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Estoy aquí, sola, sentada frente al mar en una roca; pensando si voy a ser capaz de

hacerlo. No sé qué me queda por pensar, qué más buscar para no hacerlo.
Me levanto y comienzo a caminar hacia el mar. Lentamente, muy lentamente pongo
mis pies en el agua y avanzo mar adentro. Camino y me dejo llevar empujada por las
olas. Ya no pienso, sólo me repito no quiero vivir, ya no quiero vivir. De pronto, siento
que ya no puedo dominar mi cuerpo, que las olas me llevan, me caigo y me arrastran
hacia el fondo. El agua me cubre y ya no puedo respirar, siento que me ahogo y que al
fin, todo se termina.
Después…no sé.
Siento que alguien me toma por los cabellos e intenta sacarme hacia la orilla. Yo lucho
para que me suelte y le digo:
¡Déjeme, quiero morirme, no quiero vivir! Él me saca del agua y entonces, me levanta
en sus brazos y pierdo el conocimiento.
Cuando desperté; estaba en mi cama, en mi habitación. Cuando pude abrir bien los
ojos; vi a mi madre que lloraba a y un hombre que no dejaba de oscultarme y me tenía
tomada de la mano.
-Hija, ¿qué te pasó? ¿Qué hiciste?
-Señora, creo que no es este el momento. Tiene que descansar, ya podrán hablar luego.
Ahora voy a aplicarle algo para que pueda dormir tranquila.
Yo no pude contenerme y comencé a llorar sin poder controlarme. Mi madre no sabía
qué hacer para calmarme. Entonces él dijo:
-Señora. Salga un momento por favor. Yo soy el médico de aquí y le aseguro que todo
va a estar bien.
Mi madre dudó y luego salió y cerró la puerta.
-Aldana, ¿ese es su nombre, verdad? Trate de calmarse. No va a hacerle bien ponerse
así.
Yo lo miré y le dije:
-¿Lo llamó mi madre?
-No, yo la saqué del mar. ¿Quiere hablar de eso?
-No. Usted no tenía derecho. Yo no quería vivir más y usted no era quien para
impedirlo. Era mi decisión morir.
-Si quiere enójese conmigo, pero no podía dejarla morir. Hace muchos días que la
observo sentada en esa roca pensativa o la veo caminar por la orilla del mar alejada del
mundo. Hoy no sé por qué tuve deseos de venir a la playa de noche y eso que estaba
muy cansado. Cuando llegué; alcancé a ver que alguien se estaba ahogando pero no
sabía quien era, además eso no importaba.
Yo no podía contener el llanto.
-¿Por qué no me dejó morir?
-Pregúntele al destino que hizo que estuviera allí para salvarla. Sabe Aldana, mi esposa
iba a tener un hijo. Cuando estaba por nacer todo se complicó y los perdí a los dos. Yo
que soy médico; no pude salvarlos. Déjeme por lo menos la satisfacción de sentir que
por usted pude hacer algo.
-Yo no quería que hiciera nada por mí.
-Ahora va a empezar a hacerle efecto el tranquilizante que le di, ya dejemos esto y trate
de dormir ¿sí? Ah hola, yo soy Martín.
-Hola.- Le dije e inmediatamente me quedé dormida.
No sé cuantas horas dormí. Me desperté un poco confundida. Todavía era de noche y
no recordaba bien qué había pasado. Me levanté un poco mareada y fui a sentarme en el
sillón que estaba junto a la ventana después de encender la lámpara que estaba sobre la
mesa de noche. Luego, abrí la ventana y la brisa suave y el olor a mar; hicieron venir a
mi mente como una catarata, todos los recuerdos. Absolutamente todos.

