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DESPERTAR
Lentamente, como algo oscuro e insondable que se despereza tras años de letargo,
superficie, los grotescos brazos emiten algo parecido a un siseo acompañado de fétidas
general de las cosas sólo es un frágil manto que con un soplo puede desaparecer. Allá
de las tinieblas. En eso piensa la oscura mente mientras asciende por la limosa y
escurridiza piedra, de nuevo con un cometido sagrado que realizar; excrecencias rocosas
unidas a raíces fosilizadas se rompen y retuercen en lo que parece una extraña imitación
de sonrisa humana. No es para menos, tras eras de letargo, Madre le ha insuflado vida
El pecho de Andrei rugía como un león encerrado, y le desgarraba con cada nuevo
mordían las manos, y el polvo penetraba en las heridas con furia, como si intentaran
No me extrañaría, pensó con dificultad, hace tres años que solo recibimos muerte de
todo lo que nos rodea, tres años de vendetta despiadada y brutal, sin ofertas de
demasiado tarde, y cuando el campeón elegido por el enemigo se puso en marcha, hasta
Dios se inclinó a su paso. No hubo desafíos, ni ultimátum, y las marchas militares y las
entrechocar de rocas y el sulfuroso olor de las entrañas del planeta. Cuando aquello
dirigida por la vertiginosa batuta de un dios colérico. Joder, deja de divagar, maldito
imbécil, llevas un par de minutos abrazado a la colina…no has sobrevivido hasta ahora
gracias a la ensoñación.
A sus espaldas comenzaba a sonar un ligero siseo, pero que se escuchaba perfectamente
acompañado de otro sonido más audible aun, el de rocas partiéndose como si fueran
frágiles como hojas en Otoño. Sabía demasiado bien lo que significaban esos sonidos,
era el himno nacional de la Madre Tierra, y siempre finalizaba con alaridos, sonido de
músculos insuflando fuerzas de donde no existían. Los últimos metros del ascenso,
cámara lenta.
-Andreiiiiiiiiiii…- El horrible siseo, modulado, era aún más grotesco al intentar articular
palabras, y Andrei notó como su entrepierna se humedecía sin que pudiera hacer nada
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osssscuridad…-
Por fin, desesperado, sus maltrechas manos tocaron el frío metal del portón. El material
con el que estaba realizado todo el refugio que llenaba el interior de la colina, formaba
parte de un meteorito que había caído a la tierra diez años atrás, y resultó ser la única
terrestre, pero Andrei sospechaba que no era eso lo fundamental, sino más bien que no
pertenecía al planeta, por lo que aquella cosa terrible no podía manipularlo. Mientras
mantequilla caliente, ese extraño metal era lo único que hasta el momento se le resistía.
Una lástima que tan sólo Andrei y dos oficiales más llegaran a tiempo para ocupar el
edificio. Aunque el engendro demostró que no carecía de recursos, y desde hacía unos
días toda una serie de temblores bajo el refugio le habían hecho pensar a Andrei que
estaba intentando hundirlo bajo la colina. No sabía cuanto tiempo le llevaría, pero algo
abrirse, y con agilidad se abalanzó al interior del complejo para activar el cierre manual.
