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JUAN DIAZ DE BAEZA ‘ HISTORIA Dy Be dE GUERRA DE ESPANA CONTRA EL EMPERADOR NAPOLEON f MEXICO & LP) HISTORIA DE LA GUERRA DE USPARA CONTRA EL - EMPERADOR NAPOLEON, POR EL PRESBITERO D. Inan Dia; de Baga. NS r MEXICO. soe. rat SEG Conte ena nim. 10. CTO 7-AG- PROLOGO. te Rica y feliz la Espafia en el] reinado de Carlos III, se resintié mucho en el de Car- los IV de las debilidades de este monarea, y sobre todo de los efectos de la revolucion francesa. Despues de una guerra infructuo- sa contra el gobierno democratico de la na- cion vecina, dl cual habia decapitado al vir- tuoso Luis XVI, proclamando al mismo tiem- po las m4ximus mas contrarias y ofensivas 4 la autoridad de los reyes, tuvo que com- prar su quietid 4 costa de inmensos sacrifi- cios, porque los diferentes gobiernos que fue- ron succediéndose en aquel pafs, todos ven- dian su amistad 6 muy alto precio 4 la des- gobernada Espafia. Asi, sus tesoros, sus Iv PROLOGO. escuadras, y por Ultimo hasta sus ejércitos, todo estaba 4 disposicion del gobierno fran- cés. Pero, al cabo, pudo conservar la inte- gridad de su territorio, y regirse por sus pro- pias leyes, y por sus monarcas naturales, ya que no gozase de independencia su gobier- no, sometido 4 la voluntad de la Francia, hasta que el jefe de esta nacion, envanecido con sus conquistas y poderio, quiso dotar 4 _un individuo de su familia con el rico patri- monio de San Fernando. Cosa muy hacede- ta y facil parecid al que estaba acostumbra- do 4 dar la ley 4 todos los monarcas de la Europa; y 4 fines del afio 1807 empezé 4 po- ner en practica su proyecto, invadiendo en- gafiosamente con sus tropas el territorio es+ pafiol. Mas la nacion magndnima, que en medio de los desaciertos de su gobierno, na- da habia perdido de su dignidad, opuso al usurpador una resistencia que nos recuerda los tiempos de la invasion agarena. Dignos son, por cierto, de trasmitirse 4 la posteridad mas remota los esfuerzos, el va- lor, los hechos herdicos, la lealtad y la per- severancia de los espafioles en esta lucha, que de nuevo ha engrandecido su nombre, tan ilustre ya en la historia del mundo. Es- PROLOGO. v ta tarea Ja ha desempefiado dignisimamente el conde de Toreno en su ‘Historia del le- vantamiento, guerra y revolucion de Espa- fia.” La copia de materiales que tuvo 4 la vista este recomendable escritor, la claridad y la elocuencia de su estilo, unidas 4 lo cus- tizo y majestuoso de su diccion, las oportu- nas y profundas reflexiones con que enrique- ce la narracion, dan 4 su obra un interés y un mérito superior. Todo espafiol debiera "tener y conservar una obra tan preciosa, en que se pintan con los colores mas vivos las glorias de nuestra patria; lastima es que por ser bastante voluminosa, no esté su precio al alcance de las facultades de todos. Nosotros, con el fin de que se haga comun en Espafia una historia, que ningun espafiol debe ignorar, hemos procurado cefiirla 4 li- mites mas estrechos para que no sea gravoso su coste, siguiendo en la relacion de los su- cesos al conde de Toreno, aunque tambien 4 otros escritores, afiadiendo algunas particu- laridades de que tenemos noticia, sin omitir ningun hecho importante, ni circunstancia . notable, y haciendo por nuestra parte, si bien con economia, las observacionés que nos han parecido conducentes. Solo en la parte po- VI PROLOGO. litica, en que se estienden otros y especial- mente el sefior conde, cada uno segun su propésito, somos nosotros bastante concisos, para dar lugar 4 la narracion histérica, nues- tro principal objeto. Si se quiere, pues, no un diario de operaciones militares, sino pro- piamente la historia de una guerra, nos pare- ce que Ja publicamos completa, sin que deje- mos de tocar tambien en la parte politica los puntos principales. Ne este modo podrén nuestros lectores adquirir con poco gasto una noticia bastante estensa de la memorable guerra de los seis afios, y el conocimiento necesario de las ocurrencias politicas en uno de los periodos bajo este concepto mas im- portantes de la historia nacional. KTR BOT CAPITULO I. Proyectos de Napoleon sobre la Peninsula espaficla.—Tratado de Fontainebleau.—Entrada de los franceses en Espafia. Resvazre ya el empérador de los franceses & en- sefioreatse 4 todo trance de la Peninsula hispana; pa- rece que dl mismo tiempo de ajustar con C&rlos IV el tratado de Fontainebleau en 29 de Octubre de 1807, fluctuaba todavia en cuanto 4 los medios de llevar 4 cabo su propdsito. Estipulabase en aquel tratado la desmembracion de Portugal, dando en ple- Ba soberania la provincia de -Entre-Duero y Mifio, con Ia biudad de Oporto, 4S. M. el rey de Etruria, nieto de Carlos IV, con el titulo de rey de la Lusi- . tania septentrional; que poseerian tambien herédita- riamente sus descendientes; el reino de los Algarbes y la provincia del Alentejo al principe de lq Paz, con el titulo de prititipe de los Algarbef, en plena soberania para sf ysis descendientes heredlitaria- mente;'y quedando en depésito hasta la paz gené- z GUERRA DE ESPARA ral, las provincias de Beira, Tras—los-Montes, y Ia Estremadura portuguesa: el emperador de los france- ses salia garante, por el mismo tratado, 4 S. M. ek sey de Espaiia, de sus Estados del continente de Euro- pa situados al Mediodia de los Pirineos: y en articu- los separados se convino en que para la ocupacion