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eqeris hice i 69.6. Hammersley yP. Atkinson -Emoprefie 10.€. Solis Razones einerces T1.B.T Engelhard - Los fendamentos del bodice ‘72. Rabosst (comp. Plosofa de le menteycenciacopitiva 13.5. Derrida - Dar fe) tenpo XJ. Gergen «Raatdadesy releciones ALR Seatie La consericign de relied social el y Do Kame, La persona el mito en el mundo melanesio + El enigma dl don Recldades morales Ala tasin: flosofi,sociologta« historia dela cencia modernised t PEAERREHDE | if A s i a i SRSkeseasas: i 83, Animales rcionaery dependiontes Caines a terapia dal daseo. 14 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS Mi intencién es modesta. Me propongo esbozar una descrip- ci6n de las formas de imaginario social que han acompafiado al auge de la modernidad en Occidente. Mi atencién se centra en la historia occidental, lo cual deja al margen toda la varie- dad de modernidades alternativas que existen en nuestros dias. Sin embargo, espero que una definicin més precisa de la es- pecificidad de Occidente nos permita ver con més claridad lo que tienen en comin los diferentes caminos de la moderniza- cién contemporénea. Obviamente, para escribir un texto asf he tenido que basarme en gran medida en la obra pionera de Be- nedict Anderson Imagined Communities,' asi como en las de Pierre Rosanvallon y otras que iré mencionando a medida que avance en mi argumentacién. Mi hipétesis basica es que en el centro de la modernidad oc- cidental se halla una nueva concepcién del orden moral de la sociedad. Al principio no era més que una idea en la mente de algunos pensadores influyentes, pero con el tiempo legé a configurar el imaginario de amplios estratos de la sociedad, y finalmente el de sociedades enteras. Hoy se ha convertido en algo tan evidente para nosotros que tenemos problemas para verlo como una concepcién ms, entre otras posibles. La trans- formacién de esta visién del orden moral en nuestro imagina- rio social tiene lugar a través del surgimiento de ciertas formas sociales, caracteristicas de la modernidad occidental: la econo- mfa de mercado, la esfera publica y el autogobierno del pue- blo, entre otras. 1; Benedict Anderson, Imagined Co ies, Londres, Verso, 1991 mmimunities, Londres, Verso, 1991 (trad. cast. Captruto 1 EL ORDEN MORAL MODERNO- Comenzaré por la nueva concepcién del orden moral. En- contramos su formulacién mas clara en las nuevas teorfas de Ja Ley Natural surgidas en el siglo xv, en gran medida como respuesta al desorden causado a nivel nacional € internacional por las guerras de religién. A estos efectos, los te6ricos de refe- rencia mds importantes son Grocio y Locke. +) ~ Grocio deriva e] orden normativo subyacente a la sociedad . politica de la naturaleza de sus miembros constitutivos. Los se~ A of res humanos son agentes sociales y racionales, cuyo destino {87 | propio es colaborar pactficamente para beneficio mutuo, __ Surgida en el siglo xvnr, esta idea ha ido ganando cada vez ads ascendencia sobre nuestro pensamiento politico y sobre nuestra forma de imaginar la sociedad. En Ja version original de Grocio era una teorfa dirigida a explicar en qué consiste la sociedad politica, cuales son los fines que debe promover y cual es el proceso que lleva hasta ella. Pero cualquier teoria de este tipo conlleva también, inevitablemente, una idea del orden moral: nos dice algo sobre c6mo deberfamos vivir en sociedad. De acuerdo con esta imagen, la sociedad consiste en-un-con- junto de individuos que se nen para formar una ented Dole tica sobesinu seeds an ite Rantondo ee nie con objeto de alcanzar ciertos Fines. El trasfondo moral son los derechos naturales; las personas de las que hablamos tienen ya ciertas obligaciones morales unas con otras. Los fines perse- _ guidos son ciertos beneficios mutuos, entre los que destaca de un modo especial la seguridad. La idea de orden moral subyacente insiste en los derechos y obligaciones que tenemos unos hacia otros en cuanto indivi- IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS “gud 2e toniia-previa eaidependiente del vinculo politico que sostuhestrs iGidiies politicas se presentan, pues, como ei ‘atiplicacion de esos lazos morales més fun- aafitdridad politica misma sélo es legitima en la ‘que sea'consentida por Jos individuos (el contrato via fuerza vinculante de este contrato se funda a su él sprincipio%preexistente de que las promesas deben DLISE VOR 7" pub da luz de4os desarrollos posteriores de la teorfa del con- -#ratoj:como el-que propuso Locke en el mismo siglo, sorprende domioderadas que son las conclusiones morales y politicas que ektraeGrocioa partir de ella. La fundamentaci6n de la legiti- imidad:politica en el consentimiento no tiene por objeto cues- tioriar las credenciales de los gobiernos existentes. La meta del ejercicio es m4s bien refutar los motivos propuestos por los fa- infticos religiosos para animar irresponsablemente a la revuelta, ‘sobre ila:premisa de que los regimenes existentes derivaban en ‘4itimé-término su legitimidad de un consenso de este tipo. Gro* cio también busca un fundamento firme para las regias bésicas ‘deda guerra y la paz, mAs allé de consideraciones confesionales. Exiel contexto de Ja primera mitad del siglo xvu, marcada por ‘crueles e interminables guerras de religi6n, este énfasis era per- fectamente comprensible. /sLocke es el primero que usa esta teorfa como justificacion deda revuelta y como base para imponer I{mites al gobierno. Los derechos pasan a ser una reivindicaci6n seria frente al po- det El-consentimiento deja de ser un acuerdo original sobre el ‘que se funda el gobierno para convertirse en un derecho per- ‘manente a decidir sobre los impuestos. A lo largo de los tres siglos siguientes, desde Locke hasta nuestros dias, el lenguaje del contrato ha ido perdiendo vigen- cia'y s6lo es usado ya por una minoria de te6ricos, pero la idea ‘subyacente de la sociedad como algo que existe para el benefi- io (mutuo) de los individuos y en defensa de sus derechos ha ganado cada vez més importancia. En otras palabras, ha logra- do una posicién dominante desde la que empuja a las viejas teorfas de la sociedad y a cualquier nueva teorfa rival hacia los a us EL ORDEN MORAL MODERNO 7 mérgenes'del discurso y de la vida politica, al tiempo que ali- mienta reivindicaciones politicas cada vez més ambiciosas. La exigencia de un consentimiento original nos ha levado a la doctrina de la soberanfa popular bajo la que vivimos hoy, pa- sando por la etapa intermedia del consentimiento a los im- ‘puestos de Locke. La teorfa de los derechos naturales ha dado ‘como resultado el establecimiento de una densa red de limites a la acci6n legislativa y ejecutiva, recogidos en unas cartas de derechos que se han convertido en un aspecto importante del gobierno actual. La presuncién de igualdad implicita en el es- ed tado de naturaleza original, donde no existe ninguna relacién de superioridad o de inferioridad,’ se ha trasladado a cada vez més contextos y se ha traducido en miltiples disposiciones + contra Ja discriminacién y en favor de la igualdad de condicio- F nes, adoptadas por la mayorfa de las cartas de derechos. En otras palabras, la idea de orden moral implicita en esta concepcién de la sociedad ha experimentado una doble expan- __si6n a lo largo de los iiltimos cuatro siglos:-en extensién (cada fa sfez hay més-gente que vive de acuerdo-con ella; se ha vuelto. yp dominante) en intensidad (las demandas que. impone-son— pie nine ane @ incluyen més ramificaciones). La idea ha pasado, por decirlo asf, por una serie de «redacciones», cada una de ellas mas rica y exigente que la anterior, hasta el dia de hoy. ‘Hay varios modos de exponer el desarrollo de esta doble ex- pansién. El discurso moderno de la ley natural tuvo su origen en.un contexto mis bien especializado. Ofrecié a los filésofos y 1. En el Segundo tratado sobre el gobierno, John Locke define el estado de Navura- Jeza como una condicién en Ia cual «todo poder y toda jurisdicci6n son rec{procos, en ‘el que nadie tiene mas que otro, puesto que no hay cosa més evidente que el que seres dels misma especie y de idéntico rango, nacidos para participar sin distincién de to- das las ventajas de la Naturaleza y para sarvirse de las mismas facultades, sean tam- bién iguales entre ellos, sin subordinacién nl sometimiento, a menos que el Sefior y ‘Duefio de todos ellos haya colocado, por medio de una clara manifestacién de su vo- ‘untad, a uno de ellos por encima de los demas, y que le haya conferido, mediante uo nombramiento evidente y claro, el derecho indiscutible al poder y a la soberania>. ‘Véase Peter Laslett (comp.), Locke's Two Treatises of Government, Cambridge, Inglate- tra, Cambridge University Press, 1967, part 2, cap-2, pire 4, pig. 287 (trad. cast: Dos censayos sobre el gobierno civil, Madrid, Espasa Calpe, 1996). 18 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS los tedricos de las leyes un lenguaje para hablar sobre la legiti- midad de los gobiernos y sobre las reglas de la guerra y la paz, las doctrinas incipientes de la moderna ley internacional. Pero a partir de entonces comenz6 a infiltrarse en otros contextos y a transformar su discurso. Encontramos un caso de este tipo, de gran importancia para la historia que estoy contando, en la in- [* fluencia que tuvo la nueva idea de orden moral sobre las des- or ” Ja realidad, en virtud del cual dicho orden no se ha realiza? atin y sin embargo exige una realizacién integral. Se trata diun orden que plantea una prescripcién imperativa. " Restiendo todas estas distinciones, podemos decir que la idea den orden moral o politico puede referirse, o bien al fin 1 ay oh ; a 1 caso de la comunidad de los santos, comunidad de santos inspirada por el amor a Dios, al préjimo ide los ¢Mpos, como en el Pa be nossantavanientiteoeteatory cayevaetatibros vase. Sn s/o bien 2quty el ahora, y en este segundo caso puede ser her- es tivo. cen la rivalidad, el resentimiento, la codicia, la ambicién y de Ag | menéu®? © prescrip! ‘ é ‘ww rencia del ideal cristiano medieval, la idea moderna de més. La expectativa general en la Edad Media era que s6lo una ae di : gece a inva deseo pod sapraraaigo af) queelrexo aim” orden al emis desde princi a sau ol hor, Peo vivir en un mundo muy alejado de este ideal. Pero en la pleni- sigue HY a IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS gatitido:quedaban.a esta idea pensadores iGrf;Seatrataba de interpretar aquello que renite.aidos-gobiernos establecidos; en la me- “fandaban en un supuesto contrato, goza- s/legitimidad incuestionable. La teorfa de la ley na- sen Susvorigenes sina hermenéutica de la legitimacién. jbargo.ya en Ja version de Locke la revolucién resulta icabledlesde da teoria politica; mas atin, se convierte en un tivo moral bajo-ciertas circunstancias; con todo, otros ‘fasgos generales de la condicién moral del ser humano propor- eionanjatin ana hermenéutica de la legitimacién, como por ejemplo.en relaci6n con la propiedad. Més adelante, esta mis- ‘ma noci6n de orden se traduce en redacciones que exigen cam- bios atin més revolucionarios, que afectan incluso a Jas rela~ cignes:de propiedad, tal como reflejan teorfas tan influyentes ‘como las de Rousseau y Marx, por ejemplo. 4 ‘wolf pues, la idea moderna de orden moral no sélo.se extiende / de un contexto a otro y pasa del terreno tedrico al imaginario/ +. social, sino que viaja también a lo largo de un tercer eje, y ge-| nera discursos que se van desplazando de lo hermenéutico a lo prescriptivo. En el proceso entra en combinacién con un am- plio abanico de conceptos éticos, de modo que las amalgamas resultantes tienen en comin una dependencia fundamental respecto a una concepcién del orden moraly politico heredera de la teorfa de la ley natural. / | V2 fg bP?) +?) Esta expansién a lo largo de tres ejeses citdamente algo notable, Pide.a gritos una explicacién; lamentablemente, no entra en el limitado propésito de este trabajo ofrecer una ex- plicacién causal del auge del imaginario social moderno. Me daria por contento sélo con clarificar un poco las formas que éste ha tomado. Por su propio cardcter, sin embargo, esta cla- rificacién servird para centrar mejor la cuestién de la expli- cacién causal, sobre la que mas adelante ofreceré algunas reflexiones, sin afan sistemético alguno. Pero de momento querria explorar algo mas los rasgos peculiares del orden mo- ral moderno. EL ORDEN MORAL MODERNO 21 Una cuesti6n crucial que deberfa resultar evidente por lo di- cho hasta aqui es que la idea de orden moral que propongo va més allé de lo que serfa un esquema normativo destinado a go- bernar nuestras relaciones mutuas y/o nuestra vida politica. La idea de un orden moral no se limita al conocimiento y acepta- cién de una serie de normas, sino que afiade el reconocimiento de una serie de rasgos en el mundo, en la accién divina o en la vida humana que hacen que ciertas normas sean a un tiempo buenas y (en la medida que se indique) realizables. En otras palabras, la imagen del orden moral no s6lo supone una defi- nicién de lo que es justo, sino también del contexto que da sen- tido a luchar por ello y esperar su realizacién (aunque s6lo sea parcial). No hay duda de que las concepciones del orden moral here- deras —a través de toda una serie de transformaciones— de la concepcién implicita en las teorfas de la ley natural de Grocio ‘y de Locke son muy distintas de las que habia tras el imaginario ‘social premoderno. Especial interés tienen aqui dos grandes versiones de orden moral premoderno, que nos permiten ver él proceso a través del cual fueron gradualmente superadas, des-| plazadas o arrinconadas en el curso de ja transicién a la mo- dernidad politica por la nueva tendencia grociana-lockeana. Uno de estos modelos de orden se basa en la idea de una Ley que ha gobernado al pueblo desde tiempos inmemoriales, y | * que.en.cierto sentido lo define como tal. Esta idea patece ha” ber estado muy extendida entre las tribus indoeuropeas que in- vadieron originalmente Europa en varias oleadas. Era también muy poderosa en la Inglaterra del siglo xvu, bajo la dela Antigua Constitucién, y serfa una de las ideas ficar la rebelién contra el rey. Este caso bastarfa para poner de relieve que la idea de un or- den moral no tiene por qué ser siempre conservadora. Pero tam- bién deberfamos incluir en esta categoria una nocién de orden iuotmativo que parece haberse transmitido de generacién en ge- 2. Véase JG. A. Pocock, The Ancient Constitution and the Feudal Law, 2* ed, Cami- bridge, Cambridge University Press, 1987. 