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050 IPA-REV 4-32 Poetas Mejicanos “) UN LIBRO DE GARLOS G. AMEZAGA (Hosiesase at Doctor Maxvs1 Dowtxevn) z Si Guyan no’ se equivoca cuando afirma que para emitir un juicio jecesario. simpatizar con lo que se juzga, nos estanfa mprender con cierta confianza este trabajo. HI objeto del libro de Amésaga y la personalidad literaria del autor son para nosotros igualmente simpaticos, Pooos, muy pocos de los jévenes que manejan la pluma en el Pera reunen las especiales condiciones de Carlos G. Amézaga. Circunstancias miltiples nos agerearon 4 él desde que ambos ramos muy j6venes. Hn junta con Luis H, Marquez, José Antonio Felices, Nicolas A. Gonailez, Victor G. Mantilla, Luis Ulloa, Carlos Alberto Secada, Abelardo Gamarra, Germin Leguia y Martinez, José Mendiguren y varios otros poetas, literatos 6 periodistas pe- ruanos, establecimos el Cireulo Literario de Lima, y, en la misma compaiiia, peleamos rudas batallas en pré de ideales artisticos mas nobles 6 mis nuevos de los que por entonces privaban en nuestra patria, En esas lucbas los hombres se muestran como son, y Amézaga se revelé de cuerpo entero, Hl primer rasgo caracteristieo de nuestro amigo es el de la movilidad, pero de la movilidad beneficiosa. Cabe decir de él, re- cordando el estudio de Gautier sobre Gerardo de Nerval, que vuela con las alas de su espiritu. Cuando no contaba afin veinte afios, visité la Argentina, iniciando entonces uua serie de viajes por (i) Este trabajo ing publicado por primera vez en 1806, pero su autor, Sinstancias amostras, se ha servido refunditio y proporeionarnos ast ln oeasion de ofrecer & Jos lectores de osta Roviste noticias Interesantes sobre Méjleo, pais que, eomo se: sabe, esti hoy de moda, : — 116 — toila América. Ha recorrido desde los Estados Unidos del Norte hasta el Paraguay. (2) Hombres y cosas de Méjico, Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile, Brasil, Uruguay ete., le son familiares. Todo lo ha visto, todo lo ha observado. Contra lo que, en .concepto del vulgo, pudiera esperarse de su temperamento de artista, es igual su interés por los asuntos lite- rarios que por los sociales y politicos. Apesar de su inquietud genial, no perteneco al nfimero de los postas visionarios. Ha sentido las crueles mordeduras del dolor; ha contemplado el especticulo que ofrece el hombre ahi donde se abandona 4 los caprichos de 1a eventualidad; ha podido medir el abismo en que se pretipitan los sofiadores inconscientes, que van dejando 4 girones su propia carne en los zarzales de la vida, y, con la energia de su naturaleza atlética, ha sabido substraerse 4 los peligros de los fautaseos extra-terrenos, La imaginacién lo arrastraria @ las re- giones de un ardiente idealismo, pero el raciocinio y Ja voluntad Jo sajetan en las tristes esferas de este mundo impenitente. Copia. segtin el conocido simil, aquellas plantas de hermoso florecimiento, que por nacer en ia cumbre de empinada montafla se rozan con el cielo, y que, no obstante, arraigan en lo més duro y sélido del planeta. Desequilibrado, loco, Laman algunos, en tono despreciativo al hombre que gasta el fésforo de su cerebro en coltivar el arte diyino de Apolo. No ven, en su midpfa intelectual, que, 4 la pos- tre, la obra verdaderamente perdurable es la obra artistica; que & exponsas ,de ella se mantienen cl prestigio y la gloria de las naciones, y que sin el arte el mundo semojaria enorme panteda en que no se conservara ui el minimo recuerdo de los seres y de las colectividades devorados por la tumba. Suprimanse las obras monumentales del arte, los grandes poemas escritos, pintados 6 esculpidos,y media historia humana se derrambard pavorosamente, ©) Amézaga estuvo aqui en ol ae 1895, y, 4suregreso & Lima, escribid en Bl Oo- ode la misma cidad un estudio muy elogioso, y por consiguiento muy jere, para el Paraguay. as — 17 — qnedando sélo en pie las espectrales sombras de matanzas y ori menes inanditos. Con el atrevimiento do Ja ignorancia, avergonzalos de su nuli- dad 6 temiendo ol castigo 4 sus maldades, procuran los denosta- dores de la poesfa, 6 del arte en general, presentar al artista como 4 un er enfermo, morhoso, que ni nociones tiene de las exigen- de la vida. jLibrelos el destino de caer en manos de alguno de esos visionarios que, como Milton, asesore 4 un reformador de cias la talla de Cromwell; qne, como Julio César, entretenga sus ocios de tirano en buscar ritmo para sus estrofas, 6, viniendo 4 este nuestro escenario de América, que, como Julio Arboleda, arranqne notas 4 su lira 4 la par que fusile 4 sus enemigos. Amézaga seria uno de los sofiadores temibles para malvados y necios. La virilidad de su cardcter se traduce en este cnar- eto, citado ya por uno de nuestros mas eruditos y habiles litera “tos, 4 la vex que hombre de ciencia, por Pablo Patrén: Fuerza extrafla mo empuja, y no te espante, mafiana estos anhelos ver cumplidos, de triunfar, aunque sea agonizante, aplastando cabezas de bandidos! Y quienes sepan algo de