de Portugal entrasen en Espaia 25.000 infantes y 3.000 caballos de tropas francesas, que en derechu- ran debian ir 4 Lisboa, reunidos con 11.000 espaiio- Tes, 8.000 de infanteria y 3.000 de caballeria: que otra division de 10.000 hombres de tropas espaiolas tomase posesion de la provincia de Entre-Duero y Miivo y de la ciudad de Oporto, y otra de 6.000 hom- - bres, tambien espaiioles, del Alentejo y de tos Al- gatbes. Asimismo se convino en que se reuniese en Bayona un everpo de 40.000 franceses, que debia pasar 4 Portugal, en el caso de que losingleses inten- tasen hacer algun desembarco en aguel reino: no de- bia entrar sin embargo en Espajia este cuerpo de tro- pas, hasta que las dos potencias contratantes se pu- siesen de acuerdo sobre este punte. Pero ya antes de la conclusion de este tratado, ha- bia atravesado el Bidasoa el dia 18 de Octubre, una division de tropas francesas, 4 la que siguieron inme- diatamente otras dos divisiones; y todas, mandadas por el general Junot, se dirigieron por Bérgos y Va- Madolid 4 Salamanca, donde entraron 4 mediados de Noviembre. Desde aquella ciudad tomaron por Ciu- dad-Rodrigo el camino de Lisboa, en cuya capital entraron el dia 30 del mismo mes; habiéndose em- barcado el 27 la famila real, y dadose 4 la vela el CONTRA NAPOLEON. 3 29 para Rio-Janeiro. Por donde se vé cuén grande era la impaciencia del emperador Napoleon por lle- var al cabo sus planes con respecto 4 la Peninsula. No se. sabia, sin embargo, 4 punto fijo cuales eran sus miras; aunque desde luego se vid con evidencia que no tenia 4nimo de cumplir con lo eatipulado en el tratado de 29 de Octubre, porque el general Ju- - Rot anuncié de oficioen 1° de Febrero siguiente & los portugueses, que el emperador Napoleon tomaba al Portugal bajo su proteccion, y queria que 4 nom- bre suyo gobernase todo el reino el mismo general; & pesar de que ya desde principios de Diciembre ha- bian ocupado las tropas espaiiolas las -provincias de- signadas en el tratado. Por otra parte, si bien el cuerpo de tropas que de- bia reunirse en Bayona, no podia entrar en Espaie, segun lo convenido, hasta que se pusiesen de acuer- ’ do los dos gabinetes; ya en el mes de Diciembre em- pezaron 4 entrar sin este requisito, de 27 & 28.000 hombres, infanteria y caballeria, mandados por el general Dupont, y 4 principios de Enero otro cuer- po de igual fuerza mandade por el mariscal Moncey; avanzando uno y otro ejército hacia Castilla, al mis- mo tiempo que-un euerpo de 12.000 hombres entra- ba por Cataluna. No se necesitaban mayores pruebas para que has- ta el mas preocupado en favor de Napoleon conociese su mala fé y segunda intencion. Con todo, resté- banos todavia ver mezclada la supercheria con la prefidia. Se presenté delante de Pamplona con tres batallones el general francés D’Armagnac, & quien 4 GUERRA DY ASPANA el virey de Navarra, marqués de Vallesantoro, per- mitié alojar la tropa dentro de la plaza. Alentado el francés con esta condescendencia del virey, pre- tendié que se acuartelasen en la ciudadela dos bata- Hones suizos; mas no se presté el- espaol 4 tan es- trafia demande, aunque coloreada con la poca con- finnza en'la fidelidad de aquella tropa. Frustrada pues su primera tentativa, recurrié D’Armagnac & Una estratajema indigna, no ya de un militar y ge- neral, sino de cualquiera persona que tuviese honor. Deintento se habia aposentado el jefe francés en- frente de la puerta principal de la ciudadela, y pa- ra llevar 4 cabo la traicion que meditaba, mandé que en la noche del 15al 16de Febrero de 1808, fuesen- entrando en sa casa con arias y 4 la deshilada algu- nos granaderos. Recibia sus raciones la tropa fran- cese en la ciudadela; y en la majiana del 16, por dis- posicion de D’ Armagnac, se presentaron 4 recogerlas algunos soldados escogidos, & quienes dirigia disfra- zado un jefe de batallon. Los soldados, -pretestan- do estar esperando al oficial, empezaron como 4 di- vertiree tirandose unos 4 otros pellas de nieve, pues estaba nevando: Con este fingido entretenimiento, jugueteando, corriendo y saltando, ocuparon algunos el puente levadizo, sin que los soldados espaiioles maliciasen ana vileza, cuya posibilidad ni aun se ocurria 4 su entendimiento prevenido por la lealtad de sus corazones. Colocados aquellos franceses en el puente, le pasaron de tropel los demas, desarma- ron 4 ios centinelns espafioles, se apoderaron de las armas del cuerpo de guardia, y facilitaron la entra-' CONTRA NAPOLEON. 5 da 4 los granaderos que se ocultaban en Ia posada de de D’Armagnac, tras de los cnales entré en seguida la demas tropa francesa. {Digna hazaiia, por cier- to, llevada 4 cima por un general, y mandada eje- cutar por un emperador! - Tambien 4 principios del mismo mes de Febrero ha- bia entrado por Catulaiia, sin permiso ni aun con cimiento del gobierno espaiiol, un cuerpo de tropas frahcesas de 12 4 13,000 hombres, entre infanteria y caballeria, mandades porel general Duhesme, el cual, despues de algunes contestaciones con el capi- tan general de aquel-principado, conde de Egpeleta, que se oponia 4 la marcha del francés hasta consultar 4 su corte, entré con su ejército el dia 13 en la ciu- dad de Barcelona, guarneciende.sin embargo los es- paitoles la ciudadela y el castillo de Monjuich. Si en estremo villana y ruin fué la conducta de loa franceses en Pamplona, no lo fué menos en la capital de Catalufia. Resuelto el general Dubesme & apoderarse de la ciudadela y de Monjuich, segun las intrucciones de su corte, hizo’esparcit la voz por la ciudad el dia 28, de que habia recibido.