-Aldana, mi nena. ¿Hasta cuando vas a dormir? Levantate que es tarde y desayunamos
juntas y después te llevo a la facultad antes de ir a trabajar.
-Mamá, cerrá la ventana. Me molesta el sol.
-¿Qué puede ser más lindo que el sol entrando por tu ventana para saludarte?
-¡Uh mami, tengo sueño!
-¿Hasta qué hora te quedaste con la computadora anoche?
-No sé.
-Te espero abajo. Ya vamos a hablar de eso.
Me levanté, me vestí y bajé a desayunar.
-¿Y papá?
-Se tuvo que ir temprano porque hoy llegaba una edición importante y tenía que
supervisar la distribución en todas las sucursales.
-Mamá, conocí un chico en el Chat. Hace varios días que estamos chateando, casi un
mes.
-Aldana, vos sabés que con esas cosas tenés que cuidarte. Acordate de todo lo que pasa
con eso.
-Ay mamá, no pasa nada. Es un chico joven como yo. También empezó el CBC este
año como yo y trabaja con el padre.
-¿A dónde vive?
-En Lanús.
-Bueno, Después vamos a seguir hablando de esto. Ahora vamos que se hace tarde.
-Mami, es re dulce.
Ese día fui a la facultad como siempre, las chicas me preguntaron cómo iba todo con
Langdon (así se llama en el chat). Les conté que re bien y que quería conocerme. Luz
dijo que tuviera cuidado, que a la hermana del novio le pasó que chateó con alguien y
cuando lo conoció; era un viejo verde asqueroso. Ella salió corriendo.
Pero yo les dije que Langdon era distinto, que teníamos un montón de cosas en común.
Nos gustaba la misma música, la poesía y charlar de los mismos temas.
-¿Y cuándo lo vas a conocer? (preguntó Silvia)
-No sé. Él quiere que sea pronto, pero todavía no sé. Por ahí la semana que viene, él
quiere que sea el sábado y se enoja porque dice que no le tengo confianza, pero que
cuando lo conozca me voy a dar cuenta de cuanto me ama. Yo me muero por conocerlo.
Al medio día llegué a casa y Carmen me tenía preparado el almuerzo. Comí y antes de
ponerme a estudiar; encendí la computadora. Ahí estaba mi Langdon.
-Hola (le dije) ¿no fuiste a la Facu?
-Hola mi amor. Sí fui y ya volví.
-¿Y no fuiste a trabajar?
-¿Ves que no me tenés confianza? Estoy en el trabajo y como no tengo nada que hacer;
abrí para ver si estabas porque te extraño muchísimo ¿sabés? ¿Y vos?
-Yo también.
-Sí, pero no confiás en mí.
Bueno, no te enojes, perdoname.
-Te perdono si me decís cuando nos vemos.
Yo me quedé pensando y le dije:
-No sé. Como soy hija única y por todo lo que está pasando mis padres están muy
pendientes de mí. No sé si me van a dejar.
-¿Qué está pasando? No creas en eso. Hay tantos que se conocieron por Chat. Decíles
que salís con una amiga. ¿O no confiás en mí? Te conté todo sobre mi vida. Sabés más
de mí que yo de vos. ¡Aldana, quiero verte! Me paso las noches enteras mirando al
techo sin poder dormir pensando en vos. Decime que sí y cuando. Te amo te amo te
amo.
-Está bien, el sábado y yo también te amo y quiero conocerte.
-Ahora sí. No me conformaba con mirar tu foto nada más aunque sos hermosa. Quiero
tenerte cerca mi amor. Verte personalmente. ¿Hablamos después, sí? Ahora me tengo
que ir.
-Sí, hablamos a la noche porque tengo mucho que estudiar.
-Yo también. Chau hermosa.
-Gracias, chau.

De pronto, se abrió la puerta de mi habitación y el ruido me volvió a la realidad.


-Aldana. ¿Qué hacés levantada? Yo escuché un ruido y me asusté. Es que pensé que
estabas dormida. ¿Cómo te sentís mi nena?
-Mejor mamá, gracias y perdoname por el susto que te di. (Ella me abraza y me
acaricia con mucho cariño).
-Te vine a ver muchas veces y estabas durmiendo profundamente. ¿Querés alguna
cosa, tenés sed?
-Sí, me gustaría algo bien fresco.
-Enseguida te traigo.
Cuando mi mamá va hacia la puerta; entra mi papá.
-¡Mi solcito, mi nenita querida! (y me abraza)¿Qué te pasó? Justo yo tuve que ir a
Buenos Aires. Pero ya arreglé todo para que estemos juntos y no tenga que dejarte sola.
-Papá, no te preocupes, ya pasó. No sé por qué lo hice.
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4444444444444444444444444444444444444444444444444444444Fue un momento
de, no sé cómo explicarlo.
-Mirá Aldana. Yo sé que tuviste que hablar lo necesario, pero cuando quieras y puedas
hablar y decir lo que sientas sobre el tema; aquí estoy para escucharte.
-Gracias papá, (y me eché llorando en sus brazos).
-Hija, tu madre y yo estamos siempre a tu lado para lo que sea y podés contar con
nosotros porque para eso somos tus padres y te queremos mucho. Así que nunca pienses
que estás sola, ¡mi bebita!
Después, vino mi mamá, me trajo de tomar, me acostó, me arropó y me quedé
dormida; mirándolos a los dos sentados junto a mi cama.

-Buenos días doctor. Pase por favor. Él es Alejandro, mi esposo.


