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| | | } Tercera parte. La denuncia publica Cinco dfas desputs de la derrota de Tos dos euerpos militares enviados ean- ira él, Kohlhaas estabs frente a Leipaig y prendia fuego ala ciudad on tree puntos. En la orden que hizo difundir en esa ocasién, se designs come el lugarteniente y vieario del Areingel Miguel venido a eastigar con ol hierro 1¥€l fuego, en ia persona de todos los que tomaran en eae conflicta partido por el junker, la pertidia y la malieia en que el mundo entero habia cafdo, Por afiadidurs, desde of castillo de Litzen del que se habia apoderado y en cl que se habia establecido, sme al pucble a eomarse a él para establecer lun mejor orden de cosas; y 6sa nueva orden, en eu firme, mostraba un rasgo de demencia, pues rezaba: "Dietada en Laltzen, asienta de nuestro gobierno mundial provisorio, en el castillo del Arcéngels Heinrich von Kleist, Michaet Kohthaas g ; | i 4 | | 1 \ | | | i | | | | | i : i 1 | } | i | | 4. El caso como forma social ‘La distinciéa entre la accién individual y la accién colectiva constituye una de las oposiciones fundamentales sobre las cuales Gescansan, a menudo en forma insplicita por ser tan autoevidente, Ja sociologia y In historia social de los modos de protesta. Estas di ‘iplinas no reconocen como objeto legitima mas que las reivindica Gones asocindas a un movimiento social y dejan fuera de su univer- 50 de competencia —-para eneauzarlas, por ejemplo, hacia el psica- anulisis historieo o la psiquiatria social— y en la anormalidad las Golencias fisicas o simbslicas, las manifestaciones de rebelién o las Jjuejas euyns autores actsian solos y sin que sea posible vineular sus deciones a una serie que presente caracteristicas repetitivas 0 bien ligarlas a regularidades econdmicas, En las paginas que siguen, querriamos esbozar una problemética dirigida a superar esta opost {Go », suds precisamente, tratar de constrnir nn sistema de trane~ formacién —o, si se quiere, wna gramdtica— que permita explicar Jas variaciones que afectan Tos actos de protesta yla percepcisn. que Jos otros tienen de ellos segiin el grado en que se presentan y reciben: como actos «individuales» o como actos ecoleetivos, y ello utilizande Tae mismas reglas para analizar los casos «normales» (de los cuales se ccupan la sociologia y la historia social) y los easos «anormales» (que habitualmente interesan a las ciencias psicaldgicas o paiquis- trieas). Para construir esta problemética, tomaremos por objeto la de- nuncia —y, mas precisamente, la denuneia publica— y jugaremos con las variaciones que afectan la signifieacién del término sein (que se haga referencia 2 Is critica social que apanta a una injusticia Gn lo que tiene de general, sin apelar nevesariamente a una Fepara- cidn de orden represivo, oa 1a denuncia de un individuo, esta ver en. Cl sentido de deigeién ante una autoridad y con vistas a hacer apli- ‘car una sanci6i Bn los casos agui examinados, la denuncia de la in- Justicia supone, en efecto, la designacin de un culpable o de un res yponsable que puede, seytin una easufstiea cays légica intentaremos jnostrar, ostar representado por wna sinéedogue de abstraceién (por ejemplo, «el eapitalismo» en un enunciado sindical destinade a pro- 237 testar contra unos despidos} o ser identifieado y designado por su hombre, Bi denunciante debe convencer a otras personas, asociarlas poe provesta, mnovilizarias, y para eso asegurarles no solamente que fice la verdad sino también que esa verdad merece ser dicha y que Ta neusacidn, que sefala a un ser Gndividual o colectivo) ata vindie- ta publica, esta a ja altura de la jnjusticia denunciada. 4 diferencia de la venganza coneretada por medio de una violencia directa, ya Sea fisiea (golpes)o verbal (injurias) y que siempre puede realizarse, sun ¢ ce aleaneen los efectos que de eli an, In de juncia puede fracasar y frustrarse si el denunciante, que ha renun- Giado a poner en practica por si mismo el eastigo que reclama, no encuentra personas dispuestas a seguizlo. TE} autor de una denuncia publica demanda, en efecta, ser segui do por un numero indefinide, pero necesariamente elevado, de per- Ssonias (por tacos por «todos los que cuentanr; por stodos los hom bres de bien», etc.), La cause que dofiende encierra una pretension do universalidad. A partir de un cago singular pero ejemplar, con- ‘cierne a todo el mundo, de modo que no existen limites naturales Ja ostatura que puedan tener los casos, como dice Ja jerga juridica y polities para designar esos procesos de reclutamiento alrededor doe tin ease problemétice y litigioso en que la determinacién y 1a deci- pion estén ligadas 2 las mamobras argumentativs y prubatorias yo tos esfuerzes de movilizacién desplegados en cada campo. Las tue chas se expresan en elles en el vocabulario de Ja dimensién entre {quienes se aplican a extenderlos, a hacerlos wt pieosnétisie ha hecho una eontibucion sau importante & Ia formacin del navimbente feminine, cayo poder de goneralizacon et mis elevad pergue permite aa arte ajar om una logien plea conflicts basta entancee puramente sin- rplares. 269) individuos @ manejar constantemente por sf mismos, y sin poder doscansar en ratings, la relacién entre Jas posieiones que oewpan en inas personas colectivas diferentes y, por ejemplo, para retomar ns Rivera paradigmdtica, « decir pablicamente en nombre de quié- fos hablan (ahi me pongo la gorra de sindicalistar). Explicita 0 té- ‘Ttamente, las précticas cotidianas plantean entonces a cada instan- tela misma pregunta. Por cjemplo, e6mo utilizar, en cvantesindiea- Iista, informaciones que me serian stiles pero deIas cuales no puedo walerme porque tengo acceso a clas por vias extra-sindicales, et- cétora. En las pequefias empresas, por el contrario, donde los recursos que permiten una gestién pauitada de las seciprocidades en ls mo- Uitidad categorial es decir, por medio de sistemas instituctona- Sieados que posibilitan establecer equivalencias entre los indivi- duos estan poco desarrollados, los cunflictos deben manejarse £0 tre la marcha, por ejemplo mediante la apelacién a tos magistrados laborales (Cam, 1981), inslitucién cayo poder de des-singulariza~ cién ee relativamente débil dado que trata precisamente el caso en Toque tiene de particular y segrin una jurisprudencia que puede per- nanecer imphiita, sin asociar a eada uno de los actoros del itigia Gases mas generaies (cel proletariador, sla patronale,-los asaliriae Gon, et) Bn cate univorea anjeta s ln Vigiea de las relaciones perso- fhalee en que los individuos estan ligados por un pasado comun y a menudo contenidos en una red de deudes smatuas, la explicitacién de los litigios y sobre todo su publicacién en el exterior siempre eo- Gren el riesgo de afectar, en todos sus aspectos, cl eonjunto de las re- Taciones dentro del grupo. En el caso de los conflictos entre vecinos, para tomar como ejemplo otro tipo de comunidad, quien més a me- Bhndo hace pabliea la denuncia es la misma victima, con sus propias Fucrzais y a su propio ricego. Puede ocurrir que estos eonflictos sean recogiddos por una instancie polities, por una asociacién o por repre- Sontantos elegidos locales, que son representantes politicos indivi- dualizadas que ocupan una posicidn intermedia entre los recursos nds generalizadores, sindicatos 0 partidos, y los recursos que, como qos abogades, administran institucionalmente la singularidad. Pero fen la mayoria de los casos la instituci6n judicial constituye el dnico fecurso, sobre todo cuando el litigioLiene una dimensién econémica (conflictos con respecto a tierras, inmuebles, etcetera) Encl caso de la familia, la gran singularidad de los lazos entre Jos individuos hace que la wtilizacién de recursos institucionales eva practicamente incompatible con el mantenimiento de la relacién Zguo esas instituciones deben administrar. Esto vale no s6lo para los cursos eonstituidos de modo politico eon la forma de asociaciones 270 alrededor de una causa (como por ejemplo las asocbaciones de pay Gree divoreiados), sino también para los recursos judiciales acces ‘bles aslo cuando Ta victima logra transformar su novela familiar en verinte de derecho (divereio, confieto por herencia, etc.) lo cual no Siempre basta para explicitar un reelamo que escapa a Ta légien de Jas Rrmas instituidas ni, por es0 mismo, para poner fin al caso. Por Mimo, los medios artésticos, que no reconocen otra ley que el juicio Yelos pares, a menudo confundid con el voredicto del mereado segue puede estar conatituide, como sucede en la pintura, per waa gpretada red de compradores, conservadores de mauseos 0 colensio” sihtas privados-—, pero también los universos intelectuales y, en me- hor medida, Ja Universidad, son los ambitos donde los recursos Co- Pelivow externos son menos numerocos y mis dficiles de movilizar, Jo cual, al estar a menudo la victima ligada, y por las mismas ra zones, a quien la persigue (y euyo juicio ella intevioriza), hace may ardua la objetivacién del trauma, ‘Guanto menos acceso tiene la victima a recursos colectivos que le permitan objetivar sus quojas y des-singularizar la relaci6n que veantione con quien es causa de su prouleme, més tienden las perse- Rhelones miamas que sufre a adoptar formas incorporadas, come se seen el caso de Jas denuncias que hacen referencia a viclencias ‘feieas o mentales, ¢ incluso a maniobras diversas apuntodas a afec- eiths tuerzas vitales, Las heridaa y lor males tratns infligidos a la Uietima revisten va sea formas objetivadas, cayo instramento y efee: to son Tisicos, y eayo agente, sobre todo, es un individuo exterior emo sueede cuando, por ejemplo, se recibe un golpe—, ya sea formas internalizadas y hasta incorporadas, invieibles, solapadas, {quo, a actuar en el individu, coneretan con mds seguridad 1g des- tengeién del sujeto al que atacan en secreto, desde el interior. Se ef trovira ali uta oposicién frecuente en el diseurso corriente sobre la Enfermedad, que distingue claramente entre las enfermedades exé- enue, productos de un agente exterior, objetivadas en wna fiebre Y Pmitadas en el tiempo, como ocurre con las enfermedades infeccio- sas, y, por otro lado, las dolencias endégenas, eseneialmente el fine fer, que pertenecen al individuo, estan incorporadas a él, lo earcor men y lo destruyen desde adentro (Boltanski, 1971). Ba ofecto, cuanto mas préximo es el perseguidor, més endogenss ce vueiven les heridas y ofensas que inflige —y que, en. ausencia de se rasuncién colectiva, no pueden formularse en un diseurso nor Jusk__. y maa tionen por efecto atacar Ia integridad de Ia vietime ¥ de alg’ modo, arrancarla de sf misma. Se ve ast eémmo se oponen so” fhec el primer eje(en faneién de la proximidad ontre los actantes) las Ulencias fisicas puntuales y exdgenas (por ejemplo, el eachiporraze 271 aplieado por un polieia} y laa violencias solapadas, endogeneizadas, ‘que actan sin que To sepan los otros y, a menudo, la victima misma, files como la privacién de euidadss, el veneno en los alimentos 0 en cl agua, las descargas eléctricas durante el sueno, Jos rayos, Tos fuidos constantes e intolerables, las injurias dichas al ofdo a media Vor, etc, Hstas violencias tienen menos e! objetivo de matar ala vie tima que cl de empujarla al suicidio, Esos erimenes recien aleanzan. a coneretarse cuando la victima asumea pesar de sf misma la volun- tad de su perseguidor y ae conviorte en ejecntora de la sentencia, Lo ‘cui, en cierto modo, realiza la singuiaridad de ia relacidn entre los factantes al conferir a la proximidad entre la vietima y su persegui- dor un cardcter de cuasi identidad, Se distinguen, de ese modo, de las tentativas de homicidio ordinarias, por asi decizlo, en les cuales ja intencién criminal sigue siendo claramente exterior, ¥ que ecupan una posicién intermedi, sobre el primer eje, entre las violencias fisieas puntuales, de las que no se conservan mas que magulladu- ras, Ins violencias internalizadas, que se apoderan de uno y de las cuales no es posible desprenderse, ‘Lo mismo ocurre, finalmente, con el plagio, ese cuasi asesina- to intelectual, cuyas victimas predilectas son los intelectuales y Ios artistas. En esta forma particular de ultraje, el perseguidor se propia de las frases, las palabras e incluso el espiritu del individuo Rfectado, quien se ve entonces forzado x denunaiar, en quien to tiene ntre ojos, precisamente lo que le es mas préximo, aquelio por lo cual se parecen, Jo que tienen en comin, De resultas, no le queda otra salida que condenarlo, de modo paradéjico, no por sus ideas cea las que no puede mas que suseribir, puesto que son las sayas propias— sino por el hecho mismo de haberlas hecho piblicas, de haberlas revelado a los otros y, al publicarias, de haber roto la comu- nidad de pensamiento (asi como se habla de comunidad de bienes) ‘que Ios unia. B] individuo plagiado, saqueado, es destruido por y en Su propio pensamiento, Son sus palabras todavia no objetivadas, sus palabras que