Ja vida politics del autor de Qacius no osarfin poner en duda la sinceridad de los versos citados. Amé- zaga ha combatido, con la pluma y con laespada, empleando iguales hrios en los campos de la idea que en los campos de batalla; su fama de poeta recorra hoy la América cdn celeridad que lo honra ¥ su valor militar y efvico han tenido recompensa en la consecneiéa de un alto grado en el ejército y de una curnl de dipntado en el parlamento necional, El equilibrio de las facultades intelectuales de Amézaga guarda armonia con la robnstez de su organismo, 6 mejor, es frnto de robustez, Y tanto cuanto equilitrado, es Amézaga original, De él pueda decirse que acufiamonedas con su busio, como se ha dicho de) autor de Flores del mal, Debiendo advertirse que sn busto y toda su persona y hasta su mismo traje son originales también, Aunque descendionte de la mis pura raza espafiola, pasarfa como el filtimo de lcs abencerrajes, segiin Ia ie expresion de lucha politica, y viste, 4 lo menos cuando. r. Adolfo Reyes, uno de muestro compafieros de side en el Perd, un vestido excepcional, de corte invariable. ia confeccion de sus trajes, asf rara, no es obra de vanidosa pre- suneién, como no Io es la forma, igualimente rara, que snele dar , Bs cnestién de indiosincracia, Hxiste en ese tempe- en medio del ambiente A sus ver ramento una fuerza que Io impulsa & seflala en que se desarrolla Hay hombres, escribe Gautier, amanerados por naturale erfa pura afectacion y como una especie de arfan esforzarse y violentarse lez quienes Ia senc amateramiento 4 la inversa. Nece' mucho para ser sencillos > «Las circunvoluciones de su cerebro repliéganse en tal forma que alli las ideas se retuercen, se enredan,y arrollan en espirales, en vex de seguir Ja linea recta. Los persamientos més complica dos, més profundos y sutiles son los primeros que lds asaltan. Ven las cosas eegiin un dngulo particular que altera su aparienel ¥ perspectiva. De entre todas las imagenes, las que principalmente los impresionan son las mwas raras, las que més caprichosamente: se alejan del asunto tratado, y saben unirlas 4 su trama mediante uh hilo misterioso, que"al momento descubren ». Asi esti hecho el elaire, con quien el espiritu de Amézaga, como lo estaba el de Ban autor de Poctas Mejieanos tiene puntos de contacto, Hl equilibrio dé sus facultades mentales no lo rompe Ambsaga de ninguna suerte, Rechaza todos los excitantes. Cousidera, como Balzac, absurdo entorpecer las funciones naturales de sw cerebro sia, Hasta el café, hasta la bebida favorita de déndoles vida fictic Voltaire, Jo ha proseripto nuestro poeta. De af, sin duda, que su poesia, multiforme a la manera de las pintnras de Guys, ofrezca sin embargo una tonalidad de vibraci jantes. Al creer con Dumont que el humorista es el escritor enya mente se abandona 4 los més caprichosos fantaseos, vagando de lo triste & lo jocoso, de lo bajo 4 lo Sublime y enlazando los més lejanos objotos, no trepidariamos para inciuir 4 Amézaga entre los congénores de Juan Pablo, Swift 6 Sterne, mes andlogas, siempre pu- — 119 — Patron, en el prlogo que escribié para Cactus, hubo de setialar como un defecto de las producciones de nuestro amigo, esa mezcla extrafla Ge lamentos y carcajadas, de hondas lucnbraciones y chistes, de afectos puros y de rencores . Pero es que aquel habil critico clvid6 al escribir su trabajo, y no obstante su vasta cultura, que precisamente cn esa variadisima modalidad de las producciones que analizaba, se cifre_y compendia la personalidad literaria del autor, y que tal modalidall os, en sentir de muchos estéticos de fuste, lo que constituye el verdadero humorismo. El gran crimen, Yo también, Mis muertos, La historia de la enpa, y hasta el cuadro de costumbres nationales titulado Un inde- finido, cazrian en cierto. modo bajo la denominacién grafica de Ritcher, que con tanta oportunidad recuerda un aprovechado disci- puio de nuestro eminente catedratico doctor Alejandro 0. Deustna en su tesis ZI humor en el arte y como doctrina filosdjica.- Bl humor, gepite Castro y Principe, es ava ley inversa, es eomo el ave Merops, que se eleva al cielo mostrindole la cola. Amézaga no seredité deste los baneos eseolares sus sobresa- lientes aptitudes. No fué el alumno ganador de premios, enviado al torneo de los exdmones para conquistar reputacién 4 sus maestros. Se mostré siempre rehacio 4 la disciplina escolar, y mientras sus compaileros trasudaban en el aprendizaje, al pie de la letra, de lecciones kilométricas—jlo eran entonces!