta de inteligencia sino de decisién y valor para servirse por sf mismo de ella sin Ja tutela de otro. jSepere aude! {Ten el valor de ser- de tu propia razén!: he aqui el Tema de Ta pereza y 1a cobardia son causa de que tuna fan gran parte de los hombres contintie gusto en eu estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo Ia Naturaleza los liberé de ajena tutela (naturaliter majorennes); también lo son de que se haga tan facil para otros erigirse en tutores. estar_emancipado! Tengo a bro que me pres ta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me prescri- be las dietas, etc, ete. asf que no necesito moles- tarme, $i puedo pa falta pensar: x somber, fon fasion, trea. -habré'otros_que tomen a su cargo, en_mi Tos tatores, que ‘ogado este of ‘cio, toned muy bien que Ja gran mayoria de ‘os hombres (y no digamos que todo el sexo bello) consider el paso de la emancipaciSn, ade- nds de muy dificil, en extremo peligroso. “Des- pués de entontecer sus animales domésticos y procurar cuidadosamente que no se salgan del camino trillado donde los metieron, les mues tran los peligros que les amenazarian caso de aventurarse a salir de él. Pero estos peligros no son tan graves pues, con unas cuantas caidas, aprenderfan a caminar solitos; ahora que, lec- ciones de esa naturaleza, espantan y le curan a cualquiera las ganas de nuevos ensayos. Es, pues, dificil para cada hombre en par~ ticular lograr salir de esa incapacidad, conver- tida casien segunda naturaleza, Lé ha co- brado aficién y se siente realmente incapaz de servirse de su. propia razén, porque nunca se Je permitié intentar Ia aventura. Principios y formulas, instrumentos mecdnicos de un uso, © més bien abuso, racional de sus dotes na- turales, hacen veces de ligaduras que le suje- tan a ese estado, Quien se desprendiera de 26 elas apenas si se atreverfa a dar un salto inse~ guro para salvar una pequeifa zanja, pues no esti acostumbrado a los movimientos desem- barazados. Por esta razén, pocos son los que, con propio esfuerzo de su espiritu, han logra~ do superar esa incapacidad y proseguir, sin em- bargo, con paso firme. Pero ya es mis facil que el piblico se ilus tre por si_mismo y hasta, si se Je deja en Ii- bertad, casi inevitable. Porque siempre se en- contrarn algunos que piensen por propia cuen- ta hasta entre Tos estblerdos tutes del gran smontén, quienes “quienes, después de haber arrojado de sel rela, Gundiria ef ets Sa pore wards valer de cada hombre y de su vocacion a pensar por st anise. Pero aqui ocurre algo particular: el “piblico, que aquellos, personajes uncieron con este yugo, les nce a ellos mismos cuando son incitados al efecto por algunos de los tutores incapaces por completo de toda ilustracién; que asi resulta de perjudic sulear prejuicios, porque acaban vengiindose en aquellos que fue ron sus sembradores 0 sus cultivadores. Por esta sola ra26n el pliblico sélo poco a poco Mega 2 ilustrarse. Mediante una revolucién acaso se ogre derrocar el despotismo personal y acaber con Ia opresién econémica o politica, pero nunca se consigue Ia verdadera reforma de Ia manera ” de pensar sino qué, nuevos prejuicios, en 1u- gar de los antiguas, servirin de riendas para conducir al gran tropel. Para esta ilustracién no se requiere més que una cosa, Heriads y Ja mis. eae ames das las que Hlevan ese nombre, a saber Hbertad de hacer uso_peiblico de su raz5n integramente. ‘Mas oigo exclamar por todas partes: jNada de razones! El oficial dice: jno razones, y haz la instruccién! El funcionario de Hacienda: jna- . de razonamientos!, ja pagar! Els reveren- : [no razones y cree! (sdlo un sefior en el mundo dies saul ada que querdis y so- bre lo que querfis pero jobedeced!) Aqui nos encontramos por doquier con una limitacién de Ia libertad. Pero qué limitacién es obstéculo a la ilustracin?: ¢¥ cul, por el contrario, es- timulo? Contesto: eb Je debe estar permitido a todo el mundo y es: to es lo Winico que puede