descaneaban hasta entonces silenciosamente ex su espiritu, las que, develadas en la pluma de otro, lo matan. Lo re- ducen a si snismo, es decir a nada, al abolir, tal vez para siempre, sus capacidades de exteriorizacién, sus posibilidades de construir algo gnas s6lido y mas grande que él mismo, un dispositive por medio del ‘cual podria ligarse a los otras y engrandecerse al obtener de ellos el consentimiento para hablar en su nombre y «desentraiar+ por ellos Ja «verdad y las relaciones secrets de las cosas», como doeian & prineipios de siglo P. Sericux y J. Capgras, das eminentes especialis- {as de Is paranoia, para caracterizar el «delirio de interpretacién» (erieux y Capgras, 1982, pag. 105), 272, La duracin de fos casos depende ademés de la intensidad de los jazos que unen @ la vietima con aquellos contra quienes reclame Justicia a vor.en cuello, La antigtiedad de las quejas presentadas 0- ‘Monta con la proximidad del persouidor designado, a veces tan in- fanamonte ligado al autor de la denuncia, a sus inversiones emocio- pales y asu identidad, que ninguna maniobra parece suficiente- Jnonte poderoca para romper ese interés. La dentncia es adeins, en Tees cazos, uno de los medios por los cuales ge consume la continui- Gad de esta relacin. Por sus proclamaciones publicas, 1 vietima se Snantiene en la esperanza de un resto, de una cuenta no saldada, de ‘Gna réplica ala que responder, do un intercambio de golpes y contrs- poipes capez de asegurar la prolongacién de una dependencia cuye seie interrupeién parece insuperable. Tados fos indicadores conce: nientes a la repeticién y a la duracién hacen, en efecto, una eontri- pucién particularmente elevada a la determinacién del primer ee. iso vale para las diferentes formas de reiteracién estilistica —re- peticiones de argumentos estorcotipndos—, de frasos rituales, de palabras deminantes, a menudo.con la forma de andforas, ¢8 decir, a Ja cabera de-varios periodos de frase pars obtener wn efecto de refor~ zamiento. de simetria, sin duda por analogia con el estilo juridien, Pero oro vale también para el tamafo del envio, Is cantidad de past- rnas que contiene, el niimero de casos presentados en la misma carta Jrucbre todo, In drain de esos ensos, que habitualmente est4 or- Jena ato largo del primer eje.con la oposicisn entre los easns pun- tuales y los que se prolongan a veces durante mis de diez afi, a uonudo Iuego do haber eaido en ‘a érbita de la nstitucién judicial El funcionamiento del sistema judicial, y en particular el uso que se hhace en 4] del tiempo, recurso fundamental que permite absorber y ‘apecializar los conflictos que se perpetdian, precisamente, en 1a forma de batallas juridieas y no, por ejenaplo, de intereambios de olpes, tiende a eternizar los casos al dar regularmente a las partes, (gue hebrian podido agotarse en una lucha corriente, nuevas expec fativas, nuevas apaestas, nuevas reglas con que jugar, incisoeia- blemente, nuevas ceasiones para mantener vivo un intercambio, ‘aunque més no sea por la persona interpuesta de sus abogados “hn las grandes denuncias que pueden abarcar varios a80s, @ incluso décadas («presento una demanda general concerniente @ snis ultimos treinta y cinco afios de vider, carta nmero 596), a di- qTnensién del tiempo parece abolida, Reproches que se refieren @ eontecimientos antiguos pueden codearse con quejas actuales, ¥ en eas situagiones Iz facultad que poseen las personas de dejarse Grmastrar al olvido no parece eumplir el papel quea menudo se le re- fonove en el apacigaamiento de las disputas. Bl tratamiento que se 273, hace del tiempo on la denuncia aparcesrd mejor si se examina la manera en que se conduce ¢! relata de las persecuciones sufridas por ta vietima, La presencia o la ausencia de un relato que incluya une cronologia 0, al inenos, una crientaciGn temporal y, por obra parte, recisiones sobre el contexto en que se inscriben los hechos relat Gos, expresan la relacién que el autor mantiene con el destinatario de su discurso. E] relato se dirige a un destinatario al que ge supone completamente ignorante del caso que se le refiere, dado que le es absolutamente ajeno, Al multiplicar los detalles, ordenados en wna josicién minucioas, el enunciador [énoneiateur} muestra gue es eonsciente de la alteridad del enunciatario [énoneiaéaire) (Labow, 1978, vol. 1, pags. 295-308). En el anilisis de las cartas de nuestro corpus, las diferentes maneras de contar un caso o de dispensarse de hacerlo se distribuyen muy elaramente sobre el primer eje del plano factorial, Asf, las earias en que figura un relate y en las cuales se reslituye el contexto se oponen a los relatos acrOnieos 0 & las sucesion hes desardenadas de quejas o de documentos segiin un continstura ‘que parece funci6n del grado de proximidad entre los aetantes. La ausencia de relato y de contexto aumenta junto con la singularidad de la zelacidn entre el denunciante, la vietima y el persesuider, con ‘una excepcién que confirma la regia. Esta conciemne a los casos en los cuales al contexte na se restituye porque se trata de grandes ca- sos que han aleanzado un alto nivel de movilizacién y publicacin, de los cuales se puede legitimamente suponer que son conocicdos por todos, o al menos por los periodistas. Estos figuran, como los envios jntencionalmente contextualizades, en el polo del primer eje carac- terizada por un grado elevado de altoridad entre los diferentes per~ sonajes del drama, Bn efecto, como estos casos son de dominio pabli- co, parece instil recordar todas sus peripecias. ‘Pero esta explicacién no da razén de la opacidad a menudo impe- netrable de que se rodea el relato de casos que, sin embargo, no s3- Jon del ambite privado, Para comprender las razones, en apariencia ‘contradictorias, que conducen a enunciar una denuncia destinada a hiacerse publica sin dar al enunciatario los medios para eompren- derla a fin de hacerla conceor y darle sesonancia, es nevesario volver luna vex més a Ia relacién que la vietima, autora de Ia carta, mantie- pe eon la persona contra la cual eleva su demuncia. Cuanto mas cer ‘cand le es su perseguidor, menos logra la vietimna romper los lazos ent ue ce encuentra todavia encedada y su diseurso mas se ahorra el igasto del rolato, Rte es instil. ;Para qué relatar wn easo a quien lo conoce mejor quenadio, a quien sabe (jy con razén!) lo que los demas ignoraran tal vez para siempre? Pues, detrés de la ficeién de la opi- ida pablica, el autor se dirige atin a un individue que noes el perio- 274 mili dista desconocida o andnimo al que se expide el envio, sino ese par- floular, precisamente, que es la causa de su trastornoy al que es ne- revario desafiar wna vez més para intentar obtener Una respuesta ‘Kaien la dimension del relato, o que se hace manifiesto es siempre SSiyeceencia de otro actante. Pero no es el mismo enda vez, Con la eer pacion de un relato, la restitucisn del contexto, el autor recono- rela axistencia de aquel ante quien reclama justicia y a quien trate Ge proporcionar todas las informaciones necesazias para que pus (Getvet su capacidad de juieio, Bn ausoncia de relato,no es ya el3UCz Gien ea designaco como destinatario, sino et persesuidor misme Bacata de manifiesto por medio de huellas negativas, censuras, 6 broontendidos, silencios, amenazas le revelacionet, puntos suspen- vos, ote,, su aplastante presencia no es menos patente Seatas diferentes maneras de tratar el relaio estAn asociadas a di- ferentes tipos de figuras estilisticas que se distribuyen de In misma seanera alo largo del primer eje. Aside! lado de la proximidad de los srintes se encuentran el sarcasmo, 1a iavectiva, Ia amenaza, ct eologismo,e} apodo, eos longuajes singulares que no reclaman el aasonocitniente do ios otros y ni siquiera, mas simplemente, su con jrenelén, ponque estan hechos para uso sol; y, dol lado de la tker eee a deliberacion o las farmas dialogieas que eneierran un objet see legitimidad y que, al manifesta la atencion prestada a Tos Nikos y.¢ su spunin de vista-, son homenajes rendidos por el autor al Suntido cormin normal de su destinatario (Bajtin, 1977). La iran’a, Gue es tun marcador de distancia (Recanati, 1981, pags. 218 22) ¥ ‘(Reexprosa mas particularmente agui una distancia consigo mism> $i adopeidn ficticia del punto de vista sobre af mismo due podria + rel de un observador imparcil, ocupa una posicién intermedia en sete catractura retorica. Mientras que nunca se utiliza cuando se Cekta de denunciar las fechorias de que es victima un extrafio (no Sescribinsos con ironia, distancia y humor, por ejemplo, las golpizes ihe tros vigilantes armados aplican a un trabajador inmigran’s), 15 Jers fa ne pone en juego a menudo, por el contrario, con fines defensi- pon (Berrendonner, 1981, pags. 175-239) euando el autor de la carta yates Ta denuneia por 6u propia cuenta (sin estar relacionado, de vedos modos, con aquel o aquellos @ quien/es depuncia) ¢ intenta, seeaiante esta retoriea, volver normal y haeer que él slocutario aeepte una gestifin de la que siempre se puede temer que manifest sermasiada autocomplacencia 0 que parezca «despropercionada 278 5, Maniobras de engrandecimiento Dado que ser considerada normal es ia condicién minima que debe satisfacer una denuncia para tener posibilidades de éxito es decir, para ser escuchada—, los individuos empefiades en semejante ‘empresa y que poseen un sentido de la normalidad idéntico a] de sus, jueces (y ello, lo veremos, incluso cuando se ven en la necesidad de realizar actos juagados anormales) intentardin conferir a su gesto la forma mds normal posible. Cuando no gocen del apoyo de una ins- tancia colectiva eapaz de efectuar por ellos el trabajo de generaliza- cin, deberdn realizar por si mismos la tarea de des-singularizacion y crecimiento necesaria, en una denuncia ante la opinién publica, para ajustar a la del juez la dimensién de los otros actantes. Tratare- mos de mostrar ahora que las operaciones que constituyen para los otmve sigmos de anormelidad son precisamente las gute intantan he- cer que la denuncia sea normal, con el trazado de paralelos entre €l caso singular y unos conjuntes eoleetivas.' Los individuos realizan + Be dein quo anit ntero no basta pr eplienrin ceaportamiento rt coque se oenta porefeencin a expcativas peel nator recone ens pr Suc seoultan fnmiiaren Comote ues el eatuie dl lengua alo nates Sho (ct, por eemp Fann, Kirstein, Stapeky Chest 1965 on anal ob tion dein inveglardedo sinctiay, de an propieades categorise de oe mo. dons aaciorsn pes ron tenes pare creterisr ee particle a ian ys ee san ro rfcn rs cte mcinie lana aon aavocitions) slot coast propa conven crete ‘lol menor uy abe, yu sna, a ovesa, argue ase bjtivamente pam tals run do do conpletamenteetravagante ound prety sanyo se fversa a ragiesar an expriencia de erento as sot de a nora ad, os tutors suerencomplearel ands Gel habla eoiaenica co el andi elo Sempstance lings y, si pudo dare de este noc, priquatics de que ena toe eign mediante one al diacure ne reconote como deevngs,Fstng theervaconee apleame Portion ao case ag etodae on ls eles ie {urtourecpido eo tribayen sobre continuum y on lo qu learn oops Soe sntrovagantes: no nestancarente enone aioe eageivoe que eran ‘Ronshewian como tale a lotr no aera esto en un conten que sonsiraye utindo utenti endinaro dn vealand sei} (por eempla cuando jg schifladas ta arta de un hombve sn inyrtencin gu ae ie persica pt tances perennajen tn da almaenad para on ce fra sen peri rants tenn 276 muy freeventemente, en el curso de la vida corriento, paraiclos de cate tipo, pero segtin modalidades que los vuelven aveptables, ys sea porque Ia distaneia entre lo singular y lo general es lo suficiente- mente débi) para que los puentes destinadas a cubriria pasen inad- vertidos, ya sea, cuando la distancia es importante, porque gozan del apoyo de tuna institucién. Bs lo que sucede, por ejemplo, cuando Jas personas recurren a'un titulo instituido para coneetarse con un coleetive («Fulano de ‘Tal, profesor, catedrativo-) ¢ incluso cuando utilizan, como lo hace el médico, una competencie certificada para asociar un elemento aneedético a un cuadro nosoligico (Cicourel, 1981), Para hacer sensible la diferencia con el tipo de paraiclos pereibidos como extrafis o insceptubles que se encuentran en iertas cartas de denuneia, daremos un ejemplo de esas conexiones ordinarias, tomado de una entrovista (realizada por B. Urlacher) con el director de un eatablecimiento de enseianza téenica, La conversacién trata sobre los conflietos que han tendo lugar en el establecimiento, Bn determinado momento de ia entrevista, et Gidlogo asume un cariz delicado cuando el narrador debe hablar de us tirantes relaciones con el sindicato a uno de sus antiguos subor- dinados, é mismo sindicalizado, con quien ha mantenido una rela- ion de amistad que ha hecho posible la entrevista. Repentinamen- te, el director del establecimiento interrogado empieza a hablar en~ tonces de sf mismo en tercora persona