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Copi La Internacional Argentina Traduccidn de Alberto Cardin A EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA, do de a edicinorgna: Ttotemaucete argetine 6 'Ballond Pes 1985 ise de elec Thtseién de Cpt mene ein: eb 1988 gene eet 2000 BEELER Sm Lire, 1, Const 19, 08014 Baresona Conoci a Nicanor Sigampa en Pais, a finales del ochenta y seis. Claro que ya antes habia oido hablar de él ‘como todos los argentinos de mi edad. Aquel negro colo sal habia sido nuestra estrella nacional de polo hasta que, en 1968, una caida del caballo le impidi6 seguir practi. ccando este deporte. Ultimo vastago de una de las pocas familias de esclavos emancipados que consiguieran hacer Se un nombre entre la aristocracia, se habia tetirado a Paris a vivir de las rentas. Me lo encontré en el Café de 4a Paix, donde me habia citado por teléfono. Iha vestido ‘con un sobrio terno gris de hilo y un abrigo de casimir azul; Hevaba el pelo cuidadosamente engominado. Bebia whisky con Coca-cole, —Gonozco sus poemas —me dijo en tono respettoso, pero sin aventuear més, No me gusta que me hablen de mi obra, y menos ain para no decir nada. Le pregunté si todavia momtaba a ca ball. ~Voy tres veces por semana al picadero del Bois de Boulogne, pero los caballos de Paris no son como los de las pampas, I personaje me parecié antipitico. Qué esperaba de ‘mi? Continué hablando, en tono afectado, de las caballe- tizas de uno de sus primos, proveedor de la reina de In- slaterra, al tiempo que hurgaba en sus saberbios molares con un mondadientes de oro y marfil, operacin que repe- tia cada vex que masticaba una de las patatas fritas que acompatiaban como aperitivo a su cubslibre; yo, por mi parte, me contentaba con sorber una infusién. Se acercaban las navidades, y la plaza de la Opera estaba uy animada. Nicanor me sefialé a un geupo del Bjército de Salvacién, instalado junto a un puesto de castaias =La vieja Europa dijo sonriendo con desprecio— Nosotros bailamos tangos para hacer colectas. Me pregunté como pasara sus dias en Paris; yo no me cquivocaba al adivinar en él una personalidad solitaria por debajo de aquella desenvoltura mundana, contenida y muy argentina, copiada de los viajeros ingleses de prinipios de siglo. Un producto tipico del bartio portefo de San Isi- dro," me die, por muy negro que sea. Una joven dama del Ejército de Salvacin nos divi a través del cristal y entsé en el café sin dejar de cantar. Vino derecha a nosotros, y ya me disponia a sacar algw nas monedas de mi boil, cuando Nicanor, con gesto majestuoso, se quit6 su Rolex paca arrojarlo al cepllo de la joven, Esta se deshizo en agradecimientos. El gesto habia sido observado por numerosos turistas, y fuimos aplaudides por una familia de japoneses. En la Europa de hoy los pobes tienen mis necesidad de relojes de oro que de bistecs argentinos! — dijo riendo, Empezaba 2 irvitarme. Me servi un poco més de infu- sin, La joven del Ejército de Salvacién habia dejado la 1. Barro arstocritico de Buenos Aires. (N. def T.) puerta sie y yo me encntraba en medi de a orien: te de aie: Nicanor masticd des patatas fits ms ses de que me decidira pepunare en Gu ps Sti peo seme alan “la oid hablar del Internacional Argentina? Nor eQve sun clu de pla? =O, oy mada dee. Se steé del bolo una tarjeta de vista de bordes dorado (decidamente,«aguel homie le encanta oro), Sobre cual pods leerse, escrito en cartteres oe vagunenterecordaban I srtra elo ternaconl ‘Argentina dejo: aftatos dela Imginacion or un moment cet que pra tratase de una com pata de import export, expecializada en reduces ex Gos, como la frata de la pasion, Resa organ se apresus a decrme— slo sarap a aera dels ates y del intligeni,y na rlment, hemos pension usted. Bidet, Yo slo Comtamos con argentino: a peor que compa es Me encontaa, sn dda, fene a un excéatec, por to decir un loo. Mientras hla, Su vist se manta perida en el vai, salvo ctundo se miata en e apy que habia a mi espalda. La Internacional Argentina se propone coordina ls acciones en gue prticipan de manera desodenada todos ls argetinos que viven ene extuner = Qué accion? =e atest prepuntar ane su si tencio repent, Jl orto oo els scones, sv cho Shes yeneeabris una billtera de coco sibeteada yo serle —Es evidente —su tono era ahora grave— que existe tuna relacién entre Maradona, Eva Perén, el porvenir de la Patagonia, y los inefables relatos de nuestro bienamado Jorge Luis Borges. ; Sacé de la billetera unas cuantas instantaneas que co- locé ante mis ojos. —Tenemos la prueba griifica de que tres arquitectos argentinos, que lo