érden para marchar & Cadiz, solo con.el intento de prevenir la descenfianza de los espaiioles, y que no columbra- sen la iniquidad que meditaba:. y aparentando que iba & pasar rdvista 4 las tropas antes de salir’ de la ciudad, ls mand6 fermar en la esplanada dela ciu- dadela, ooupando con algunos cuerpos otres puntos para dar el golpe com seguridad. Revistados algu- laos cuerpos, se acercé el general Lecchi. con mruchos oftcisles & caballo 4 le puerta prinsipal, de Ja ciuda- 6 GUERRA DE ESPARA dela, parandose en el puente levadizo. A este tiem- po avanzé uno de los cuerpos apostados al intento, se apoderé del puente atropellando al primer centi- nela, y entré precedido del general Lecchi y todo su acompajiamiento, y seguido despues por otros cuatro batallones, que todos juntos se hicieron por ultimo dueiios de la ciudadela. Habia en ella de guarnicion dos batallones de guardias espafiolas y walonas; pe- ro la mayor parte de los oficiales y soldados se ha- Tlaban en la ciudad sin ningun recelo, y cuando vol- vieron, no sin dificultad fueron admitidos por los fran- ceses, quienes por fin consiguieron que evacuasen la ciudadela. jInsigne felonia de un gobierno que se decia nuestro amigo y aliado! Quiso el general Duhesme apoderarse por los mis- mos medios del fuerte de Monjuich; pero se vié bur- lado en su tentativa por la vigilancia, lealtad y va- lor del héroe D. Mariano Alvarez, 4 quien verémos con el tiempo hacer en Gerona una de Jas defensas mas tenaces y gloriosas que se leen en los anales de la guerra. Recurrié entonces el general francés 4 las amenazas, haciendo saber al conde de Ezpeleta, que con arreglo 4 las intrucciones que tenia de su emperador, tomaria el punto 4 la fuerza, si no daba érden para que se le entregase. Ezpeleta la did, se despeché Alvarez; pero era militar, obedecié; y Mon- juich cayé en poder de los alevosos huéspedes, ami- gos y aliados. Hervia la sangre en los pechos de soldados y naturales; pero ni en la nobleza de los es- paiioles cabia imaginar siquiera tan enorme traicion para haberla prevenido, ni las autoridades habian re- CONTRA NAPOLEON. q cibido instruccion alguna del gobierno, atortolado él mismo, y falto de consejo con los hechos estraordi- narios, que rapidamente se iban succediendo unos & otros, y contrarios todos al tratado de 29 de Octubre en que confiaba. Porque con las mismas malas artes se apoderaron tambien los franceses de la importante plaza de Fi- gueras; y lo mismo intentaron hacer con la de San Sebastian, bien que el comandante general de Gui- ptizcoa, duque de Mahon, frustré con. fidelidad y valor sus intentos, hasta que la entregé por orden es- presa del principe de la Paz, generalisimo de los ejércitos espaiioles, 4 quien. consulté. Muy cuidadosa y acongojada andaba. con estas.co- sas la corte de Madrid, no acabando de comprender con. claridad cuales eran definitivamente las intencio- nes del empetador Napoleon, pues ya estaba conven- cida de que otro era su propésito que el de cumplir con el tratado de 29 de Octubre. El mismo Napo- leon daba margen 4 esta perplejidad con su conduc- ta,,6 de intento para confundir al gobierno espaiiol é imposibilitarle de tomar utedidas de precaucion y defensa, 4 -porque-tal vez"él mismo no habia to- mado todavia el iiltimo partido sobre el modo de rea- lizar su resolucion de dominar en Espaiia. Se ha- aba en Paris D. Eugenio Izquierdo, comisionado del principe de la Paz, y encargado de promover sus im tereses; el misme que habia ajustado y firmado.el tra- tado de 29 de Octubre. Volvié Izquierdo 4 Madrid en esta coyuntura; y aunque nada se traslucié acerca del objeto. de su venida, parece, por las sefiales, que 2 8 GUERRA DE ESPANA su encargo eta presentar al gabinete de Madrid um proyecto, el mismo que remitié despues en 24 de Mar- zo desde Paris, donde habia vuelto; y que abraza- ba diferentes puntos, todos de la nvayor trascenden- cia; uno de ellos el cambio del Portugal, que debia reincorporarse 4 la Espaiia, por las provincias de la orilla izquierda del Ebro, que habian de agregarse al imperio francés. ‘Mas munca se hizo formalmen- te esta propuesta, sino que solo se preséentaron sus ba- ses al gobierno espaiiol, como si en un convenio real- mente se pensara; todo, no obstante, con gram pre- mura, con amenazas y altaneria, y entrande cadx dia mas tropas en el reino, y agolpandose otras en la frontera. Sin embargo, no hacia mucho que Napo- leon se habia quejado & Carlos IV de que no hubiese insistide en pedivle una princesa de su familia para es- post ‘del principe de Asturias; y al mismo tiempo le tegalaba quince caballos de-tiro; bien que en este re- galo vieron algunos una indirecta, que unos celebra- ban como un golpe de ingenio, y otros censurabar como una pueril petulancia, con que se indicaba 4 Carlos FV la necesidad de abandonar la Espaiia. La misma confusion, las mismas dudas que produ- ce naturalmente la Iectura de todos estos hechos, rei- naban -entoncés errel Animo del gobierno, ‘que veiea quebiantados tan descaradamente los tratados anterio- res. Grandes eran, empero, susinquietudes y recelos: miuyores atin los de toda la nacion, mas desconfiada todavia que el gobierno mismo, si bien no tan cuida- dosay desesperanzada, como & quittrarimaba el seti- timionte fatimo de su fuerza, de su valor, y de su dew CONTRA NAPOLEON. 