traer Hlustracién a los hombres; su uso privado se podri limitar a menudo cefiidamente, sin que por ello se retra~ se en gran medida la marcha de Ia ilustraci6n, Entiendo por uso piblico aquel que, en cali- dad de maestro, se puede hacer de la propia ra- zn ante el gran pliblico del mundo de lecto- res. Por uso privado entiendo el que ese mismo personaje puede hacer en su calidad de fun- cionario. Ahora bien; existen muchas empresas de interés piiblico en las que es necesario cier- to automatismo, por cuya virtud algunos miem- bros de la comunidad tienen que comportarse pasivamente para, mediante una unanimidad ar- fificil, poder ser dirigidos por el Gobierno hacia Ios fines pablicos 0, por lo menos, impe- didos en su perturbacién. En este caso no cabe razonar, sino que hay que obedecer. Pero en Ja medida en que esta parte de Ia maquina se considera como miembro de un ser,comiin total y hasta de la sociedad cosmopolita de los hiom- bres, por lo tanto, en calidad de maestro que se dirige a un piblico por escrito haciendo uso de su razén, puede razonar sin que por ello padezcan los negocios en los que Je correspon- de, en parte, la consideracién de miembro pa- sivo. Por eso, seria muy perturbador que un oficial que retibe una orden de sus superiores se pusiera a argumentar en el cuartel sobre la pertinencia utilidad de la orden: tiene que obedecer. Pero no se le puede prohibir con jus- tida que, en calidad de entendido, haga obser~ vaciones cobre Jas fallas que descubre en el ser- vicio militar y las exponga al juicio de sus leo- tores. El ciudadano no se puede negar a contri- bbuir con los impuestos que le correspondens y Thasta una critica indiscreta de esos impucstos, cuando tiene que pagarlos, puede ser eastigads por escandalosa (pues podria provocar Ja resis- 29 tencia general), Pero ese_mismo sujeto acttia sin_perjuicio de su deber de eidadano 3 en calidad de experto, expresa_publicamente_su pensamiento sobre la inadecuacién_o injusicis de_Ias_gabelas, Del mismo modo, el clérigo est obligado a ensefiar la doctrina y a predi- ar con arreglo al credo de Ja Iglesia a_que sirve, pues fué aceptada con esa condicidn, Pero como doctor tiene Ia plena libertad y hasta el deber de comunicar al piblico sus ideas bien probadas ¢ intencionadas acerca de las deficien- cas que encuentra en aquel credo, asi como el de dar a conocer sus propuestas de reforma de Ia religidn y de la Iglesia. Nada hay en esto que pueda pesar sobre su conciencia, Porque lo que ensefia en funcién de su cargo, en calidad de ministro de Ie Iglesia, lo presenta como algo ‘a cuyo respecto no goza de libertad para ex- poner Jo que bien le parezca, pues ha sido co- locado para ensefiar segtin las prescripciones y en el nombre de otro. Dird: nuestra Igle- sia ensefia esto 0 lo otro; estos son fos argu- mentos de que se sirve. Deduce, en Ja oca- sién, todas las ventajas précticas para su fe- ligresfa de principios que, si bien €1 no suscri- irfa con entera conviccién, puede obligarse a predicar porque no es imposible del todo que contengan oculta 12 verdad o que, en el peor de los casos, nada impliquen que contradiga 30 a la religién interior. Pues de creer que no cs éste ef caso, entonces sf que no podria ejer- cer el cargo con arreglo a su conciencias ten- dr& que renunciar. Por lo tanto, el uso que de su razén hace un clérigo ante su feligresia, constituye un 1so privados porque se trata siem: pre de un ejercicio doméstico, aunque Ia au- diencia sea muy grande; y, en este respecto, xo es, como sacerdote, libre, ni debe serlo, pues- to que ministra un mandato ajeno. Pero en ca- Tidad de doctor que se dirige por medio de sus escritos al pliblico propiamente dicho, es de- cir, al mundo, como clérigo, por consiguiente, que hace un aio piilico de'su razén, disfruta de una libertad ilimitada para serviree de su propia razén y hablar en nombre propio. Por- que pensar que los tutores espirituales del pue- blo tengan