-No se imagina cuánto le agradezco lo que hizo por mi hija.
-¿Cómo está ella?
-Mejor. Se está duchando y quiere venir a desayunar con nosotros.
-Eso es bueno señora, es un buen síntoma. Yo me quedé muy preocupado, sobre todo
por lo que usted me contó anoche y quise venir antes de ir a trabajar a la salita.
-Doctor. ¿Quiere desayunar con nosotros?
-Gracias Alejandro. Será una buena oportunidad para verla y saber cómo está.
-Mónica, fijate por favor qué está pasando con Aldana. No me gusta que esté sola
mucho tiempo.
-Buen día. ¿Y esta reunión?
-Hija, justo iba a buscarte para desayunar.
-Buen día doctor. Tengo que pedirle disculpas por la forma en que lo traté anoche,
pero es que…
-No se preocupe Aldana, todo está bien. Pasé por aquí antes de ir a trabajar porque
quería saber cómo estaba usted y sus padres me invitaron a desayunar, si no le molesta
claro.
-No, le agradezco por haber venido. Ya estoy mejor, sólo que no es fácil salir de esto
aunque haya pasado el tiempo a veces vuelve. Y hablo así porque me imagino que
mamá le habrá contado lo sucedido ¿verdad?
-No demasiado.
-De todos modos no la culpo. Era lógico que usted lo supiera; tratándose de un doctor
y además de quien me salvó la vida. Porque fue eso lo que hizo, ¿no es así doctor?
-Si agrediéndome pretende hacerme sentir mal por haberla sacado del agua y no dejar
que muriera allí; le digo que está perdiendo su tiempo, Aldana. Cuando usted quiera
podemos hablar de eso y podría contarle muchas historias parecidas a la suya. Porque en
este lugar no solamente existe la belleza y la tranquilidad que todos buscan aquí. En los
alrededores donde los turistas nunca van; vive gente carenciada, marginada, donde se
pueden ver cosas tan tremendas; que a veces hasta mis fuerzas flaquean. En estos días
estoy por asistir a una chiquita de once años que está por tener un bebé del padre de ella.
El incesto, las violaciones y las muertes por abortos mal hechos son tan comunes como
el pan. Sin mencionar la desnutrición y el hambre. Dicen que hay exceso de médicos en
la facultad de medicina, pero generalmente por estos lugares nunca se ven demasiados.
Les pido disculpas por lo que dije. Realmente no sé porqué lo hice. Esto para ustedes no
es ningún consuelo, ni creo que pueda servirles de algo. Les pido perdón y me retiro.
Perdóneme Aldana, no quise molestarla.
-No se preocupe Martín, ese era su nombre ¿verdad? No me molestó en absoluto. Es
que siempre descargo mi ira en quien no se lo merece.
-Nadie podría dejar de comprenderla.
-Hija, yo quisiera que regresemos a Buenos Aires. Aquí no me siento tranquilo
después de lo que pasó.
-Papá yo quiero quedarme. Mar Azul es tranquilo, me va a servir para recomponerme
y pensar en todo lo que nunca me atreví a recordar y ver si puedo ,con la ayuda de
ustedes y también la suya Martín, volver a empezar.
-Está bien Aldana, pero yo no pienso dejar de vigilarte.
-Como quieras mami, yo no quiero que te alejes de mí.

Durante los primeros días no podía mirar el mar. Entonces salía con mi madre a
caminar por las calles del pueblo, la plaza y el parque de los pinos. Después mientras
leía, desde el living de mi casa miraba el mar de reojo. Martín venía por las tardes e
íbamos a caminar. Me hacía bien hablar con él. Era muy amable y sobre todo muy
comprensivo. Su mirada tan transparente y sus palabras, me daban una sensación de
seguridad que no pensé volver a sentir jamás. Pero el solo hecho de que pudiera
acercarse más de lo debido me producía una sensación de rechazo espantoso.
Charlábamos, con él volví a reír, era mi mejor amigo. Una vez, ya estaba anocheciendo
y fuimos caminando hacia el mar. Yo me resistí y le dije:
-¡No, al mar no!- Él me miró y me dijo:
-Aldana, mirá qué sereno está. Ni él ni yo vamos a hacerte daño. Estamos frente a tu
casa y tus padres están cerca.- Me tomó de la mano y yo me dejé llevar hacia la roca
donde estaba sentada aquel día. -Toda la tarde me miraste como si quisieras decirme
algo. ¿Estoy equivocado?
-No. Pero tengo miedo.
-¿De qué?
-Es que hoy necesito hablar de todo aquello y no sé si voy a poder.
-Permitíme tenerte de la mano, no me rechaces. A lo mejor así se te hace más fácil
hablar.
En ese momento me atreví a mirar detenidamente a Martín por primera vez a los ojos.
-Bueno Aldana, acá estoy para escucharte. Si no podés, no importa. Pero sería bueno
que lo saques de adentro de una vez para que no siga torturándote. Por eso te tengo de la
mano para que sientas que no estás sola.