9 cision contra el orgullo y las empresas de la Fran- cia, que pudieran atentar 4 su dignidad. Cierto, na- da sabian los pueblos de todos estos tratos y manejos; pocos sabian las infamias cometidas por los franceses en Navarra y Catulaiia; pero estaban de muy atras malisimamente animados contra la arrogancia fran- cesa: la lealtad espaiiola miraba ademas con horror 4 una nacion que habia decapitado 4 su rey bondado- so y justo, y su religiosidad 4 unos hombres que ha- bian sacrilegamente escarnecido, conculcado y pros- crito la religion de Jesucristo, y cometido las mas atroces crueldades con sus ministros. En nada ha- bia templado su aversion la conducta del emperador enesta parte; porque ademas de darles en ojos su am- bicion insaciable, que le habia conducido 4 pisar las coronas mas brillantes y poderosas por casi todas las capitales de nuestro continente, achacaban 4 poli- tica nada mas su composicion con la santa Sede en en los asuntos religiosos. Veian por otra parte inun- dada la Peninsula por los ejércitos de un monarca y de una nacion, de cuya fidelidad y principios religio- sos tenian tan mala idea; y todos los espaiioles, con poquisimas escepciones, temian, casi con seguridad, una gran felonia por parte de los franceses. Ellos mismos contribuian 4 confirmar estos temmores. Cuan- do se hablaba 4 los oficiales, del casamiento del prin- cipe de Asturias con una princesa de la familia de Na- poleon, respondian con maligna sonrisa: “Si, se va & celebrar una gran boda: Napoleon es el novio, y la Espaiia la novia.” La fiereza castellana era entonces 10 GUERRA DE ESPANA la materia ya inflamada de un volcan, préximo 4 una terrible erupcion. Entre tanto seguian entrando tropas y mas tropas en Espaha; cien mil hombres ocupaban ya la Pe- ninsula, y habia sido nombrado su general. en jefe Joaquin Murat, cuiiado de Bonaparte y hecho por él gran duque de Cleves y de Berg. Entré este caudilloen Espaia 4 principios de Marzo, y en 13 del mismo mes se hallaba en Burgos, desde don- de con aquella fecha publicé una proclama en que encargaba 4 sus tropas que tratasen 4 los espajioles del mismo modo que tratarian 4 los franceses, asegu- rando que el emperador solo deseaba el bien y la fe- licidad de Espaiia. Ya no pudo resistir mas la corte de Madrid: se di- siparon enteramente las ilusiones, se perdieron del todo las esperanzas que habia concebido Godoy de elevarse al rango de soberano, y las que hasta enton- ces abrigaban todavia los reyes, de conservar en sus sienes la corona, aunque fuese 4 costa de grandes sa- crificios. Pensaron pues seriamente SS. MM., en union con el desconsolado valido, en ponerse 4 salvo de la tormenta que tan de cerca amenazaba. Se re- solvié el viaje 4 Sevilla, para desde alli trasladarse 4 América; se dieron con reversa las érdenes oportu- nas para la marcha, y se sefalaron 4 las tropas los puntos que debian ocupar, por si los franceses inten- taban impedir la salida, 6 atajar el viaje. Proba- blemente no lo hubieran intentado, siendo, 4 juzgar por todos los antecedentes, muy deseada por Napo- leon aquella medida, para fundar en la orfandad CONTRA NAPOLEON. | 11 de la Espaiia un pretesto plausible, 4 su parecer, pa- ra ensejiorearse de ella. La Providencia que tiene en su mano la suerte de los reyes y de las naciones, dis- puso las cosas de otra manera. Carlos IV y Maria Luisa, Godoy, Napoleon y sus generales, la Francia y la Europa, todos se enganaron: sucesos ocurrieron y tuvieron un fin que nadie esperaba: solo la nacion espafiola sabia lo que iba préximamente 4 suceder; asi se lo presagiaba su lealtad é irrevocable resolu- cion: solo ella esperaba con la mayor confianza el desenlace del gran drama que por tantos afos se es- taba representando en la Europa; asi se lo dictaba su valor y su constancia *. Grandes obsticulos que * ‘Tambien previé muy de antemano esta disposicion de la nacion espafiola y los resultados que produciria, el profundo politico Pitt, de quien dice el conde de Toreuo en su apreciabilisima Historia del levan- tamiento, guerra y revolucion de Espaka, tomo 2.° libro 8.° al fin, “que rodeado de sus amigos en 1805 al saber Ia rendicion de Mack en Ulma con 40,000 hombres, esclamando aquellos que todo estaba perdi- do, y que no habia ‘ya’ r'emedio'contra Napoleon, replic6: todavia le hay si consigolevantar una guerra nacional en Europa, afiadiendo en to- no, al parecer profético: y esta guerra ha de comenzar en Espaha.” Sobre cuya ocurrencia refiere el mencionado escritor en el apéndice al libro 8 © del mismo tomo, que en cl otofio de 1405, dié Mr. Pitt una omida en el campo & varios personajes, uno de ellos el lord Welling~ ton (entonces sir Arturo Wellesley), y dijo Pitt, & los postres: “Malisi- mas noticias; Mack se ha rendido en Ulma con 40,000 hombres, y Bo- naparte sigue 4 Viena sin obstaculo. “Entonces dijo lo que dejamos copiado. Mas viendo que los convidados estrafiaban su respuesta, afia- dié: “Si, sefiores, la Espatia sera el primer pueblo en donde se encen- deré esta guerra patridtica que solo puede libertar 4 Europa. Mis _, noticias sobre aquel pais, ¥ las tengo por muy exactas, son de que sila nobleza y el clerp han degenerado con el mal gobiernoy estan a los piés del favorito, el pueblo conserva toda su pureza primitiva, y su odio con- tra Francia tan grande como siempre, y casi ignal & su amor & sus sobe- ranos. Bonaparte cree, y debe creer la existencia de estos incompatible . 