—6 en la solucién de intrincados problemas, él se entretenia én disefiar bugues 6 en caricaturar, con ya experto lépiz, 4 los tipos que excitaban su yeua de hnmorista precoz. Hn tavto, fuera del cartabén escolar, imponfa 4 su inteligencia trabajos improbos. A los siots afios habiase leido toda la Biblia y componfa versos que el ilnstre padre de nuestro amigo se negaba 4 aceptar como prodneciones originales del hijo, suponiéndolos copia 6 reminiscencia de leeturas clandestinas, Y este es otro de los aspectos en que Amézaga se identifica con Baudelaire. El mismo Gautier dice dei autor de Paraisos artificiales: . Los compatieros de Amézaga en su “primera época de esoritor, Jos que se asociaban con 6] en las labores del Cirewlo Literario, erefanlo, salvo contadas excepciones, poseedor de una inteligencia poco cultivada. Tmaginabanse quela inguietud y ardor de sucon- socio se oponfan al estudio tranqnilo y 4 la madura_ teflexién. Muchas polémicas sostuvimos para destruir esa idea, y las gmejores de nuestras pruebas eran Jos trabajos de nuestro compafiero, en los cuales se descubre sigmpre al pensador y al estudiaso, Hasta entre genes ilustradas priva el concepto do que el hom- bre locuaz, franco, comunicativo, no pnede ser un hombre de genio 6 un hombre de estudio. Confunden cualidades muy apreciables, pero subalternas, de ciertas razas con las manifestaciones fundamen- tales de la psique. De abf que algunos sin més talento que el de permauecer eternamente mudos, solemnes como tna esfinge, pasen por notabilidades, dando por supuesto enorme chasco apenas ocurre el caso de qne demuestren practicamente sus aptitudes. El bagaje literario de Amézaga—aumentado oon el libro Poclas Mejicanos, su aplandidisimo drama Juex del Crimen y sn pooma no menos aplaudido Los Wifios—es ya muy abundante, Pero esto no satis- face la ambicién de triunfos y de gloria que mueve 4 nuestro amigo. En sus arrebatos de patriota sueiia con la total regeneracién det Pera. Y si el sacrificio de su persona fuera necesario, nos Pareee que la sacrificaria, TE altruismo lo domina casi con la misma fnerza que 4 su padre, don Mariano de Amézaga, uno de los pensadores mis vigorosos del Pert, On a — 121 — Pero no haya miedo gue el cantor de Gran pretenda reali- tar st obra por medios violentos 6 absurdos, pues como hemos dicho, vive la vida real y sabe que estrellarsé no significa vencer. Yale mis derribar nna piedra de la Bastilla que remontarse 4 las montafias de Ubeda, No es tampoco Amézaga un Boisard que gaste sus energfas en fiitiles entusiasmos. El diledante no supedita al artista, Sus facul- tades consagra, antes que 4 la asimilacién de la obra agena, al mejoramiento de la propia. Menos inewrre el antor de Cacius en el pecado de pagar tributo 4 las novedades enfermizas que alientan en la, literatura finise- cular, ni se detiene en la composicién de melosas cantilenas erdticas, apesar de no ser insensiblo 4 los atractivos de la mujer 6 4 las ex gencias de un corazén apasionado. Cuanto 4 lo primero, se ajusta 4 la prictica de Bdgar Pée, observando, como aquel originalisimo y malaventurado vate, su poética propia; y cnanto & lo segundo, proced en armonia con Gmerrini, es decir, hace segtin la expre- siGn de’ Carducci, un poco de patologia de la condiciéu morbosa en que ha caido ultimamente el amor. Y no se piense por aquello de la inquietud, la locuacidad etc., qne la labor de Amézaga sea precipitata, Mas bien se resiente de lo contrario, Nuestro amigo confia en la fecundidad de ia pereza, ¥ no quiere sacrificar 4 una cosecha prematura la fuerza del terreno en que siembra, De criterio equilibrado, comprende qué un aborto no es un parto, y nye de esas actividades de ardilla quo concluyen por la desesperante inmovilidad de la tortnga, Quien se desbarranca no catina, y tras la luz pasajera del incendio s6lo quedan escombros. Ha explorado diversas sendas en los dominios del arte con la pacien- cia y las precanciones del minero que catea la veta de oro. Por todos los vericustos del rico mineral va dejando cifras que recnerdan su trainsito, pero teniendo en alto la lampara de su inteligencia, se propone Hogar al fil6n codiciado. Amézaga presiente que sn gran escenario es el dei teatro, y, hoy por hoy, s6lo se preocupa de allegar material para sus obras dramiticas. Posee esbosos admirables. La alborada anuncia espléndida irradiacidn de colores para el mediodia. Digital fr — 122 — I Dos consideracioues primordiales sugiere la lectura de Poctas Mefieanos. Se piensa, sin tardanza, en las dificultades vencidas por el autor para impedir que la monotonia malogre sus estuerzos y on la singular abundancia de Ja produecién litararia de Méjico. Ardua tarea es, efectivamente, la de juzgar 4 més de cincuenta poetas, sin incurrir en repeticiones cansadas, imprimiendo, por el contratio, colorido propio, novedad, gracia é interés palpitante 4 cada uno de los capitulos de la obra. Amézaga, lo declaramos sin reservas, ha triunfado del escollo. Ha revelado, una ver més, la Guctilidad de su espiritu y la extensién de sus conociinientos. Poetas Mejicanos aparejan el mejor tostimonio de cuanto hemos Gicho en la introducién de este trabajo, Basta leer el libro para conocer Ja personalidad de nuestro compatriota. Al retratar 4 los bardos de Méjico en su ‘doble caricter de hombres y literatos, se ha: retratado, por extrafio concierto de circunstancias, 4 si mismo, El empefio que ejercita para salvar de responsabilidad 4 prosun- tos enlpables como Diaz Minén, el amor con que se ocupa en la obra