Cuando se dio la vuelta, y en el pequeño espacio entre los portones que se cerraban,
vislumbró una enorme masa amorfa pero terriblemente veloz que se abalanzaba ya en su
grito que dejaba helados los músculos y paralizaba los pensamientos. Regimientos
enteros a las órdenes de Andrei habían dejado matarse sin disparar una sola vez ante el
imponente despliegue de poder de aquel rugido, pues era tal el odio que transmitía, que
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inconscientemente uno llegaba a pensar que algo capaz de albergar un sentimiento tan
profundo seguro tenía motivos incontestables para llevar a cabo todo aquello. En la
oscuridad de la entrada, se dejó caer y el llanto le desbordó y manó con fuerza de sus
ojos. El dolor de todos sus músculos y huesos empezó a torturar sus centros nerviosos,
una vez desaparecido el sedante del miedo. Con torpes movimientos se quitó el raído
traje protector y el casco, y el aire enlatado del traje fue sustituido por el aire enlatado
se encontraba a su vez a cincuenta metros por encima de la base del edificio, cuyos
nuclear que ponía todo el complejo en funcionamiento. Por encima de la sala de control
estaban los silos de misiles, el almacén de armamento, un hangar para los vehículos
militares pesados y las grúas móviles de reparación, junto con las dependencias
generales pensadas para albergar hasta dos mil hombres, entre técnicos y personal
militar. Tan sólo tres habían llegado a ocuparlo, y ahora solo quedaba él. Los otros dos,
Como todos los días, Andrei conectó Intranet esperando recibir alguna noticia del Alto
Mando ruso, pero todo seguía callado; luego se conectó a la red general y activó la
cualquier parte del planeta, hacía meses que no recibía noticias de nadie. Pensaba que
habían tenido mucha suerte gracias a lo del extraño metal extraterrestre, y casi no lo
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fisura. Sin embargo, los datos de los pilares del edificio revelaban que éste se había
hundido dos grados más en su zona este debido a los seísmos. A ese ritmo Andrei
calculaba que en cuestión de dos meses la inclinación podría hacer peligrar la integridad
de sistemas claves para su supervivencia, como lo eran los del aire o el agua, cuyas
tomas necesitaban estar conectadas con el exterior del complejo, por no hablar del
riesgo que toda aquella situación implicaba para el reactor nuclear. Esperaba que antes
así poder reunirse con los supervivientes para despegar hacia la base lunar que el
Ejército Ruso había construido junto con las autoridades chinas. Mientras pensaba en
aquello recordó que le faltaba un último paso, el de revisar las cámaras de seguridad del
exterior. Las del interior las mantenía desconectadas, puesto que sin notificaciones de
fisuras y sin personal dentro del edificio, no tenía mucho sentido hacerlo, y le obligaría
precario de la situación con los temblores, no era lo más adecuado. Como solía decir
descargada nunca te estalla en las manos. Una desagradable ironía fue que muriera al
Arkangelsk, hacía ya dos años. Mientras pensaba en todos los camaradas que había
imágenes similares en todas ellas: paisajes grises de roca oscura bajo un cielo negro que
se veía roto constantemente por el fulgor de los rayos provenientes de las constantes
tormentas eléctricas.
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Otro efecto de la gran inteligencia humana, ironizó Andrei para sus adentros, esta vez a
causa del maldito pulso EM de los europeos. Parecía que durante estos años las
diferentes potencias habían entrado en competencia para ver quién la jodía más y
incluso antes de que le hincharan las pelotas, la situación no era muy diferente… Desde
que tenía uso de razón, Andrei siempre había recordado la lluvia ácida, las
supertormentas y la desertización, que había llegado a afectar al 70% del planeta, por no
hablar de la Guerra de Eurasia, que no por nada se había rebautizado como Guerra del
Átomo.