12 GUERRA DE ESPANA CONTRA NAPOLEON. vencer se presentaban 4 su imaginacion: el continen- te entero habia sucumbido delante de su magnitud; peroella no se arredré. con la suya, tratara de quitarlos, y entonees es cuando yole aguardocon la guerra que tanto deseo.” “Hemos oido esto en Inglaterra, afiade el conde, & varios de los que estaban alli presentes: muchas veces ha oido lo mismo al duque de Wel- lington el general D. Miguel de Alava, y dicho duque refirié el suce- so en una comida diplomatica que did en Paris el duque de Richelien en 1816, y 4 la que se hallaban presentes los embajadores y ministros de toda Europa.” CAPITULO II. Conmociones en Aranjuez.—Principe de la Paz.—Abdicacion de Carlos IV en su hijo Fernando.—Entrada de Murat en Madrid.—Doe de Ma- yo.—Salida de la familia real para Francia.—Renuncias de Bayona. S: hallaban los reyes en Aranjuez y el principe de Ja Paz en Madrid, donde empezé 4 susurrarse el via- je 4 las Andalucias. Sin la privanza de Godoy, aca- sq el pueblo hubiera aplaudido aquella determinacion, 6 4 lo menos no se hubiera opuesto 4 que los reyes se pusiescn en salvo. Daba en ojos 4 toda la nacion la confianza ilimitada que habia depésitado el rey en D. Manuel Godoy, 4 quien de simple guardia de corps habia elevado al primer rango entre todos los gran- des del reino. Era Godoy de una familia noble de Estremadura, de escasa fortuna: muy reducida habia sido su educacion, casi ninguna era su instruccion. La reina, aun siendo todavia princess de Asturias, le cobré tanta aficion, que apenas subié al trono su marido, empezé 4 elevarle haciéndole grande de Es- 14 GUERRA DE ESPANA paiia de primera clase con el titulo de duque de Al- cudia, y 4 poco tiempo ministro de Estado, en cuya época se hizo la paz con la republica francesa, y por ella le condecoré el rey con el titulo de principe de la Paz. Caséle en seguida con una hija del infante D. Luis, y le nombré almirante y generalisimo de los ejércitos con el tratamiento de alteza. La intima amistad que le profesaba la reina, y una no mereci- da elevacion tan estraordinaria, daban lugar 4 mur- muraciones graves, que hacian muy poco favor al de- coro de aquella sefiora. Por otra parte el principe generalisimo almirante, como él se firmaba, vivia con una ostentacion, tenia dos veces corte 4 la sema- na, tan lucida y numerosa, le guardaba y acompaiiaba. una. guardia tan brillante de infanteria y caballeria; en fin, vivia con un faustn, con un boato tal, que os- curecia el esplendor del trono; con gran complaceni- cia, sin embargo, del mismo soberano, el cual 4 to- dos incitaba para que prestasen 4 su amigo los mas rendidos obsequios, como la mayor prueba de amor que podian darle sus vasallos. Todas estas cosas te- nian sumamente disgustada 4 la nacion; porque es de saber que el poderoso favorito, por falta de capa- cidad, y por el recelo de valerse de hombres de co- nocimientos y habilidad que le hiciesen sombra, nin- guno de aquellos bienes proporcioné 4 la nacion, que pudieran esperarse de su ilimitado poder, antes bien todo andaba confuso y embrollado, atento 4 que na- die pensaba mas que en manejos y en intrigas, no pocas veces indecentes é inmorales, para adquirir la gracia del valido, de cuya voluntad pendia la suerte CONTRA NAPOLEON. 15 de todos. Los gastos eran enormes; y los aumenta- ba mucho un tratado con la Francia, oneroso en es- tremo, ajustado sin razones conocidas para su forma- cion, si no se buscan en unas ridiculas esperanzas dé Godoy. El pueblo de Madrid, con especialidad, estaba sumamente irritado, porque presenciaba dia- riamente tan vergonzosa abyeccion de su rey, 4 quien no dejaba de amar. Asi, 4 la primera noticia que tuvo del viaje, empe- zaron 4 inquietarse los dnimos, y 4 crecer la indigna- cion contra Godoy, creyéndole autor de todo, y aun suponiendo, sin razon, que habia traidoramente dis- puesto las cosas para que los franceses se apoderasen de la Espaiia. Tan lejos estaba de semejante pen- samiento el principe de la Paz, que antes bien.4.nin- guno causaba mayor pesadumbre la pérfida conducta de la Francia, porque nadie perdia taato como él: ni los sucesos posteriores justificaron, ni indicaron si- quiera tanta alevosia, ni las personas imparciales le consideraban capaz de cometerla: 4 mayor abunda- miento todo el mundo conocié despues cuan. conve- niente hubiera sido la traslacion de las personas rea- les 4 Sevilla. Sin embargo, aquellas voces circula- ban por el pueblo, que las acogia sin examen; por- que jcudndo examina el pueblo? y exacerbaban cada vez mas el odio que tenia al principe de la Paz, has~ ta el estremo de prepararse para impedir 4 la fuerza el proyectado viaje, y hacer sentir 4 su autor todo el peso de la indignacion popular. EI rey, sin embargo, aunque habia dado las érde- _ hes para la marcha, disponiendo que con este fin se 16 GUERRA DE ESPANA trasladase la guarnicion de Madrid 4 Aranjuez, don- de se hallaba la corte, mand6 suspender la partida, 4 representacion del consejo de Castilla, y publicé una especie de proclama, asegurando en ella que no trataba de ausentarse. Mucho contento recibié el pueblo, tanto en Madrid como ew el Sitio, con esta noticia. Pero, como en