22 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS neracién en las comunidades campesinas, y de la que extraje- ron una imagen de l2 «economfa moral» que les permitfa criti- car las cargas impuestas sobre ellos por los terratenientes, o las exacciones del Estado y de la Iglesia También en este caso la idea recurrente parece ser la de una distribucién original acep- table de las cargas que se habria visto més tarde desplazada por ‘una usurpaci6n, y que deberfa ser reinstaurada. { . El otro tipo de orden moral se estructura alrededor de la idea de una correspondencia entre la jerarquia social y la jerar- | quia del cosmos. La elaboracién tedrica de estas ideas parte a menudo de un lenguaje tomado del concepto plat6nico-aristo- télico de Forma, pero la nocién subyacente emerge también con fuerza en teorias basadas en la correspondencia: por ejem- plo, el rey es en su reino como el leén entre los animales, el Aguila entre las aves, y asf sucesivamente. A partir de esta vision emerge la idea de que los desérdenes en el reino de los hombres encontrarén eco en la naturaleza, porque el orden mismo de las cosas se ve amenazado. La noche en la que Duncan es asesina- do se ve rota por «insdlitos gritos de muerte», y sigue oscuro in- cluso cuando ya deberfa haber nacido el dia. El martes anterior, un biiho ratonero hab{a matado a un halcén, y los caballos de Duncan se volvieron salvajes por la noche, «negando su obe- diencia, cual queriendo guerrear contra los hombres».* , En ambos casos, y particularmente en el segundo, encontra- |mos un orden que tiende a imponerse por el curso mismo de Tas cosas; sus violaciones encuentran una respuesta que va més alla del reino meramente humano. Este parece ser un elemento muy comin en las concepciones premodernas del orden moral. Anaximandro compara toda desviacién del curso de la natura- leza con la injusticia, y dice que cualquier cosa que resista ala naturaleza debe finalmente «pagar la pena y la retribucién por 3. El término «economia morals estd tomado de E. P. Thompson, «The Moral Eco- rnomy ot the English Crowd in the Eighteenth Centurye, Past and Present, "50, 1971, hes, 76-136. ‘4. Macbeth, 2, 3, 56; 2, 4, 17-18. Véase también Charles Taylor, Sources of the Self ‘Cambridge, Harvard University Press, 1992, pag. 298 (trad. cast. Fuentes del yo, Bar celona, Paidés, 2006) EL ORDEN MORAL MODERNO 23 su injusticia, segin la disposicion del tiempo». Heréclito ha- bla del orden de las cosas en términos parecidos, cuando dice que si alguna vez el sol se desviara de su debido curso, las Fu- rias lo atraparian y lo traerian de vuelta.* Y por supuesto, las Formas platonicas tienen un papel activo en la configuracion de las cosas y de los eventos en el mundo del devenir. En todos estos casos, queda muy claro que un orden moral es algo mas que un conjunto de normas; también incluye lo que podriamos llamar un componente «6ntico», por el que identifica los aspectos del mundo que vuelven efectivas las nor- mas. El orden moderno heredero de Grocio y de Locke no se realiza a si mismo en el sentido invocado por Hesfodo o Pla- 16n, 0 por las reacciones césmicas ante el asesinato de Duncan. Resulta tentador pensar que nuestras nociones modernas de orden moral carecen por completo de componente éntico. Pero °, seria un error hacerlo. Fxiste ciertamente una diferencia im- portante entre unas y otras concepciones, pero la diferencia consiste en que este componente se refiere ahora a los seres humanos, y no a Dios 0 al cosmos, mas que en una supuesta ausencia de dimensién éntica La mejor forma de poner de relieve lo que tiene de peculiar nuestra concepcién moderna de orden es centrarnos en la dife- rencia entre las idealizaciones propias de la teorfa de la ley na- tural y las idealizaciones antes dominantes. Los imaginarios sociales premodernos, en especial los de cardcter jerarquico, se estructuraban a partir de diversos tipos de complementariedad jerarquica, La sociedad era vista como un conjunto integrado por varios 6rdenes. Cada uno de estos 6rdenes necesitaba y complementaba a los otros, aunque eso no significaba que su relaci6n fuera realmente reciproca, dado que no se hallaban en el mismo nivel. Formaban més bien una jerarquia donde unos tenfan més dignidad y valor que otros. Ejemplo de ello es la 5. Citado en Louis Dupre, Hassage ro Modenuty, New Maven, Yale University Press, 1993, pag. 19. 6. eB sol no saldré de medida; silo hace, las Erinias, servidoras de Ta Justicia, le devolveran a ella » Citado en George Sabine, A History of Political Theory, 3 ed., Nue- va York, Holt, Rinehart y Winston, 1961, paz. 26 4 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS tan citada idealizacion medieval de los tres 6rdenes de la so- ciedad: oratores, bellatores, laboratores, es decir, los que ezan, Jos que luchan y Jos que trabajan. Estaba claro que cada uno de estos 6rdenes necesitaba a los otros, pero tampoco hay nin- guna duda de que se trataba de una escala descendente en dig- nidad; algunas funciones eran por su propia esencia superiores a otras. Es crucial para esta clase de ideal que la distribuci6n de funciones sea en sf misma un elemento clave dentro del orden normativo. No se trata s6lo de que cada orden debe cumplir con su funcién especifica en beneficio de los demés, en el su- puesto de que hayan entrado en una relaci6n de intercambio de este tipo, pero quedando siempre abierta la posibilidad de que las cosas pudieran organizarse de otro modo (por ejemplo, un mundo donde todos se ocuparan a partes iguales de rezar, Iuchar y trabajar). La cuestién es que la diferenciaci6n jerar- _ _.quica misma es vista como.el orden propio de las. cosas. Forma parte de la naturaleza o de la forma debida de la sociedad. Se- gam la tradicion platénica’y neoplaténica esta forma se halla ya activa en el mundo, y cualquier intento de apartarse de ella implica ponerse en contra de la realidad. El mero intento de hacerlo supone crear una sociedad desnaturalizada. De ahi el tremendo poder de la metéfora organica en estas teorfas. El or- ganismo se presenta como el ejemplo paradigmatico de la acti- vidad de estas formas, capaz de cerrar sus heridas y curar sus enfermedades. Al mismo tiempo, la ordenacién de funciones que exhibe el organismo no es meramente contingente, es una vordenacién justa y «normal». La cabeza debe estar siempre por encima de los pies. La idealizacién moderna del orden se aparta radicalmente deo anterior. No se trata s6lo de que ya no quede espacio para la intervencién de ninguna Forma al estilo platnico: ms all4 de eso, cualquier distribucién de funciones que pueda desarro- Marsuna sociedad es vista como algo contingente; puede estar 0 no fustificada pragmAticamente; no puede definir por sf misma el bien. El principio normativo bAsico es que los miembros de la sociedad atienden reciprocamente sus necesidades, se ayu- EL ORDEN MORAL MODERNO 25 dan unos a otros; en resumen, se comportan como las criatu- ras sociables y racionales que son: En este sentido, se comple- mentan unos a otros. Pero la peculiar diferenciacién funcional ‘que adoptan para cumplir este objetivo del modo mAs efectivo no se halla investida de ningin valor esencial. Es algo adventi- cio y potencialmente modificable. En algunos casos puede ser meramente temporal, siguiendo el principio de la antigua po- lis, donde podfamos ser gobernantes y gobernados por turno. En otros casos requiere una especializacion que se prolonga durante toda la vida, pero a la que no se atribuye ningtin valor inherente, pues todas las vocaciones son iguales ante los ojos, de Dios. De un modo u otro, el orden moderno no confiere nin- gain estatus ontol6gico a la jerarquia ni a ninguna estructura particular de diferenciacién. En otras palabras, la idea bdsica del nuevo orden normativo es el respeto mutuo y el servicio mutuo entre los individuos que —integran Ja sociedad.-Las estructuras existentes han sido crea- das para servir a estos fines y son valoradas instrumentalmente en relacién con ellos. Esta diferencia podria'verse oscurecida por el hecho de que los viejos 6rdenes también garantizaban al- ‘gin tipo de servicio mutuo: el clero reza para los laicos y los lai- cos defiender/trabajan para el clero. Pero la idea crucial era en- tonces la ordenaci6n jerarquica de esta division, mientras que en la nueva concepcién partimos de unos individuos con un de- “per de-servicio-mutuo, y-Jas-divisiones surgen en la medida en que contribuyan de modo efectivo a satisfacer este deber. En el libro 21 de La Republica, Platon parte de-la no autosu- ficiencia del individuo,-y deduce de ella la necesidad de estable- cer un orden de servicio mutuo. Pero pronto queda claro que lo crucial para él es la estructura de este orden. La tiltima duda se disipa cuando nos damos cuenta de que este orden se pretende andlogo al orden normativo del alma e interdependiente de él. En contraste con lo anterior, la idea basica en el ideal moderno es el respeto y el servicio mutuo, sca cual sea el modo de reali- zarlos. ‘ He mencionado dos diferencias entre este y los anteriore: ideales de complementariedad jerarquica al estilo platénic« 26 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS no hay ya ninguna Forma activa en la realidad, y la distribu- cidn de funciones no es en sf misma normativa. De ellos se des- prende una tercera diferencia. Para las teorias de inspiraci6n ‘platénica, el servicio mutuo que las distintas clases se rinden entre s{, cuando se hallan en la relacion debida, incluye el de hacer posible que cada una de ellas alcance su virtud més alta; en realidad, éste es el servicio que el orden en su conjunto, por decirlo asi, presta a todos sus miembros. En el ideal moderno, en cambio, respeto y servicio mutuos se dirigen al cumplimien- to de nuestros fines mas comunes: la vida, la libertad, el soste- nimiento de uno mismo y de la propia familia. La organizacion de la sociedad, tal como he dicho antes, no depende de su for- ma inherente, sino de su ventaja instrumental. Afiadiremos aqui que el fin hacia el que se orienta esta organizacion es la creaci6n de las condiciones basicas para que haya agentes li- bres, més que para promover la excelencia de su virtud (aun: que tal vez juzguemos que es preciso alcanzar un elevado gra- do de virtud para que cada uno cumpla con la parte que Je corresponde en todo esto). Asi pues, el primer servicio que nos prestamos unos a otros (por usar el lenguaje de una época posterior) es el de garanti- zar la seguridad colectiva, el de proteger nuestras vidas y nues- tras propiedades a través de la ley. Pero también nos servimos unos a otros mediante la practica del intercambio econémico. Estos dos grandes valores, la seguridad y la prosperidad, pasan a ser los fines principales de la sociedad organizada, concebi- ble a partir de ahora como un medio para el intercambio bene- » ficioso entre sus miembros. El orden social ideal es aquel don- de nuestros fines se hallan enlazados entre sf, donde cada cual ayuda a los otros al ayudarse a sf mismo. En un principio no se pensaba que este orden ideal fuera una invencién meramente humana. Era més bien un designio divino, un orden en el que todo armonizaba con un fin superior. Mas adelante. en el siglo xvi, se proyecté el mismo modelo al cosmos, y asf el universo pas6 a ser visto como un conjunto de partes perfectamente coordinadas entre sf, donde los fines de cada tipo de criatura se entrelazan con los de todas las demas. EL ORDEN MORAL MODERNO Este orden establece también los fines de nuestra actividad constructiva, en la medida en que est en nuestros manos alte- rarlos o realizarlos. Cuando miramos el conjunto de la crea- cién, vemos hasta qué punto este orden se halla ya realizado. Pero cuando nos fijamos en los asuntos humanos, descubrimos hasta qué punto nos hemos apartado de él; en este sentido se convierte en la norma a la que debemos esforzaros por volver. ‘Se pensaba entonces que este orden era evidente en la natu- raleza de las cosas. Por supuesto, si consultamos la revelaci6n también encontramos formulada la exigencia de vivir de acuer- do con este orden. Pero la razén puede mostrarnos por si mis ma los designios divinos. Los seres vivos, incluidos nosotros mismos, luchamos siempre por la autopreservacién. Recono- cemos aqui la mano de Dios: Habiendo creado al hombre, y habiendo plantado en él, igual que en todos los demas animales, un fuerte deseo de autopreser~ vaci6n, y habiendo llenado el mundo de comida y ropa y otras cosas necesarias para la vida, de acuerdo con su designio, para que el hombre pudiera vivir y caminar durante algiin tiempo so- bre la faz de la Tierra, y para que tan curiosa y maravillosa obra de su arte no volviera a perecer, por su propia negligencia 0 por sus necesidades [...] Dios [...] le habl6, (es decir) se dirigié a él a través de sus sentidos y de su raz6n [...] para que usara de esas ‘cosas que eran titiles para su subsistencia, y que le habian sido dadas como medios para su preservacién. [...] Pues habiendo plantado el propio Dios en él este fuerte deseo de preservar su propia vida y su propio ser, como su Principio de accién, la ra- z26n, que era la voz de Dios en él, no pudo sino ensefarle y ase- gurarle que al seguir su natural inclinacién a preservar su pro- pio ser, cumplia con la voluntad de su Creador.’ Como seres dotados de raz6n, nos damos cuenta de que no s6lo debemos preservar nuestras vidas, sino también las de to- dos los seres humanos. Dios nos hizo ademés seres sociables, por lo que «cada uno de nosotros est4 obligado a su propia 7. Locke's Two Treatises, parte |, cap. 9, pare. 86, pa. 223, iaRI0$“SOCIALES MODERNOS 5 Wbatidoriar voluntariamente el puesto que ‘aniismiaraz6n] lo esté asimismo, cuando no ripropia conservacién, a mirar por la de los de- \amaribs».* ainos parecidos razona Locke que Dios nos dio el po- @erdiclarazén yde la disciplina para que pudiéramos cumplir Niel txiodo ms eficiente con nuestra finalidad de preservarnos “gihosotros mismos. Se sigue de ello que debemos ser «raciona- Jes e industriosos».