designandose por un titulo, ‘e] jofes, antes de aclarar que no actiia en su propionombre y en fun- cién de sus intereses especificos sina en el interés de la patronal en general, cualquiera sea su encarnacién en tna persona fisiea, es de- cir, en el interés del jefe en cuanto representante del establecimien- to y, por lo tanto, en el interés de este: «Mira, al sindicato, durante toda mi vida, le negué tres cosas. Primero, la ocupacién de mi sala Sabes, yo tenia una sala al lado del comedor y me la habian pedido para el sindicato, dije que no, prefiere desarmaris toda. Es una sala ‘que siempre esti disponible a toda hora para que el jefe pueda reci- bir, para que el jefe pueda hacer esto, aquello, no yo, jeh! jNo yo. | (an silencio), El jefe de Ta casar, Cada uno de nosotros realiza coti- dianamente, sin darse euents, ina multitud de operaciones de exte tipo que por lo comtin pasan inadvertidas. Por el contrario, en los casos que examinaremos a continwacisn, las operaciones destinadas a comparar les casos particulares con ‘ejemplos afectadoz de un valor general y a conectar a los individuos a colectivos son tan fuertes que se destacan con claridad y extraieza sobre la trama continua de las accicnes ordinarias. Estas maniobras son notables sobre todo cuando el autor es un individuo singular, ‘quando él mismo es la vietima y el perseguidor es un allegedo. Para 207 realizar la conexisn con eoloctivos y ajustar la dimensién de fos ac tantes, €l autor de Ia carta dobe engrandecer al denunciante, a la vietima y al perseguidor. Homos identifieade tres procedimientos principales destinados a engrandecer al denunciante. El autor puede engrandecerse en tanto denunciante: 1) indicando sus titalos ‘y euslidades (aso de papel con membrete, por ejemplo}; 2) destacan- do la relacida que mantiene con grandes personajes. En efecto, el acusador avmenta indireclamente su altura al colocarse en un pie de igualdad con individuos dotados de uns generalidad elevada, ya csté ligada a una capacidad do representacion de orden eivico, con firmads por un mandato, o que s¢ les reconozea al margen de todo apoyo institucional, por los rasgos de genio o las obras inspiradas que los dieron a conocer. Finalmente, el denunciante puede engran- decerse: 3) jugando con las formas mediante as cuales manifiesta su presencia en el texto. En comparacién con la posicién neutra del sujeto que se expresa en la primera persona del singular eyo»), el autor puede refugiarse asi detras de quienes supuestamente lo guen, utilizando, en una parte oen Ja totalidad dela carta, la prime- a persona del plural («nosotras») que se usa en los discursos pro- nunciados en nombre de un colectivo. Se engrandece, entoncea, a la manera de un portavoz. También puede, al contrario, incrementar sus dimensiones, pero esta vez en tanto que sujeto singular, multi- plicande las marcas de su presencia, es decir, atorgdndose uns esta- ura conforme a la manera en que se manifiesta Ia grandeza inspi- ada en los grandes hombres, por ejemplo, en fos grandes escritores, que no necesitan mandato alguno para traducir las aspiraciones de Jos demas que ellos encarnan en su persona. En este tiltime caso, los meétodos utilizados son miiltiples pero estsin todos fundados en la duplicaciéa del signo gue designa al autor («yo, Fulano do Tal, «yo, yo mismo»), ¢ ineluso en la repeticién de la firme. ‘Veamos dos ejemplos de firmas multiples. El autor de la carta niimero 712, un hombre de euarenta y siete alos que dirige una escuela primaria en el sudoeste, lleva adelante solo desde hace var ros afios ante los tribunals, luego de buber recasado a sus aboga- dos y por medio de recursos juridicos, numerosos litigios igados en particular a-un divoreio (quiere obtener la custodia de su hijo}. Va Has cartas abiertas, contenidas en el grueso oxpodionte de mas de canrenta paginas, estan dirigidas al presidente de la Republica o al ministro de Justicia. Manuscritas, caligrafiadas en letras redondas, tienen el aspecto de actas juridicas y llevan dos veces la misma ri brica. La primera, con la misma tinta que el texto (azul); la segunda, ‘trazada en tinta negra y precedida de Ia mencidn «leido y conform» Bl autor se desdobla: 6s, por un lado, el denuneiante que labra el ac- 278 ta de acusacién; por el oto, la victima que da su conformidad, La carta ntimero 504 es de un interés particular porque el conflicto en- tre personas que esta en el origen dol caso se lleva en ella a un alto grado de des-singularizacién y, al mismo tiempo, las operaciones de engrandecimiento adquieren una forma particularmente sorpren- dente, Hl autor escribe en nombre de una asociacién profesional yen, papel membretado, Redacta eu denuncia en términos generales, co- ‘moo arta un yooero, Pero es muy probable que se encuentre perso nalmente implicado en el case por el cual se moviliza, Denuneia atin periodista que sha arrojado el descrédito sobre «una decisién de ln juaticiay en un litigio en que unos odontéloges se enfrentaban ecano de una facultad con respecta & le constitueién de Ia lista de requisitos para el eargo de profesor. La carta lleva tres firmas yuxta jpuestas («los cosignatarios de la presente»). Pero la misma ritbrica, trazada por la mano del mismo individuo, figura dos veees: una, se- guida del nombre escrito a maquina (sedor Fulano}; Ix otra, seguida, de la mencién, también dactilografiada, -Presidente de tn Asocia- cidn, ..». Estas figuras, en especial Ia dupliencién de la firma, no faparecen sino cuando li vietima y el denunciante sen un mismo in- dividuo, que encuentra en ellas un medio de reconstituir, al desdo- blarve, el sistema completo de los actantes. Fllas recuerdan la reté- rica del derecho {el que suscribe, Fulano de Tal. ..», firma al final de a pagina e iniciales repetidas en el margen con el fin de autentihear diversos tipos de rubrieas, eteétera). Gusatro 2. Pleniaas de engrandecimiento len 8 279) Caadro 8. Relaciones entre Loe actanteey tenons de engrandecimient en) i Estas diferentes maniobras, que sin embsren se apoyan sobre operaciones ordinarias de la vida social, arrojan el descrédito sobre su autor enando su utilizavidn es demasiado acentuada. Ast, como xya hemos visto, el tinslo, que designa la pertnencia a una dlase de agentes constituidos como equivalentas, os una manera corriente de hnacer un paralelo con otras personas. La meneiéa de un titulo apro- xima en efecto al polo de lo coleetivo {y de la normalidad), como To muestra el examen del primer plano factorial, en especial cuando esa mencién figura en un papel con membrete. Bfectivamente, un titulo impreso.es mas conveniente que uno escrito « mano, y elle por al menos tres razones: 1) porque el impreso, que es en ciertos eases objeto de eontrel legal (el sdepésito legal»), ceupa una posicién mas elevada que el manuserito en el continuum de dbjetivacién jurtdieas 2) porque la fabricacion de un papel con membrete supone una in: vorsién en tiempo y dinero; 8) por tltimo, porque la imprenta, al multiplicar el eserito en una forma estandar, realiza la propiedad principal de titulo que consiste on ser a la vez estable y colectivo, avalado, es decir, indiferente a las propiedades de la relacién en que esti implicado, Pero axin es necesario controlar la utilizacién que se hace de la referencia al titulo para permanccer dentro de los limites dela normalidad. Ast, por ejemplo, cuando la separacién entre el ea- scter singular de la denuncia y las propiedades generales de titulo 280 8 demasiado grande, ¢! denunciante puede intentar controlar el efecto de usurpacién por medio de una desestimacién y redactar su carta en un papel cuyo membrete, aungue legible, ha sido tachado {no me expreso en nombre del titulo que me da derocho a la expre- sion) ‘Si la utilizacién de un titulo puede ser garantia de normalidad, la mencién de dos o mis titalos, en particular cuando eada uno de ellos tiene escaso valor, o el realee del titulo con un subtftulo, por asf de- cil (presidente, director, presidente-directar,et.), empuja ligera- monte al denwnciante hacia Ia anormalidad. Los titalos, aunque aqui estan destinados a servir de prueba, no se suman, empero, de Ja manera en que, por ejemplo, los juristas mediovales practicaban el ealeulo de la pracha constittyéndola en su totaliiad con fraccio nes de prucha, La acumblacion de titulos dispares arroja el deseré. dito sabre el remitente y lo expone a la eospecha («zpor qué insiste tanto»). Asimismo, mastrar que se habla en nombre de otras pereo- nas diciendo snosotras» es Ia manera més normal de hacer una de- nnuneia publica. Decir simplemente «yo aproxima al polo de lo sins gular, ¥ es por ello menos normal. Pero engrandecerse acentuando, por medio de toda un conjunto de maniabras estilisticas yo, yo mis- ‘mom, snultiplieacién de firmes, etc.) su presencia en el texto (come fen eoos tealzos sin recursos en que cade actor representa varios pa- poles), empuja elaramente a la denuncia hacia la anormalidad. Las manjobras utilizadas por el denunciante para engrandecer- ‘se 60a particularmente numerosas en las eartas enviadas por perso- znas singulares para depunciar la injusticia de que han sido objeto, Los denunciantes que actiian en nombre de una persona colectiva, y cuya gran extatura, por lo tanto, es evidente por si misma, no tienen nevesidad de entzegarse a ogag costocas maniobras. Les basta con mencionar un titulo, es decir, con sefialar que titalo Tes da derecho a expresarse y, en nombre de ese titulo sdlido impreso en papel mem- bbretado), desir «nosotros». Asi, por ejemplo, tres mailitantes feminis- tas (carta nuimero 430) eseriben a propésito de una tentativa de vio- lacién, Cada una de ellas menciona un tinio titulo vabogada, «s0- ciclogan, edoconto»). Las tres firmantes asumen la defensa de una vvietima pero se elevan easi de inmediato hacia lo general («quere- nos precisar nuestra posicién rolativa al caso y al fernsmeno de la violacion en general). Al expresarse colectivamente, y ello en nom- bre de todas las mujeres, estas militantes estén personalmente ausentes de su denuncia, en la que la vietima misma no figura més quae a titulo de ejemplo y para entrar en materia ‘Al contrario, los autores de carias que sélo se tienen a s{ mismos © que invocan una persona eolectiva cuya existencia es incierta y 281 que no inspira confianza, se ven en Ta necesided, para ineremen. tar su autoridad, de hacer mas, de hacer demasiado, lo cua! los des credita, Mencionan varios titulos, acentdan su presencia median: te marcas estilieticas extranas, ¢ incluso citan nombres de grandes personajes, bien conocides por todos, y dicen @ sugicren que bien podrian estar involucrados en el caso. Asi, por ejemplo (earta ntime- 106440), 1mn habitante de una pegueia ciudad del centro del pafs, que hace llegar al diarie una -casta abierta al Ministre de Justicia», hace alarde de Ios siguientes tftulos: «Diplomado en PSICOLOGIA apli- cada; Conforencista en e} INSTITUTO; Presidente de ia ASRA: Co- mite Internacional de Defensa de los Derechos del Hombre; Presi dente del sindicato departamental de la magistratura penal». Del mismo modo, el grado en que Is maniobra de engrandeeimiento con- sistente en colocarse en un pie de igualdad con grandes personajes puede ser erestle depende, evidentemente, de la representacién que el autor logra dar de su identidad, y por consiguiente del valor so- cial que le reeonoce ef lector. Asi, por ejemplo, Philippe Simonnot (Simonnot, 1977)" es creible cuando, en Ja obra de denuncia conse grada a su cazo (periodista econémico del diario Le Monde, fue acu- sado de haber sustraido un documento de un ministerio y despedi- do}, ineluye los mensajes de apoyo o, al contrario, de amenaza que le Girigen politicos importantes.