cumplimiento de la érden del rey, que no habia sido revocada, salieron aquella misma noche (del 16 al 17 de Marzo) las tropas de Madrid para Aranjuez, hubo gran desasosiego en ainbas poblaciones y en todas las inmediatas. En- tre tanto el ejército francés se adelantaba hicia la ca- pital. Probablemente el rey, al publicar la procla- ma en que desmentia las voces que corrian acerca del viaje, tuvo una verdadera intencion de suspen- derle para tomarse tiempo, y resolver lo conveniente con alguna detencion; pero la aproximacion de Jas tropas francesas 4 la capital del reino, puso en el ma- yor cuidado 4 toda la corte. Por esta razon conti- nuaban los preparativos del viaje; y empezé 4 divul- garse en Aranjuez el dia 17, que aquella misma no- che se emprenderia la marcha. La tropa, el pue- blo y los furasteros que habian concurrido al Sitio, estaban todos resueltos 4 impedir la salida, y no ne- cesitaban la menor instigacion para alborotarse: pero allegése tambien, segun parece, que el principe de Asturias, objeto entonces del carifio del pueblo, por contraposicion 4 Godoy, avisé 4 sus confidentes que. aquella noche era la marcha, y que él no queria sa~ lir. Conmovidse pues toda la poblacion: entrada la noche empezaron 4 rondar los paisanos por el pue- CONTRA NAPOLEON. 7 blo: patrullaba tambien Ia tropa; y era objeto de vi- gilancia especial para unos y otros la casa de Godoy. ‘A eso de las doce salié de ella muy encubierta, D* Josefa Tudé, intima amiga del principe de la Paz, escoltada por la guardia de su amigo: quiso una pa- trulla reconocerla; se resistié; y con este motivo se suscit6 un altercado, durante el cual soné un tiro; é inmediatamente un trompeta tocé 4 montar, y Ja tro- pa corrié 4 apostarse en todos los puntos por donde podia verificarse la salida. Resoné entonces por to- das partes una espantosa voceria: un gentio inmen- so se agolpé 4 la casa del principe de la Paz: Ja in- vadieron enfurecidos, y destrozaron 6 quemaron las preciosidades que la adornaban; mas 4 é1 no le en- contraron, que Heno de pavor habia podido esconder- se donde no pudieron dar con él, por mas que registra- ron hasta los sitios mas recénditos de la casa. No hacia mucho tiempo que en aquellos magnificos aposentos resonaban dulcisimos: cantos, y ahora solo se oian horribles amenazas é imprecac‘ones: no hacia mucho tiempo que aquellos suntuosos salones se veian 4 to- das horas ennoblecidos por la concurrencia mas her- . mMosa y selecta de una corte voluptuosa y espléndida, y ahora los ocupaban y manchaban los harapos y la inmundicia..... Mas si la Providencia no presen- tara algunas veces estos terribles ejemplares, jdénde encontraria el pobre su seguridad contra las demasias de los poderosos? En medio de la furia popular, re- cibieron Ia esposa del principe de la Paz y su hija las mayotes muestras de respeto y amor: el pueblo 18 GUERRA DE ESPANA las traslad6é al real palacio tirando del coche que las conducia. Se deja conocer cudn grande seria el sobresalto y sentimiento de los reyes al saber Ja tristisima situa- cion de su privado. Queriendo el rey desarmar la ira del pueblo contra é], y conociendo que ya no era posible que permaneciese al frente de los negocios, niaun en la corte, sin un peligro manifiesto é inmi- nente de su vida, le exoneré al dia siguiente 18 de los empleos de generalisimo. y almirante, permitién- dole elegir el punto de su residencia: esta noticia. cau> 86 la mayor alegria en. el pueblo, que la manifesté corriendo 4 las puertas de palacio, y desahogando su jubilo con vivas y aplausos al rey y:4 la real familia. No habia cesado con todo la tempestad. Se prepa- raba otra esplosion. mas tremenda que la pasada. De ello avisaron. reservadamente dos oficiales de guar- dias, quienes aseguraron que solo el principe de As- turias podia sosegar los 4nimos.. A ruego del mar- ques Caballero, ministro de..Gracia. y Justicia, pasé el principe al cuarto de sus augustos padres, y les ofrecié hacer las diligencias para impedir cualquie- ra nuevo alboroto. Por desgracia el principe de la Paz, que en la terrible noche del 17 se habia escondi- do en un desvan de su casa, metido en un rollo de- de estera, dunde permanecié leno de sobresalto y. angnstia por espacio de 36 horas, acosado. de la sed, salié de su escondite, y fué conocido por un. centine- la, que empezé 4 gritar: “a lasarmas.”” Se arremo- liné el pueblo cerca de su.casa Ileno de furia, pera llegé. 4 tiempo una partida de guardias de corps, y. CONTRA NAPOLEON. 19 pudo contenerle. Trasladéronle en seguida los guar- dias 4 su cuartel, y es indecible lo que padecié el in- feliz en el camino. Iba 4 pié en medio de los caba- Hos: corrian los guardias con alguna precipitacion pa- ra librarle cuanto antes del riesgo, y tenia que se- guir el paso acelerado de los caballos. La multitud seguia la escolta Wenandole de injurias y de impro- perios, y armados todos de palos, estacas, asadores, y cuanto 4 mano les venia, procuraban golpearle, he- rirle y matarle por entre los caballos, y efectiva- mente recibié varias contusiones y una herida no pe- queiia encima de una ceja. Asi llegé al cuartel de guardias. El rey mando al principe de Asturias que corriese 4 salvarle la vida: Fernando en efecto se pre- senté al pueblo, y consiguié que se retirase, con la palabra que le dié, de que Godoy seria juzgado y cas- tigado conforme 4 las leyes. El preso, al