* La ética de la disciplina y la mejora perso- males en sf misma una exigencia del orden natural creado por Dios. La imposici6n del orden por la voluntad humana es una ‘exigencia interna del modelo. Vemos, pues, hasta qué punto la formulacién de Locke pre- Senta el servicio mutuo en términos de un intercambio prove- choso. La actividad «econémica» (en otras palabras, ordenada, pactfica y productiva) se ha convertido en el modelo para el moniosa. En contraste con lo establecido por las teorfas de la complementariedad jerarquica, los seres humans nos halla- mos en un espacio de concordia y servicio mutuo, el cual no ‘os empuja ya a trascender nuestros fines ordinarios, sino que, al contrario, contribuye a su’ cumplimiento de acuerdo con el designio divino. Esta idealizacién estaba en un principio profundamente en discordia con el funcionamiento real de las cosas, es decir, con ‘el imaginario social efectivo en todos los niveles de la socie- dad: La complementariedad jerérquica’era el principio que re- ‘gfa.las vidas de las personas, tanto en el reino como en la ciu- dad, en la diécesis yen la parroquia, en el clan y en la familia. ‘Todavfa conservamos cierta experiencia de esta divergencia en el espacio familiar, pues s6lo en nuestra €poca comienzan a so- , en Kiritik der reinen Vernunft,edicin de la Academia de Berlin, Berlin, Walter de Gruyter, 41968, 3, pags. 133-139 (trad, east: Critica de la razén pura, Madrid, Alfaguara, 1998) Captruto 3 EL ESPECTRO DEL IDEALISMO El hecho de que este estudio de la modernidad occidental parta de una idea subyacente de orden —primero sélo una teo- que luego habria contribuido a configurar los imaginarios sociales— podria sonar a algunos lectores como una profesién de «idealismo», o como la atribucién de una fuerza indepen: diente a las ideas dentro de la historia. Y seguramente pensa: rén que la flecha causal apunta en direccién contraria. Pen: sarén, por ejemplo, que la importancia del modelo econémico en la concepcién moderna de orden no puede ser sino un refle- jo de lo que estaba ocurriendo sobre el terreno, es decir, el auge del comercio, el surgimiento de formas capitalistas de agricul: tura, la expansién de los mercados. Esta seria pues la explica- cién correcta, «materialista». Pienso que esta clase de objecién se basa en una falsa di- cotomfa, aquella que opone las ideas y los factores materiales como agentes causales. Lo que encontramos en la historia de la humanidad es més bien un abanico de practicas que son ambas cosas al mismo tiempo, es decir, practicas materiales desarrolladas por seres humanos en el, espacio y el tiempo, a menudo de forma coercitiva, y también modos de compren- derse a si mismos, autoimagenes. Ambos aspectos son a me- nudo inseparables, tal como hemos apuntado ya en nuestra discusién de los imaginarios sociales, pues la comprensién que tengamos de nosotros mismos es una condicién esencial para que la prActica tenga el sentido que tiene para aquellos que participamos en ella. Las prdcticas humanas son la clase de cosa que se define por tener un sentido, y eso significa que son inseparables de ciertas ideas; es imposible separar un as- 48 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS pecto de otro para poder plantear la pregunta egqué es causa de qué?» Si el materialismo ha de tener algiin sentido, seré preciso formularlo de otro modo, quizés en la linea apuntada por G. A. Cohen en su magnifica interpretaci6n del materialismo hist6- rico.' La tesis vendria a ser que ciertas motivaciones tienen un papel dominante en Ia historia, a saber, las que tienen que ver con los objetos materiales, digamos que las econémicas, las que se dirigen a obtener medios para la subsistencia o tal vez para acumular poder. Esto podria explicar la transformacién progresiva de los modos de produccién hacia formas cada vez «superiores». En cada caso concreto, un cierto modo de pro- duccién requerirfa ciertas ideas, ciertas formas legales, ciertas normas de aceptacién general y dems. La teorfa marxista re- conoce de este modo que un capitalismo plenamente desarro- ado es incompatible con unas condiciones de trabajo feuda- __ Tes; requiere trabajadores formalmente (legalmente) libres que puedan trasladarse y vender su trabajo a voluntad. . ee ote tela te a decir que-dentro de cualquier combinacién de modos de produccion y formas Tega” Tes 0 ideas, lo primero es el factor explicativo crucial. La moti: Malin de fndoqueempuja alos agents hacia avo modo fe rtteceién tantbién los leva x adoptar las nuevas formas legales, precisamente porque son esenciales para este nuevo modo de produccién. La explicacién toma pues forma teleol6gi- _ €@, no se basa en la causalidad eficiente. La relacion de causali- dad eficiente queda impl{cita y presupuesta en la explicacién " historica: en la medida en que ciertas formas legales facilitan el modo de produccién capitalista (causa eficiente), aquellos agen- _ tes que se ven empujados fundamentalmente hacia este modo " de produccién se ven también inducidos a adoptar estas nue- vvas formas legales (incluso aunque al principio no fueran cons- lentes de lo que estaban haciendo). Estamos ante una explica- 1, Vege G.A. Coben, Kart Maret Thar of History, Oxford, Oxford Universit Pres 1979 (rad cast Ea ert dele Mtoe Kar Mar: wa defense, Mas Se {HoH 1866 encuy sna ne bso ono igulnts paras EL ESPECTRO DEL IDEALISMO 49 cin en términos de esto es para»; en otras palabras, ante una explicacién teleolégica. Debe reconocerse que, as{ formulado, el materialismo resul- ta coherente, pero al precio de resultar poco plausible como principio universal. Existen ruchos contextos en los cuales podemos aceptar que la motivacién econémica es primaria y explica la adopci6n de ciertas ideas morales, como por ejemplo cuando los publicistas de la década de 1960 adoptaron el nue- vo lenguaje del individualismo expresivo y terminaron por su- marse a los nuevos ideales. Pero una explicacién en términos econémicos de la expansién de la doctrina reformista de la sal- vaci6n por la fe no resulta demasiado plausible. La tnica regla general en la historia es que no hay regla general para identi ~car un orden de motivacién que sea siempre la fuerza princi-_/ pal: Alo largo de la historia las ideas vienen siempre ligadas a Gfertas précticas, aunque s6lo sean practicas discursivas. Pero Jas motivaciones que Il Ja adopcion y difusion de ciertas combinaciones pueden ser muy variadas: de hecho, no esta claro siquiera que dispongamos de una tipologia de tales moti- vaciones (econémicas, politicas, ideales, etc.) que resulte vali- da para toda la historia de la humanidad. Pero precisamente porque las ideas vienen en este tipo de combinaciones, tal vez serfa titil —y contribuiria ademas a di- sipar ciertas suspicacias en torno al idealismo— decir algo so- el eae és del cual Ja nueva idea de orden moral ie adquiriendo la fuerza necesaria para configurar finalmente Tos imaginarios sociales de la modernidad._ __ Me he referido ya a este proceso en un contexto, en cierto sentido el hogar original de la ide: a de-orden, a saber, las practicas discursivas dé algunos teéricos que reaccionaron ante la destruccién causada por las guerras de religién. Su ob- jetivo era encontrar una base estable de legitimacién més alla de las diferencias confesionales. Pero es preciso situar este pro- yecto en un contexto m4s amplio: lo que podriamos Hamar el roceso de domesticacion de la nobleza feudal, que dur6 desde PI Gales del siglo xiv hasta el siglo xv. Me refiero al proceso de transformacién de la clase nobiliaria, en virtud del cual dejé 50 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS de consistir en un grupo de caudillos guerreros semiindepen- dientes, a menudo con un gran numero de seguidores, teérica- mente leales al rey pero en la practica muy capaces de usar este poder para toda clase de fines contrarios a la monarquia, para convertirse en una nobleza de servidores de la corona/nacién, muchas veces integrados en el aparato militar, pero sin capaci- dad ya para actuar con independencia en este terreno. "En Inglaterra, el cambio tuvo lugar esencialmente bajo los Tudor, los cuales crearon una nueva nobleza servidora a partir de los restos de la vieja casta guerrera que habfa devastado el reino en las Guerras de las Rosas. En Francia, el proceso fue més largo y conflictivo, y supuso la creacién de una nueva no- blesse de robe al lado de la vieja noblesse d'épée. Esta transformacién alter6 la concepcion que tenfan de si las élites nobiliarias, no tanto su imaginario social respecto al conjunto de la sociedad como respecto a ellas mismas en cuan- to clase u orden dentro de la misma. Trajo consigo nuevos mo- delos de sociabilidad, nuevos ideales y nuevas ideas de la edu- cacién necesaria para cumplir con su funci6n. El ideal ya no era el del guerrero semiindependiente 0 preux chevalier, con el cédigo de honor asociado, sino més bien el del cortesano, que acttia en conjuncion con otros para aconsejar y servir al mo- narca. El nuevo caballero no precisaba ninguna formacién es- pecial en las armas, sino una educacién humanfstica que le permitiera convertirse en un gobernador civil. Su funcién era ahora la de asesorar y persuadir, en primer lugar a sus colegas y en ultimo término al monarca. Era necesario cultivar las ar- tes de la buena imagen, la ret6rica, la persuasi6n, la sociabili- dad, tener buena presencia, resultar agradable y flexible. Silos antiguos nobles vivian en sus feudos rodeados de siervos, o de subordinados, la nueva élite debfa moverse en la corte o en la ciudad, donde las relaciones jerarquicas eran ms complejas, a menudo ambiguas y hasta indeterminadas, pues una maniobra inteligente podfa ponerte arriba del todo en un instante (y un error podfa precipitar una cafda igualmente répida)? 2. Esta es la transieton que Michael Mann, refiriéndose al caso inglés. llama el Todo eso determiné la nueva importancia que pasarfa a ten Ja educacién humanista para las élites. En lugar de ensefiar a hijo el arte de la justa, era mejor que leyera a Erasmo o a Cail glione, para que supiera hablar bien, causar una buena impil sién y conversar de forma persuasiva con otros en las mas div sas situaciones. Esta formacién adquiria su sentido en el nue ‘espacio social, de acuerdo con las nuevas formas de sociabilid en Jas cuales debian abrirse camino los hijos de los nobles paradigma que definia la nueva sociabilidad no era el combal ritualizado, sino la conversacién, la capacidad de agradar y pi suadir a los demés en un contexto de cuasi-igualdad. No quiet decir con eso que se diera una auténtica ausencia de jerarqui pues éstas eran omnipresentes en la sociedad cortesana, sil que dentro del nuevo contexto quedaban parcialmente en si penso, como consecuencia de la complejidad, la ambigiedad Ja indeterminacién antes seflaladas. Era preciso aprender a servar unos niveles minimos de cortesfa al hablar con perso! pertenecientes a toda clase de niveles, pues de eso dependia resultar agradable y persuasivo. No se llegaba a ninguna part@ uno estaba siempre haciendo valer su rango e ignoraba a aqi los que tenfa por debajo, o si era demasiado timido como pil dirigirse a los que estaban por encima. Todas estas cualidades quedaban muchas veces resumidl enel término «cortesia», cuya etimologfa apunta hacia el es cio en el que debfan desplegarse. Era éste un término viejo que se remontaba a los tiempos de los trovadores, y que hal pasado por la floreciente corte de Borgofia en el siglo xv. Pl su significado hab{a cambiado. Las viejas cortes eran lug donde se congregaban ocasionalmente los guerreros semiill pendientes para celebrar justas y realizar demostraciones rarquicas en el recinto real. Pero cuando Castiglione escril su popularfsimo Il Cortegiano, el contexto era ya el de la @l ‘paso del «Estado coordinado al Estado orginico» (1, pigs. 458-463). En el contenll Tos regimenes constitucionales de este pertodo Unglatcrva, Holanda), Io asoe\e # creacién de lo que tlama la «clase-naci6ne (pg. 480). Michael Mann, The Sov ‘Social Power, Cambridge, Inglaterra, Cambridge University Press, 1986 (trad uentes del poder social, Madrid, Alianza, 2004). AIMAGINARIOS SOCIALES! MODERNOS iqué’deqUrbino,-residencia permanente de un Sie aati era aconsejar al gobernante. wersacién continua. lexi6n crucial dentro de esta historia parte de la idea tale civilidad, antecesora de nuestra «civilizacin», y/con-un Sentido parecido. Es aquello que nosotros tenemos y vdedo-quecarecen los otros, aquellos que no conocen las exce- Jencias,los refinamientos, los grandes logros que valoramos en nuestra forma de vida. Los otros eran los «salvajes». Tal como revelan los términos, el contraste paradigmatico de fondo es entreJa vida en la selva y la vida en la ciudad. / uDe acuerdo con los antiguos, la ciudad es vista como el }u- Se humana alcanza su forma més perfecta y ele- wada. ‘6teles .dejé bien claro que los seres humanos s6lo desarrollan plenamente su naturaleza en la polis. La palabra civilidad va asociada a la.traduccién latina de polis (civitas); también la palabra griega ha dado lugar a derivaciones de sen- tido muy parecido: en el siglo xvu,, los franceses hablaban del état policé como algo de lo que ellos gozaban y los sauvages no. (Mas tarde hablaré de la importancia del ideal de una sociedad «refinada».) En este sentido, parte de lo que designaba este término era una forma de gobierno. Era preciso que éste fuera ordenado, que los gobernantes y los magistrados ejercieran sus funciones de acuerdo con un cédigo legal. Se suponia que los salvajes ca- Tecian de esas cosas, pues se proyectaba sobre ellos la imagen del «hombre natural». Pero aquello que realmente desconocfan éstos la mayorfa de las veces eran mas bien los poderes que atribuimos al Estado moderno, una instancia de gobierno per- manente en cuyas manos se concentra un poder inmenso sobre la sociedad, hasta el punto de que fue capaz de remodelarla de * en el sentido moderno. Polizet (0tro término derivado de polis) «tenia la connotacién de administracin en el sentido ‘més amplio, = decis, los medios y provedimientos instucionales necesarios para ga- rantizar una existencia pacifica y ordenada para toda Ja poblacién del teritorior. Marc [Raeft, The Well-ordered Police State, New Haven, Yale University Press, 1983, pig. 5, 26. Tbid., pags. 61, 86:87, 89, 21. Ibid, pag. 87. EL ESPECTRO DEL IDEALISMO 63 Jos y armarlos. Pero muchas de estas ordenanzas plantean la mejora personal (segtin su interpretacién de la misma) como un fin en si. A medida que avanzamos en el siglo xvm, la legis- Jacién incorpora cada vez mas entre sus fines las ideas propias de la Iustracién; y pone un énfasis cada vez mayor en los as- pectos materiales y productivos de la actividad humana, en nombre de los beneficios que de ello derivarfan tanto para los individuos como para la sociedad.