que ser, 2 su vee; pupilos, represen- ta un absurdo que aboca en una eternizacién de todos los absurdos. Pero ino es posible que una sociedad de clétigos, algo asi como una asociacibn eclestés- tica.o una muy reverenda classis (como se suc- le denominar entre los holandeses) pueda com- prometerse por juramento a guardar un deter minado credo para, de ese modo, asegurar una suprema tutela sobre cada uno de sus miem- bros y, a través de ellos, sobre el pueblo, y para eternizarla, si se quiere? Respondo: es at eee eeer——CC completamente imposible. Un convenio seme- jante, que significaria descartar para siempre to- a ilustracién ulterior del género humano, es anulo ¢ inexistente;.y ya puede ser confirmado por la potestad soberana, por el Congreso, 0 por Jas més solemnes capitulaciones de paz.” Una eracién no puede oblige y jurumentane eee: tla diguiente en una lesenin imposil coamientos (o> fales), depurarlos del ms gener, avanzar en el estado ed ea ene as de manera abusiva y criminal. La piedra de toque de todo lo que puede decidirse como ley para un pueblo, se halla en esta interrogacién Jes que un pueblo hubiera podido imponerse 2 af mismo esta ley? Podria ser posible, en es- pera de algo mejor, por un corto tiempo cir- canscrito, con, el objeto de procurar un cierto orden; pero dejando Hbertad a los ciudadanos, y especialmente a los clérigos, de exponer pi blicamente, esto es, por escrita, sus observacio~ nes sobre las deficiencias que encuentran en dicha ordenacién, manteniéndose mientras tanto el orden establecido hasta que la comprension de 32 tales asuntos se haya difundido tanto y de tal manera que sea posible, mediante un acuerdo Jogrado por votos (aunque no por unanimidad), elevar hasta el trono una propuesta para pro- teger a aquellas comunidades que hubieran coin- cidido en le necesidad, 2 tenor de su opinién ‘més ilustrada, de una reforma religiosa, sin im- pedir, claro esti, 2 los que ast lo quisieren, se ‘guir con lo antiguo, Pero es completamente ilici- to ponerse de acuerdo ni tan siquiera por el pla- zo de una generacién, sobre una constitucién re- igiosa inconmovible, que nadie podrfa poner en tela de juicio piblicamente, ya que con ello se destruirfa todo un periodo en la marcha de Ja humanidad hacia su mejoramiento, perfodo que, de ese modo, resultaria no s6lo estéril sino ne~ fasto para 1a posteridad. Puede un hombre, por lo que incumbe 2 su propia persona, pero s6lo por un cierto tiempo, eludir Ja ilustracién en aquellas materias a cuyo conocimiento esti obligado; pero Ja simple y pura remuncia, aun- que sea por su propia persona, y no digamos por la posteridad, significa tanto como violar y pisotear los sagrados derechos del hombre. Y Jo que ni un pueblo puede acordar por y_para. 10) menos_podré Je aquél, por jora descansa precisamente en_ que asume oluntad entera del pueblo en la suya pro- 33 pia. Sino pretende otra cos, sino que todo me Joramiento real o presunto sea compatible con el orden cudadano, no podra menos de permitir a sus_sGbditos que dispongan por si_mismos en quello que crean necesario para Ia salvacién de sus almass poi poss noc ti cuestion que Je im- porte, v si Ja de evitar que unos a otros se impi- dan con violenda buscar aguella salvacion por ‘el _Tibre uso de todas suis potencias. Y hart agravio a la “Inejedad de se person ic su persona si en ello se mezcla hasta el punto de someter a su ins- peccién gubernamental aquellos escritos en fos ‘que sus sibditos tratan de decantar sus creencias, ‘ya sea porque estime su propia opinién como Ja mejor, en cuyo caso se expone al reproche: Caesar non est supra grammaticos, ya porque rebaje 2 tal grado su poder soberano que am- pare dentro de su Estadd el despotismo espiri- tual de algunos tiranos contra el resto de sus stibdites, Si ahora nos preguntamos: jes que vivimos en_una época ilusirada? la respuesta sera: no, pero sien una época de iusiracién, Falta to~ davfa: mucho para que, tal