concluir la carrera de su grandeza, cayé en el mismo punto de donde habia empezado 4 levantarse: desde el cuartel de guardias de corps empezé 4 subir, y llegé 4 la al- tura prodigiosa 4 que no habia Ilegado ningun vasa- Ilo en Espajia: el cuartel de guardias le recibié en su caida, pero muy otro de cuando habia salido: su cai- da fué tanto mas estrepitosa y mortal, cuanto mayor habia sido su elevacion. Tauntos cortesanos que en tiempo de su poder bajamente le adulaban y se pros- ternaban en su presencia, todos le abandonaron en la desgracia. Solo se mantuvieron firmes en amar- le y protegerle, los soberanos, 4 quienes tambien él correspondié en todos tiempos con su fidelidad y gra- titud. Nada era de estraiiar esta conducta en un stib- 3 20 GUERRA DE ESPANA dito tan favorecido de sus reyes: tampoco la constan- cia de la reina: jasi para tanta predileccion hubiera visto el pueblo motivos justos y plausibles! Mas la ce- guedad de Carlos IV, principe por otra parte nada negado, solo halla conveniente esplicacion en la mi- seria del hombre. Todo estaba tranquilo despues que el pueblo se re- tiré. Pero 4 las dos de la tarde Ileg6 un coche con seis mulas 4 la puerta del cuartel donde se custodia- ba & Godoy, con el objeto, decian, de trasladarle 4 Granada. Tornaron 4 alborotarse de nuevo, corta- ron los tirantes de las mulas, y estropearon el coche. Con estas noticias crecié el susto de los reyes, no vien- do ya medio de salvar 4 su desventurado amigo, sino cediendo el rey la corona 4 su hijo, 4 quien el pue- ~ blo, en albricias, concederia tal vez la vida del que tanto aborrecia. A las siete puesde la noche del mis- mo dia 19, abdicé Carlos IV la corona en el princi- pe de Asturias delante de los ministros, se estendié el documento correspondiente, y el principe fué salu- dado por nuevo rey. Grande fué la satisfaccion y jubilo de todos, Iuego que se supo la noticia; el pueblo se agolpé 4 la plazuela de Palacio, manifes- tando su alegria con las mayores demostraciones. Mientras estas cosas pasabanen Aranjuez, se es- peraba con impaciencia en Madrid el éxito de tan grande complicacion. Se supo el dia 19 por la tar- de Ja prision de Godoy, y al instante invadié su ca- sa la multitud, y causéen ella los mismos estragos que en la de Aranjuez: por la noche tuvieron la mis- ma suerte la de su hermano el teniente general D. Die- CONTRA NAPOLEON. 21 go Godoy, coronel del regimiento de guardias espaiio- las, preso tambien en Aranjuez el dia 18, y las de otros personajes, ministros, hechuras 6 amigos del princi- pe dela Paz. Algazara grande hubo aquellos dias en Madrid por la caida del valido, que se imité en la mayor parte de las ciudades y pueblos del reino, donde se arrastraban y despedazaban los retratos de Godoy por la muchedumbre alborotada, denostando del modo mas injurioso al original. El principe de la Paz fué trasladado de érden del nuevo rey al cas- tillo de Villaviciosa con su hermano D. Diego y otros personajes. Colocado en el trono Fernando VII, modificé el ministerio de su padre, y Ilamé 4 su lado 4 las per- sonas de su afeccion, entre ellas 4 los duques del In- fantado y de San Carlos, y al canénigo D. Juan Es- coiquiz, que habia sido su ayo cuandoera principe. No hay para que detenernos en sefialar la marcha del nuevo gobierno, apenas percibida entonces por su po- ca duracion, y principalmente por los grandes su- cesos que se preparaban y absorbian la atencion de todos. ‘Los ultimos sucesos de Aranjuez estimularon sin duda al gran duque de Berg 4 acelerar su entrada en Madrid, que verificé con sus tropas el dia 23 de Mar- zo. Al dia siguiente entré tambien el rey, y tuvo en la capital un ricibimiento dificil de pintar. La po- blacion, no solo de Madrid, sino tambien de los pue- blos circunvecinos, llenaba, se puede decir, las siete leguas que médian entre el real sitio de Aranjuez y Ja capital del xeino. Su entrada en Madrid fué 22 GUERRA DE ESPANA un verdadero triunfo, tanto mas glorioso, cuanto es- * taba espontaneamente preparado por el amor univer- sal de los pueblos 4 su persona. Entré S. M. 4 ca- ballo por la puerta de Atocha, siguiendo detras en co- che los infantes D. Carlos y D. Antonio. El trecho que hay desde aquella puerta hasta el real palacio por el paseo del Prado, y por la callade Alcala y la calle Mayor, que es el camino que tomé la comitiva, puede andarse 4 caballo, y sin correr, en menos de un cuarto de hora; y sin embargo tardé algunas ho- ras el rey en atravesarlo, detenido continuamente por una inmensa muchedumbre que Ilenaba todo el pa- seo, las calles y plazuelas. Balcones y ventanas, terrados y zaquizamies, los tejados mismos, tablados repentinamente levantados en las plazuelas, todo es- taba ocupado por un pueblo entusiasmado, que descu- briendo la cabeza al pasar el rey, levantaba un cla- mor de alegria, con que acaso no pudiera comparar- se el de los griegos cuando detuvo el vuelo de las aves. jDichoso rey, dichoso pueblo, si las circuns- tancias no hubieran venido 4 debilitar con el tiempo tan intimas simpatias! Mohino en demasia se hallaba Murat con tan sig- nificativas demostraciones. No menos sorprendido quedé su amo cuando tuvo noticia de ellas, y de la escena de Aranjuez que las habia ocasionado. Ya no abandonaba la Peninsula la familia real de Es- paiia: ya no podia Napoleon posesionarse de ella 4 titulo de orfandad: un nuevo rey se habia sentado en el trono; un nuevo rey idolatrado de.su pueblo: el pueblo espaiiol es leal, orgulloso, valiente y tenaz. CONTRA NAPOLEON. 