* A: Ora’ forma de ver el conjunto de este proceso es atender ala proliferacién de formas de disciplina, de «métodos» o - tebmemtae Algenes de ellos $= Gatansenibos a ln exfesa indi ‘vidual, como los métodos de autocontrol, de desarrollo intelec- © espiritual; otr¢ i 38. neon Sane neue sae. wacault sefiala que en el siglo xvi se mul contexto jerérquico apllcar low progiainas de chtvenamalonta basadoa en wd deta. lado andlisis del movimiento fisico dirigido a separarlo en partes, para luego adiestrar a las personas en una versién es- tandarizada del mismo. Los ejércitos son naturalmente el prin- cipal escenario de esta clase de programas, con el desarrollo de nuevos modos de entrenamiento militar, pero algunos de estos principios terminan por aplicarse en las escuelas, los hospita- les y finalmente las industrias.” Entre los diversos programas met6dicamente orientados a Ja transformacién del sujeto, ocupan un lugar destacado los ejercicios espirituales de Loyola, una serie de meditaciones di- rigidas a la transformacién espiritual. Las mismas ideas clave, es decir, la meditaci6n dirigida por un método, reaparecen un siglo més tarde en el programa pro} fue educado, después de todo, por lo: Si combinamos las dos tiltimas facetas, tenemos por un lado el desarrollo de un nuevo modelo de sociabilidad entre las éli- tes vinculado a la nocién de civilidad, donde el paradigma es 28, Ibid. pig. 178. 29. Michel Foucault, Surveiller et Punir, Paris, Gallimard, 1975, parte 3, cap. 1 (erad. cast : Vigilery castigar, Madrid, Siglo 20d, 1994). 64 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS una conversaci6n desarrollada en condiciones de cuasiigualdad, por otro lado, tenemos el proyecto de extender esta civilidad, mas alld de las clases gobernantes, a sectores cada vez mas am- plios de la sociedad. Podemos encontrar aqui afinidades con la idea moderna de orden moral. La sociabilidad como conversa- cin podria sugerir un modelo de sociedad més basado en el intercambio que un orden jerérquico, mientras que el proyecto de transformar las clases distintas de la élite a través de la dis- ciplina puede significar que existe la voluntad de que los ras- 20s propios de la civilidad no sigan siendo para siempre el coto privado de una sola clase, sino que se extiendan més alla de ésta. Al mismo tiempo, el objetivo mismo de reformar a las personas sugiere una ruptura con las viejas nociones de orden, encuadradas en el modelo neoplaténico de una Forma ideal que subyace a la realidad y que trabaja para realizarse en ésta (o cuando menos que lucha contra aquello que la infringe, del mismo modo que los elementos expresan su horror ante el cri- men de Macbeth). Encaja ms bien con la nocién de orden como formula que debe hacerse realidad en una construcci6n artificial, que es exactamente lo que propone el orden moder- no; las sociedades surgen de un acto humano basado en un contrato, aunque Dios nos ha dado ya el modelo que debemos seguir. Estas son algunas afinidades posibles, pero también existen otras. Por ejemplo, la sociedad como conversacién puede dar una nueva relevancia al ideal republicano del autogobierno, tal como sucedié en la Italia renacentista y mas tarde en la Euro- pa septentrional, particularmente en Inglaterra durante y des- pués de la Guerra Civil.” O bien puede quedar encuadrada dentro de otro agente de la transformacién social, el Estado monérquico «absoluto». El factor decisivo que parece haber trasladado las ideas de la élite social al ambito del imaginario social moderno fue la nue- va sociabilidad desarrollada a Jo largo del siglo xvin, particular- 30. Véase J.A.G, Pocock, The Machiavellian Moment, Princeton, Princeton Uni- versity Press, 1975 (trad. cast” EJ monertia maquiavélico, Madrid, Tecnos, 2002). EL ESPECTRO DEL IDEALISMO mente en Inglaterra, donde el proceso comienza un poco antes. Este periodo fue testigo de una ampliacién del sustrato social de la élite, que pasa de estar exclusivamente constituida por los que toman parte en el gobierno o la administracién de la socie- dad a incluir también a los que realizan funciones esencialmen- te econémicas, ya fuera porque algunos miembros de la clase antes dominante asumieron también esas funciones, por ejem- plo, o porque se permitié la incorporacién de los comerciantes, Jos banqueros y los propietarios en general. ‘Todavia queda un buen camino que recorrer antes de que se den unas condiciones de cuasiigualdad. Pero sin legar a la idea contemporénea de igualdad plena, los criterios para la in- tegracidn en la sociedad se amplian notablemente y se desvin- culan de consideraciones nobiliarias, por ms que se conserve esta clase de lenguaje. La concepcién ampliada de la civilidad, ahora llamada «elegancia> [politeness], permaneci6 orientada hacia el objetivo de generar armonia y rebajar la tensi6n de las relaciones sociales, pero ahora tenia que mantener unidas a personas de clases diferentes y operar en espacios muy diver- sos, desde los salones de té hasta los teatros y los jardines.” Igual que habfa sucedido antes con la idea de civilidad, el in- greso en la sociedad elegante suponia ampliar las propias pers- pectivas y adopter una forma de ser que excedfa el Ambito de lo meramente privado, pero el énfasis se traslada ahora hacia la virtud de la benevolencia, y también hacia un estilo menos abiertamente competitivo que el promovido anteriormente por el cédigo guerrero y el cortés. La sociedad elegante del siglo xvint dio origen incluso a una ética de la «sensibilidad» Este relativo distanciamiento de la jerarquia, asi como la nueva centralidad que adquiere la benevolencia, hicieron que la época se acercara al modelo moderno de orden, ya antes descrito. Al mismo tiempo, la integracién de las funciones eco- némicas en la sociedad intensificd atin mas la afinidad entre la civilidad y esta noci6n de orden. 31, Vase Philip Carter, Men: arid the Emergence of Polite Society, Londres, Long- man, 2001, pigs. 25. 36-39. IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS transicién del siglo xvi es en cierto sentido un paso en el desarrollo de la modernidad occidental. La socie- ‘elegante tenfa una nueva comprensién de sf misma, una sién que podriamos llamar «hist6rica> en un sentido . No sélo tenfa una conciencia sin precedentes de la im- ia de sus propios fundamentos econémicos; también ‘una nueva concepcién del lugar que le correspondfa den- Ia historia, en cuanto forma de vida propia de una socie- [comercial, estadio al que sélo recientemente se habia lle- El siglo xvm generé una nueva concepcién de la historia en etapas, las cuales ordenaban el desarrollo de la so- humana en una serie de fases definidas por su forma §mica (por ejemplo, la caza y recoleccién, la agricultura), ‘eulmina en la sociedad comercial contemporénea.” Esto se viera bajo una luz distinta la transicién que he ve- yando aqui la domesticaci6n de la nobleza, asf como i6n interna de las sociedades modernas. Se atribuia io, le doux commerce, el poder de relegar a un papel Jos valores marciales y el estilo de vida militar, y as{ con su secular dominio sobre la cultura humana.” des politicas ya no podfan verse simplemente como sera preciso tener en cuenta la época ala que per- . La modernidad era una época sin precedentes.* | por ejemplo, Adam Ferguson, Avr Essay on the History of Civil Society, Backs, 1980 (vad cast: Un eno sobre la hast del soe Gentro de Estudios Politicos y Constitucionales, 1974). than The Pasion andthe Ire, Priareton,Pncron A. Pocock, Barbarism and Religion, Cambridge, Inglaterra, Cam- ‘Press, 1999; Karen O’Brien, Narratives of Enlightenment, Cambridge, University Press, 1997: y Pierre Manent, La Cité de Homme, Pa 1994, parte 1 Cariruto 4 EL GRAN DESARRAIGO Hasta ahora he ofrecido un complejo contexto para explicar al menos en parte la creciente influencia de la idea moderna de orden, y sus afinidades con la incipiente concepcién de civili- dad, cuya culminacién seré la sociedad elegante [polite society]. Pero también podemos integrar este proceso en un contexto més amplio y profundo, el del «desarraigo» de los individuos. Un centrales de la modernidad occidental. des. de casi eualguer punto de vss, eel pr roceso de desencanta- Thiento del mundo, el eclipse de Jos espiritus y las fuerzas magi cas; Este fue uno de los resultados del movimiento reformista de cristiandad latina, una de cuyas manifestaciones fue la Refor- ma protestante, pero que también transformé la Iglesia Catdlica. Este movimiento reformista era una de las fuerzas impulsoras del proyecto de disciplinar y reordenar la sociedad descrito en el capitulo 3, cuyo objetivo no era sélo la reforma de la conducta personal,-sino:la-reforma.¥-reconstruccién de las sociedades para hacerlas mas pacfficas, més ordenadas, més trabajadoras. La sociedad reformada deb{a encarnar de forma inequivoca Jas-exigencias del Evangelio, en la forma de un. orden estable y racional, segiin la concepcién cada vez mas extendida del mis- mo. No habfa lugar en esta sociedad para las ambivalentes com- plementariedades del anterior mundo encantado: entre Ja vida mundana y la renuncia mondstica, entre el orden debido y su suspensi6n periédica durante el Carnaval, entre el poder que se reconocfa a los espiritus y otras fuerzas y su sumisién al poder divino, El nuevo orden era coherente, inflexible, era todo de una pieza. El desencantamiento trajo consigo una nueva uniformi- dad de propésito y de principio. 68 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS La progresiva imposicién de este orden supuso el fin del inestable equilibrio postaxial. El compromiso entre la religion individualizada de la devocién, la obediencia o la virtud racio- nalmente concebida, por un lado, y los rituales colectivos, a me- nudo de relevancia césmica incluso, en los que participaban so: ciedades enteras, por el otro, se rompe en favor de la primera El desencantamiento, la reforma y la religién personal iban de la mano. Del mismo modo que la iglesia llega a su maxima per- feccién cuando cada uno de sus miembros se adhiere a ella de forma individual y responsable —en ciertos lugares, como en la congregacionalista Connecticut, esta manifestacién se convirtio en requisito explicito para ingresar en la comunidad—, la socie- dad misma pasa a concebirse como un conjunto de individues. Lo que propongo llamar el gran desarraigo, implicito ya en la revolucién axial, llega de este modo a su conchusi6n l6gica Esto suponia el desarrollo y ascntamiento de una nueva comprensién de nuestra propia existencia social, que atribuia al individuo una primacfa sin precedentes. Cuando hablo de comprensién, me interesa ante todo lo que he llamado el ima- ginario social, es decir, nuestra forma colectiva de imaginar, a ‘un nivel preteérico incluso, nuestra vida social en el mundo occidental contemporaneo. Antes que nada querria situar esta revolucién operada en nuestro imaginario a lo largo de los uiltimos siglos en el mar- co del conjunto de nuestro desarrollo cultural-religioso, segén es comiinmente interpretado. La verdadera escala de aquel cambio se ve mas clara si nos fijamos en algunos rasgos de la vida religiosa de otras sociedades més antiguas, de propor- ciones més reducidas, en la medida en que podemos recons- truirlas. En algdin momento de la historia tuvo que darse una fase en la cual todos los seres humanos vivian en estas socie- dades de escala reducida, aunque no podemos hacernos mas que una imagen aproximada de cémo debia ser la vida en esa época Un examen més detallado de lo que yo amo religion tem juna (que coincide en parte con lo que Robert Bellah, por jonplo, Hama «religién arcaica») muestra tres aspectos en los EL GRAN DESARRAIGO 69) que el sujeto se hallaba profundamente arraigado en estas fo! mas de vida.’ Primero, en el plano social: en las sociedades tribales paleolf- ticas, e incluso en algunas sociedades neoliticas, la vida religio- sa iba inseparablemente ligada a la vida social. Por supuesto, en Gierto sentido esto no seria un rasgo peculiar de la religién temprana. Me refiero al hecho evidente de que el lenguaje ba- sico de estas sociedades, las categoria que definen lo sagrado, los tipos de experiencia religiosa y las formas de actividad ri- tual accesibles para sus sujetos, corresponden a una forma de vida religiosa que ha sido socialmente establecida. En este sen- tido, cada una de estas pequefias sociedades habria dado una definicién y una articulacién originales a un cierto potencial comtin de la humanidad. Siempre ha habido préstamos y difu- siones, pero la gama de posibilidades y diferencias de vocabu- lario sigue siendo enormemente variada No hace falta que resolvamos aqui la cuestién de en qué con- siste este potencial, es decir, si debemos circunscribirlo éntica- mente a la mente de los seres humanos, o si debemos pensar mas bien que la mente humana responde de formas diversas a algin tipo de realidad espiritual trascendente a ella. También podemos dejar abierta la cuestién de si este fenémeno es una dimensién ineludible de la vida humana, o si los seres humanos podrén de- jarla atrés algiin dia (aunque es evidente que el autor tiene fuertes corazonadas respecto a ambas cuestiones). Lo incuestionable en cualquier caso es la omnnipresencia de cierta relaci6n con espfri- tus, fuerzas 0 poderes de algiin tipo, alos que se reconoce alguna forma de superioridad, en el sentido de que van més allé de las fuerzas y los animales de la vida cotidiana; y en segundo lugar, la gran variedad de concepciones que se tienen de estos poderes, y de relaciones que se mantienen con ellos. No me refiero tnica- mente a una diferencia de fe o de doctrina; la diferencia se refleja en una sorprendente disparidad de experiencias y potencialida- des, en un amplisimo repertorio de formas de vivir la religién. 