-Yo, yo… Hace más o menos, un año y medio; comencé a chatear con un chico. Quería
conocerme y yo siempre le decía que todavía no. Hasta que un día le dije que sí. Y
quedamos en encontrarnos un sábado; lo decidimos el jueves anterior al mediodía.

-Hola, ¿está Luz? Hola ¿Luz? Ay, no sabés.


-¿Qué te pasa que estás tan loca?
-Es Langdon, lo voy a ver, lo voy a conocer.
-¿Cuándo?
-El sábado.
-¿Y dónde se van a encontrar?
-No sé. Todavía no decidimos eso. Lo peor es que ahora tengo que decírselo a mi mamá
y a mi papá. ¿Y si no me dejan?
-No creo que te digan que no. Tu mamá es re buena y tu papá también.
-Tenés razón, cuando vengan voy a hablar con ellos.
Esa noche cuando estábamos cenando dije:
-¿Te acordás mamá, que esta mañana te hablé de un chico que conocí en el chat?
-Sí, y yo te contesté que tuvieras mucho cuidado, que esas cosas pueden ser peligrosas.
-Y yo estoy de acuerdo. ¿Vos cómo podés saber quién está del otro lado de la
computadora? Por ahí hasta puede ser un degenerado porque a esos no hay otra forma
de llamarlos.
-Ay papá. ¿Ven? Con ustedes no se puede. Yo tenía razón, no tendría que habérselos
contado.
-No Aldana. Nosotros te advertimos por tu bien.
-Sí papá, pero es que…íbamos a encontrarnos el sábado.
-¿Y por qué no pueden encontrarse?
-Ay Mónica. Estamos tratando de convencerla de los peligros que corre y vos hacés
todo lo contrario.
-No se lo podemos prohibir, Alejandro. Eso podría significar que ella nos mienta y lo
haga a escondidas y yo quiero que nuestra hija confíe en nosotros. El sábado se van a
encontrar. La condición que pongo es que sea en un lugar donde yo pueda estar cerca
para vigilarte.
-¡Ay, sí mami! En Aromi ¿si?
-Sí. Le das una hora, que te diga cómo va a ir vestido y de ahí no salen en ningún
momento ¿Te parece?
-Sí, ma.
-Ah, porque si no te parece, también.
Llegó el sábado
-¡Por fin llegó el sábado!
-Aldana hija. Estás muy linda.
-Ay gracias papi.
-Esperemos que tu amigo no sea un enano flacucho. Sos tan parecida a tu mamá. Ese
cabello rubio tan lindo.
-Ah, pero saqué tus ojos.
-Eso si. Los ojos azules más hermosos del mundo.
-¿Vamos Aldi? ¿A ver? Dejáme que te vea. Así estás bien ¿ves? Con la pollera no te iba
a dejar salir. ¿Viste que linda está tu hija?
-Llegaste tarde, ya me lo dijo.
-Y además le dije que es muy parecida a vos. Bueno, vayan que se les va a hacer tarde.
Mucha suerte hija y cuidate. Cuidala Mónica.
-Sí papá. Quedáte tranquilo Alejandro.
Ya en Aromi mi mamá se sentó en una mesa y yo en otra mirando hacia la puerta, para
poder ver bien a las personas que entraban. De pronto, entra un chico bastante alto, de
pantalón y campera negra (como dijo que iba a estar vestido). Mira todo, me reconoce y
camina hacia mí.
-¿Aldana?
-Sí. ¿Langdon?
-No. Guillermo. Te prometí que hoy ibas a saber mi nombre, ¿te acordás? (sin darme
tiempo a nada; me da un beso en la mejilla).
-De verdad sos muy linda Aldana.
-Gracias. Pensé que a lo mejor no venías.
-¿Y por qué no iba a venir si estaba loco por conocerte?
Yo lo miré. Cabello castaño oscuro, ojos marrones…. No era como yo me imaginé;
pero tampoco era feo.
-¿Te gustó la poesía que te mandé anoche?
-¿Anoche, cuál?
-Si me dijiste que la ibas a leer después para acordarte de mí toda la noche porque
seguro no ibas a poder dormir.
-Era una broma. Sí la leí y era hermosa. Gracias.Te traje una cosa. No sé si te va a
gustar.
-¡Un perrito, qué carita dulce y qué lindo! ¡Gracias, es hermoso!
Y así, fuimos charlando de música, de computación, me preguntaba cosas de mí. Pero
cuando yo le preguntaba algo sobre él; se ponía nervioso, parecía que no le gustaba
demasiado.
-Bueno, yo ya me tengo que ir.
-Es temprano todavía. ¿Querés ir a caminar un poco? Decime que sí, Aldana. Quiero ir
con vos por la calle.
-Hoy no. La próxima vez.
-Ya sé por qué no querés. No me tenés confianza.
-No es por eso. Ya es tarde y después se van a enojar y no me van a dejar salir más.
-¿Cómo hiciste para que te dejaran hoy?
-Nada. Les dije que salía con vos y me dijeron que sí.
-Bueno Aldana. ¿Cuándo nos vemos otra vez? Quiero que sepas que me gustás mucho
y que no pienso dejarte ir sin que me digas el día y la hora.
-¡Qué ansioso!
-Es que sos tan hermosa; que no quiero perderte. No veo la hora de que estemos juntos
otra vez, pero no acá. Quiero llevarte de la mano y caminar por la calle con vos.
-Si querés, cuando llegás a tu casa me llamás por teléfono y pensamos cuando tenemos
un día libre los dos.
-Yo cuando quieras.
-¿Y la facultad? ¿Y tu trabajo?
-Sí, claro. Pero un día puedo o podemos faltar los dos y encontrarnos. ¿No tenés ganas
de verme pronto como yo a vos?
-Sí, pero no hay necesidad de faltar. Bueno, después lo hablamos por teléfono, te doy
mi número.
-Dámelo. Pero ahora no voy para casa. Tengo que ir a ver a un amigo que tiene un
problema. Cuando pueda, te llamo. No puedo creer lo que me está pasando. Tenerte así,
tan cerca…
Salimos a la calle y nos despedimos con un beso en la mejilla. Mi mamá me esperaba
en la vereda de en frente.
-Aldi, no me gusta mucho. Hay algo en él, que no sé como explicarte, no me convence.
Aunque yo estaba tan contenta por haberlo conocido; me pasaba lo mismo que a mi
mamá. Es más. No me parecía el mismo que chateaba conmigo y lo raro era que de
algunas cosas que hablamos, no se acordaba. Alo mejor me pareció y no fue así, por eso
no le dije nada a ella.