de Acufia y el entusiasmo que despierta on su dnimo la Reforma, sobvan para acentuar la fisonomia de Amézagy. Se vo claramente cual es sw credo moral y cual es su credo literario, sintiéndose uno arrastrado 4 secundarlo hasta en aguelios puntos més controvertibles, Crece el mérito de la obra Ievada 4 cabo por Amézaga’ si se considera que su libro es esencialmente critico y que en po- cas ocasiones un poeta ha acertado en este terreno, de anyo espinoso. Aunque, en homenaje 4 la verdad, debemos repetir que en nuestro compafiero predominan las facultades analiticas, y que por este motivo su poesfa no abunda en arranqnes de lirismo impetuoso ni sobresale por el brillo de la expresién, sino que se hace aprecia- ble, antes que todo, por la valentia de la frase y la solider del “concepto. Si se pudieran fundir eu uno los ingenios de Horacio y Juvenal, para derivar de ahi el modelo de una escuela literaria, dirfamos que la poesia de Amézaga, nutrida con los jugos vitales de este = 123 — siglo de tucha, de vacilacién, de ideales arrobadores y de mons- fruosas aberraciones, se inspira en aquel modelo. La vieja cuestion de si el artista que produce puete'ser ala ver el critica que juzga queda asi climinada, sin necosidad de acndir & los distingos invocailos siempre que se ventila este complejo tema. Permanezean tran- gnilos, que no ha de turbirseles para nada, desde Boileau hasta Zola, ¥ deste Géethe y Schiller, que con sus Xenios revolucionaron la Alemania literaria, hasta Bourget y Valera, Ruskin 6 d’Amicis, en quienes el talento critico no amengua Ja potencia creadora. Verdadero Proteo muéstrase Amézaga en Poetas Mejieanos. Hay en sus paginas desoripciones bellisimas, lenas de calor y de tus; uarraciones de verdad y sencillez encantadoras, y didlogos perfec- tamente sostenidos, en que se descubre al literato afecto 4 la dramaturgia. La prosa es limpia, correcta, y los razouamientos filos6fieos, que campean por todo el libro, de una audacia y de una concisién sorprondentes. Algo‘habriamos dado porque en Ja fuctura no aparecieran las trasposiciones que tanto gustan al autor, hasta el punto de con- yertirse en wna especie de mania, que puede, sin embargo, expli- carse por el afin de dar cufonfa y rotundidad & la prosa, El ofdo del poeta se impone. Sacrifica con relativa frecuencia lo terso 4 lo eadencioso. De diez y siete capitulos consta la obra, y todos estin exor- nados con la reproduceién de los més bellos trozos de la poesia mojicana, obligéndonos 4 admirar, como hémos indicado, la exube- rancia de ella, bien que no se compadezea con su variedad. Injusto 6 temerario encontrariamos sostener que los yates mejicanos no son, en lo absoluto, originales; pero, en cambio, so advierte que casi todos se inclinan 4 pulsar las mismas cuerdas de la lira. Las notas ligeras, picarescas, aladas, ge vibran en el epigrama 6 en la sfitira, que revolotean como mariposas tornasoladas en medio de Jos jardines de Ja vieja poesia helénica y latina, no existen para Jos mejicanos. Son més afectos 4 la meditacién y al lanto, que no al tumulto y 4 la risa, -Recorriendo sus versos queda algo asi como un dejo amargo de la vida, un desconsnelo y un vacio que conducen § la mas honda melancolfa, @ la nostalgia de otros ho- igresemeessses — 124 — Tizontes y de otros mundos. Y en esos momentos se dostaca la pilila silueta del infortunado Acufia, y se comprende mejor que nunea la causa originaria de su trigico fin. Los rosados y violaceos tintes de la aurora; los igneos orepts- culos vespertinos; el plateado y sugestivo mayo de la inna; el rumor de Ja fuente cristalina; los matices caprichosos de Is entreabierta nte 6 inartioulada do los canoras. pajaros; la brisa cargada de perfumes de la estacién primaveral; las volup- tnosidades de la mujer enamoratta; los ardorosds besos del amanta; flor; la melodia creci la angelical sonrisa del recién nacido; los deliquios de las caricias maternales, todo lo alegre, todo lo tierno, todo lo que incita 4 vivir, se oftece 4 nusstra contemplacién ahogado por el sordo rumor de una 4 manera de caravana finebre, de agitacién de in- menso cementerio en dia de difuntos, 6 aparece como envuelto en enermo crespén de colores tétri negros, por entre los cuales asoma la aterradora cabeza del Pesimismo, Provoca gritar con el grito agénico de Gosthe: Jax, mds lua! Por eso, sin dnda, en esta Gpoca, en «jue nos complace el es- pecticulo de nuestro propio dolor y abondamos nuestras heridas con una erueldad salvaje, hundiendo sin pieded el escalpelo on cuanto es susceptible de anilisis y de investigacién, la poesia me- jicana se abre camino y seduce 4 inteligencias cual lade Amézaga, qne se burlarfaa de las anacreénticas y reivianse de los madrigales, ereyendo razonahlemente que sn tiempo ha concluido, Bl hombre os, obseun esté de pie en los umbrales de la*verdad; la cieacia lo empuja para que siga avanzando, y no se presume siquiera lo qne va 4 encontrar al dar el Gitimo paso. Ante tan formidable espectativa Ja risa se cambia en geato de