1. Véase Robert Bellah, «Religious Evolutions, en Bevorrd Belief, Nueva York, Har- per and Row, 1970, eap. 2 JIMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS srillgiind3 pueblos los sujetos caen en una especie de ido como posesién; en otros pueblos (0 a veces los sentosos;'en otros los chamanes se sienten transportados a un mundo superior; en otros se producen curas sorprendentes bajo ciertas condiciones; etc. Todas estas experiencias estén mas all4 dela gama de experiencias posibles para la mayoria de las per- sonas en nuestra civilizacién moderna, del mismo modo que es- tén més allé de la gama de experiencias de cualquier pueblo que no reconozca tal potencialidad en su vida religiosa. Asf, para algunas personas los suefios portentosos son posibles, pero no la posesién; para otras, la posesién sf, pero no ciertos tipos de cura; etc. Es un hecho comtin a todos los seres humanos que el le guaje yla experiencia religiosa accesibles para cada 5 =: penden salaries donde ha nacido. Incluso los més origi- nales findadores figiones tienen que apoyarse en un Shcabulatio' practises eaetentre ya en su sociedad. En iitimot ro Tio hace sinio Nevarnos a wna tesis ob- via en relacién con el lenguaje humano en general: siempre lo adquirimos a través de los grupos lingiifsticos en los que cre- cemos, y sélo podemos trascender lo que nos viene dado so bre Ta base que eso mismo nos proporciona, Sin embargo, est4 claro que ahora vivimos en un mundo donde los vocabu- larios espirituales son gncada vez sofa mri mas méviles, donc tes ~ Més importante atin para el Gran Desarraigo es una segun- da dimensi6n social de la religion temprana. joer princi aoe en las manifestaciones religiosas mas significativas —el que in- voca;reza, hace-sactificios, busca el favor de los dioses v de lus espiritus, el que se acerca a estos poderes, obtiene proteccién y auxilio de ellos, el que adiviria bajo su gufa—era el grupo so- cial, o bien un subgrupo especializado que actuaba en nombre eer see EL GRAN DESARRAIGO a del todo. En la religi6n temprana, nos relacionamos con Dios primariamente como sociedad. Los sacrificios rituales de los dinka, segiin los describié hace’medio siglo Godfrey Lienhardt, ofrecen un claro ejemplo de ambas caracterfsticas. Por un lado, los principales actores del sacrificio, los «maestros de la lanza de pesca», son en cit to sentido «funcionarios» que actéan en nombre de la socie- dad; por otro lado, esta misma sociedad participa, repite las in- vocaciones de los maestros, hasta que la atencién de todo el mundo acaba concentrada en la accién ritual que est4 tenien- do lugar. En el climax de la accién, «los participantes en la ce- remonia son de forma muy palpable los miembros de un mis- mo cuerpo indiferenciado». Esta participacién toma a menudo Ia forma de la posesién por la divinidad invocada? Lo anterior no es una circunstancia casual que pueda darse © no en ciertas comunidades. La accién colectiva es esencial para la eficacia del ritual. En el mundo de los dinka no puedes organizar por tu cuenta una invocacién de las divinidades do- tada de algdn poder La eimportancia de la acci6n colectiva en una comunidad de la que el individuo es miembro tanto en el nivel real como en el tradicional explica el miedo que sienten los individuos dinka cuando sufren la desgracia de verse apar- tados del hogar y de los suyos».? Este tipo de acci6n ritual colectiva, donde los actores prin- cipales actéan en nombre de 1a comunidad, la cual se halla también implicada a su manera en la accién, parece estar pre- sente précticamente en todas las manifestaciones de la religion -temprana, y se conserva en ciertos aspectos-hasta el-diade hoy. Ciertamente mantiene una presencia importante mientras las personas sigan viviendo en un mundo La religion axial no supuso el fin de la religiosidad tem na. La vida religiosa de la mayoria siguié marcada idee glos Por ciertos elementos de las prdcticas anteriores, aunque en versiones modificadas. Estas modificaciones no fueron solo el resultado de las formulaciones axiales, sino también de 1 emergencia de sociedades de mayor tamafio, més ilifstencia: das y a menudo estructuradas alrededor de centros urbanos, con una organizacién més jerarquizada e incipientes estructu. ras estatales. Se ha dicho también que estas estructuras de. sempefiaron un papel importante en el proceso de desarraigo, ues la existencia misma del poder estatal supone un intente de controlar y configurar la vida religiosa y las estructuras so. ciales requeridas por ella, y socava de este modo el aura de i tangibilidad que rodea a esta vida y a estas estructuras " Pien. so que hay mucha verdad en esta tesis, y mas tarde sostendré una idea parecida, pero de momento me interesa centrarm = todo en la importancia del periodo axial. . sto no quiere decir que se produjera un cambi: ins- irae enla vida Teligiosa de sociedades cinrescne: abren nuevas posibilidades para el desarrollo de una religiosi- lac desarraigada: Ja biisqueda de una relacién con lo divino o Io superior que revise en un sentido importante las nociones siablecidas de prosperidad, o que vaya incluso ya més alla de » ¥.que pueda correr a cargo del individuo solo y/o de nue- vos tipos de socializacién desvinculados del orden sagrado es- funy eto pninenatnen a cis pct coy co te det in re Ptactin cin met toda simple que la serie deertadion que Monica Dea al pinitivey ack, shiva Nscarhintenmmeneeeeom meer ia, Your Mica ee aaa nee aa ’ ratchepteeifomance a wo a Se ei ds rid EL GRAN DESARRAIGO a tablecido. De este modo los monjes, los bhikhus, los sanyassi, los devotos de uno u otro dios 0 avatar siguen cada uno su pro- pio camino, de donde surge una variedad antes desconocida en las formas de socializaci6n: grupos de iniciaci6n, sectas de de- votos, sangha, érdenes mondsticas, etc. En todos estos casos se produce también un cierto hiato, un distanciamiento o incluso una ruptura con la vida religiosa del conjunto de la sociedad. Esta a su vez puede haber experimen- tado alguin tipo de diferenciaci6n interna, con el resultado de la creacién de diferentes estratos, castas 0 clases, cada una de las cuales podra adoptar a su vez nuevas perspectivas religiosas. Pero muchas veces la nueva devocién salta las barreras entre elas, en especial cuando se produce una ruptura en Ja tercera dimensi6n, y aparece una idea «superior» del bien humano. Este proceso conlleva inevitablemente cierta tensi6n, pero a menudo también un intento de asegurar la unidad del conjun- to, de recuperar algtin tipo de complementariedad entre las di- ferentes formas religiosas. La relacién entre aquellos que se -consagran.a Jas formas superiores y aquellos que permanecen en las anteriores, invocando a los Poderes para su prosperidad en términos humanos, puede verse como una pura oposicién, aunque también como una relaci6n de ayuda mutua. Los lai- cos alimentan a los sacerdotes, y de este modo hacen méritos para lo que puede interpretarse como un avance en el camino més alto, aunque también como una forma de protegerse fren- te alos peligros de la vida, y de mejorar su propia salud, pros- peridad y fertilidad. >, Tan fuerte es el impulso hacia la complementariedad que incluso cuando la religion superior se extiende por toda la so- ciedad —con el budismo, el cristianismo y el islam—, sin de- jar supuestamente nada que pudiera oponerse a ella, la dife- Tencia entre la religion de una minoria de «virtuosos» (por usar el término de Max Weber) y la religién de masas, basada en lo sagrado social y orientada arin en gran medida a la pros peridad, se mantuvo o resurgié por s{ misma, con el mismo resultado combinado de tensién y complementariedad entre ambas. L a0 IMSINARION SOCMLES MOLTERNOS: Desde una bicida perspectiva moderna sobre el pasado, pa. ce como si las espiritnalidades axiales no hubieran Ilegado a plepar todos sus efectos desarraigadores como consecuen- cia de la fuerte resistencia que supuso la vida religiosa mayori- taria, todavia firmemente asentada en el viejo molde. Si traje- ron un cierto individualismo religioso, pero en la forma de lo que Louis Dumont Hamé el estatuto de «I'individu hors du monde» (el individuo fuera del mundo)."* Es decir, era una for- ma de vida limitada a una élite minoritaria, y ocupaba en cier- to modo una posicién marginal o incluso enfrentada al «mun- do», en el que debe incluirse no sélo el cosmos, ordenado en funcién de su relacién con lo superior o lo sagrado, sino tam- bién la sociedad, ordenada en funcién de su relacién tanto con el cosmos como con lo sagrado. Este mundo seguia siendo una matriz integradora, y todavia proporcionaba un contexto insu- perable para la vida social, incluida la de aquellos individuos que trataban de darle la espalda, mientras permanecieran de algtin modo en su radio de influencia. Lo que todavia no se habfa producido era la transformacién de esta matriz, su redefinici6n a partir de alguno de Jos princi pios de la espiritualidad axial, que levarfa finalmente a la pro- yeccién de un mundo constituido por individuos. En términos de Dumont, esto suponta la aparicion de un nuevo estatuto de «Vindividu dans le monde» (el individuo en el mundo), un agen- te que, en su vida mundana ordinaria, se ve a s{ mismo ante todo como un individuo, en otras palabras, el agente humana ti- pico de la modernidad occidental Este proyecto de transformacién es el que he descrito en los capftulos anteriores: el intento de reconstruir completa- mente la sociedad en funcién de las exigencias del orden cri tiano, de purgarla de su conexién con un cosmos encantado y climinar todo vestigio de las viejas complementariedades (en- tre lo espiritual y lo temporal, entre una vida dedicada a Dios 13. Louls Dumont, «De indi¥.du-hors-du-monde & Vindividu-dans-le-mondes, en Essais sur 'individualisme, Parts, Seuil, 1983 (trad, cast: Ensayos sobre ef indevidua- lismo, Madrid, Alianza, 1987) EL GRAN DESARRAIGO 81 yuna vida dedicada al mundo, entre el orden y el caos del que procede), ‘Ya sélo por su modo de operar, el proyecto levaba directa- mente al desarraigo: la reforma del comportamiento y de las for- mas sociales a través de la disciplina, la objetivacion y el desa- rrollo de una actitud instrumental. Pero también sus fines tenfan que ver intrinsecamente con el desarraigo. El ejemplo més claro es el impulso hacia el desencantamiento, que destruye directa- mente la segunda dimensién del arraigo. Este es un proceso re- conocible también en el contexto cristiano. En cierto modo, el cristianismo funciona aqui como cualquier otra espiritualidad axial; de hecho, acta en conjunci6n con otra de estas espiritua- lidades, a saber, el estoicismo, Pero también presentaba aspectos especificamente cristianos. El Nuevo Testamento esté plagado de llamadas a abandonar o a relativizar la solidaridad de la familia, el clan y la sociedad, para ingresar propiamente en el Reino. En- contramos un reflejo explicito de esta idea en el funcionamiento de algunas Iglesias protestantes, en las que no se podfa ingresar simplemente en virtud del nacimiento, sino que era precisa una adhesion explicita en respuesta a una vocacién personal. Esto contributa a su vez a reforzar la idea del origen contractual de la sociedad, y por lo tanto de su constitucién, en ultimo término, a partir de la decision de individuos libres. La filiacién es en este caso relativamente obvia. Pero mi tesis es que el proyecto cristiano, o cristiano-estoico, de reconstruir Ia sociedad sobre la base del moderno «individuo en el mundo» tuvo un efecto mucho més vasto y complejo. Contribuyé a si- tuar primero la moral y luego el imaginario social en la senda del individualismo moderno. Podemos ver la emergencia de este individualismo en la nueva concepcién de orden moral que trajo consigo la teoria de la ley natural del siglo xvu. Dicha teo- rfa mantiene serias deudas con el estoicismo, y es razonable considerar que sus creadores fueron los neoestoicos holandeses Justus Lipsius y Hugo Grocio. Pero en este caso se trataba de un estoicismo cristianizado, moderno, en el sentido de que atri- buia un papel fundamental a la reforma voluntaria de la socie- dad humana “MAGINARIOS SOCIALES MODERNOS jdletir que el desarraigo es tanto el resultado de la ad tésguardada (buffered identity] como del proyecto de “i tefoisisa sal como dije antes, el arraigo no tiene que ver tinica- + Senénte-con'la identidad —los limites contextuales de la imagi- “qiaci6n.del yo—, sino también con el imaginario social: la for- ‘ma como somos capaces de pensar 0 imaginar Ja sociedad en su conjunto. Pero la nueva identidad resguardada, con su in- sistencia en la devoci6n y la disciplina personales, aument6 la distancia, la falta de empatfa, incluso la hostilidad hacia viejas formas de ritual y pertenencia colectivos, y el impulso refor- mista leg6 a proponer su abolicién. Tanto por su concepcién del yo como por su proyecto para la sociedad, las disciplinadas lites avanzaban hacia la idea de un mundo social constituido por individuos. ‘Todas estas grandes interpretaciones hist6ricas tienen un problema, ya observado al comentar la tesis de Weber sobre el desarrollo de la ética protestante y su relacién con el capitalis- mo. De hecho, su tesis es muy proxima a la mia; viene a ser una especificacién de la conexién mAs amplia que pretendo es- tablecer aqui. Weber es obviamente una de mis fuentes. Una de las objeciones a la tesis de Weber es que no resulta verificable en términos de un conjunto de correlaciones clara- mente definidas, por ejemplo entre las distribuciones confesio- nales y el grado de desarrollo capitalista. Pero la naturaleza misma de esta clase de asociaciones entre el posicionamiento espiritual y el funcionamiento econémico y politico exige que la influencia entre ambos tome una forma mucho mas indirecta y difusa. Si creyéramos realmente, siguiendo las versiones més vulgares del marxismo, que todos los cambios pueden explicar- : se a partir de factores no espirituales, pongamos que en térmi- nos de motivaciones econémicas, de modo que los cambios es- pirituales fueran siempre las variables dependientes, esto no serfa ningdin problema. Pero en realidad, tal como sostuve en el capttnlo 3, la relacién es mucho mAs intima y recfproca. Ciertas autoimagenes morales van asociadas a ciertas précticas, lo que tanto puede significar que la difusi6n de las practicas promue- va dichas autoimagenes como que éstas configuren las practi- EL GRAN DESARRAIGO 83 cas y contribuyan a su establecimiento. Tan absurdo es creer que las précticas van siempre por delante como adoptar la pos- tura contraria y pretender que las ideas son de algtin modo el motor dela historia. Sin embargo, eso no nos impide hacer juicios razonables so- bre la relaci6n que pueda haber entre ciertas formas sociales y ciertas tradiciones espirituales. Si las formas anglosajonas de iniciativa capitalista est4n mucho menos vinculadas a las rela- ciones familiares que, por ejemplo, las formas chinas, lo cual parece innegable,"* gpodemos decir realmente que no tiene nada que ver con la diferencia que existe entre las ideas protestantes sobre la pertenencia del individuo a la Iglesia, y el papel central que atribuye el confucianismo a la familia? Parece dificil dar crédito a esta tesis, incluso aunque no podamos trazar con todo detalle las conexiones particulares. De modo parecido, mi tesis pretende establecer un vinculo entre la indudable primacta del individuo en Ja cultura occi- dental moderna, un aspecto central de la concepcién moderna de-orden moral, con los anteriores proyectos de transforma cién radical de la sociedad basados en los principios de la espi- ritualidad axial; en otras palabras, pretende rastrear los orige- nes de nuestra autocomprensién actual. Podria parecer que no hace falta establecer ninguna genea- logia de este tipo, a la vista de la aceptacién que tienen los re- latos de sustraccién. Estos relatos tienen fuerza precisamente porque el individualismo ha legado a convertirse para nosotros en una cuestién de puro sentido comin. El error de los moder- nos consiste en dar tan por sentada esta concepcién del indivi- duo, que la toman por la forma ms «natural» de concebirse a s{ mismos. Del mismo modo que el pensamiento epistemol6gi- co moderno parte siempre de una descripci6n neutral de las cosas, a la que luego aiiade los valores, también