-¡Hola Guille! ¿Cómo te fue?


-Creo que bien.
-¿Cómo creo que bien? Mirá que en esto no podés fallar.
-Sí, me fue bien. Ella está buenísima. Es que me ponía nervioso porque no me
acordaba de todo.
-Pero, ¿la convenciste?
-Sí. Quería que la llame pero le inventé una excusa porque tenía que venir acá.
-¡Bueno nene, me alegro de que todo haya salido bien! Pero la próxima vez, estudiá
bien la lección. Porque el trabajo más pesado, lo hice yo no te olvides. Ahora andá y
entretenete un poco con la computadora. La tuya está libre. Tomate algo y cuidado con
lo que ya sabés, que te quiero con la cabeza despejada. ¡Dale Guille, que lo estás
haciendo bien! Y lo que vas a recibir no es poco.

Esa noche la que no pudo dormir, fui yo. Aunque él siempre dice que no puede dormir
pensando en mí. Sentí y pensé tantas cosas. En cómo será su vida, su casa, su familia.
Dice que tiene varios hermanos y que él ayuda a los padres con su sueldo. ¡Es divino!
Me gustaría saber si estaría pensando en mí como yo en él, sin poder dormir. Si de
verdad le parecí linda. ¡Ay, qué lindo es esto que siento por Guillermo! ¡Qué raro suena
llamarlo así!
Al otro día nos encontramos en el chat.
-Aldana, mi amor. Perdoname por no haberte podido llamar anoche.
-¿Y hoy por qué no me llamaste?
-Porque me daba vergüenza que me atendieran tu papá o tu mamá. Yo soy un poco
tímido, perdoname.
-Ellos no te van a comer.
-Ya lo sé. Te prometo que mañana te llamo a la noche ¿querés?
-Sí, claro que quiero.
-Yo podría verte el martes, porque salgo más tarde de la facultad y me dan permiso
para faltar al trabajo ese día. ¿Vos podrás a las cuatro?
-Creo que sí. Pero tenés que venir a buscarme cerca de mi casa, ¿querés?
-Cómo no voy a querer. Aldana, te amo, te amo, te amo.
-Yo también. Te soltás más así, que cuando estamos juntos.
-Puede ser. Pero ayer estaba muy nervioso y no sabía qué decirte. Es que estabas tan
linda…
Y me llamó al otro día; pero no era el mismo. Hablaba raro, parecía en otro mundo.
Me dijo que no lo dejaban hablar mucho. Después chateamos el lunes y otra vez era mi
Langdon. Quedamos en encontrarnos al día siguiente.
Cuando llegué, me estaba esperando. Yo venía distraída pensando en todas las
recomendaciones de mis padres. Que los llame seguido pues para eso me habían
regalado el celular, que me cuide, que no vaya por calles desiertas…
Caminamos de la mano por Rivadavia, miramos vidrieras, compramos gaseosas y nos
sentamos en el escalón de un edificio. Después seguimos caminando, pero ya me tenía
abrazada. Me daba besitos en la cara y en un momento nos besamos. Él no hablaba
demasiado, ni tampoco me miraba a los ojos.
-Sos hermosa Aldana. Pero no querés ir por otra calle. Nunca me vas a tener confianza,
¿verdad.
-Es que no me gusta ir por calles desiertas.
-Pero vas conmigo.
-Ya lo sé. Pero dame tiempo.
Guillermo se quedó en silencio. Mi mamá y mi papá, me llamaban a cada rato.
-Estás enojado.
-No.
-Bueno, la próxima vez vamos por otras calles, ¿sí?¿Me acompañás hasta la puerta de
mi casa?
-Sí. (Me abraza y me besa fuerte).