° A la inversa, ese jubilado de una pe- 2 Philippe Shnonnet (Simonet, 197), enfrentedo a la dab tacea vonsistente-en ctorgar una friaa eceptable atx denuneia piblics el prope (de la -somvanidad de ‘rubs, para uasr fs props Wceinos) del queue, durante Yaras 8906, Un erm bro leal siete tempo, sueificaree por ne haber denuneisdo antes loa -ervores- ecuya compliigad puede seusdesel, escribe anion la introduction oj obran que reiata so caso (pig, 29) «Deba agregar lo siguiente, Como he sido vietima de un des- ido, intuvo quese sospecharé que estibo eae libre por venganzs. Respondo: une no So vonga dela injuatcia.Ademéa, este despido ejempisy,cietado cum some por tin diario tanbidn eerplar, nor qué nobabria devercitado come ejeanple? He ove teste litze con la meyor serenidnd posible, poo tambicn oon pacino veees cn ea ‘nel ae me queda por una comrade de trabajo In eval perteest durante Geko ‘aos. La en eition que pera hucéreeme con honestided ln de haber escrito ‘tas priginas hace tempo, cuande aun estate an la rue des Jains. Yo responderte ‘a lo hab correndic, Por el, este Libro ee tambign una avtoeritiea. "Sato vale para todas los obras de denoneia que relatan un caso que he alcenzae proporsotos de . Aprendiz de carnicero a los 14 ‘anos, enfermero a los 21 afios, en 1963 aprueba el examen especial e ingreso a Ja facultad de ciencias. Ocho aiios mas tarde, ya en la, facultad de medicina, es aplazado en wn examen y, cuande la admi- nistracién ie niega el derecho de ver su prucba, toma de rehén a uno dle sus profesores: sEn nombre del Frente de Liseracicn Proletaria y con el apoyo de un eserita evolucionista de veinte paginas del que se imprinieron novecientos ejemplares, tomo de rehén al decano X, meédico legista cuyas fanciones mismas muestran con eiaridad la imagen de hombre de extrema derecha reaecionario alienante para cl pueblo y la inteligencia proletaria, Pistolas en mano y en bando- era, mi objetivo era lograr que me entregaran mi prueba a la fuerza aduenandome de ese abanderado de ensefia negra con calavera, Pero, no queriendo abatir a Jean-Mare, un obrero de mantenimien- toque terci6, ol asunto toms mal cariz y, ayudado por sus doctores en derecho y sus doctores en medicina, el medio politico ahogé el easo para qué no llegara ante la justicia a los ojos dei pueblo y los wraba- adores. Bl autor lucha en'lo sueesivo conta “EL SEGREGACIO- NISMO UNIVERSITARIO DE LAS CLASES SOCIALES: y por sLA EVOLUCION contra LA INVOLUCION CEREBRO-SOCIAL» (eNinguna clase social debe ser el cerebro de la sociedad — el pueblo 8 a Ja vez cuerpo y cerebry social) Es mas frecuente constituir el propio comité de apoyo. Asfen un texto (carta ntimere 693) eon forma de octavilla (titulos en grandes ‘maydsculas; consignas: «(LA JUSTICIA! gigual para todos?» ete.) en que anuncia una huelga de hambro, una comereiante varruinada como consecuencia de un error judiciale lanza wun llamado a formar ‘un comité de apoyo a todos los que estan por el respeto de los dere chos del hombre». Ella preside el comité de apoyo que intents cons- tituir en favor de su propia causa. Adjunta a su denuncia una carta abierta al ministro de Justicia: «sefior Ministro: Tengo el honor de poner en su conocimiento que antes de hacerme justicia solicito una \iltima vez tenga a bien otorgarme una entrevista antes de! 30 de oc- tubre, fecha en qué terminaré mi tiltima huelga de hambre comen- ada este dia para salvar a la persona a la que debo la vida y ja de mis hijos. Pasada esa fecha, el comité “Legitima Defensa” (JO n° 180,05.03.78) entraré en accién». En la earta ntimera 515, el au- tor eseribe en calidad de «Miembro cofundador del Comité de Defon- 200 saP....C...», que lleva el nombre de un ingeniero aeusado de viola~ cién y encarcelado. Bl texto es enteramente manuscrita, pero est puntuado, como si fuera una octavilla, por consignas en mayusculas GP...C. .. ESINOCENTE», «YO ACUSO. . », ete.). Ningin indicio, ningin signo de institueionalizacién, ninguna lista de nombres permiten dar euerpo al comité de defensa y conferirle una existencia objetiva distinta de la persona misma del denunciante ue, por ‘ejemplo, sittia la sedo del comité en su direccién particular. La sas pecha nace desde Inego on el espfrit del leetor: ges un werdadero» comité de defensa? 2B denunciante no estaré, acaso, ligado a ia vie~ tima? {No se trataré de un amigo o de un pariente, ete? También podrfamos tomar como ejemplo la earta nimero 636, que hace referencia a un comité de defensa constituido en relaci6n eon el caso de J. H., igualmente acusado de violacién, aunque en este caso la realidad del comité sea més séiida en la medida en quesedice que ee forms sbajo Ja égida de un sacerdote». Para hacer més apreciable la fragilidad de es0s comités de apoyo improvisades, les opondremos ta carta ntimero 420, eserita en nombre del comité de apoyo a P. L. (un Juez de menores sancionado), que presenta todas las garantias de hnormatidad. Este comité, en efecto, fue ereado por iniciativa de una sintersindicals que «reagrupa al Sindicato de la Magistratura, las Uniones Departamentales de la CGT y la CT, e] Sindicato Nacional del Personal de la Educacidn Supervisada, la OSH, las federaciones del PS, dol PSU y de la LCR, asi como varias municipalidades de Ja unién de la jzquierde» Pueden hacerse observaciones andlogas a propésito de otra for- ma de manifestacién: el petitorio. Estos cortejos de nombres, euyo poder de conviccién es tanto més elevado evanto que retinen x gran- Ges hombres para quienes la cesién del patronimico puede implicar tun costo (sdevaluar su nombre»), tienden a la anormalidad y, por consiguiente, a verse afectados de nulidad si la alteridad de los signatarios y’cl beneficiario del petitorio no est4 garantizada. Sea, por ejemplo, la carta publicada por Le Monde en febrero de 2983, en Ia cual una periodista televisiva bajo la amenaza del despidoescribe en respuesta a un articulo: ~Pambién leo con indignacién en este ar- ticulo que yo seria la instigadora del petitorio quo una cuarentena de intelectuales han firmado en mi favor». La carta numero 455, ‘enviada por un profesor universitario, es perfectamente normal. Se ‘rata do un Hamamiento en favor de un disidente ruso que, seein cl remitente —quien, al hablar en nombre de un colectivo, se expres nla primera persona del plural—, fue «redactado por fisicos»: ». Bste texto denuncia ia intorvencidn de la poli cia en el curso de una velada entre amigos, so pretexto de alboroto nociumno. Le siguen Ins firmas de cuatro de los partieipantes. Sin armar instituciones de arniba abajo, alin es posible fabricar 1o politico realizando gestos —es decir, aeLos efeetustios individual mente para atraer la atencién de los demas, movilizarlos y, even- tualmente, levarios a repetir el yesto inaugorado por el individuo solitario—, por ejemplo asocidndose a una huelga de hambra, de- volviendo los documentos militares en sehal de sosidaridad, dims tiendo, ete. Para ser visto, ese gesto debe separarse de manera des- tacada de la trama de las Conductas ordinarias y reclamar de los de ‘mas una interpretacion. Cuando el gesto llega a ser suficientemente saliente, siempre es necesario un trabajo de interpretacién para imanejario, y ello tanto si se quiere poner de relieve su valor simbl- co—es decir, Ia generalidad con miras a un bien comtin—, como si, por el contra, se busca devaluarlo, ya sea devolviendoto al eaucs de las pricticas corrientes dominadas por el interés, ya sea expul- séndolo hacia la marginalidad y is locura. Préctieamente cualquier cosa puede utiizarse para hacer un gesto, en especial tode acto de transigresion —por ejemplo, en los casos estudiados, el robo de un documento 0 de un objeto artistico, o simplemente el silencio en una situacion que exige la palabra—,'1 condicién de que esbé separada de la satistaccidn de un interés personal, afin de revelar la gratuie dad de una transgresién realizada porla transgresiin misma,es de- cir, para protestar contra la arbitrariedad de Ia probibicion que ella have ver. Pero, para atraer, el gesto no sélo debe ser gratuito. Tam- bién debe implicar un riesgo, Dado quecl desintorés se manifiesta si Jos costos personales son superiores alas beneficios personalmente descontables en la peor de las hipétesis, os gestos ms arriesgados, Tos mas insensatos, y por lo tanto Ios més susceptibles de ser objeto de una reduccién en términos psiquiditrions, son también los opera- | Adgunos profesores de ensehanzs secundaria rechazan las inspeceiones, Bl gesto cansiste en guardar silencio mientras el inspucter este presente oo et ula CF. Aocamento publicaio en 3874 por un colectivo de proferares, Non & liigpection, das ser des profs sonetionns. Une de Ins testimonies tecepudoe ta stele: “Aelaraciones fnbve aa eazones y la sgaifiescin dem gest) 302, dores mas eficaces cuando encuentran en los demds jnterpretacio- nes capaces de revelar —es decir, para ser més precisos, de consti- ‘tuir— su dimensién eolectiva. La traicién publica, que puede ser ‘ana forma de denuncia, e8 de este orden, Un individuo devela pitbli- camente, frente al exterior, ¢] secrote de la comunidad a Ta que per- teneee —familia, Iglesia, partido, empresa, ete.—, y lo hace solo, en nombre de los valores mismos del grupo, que seyin su acusacién los ‘otros miembros ya no respetan.? ‘Asi, los autores de las eartas se esfuerzan por realizar moviliza- ciones alrededor de su caso devolviendo sus condecoraciones (carta niimero 441), negdndose a comparecer ante un tribunal y comunt eandoselo (earta ntimero 614; el autor es un ejecutivo de cincuenta ‘aos, desempleado, involuerado en un caso de divoreio}, ¢ incluso (carta mimero 768, proveniente de un actor) encadendndose a un proyector de televisién para dirigir un ruego al presidente de la Re publica en et curso de un encuentro pablico. Entre los gestos mas lutilizados y mds espectaculares figura hoy la buclga de hambre.* 3} interés tactico de In huelga de hambre —en contraste, por ejemplo, con Ia automutilacion o el suicidio, que son cuestiéin de todo 0 na- da es que la importancia del riesgo es una funcidn del tiempo, lo ‘cual permite ajustar el ritmo en que se realiza el gesto y se efectiian Ja difnsién informativa y la movilizacién. E] aumento del riesgo con el tiempo es un argumento de peso para apurar la movilizaci6n, Claro esta que Ja medida en que una huelga de hambre puede susci- tar el interés de los demas y lograr su adhesion depende en primer jugar de eu duracién. El anuncio de una huelga de hambre parece hoy no toner casi ningan efecto, y la eficacia de ese procedimien- tn disminuye, al parecer, con su difusién. Algunos huelguistas se 2 puaston setualmente en la Estados Unio atecisiones au reagropas & quienes denenonn whistleblowers 7 abe etn eeeats ol yevaiento Nede. oEG Sonera rebindian cl recnoenientologaldo eu derecho »denuciar Diemer ures nnbon enn es ere me Sale mprec, en ser smnconados Westin, 1961) 2 sereeica de proteta hoy mae ineutconaizadas, como por empl le hci ocr enel paca sto innton ue reclamatenterpretaci dt esr contbatan. al pana, ovate Tay y Ti 2984, emp pags 19 SE sel pusee de ln ornas de protesta oo sae el siglo XV ana maevas Furnne que sparen oe sgt XIX, Ty, 1882) No sine ona bist stein are ae cues putea etme hoy nna hitora lam tenes), a ene que star seprtc. Pontes, por emia rn Helga getinmibre queen Francia gt serra tc fe pretest elytwomente corrente Curd oe ntact? (Por Ti rapes sCaro ce duos? Porque nove seg al arsenel de las teens de seer seormiantecbrere te” Podriamonplnten fag mimes peegurtas set gor genie de oe materatacones, Gye srteduscon en Fea, pec lw nivrsos aselarion, 8a resin 308, quejan de que un large ayuno ya no eleanza para atraer la atencién sobre an denunci. Por consiguiente, el llamamiento o el anuncio de una huelgs de hambre deben dramatizarse, como ocurre en los dos ejemplos siguientes. En Ja carta mimero 749 un ingeniere, ahora desocupado, que denuncia desde 1968 los sabusos increfbles» de que fue objeto, dice haber realizado, en 1973, una huelga de hambre: -En 1978 puse, para hacer soner la alarma, mi vida en peligro du- rante veinticineo dias en una dramatica hnelga de hambre, en el aniversariade los cineuenta aos de un hombre ya enfermo, Pertur- badus por Ja eonelusién que se avecinaba, las sutoridades lograron interrumpir esa huelga de hambre simulando otorgarme ciertas satisfacciones y promesas pronto olvidadas». La carta sbierta que hace Hegar a la prensa, dirigida a numeroess instaneias politicas, sindicales ojudiciales, lleva el numero MM y esté fechada el =i 4538 de In resistencia de una familia lorenesa contra la opresiGne. Bn Ia carta numero 560, un agricultor de la regin del norte hace una lar~ ga confesién (treinta paginas) para denunciar las injusticias eometi- das contra él por su familia politica, a Ia que autecede una carta abierta en gue nuncia una huelga de hambre: «A todos ustedes, mis queridos, Ianzo este llamamiente a todas las personas con k que tuve ocasicn de trabajar, tanto en Francia-Bélgiea come en el extraniero, a todos los agricultores, independientes, artesanos, ciu- dadanas, amigos, familia. .. voy a emprender una huelga de ham- bre, les solicito a todos un apoyo moral, manifestacién con vistas & quejusticis, denoncia publica y verdad brille en pleno dia tenga lu- gar en este pais mis Patrias: de supuesta democracia, de republi- ca, .. Francia y Belgica. . Sin duda es su sentido de la normalidad fo que conduce a tos au ‘tores de las eartas juegadas menos normales a dar sus eseritos una forma extrafia, y ello por ab menos dos razones. En primer lugar, para establecer la conexién con colectivos deben, como ya se ha visto, crear un carécter general y efectuar por si solos operaciones que normalmente se llevan a cabo con otros o en su nombre, Pero, en segundo lugar, el aumento del nivel de generalidad no satisface el sentimiento que los empuja a denuneiar al o a los perseguidores responsables de la injusticia y a dar a conocer al mundo entero la intensidad de los sufrimiontos quo soportaren. La normalizacién de Ia denuncia por medio de procodimientos de generalizacién ~con- sistentes, por ejemplo, en sustituir a una persona designada por su nombre propio