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Acto III.

Escena IV
Ser, o no ser, es la cuestin! -Qu debe ms dignamente optar el alma noble entre sufrir de la fortuna impa el porfiador rigor, o rebelarse contra un mar de desdichas, y afrontndolo desaparecer con ellas? Morir, dormir, no despertar ms nunca, poder decir todo acab; en un sueo sepultar para siempre los dolores del corazn, los mil y mil quebrantos que hered nuestra carne, quin no ansiara concluir as! Morir... quedar dormidos... Dormir... tal vez soar! -Ay! all hay algo que detiene al mejor. Cuando del mundo no percibamos ni un rumor, qu sueos vendrn en ese sueo de la muerte! Eso es, eso es lo que hace el infortunio planta de larga vida. Quin querra sufrir del tiempo el implacable azote, del fuerte la injusticia, del soberbio el spero desdn, las amarguras del amor despreciado, las demoras de la ley, del empleado la insolencia, la hostilidad que los mezquinos juran al mrito pacfico, pudiendo de tanto mal librarse l mismo, alzando una punta de acero? quin querra seguir cargando en la cansada vida su fardo abrumador?... Pero hay espanto all del otro lado de la tumba! La muerte, aquel pas que todava

est por descubrirse, pas de cuya lbrega frontera ningn viajero regres, perturba la voluntad, y a todos nos decide a soportar los males que sabemos ms bien que ir a buscar lo que ignoramos. As, oh conciencia!, de nosotros todos haces unos cobardes, y la ardiente resolucin original decae al plido mirar del pensamiento. As tambin enrgicas empresas, de trascendencia inmensa, a esa mirada torcieron rumbo, y sin accin murieron.

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