ignoraban todo unos de otros, constru- yeron simulténeamente tres monumentos idénticos en tres difecentes sitios del planeta, Esta forma, que recuerda una pia, encierra una mezquita en Estocolmo, una central nu- clear en Chile, y una pajarera en Sidney. Dos escritores de gran renombre publicaron el mismo dia la misma no- vyela, uno en Barcelona y otro en Bogota. Y podria atin citarle mil ejemplos més. La historia esta lena de signos de este tipo. Sin querer me puse a estornudar, Pedi al camarero dos: aspitinas, intentando interrumpir las formidables palma- das que Nicanor me asestaba en la espalda, como si seme- jante tratamiento sirviera para detener mi tos. No det haber salido a la calle con aquella nieve. Por momentos veia echérseme encima la gripe que tanto temia. Y todo por venir a escuchar los sinsentidos de un loco amable. ‘Tal como se me habia presentado por teléfono, lo habia tomado por el enviado de alguna revista intelectual inte: resada en publicar alguna de mis obras (Ia que con més frecuencia suelen pedirme es mi Oda a la Cordillera, an poema de gran fuerza pero, jay!, inmaduro) y, por qué no ecielo, en ofrecerme un posible cheque como compensa cién, Una vex tragadas las aspirinas, decidi excusarme, in ‘vocando como disculpa mi reuma, y él me propuso acon pafarme hasta el taxi. Me cubrié con su paraguas hasta Ja parada, donde una muchedumbre cargada con paquetes 10 doracos —era la moda en Paris también— se disputaba los, cescasos taxis. =iQué tonto soy! —dijo Nicanor—, habia olvidado que hhoy he sacado el coche. EI automévil, una limusina negra, estaba aparcado sobre el paso de peatones de la calle Halévy. Me instalé cen un asiento extremadamente confortable. Le di midi reecién y me condujo hasta mi domicilio, con aire ausen- fe, lo que no me molesté lo més minimo, distraido como estaba por mis tenaces estornudos. Cuando hubimos tle- sgado delante de mi portal, 61 se bajé a abrirme la porte- ‘zuela, y me tendié un cheque. Es Ia beca que concedemos 2 nuestros auevos ami- 08. Contemplé el montante. ;Quinientos mil francos nue- ‘Me ha puesto por lo menos un nimero de mis, —Nada de eso, Llimeme en cuanto se encuentre mejor. Quisiera invitarlo a cenar en mi casa ‘A pesar de la gripe, corri a mi banco al dia siguiente. El cheque, girado contra una filial de Ia Banca Roths- child, era bueno. Debia tocar aquel dinero? Al fin y al cabo, zqueé sabia yo de Nicanor Sigampa, fuera de las viejas historias sobre su familia que me habia contado mi abue- 4a? EI primer Sigampa (era el nombre de una tribu afti- cana), nacido en cautividad en Argentina, habia sido el bbrazo derecho del general San Martin, durante la guerra de Independencia, Emancipado con todos los honores tras la victoria, despos6 a una hija natural del general, dofia Nica- nora, que fund6 uno de los primeros salones literarios de Buenos Aires. Tan ilustee familia de color nacida de este ‘matrimonio supo mantenerse, a lo largo de las generacio- res, en el primer puesto de los ganaderos industriales u argentinos. Y aunque numerosos miembros de la misma tuviesen Ia piel blanca debido a los frecuentes mestizajes, Nicanor debia de pertenecer a la rama tradicional de ta inastia, rama que s6lo establecia alianzas con miembros de las mejores familias negras de Filadelfia y Boston, ya que no parecia tener el menor asomo de sangre blanca, ‘Apenas volvi del banco, son6 el teléfono, Era Nicanor, que queria saber cémo iba mi salud. Le prometf Jlamatlo tan pronto como me sintiera lo bastante bien como para aceptar su invitacién, Trabajaba entonces en mi trilogia La muerte do fa ballena, obra ambiciosa que cantaba las bellezas naturales del sur de Argentina, y veia a muy poca ‘gente, Cuando volvié a amarme, ya casi me habia olvi- dado por completo de su existencia, En ef recuerdo, mi ‘entrevista con él aparceia adobada de detalles pintorescos; ime dije que, al fin y al cabo, quinientos mil francos bien valian una cena de agradecimiento. Conociendo su elegan cia, me vesti con un traje azul y una corbata inglesa, Vivia ‘en Neuilly, en una mansién que habia decorado al estilo ristico argentino, con grandes muebles burdamente talla- dos, una halaustrada de hierro forjado, inmensas pieles de vvaca y cojines de eabra salvaje, todo muy poco conforta ble y triste. Colgué mi abrigo en un perchero hecho de ccuernos de toro entrelazados y me aventuré en una habi: tacién al fondo de la cual crepitaba un fuego de lena, Los muros estaban tapizados de cuadros: un Figari, un Quin quela Martin, un Segus.... obras maestras de los grandes pintores argentinos del siglo. Casi tropecé con alguien