por un grupo representado por un nombre coleeti- vo— exige un sacrificio que puede dejar insatisfecha a la victima. Esta bien puede, en efecto, denunciar a la «clase dominantes y man- tener asf su denuncia dentro de jos limites de la normalidad. Pero en 804 ese caso no dice nada, o casi nada, sobre el dolor que provers en ella quien la privé de aquello euyo dueiono consigue hacer, sobre el trau- rma que ha sufeido, sobre lo que deselenté y frustro sus expectativas. Su indignacién no tiene por objeto @ Ja sclase dominante» y ni si- quiera a un individuo ealificado en In medida en que sea el represen- tante o Ia «personificacidn» de ese ser colectivo, sino a ka més singu- lar ya voces la més cereana de las personas De donde se sigue que cuanto mas cereano sea e! perseguidor x, por le tanto, cuanto mis difiel sea designarlo publicamente sin suffimiente ni verguenan—, mds dificil sera reparar el dolor cau- sado por él en el Gnico registro en que puede expresarse publica- mente, que es el de Ta aceién colectiva. El autor de la denuncia se verd entonees incitado a hacer reaparecer por vias indirectas ese dolor tanto mas vergon20s0 e intenso cuanto que no és legitimemen- te expresable en las formas constituidas de la denuncia piblica, ean judiciales o politicas, Para quesu denuncis tenga sentido, para {que Sea auténtiea y, por lo tanto, salvadora, debe, en efecto, dejar traslucir de otra manora, por medio de alusiones, signos y huellas, la singularidad de su caso, de su historia y de ou persona, ala que tuvo que renuncia® en primer lugar para tratar de encontrar segui- dores y obtener de ellos la confirmacién de su inocencia. La ineita- ‘cién que conduce g ln victima a reinseriar y reiterar en su texto la singularidad que intent6 eliminar, parasita formas que pueden no tener ninguna relacién direeta con el tema explicito de la demuncia sy. ni siquiora con las propiedades del o de los perseguidores identifi ‘cados. Para realizar la tarea imposible de hacer compartir a otros, a todos los otros, io que un sufrimiento tiene de menos transmisible, toda singularidad es buena siempre que delate, como por error, la tergiversncisn introcucida por el trabajo de generalizacion. La sin- gularidad puede fabricarse, en efecto, parasitando y subvirtiendo cualquier forma dotada de un minimo de regularidades, Se mani- fiesta de ese modo al més bajo costo, al hacer su nicho en las formas més generales y estandarizadas (Thévenot, 1983), es decir, all don- de distancias escasas hastan para introducir notables perturbacio- nes. En los textos aqui analizados es e] caso, por ejemplo, de la eseri- ‘ura, Je ortografia, la sintaxis, ‘Témese, por ejemplo, Ia escritura. Forma estsndar de validez general, es considerada también, al menos desde Lavater y sobre todo desde mediados del siglo XIX (Tajan y Delage, 1981, pég. 37), como uno de los soportes en que viene a inseribirse lo que hay en el individuo de mas singular, aquello que lo distingue, lo que disiraula ante los demés y ante si mismo. Al cardcter de imprenta, impersonal ymecinico, que nada debe a las particularidades del impresor y que 305 no conserva el recuerdo de su trabajo, se opone asf el trazo dela ma- no librada a las bisquedas de identificacién (Ginzburg, 1980). En- contramos esta oposicin sobre et segundo ejo, en el que por un lado, hacia el polo de lo eolectivo, estin las eartas eseritas a maquina de manera profesional (maquinas eléctricas, ausencia de errores ¥ tachaduras, respeto de las normas formales de presentacién, ete.) 8 decir, de modo impersonal, eomo conviene a jos textos firmados por un coleetivo o enviados en nombre de una persona colectiva, en Jos eueles quien eserihe no revela otra cosa que su competencia téc- nica; y, por etre lado, hacia el polo de lo cingular, tenemos les cartas mantiscritas en las cuales el autor deja algo de ¢i mismo a las inter- pretaciones del destinatario (quien podria, por ejemplo, someter su envio a un ansilisis grafologico) pero, de algin modo, pasivamento y sin tratar de acrecentar, por medio de maniobras particulares, Ia singularidad formal de su texto. Las eartas con un buen tipeo de afi- cionado ocupan, sobre este eje, una posicién intermedia proxima al contro, Su grado de singularidad es més elavede, aun en ausencia de faltas, que cuando el tipeo ha sido realizado con una méquina eléctrica. Se sabe, por ejemplo, que la irrogalaridad de los earacteres| permite, en particular cuando se trata de maquinas de eseribir porttiles, identificar la procedencia de un texto. Pero nunca aporta Pca snerte de presencia corporal que revela la escritura manuscrita, ‘La distribucion de las formas sobre el primer eje expresa una Giferencia de otro orden. Cuanto més singular es la relacién entre Jos actantes y, en consecuencia, cuanto més ha debido el autor cons- truir conexiones fuertes para asegurar el lazo con colectivos —por ejemplo, invocando los -derechos del hombre» en general en lugar de hacer referencia a una causa constituida mas modesta asociada a tun grupo con intereses especificos—, mas intensa es la ineitacién a singularizar las formas generales. Ella se manifiesta, entonces, mediante errores de tipeo, que son visibles incluso luego de su co- rreceién por superposicién de caracteres (por ejemplo, mediante 2XXX), que conservan el rastro del trabajo exigide por la denuncia, de us dudas y reticencias, con la forma de tachaduras o de rayaduras entra tinta, ete. y sobre todo mediante grafismos particulares que ‘no quedan librados a la suerte de una interpretaciéa libre sino que, por el contrario, afirman con autoridad Io que los diferencia de las escrituras ordinarias, La escritura desordenada, apresurada, horroneada, en el limite de la legibilidad e incluso ilegible, en la cual cl trazado se tuerce y se enmaraiia de manera irregular bajo el efec- to de la indignacion, la emocién y la vehemencia, es en el orden del grafismo lo que la injuria, 1a amenaza, los neologismes, los apodos son en el orden de la estibistica. Esa escritura manifiesta la reapro- 306 piacién por parte de quien escribe de la forma general —convertida, por esas extravagancias, en la mas personal— para afirmar en ella, on la mayor expresivided, la injusticia cayos costos ha pagado la victima. ¥ este exceso, precisamente, have las veces de prucha. Pero la misma incitacién puede satisfacerse también con otros medios sraficos mas complejos. Asf, la caligrafie, con sus letras enteramen- te dibujadas en maydisculas de imprenta o, por el contrario, con sus trazos de pluma a la antigua, sus grandes tirabuzones apretados en ‘une red de rasgoe, realiza al miemo tiempo dos operaciones contrac ictorias. Encuurece la forma eserita y 1a engrandece. Lat aceren a lo oficial, al texto impreso, al derecho, ol aeto juridico y notarial. Pero, por medio de la misma maniobra, corta sin esfuerzo algguno con los mods ordinarios de escritura y restaura la singularidad de quien eseribe, que en lo sucesivo ya no puede eseapar a nadie, haga To que hiciore, incluso alfabetos, para inscribir en la neutralidad de las for~ mas estdndar el eardcter tinieo, incalifieable y realmente inaudito de] caso que Jo oeupa. ‘Los mismos andlisis se aplican Tas eorrecciones, los subrayados a menudo en color, de preferencia rojo, como en los sellos an- tiguos—, las reescrituras con la misma tinta en el margen, con fre- cuencia en forma perpendicular al trazado de las lines, Jas letras maytisculas de gran tamafio destinadas a acentuar y engrandecer Tos términos considerados importantes, es deetr, en ciertos casos, casi todas las palabras de la denuncia, ios sellos, ete. Bstos aadidos destacados aon, en el orden de la presentacién grfica, ¢] equivalea~ te de las maniobras juridicas en el orden estitistice. Estén alli para dar «pruebas» y conferir a la denuneia la aparieneia de un texto con valor de derecho y capacidad probatoria, mas auténtico, mas cretble, nds sétide, més duradero que un escrito ordinario, Enmendado, €l ‘escrito estd, por asi decir, mas inseripto, El texto esta més profunda- mente anclado en la textura ce un soporte que también puede estar investido de enmiendas, papel sellado o filigranado por ejemplo (cayo precio regiamentado y elevado indica su valor simbélico), mis firme y més oficial que ei papel comin (oun papel mojado»), es decir, como en el caso del papel moneda, mas profundamente ligado a un colectivo que, al acordarle su reconocimienta, le asegura su dura- cidn. ¥ también al escrito de derecho hace alusién la oeupacién por la eseritura de toda 1a superficie de la pagina, a veces saturada de lineas apretadas al punto de llegar a tocarse, Se sabe, par ejemplo, que la reglamentacién de las actas notariales exige que estén re- dactadas de una sola vez, sin blancos ni interlineados, Pero, como en ‘1 caso de los diferentes tipos de caligraffa, estos simulacros de for- mas instituidas realizados con medios improvisados expresan indi- 307 sociablemente la singularidad de quion oscribe. Esta singularidad quo tan Valientemente osa exhibir en publico es Ja que hace, segiin dice, a su grandeza y la que, al engrandecerio, lo autoriza precisa- mente a Hevar a cabo solo y en persona actos que reclaman una au- toridad institucional para realizarse de modo normal. Pues es nece- sario ser ya muy grande y poseer sobre los otros un ascendiente cor siderable para engrandecerse enfrentando la prueba consistente en realizar publica y eficazmente gestos simbilicos y actos, en especial de habla y mas precisamente performatives, ejecutados sin tener en cuenta sus condiciones institacionales de validez. Sin embargo se trata, como veremes, de la operacién —en su caso desesperada— que ensayan aquellos autores cuya denuncia es la més dificil de realizar y la més ficil de descalificar. Cuando la singularidad del sistema de los actantes aumenta y, por consiguiente, las operaciones necasarias para crear lo colectivo aunque sélo sea con palabras, ya que no con personas— son demasiado dificiles de Nevar a cabo, las maniobras de generaliza- cidn se hacen escasas o desaparecen. Los autores parecen renunciar entonces a realizar los paralelos de lo singular con lo colectivo, de lo particular con lo general que tanto ingenio exigen, como hemos visto, de parte de los denunciantes menos dlesesperados. En estos textos Limite eneantramas, lada # Tada, enunciados gue hacen re- fereneia a las dimensiones singulaves de la identiciad de quien escri- bbe, tales como alusiones a su sexualidad, y enunciados relacionados con contextos muy fuertemente constituides de modo calectivo 0 dotados de una generalidad muy grande, incluso planetaria, como programas politicos, consideraciones sobre las grandes crisis inter- nacionales, etc. Pero, en este ultimo caso, no se intenta ninguna maniobra para unir Ios elementos pertenecientes a ambas series. Pues los autores de estos extrafios textos pueden sumergirse total- monte en el eoleetivo sin por ello creerse obtigados « renunciar a la ‘expresin de lo que tienen de més singular, Esta suspension de ia ‘oposicisn entre lo singular y lo coleetivo, que ciertamente constituye para el lector uno de los signos mils claros de delirio, no es otra cosa, sin embargo, que la adopeién por parte de individuos corrientes de tuna conducta discursiva que puede tener éxito si quion la realiza es un gran bombre, es decir, precisamente un individuo que no sélo puede, a diferencia del portavoz institucional, representar a les de- ngs sin mandato, sino que ademis, al modo de la profecia, se sirve como prucha desu independencia y su soledad (ono hablo en nombre de nadie, «no represento a nadie mds que a mi mismo», ete.) para reclamar explicita o tieitamente que lo sigan 0, lo que es Jo mismo, que lo escuchen y comprendan. Bi gran hombre, en efecto, moviliza 308 aun grupo del cual es la argamasa y para el cual constituye en cierto ‘modo el criterio de pertenencia, dado que pretende representar,jus- tamente en loque tiene de singular, al conjuntoilimitado de quien han encontrado en Ja expresion de esa singularidad tn instramento de conocimiento y reconocimianto.