angustia, Duéleve el autor de Poeias Mejicanos, en et primer capitulo de su obra, de que en América nada se haya adelantado—aparte los Estados Unidos del Norte—en el camino del desarrollo material: mientras faltan industriales, comerciantes, descubridores, politicos, superabundan poetas. Al claro talento da nuestro amigo no era dable que se ocultara la razén de este fendmeno, Para enunciarla apela 4 una frase muy intencionada. Dice que , La figura es exacts. Las raza’ conqnistadoras de América se encontraron, al invadir este continente, con una naturaleza pletd- rica, que desbordaba vida; riea en toda clase de productos, desde los més humildes hasta los més nobles; desde la patata y la mandioea hasta el cacao y la quina; desde el carbén y el plomo hasta el oro y el diamante; desde la esbelta lama y e! resistente mborebi hasta el dguila caulal y el fiero puma; desde el antro- péfago habitante de la intrincada selva hasta el inca coronado, jefe y sefior de extensisimo imperio; desde la mfsera y frégil choza hasta el suntuoso y s6lido palacio, Bl cuadro que hitié su vista hbo también de desinmbrarlas, la magnificencia de estas regiones debié causarlas nna impresion mezcla de arrobamiento y de estupor. Los delirios de la mente, que al cabo no son sino verdades agrandadas 6 dislocadas por una tensién enfermiza, jamis llegaron 4 forjar las maravillas quo aii, en este mundo americano, eran reales y tangibles. Lanzaios en el colosal escenario de América, los espafioles, 6 sus hijos, imitaron precisamente & las aves canoras que se ense- fiorean de Ja floresta, Bu sus transportes de felicidad se sintieron impelidos & cantar, y cantaron sin regla ni medida, copiando en realidad & aquellos pijaros que repentinamente se encuentran libres, en medio de las bellezas del campo, rodeados de rbolea, flores y cascadas, avariciados por la Inz “y los perfumes, y, ra- diantes de dicha, inundan los aires con sus arpegios. Amézaga no ha podido reprochar, por consiguiente, 4 los mora- doves de América, ni creo baya sido esa su intenciéa, que se consagraran con tantos brfos, con tantisimo ‘empefio, al cultivo de la poesia. Menos se concibe ese reproche en quien gasta filiales argumentes para devolver Hspafia glorias y prestigio. Si el ex: ceso de potas ba irrogado males 4 la América, esos malesilse remontan & la metrépoli. Plausible tarea la que llena nnestro compatriota al procurar una reaccién en favor de la nniformidad del lenguaje americano, ya que no de una pnreza odiosa y pedantesca en el idioma do — 126 — Cervantes; idioma que nunca fué puro y que, cual todos, encnen- trase sometido 4 cambios y progreso. Nuestro amigo aduce funda- Mentos en pré de su doctrina que no admiten réplica y vienen 6 robustecer los que nosotros adujimos en un trabajo andilogo. s Ienguas cultas y ricas, como los metales preciosos, no admiten aleaciones que las desnaturalicen completamente. ;Por qué ; del oro espafiol hemos de hacer una mezcla absurta con el hierro * -y el plomo de otras lenguas que le son inferiores? Aumentémosie sus quilates, pero no tengamos la torpe complacencia de rebajarle hasta el punto de que’ se le rechaze por inservible.» Esta es, en sintesis, la teorfa de Amézaga. Con la misma independencia de criterio y con ignal valentia se trata en Poetas Mejicanos otros temas espinosos. Admiran la pre- cision y claridad con que Amézaga resuslve, asi como de pasada, incidentalmente, algunos de los problemas més dificiles que hoy | Preocupan 4 la homanidad. Es tal la importancia del libro en el particular, que no trepidamos para augarar que por este solo con- cepto se haré viable, aumentando la justa nombradia de que goza su autor. TI Be posible, 6 nd, la originalidad del arle americano, y, siéndolo, en qué consiste ella? Qual de tas divisiones ideadas por los reléricos en lo tocanle a escuelas lilerarias es aceptable? ‘, eBviste on realidad eso que los poetas han dado en Uamar ia ensta. desnudex? eTienen motivo los americanos para desdefiar & la antigua mex Wrépoli espattola? La civilixacion favorece 6 amengua ol desarrollo de las raxas conquisiadoras? Deb el eseritor que se ve agredido torpemente por sus ene- | mMigos aceptar impusible la ofensa que se le infiere, 6 vepeler ma- Terialmente, por ‘medio de ta fuera, la agresion de que es objeto? eAsiste, 6 n6, derecho al hombre para disponer de su vida, acudiendo. en ciertos extremos al suicidio? ee a oe A popeneat st Gt i is gt is Bara. 2 Hay excusa verdaderamente aceptable para el tiranicida? 