que se hallaba sentado inmévil en una silla, Era una negra vie~ jisima, Le presento a mi madre, dota Rosalyn. ‘Me incline respetuosamente sin que ella pareciera notar smi presencia, Pasamos a una segunda habitacién, decorada, 2 en cambio, en el mas puro diseflo contemporineo. Los muebles y las paredes eran blancos, y una gran cristalera dejaba ver la luna y las estrellas. —Este es mi despacho. ~Abrié un fichero—. He equi los nombres de todos los miembros de la Internacional Argentina. Por el momento somos un centenar, aunque pronto seremos mil, qué digo, dir. mil, puede que mi ~2Y gratifica usted 2 cada nuevo miembro con un che- que de quinientos mil francos? —pregunté yo a quema ropa, —Por supuesto —respondié é con sequedad—. Nues- tra riqueza no tiene limites, Me hizo pasar # una tercera habitacién, tan semejante ala primera que al principio las confundi. Las mismas pie- Jes de vaca, la misma chimenea, pero en lugar de dofta Rosalyn, habia un negro tan viejo como ella, vestido de ‘esmoquin, =Mi padre —dijo Nicanor—, don Ariel. —Me incliné y A petmanecié inmévil—. Esta embalsamado —afiadié Nicanor. Incapar de conservar mi sangre fria, pegué un salto hacia aris. No pedi ninguna explicacién, hubiera sido ind til. Guardaba en su casa a sus padres embalsamados. Tal vex yo hubiera hecho lo mismo de ser tan rico. =Mis padres no se soportaban, por esa razén los hhemos dispuesto en dos habitaciones idénticas, que repro- dducen la sala de estar de nuestra casa natal en Argentina, Pero mi madre sigue viva —juzg6 conveniente precisar— No se dio cuenta de la muerte de mi padre, porque no se dirigian la palabra, ‘Mas tranquilo, lo felicité por su embalsamador, que hhabia conseguido una impresién de vida tan sorprendente, 2B Es el embalsamador de la familia, Si le interesa puedo enseitarle a los abuelos, que tengo instalados en el desvin, Estin ain mis logrados, porque se fueron en la flor de la vida. =Tal ver otro dia Volvimos a su despacho y nos instalamos en dos sillo- nes Knoll dorados, mientras un sirviente oriental entrab por la otra puerta con una bandeja de bebidas que deposit sobre una mesita de centro Knoll, también dorada. Todos los muebles Knoll de la estancia eran de oro macizo? Cenaremos dentro de media hora —le dijo Nicanor al criado en guarani; fue entonces cuando me di cuenta de que no era asiftico, sino paraguayo. Se retir6 sin dar la espalda—. Lo que me apasione de la Internacional Ar- sgeatina —dijo lentamente Nicanor, tras haber encendido un cigarrillo dorado— es que solo muy pocas personas se aperciben de su existencia. Me temo que, cuando se tome conciencia de ella, se tomar también conciencia de su fuerza, Jo que Ia transformart en movimiento po- litico, siendo asi que su verdadera fuerza radica en su apoliticismo. Yo ironieé: No veo de qué modo un movimiento que compren- de sblo a artistas puede degenerar en movimiento polit 0, cuando es sabido hasta qué punto los artistas se detes tan entre si y lo vagas y contradictorias que son siempre sus opiniones politicas. Més bien los consideraria dispuestos 4 ingresar en un movimiento religioso, aunque seguramen te repudierian hasta eso, dado que su universo personal comprende ya Ia politica y la religiOn, es decir, aquellas que se acomodan a su obra. ¥ usted sabe que el universo de un artista es tan efimero como las modas. —Desprecia usted a sus congeneres. 4 —Y también a mi mismo, si eso puede servir de dis: culpa. He vivido en Paris la mitad de mi vida, y he visto desfilar a tantos congéneres, como usted dice. —Digamos que me intereso, no solamente por los ge nos, sino por las gentes imaginativas, —jO sea que sélo se interesa usted por los artistas fa llidos! Si no, epor qué iba a endilgarme quinientos mit francos? Sabe muy bien que en Ia actualidad hasta los poe tas més geniales se ganan mal la vida, —A mi no me interesan los genios, y ademés usted no 5 uno de ellos. Si le he wendilgado» quinientos mil fran cos es porque se muestra usted sensible a mis argumentos, aunque los rechace tan ariscamente. Por lo que a mi res- pecta, podria usted haber sido muy bien una pescadera, No me digné responder. Hice girar mi sillon Knoll y ‘me puse a contemplar el cielo estrellado a través del vere tanal. Nicanor rompié el silencio para recitar los famosos vversos de Lorca: Verde que te quiero verde verde luna, verdes ramas, el viento sobre la mar el caballo en la montana... Era la primera vez que lo escuchaba sin mirarlo, y me quede sorprendido de la calidad de su timbre aterciopelado, Tiene usted una vor de actor.

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