-Guille. ¿Cómo te fue hoy?


-Bien. Salimos a caminar, nos besamos…
-¡Bien Guille! Ahora sí.
-No sé. Es muy desconfiada. No quiere andar por calles desiertas y además los viejos
la llaman a cada rato. Mirá que el que da la cara soy yo.
Norberto, yo hice algunas cosas, pero algo así nunca. La mina está buenísima, pero…
-Quedate tranquilo Guille. Yo te la ablando a la mina. Sabés como queda cada vez
que chateamos. Ya tengo mucha experiencia en esto. Vos, andá a tu casa y decile a la
Mari que pronto le va a poder comprar la cuna a la nena. Tomá, llevate esto así te
calmás un poco. Pero ya sabés. Te quiero con la cabeza despejada, por si tenés que
llamarla por teléfono. Falta poco Guille. Un par de veces más y termina tu parte.
¿Cuándo se ven ahora?
-El sábado, pero igual tenemos que arreglar la hora.
-Andá tranquilo. Después te digo lo que tenés que hacer.

Cuando llegué a casa; mi mamá nos vio por la ventana y se puso contenta porque él me
acompañó. Dijo que si me traía hasta la puerta, no era un mal chico. Yo estaba refeliz;
porque me besó y me gustó cuando me llevaba abrazada. No veía la hora de que llegue
el sábado.
Después encendí la computadora y ahí estaba.
-Hola mi amor. Quiero decirte algunas cosas. Estoy muy feliz por lo que pasó hoy.
Pero también muy triste. No sé qué puedo hacer para que confíes en mí. Si fuera malo,
no te llevaría hasta tu casa y no me importó. Si vos querés, la próxima vez me presentás
a tus padres. Porque no sé qué hacer para demostrarte que te amo y no voy a hacerte
nada malo.
-Perdoname. Actué como una tonta. No sé por qué lo hice. Pero a partir de ahora voy a
confiar en vos, porque yo también te amo muchísimo.
-Bueno, ahora sí, me quedo más tranquilo. Pensaba que a lo mejor no me querías como
yo a vos y entonces, pensé no molestarte más.
-¡No me hagas eso, por favor! Yo te amo Guillermo y no quiero que me dejes nunca.
-No voy a dejarte mi amor, porque sin vos prefiero morirme.
-No digas eso. Yo te amo.
-Y yo también mi amor.

El sábado siguiente, me vino a buscar a casa. Entró, conversó con mamá y papá.
Después, fuimos a pasear a Palermo y lo pasamos hermosísimo. Estuvo más cariñoso
que nunca y me trató con mucho respeto. Fue un día maravilloso. Me llevó a mi casa y
quedamos en que el martes me iba a buscara la facultad.