4s acaso el matrimonio indisuluble la forma de union sexual que mis gurantixa la moralidad? ‘Potlas estas tesis, tan variadas cuanto trascendentales, y otras més, de caracter secundario, plantea Amézaga, y en parte desarrolla, en el curso de su trabajo. Muy lejos nos evaria, como ha de comprenderse, el estudio de tales cnestionés y la confirmaci6n 6 refutacién de los temas sustentados en Poetas Mejicanos. Para realizar labor semejante so- via preciso escribir un libro igual si no mis voluminoso que el de Amésaga, y todavia necesitariamos prescindir de su objeto primor- dial, puesto que nuestro amigo trata de aqueilas tesis como de simples incidentes, bien que lo efectia en la forma atinada y anilay de.qne hemos hecho mérito. Los timoratos 6 los que especulan mintiendo asombro y armando esedndalos ante la enunciacién de verdades existentes en Ja con- ciencia universal y robustecidas por el juicio sereno é ilustrado de vigorosas inteligencias; esos fariseos de la ¢iencia y del arte decla- rain guerra sin cuartel a las doctrinas de Amézaga, y serdn capaces de pedir Ia condenacién perentoria de sn obra en nombre de no sabemos qué absurdos principios 6 egoistas y torpes conve- niencias. Jamas fné la In del agrado de los buhos, que sélo viven en misterioso contubernio de tinieblas. Amézaga se adelanta al peligro. En el final de su obra escribe: «Verdad, seflores mios, tal vez he sido jmprndente, Pero ges la prudencia el titulo que més honra los eseritores? Lleno estas paginas, lo sé, para contadas personas que, como yo, encuentran indigno el gastar la vida en formas hip6critas. Cuatro dias mise- rables de vida empleados en ocultar lo que pensamos y lo que sentimos son, por otra parte, un negocio demasiado torpe, que yo no sige.» Para ua criterio imparcial, para un espiritu bien puesto, para iva conciencia honrada, Jas palabras que acabames de transcribir aleanzardn todo el valor de un himmo 4 la verdad; 4 esa diosa & quies tantes adulan, pero 4 quien los més vilipendian, La necedad y el crimen se sublevarin siempre contra los e: fores veraces, porque es ley humana procurar substraerse al castigo — 128 — de la culpa cometida; mas la virtud y el mérito de los que ma- nojan una pluma consisten en saber afrontar las iras de los malos para obtener asi el aplauso de los buenos. Hn todo caso, debemos luchar en préde lo noble y de Io bello, que no de lo bajo y de lo feo. «Rompamos el pacto infame y ticito de hablar 4 media voz. Dejemos la enerucijada por el camino real y la ambigiiedad por la palabra precisa, Al atacar el error y acometer contra sus secnaces no propinemos cintarazos con espada metida en la funda; arrojemos estocadas 4 fondo, con hoja libre, limpia, centelleando al sol, » «Venga, pues, la verdad en su desnndez hermosa y casta, sin et velo de la sitira ni la vestidura del apélogo; el nifio delicado ¥ la mujer meticnlosn endulzan las orillas del vaso que guarda el medicamento herdico, pero acibarailo; el hombre apa de un solo trago la mas amarga pécima, siempre que encierre vida y salud, » « «Seamos verdaderos, aunque la verdad desquicie una nacién entera; poco importan las lagrimas, los dolores, los sacrificios de una sola generaciGn, si esas lagrimas, si esos dolores, si esos sacrificios redundan en provecho de cien generaciones. » «Seamos verdaderos angie la verdad convierta al globo en escombros y cenizas; poco importa la rnina de la Tierra, si por sus soledades silénciosas y muertas Sigue retumbando eternamente el eco de la verdad.» Estos consejos de sublime sincillez, que recnerdan la soberana firmeva de Socrates, no han podido olvidarse por la generacién que los recibié de boca de Manuel Gonzilez Prada y compartio con 61 las victorias de la verdad y del arte. Amézaga permanece fiel 4 sn escuela. Contintia creyendo, hoy como ayer, que la vida no vale la pena de gastarse en farsas y embnstes. Su lonrades ing6nita lo obliga & caminar, erguido, por camino recto, Quedeé otros el triste placer de consumir Ja existencia en contorsiones de clown y genuflexiones de esclavo para poder andar por entre lodazales ¥ enerucijadas, eo oy eae oS tpg Lua eritiea que consagra Amézaga 4 los poetas mejicanos se balla de acuerdo con las mas adelantadas teorias cstéticas. A fin do que el juicio que emite sobre cada uo de los autores estudiados no se acoja con desconfianza, y comprenda todas las fases posibles, se hace cargo de la personalidad completa de ellos J del medio ambiente en que se mueven, 6 se han movido, De ahi que el libro Poelas Mejicanos sea, al par que un libro de eri- tiea literararia, un libro de sociologia, subordinandose en esto 4 los procedimientos de Taine, El lector que sepa penetrar en lo que lee y dominar la materia tratada por el critico, encontraré en Poelas Mejicanos copiosas nuti- clas 6 informaciones interesantes que lo ayudarén 4 conocer 4 fondo la nacionalidad 4 que pertenecen aqueilos poetas y 4 darse cuenta de jas evolnciones operadas en la tierra de Moctezuma y de Jnérez. Iuteresan bajo este concepto, principalmente, los capi- tulos destinados 4 Prieto, Altamirano, Ramirexs y Riva Palacio, escritores los cuatro que han influido con mayor eficacia tal ven en la politica’ mejicana que ea la suerte de ia poesia, pues si con- tribuyerou 4 revolucionar las letras, mas radical fué la revoluci6n que consumaron en las institueiones piblicas. Prieto no es inferior asesorando 4 Juarez en la campafia de la Reforma y salvandole la vida en Guadalajara, que escribiendo su famoso Romancero, curso de historia patria dictado en verso para las