parece como si nos concibiéramos a nosotros mismos ante todo como indivi- duos, y sla Inego tomaramos conciencia de las otras personas y de las formas de socializaciOn. Sobre esa base es facil expli- 14, Vease Fukuyama, op. cit: x4 IMAGINARTOS SOCIALES MODERNOS car la emergencia del individualismo moderno a través de una especie de relato de sustraceién: los viejos horizontes se fueron erosionando y consumiendo, hasta que S6lo qued6 la concep- cin subyacente de nosotros mismos como individuos. Muy al contrario, mi tesis es que nuestra primera autocom- prensién se halla profundamente inscrita en la sociedad. Nues tra identidad esencial era al principio la de ser padres, hijos, etc., y la de ser miembros de una determinada tribu. S6lo mas tarde legarnos a concebirnos ante todo como individuos libres. Esto no fue sélo el resultado de una revolucién en nuestra vi- sién neutral de nosotros mismos, sino que supuso también una profunda transformaci6n de todo nuestro mundo moral, como sucede siernpre que se da un cambio identitario. Esto significa que también aqué debemos distinguir entre un aspecto formal y otro material de la inscripcién social, corres- pondientes a las das primeras facetas antes descritas. Fn el pri- mer nivel, estamos siempre socialmente inscritos; descubrimos nuestra identidad en didlogo, en la medida en que se nos im- pone un lenguaje. Pero en el nivel del contenido es posible que aprendamos precisamente a ser individuos, a tener nuestras propias opiniones, a desarrollar nuestra propia relacién con Dios, nuestra propia experiencia de conversién. Asi pues, el Gran Desarraigo toma la forma de una revolu- ci6n en nuestra concepci6n del orden moral-social. Y va acom- pafiado de nuevas nociones de orden moral. Ser un individuo no es ser un Robinson Crusoe, sino estar en cierta relaci6n con los otros seres humanos. Lo cual no es sino un reflejo de la ne- cesidad trascendental del holismo recién sefialada. Todo esto nos desmarca de lo sagrado césmico, esta vez por completo, y no sélo en parte y para ciertas personas, como ocurria con los anteriores desarrollos postaxiales. Nos desarraiga de lo sa- grado social y crea una nueva relacién con Dios como disefiador. La nueva relacién puede quedar también eclipsada si se piensa que cl disciio subyacente al orden moral sc orienta a la prosperi- dad humana ordinaria. Se pierde de vista de este modo, 0 puede perderse, el aspecto trascen lente de la revoluci6n axial, en caso de que exista una nitida separaci6n entre el bien mundano y el ultra- EL GRAN DESARRAIGO mundano, Pero sélo en parte, pues las nociones de prosperidad es- tan siempre bajo sospecha en nuestra visién moderna dela moral: para evitar la condena debersn responder a las demandas de justi- cia, igualdad y ausencia de dominacién establecidas por el orden moral. Nuestras nociones de prosperidad son siempre revisables. ¥ esto es un rasgo propio de nuestra condicién postaxial. Fue el cristianismo el que impuls6 en gran medida la fase fi- nal del Gran Desarraigo. Pero también fue en cierto sentido una «corrupcién» de si mismo, segiin la memorable expresion de Ivan lich. Una corrupcién alimentada por el propio cris- tianismo, pues el Evangelio constituye también una forma de desarraigo. Ya he mencionado antes sus llamadas a romper con las solidaridades establecidas. Como explica Ilich, tal vez sea la parabola del Buen Samaritano el lugar donde aparece ‘con mAs fuerza esta exigencia. No se dice, pero se desprende inevitablemente del texto. Si el samaritano hubiera respetado los sagrados limites sociales, nunca se habria detenido a ayu- dar al judio herido. Es evidente que el Reino requiere un tipo de solidaridad enteramente distinta, una que nos llevaria a una red de relaciones basadas en el agapé. ‘Aqui es donde entra la corrupcién: lo que conseguimos no fue una red de relaciones basadas en el agapé, sino més bien una sociedad disciplinada donde priman las relaciones catego- riales y por tanto las normas. Sin embargo, todo comenz6 con el laudable proyecto de hacer frente a las exigencias del mun- do, para luego rehacerlo por completo. En el Nuevo Testamen- to, el «mundo» (el cosmos) tiene por un lado un significado po- sitivo, como en «porque de tal manera am6 Dios al mundo» (Juan, 3,16), y por el otro un significado negativo: no juzgues como juzga el mundo. Cabe entender este segundo sentido de la palabra como la forma presente que toma el orden sacrali- zado de las cosas y su arraigo en el cosmos.'* En este sentido, 15, Ivan Mich, The Corrption of Christian, Toronto, Canadian Broadcasting Corporation, iexs Series, enero de 2000, orate Rene Gard Ye ois Satan toner comme Ili, Pats, Grass, 1999 (ad ants Vio Stn coer como el eldmpego, Barcelona, Anagrara 202) Bares JsIMAGINARIOS: SOCIALES MODERNOS- _ silauiglesiashace-bien cuando se enfrenta al mundo. Esto es jo que Hildebrand vio claramente cuando en la Controversia de la Investidura luché por mantener las investiduras episcopales a] margen de Ia invasiva esfera de poder de las ambiciones dinds. ticas. Podria parecer que el siguiente paso evidente despu esta victoria defensiva deberia nabeeaniae fntento de ae ficar y purificar la esfera del poder mundano, para hacerlo cada vez més acorde con las exigencias de la espiritualidad cristiana. Pero naturalmente todos estos cambios no se dieron de golpe; fueron acumulativos, aunque de algtin modo las di- versas reformas se fueron realimentando en versiones cada vez més radicales del proyecto, hasta levarnos a la situacion ac. tual. La ironfa es que el resultado ha sido bien distinto del bus- cado; en cierto sentido, aunque no el mismo de antes, el mun- do ha terminado por ganar la partida. Tal vez la contradicci6n residiera en la idea misma de imponer el Reino de Dios por medio de la disciplina. La tentacién del poder fue, después de todo, demasiado fuerte, tal como vio Dostoievsky en la leyenda del Gran Inquisidor. Esa fue la corrupcién. Pasemos ahora a Ja influencia que ha tenido el Gran Desarrai- _80 sobre nuestro imaginario social moderno, Cartruto 5 LA ECONOMIA COMO REALIDAD OBJETIVADA Hay tres formas de autocomprensi6n social cruciales para la modernidad, y las tres constituyen invasiones o transforma- ciones del imaginario social por parte de la teorfa del orden moral desarrollada por Grocio y Locke. Estas formas son la economia, la esfera ptiblica y el conjunto de ideas y practicas propias del autogobierno democratico. La economia mantenia un vinculo evidente con la autocom- prensién de la sociedad educada y civilizada, en cuanto basada en.una sociedad comercial. Las raices de esta concepcién pue- den -remontarse sin embargo. hasta la idea misma de orden propuesta por Grocio y Locke. Antes mencioné que esta nueva nocién de orden trajo consi go un cambio en la concepcién del cosmos, en cuanto obra de la providencia divina. Encontramos aqui, de hecho, uno de los, primeros ejemplos de la emancipacién del nuevo modelo de orden respecto a su nicho originario, y de la redefinicién de la imagen que se tenfa de la guia providencial de Dios. La idea de que Dios gobierna el mundo de acuerdo con un plan bondadoso es antigua, incluso precristiana, y tiene rafces tanto en el judaismo como en el estoicismo, Lo nuevo es la concepcién que se tiene de este plan bondadoso. Podemos re- conocer este cambio en los argumentos que se esgrimen para vincular el disefio del mundo a la existencia de un Dios Crea- dor bondadoso. También estos argumentos son antiguos. Pero anteriormente insistian en la magnificencia del disenio del es. cenario en el que el mundo se hallaba inscrito (las estrellas, los planetas, etc.), y més tarde en el admirable microdiseno de las, criaturas, incluidos nosotros mismos, la perfecta adecuacién 88 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS de los 6rganos a sus funciones, asi como el soporte que la na- turaleza en conjunto proporciona a la vida. Todas estas concepciones persisten, naturalmente, pero en el siglo xvi se Jes suma una apreciacién de la preordenacién de la vida humana hacia el beneficio mutuo. El énfasis se tras- lada en cierto modo hacia la benevolencia mutua, y muchas veces el feliz disefio se identifica con la existencia de lo que po- driamos lamar una «mano invisible». Esta se deja ver en cier- tas acciones y actitudes para las que estamos «programados», y que tienen resultados sistematicamente beneficiosos para la fe- licidad general, inchiso aunque éstos no formaran parte de la intenci6n original de la acci6n, o del sentido explicito de la ac- titud. En La riqueza de las naciones, Adam Smith describi6 el més famoso de estos mecanismos, de acuerdo con el cual nues- tra biisqueda de la prosperidad individual redunda en el bie- nestar general. Pero hay también otros ejemplos, como por ejemplo el que describe Smith en su Teoria de los sentimientos morales, donde sostiene que si la naturaleza nos impulsa a sen- tir admiraci6n por el rango y la fortuna, es porque el orden so- cial queda mucho mejor garantizado por el respeto hacia las distinciones visibles que por el respeto hacia cualidades menos palpables, como la virtud y la sabiduria.' ’ E] orden que encontramos aqu{ es el de un buen disefio es- tructural, donde la causalidad eficiente desempeiia el papel crucial. En esto difiere de las concepciones anteriores de or- den, donde 1a armonfa era el resultado de la consonancia entre las Ideas 0 las Formas, que se manifestaban tanto en los dis- tintos niveles del ser como en los distintos rangos de Ja socie- dad. Lo crucial en la nueva concepcin es que nuestros fines se funden unos con otros, por m4s divergentes que puedan pare- cer en Ja conciencia de cada uno de nosotros. Nos implican en un intercambio de beneficios. Admiramos y respaldamos a los ricos ya los privilegiados, y a cambio disfrutamos de una esta- hilidad sin la cnal serfa imposible la prosperidad. Fl disefio di- 1. Leslie Stephen, History of English Thought in the 18k Century, Bristol, Ingla terra, Thoemmes, 1997, 2, pag. 72 LA ECONOMIA COMO KEALIDAD OBIETIVADA 89 vino consiste en una concatenacién causal, no en una armonfa de los significados. En otras palabras, los seres humanos nos hallamos siempre inmersos en un intercambio de servicios. El modelo funda- mental parece ser lo que hoy conocemos como economta. Esta nueva concepci6n de la providencia resulta ya evidente en la formulacién de la teoria de Ia ley natural que aparece en el Segundo Tratado de Locke. Vernos aqui la importancia que adquiere la dimension econémica en la nueva noci6n de orden. Cabe distinguir aqu‘ dos facetas. Los dos objetivos principales de la sociedad organizada eran la seguridad y la prosperidad econémica, pero en la medida en que la teoria ponfa el acento principal en una especie de intercambio provechoso, la socie- dad politica misma comenzaba a verse desde el prisma de una met4fora cuasieconémica. Incluso un personaje como Luis XIV parece suscribir algo parecido 2 un modelo de intercambio en el consejo que le daa su delfin: «Todas estas diversas condiciones que componen el mundo se relacionan unas con otras tinicamente a través de un intercambio de obligaciones recfprocas. La deferencia y ¢l res- peto que recibimos de nuestros sébditos no son un regalo por su parte, sino un pago por la justicia y la proteccién que espe- ran recibir de nosotros»? Esto por cierto puede darnos cierta perspectiva sobre (lo que result6 ser) una etapa de transicin importante en Ja larga marcha hacia la integraci6n del orden del beneficio mutuo en nuestro imaginario social. Lo que tenemos aqui es un modelo de orden rival, basado en Ja jerarquia y la autoridad. Pero en las explicaciones de Luis XIV y otras personas de su misma época podemos ver una especie de compromiso entre lo nuevo y lo viejo. El razonamiento basico para justificar las diferentes funciones, en este caso la del gobernante y la del gobernado, es nuevo: un intercambio de servicios necesario y provechoso. Pero lo que se justifica con ello es todavia una sociedad jerér- 2. Mémoires, p&g. 63, citado en Nanerl Keohane, Philosophy and the State in Frast- ce, Princeton, Princeton University Press, 1980, pg. 248. LA ECONOMIA COMO REALIDAD OWE TIVADA wy compromise que a ee eee . yefa.a sf misma en términos clésicos, Fiste es el Dteacls cada vez mss en't re oo La justificd- reina durante algdn tiempo sobre la mayor parte de Purops, y Bs eee ninos de necesidad fun- S.. gostiene regimenes que conservan buena parte de la pompa el Bie ioeriopidad tuberents Ronen reflejando una si: » ritual y la imagineria de la complementariedad jerarquica, pero BM raisins de estar por ext ee ontol6gica: |. 24% sobre la base de una justificacién cada vez més asociada al or eens cas oe ae ror ene dele demés, el rey ‘== 4 den moderno. La defensa que hace Bossuet del reinado absoha Sei enctone. Es como el sol, sociedad unida y hacer to de Luis XIV se sittia en el mismo registro. ‘Luis XIV? 1 sol, por usar la imagen preferi. Sin embargo, la economfa llegaria a ser algo mas que una m ipeerarece ” . mmetéfora: cada vez eran mas los que la vefan como el fin prin. a paliners opener, con la reserva Tipal de la sociedad. Por la misma época en que Luis XIV daba oe r, la corte de Versalles, se su consejo, Montchrétien propuso una teoria del Estado que lo presentaba primariamente como el poder organizador necesa ee 1 Tio para que la econom{a prospere. (Dicho sea de paso, parece ‘incidental hay una tess vasta y comple: que fue él quien acuié el término «economia politica» ) Los dea basica ec que la cultura barroca’ taco viens a ser una Capote de sates ene la ” Bee coss erat faces soaein ee coe ae sRereaderes actian por amor a la ganancia, pero una buena i .nante (en este caso una Mano bien visible) 2 re ee te cio on eine politica del gobe Bead quoter ats, como de bech raced ta sintesis, como si puede reorientar este amor hacia el bien comtin. - ‘de ree wea el cov, bovine seconcons enh cults berace em we Este segundo cambio refleja el rasgo (numero 2) del orden I ceecloss we sadte yorceods and ctnatidenmaraase vor modern, dentro del esquema propuesto en el capftulo 1: el be- RG stent caeeee cs wir ce ceiberacanecmes neficio mutuo que debernos proporcionarnos unos a otros re- ee ee ‘como iguales. De ahi serva un lugar crucial para la garantia dela vida y de los medios prendido mucho de a ners deseripcin de Dupe en Paste t Moder | necesarios para mantenerla. No se trata del cambio aislado de i et sete narra cams Akane snl comet fee Una teorfa de la providencia por otra; va asociado a una de las " i ‘opera, en virtud de 1a cual los significados principales tendencias de la época. ‘A menudo se interpreta esta tendencia en términos de las ex- plicaciones materialistas al uso, ya mencionadas en el capftulo 3, Pomo por ejemplo la explicacion marxista segiin la cual las cla- ses comerciantes, los mercaderes y més tarde los industriales grecfan en ntimero y acumulaban cada vez més poder. Pero in- ‘barroca,segtin Dupré, encuentra su unidad cen una re [uJEn el centro de ésta se encuentra la. ee eres cluso dentro de este registro es preciso complementar Ta expli- hd prs ar fora eeructura en unio e vac Pero —y to es ni as. cacién con una referencia al cambio en las demandas del poder Sierra, gue vericalmentessoctado wna fens tsoendente de tstatal. Las élites gobernantes eran cada vez mas conscientes de te La vision Pee esa 1 vino ditinguela vision baroca del manda, que un aumento de la produccion y una tasa favorable de inter- a poramente vertical dea Edad Mais, don Ia realidad dencinde de un Gimbios eran las condiciones clave para asegurarse el poder Po- ‘posterior, prefigurada en cierto eee reas aren ae Kitico y militar. Las experiencias de Holanda e Inglaterra asi lo ise cariioe costars por el Renacimiento, La tensién ‘al Barroco una cualidad compleja, inestable y dingmica» (ty, 237). 