-Hola Guille. Estoy seguro que hoy te fue muy bien, ¿no es cierto?
-Bien es poco. No te imaginás. La llevé a Palermo y eso que vive en Caballito. Yo no
lo podía creer.¿Qué le dijiste?
-¿Viste?, yo te dije que la ibas a encontrar bien mansita. Bueno Guille. Llegó el
momento.
-¿Ya? ¿Tan pronto?
-¿Para qué esperar más, si ya está lista? ¿O te encariñaste?
-Vos me dijiste que esto era un trabajo y para mí, es eso. Un trabajo. Además, la mina
no me gusta. Es muy nena de mamá y muy inteligente. A mí no me gusta que las minas
sean más inteligentes que yo. Por eso, la tengo a la Mari.
-¿Cuándo la tenés que ver?
-El martes, a la salida de la facultad.
-Bueno. Ese es el momento justo.
-¿Quién lo va a hacer?
-Creo que Carlitos, Pedro y el cana. El senador, mandó a decir que apuremos la cosa.
Quiere a la mina pronto. El padre es un tipo importante y no nos dimos cuenta. Además
la federal se puede poner pesada. Cuanto más pronto desaparezca la mina; mejor para
todos.
-Yo te dije que el viejo era un tipo importante.
-Pero más de lo que pensábamos.
-¿Cómo va a ser?
-Ella va con vos, la levantan y la llevan al campo que tiene el senador en Escobar. Ahí,
la espera la avioneta y termina nuestro trabajo.
-¿Y a quién se la venden?
-No sé ni quiero saberlo. Pero esa mina, no va a ir a parar a cualquier lado.
Eso te lo aseguro. Si intervino el senador, es por algo.

Es martes, a la salida de la facultad; me estaba esperando Guillermo.


-Hola linda. Te extrañé. (Me da un beso).
-No veía la hora que termine la clase, porque sabía que me estabas esperando. Mis
amigas quieren conocerte.
-No Aldana. Otro día. Hoy quiero estar con vos nada más. ¿Vamos?
-Sí, vamos. Te noto nervioso.¿Te pasa algo?
-No. Me fue mal en la facultad pero no quiero hablar de eso. Ahora quiero estar con
vos. ¿Vamos por aquella calle, así te puedo besar y no nos mira tanta gente? ¿Querés?
-Sí, porque yo también te extrañé y quiero que me beses y me abraces. Vamos.
Caminábamos por una calle bastante solitaria, sólo había una señora paseando un
perro. Recuerdo que a veces la encontraba cuando salía de la facultad y acariciaba al
perro. Guillermo iba en silencio. Yo pensé que era porque no le fue bien con alguna
materia. De pronto escucho un auto que frena y se bajan tres hombres. Guillermo me
agarra fuerte de un brazo y me dice:
-¡Te portás como una buena nenita y sin hacer ruido, subís a la camioneta!
-¡Guillermo, estás loco!
-¡Subí ahora!
-¡No, ayúdenme, dejame no quiero!
Él me agarra de los brazos, otro me tapa la boca, me cubren la cara con mi campera
que tenía en la mano y me suben a un auto que no pude ver bien cómo era.
La señora que paseaba el perro vio todo desde la esquina y fue corriendo a avisarle a
un policía que estaba en la avenida.
-¡Yo vi como la subían a una camioneta roja! ¡El que iba con ella también es uno de
ellos porque la agarró de los brazos y la subió con los otros por la fuerza! ¡Yo la
conozco, todos los días acariciaba a mi perro cuando salía de la facultad! ¡Ayúdenla,
pobrecita,lo que le van a hacer esos degenerados!
El policía dio aviso y comenzaron a buscarme.

Me tiraron en un asiento y me tenían para que no pueda moverme. Yo pude gritar y


luchaba para escaparme; pero era imposible.
-No se te ocurra pegarle, porque somos boleta. Estas valen mucho para el senador y si
la ve golpeada… Tomá. Calmala un poco, pero no te pases.
Me pusieron una inyección que me adormeció. Pero igual sentí, cuando empezaron a
manosearme toda y después, mientras uno me tocaba otro me arrancaba la ropa y se me
subía encima y el dolor de mi primera vez perdiendo mi virginidad en una violación. Y
después el otro y todos. Nunca, una mujer podría llegar a explicar realmente; lo que se
siente en ese momento. Aunque estaba como atontada, sentía las risas, la respiración, la
penetración, las manos tocándome todo el tiempo… En ese momento deseé que me
maten, para que se terminara todo.
-¡Pedro, la cana!
-¡Para qué la trajimos acá primero!
Llegó la policía, empezaron a tirotearse y perdí el conocimiento.