generaciones futuras, segiin el pensar de Amézaga. Altamirano, peleando contra los franceses, venciendo en Tierra Blanca y los Hornos, asistiendo al sitio “le Querétaro y comba- tiendo, sin tregua, preocnpaciones y crimenes, elvase 4 mayor altura que cantando al Atoyac 6 rememorando glorias conquista- das, en parte, por el empnje de sn brazo y la amplitud de su talento. Vacilarfa cualquiera para resolver si Ramirez vale més al Mevar 4 cabo la ley de 5 de Febrero de 1861 y remover desde su base la constitueién politica del pais, para coadynwar en segnida al adelantemiento de la ensefianza piiblica en todlos sus ramos, que cuando compone sus hermosas estrofas, en que hay acentos de guerrero y palpitaciones de apéstul, en ite parecen confundirse rugidos de le6n y arrullos de paloma. = 180 Y Vicente Riva Palacio ha prestado, @ no dudarle, mAs alto servicio poniendo término f la invasi6n extranjera con la captura de Maximiliano y mantoniendo sin flaquear el brillo de su patria en los torneos de la diplomacia, que ostentando. las galas de su ingenio y de su erndicién en delicadisimas poestas y concien- miios trabajos hist6ricos, Sole 4 nueve poetas consagra Amézaga eapitnlo especial. A los demas los’ estndia por grupos. Se advierte, si, que maigrado la imparcialidad de sns juicios, dispensa algo de afecto fraternal 4 Manuel Acufia, Salvador Diaz Mir6n y Mannel Gutiérrez Najera. Y ello seexplica, El temperamento de nuestro amigo tiene més afi- nidades con el de estos poetas que con los otros de Méjico. Muchos afios se ha considerado evidente que el suicidio de Acufia sa debié & contrariedades de amor, Amézaga pone esmero ex probar que tal creencia descansa en una fibula do invencién vui- gar, si no malévola, y cita kechos en gpoyo de lo que afirma bastantes para convencer 4 clantos no se dejan ofuscar por los mirajes del romanticismo. Mortifiea que un episodio de tragicos earacteres novelescos, en.que el Amor tifle por millonésima ves sus dedos de afahar en la caliente sangre de un suicida, se desvanezea casi por completo 6 se esfume en las penumbras de la duda, Pero si el cantor de Rosavio no se mat6 por esta mujer, tuvo en cam- bio, hasta en su postrera resolacién, caprichos crneles de artista, Hscogi6 el eyanura de potasio para producir la mortal intoxicacién. Hse veneno, cuyo envase ostenta la imagen de ia muerte, fué el que sedujo al vate infeliz, -¢Sufrié Acufia la obsesi6n de aqnel cnadro siniestro, 6 quiso que asi como el cyanira de potasio disuelve al oro, al més codiciado de los metales, sirviera también para arrebatarle la vida 4 él, al mas inspirado de los cantores de su patria? Dediicese del estudio de la literatura de Méjico, no obstante el easo deplorable de Aeniia, que el vigor de la imaginaciéu y Ia ro- buster del estro poétien no rifien con las cualidales exigibles al guerrero y al estadista, sirviéndoles, por el contrario, como precio- 808 auxiliares para su ojercicio. El hombre capaz de entregarse 4 los esparcimientos literarios después de los horrares del combate 6 durante las agitaciones de la vida politica, no corre el peligto de ieee — 131 — sufrir explosiones injustificadas de furor bélico 6 despética intem- perancia. A una inteligencia elevada y una cultura sélida es. l6gico suponer que responda 1a conducta racional. Y en Méjico no sélo los estadistas y los guerreros han comer- ciado con Apolo y departido con las musas, Abi los, ardientes rayos de la poesia contribuyen disipar las obscuridades de la ciencia y atenuar Ja frialdad de los guarismos. Las matemiticas inspiran 4 Porfirio Parra el mas aplaudido de sus cantos, vistiendo por primera vez el ropaje aered del arte esas implacables tortura- doras de los imaginativos. Ho la privilegiada tierra del Anahuac, poetas como Acufis, Parra, Peon Contreras y algiin otro que no recordamos por ahora, han podido realizar proeza semejante 4 la de aquel personaje de la leyenda germénica que en los antros mismos de la muerte calebré su desposorio con Ja mujer de suis ensuefios. Esos ilustres bardos, inédicos todos, tras de rasgar en el anfiteatro las carnes descom- puestas del cadéver 6 investigar en las ocnltas visceras el proceso de mortales dolencias, visten eu el bufete del escritor con ttnica virginal sus pensamientos de poeta y Janzan 4 disearrir su fantasia por Jas ignotas esferas de lo ideal. Reproducen en compendio la misteriosa labor del Universo: en las ‘lobregueces pavorosas de-la tumba busean claridades de aurora y trnecan los espasmos de la agonfa en netviosas agitacioues de alumbramiento. Su imaginacion se nutre con la savia del dolor y de las miserias humanas, asi como la tierra cobra nuevas fuerzas con,el abono de organismos en disolucién, asi como el fruto mas sabroso y la flor mas. perfu- mata prodicenlos el Arbol y la planta que se alimentan con la carrofia. Deliberadamente coloca Amézaga en postrer lugar el. capitulo que corresponde 4 Salvador Diaz Mirén. No se oculta al autor de Poets Mojicanos que procediendo de esta manera remata bien su hermoso