* En ese sentido, para los autores de las cartas la confusién de lo singular y Jo colectivo sigue siendo tuna manera de engrandecerse cuando todos loa demas medios Jes resultan inaccesibles. Por eso, esa confuusién puede leerse, también, como un intento desesperado de normalizar las denuncias mds franegrosoras, las monos realizables y las mis necesarins, “Ta intencién de alesnanr Is mayor aniversaidad por medio de ln expresiin nbs completa posible de In singularidnd del sujeta eat bgada ala aparieiin de una hnueva definiin del honsbre de trae (Starobinch, 1972), 209 8. La dignidad ofendida En lo que sigue haremos e! intento de describir el encadenamien- to que conduce a individucs euyo sentide de la normalidad no ests alterado —puesto que, como hemos visto, son precisamente los esfuerzos que despliegan para corregir el carécter anormal de sus actos los que sefialan a los otros lo quo tionen de oxtrano-~a realizar gestos de denuncia piblica que no reiinen las condiciones de validez, y que, en los mas de los casos, tienen por principal efecto la descali- fiencién de quienes los han efectuado. En primer lugar examinare- mos répidamente las propiedades mas objetivables de los autores de las cartas, tales como el sexo, ia edad o la profesidn, en especial con el fin de prevenir contra las interpretaciones que apunten a desem- barazarse de lo que la actividad denunciatoria tiene de perturbader ‘vinculandola irremediableuente a win onudicign aoa ginal En casi todos os casos conocemos el sexo y lugar do residencia del autor de la carta. Su profesin se conoee en algo menos del 80% de los casos. Por otra parte, se utilizé cierto miimero de indices para poder distribuir a los autores en una taxonomfa tosca de las clases sociales que comprende tres categorias (clases populares, clases me- dias, clases altas),y ello incluso en 10s easas en que la profesién nose mencionaba explicitamente, fo que aumenta la informacién utiliza bleen alrededor del 10%. Desde huego, es imposible conocer de modo preciso el margen de error que afecta esta estimacién, La edad se conoce con exactitud en el 30% de los casos. Cuando no se indicaba, cefectuamos, como para la clase social, una estimaciGn especialmen- te destinada a tratar de evaluar la proporeién de autores de sesenta ‘o mas afios, lo cual permiti6 tener en cuenta la edad en aproximada- mente el 80% de los ensos. No intentamos codificar sistematicamen- te el nivel de instruccién, pero numerosas cartas contienen informa- cidn sobre los estudio, la presencia de titulos académicos (a menu- do mencionados en el membrete) o su ausencia. Asi se pudo identifi- car a numerosos cuadros autodidactos que establecen wna relaciéa de causa a efecto entre las desventajas que les han impedido con- 310 Gluir estudios superiores y Ins injusticias de que fueron vietimas mds adelante en el curso de su vida profesional. La distribucién entre las diferentes categorias socioprofesionales de los autores de cartas doja ver una sobrerrepresentacién impor- tante de las categorias superiores. A la inversa, los obreros estan claramente subrepresentadas, mientras que las clases medias ocu- pan una posicién intermedia. Para explicar estas diferencias no bas- ta con invocar el efecto de seleccién ejereido por el diario al que se Girigen las eartas, como lo muestra la comparacién entre la distribu- cion de sus autores entre las diferentes categorias socioprofesiona- es y la distribuei6a, segun e! mismo principio, de una muestra de los lectores de Le Monde.? Los obreros y los empleades son relativa- ‘Cuadre 6. La profit de low autores de tas carta de demunei (on 8. eocaery i aiad f : Peebad G4, fadidiilidag BELLLiLagaga = Gotegoriasoioprofesional {CSP} dal je de familia on el censo de 1975, mente mas numerosos entre los leetores de Le Monde que en el cor- pus de cartas. En las clases altas, la proporeién de miembras de ca- tegorias proximas al sectar pulico 0 con profesiones intelectuales "Los acts de donuncia son a menudo relacionados, por os denunelantes inismos, ‘on loo aconterinaientos deta va, como o teatimania la abundancia de indicaciones Viogrfcase incluso de relates de vide que lo acompafian en numerosos cases. Lt Yointooa de watreistas bingrafeas que han ecempahade a este rabaio nes peemité procisar esta dimension, particulsemente persinente para analiza Ia zelaién entre Jind y la setvidad denwnciatoris Hernos uilnado ln encvesta periddica del Centred Etude des Supporto de Publi citg, Las civas que ve preseatan agul ae calelacon sabre la base de fs eneuesta de 2910, ano pora ol cut] dusponiarnas dectra encuesa,realizada por el niemo organs thoy refeida Gnicamente a las categorins wegocis ¥ pereonal superiors, EL evadro Tonstruido a partir de setas dos encusstas tiene el sal objeto de mostrar tendeacios, alt jprofesiones liberales, personal jerérquieo de la funcién prabli hire todo profesores, escritores, artistas) es mucho mas elevada entre los autores de cartas que entre los lectores. Los industriales, los grandes comerciantes y el personal superior del sector privado es- tin, a la inversa, peor representados en el correo que entre los lec- tores, Por el contrario, en las clases medias las categorias indepen- dientes ~agricultores, artesanos, comerciantes, pequehios empresa- rios— son proporcionalmente mas numerosas en el corpus de cartas que en Ja muestra de lectores, Para eomprender estas variaciones, hay que tomar en cuenta los efectos de seleccién inherentes al acto de denuncis, que también se ejercen en sontides diferentes segin las propiedades del sistema actanctal, (Cuado 6, Las caractoretinae dela denuncia sgun la profsion ten % Para realizar uno denuncia normal —earacterizada especial mente, canio ya seha visto, porn alteridad entre el demanciante y la vietima—hay que contar con la autoridad necesaria para asumir la defensa de otro individuo, para acudir en su auxilioy, sobre todo, pa~ rasenalar en su nombre a un tereero a la vindieta publica. Rsta au- toridad es funcisn de Ia dimensién a la cus) el denunciante ha Hega- do a clovarse, es decir, del grado en que ya se le ha reconocido la fa- cultad de encarnar a otras personas, ya sea explicitamente por me- dio de un mandatojuridiamente garantizado, como en el caso de los representantes de personas colectivas, 0 implicitamente y, en este caso, mas bien a la manera de fos grandes hombres, en su persona 312 misma, Ahora bien, la estatura que un individuo puede invoear, y que tiene posibitidades de hacer reconocer fiicilmente por otros, no es independiente de las propiedades que definen su identidad en lo gue tiene de mas oficial y mais ficilmente objetivable (por ejemplo, en «documentos de identidad») y, por lo tanto, de su edad, su eexo 0 5u profesion., Asi eiertas posiciones profesionales otorgan més fécil- mente que otras acceso al dominio —-que puede estar jurfiicamente saneionado por un titulo~ de los recursos movilizables para fundar Ia ambicién de hablar por los demés o, si se quiere, de representar- Jos, Para encarnar a los otv0s es necesario, en efecto, poder apoyarse en un aparato politico, en una instancia administrative o judicial, e incluso, como en el ease de tos miembros de las profesiones inteles- tuales, en las instituciones colectivas que son también los lenguajes especiatizados. Es asi como vemos dibujarse en el primer plano factorial (ejes Ly 2) la oposieién entre, por un lado, Iss categorias en las cuales la pro- poreién de quienes eseriben para asumir Ja defensa de otros es ma- Yor y, por el otro, las eategorias cayos miembros eseriben sobre todo por si mismos, Los cuadros de la faneién publica, que a menudo se exprosan en nombre de personas colectivas; los profesores, que tic ‘nen en comtin con los primeros el hecho de ser los mas numerosos en asumir la defonsa de wn grupos los artistas y los intalectnales: los miembros de las profesiones liberales, esencialmente abogados y médicos, que se expresan en sa propio nombre (a menudo eélebre) pero marean, mediante signos multiples, tos lazos que los liga @ co- lectivos, ocupan una posicién casi idéntica sobre el primer ele ¥ se distribuyen sobre el segundo precisamente en funcidn de su impor- tancia, desu magnitad, que los autoriza a representar o movilizar a otras personas y a tomar posicién pUblicamente en relacion con las grandes eausas, Més préiimos al polo individual sobre el ¢je 2, en- contramos eseneialmente a los profasores, que son sobre todo doven- tes secundarios. Los escritores y artistas, cuya notoriedad es con frecuencia elevada, se sittin sobre c] mismo eje pero mas cereanos al polo de lo colectivo (sin duda, las diferencias serian més nftidas si el pequeno tamasie de la muestra no implicara un nivel de agrega- cidn relativamente alto). Los primevos defienden los derechos del hombre, atestiguando en favor de simples individuos agredidos © martirizados, ¥ tomando partido por desconocidos. Los segundos acuden en auxilio de personalidades célebres, de martires ilustres ‘que encamnan grandes eausas, de grupos y, a veces, de pueblos ente- ‘os. Asi, la dimensién de la vietima esta directamente ligada a la es- ‘tatura del defensor. aia Los individuos que reatizan el acto de denuncia en su propio be- nefieio, por el contrario, son mas a menudo personal superior de em- Gritico 4. La edad y i profesion ppresas, con frecuencia autodidactos, pequefios empresarios, artesa- nos, comerciantes, agricultores y, sobre todo, empleados © miembros Gel personal de servicio, Eseriben s6lo en su nombre y levan ante la opinién publica reclamos particularmente dificiles de asociar a cau- sas colectivas, Asi el waltrufsmoe parece caracterizar més bien a los ‘miembros del sector piblicoy a los servidores del Estado. Ala inver- sa, el egossmo» parece asociado al sector privado ya la propiedad de bienes materiales. Estas correspondencias parecen evicentes por si inismas porque descansan sobre oposiciones éticas y politicas pro- fundamente enraizadas en Ia «idea republicanay (Nicolet, 1982, ‘pgs. 871-5) que también estén presentes en el discurso socialigico, en especial en Durkheim Fillows, 1977, nage. 85-7). Pero la eviden- cia moral disimula una vez més efectos de magnitud o tamano. De hecho, para asumir la defonsa de otros ante la apinicn publica, para hablar en nombre del bien priblico, e2 necesario disponer de una identidad definida por referencia a Jas formas civicas sobre las cu les se apoys hoy la eonstruccién del Estado, tales como titulos acad micos de validez nacional, titulos profesionales juridicamente ava- lados, mandatos adzinistrativos 0 politiens, ete. Noes el easo de los industriales, las eomerciantes 0 los agricultores, quienes, al accede inde fieilmente a la posibilidad de ascender en gencralidad apoyén- 814 dose sobre recursos domésticos, a menudo prefieren el juego de las relaciones personales antes quo la movilizacién de la opinign, Bn es- tas categorias la denuncia publica constituye un ditime recurso, pax rasio para los allegados, cuando todos los demés medios han fra- easado, Las diferentes profesiones se distribuyen sobre el segundo eje se- gin el grado en que ofrecen recursos que permiten a quienes las Gjercen movilizar a otras personas e, indisociablemente, acreditar su capacidad de fornmlar emmeiados de validez general. Asi, encon- tramos sobre este eje, cerca del polo de lo singular, a los individuos que en caso de dificultad estan librados a sf mismos porque no tie nen acceso a recursos colectivos y ne disponen de la magnitud neco- saria para representar a otras o ser sus portavoces. Es lo que sucede ‘menudo con las mujeres y, sobre todo, con les ancianos. Los denus ciuntes de edad son a la vez los mas desprovistos de medios para hacerse escuchar ¥ quienes con mas frecuencia se dirigen a los diarios para sefiolar las injusticias de que ellos mismos son viet mas. La incitaci6n a reclamar justicia parece aumentar con Ia edad y aleanzar su méximo en la vejez. Sin duda hay que buscar las ra zones de ello, en pritner lugar, en la proximidad de Ia muerte, que fija un horizonte a partir del cnal Ia vida pasada puede ser objeto de ‘un eaileulo. Ya es esta actitud retrospectiva la que se manifiesta en ol deseo, frecuente al final de la vida, de legar un testimonto, escribir una sutobiografia, unas memorins 0, més simplemente, relatar ol propio pasado a los hijos y los intimos. Pero la posicién autobiografi- ca no es sélo retrospectiva, Se coloca también en una perspectiva de _justicia y, més precisamente, en la de un juicio fina) (ef. Primera par ‘te, § 9). Al final de la vida la exigencia de justicia se hace mas apre- miante a medida que se aleja la esperanza de una compensacién 0 de una revancha que sean otorgadas por la vida misma, silenciosa- mente prometidas en la incertidumbre del futuro, Entonces cada, ‘uno hace sus cuentas y reclama a Jos demas el reembolso de la deu- da que la vida no pagaré. La proximidad de la muerte crea una ur- geneia que endurece el reelamo, lo hace mas vehemente y mas apremiante. Pero a menudo es también en esas misimas edades cuando los re- cursos nevesarias para obtener satisfaccién se hacen mis escasos. [Los denunciantes de edad cuyas cartas figuran en nuestro corpus han visto disminuir sus recursos con el tiempo, ya se tratara de 1a fuerza fisiea, del dinero o de las relaciones. En su mayor parte pare- cen, en efecto, haber gozado de un status superior en e! pasado, A menudo se trata de pequerios notables locales cuya autoridad ya no es reconocida, En muchos ejemplos, el easo que pretenden hacer pi- 815, blico parece tramarse alrededor de una eseena durante la ewal su hhonorabilidad ha sido oscarnecida, EI Hamade a la opinién pibliea se convierte entonees para ellos en uno de los iltimos medios dispo- nibles pata intentar obtener roparacién y restaurar su honorabili- diad perdida. Bstas gentes modestas, Incapaces de asegurar