segundos el semblante del hombre quedó petrificado ante la imagen que estaba viendo
en la pantalla, sin dar crédito. Entre las fumarolas sulfurosas de la pendiente y las
afiladas rocas, una figura humana se arrastraba en dirección a los portones, y a pesar de
la distancia a la que todavía se encontraba la escena, era evidente que quién fuera había
sufrido unas heridas muy graves. La figura se desplazaba aunque le faltaba un brazo y
una de sus piernas colgaba únicamente por un tendón a la altura del muslo. Todo su
cuerpo estaba empapado de sangre, pero entre las manchas y la suciedad se vislumbraba
que vestía un uniforme militar de infantería pesada, con sus protecciones de metal
estelar en la pechera y los hombros, lo que en este caso dificultaba aún más el penoso
ascenso. Con rapidez, Andrei calculó fríamente las posibilidades, y presto entró en el
control, que le cubría la muñeca y a través de la cual tenía acceso a todos los sistemas,
como los materiales a las espaldas del maltrecho hombre se alzaban formando un
montículo. Andrei sabía que no tenía mucho tiempo, y que probablemente era una
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estupidez jugarse la vida por una persona que visto su estado de salud podría morir en
cuestión de horas, pero era el primer contacto humano que tenía en seis meses, y eso era
enorme hangar se iluminó junto con todas las plataformas de vehículos que ascendían
hasta los sesenta metros de altura. Necesitaba algo que fuera veloz, pero que a la vez
decidió por un vehículo de despliegue rápido, que básicamente era una base con forma
otro para el artillero. Como no tenía compañero, se decidió por el vehículo armado con
las baterías de plasma tardaban un minuto en recargarse después de cada disparo. Pero
tenía que arriesgarse a ello, ya que era lo único lo suficientemente rápido y potente para
llevar a cabo el rescate. Con una habilidad fruto de años de entrenamiento, Andrei se
colocó el casco y se fijó los arneses de sujeción, y agarrando con fuerza el mando
direccional del aparato, lo dirigió a la plataforma elevadora, que se activó nada más
posicionarse sobre ella; con ímpetu ascendió en dirección al exterior, que ya se veía a
través de las rendijas de los portones que se abrían a través de un conducto comunicado
directamente con el nivel de superficie del edificio. Al salir del mismo, rápidamente
dio cuenta de que tal vez llegaba tarde al encuentro del herido. Una masa de tentáculos
pendiente y en un mal ángulo, puso los anclajes hidráulicos y apuntó el cañón hacia la
enorme masa de la que salían los tentáculos. Un pequeño error y podría pulverizar al
hombre, pero una indecisión también lo llevaría a la muerte, porque aquella cosa, a
pesar de todo su volumen, se movía con una agilidad endemoniada. Sin titubear, y una
vez fijado el blanco, apretó el botón de disparo situado frente a él, y sobre su cabeza
sintió, a pesar del grueso casco, el calor de mil soles lanzarse a una velocidad cercana a
su centro, y con un ruido sordo quedó envuelta en una nube de vapor incandescente
sabía que eso no la detendría mucho tiempo, por lo que dirigió el vehículo a máxima
velocidad ladera abajo en dirección al hombre. Al llegar descubrió que el estado de éste
era peor de lo que se imaginaba, ya que a través de dos profundas heridas en su torso
podía ver sus pulmones trabajando lastimosamente mientras se agarraba las vísceras que
luchaban por salir al exterior. Era sorprendente cómo podía haber sobrevivido a todo
supervivencia llevaban a las personas más allá de sus límites. Con mucho cuidado subió
al hombre al vehículo, y colocando su espalda contra la base del cañón, lo ató al mismo
con los arneses de su asiento de piloto. Mientras se volvía a instalar en dicho asiento,
Andrei vislumbró a través de la nube de vapor que aún perduraba a la figura rocosa, que
abertura del refugio, a través de la que entraron sin dificultad, y que se cerró a los pocos
segundos de haberse activado la plataforma que ya los devolvía al nivel del hangar. Al
llegar Andrei condujo hasta la zona de enfermería con la que contaban todos los niveles,
y que en este caso se encontraba a unos cien metros frente a las grúas de mantenimiento.
Justo al detenerse, el herido tosió de manera muy profunda, y Andrei se percató que el
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hedor que salía de su cuerpo era considerable, y que flujos de color amarillento y
que se las habían colocado después de masticarlo y escupirlo, porque todo lo demás
aparecía destrozado.
mover su cuerpo sin agravar aún más las lesiones, por lo que se dirigió a la entrada de la
enfermería, donde sabía encontraría una pequeña grúa médica que se utilizaba para
No había puesto un pie fuera del vehículo, cuando se quedó helado al oír la voz que
putrefacción.