5. Keohane, op. cit, pags. 164-167. 92 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS demostraban. Y por supuesto, tan pronto como algunas nacio- nes entraron en la senda del desarrollo econémico, sus rivales tuvieron que seguir su ejemplo o verse relegadas a un estatus dependiente. Este fue un factor tanto o mas importante que el crecimiento y el enriquecimiento de las clases comerciantes para explicar su cambio de posicién social. Estos factores eran importantes, pero tampoco pueden ex- plicar plenamente el cambio que tuvo lugar en la autocom- prensi6n de la sociedad. Lo que nos puso en el camino fueron una serie de cambios en distintos niveles, no sélo econémicos, sino también politicos y espirituales. En esto pienso que Weber lleva raz6n, por més que no se puedan rescatar todos los deta- les de su teoria Originalmente, la importancia de que las personas trabaja- ran de forma estable en una cierta profesién procedia del he- cho de que con ello asumfan un «curso establecido», por usar la expresién puritana. Y sila vida ordenada se convirtié en una, exigencia, no slo para la élite militar o espiritual/intelectual, sino para la inmensa mayorfa de las personas, todo el mundo debfa tomarse lo que hacia de un modo serio y ordenado, y ne- cesariamente debia hacer algo en la vida, es decir, trabajar en alguna ocupacién productiva. Una sociedad auténticamente ordenada requiere que cada cual se tome en serio sus ocupa- ciones econémicas, y prescribe una disciplina para cada una de ellas. Este era el fundamento politico. ‘Sin embargo, para los cristianos reformistas, y cada vez mas también para los catélicos, existfa una raz6n espiritual impor- tante para justificar la anterior exigencia, que fue también la que centré toda la atencién de Weber. Para formularlo en su variante reformada: si vamos a rechazar la idea catélica de que existen vocaciones superiores, como por ejemplo de celibato 0 de vida monéstica, siguiendo la doctrina de los «consejos de la perfecciéns, y si sostenemos que todos los cristianos deben ser cien por cien cristianos y que es posible serlo en cualquier vo- cacién, entonces es preciso sostener también que la vida ordi- naria, la vida que la inmensa mayorfa no puede menos que Ile- var, la vida de la produccién y de la familia, del trabajo y del LA ECONOMIA COMO REALIDAD OBJETIVADA 93 sexo es tan santa como cualquier otra. M4s incluso que Ja vida del celibato monéstico, pues ésta se basa en la vana y arrogan- te pretensién de haber hallado una via superior. ‘Esta es Ia base para la santificacién de la vida ordinaria, que en mi opinion ha tenido un tremendo efecto formativo sobre la civilizacién occidental y que ha derivado en un de for- mas seculares a partir de su variante religiosa « dos facetas: promueve la vida ordinaria cuado para las formas mas sen eon ce ne ademés un impulso antielitista, al echar ab: modos de existencia presuntamente superiores, ¥ la ig vocaciones mondsticas) 0 en antigtiedad que sitda la cont de la exis- tencia productiva). Los pod a los humildes y a los sumisos. Ambas facetas han tenido un papel formativo en el desarro- Ilo de la civilizaci6n moderna. La afirmacién de la vida ordina- ria est4 detrés del papel central que ha adquirido la economia en nuestras vidas, asi como de Ja tremenda importancia que damos a la vida familiar, o a nuestras relaciones personales. La actitud antielitista subyace a la importancia fundamental que atribuimos a la igualdad en nuestras vidas sociales y politicas. ‘Todos estos factores, tanto materiales como espirituales, con- tribuyen a explicar la promocién gradual de lo econémico al lugar central que ocupa hoy, una promocién que resultaba ya visible en el siglo xvi. En aquel momento entré en escena otro factor, o tal vez fuera simp nte una extensién del factor po- Iitico ya sefialado. Cada vez ga comercio y la actividac el y la existencia ordenada. Se c* 1e le doux commerce a la destructiva sed aristocrética de gloria militar. Cuanto mas se gira una sociedad hacia el comercio, cuanto més se aproxima al refinamiento y a la civilizacién, tanto mas destaca en las ar- {6, He watado esta cuestién con mas detalle en Charles Taylor, Sources of the Sel, cambridge, MA, Harvard University Press, 1989, cap. 13 (trad. cast. Fuentes del vo Barcelona, Paidés, 2006), 94 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS tes de la paz. El impulso hacia la ganancia econdmica es visto como una «pasién tranquila», Cuando arraiga en una socie- dad, puede ayudar a controlar e inhibir las pasiones violentas, Dicho en otros términos, la econémic i Ta ga mnémica sirve a nues-. tro interés, y el interés Eee yaala pa. sion.” Kant pensaba incluso que a medida que las naciones se fueran convirtiendo en rep@iblicas, y fueran quedando bajo el control de contribuyentes movidos por intereses econémicos, el recurso a la guerra se volverfa cada vez mas raro. La nueva idea de orden natural centrado en la economfa est4 también detrés de las doctrinas de la armonfa de intereses. Es- tas doctrinas legaron a proyectarse incluso sobre el universo, pues esto es lo que hay detrés de la visi6n dieciochesca de un orden césmico, no como una jerarqufa de formas, sino como una cadena de seres cuyos fines se funden unos con otros. Las cosas encajan en la medida en que unas sirven a otras para su supervivencia y prospeidad, Entre todas forman una economia ideal. See dying vegetables life sustain, Sce life dissolving vegetate again: lll forms that perish other forms supply, (By turns we catch the vital breath, and die) Like bubbles on the sea of Matter born, They rise, they break, and to that sea return. Nothing is foreign: Parts relate to whole; One all-extending, all preserving Soul Connects each being, greatest with the least; Made Beast in aid of Man, and Man of Beast; All served, all serving: nothing stands alone; ‘The chain holds on, and where it ends, unknown. 7. Hirschmann, op cit. Estoy muy en deuda con este libro extremadamente inte- LA ECONOMIA COMO REALIDAD OBJETIVADA 95 God in nature of each being founds Its proper bliss, and sets its proper bounds; But as he framed a Whole, the Whole to bless, ‘On mutual Wants built mutual Happiness: So from the first, eternal ORDER ran, And creature linked to creature, man to man.* Después de todo esto, Pope concluye triunfalmente «que el verdadero AMOR A UNO MISMO y el SOCIAL son lo mismo».* El descubrimiento de la sociedad como economfa, como conjunto interconectado de actividades de produccién, inter- cambio y consumo, que forman un sistema dotado de sus pro- pias leyes y su propia dindmica, fue probablemente el primer gran cambio producido por la nueva idea de orden, tanto en la teoria como en el imaginario social. Lo econémico ya no se re- duce a la gesti6n de los recursos necesarios para la colectivi- dad, en el hogar o en el Estado, por parte de los titulares de la autoridad en cada caso, sino que pasa a definir un modo de re- Jacionarnos unos con otros, una esfera de coexistencia que en principio podria ser autosuficiente, si no fuera por la interfe- rencia de diversos conflictos y desérdenes. Concebir la econo- mfa como sistema es un logro de la teorfa del siglo xvi, de la mano de los fisiécratas y de Adam Smith, pero el proceso por el cual la colaboraci6n y el intercambio econémico se convier- ten en el fin principal de la sociedad es un cambio en nuestro imaginario social que arranca en aquel periodo y sigue atin en nuestros dias. A partir de aquel momento, la sociedad organi- * Ved cémo tarda en morirla vida vegetal, / Ved cémo cuando muere vegeta otra vez: Toda forma que perece crea nuevas formas, / (Por turns tomamos él aliento vi- {ly morimos) / Nacidas como burbujas en el mar de la Materia, / Como elas suben, ‘chocan, y al mar regresan. / Nada es extrafio aquf: las partes pertenecen al todo; /Un ‘Alma que todo lo incluye, todo lo preserva / Conecta a todos los seres, el mAs alto con tel mas bajo; / Hizo a la Bestia para el Hombre, al Hombre pars Ia Bestia; / Todos servi- dos, todos sirvientes: nada queda sélo para sf;/ La cadena sigue, y donde termina, no Se sabe. /./ Dios fanda en la naturaleza de cada ser su propia dichs, y yous sus pro- pios Iimites; /¥ tal como hizo el Todo, que todos deben bender, / De la Necesidad co- Tatin hizo la Felicidad comin: / Asha sido desde el primer, eterno onDeN, /La criatura ‘con la criatura, el hombre con el hombre.» (N. del.) '8. Alexander Pope, Essay on Man, parte 3, pgs. 9:26, 109-114; parte 4, pég. 396. 96 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS zada deja de ser equivalente a un cuerpo politico; comienza a pensarse que otras dimensiones de la existencia social tienen también su forma y su integridad propias. Este proceso queda reflejado en el cambio que tiene lugar entonces en el significa- do del término sociedad civil. Hsta es la primera de las tres formas de imaginario social que me interesa examinar. Pero antes de pasar a la segunda, querria poner de relieve un rasgo general de nuestra autocom- prensién moderna que sale a la uz cuando comparamos la economia con las otras dos formas sefialadas. la esfera > €] autogobierno «popular» proyectan una ima- gen de nosotros mismos como agencia colectiva. ¥ estas nue- a formas ee agencia colectiva constituyen uno de los rasgos mas sorprendentes de la modernidad en Occidente y otros lu- gares; después de todo, estamos convencidos de vie adie €poca democratica. No sucede lo mismo con la explicaci6n de la vida econémica en términos de una mano invisible. No existe aquf ningtin agente colectivo; de hecho, la explicacién parte del rechazo de cualquier entidad de este tipo. Hay una serie de agentes indivi- duales que actiian en interés propio, pero el resultado global escapa a su control. El resultado es en cierto modo predecible porque hay ciertas leyes que gobiernan la concatenacion de esta mirfada de acciones individuales. Esta es una explicacién objetivadora, que trata los hechos sociales igual que cualquier otro proceso natural, sometido a eyes del mismo tipo. Pero esta objetivacién de la vida social es tan propia de la concepcién moderna, y tan heredera del orden moral moderno, como los nuevos modos de imaginar la agen- cia social. Ambos forman parte del mismo paquete. Tan pronto como abandonamos la idea de orden social como conjunto de Formas operativas en la realidad, en la linea platénica, y pasa- ante como formas impuestas sobre una realidad inerte F a alguna imagen de la estructura de esta realidad inerte, y de las co: _nexiones causales ae 1, del mismo modo que ne- " cesitamos me nuestra acci6n colectiva sobre ella. El LA ECONOMIA COMO REALIDAD OBJETIVADA cial ingeniero necesita conocer las leyes que dominan el entorno sobre el que va a trabajar, del mismo modo que necesita un plan que defina sus objetivos; de hecho, no puede adelantarse Jo segundo a menos que se conozca lo primero. Esta época asiste, pues, al nacimiento de un nuevo tipo de ciencia social objetivadora, ya desde el estudio realizado por William Petty a mediados del siglo xvit en Irlanda, en el que recogié datos y estadisticas sobre riqueza, produccién y demo- grafia, como base para disefiar la estrategia politica. Las imé- genes objetivadoras de la realidad social son tan importantes para la modernidad occidental como la constitucién de agen- pias colectivas a gran escala’ La comprensién moderna de la sociedad es intrinsecamente bifocal. Para comprender mejor este cambio en la naturaleza de la ciencia, deberfamos ver la cuestién también desde el otro lado Ge la valla. En la medida en que la sociedad sea concebida en el marco de una teleologia de tipo plat6nico 0 aristotélico, desa- parece la posibilidad de mantener una perspectiva bifocal como Esta. Cuando hablo de teleologfa, no pretendo invocar ninguna grandiosa doctrina metafisica; me refiero més bien a una com- prensién de la sociedad que parte en general de la idea de un érden «normals, el cual tiende a perdurar en el tiempo pero que podria verse amenazado por ciertas circunstancias, que supera- Go cierto punto podrian provocar que las cosas entraran en una pendiente destructiva y desembocar incluso en el conflicto civil 5 en una pérdida total de la forma debida. Cabe reconocer aqui una concepcién de la sociedad muy parecida a la que tenemos de nosotros mismos como organismos, sobre la base de los con- ceptos clave de la salud y la enfermedad. ‘incluso Maquiavelo tenfa una concepcién de este tipo de las formas republicanas. Entre el pueblo y los grandi existe un cierto , con sus "serach ‘normatiy revela que esta Sea sociedad se e rura alrede- ‘dor de la idea de una forma normal. ‘Mientras el pensamiento social se mantenga dentro de estas. coordenadas, no hay espacio para la perspectiva bifocal. La realidad no es vista como algo inerte, sino como algo marcado por una forma normal, y por lo tanto su distancia respecto a esta forma debe mantenerse dentro de ciertos limites, mas alla de los cuales entra en una espiral autodestructiva, igual que le sucede a un cuerpo humano saludable. Se considera que la ac- cién colectiva sélo puede tener éxito dentro del campo abierto por esta forma; de hecho, esta forma constituye su condicion previa. Tan pronto como desaparece, la accién colectiva se de- sintegra en un sinnimero de actos corruptos a cargo de indivi- duos egofstas. No hay ni una realidad inerte, ni una accién que imponga ab extra una forma a esta realidad Podrfa pensarse que la nocién smithiana de una mano invisi- ble define un nuevo orden «normal», en este caso basado en el enriquecimiento mutuo; en ciertos aspectos, es valido conside- rarla asf, y