su pro- pia defensa (por no hablar de lade otros), parecen desplazadas, con sus pequefias historias, en e) correo de este diario cuasi oficial con- sagrado a las grandes causas y que cuenta entre su publice a todos aquellos eaya opinién «importa. Poro es procisamente sn indigen- cla que loe impaloa a dirigirse como Uitimo recurso a toda Ja gran prensa, y por lo tanto a ese diario entre otros, mediante cartas sin fin, repetitivas, en las cuales eo acumulan & menudo los infalibies signos de anormalidad que los descalifiean. "Tomemos, por ejemplo, la carta niimero 588, Se trata de un expe- diente de treinta y einco paginas, compuesto en su mayor parte por fotocopias de dacumentacidn. El autor de esta carta, un tesorere principal honorario de una ciudad mediana del sur, de sesenta ysie- te anos, denuncia el vabuso de poder del jefe de vialidiad que siete anos antes destruyera el seto que rodea si jardin, y también al «ma- gistrado semidiés» que, durante el proceso, no tomé en cuenta las smentiras constatadas-y dieté un sauto de sobreseimiento de favor: rondenando ala victima a pagar todas las costas y gastos sin apela. idne, Todo ello, dice e! autor en la carta dirigida al director del dia- rio (2eompafiada de una carta abierta el ministro de Justicia), e3 “repugnante y eseandaloso en razin de la edad de Ia vietima, hono- rablemente conocida en X y tratada como un malhechor». Reclama ser procesado a fin de «llevar el dehate ante Ia opinin paiblica» (oy me atrevo a esperar que voces mas poderosas quela mfa y més auto- rizedas intervengan en el dchates) y espera provocar asi una «re: forma de la justiciae. La duracién de los casos aumenta generalmen- te con la edad, como si el envejecimiento tuviera el efecto de reforaar el ensafemiento abstinado de los demandantes, sin dada porque aumenta el apego a las identifieaciones pasadas cuya conservacién absorbe una parte eada vez mas grande de la energia disponible, ‘aboeada de manera rigda a operaciones de repeticién ‘La declinacién de que se quejan muchos de los que eseriben para asegurar su propia defensa no es sélo impatable ala edad. Asi, pare- ce que los ejecutivos eayas cartas figuran en ¢l corpus son autodi- Sactos que, como es frecuente en el personal jerdrquico sin titulo (Boltanski, 1982, pags. 412-38), han sido vietimas de un proceso de exclusidn p de un despido. De la misma manera, miltiples indieios “sugieren que los pequetios empresarios, ariesanos, comerciantes y agrieultores experimentan en su mayor parte una crisis que ha aea- a6 sreado, junte con fa deelinacidn desu empresa, el hundimiento desu posicion social. Finalmente, « menudo encontramos, en el case de jos empleados y obreros, las huetlas de una historia familiar decii- ante pero también, en otras casos, de un fracaso personal que viene fe interrumpir una movilidad individual o familiar ascendente. ‘Es también en las cartas cuyos autores pertenecen a las clases populares, y que a menudo mangjan mal el lenguaje escrito, donde ‘el suirimicnto, la indignacién y la vehemencia se manffiestan con Ja gnayor fuerza. Enviar una carta a un gran diario constituye para tlios xm acto particularmente importante y dificil de Hevar « eabo, de modo que el umbral de dolor a partir del cual se da este paso 63 sin dca més elevado en su easo que en el de los denunciantes con niveles de estudio superiores y, por lo tanto, mas habituados a la cosa escrita. Estos textos presentan igualmente numerosos rasgos {que Jos jueces interpretan como signos de anormalidad. En efecto, fn catas gentes modestas Ins maniobras de engrandecimiento son particularmente visibles, Estiin ausentes en especial los procedi- inientos estilisticos, come por ejemplo la ironia, que permiten, en Gerla medida, controlar y atemperar Ios efectos de la denuncia Sabre el lector. O bien los ignoran —y sus palabras parecen entonces exageradas y violentas, y el velajamiento de} lenguaje sugiere la ausencia de autocontrol—,o bien se esfuerzan por adopter un estilo noble, y entonces las ineorrecciones o las hipercorrevcioues (Labuy, ‘1976, pag, 193) dan a su discurso un tono artificioso que hace més visibles y aun més irrisorios sus affnes por engrandecerse mediante In eseritura.? Lo cierto es que la relacién entre el acto de demuncia y tas propic- dades mas objetivables y mas duraderamente asociadas a la perso- ‘na de quien la realiza no es ni fatal ni mecdnica. Asf, Ia categoria 50- cioprofesional del autor de la carta no hace una contribucién eleva da ala determinacién de ninguno de los ees, y la estructura actan- cial se liga siempre mas claramente a las earactenisticas pertinentes de la denuncia que a las propiedades del denunciauiv, Seria aun inde fala invocar, para expliear Tos actos de denuncia, ia desigual- dad de las oportunidades objetivas de ser vietima de una injusticia segiin la situacién social, En efecto, para inducir un comportamien: to judicial o politico una injustieia debe, ademas, ser identificada co- ‘mo tal (Festinger, Abel y Sarat, 1981), e8 decir, como una forma par ticular de ofonsa que puede dar lugar a reparacién, 2 diferencia de una multitud de otros infortunios como, por ejemplo, la muerte de tun ser querido, frente a le cual simplemente hay que hacer el duelo. ® Betas obwervaeiones n0s han sido sugerdss por Yvette Dolssut ait Por otra parte, una injusticia reconocida puede manejarse por dite. rentes medios: por ejemplo, puede vengarse en secreto, compensar- se en otto terreno, olvidarse, ete,, de modo que la denuncia pailica Gehe ser considerada como una maniobra entre otras que, si nunca est, como se verd mejor a continvacién, totalmente desprovista de posibilidades de éxito, es sin ninguna duda particularmente arries- gaa, ¥ a importaneia del riesgo en que se ineuzre es justamente lo que exige wn complemento de informacion, Para tratar de comprender mejor las situaciones en que tas per sonas ee entregan a actos de denuncia puiblieg, es preciso recordar répidamente los diferentes mancras en que puede adquirirse una identidad sociai de modo més 0 menos duradero o, lo que es lo mismo ~-dado que cada individuo est4 mucho més seguro desu propia con- tinuidad euando los otros le reconocen una identidad estable—,*Tas diferentes maneras en que un individuo puede ser vinculado a un fgrupo, uns categoria o un colectivo asociado a una forma espeetfica de gencralidad. La instauracién y el mantenimiento de un yo dura- Gero, sin el cual toda invorsién en sf mismo es imposible, pueden realizarse al menos de tres manoras diferentes, que no son necesa- riamente excluyentes y que corresponden a tres formas de vineular- se a uno mismo por infermedio de los otros (Elster, 1988). La porte- nencin pede definirse de mode criterial y estar juridicamente garantizada por un titulo, es deci, sobre todo hoy, por un tstulo aca- émico o un titulo profesional. ES ese easo, le identidad social, ga- rantizada por una convencién, posee una elasticidad reducida én el sentido de que eu permanencia ce ve rolativamente poco afectada ppor los comportamiontas profesionales y eceialos de su titular. Uno de los efectos de le garantia juridiea asociada al titulo es, efectiva- mente, el de aliviar en parte al individuo del trabajo continuo de identificacién consigo mismo (Bourdieu y Baltanski, 1975) y de libe- rarlo para otras tareas, pero también el de hacer posibles las distan- Gas tanto con respecte a le definicién mas oficial y mas estereoti- pada de la identidad —lo que R. Goflinan lama la distancia al rol» (Goffman, 1961, pags. 81-152)— como & los comportamientos pasados del titular, quien no tiene por qué ser constantemente fiel a Si mismo para ctisfacor Ine expeetativas que los ots han puesto La pertenencia también puede adquirirse y conservarse, en at sencia de toda instrumentacién juridiea, por medio de un trabajo constante de identificacién con un colectivo (por ejemplo, por marea- + este toma ha sido notablemente desarrollade por el profesor Alessandro Piazorno en une confereneins dictadae en In EHESS. 318 ciones a través de signes y emblemas), realizado a lo largo del tiem po por el individuo que es su beneficiario. in ese caso, la permanen- Gade Ja identidad, siempre feagil, se obtiene al precio de un conside- rable gasto de enengia y, sabre todo, de una enorme rigiden de las conductas puesto que el ajuste al grupo de referencia se realiza en cada momento mediante la constancia en si mismo, ¢s decir, asegu- randoen Ja medida de lo posible la conformidad del comportarniento presente a un comportamiento que tuvo éxito en el pasado y que se ‘utiliza como esquema de generacién de nuevas conductas. Finalmente, Ia asoeiacién con una persona colectiva puede reali- zarse por media de Ia identificacién con una persona, La conexién Con un grupo y la adquisicién de una identidad permanente se cum- plen entonces en la relacién con un individuo, objeto de inversién & Ja vez en cuanto es singular, es decir, enteramente earacterizado por la relacién reversible a través de la cual uno se emparienta con él “y, en consecuencia, de manera irreductible a cualquier otro modo de clasificacion gue descanse sabre un principio dotado de una vali- doz mas amplia—, ¥ 6h cuanto enearna a un colectivo, al quo éi mis tno puede estar ligado con un carscter duradero y fuerte —por ejent plo, mediante un titulo—y que, por su intermedio, esti inscripto ep Elcorazdn de la relacién misma, Cuando ningiin instrumento de orden juridiea Hega # consolidar una identidad que debe ser cons- tantemente reparada utilizando la relacion mantenidia cu Jus otros, ‘cualquier perturbaci6n importante —en particular cuando afeets Jas relaciones privilegiadas con los individuos privilegiados que rea- Jizan la conexidn con ua grupo— puede hacer pesar une amenaza sobre el mantenimiento de Ia identidad y elevar brutalmente el nit Vel de incertidumbre con respecto al medio y la ansiedad de la perso- ‘na cuyas protreciones se han aflojado etbitamente. Piénsese, por ejemplo, en el caso de un maestro que Heya tardi mente a la enseftanza luego de haber ocupado un puesto en wna ex ppresa angiosajona.® Algunos afios después de su ingreso en ta profe- Sion es ascendido a profesor de inglés en un CEG (PEGC) [Collage @'Enseignement Général; Professeur d’Enseignement Général de Collagel. Pero en 1966, a raiz de una inspeccién, debe volver ala en- sefianza primaria, Entonces retoma sus estudios, obtiene un titulo Universitario de estudios Iiterarios en lenguas modernas y empren- de, alo largo de muchos afios, wna serie de trémites ante la adminis tracién académica, que termina por ofrecerle un puesto de maestro La informacion uilizeda proviene de cuntro.conversacianes oon Pl protagonis ta de cste can, de rvortos perodietion (en especial de articulos publicades en Le Monde) > del feb que Bt, David-Jeugnsu dedi al easo, del a ofreee una in arpretoctondistnta de In nuestra (Devid-Jougmens 1985), 319 auxiliar de inglés. Lo rechaza y reclams la anulaeiGa de la inspoc- cin de 1966, Bn 2974 publica y distribuye un pantfleto eon Ia for- ma de un folleto de dieciséis paginas en el cual injuria con nombre y apellida a inapectores y directores de establecimiento de su de- partamento. Despedido, apela ante el Conseja Superior de Educa ign Nacional y presenta un recurso ante el ministerio. Bn 1975, a los cineuenta y un afos, inicia una huelga de hambre. A su alrede- dor ce organiza un comité de apoyo, animado sobre todo por militan- tes maoistas, Ampistiado por el tribunal administrativo en enero de 1976 pero no reintegrado a au puesto, prosigue su huchga, que dura- ri neventa y des dias. Las manifestaciones de apoyo se mrultiptican. Por ejemplo, el 17 de febrero del mismo afio cuatro jévenes se enca- denan en et salén de pasos perdidos de la estacién Saint-Lazare. El 16 de febrero Jean-Pani Sartre hace un Hamamiento al presidente de la Republica, Poco tiempo después de la interrupcién de su huel- ga de hambre, todavia muy debilitado, P. comienza lo que él denom: na una wvuelta de Francia» y se convierte en una figura destacada del movimiento de docentes contra Ia inspeeein, que es apoyado por los SGEN-CFDT [Syndicat Général de Education Nationale-Con- fédération Francaise et Démocratique du Travaill y por ciertas ten- dencias de la PEN [Fédération de Education Nationale} como la Recniein Fmancipada. Bn aleunox ingnres congregn a varias cente- nas de personas, marcha a la eabeza de manifestaciones, brinda conferencias de prensa rodeado de universitarios e inteleetiales re- nombrados y se retine repetidas voces con Jean-Paul Sartre y Simo- ne de Beauvoir, quienes contintian déindole su apoyo, Lego el mo- vimiento decrece en intonsidad. P.rechaza todas las propuestas quo Je hace Ia administracién y reclama obstinadamente, como el pri- mer dia, la anulacién lisa y llana de le primera inspeccién, Continga su lucha, cerea de veinte atios después del comienzo del caso, ¥ escri- be sus memorias, en las cuales se propone denunciar fa omnipresen- cia de Ia