Andrei intentó saltar del vehículo para dirigirse al ascensor, pero no había mandado
todavía la orden a sus músculos cuando el brazo ensangrentado del herido le aplicó una
brutal presa alrededor de su cuello, dejando la presión justa para no ahogarle. Intentó
zafarse en vano de aquel abrazo, pero la fuerza con la que se lo aplicaba era inhumana,
y al intentar morderlo casi se rompió dos dientes, descubriendo que bajo la capa de
fluidos, e instantáneamente le provocó una violenta arcada sin vómito, ya que tenía el
rápidamente al idioma ruso, pensó Andrei mientras se esforzaba por no ahogarse, y cada
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vez pronunciaba mejor. Aunque por mucho que mejorara, el sonido seguía siendo
inhumano.
mitigó el terror que inundaba al hombre, aunque la respuesta de la criatura echó por
- ¿Muchosss, dices? ¿Dónnnde? ¿En Londres, tal vez, o puede que en Arizona?... ¿O te
Andrei, y por el rabillo del ojo vislumbró una sonrisa de dientes amarillentos salpicada
de pus. – Estás solo Andrei, y ahora que te he encontrado, Madre ya habrá saldado
pensó, ya que estoy solo, todos los demás exterminados. - ¿Por qué, por qué todo esto,
toda esta desolación, maldita sea?... ¿No merecíamos otra oportunidad, un aviso,
grotesca imitación del de un hombre, aunque toda la piel era una mezcla de fina roca
volcánica, raíces que hacían de tendones, y un limo verdoso que resbalaba por toda su
superficie. Sus brazos eran humanos hasta la altura del codo, donde se ramificaban en
embargo lo más extraño era su cara, en la que no se diferenciaba ningún rasgo, pero que
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mirada en su conjunto aparecía como un rostro definido. Aún así, uno sabía cuando
- ¿Un aviso? ¿Qué eran para vosotros la desertización o las supertormentas? ¿Una
aniquiláis por millones. No, vas a morir, y contigo todo recuerdo o vestigio de la
aberración que supusisteis. Tan sólo Madre recordará con decepción vuestra
existencia, porque hasta yo os olvidaré cuando vuelva a su vientre. Puede que cuando
lo verde y efímero, lo que corretea y nada, vuelva a asomar, el resultado sea más
satisfactorio. -
- ¡Déjame hablar con esa Madre, por piedad!- Andrei golpeó el suelo con fuerza, y un
sonido seco acompañado de gran dolor le hizo saber que aquello había sido demasiado
piedra, y a Andrei le sobrevino otra arcada. – Para hablar con Madre hay que
escucharla, y ella habla con el idioma del fuego, de las entrañas de la tierra, con el
movimiento de la piedra a través de millones de años, con el idioma del viento, con el
de las corrientes oceánicas. De todos los seres vivientes, sois los únicos que podríais
deseo volver a su cálido abrazo de nuevo, y quitarme este hedor vuestro de encima. -
Andrei no se movió, y con resignación abrió sus brazos para recibir tan duro castigo, el
genocidio final. Cuando los tentáculos rodearon su cuerpo y los fluidos penetraron por
todos sus orificios, tan sólo le vino a la mente una palabra: Necios…
Lentamente, como algo oscuro e insondable que regresa al hogar tras años de matanza,
verdosos tentáculos tantean nerviosos las paredes de la caverna, ansiando el abrazo, las
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caricias de lo eterno. Las cosas efímeras, ruidosas y estúpidas ahora guardan silencio, él
las ha enseñado a callar, a no molestar a Madre. Siente como poco a poco la placenta de
ella le recubre, le llena de calor, le disuelve en su vientre, y se vuelve uno con cada
volcán, cada falla y cada corriente marina del planeta. Es lo más cerca de ser un dios, lo
más cerca de parecerse a ella. En eso piensa la oscura mente, y algo parecido a una
sonrisa humana aflora en su rostro. No es para menos, Madre le roba ahora la vida para