Después supe que Guillermo, (también uno de mis violadores); tenía mujer y una hija.
Que antes de entregarme, quisieron divertirse un poco y me llevaron a un descampado,
cerca de una villa ubicada en la zona sur de la Capital. Que mataron a dos e hirieron a
Guillermo y a otro. Que el que chateaba conmigo era el dueño de un ciber de
Berazategui y uno de los integrantes de la red de prostitución y narcotráfico que iba a
venderme a otro país. Que el cabecilla, era un senador o alguien apodado así; pero que
nunca se pudo llegar a él, porque todos recibían sus órdenes, y pocos sabían quién era.
Un funcionario amigo de mi papá, le dijo que muchas de esas redes están manejadas por
políticos. Pero a esos, nunca se los puede involucrar en nada.
Después, me revisaron, sacaron muestras por hisopado para identificación del ADN
de los que me destruyeron la vida para siempre. Y estuve internada en una clínica
algunos meses.
Tuve que hacerme varios análisis de VIH, pero todos dieron negativo.
Cuando salí, me encerré en mi cuarto y no quería salir de allí. Ni los psiquiatras, ni
psicólogos; pudieron lograr recuperarme. Intenté suicidarme tomando pastillas, pero no
pude lograrlo y me volvieron a internar. Cuando salí de la clínica, los médicos dijeron
que era mejor cambiar de ambiente y mis padres me trajeron aquí.
Cuando dejé de hablar, porque ya lo había contado todo; vi que Martín igual que
yo tenía los ojos llenos de lágrimas.
-Andi. Ahora comprendo todo. Por qué no podés reponerte de el momento tan
espantoso que tuviste que vivir. Yo no estoy dentro tuyo. Pero sé que no hay peor cosa
que pueda pasarle a una mujer.
-Martín, ¿por qué no me dejaste morir en el mar?
-No me arrepiento de haberte salvado. Porque aunque ahora no lo entiendas, tenés el
derecho y la obligación de volver a empezar.
-¡Nunca voy a poder recuperarme, sólo quiero que me dejen morir!
-Si hay algo que sé, es que nunca vas a olvidarte de lo que te pasó. Pero sí, estoy
seguro, de que si vos querés y permitís que te ayudemos; podrás superarlo.
-Vos hablás así porque no tuviste que vivir ese momento.
-Yo no niego que fue horrible para vos y para cualquier mujer que haya pasado por lo
mismo. Pero no hablo porque sí. ¿Y si te llevaban y te hacían ejercer la prostitución y
no aparecías nunca más, con todo lo que eso conlleva? ¿Vos sabés que hay chicas que
no pueden escapar y son sometidas todo el tiempo a cualquier tipo de vejámenes y
nunca saben cuando terminarán de sufrir, ni ellas ni sus familias que las buscan
incansablemente? ¡Ay Aldana, si yo te contara todas las cosas que veo todos los días!
-Martín, ayudame. (Impulsada no sé por qué fuerza, me echo en sus brazos con una
necesidad enorme de que me proteja).
-¡Claro que voy a ayudarte, con toda el alma!
-Nadie va a quererme así. Yo misma me doy asco.
-Aldi, todos te queremos. Tus padres, que siempre estuvieron a tu lado y yo, que con
los sentimientos más nobles que tengo por vos, logré que abrieras tu corazón y me
dijeras a mí, todo eso que te torturaba y que no pudiste hablar con nadie. Gracias Aldi.
Por creer en mí, porque si pudiera; daría mi vida para que seas feliz. El tiempo te va a
demostrar que de todo se puede salir, cielito. Y es mentira que nadie va a quererte. Yo te
juro, que alguien ya te quiere y mucho. No fue tu culpa. Dejate ayudar, dejate querer y
vas a sentir que hasta ese mar que ahora nos mira, te quiere y un día vamos a poder
jugar con él. Todos estamos con vos Aldana. No estás sola chiquita. Yo estoy con vos y
con el tiempo, si querés; toda la vida. Pero no te apures, despacito vas a volver a ver el
sol, a descubrir que hay un cielo nuevo lleno de estrellas, que podés sonreír otra vez y si
te lo proponés; vas a poder amar y sentirte verdaderamente amada. Y yo voy a ayudarte
a que quieras proyectar tu futuro. Como sea, como quieras y con quien quieras.
Me abrazó muy fuerte y me dio un beso dulce en la mejilla. Yo no sentí ningún
rechazo, por el contrario me sentí muy bien.

Con el tiempo decidí no volver a Buenos Aires y me quedé a vivir en Mar Azul porque
sentí que no podía separarme de Martín, que en sus ojos verdes encontré el sol y con él;
aprendí a sentirme plenamente mujer y saber lo que es amar y sentirme amada. Es el
hombre más bueno y noble que existe. Ya no siento miedos, vuelvo a sonreír y puedo
decir que soy feliz.
Estudio enfermería y ayudo en la sala de primeros auxilios a Martín viendo de cerca
toda la realidad de la que me habló, comprendiendo que hay gente que sufrió y sufre
tanto como sufrí yo alguna vez.

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