libro. Para que resalte mas la oportunidad en la distri- bueién de ios capitulos se aprovecha de los episodios, terribles algunos, que refiere en el final, y pelea batallas campales en pré de los fueros del escritor. Rntonces es que Amézaga truena contra los de periodistas y poetas, contra los que suponen corregir el abuso de la libertad de imprenta exterminando al .cul- BY ated Cri — is2 — pable, sin tomar en consideraciéu que el mal no se radica en eb escritor mismo, Deséquese el pantano y moriré el microbio. Aré- jese al rio Ia bestia en putrefaccién y los cuervos abandonarén la tibera. Bafiquese al pueblo, levéntese el nivel moral del ciudadano, ensinchense los horizontes intelectuales de la nacién y lo demas yendré como conseonencia Iégica. Varios parrafos dedica nuestro compatriota 4 la debatida cuestién de las escuelas literarias; y piensa como pensaba al respecto Praia cuando eseribia, de acuerdo con el pobre Verlaine: ;Cudntos poetas podran aco- meter este trabajo, que es el trabajo de los decadentes y cuya siniple exposicién demanda las fuerzas de un Gautior? Lo que pide alientos de gigante no s9 alcanza con hipos de pigmeo. Amé- vaga, que no siente el desdefioso optimismo de Gustavo Planche, se indigna ante la presuneién de ciertos audaces imitadores, cuando lo tinico que deberia hacer era reirse de sus infantiles preten- siones, Dejemos 4 los nifios terribles internarse en el bosque de su falso decadentismo persiguiondo leones y panteras, escuchando alaridos de tempestad y parando dardos de gnerteras vingenes. Puede gue alli los sorprenda aigana mona enamoradiza y los Meve 4 compartir con ella las dulzuras del télamo salvaje, para qne renuucien 4 sus vatios achaques de morbosas innovaciones, No ha olvidado el autor de Poelas Mejicanos — que olvidarlas habria sido pecado imperdonable de descortesia y de injusticia--A 4 fas mujeres que en la tierra de Mocteztuma comparten con el hombre los laureles de la poesia. Lo mismo en el capitulo con- — 134 — sagrado 4 sor Juana Inés de la Cruz que en otro muy importante del libro, y de exquisito aroma feminista, Amézaga trata de poner en relieve los merecimientos de las poetisas mejicauas. De acuerdo en un todo con lo que mis tarde hab{fa de sostener, en pulgnérrima diccién y con sobra de meollo, Arsenio Lépex Decoud, combate nuestro compatriota 4 los adversarios, misoneistas casi todos, del feminismo. Candentes son estas palabras: «Con las sefioras que se permiten pensar y escribir hay menos urbanidad entre nosotros que con aquellas que no hacen sino bailar y abrirse el escote hasta la ciotura,» Para desentrafiar Ia causa del fendmeno, poniéndola & nuestra vista de modo que nos hiera, el pensador italiano contintia asi: «Bs tan afecto el hombre 4 sentir su superioridad sobre le mnjer en el campo de la inteligencia, que cuando encuentra un error de ortografia en la carta de una dama se considera feliz, cual si hhubiera encontrado un diamante en las arenas de un rio. Aquel pequefio error, escapado quizis en el catusiasmo histérico de una expausién amorosa, es verdaderamente un diamante, porque con- firma y ratifica nuestra superioridad intelectual y nos muestra 4 la vez la feminidad graciosa y seductora de ta oriatura que amamos.> Bl fondo, pues, de los ataques dirigidos 4 la mujer literata, 6 simplemente afecta 4 la literatura, es ese, el invocado por Amézaga: Ja vanidad del hombre sublevandose contra triunfos que éste, en virtud de un egoismo exagerado, s6lo quiere para si. 2 Por lo demas, el peligro de que la Iamada plaga de literatas se oxtionda es muy remoto 6 no existe Poco se avienen con el temperamento de la mujer las incruentas luchas del arte, mas terzibles tal vez que las cruentas de Belona. De cualquier manera, lo sensato es lo que piensa el mismo Mantegazza: «Si Ja mujer literata es fea y desgarbada, si en su cuerpo yeu su voz va exhibiendo y pregonando una fe de bau- tismo que la presenta més como hombre que como mujer, entonces: estamos todos de acuerdo en no quererla por compafiera. Hs una especie nueva, es un hermafrodita psico-fisico, del cual admiramos. os libros, los cnadros, las estatuas, pero al que rechazamos de nmestra cimara nupcial. > La humanidad, & despecho de todas sus injusticias y contradic- ciones, siempre veré con orgullo escalar Jas cumbres del arte 4 mujeres como Inés dela Crnz, Gertrudis Gémez de Avellaneda, — 136 — Aurora Dudevant, Juana Manuela Gorriti, Emilia Pardo Bazén, ote. Recordando nosotros Jas consideraciones atinadisimas de Conza- lez Serrano en su libro sobre Giethe, legamos 4 presumir que tal vez Amézaga, invitado por miiltiples irradiaciones de luz, en- vuelto en la atmésfera de gloria y alabanzas que rodea @ los maes- fros de la poesia mejicana, no habia podido concentrar bien las fuer- zas visuales para examinar coneretamente el objeto de su vi que habia dispensado sus aplausos 4 los viejos bardos de Méjico con algiin menoscabo del elogio correspondiente 4 los nuevos, 4 ese

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