asf lo hacen diversos abogados neoliberales del mer- cado en nuestros dfas. Pero no es.una nocién que defina ningiin orden de acci6n colectiva, y eso es as{ porque el mercado es la negaci6n de la accién colectiva, Para que opere debidamente, es preciso que exista un patrén unitario tanto para las interven- ciones (mantener el orden, garantizar el cumplimiento de los contratos, establecer los pesos y las medidas, etc.) como para las (siempre recordadas) no intervenciones (que el gobierno no nos controle). Pero lo Iamativo de la mano invisible de Smith, desde el punto de vista de la ciencia antigua, es que constituye un orden espontdneo que surge entre actores corruptos, pura- LA ECONOMIA COMO REALIDAD OBJETIVADA 99 mente egofstas. A diferencia del vinculo establecido por Ma- quiavelo entre la riqueza y la corrupcién, no es éste un descu- brimiento que tenga que ver con las condiciones normativas de la accion colectiva debida. En una ciencia preocupada por estas condiciones, no queda espacio ni para una accién no estructurada por una realidad normativamente constituida, ni para el estudio de un espacio social inerte y normativamente neutral. Ninguno de los dos ‘componentes de la perspectiva bifocal moderna tiene cabida enella. Este cambio en la naturaleza de la ciencia va asociado tam- bién a otro cambio apuntado unos parrafos atrés. Para los mo- dernos, Ja sociedad organizada ya no equivale al cuerpo politi- co. Tan pronto como descubrimos los procesos impersonal: que tienen lugar a espaldas de los agentes, se abre la posibili- dad de que otros aspectos de la sociedad exhihan en alguna medida la sistematicidad propia de una ley. La economia guia- da por la mano invisible es uno de estos aspectos; la.ciencia aislaré més tarde otros aspectos demogréficos, culturales y so- ciales para darles el mismo tipo de tratamiento. No habré una nica perspectiva desde la que reunir a un mismo colectivo de seres humanos en interaccién sistemética para que aparezcan como una entidad, como una sociedad. Podemos referimnos a este colectivo como economia, como Estado o como sociedad -civil (identificada ahora por sus aspectos no politicos), o bien ‘inicamente como sociedad o como cultura. La «sociedad» que- da asf desvinculada del «cuerpo politico», y flota ahora libre- mente entre distintas aplicaciones. Buena parte de esta revolucién cientifica tiene que ver con el rechazo de cierto tipo de pensamiento normativo en térmi- nos de telé. Dicho rechazo fue central también para buena par- te del pensamiento moral surgido de la idea moderna de or- den, que encontré expresién en el antiaristotelismo de Locke y sus epigonos. Por supuesto, y tal como se acostumbra a sefia- Jar, el rechazo de la teleologia vino impulsado por la difusién dela nueva ciencia mecanicista. Pero también vena animado por la teoria moral emergente. Una de las diferencias de la 100 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS nueva teoria de la ley natural respecto a su predecesora, segiin qued6 formulada por Aquino, era su completa ruptura con la matriz aristotélica que tan central habia sido para éste. Las formas politicas correctas no eran deducibles de un telos ya presente en la sociedad humana. Lo que justificaba la ley era o bien el dictado divino (Locke), o bien su consistencia l6gica, dada la naturaleza racional y social de los seres humanos (Gro- cio), o bien (més tarde) la aportacién de una via para la armo- nizaci6n de los intereses."® La perspectiva bifocal moderna no esta exenta de tensiones. Antes sefialé que la libertad est4 sobredeterminada en su posi- cidn de bien central dentro del orden moral moderno: por un lado es uno de los bienes principales de los seres humanos que prestan su consentimiento y constituyen de este modo la socie~ dad, y por el otro se halla inscrita en su propia condicién de artifices de su propio mundo social, a diferencia de aquellos que fiacen én un mundo dotado ya de su propia forma normal. De hecho; una de las razones del enérgico rechazo de la teleo- logfa aristotélica, tanto entonces como ahora, es su identifica- cién como un limite potencial para nuestra libertad de deter- minar nuestras vidas y de construir nuestras sociedades. Pero precisamente por este motivo podian librarse batallas entre las dos concepciones. Lo que para una escuela cae dentro del dominio de una perspectiva objetiva sobre una realidad {que se nos impone, puede parecerle a la otra una rendicién de Ta capacidad humana para redisefiar el mundo, en nombre de ‘una falsa positividad. La importancia misma que se atribuye a Ia libertad no puede menos que producir estos conflictos. Criti- cas de este tipo ocupan un lugar central en la obra de Rous- seau, y més tarde en la de Fichte, Hegel y Marx. No es necesario que subrayemos la importancia que han tenido estas criticas dentro de nuestra civilizacién. La ambicién de transformar lo que se vive simplemente an sich en algo asumido fiir sich, para usar la terminologia hegeliano-marxista, reaparcce una y otra 10. Véanse J. B. Schneewind, The Invention of Autonomy, Cambridge, Inglaterra, Cambridge University Press, 1998, parte 1; Manent, op. cit. parte 1 LA ECONOMIA COMO REALIDAD OBJETIVADA 101) vez. Podemos verla en el intento constante de transformar lo que son en principio categorias sociolégicas meramente objet\: vas (por ejemplo, las categorfas de discapacitado, desempleado, etc.) en agencias colectivas a través de la movilizacién colec: tiva. Pero antes de que escribieran estos filésofos, influyé sobre ellos la tradicién civica humanista, la ética del autogobierng republicano. Encontramos aquf una tensién que ha sido sic: pre inseparable del orden moral moderno. Por més que ési@ haya transformado y colonizado los imaginarios sociales mo: dernos, también ha despertado incomodidad y desconfianza, Ya vimos que su asentamiento vino asociado a la autocom) prensi6n de la sociedad moderna como comercial, y a la iden tificaci6n de la transicién al estadio comercial como la caus del proceso de pacificacién interna experimentado por los Eg tados modernos. Esta sociedad destroné la guerra como la ac: tividad humana mis elevada, y puso en su lugar la produccién Era hostil a los cédigos previos de honor guerrero, y tendia hi cia un cierto nivelamiento. Todo esto no podfa menos que provocar resistencias. Estas ni vinieron sélo de los érdenes que salfan beneficiados en el vie) mundo, como la noblesse de l'épée; muchas personas de todos los estamentos mantenian también una actitud ambivalente. Con legada de la sociedad comercial parecié que la grandeza, el hi rofsmo y la entrega absoluta a una causa no utilitaria corr riesgo de atrofiarse, incluso de desaparecer de nuestro mund| Una de las formas que tomé esta actitud fue la preocup) cién por silos hombres se volverfan «aferninados» como co! secuencia de la ética de la sociedad elegante, y perderfan su virtudes masculinas, un tema que serfa recurrente a lo largo di todo el siglo xvutt. En el nivel més bisico, esta preocupaci emergia por ejemplo a través de la rebelién de algunos gai berros de buena familia contra las refinadas convenciones la €poca; en un nivel tal vez algo més elevado, en el resurgl miento de la prdctica del duelo en la Inglaterra del siglo xvii! 11, Carter, op. cit.;eaps. 3, 4; Bryson, op. cil. cap. 7 IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS como compensacién por los peligros —debilitamiento, co- ‘a. No era ésta una preocupaci6n marginal; estuvo pre- ite en algunos de los pensadores mAs influyentes de la épo- ‘€a, entre ellos Adam Smith.” Todas estas tensiones y preocupaciones han seguido siendo ‘un elemento central en nuestra cultura moderna. En una de sus formas, podfan llevar a una redaccién transformada de nuestra idea moderna de orden, ya fuera para salvar la virtud cfvica, la libertad o una forma no alienada de autogobierno, tal como las encontramos en las filosofias de Rousseau y de Marx. En otra de sus formas, eran vistas ciertamente como una amenaza po- tencial de degeneraci6n inherente al orden, pero por parte de gente que ni mucho menos querfa rechazar este orden, sino s6lo encontrar algin tipo de profilaxis frente a sus peligros po- tengiales. Smith, y més tarde Tocqueville, pertenecen a esta ca- tegorfa. La preocupacién por la nivelaci6n, por el fin de Ja grandeza y del herofsmo, también ha tomiado la forma de una denuncia radical del orden moral moderno y de todo cuanto representa, como en el caso de Nietzsche. Los intentos que se han hecho en el coraz6n mismo de la civilizacion moderna para construir un proyecto politico alrededor de una nocién de orden rival, en especial a través de las diversas formas del fascismo y del auto- ritarismo derivado, han fracasado siempre. Pero la persistente 12. En realidad, Jo que hoy consideramos las cimas de la clencia social ilustrada, desde Montesquieu hasta Ferguson, no son un paisaje monocromo; estos autores no cconfiaban Gnicamente en la estrategia objetivadora de la ciencia moderna, sino tam- bién en la concepcién republicana tradicional. Adam Smith no e6lo formul6 la tesis de ‘amano invisible, también ponders las consecuencias negativas de una divisin extrema, del wrahajo entre Ia ciudadanfa y al eapérisu marcial wdel gra cuerpo focimado por el ucblos. Adam Sinith, The Wealih of Nations, Oxford, Clarendon Press, 1976, 2, pig. 787 (trad. cast: La rigueza de las naciones, Madrid, Alianza, 2005). Ferguson, autor de una de las teorias mas influyentes sobre el desarrollo de la tociedad comercial, estudis las ‘condiciones en las que dichas sociedades podfan sucumblr ala cormupci6n. Adam Fer- ‘Buson, op. cit, partes 5, 6, ipeion, pérdida de libertad— que trafa consigo esta forma - LA ECONOMIA COMO REALIDAD OBJETIVADA 103 popularidad de Nietzsche demuestra que esta critica devasta- dora todavia llega a mucha gente hoy en dfa. El orden moder- no, aunque muy asentado, tal vez. incluso por estar tan asenta- do, sigue suscitando muchas resistencias. | | | CaPiruLo 6 ‘LA ESFERA PUBLICA La econémica fue tal vez la primera dimension de la socie- dad civil que alcanz6 una identidad independiente de lo politi- co. Pero pronto le siguié la esfera publica. ‘La esfera piiblica es vista como un espacio comtin donde los miembros de la sociedad se relacionan a través de diversos me- dios, ya sean impresos, electrénicos, e y también de encuen- ros cara a cara, para discutix cuestiones de‘ interés comén, y poe, tte, paee ¢ una opinién comtin sobre ellos. Digo «i pacio comtin» porque aunque los medios son mul- tiples, al igual que los intercambios que tienen lugar a través de ellos, se considera que todos se hallan interrelacionados. El debate que estan dando en la television tiene’en cuenta lo que dijo el periédico esta mafiana, el cual a su vez informa del de- bate radiofonico de ayer, y asi sucesivamente. Por eso habla- mos habitualmente en singular de la esfera publica: La esfera publica es un elemento central dentro de la socie- dad moderna, hasta el punto de que incluso alli donde ha sido eliminada o manipulada, se hace necesario simularla. Las so- ciedades despéticas modernas se han visto impulsadas en ge- neral a hacer como si existiera. En los periddicos del partido aparecen editoriales supuestamente dirigidos a exponer la opi- nién de sus autores a la consideracién de sus conciudadanos; se organizan manifestaciones masivas para dar salida presun- tamente a la sincera indignaci6n de un gran numero de ciuda- danos. Todo esto tiene lugar como si se tratara de un proceso genuino, de un intercambio dirigido a la formacién de una opi- ni6n comin, por més que el resultado esté cuidadosamente conitrolado desde el principio. IMAGINARIOS SOCIALES MODERNOS En lo que sigue, dedicaré una atenci6n especial a dos libros huy interesantes. Uno fue publicado hace casi treinta afios, © sélo recientemente ha sido traducido al inglés: The Struc: al Transformation of the Public Sphere de Jurgen Habermas, que trata el desarrollo de la opinién publica en Europa occi- durante el siglo xvm; el otro es una publicacién reciente Michael Warner, The Letters of the Republic, que describe un proceso andlogo en las colonias britdnicas en América,’ o de los temas centrales del libro de Habermas es la emer- encia de un nuevo concepto de opinién publica en Europa oc. dental a lo largo del siglo xvmt. Lo que antes eran publicacio- dispersas y debates locales o parroquiales comienzan a parte de un gran debate responsable del desarrollo nién publica del conjunto de la sociedad, En otras pala- entiende que por més alejadas que estén dos personas, len entrar en contacto y llegar a una conclusién compartida de un cierto espacio de discusién, que les Permite inter- ibiar opiniones con otras personas. En qué consiste este espacio comén? Es una cosa més bien extrafia, cuando uno se para a pensarlo. Las personas que par- n en él, por hipétesis, no se conocen entre ellas, sino que nente mantienen su relaci6n a través de un espacio e discusién comin creado por diversos medios de comunica- en el siglo xvitt se trataba de medios impresos. Libros, Panfletos y periédicos circulaban entre el pablico educado, transmitiendo tesis, andlisis, argumentos y contraargumentos, citandose y refutandose unos a otros. Todos estos textos eran muy leidos y discutidos en reuniones piblicas, ya fuera en re. cepciones, cafés, salones o bien en espacios més piblicos toda. via (en cuanto 2 la autoridad), como el Parlamento. La opinion resultante de todo ello, si llegaba a haberla, valfa como ‘opinién piiblica en un sentido nuevo. Jargen Habermas, The Structural Transformation of the Public Sphere, Cambri fe, Mi, MIT Press, 150, Slo eigial lean: souseran aera cambel Neuwied, Luchterhand, 1962 (trad. cast: Historia y ertica de la opinién publics, Bex, felons, Gustavo Gill, 2004); Michael Warner, The Letters ofthe Republic Canbrides, MA, Harvard University Press, 1990, LA ESFERA POBLICA 107 Este espacio constituye una esfera piblica en el sentido que doy aquf a la expresion. Que una conclusion evalga como» opi- nin publica refleja el hecho de que una esfera piblica sélo debates dispersos sean vistos por sus participantes como parte de un gran debate, no es Posible concebir su resultado como una opinion publica. Esto no significa que la imaginacién sea todopoderosa. Para que se den las bases de lo que puede consi. derarse un debate compartido deben cumplirse una serie de condiciones objetivas: unas internas, por ejemplo que los de- bates locales y fragmentarios se refieran unos a otros; y otras externas, es decir, debe haber materiales impresos Procedentes de una pluralidad de fuentes independientes. Como a menudo se dice, la esfera publica moderna dependfa del

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