conio estin las co~ sas y considerados los hombres en conjunto, se haallen en situacién, ni tan siquiera en disposi- cibn de servirse con seguridad y provecho de su propia raz6n en materia de religién. Pero aho~ ra es cuando se les ha abjerto el campo para st sabajar libremente en este empefio, y perci “mos inequivocas sefiales de que van. dismi yendo poco a poco los obstéculos a Ia ilustra- Gin general o superacién, por los hombres, de sa merecida tutela, En este aspecto nuestra Epoca es la época de la Ilustracién o La époce de Federico. Un principe que no considers indigno de sf declarar que reconoce como un deber no pres- bir nadq a los hombres en materia de reli- gidn y que desea abandonarlos 2 su libertad, que rechaza, por consiguiente, hasta ese preten— cioso sustantivo de solerancia, es un principe ilustrado y merece que el mundo y la poste- ridad, agradecidos, le encomien como aquel que rompié el primero, por lo que toca al Gobier- no, las ligaduras de Ia tutela y dejé en liber- tad a cada uno para que se sirviera de su pro- pia raz6n en las cuestiones que atafien a su con- Gencia, Bajo l, clérigos dignisimos, sin men- gua de su deber ministerial, pueden, en su cali- dad de doctores, someter libre y piblicamente al examen del mundo aquellos juicios y opiniones suyos que se desvien, aqui o alli, del credo re- conocido; y con mayor razén los que no estén limitados por ningtin deber de oficio. Este es- piritu de libertad se expande también por fue~ ra, aun en aquellos paises donde tiene que Iu- char con los obstaculos extérnos que le levanta 35 tun Gobierno que equivoca su misiéa, Porque este tinico ejemplo nos aclara emo en régi- men de libertad nada hay que temer por a tranquilidad pablica y Ja unidad del ser co- min, Los hombres poco a poco se van des- bastando espontineamente, siempre que no se trate de mantenerlos, de manera artificial, en. estado de rudeza. He tratado del punto principal de a ilus- tracién, a saber, Ia emancipacién de los hom- bres de su merecida tutela, en especial por Jo que se refiere 2 cuestiones de religin; pues \en lo que atafie a las ciencias y las artes los ‘que mandan ningin interés tienen en ejercer tutela sobre sus sibditos y, por otra parte, hay ‘que considerar que esa tutela religiosa es, entre todas, Ia més funesta y deshonrosa. Pero el criterio de un jefe de Estado que favorece es- ta libertad va todavia més lejos y comprende que tampoco en lo que respecta a la Legislacidn hay peligro porque los sibitos hagan uso pi blico de su raén, y expongan libremente al mundo sus ideas sobre una mejor disposicién de aquella, haciendo una franca exitica de lo cexistente; también en esto disponemos de un brillante ejemplo, pues ningtin monarca se anti- pé al que nosotros veneramos, Pero sélo aquel que, esclarecido, no teme a Jas sombras, pero dispone de un numeroso y 36 Aisciplinado ejército para garantizar la tranqui- lidad piblica, puede deci lo que no ossria un Estado libre: jrazoned toda lo gue guerdis y sobre lo que quertis, pero obedeced! Y aqui tropezamos con un extraflo e inesperado curso de las cosas hnmanas; pues ocurre que, si contemplamos este curso con amplitud, lo en- contramos siempre Ileno de paradojas. Un grado mayor de libertad ciudadana parece que beneficia la libertad espiritual del pueblo pero Je fija, al mismo tiempo, limites infranqueables; mientras que un grado menor le procura el &m- bito necesario para que pueda desenvolverse con arreglo a todas sus facultades. Porque oca- tre que cuando la Naturaleza ha logrado des- arrollar, bajo esta dura ciscara, ea gemilla que ima ternura, a saber, Ja inclina- més capaz de Ia Libertad de obrar) y hasta en Jos principios del Gobi compatible dar al una méquing, un t En el Noticiero semanal de Biuching del 13 de Sept, leo hoy, 30, el anuncio de Ia Revista Menmal de Berliu de este mismo mes, que poblice 1x respusts que & 37

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