Una vez, en el tiempo en que Brahama reinaba en Benars, estaba un
enorme y fiero len devorando su recin cazada presa, cuando se atragant con un hueso. Irritsele la garganta de tal manera, que el pobre animal pas varios das sin poder probar bocado. Y sufriendo terriblemente. Una cigea, que le contemplaba desde un rbol, le pregunt una maana, al ver cmo se retorca de dolor: - Qu os pasa, amigo? El len explic con apagada voz el motivo de su sufrimiento. - Yo podra libraros de ese hueso -dijo la cigea cuando el otro animal ces de hablar,- pero no me atrevo a hacerlo por miedo a que me devoris. - No temas -contest el len, que como rey de los animales hablaba de t a todo el mundo.- No te devorar. Te suplico que me libres enseguida del estorbo que tanto dao me hace y que no me deja comer. - Confo en vuestra palabra. Echaos sobre la espalda y abrid bien la boca. La fiera hizo lo que le indicaba la cigea. Entonces el ave, no queriendo ahorrarse ninguna seguridad, coloc un palo entre las dos imponentes mandbulas para que el len no pudiese cerrar la boca; enseguida, metindole el largo pico hasta la garganta cogi el hueso y en un momento libr al animal de lo que le haba hecho pasar tan malos ratos. Despus, con la punta del pico, apart el palo que impeda cerrar la boca al rey de la selva, y sin aguardar ms, vol a posarse sobre una rama. A los pocos das de esta escena, el len, ya del todo curado, estaba devorando un gran bfalo, cuando la cigea, que le contemplaba desde un rbol cercano, decidi sondearle. As, recit este primer verso; Por el favor que yo os hice Con la mejor voluntad Dadme vos, Gran Majestad, El premio que se merece. La contestacin del rey de los animales fue la siguiente: Me pides t la merced Que la accin de m merece. No te parece estar viva Merced ms que suficiente? A lo que la cigea replic: Vos no sois agradecido, Mi seor, el rey Len Habis dado ya al olvido El favor que os hice yo. Algn da os hallaris Otra vez en gran apuro, Y entonces no tendris Ningn asilo seguro. Y dicho esto, el ave vol lejos de la tierra. Tiempo despus, cuando el dios Buda contaba esta historia a sus discpulos, sola aadir: - En aquella poca el len era Devadata, el traidor, y la blanca cigea era yo mismo.