francmasonerfa que, segtin cree, desempesis un papel pre- panderante, secreto y nefasto, no sélo durante sw caso (euyos princi pales protagonistas, inspectores, administradores, jueces, ete. eran, como por casualiad, francmasones), sino también a lo largo de toda, su vida anterior y, mas generalmente, en la historia de Francia, La perseverancia de P,, su empeno por obtener la anulacién pura xy simple de Ia primera inspeccidn en detrimento de cualquier otra Torma de reparacién, indudablemente se debe, en primer lugar, ala ansiedad por tener que demostrar, # Ja manera en que se aporta una prucha irrefutable en un proceso, su competencia en inglés, que se diferencia de la prueba consistente en manifestar, en las situaciones que asf lo exigen, su capacidad de hablar y escribir correctamente en 320 eee idioma. P. sabe que sabe inglés, pero no esté seguro de poder (ef, en eaperial, et libro de G. Aranda, L-Bval pidge —Aronda, 1972-—y la entrevista Gabriel Aranda por Jean-Paul Sartre en La Cause di Few DlesFaccuse, dciobre de 1972). El escendalo posts la propiedae parades de sr lune institucén de le vida politica que eontibuye a sa fancianamienteordinario al ‘Nompo que es eonsiderada, seats ima de aos aarifestaciones, come! producto ox ‘copetonal y manstrano de un mecanismn perverse 824 tura de la velacién singular mediante la eual el individuo pods fijar ‘su permanencia al vineularse consigo mismo por la mediacién de los ‘otros, arroja la sospecha sobre el eanfunto del medio social, que exe en la 'incertidumbre. Cuando baje Ia mascara del amigo aparece la figura del superior autoritario, autdcrata, del traidor, del arribista, cuando se devela su verdadero zostro y nos percatamos de que fui- mos engafiados, tras haberaos sacrificado en nombre de un afecto que ne era retzibuido, entonces ya nade puede ser tenido por seguro, Pues si el munde que se descubre es verdadero, entonces la felicidad que lo precedis y la manera en que el yo se preseataba en ella son slusiones. Sélo ai precio de esta duda puede mantenerse una ident dad estable, yun mundo engafiador es el precio a pagar para salva- gmardar un yo que no engatie. "Pero con eso no aleanza. Para restaurar la minima permanencia sin Ja eual nada puede ser reinvestido, ni siquiera otra relacién, la victima debe vincularse nuevamente cansigo misma conectindase con sit determinacién de «luchar, es decir, de negarse a reconocer la Gegradacion. Para conectarse eon su propia determinaciéa, hacerla, irreversible y conferirle el eardcter fatal de una necesidad objetiva, la vietima debe ligarse nuevamente, por medio de una especie de ju: ‘ramento en principio tacito y Inege cade vox mas explicite a medida que Jas resistencias enfrentadas y el hastie debilitan su voluntad y sobre todo la fe en su propia causa. Hste trabajo de rearraigo sigrue en Ja mayoria de los easos el trazado de un continuum que, anclado mas avd del lenguaje, va de la simple dramatizacién de un esto (co- mo cuando Horamos) & Ia formulacién séle para uno mismo en el cu- chicheo del fenguaje interior; a la formulacién para otro, en el modo de la confideneia, en una relacién singular y con una exigencia de seereto; luego a la enunciaeién para varios, clegidos en circulos cada ver més alejados y con Ie aceptacion tacita de la cireulacién de las palabras transmitidas en la forma del chisme. Vienen a continua- ciéa rambos mis intencionales y mas explicitos, en el sentido de que se deciden de antemano y no los suscita un abandone pasajero, pero a los que todavia se cree poder renuneiar porque Tos lazos que im= plican con otros no estén oficializados, tales como cartas ambiguas a tereeros, demandas ante amigos, ante amigos de amigos, consulta ‘con expertos, pero a titulo «privado»,o interpelaciones «oficiosas» a los poseedores de recursos colectivos (sindicalistas, representantes de asociaciones, ete). Luego, reasegurada la determinacién, pueden cobrar forma timidas protestas puiblieas, maneras diseretas de sus- citar la atencién de los otros sin reelamarls explicitamente y de ob- tener de ellos una adhesin esponidnea que allana a st vez el eami- no a lamamientos mis explicitos a la movilizacién, cuye aleance de- 325 pende, como hemos visto, del grado en que os intereses particulares de la defensa puedan disociarse de los intereses generalizacos de lx victima. En cada uno de los momentos de este continuum deben uti lizarse nuevos instrumentos para dar a la protesta una forma cade. vez més objetiva, es decir, eada vez mas independiente de la persona misma de aquel que la expresa y de aquel a quien se dirige, a medi- da que crece el mimero de los individuos participes en la confiden- cia, y su alteridad. Bs e1 caso, por ejemplo, de la ret6rica juridiea, que es, junto con la retériea cientifica, el lenguaje dela verdad, y que constituye en ese coneepto una de jae formas privitegindas por las cuales puede demostrarse, de mode indiscutible, que, mientras ei mundo es engnriador, la vietima no engefa al presentarse como tal. Este proceso muy general puede asumir formas particularmente repontinas y violentas cuando Ja intensidad de la crisis y el peinico que sucede al desmaronamiento de la identidad reclaman medidas épidas y desesperadas de reparacién; y, también (las dos van a me- nudo de la mano) euando la victima no es seguida por otros y las ge tiones correspondientes a las primeras etapas del trabajo de arraigo no encuentran en su entorno mas que indiferencia —si es que no suscitan, entre sus allegados, una forma de hostilidad © de ingwietud que aumenta su aislamiento (Goffman, 19735, pags. 313- 62; Lemert, 1967)—. En esos casos, ol Hamado a la opinién publica es decir, al apoyo incondicional ¢ indiferenciado de todos los de- mis, sean quienes fueren, eercands 6 lejanos, conocidos 0 deseanoei dos se eonvierte en uno de los tinicos medios de rehacer Ia objotivi- dad o, si se quiere, la realidad. -La cuestién consiste en saber si uno seré seguido», como ensefiaba J. Lacan a sus alumnos (demandén- doles que lo siguieran). «He ahi, en efecto —agregaba—, un elemen- to discriminante de lo que podemos Hamar la realidad» (Lacan, 1975, pag. 303). Pues ser seguido constituye una manera de restau rar el lazo social que, por la adhesidn de los otros, puede atin ligar al individuo a si mismo, Si lo siguen, podré «realizarse» nuevamente, En el caso de P. ese vinculo se restablece, al menos temporariamen- te, cuando obtiene la adhesién de Jean-Paul Sartre, encarnacién singular de la colectividad de los intelectuales, quien al apayarlo como amigo y sobre todo al incitarlo a eseribir, puede reinstaurar la relacién con el universo suténtico del saber puro y verdadero. El llamado a Ja opinién pablica, entonces, aun cuando se realice en condiciones desfavorables, nunca es una maniohra completa- mente desosperada. Sus posibilidades de éxito estin en faneién del grado en que los otros puedian reeonocer en la protesta de la vietima ‘un gesto y, més precisamente, un gesto politico, es decir, un acto des- tinado no @ compensar una pérdida individual sino a proporcionar a revelacion de una arbitrariedad hasta entonces ignorada y, de re- sultas, ahacer sentir su cozccién, Para ells es necesario que los inte- reses de Ja victima ccincidan con las expectativas de an grupo ye reunido, al precio de un trabajo de homogeneizavidn en torno de un interés constituido en To que tione do general, Io cual exige nuevas, operaciones de equivalencia para que pueda producirse el reconoci- miento mutvo, Lo vemos claramente, una vez més, en el caso de P., cuya lucha solitaria hace suya, después de nueve aiios, un movi- miento de protesta conducido por jvenes docentes secundarios, a menudo con cargos universitarios, orientado a aumentar su margen de autonomia profesional, antes de recser, algunos afios inds tarde, encl silencio y el aislamiento.? El contacto con portavoces de organi- zaciones con un alto nivel de legitimidad universitaria y, tal vez mas aun, con un publico—el de los encuentros en los cuales relata inean- sablemente su caso, ese publice cayos voceras Je dicen que se reco nocen en él, lo cual justifica que él se reconozea en quienes lo escu- chan—, conduce a P. a dar un nuevo sentido a su accidn, Discieme en su protesta dimensiones politicas que anteriormente se le esca- paban y que en adelante Jo superan. Estas dimensiones refuerzan atin mas eu determinacién dena ceder un milimetro, estoes, dice, de no abandonar un combate que no tendria el valor de levar hasta el final si no Io hieiera por otros. Como si él ge hubiera convertide en una causa ajena a si mismo. Para rehabilitar a quienes se exponen por su actividad denuncia- toria a la sospecha de anormalidad, incluso de locura, es suficiente con denunciar a su vez a la institucién psiquidtrica ¥ devetar, utili- zando los argumentos y las armas de los denunciantes, la arbitra- riedad de un sefalamiento cuya victima es el enfermo mental? Del miomo modo, Zbasta con denunciar Ia ilusién psicalégica o psiquia- ‘rica para fundar la validez do un andlisis que, al precio de una in- versién, ec propone supuostamente basar en una interpretacién so- ciolégica el cardcter bien fundado de las pretensiones de quienes, en sus reclamos, se presentan como vietimas? Creemos que el analisis socioligica de la persecueién no se Tleva a su término euando uno se contenta con mastrar que ese sentimienta, lejos de ser ilusorio, est4, 2 Pasa entender mio la relasin que ae cotahleis entre I proeata de Py los: vimsicntos organizados de profesore, y también ia eupiuea progresiva de esa velo ‘Gém, habrta que snalizar la evolucién del cuerpo docente entre 1968 y 1978 aproxi- tmadauente, comme Io hiciéramoe pars In éneeRanza eupericr cn loa aos 1960-1870 {Bourdioy, Boltanckd y Maldidier, 1972). Tembide habria que restaar le historia de Ben la larga serie de cates gurgids del seno de las instituciones de ensessnza da ‘ramta este perindo y estudiados por J-L, Devouet al menos en su origen, bien funéado. Oponer, come lo ha hecho Bd- ‘win Lemert en un articulo may importante, puesto que en él ataca- ba de frente un terreno monopolizado por Ia psiquiatria (Lemert, 1967), Ja srealidade de la conspiracion aa «seudo-comunidad eons. pirativae, segiin la expresion de Norman Cameron (Cameron, 1943, 1959), contribuye pese a todo a reproducir la oposicidn entre ln so. ciologia y la psicologt, concebida como oposicién entre lo real y lo imaginario, lo objetivo y lo subjetivo, ete. Como observa Charles Lidz (Liz, 1978), «tomar en serio» el punto de vista de quien es eata- Togado come enforme Uabelling theory) es una decision de método consistente en analizar, con les mismos instrumentos, los comporta- mientos y os entuncisdos socialmente definidos como normales y eo- zm anormales, en lugar de, par ejemplo, explicar los primeros por Jas coacciones dela situacién y los segundos por una disposicién per- manente y oculta del sujeto. Pero, evidentemente, nos estariamos ‘encerrando on la légica misma del proceso que nos hemos dado como objeto de estudio si entendidramos por ello, como suele sueeder, al ‘menos implicitamente una toma de partido por el perseguido (por ejemplo, en Mirowsky y Rose, 1988), En efecto, los mismos indivi duos cava provesta se trata do reducir mediante la acusacién de de- ssatino utilizan todos los recursos disponibles, inclsidos los cientifi- cos, para demostrar su lucidez, e nvocan a menudo, en la Tucha que Jos opone a sus enemigos, a sus jueces y sobre todo a sus médieos, angumentos de aspeeto sociolégico, « incluso, cuande la eonocen, Ia autoridad de esta disciplina. La dentincia de la violencia institucio- nal no basta tampoco para asegurar la proteecién de loa ioteresados —ciertamente ms urgente que los intereses del conocimiento-~, porque la critica indignada del control social y dela marcacién tiene, 5 el mejor de los casos, e! poder de reprimir, en la mala fe, losjuicios ordinarios del sentido eormtin, sin los cuales el veredicto de las ins- tituciones no pesaria demasiado, Pero, por no intentar comprender 1 logica, esa critica no los afecta en su principio, Se muestra por ello incapaz de affajar las eoaeciones de ia normalidad que limitan, en la vida cotidiana, Ja expresién del orgullo, ol desamparo 0 la disi- deneia. Sigue siendo jgualmente dificil rebelarse, e incluso reclamar justicia Para comprender estas conceiones, ee necesario en primer higar tratar de ostablecer Ins gramatioas que engendran los juicios ordi- narios, y quiad también a veces los veredietos de los expertos. Las configuraciones de la vulgata médico-legal (de la cual se encontrard tuna excelente bibliografia en Bantman, 1978), que se enseria ae tualmente a todos los que ejercen profesiones de asistencia y de con- trol sociales, tienen a menudo la evidencia do las buenaa formas 328 porque van al encuentro de un saber que preexiste a ellas. La psico- Iogia cientifica, en ese caso, redobla y confirma la

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