23 Pero nosotros, dijeron para si los invasores, hemos vencido 4 la Europa; no ha de poder mas que la Eu- ropa una nacion sin gobierno, sin ejércitos, sin pla- zas, sin recursos: de todo la hemos privado nosotros 4 prevencion: dominaré pues en Espaia por la fuer- za, dijo el soberbio conquistador; y el ejecutor de sus voluntades recibié con este fin, y con gran compla- cencia suya, las instrucciones competentes. Necesario era con todo, facilitar la empresa, remo- viendo los obstaculos que pudiesen presentarse con la exaltacion del nuevo rey. Casando 4 este con una. princesa imperial, indudablemente hubiera man- dado Napoleon en Espaia 4 todo su placer; porque con un poco de maha é hipocresia para aparentar inclinacion y afecto hacia su nuevo pariente, le hu- bieran llenado de bendiciones los espaiioles: los po- cos que de buena fé confiaban en que ge habia de rea- lizar aquel enlace deseado, recibirian mil albricias, por no haberse engaiiado, de casi la totalidad de los espaiioles que no le creia. Si ademas contempori- zaba Napoleon en este caso con las costambres y aun preocupaciones de los espaitoles, halagando de este modo su natural orgullo, seguro podia estar el em- perador de los franceses de que no hallaria nacion mas apasionada de su persona, ni que le sirviese con mas fidelidad que la nacion espaiiola. ‘No dejé de dominar por algun tiempo este pensa- miento en el 4nimo.de Napoleon; pero su ambicion le cegaba. Asi, estimulado por el buen éxito de su empresa en Portugal, abandoné aquella.idea, y pre- paré cuanto estuvo de su parte la ida de los reyes 4 24 GUERRA DE ESPANA las Indias. No es facil adivinar lo que hubiera suce- cido en este caso: nosotros, bien penetradgs de la ma- la disposicion que reinaba en la generalidad de los espaiioles contra Napoleon, nos inclinamos 4 creer, que aunque no hubiera sido tan repentina la formi- dable esplosion que provocé luego su perfidia, era in- dispensable el levantamiento de Ja nacion contra sus armas y dominacion. Sin resolver dejé este problema la insaciable am- bicion del poderoso jefe de la Francia, para presen- tarlo 4 la solucion bajo otra forma. Ya que se habia frustrado la esperanza y su plan de que los reyes abandonasen la Peninsula, quiso él sacar de Espafia 4 cualquier precio toda la familia real y conducirla 4 Francia; y aun creeria columbrar mayores venta- jas en una total y absoluta abdicacion 4 su favor, que en la traslacion 4 América, desde donde podian los principes espafoles reclamar y sostener continua- mente sus derechos. Dié pues 4 Murat las érdenes convenientes al intento. Entre tanto, el primer cuidado del nuevo gobierno fué captarse la voluntad de Napoleon, juzgando, y con razon, los consejeros del rey, que una vez ase- gurada, era consiguiente la union con una princesa de su familia, en cuyo caso quedaba consolidado el vacilante trono de Fernando. Asi fué que desde luego se mand6 4 las tropas espaiiolas de Oporto, las cuales por érden del anterior gobierno habian retro- cedido 4 Galicia, que se restituyesen & aquella ciu- dad; y que regresasen 4 Portugal las de Solano, que se hallaban en Estremadura por disposicion de Go- CONTRA NAPOLEON. 25 doy, con el fin de proteger el viaje de Sevilla. Al mismo tiempo el consejo, por érden del rey, dada en 20 de Marzo, es decir, pocas horas despues de haber subido al trono, publicaba que ‘uno de los primeros cuidados del rey, despues de su advenimiento al tro- no, habia sido el participar al emperador de los fran- ceses y rey de Italia, tan feliz acontecimiento, asegu- rando al mismo tiempo 4 S. M. I. y R. que anima- do de los mismos sentimientos que su augusto padre, lejos de variar en lo mas minimo el sistema politico con respecto 4 Ja Francia, procuraria por todos los medios posibles, estrechar mas y mas los vinculos de amistad y estrecha alianza que felizmente subsistian entre Ja Espajia y el imperio francés: y que man- daba S. M. al consejo “‘tomar todas las’ medidas pa- ra recibir y suministrar 4 las tropas francesas, que es- taban dispuestas 4 entrar en Madrid, todos los auxi- lios que necesitasen, procurando persuadir al pueblo, que venian como amigos, y con objetos ttiles al rey y ala nacion.” Debiera el gobierno espaiiol haber desconfiado mu- cho en vista de los sucesos anteriores, y particular- mente al ver la conducta que observaban Murat y el embajador francés Beauharnais con el nuevo rey. Ni uno ni otro le habian reconocido, y evitaban toda especie de comunicacion con S. M., afiadiéndose la altaneria del primero, que le presentaba bien 4 las claras, no como un general de un monarca amigo y aliado, sino como el ejecutor de las érdenes del sobe- rano de Espaiia. Todo el mundo veia, menos el gobierno, que si la intencion del emperador hubiera 26 GUERRA DE ESPANA sido casar 4 Fernando con una parienta suya, supér- fluo era 6 intempestivo todo aquel aparato de fuerza, y muy fuera de propésito la ratera ocupacion de las plazas. Mas como la esperanza de aquel matrimo- nio servia maravillosamente para adormecer al gabi- nete espajiol, 6 impedir que se aprovechase de la es- celente disposicion en que se hallaba toda la nacion, entusiasmada 4 favor de su nuevo monatca, 6 indig- nada cada dia mas contra la insolencia de los orgu- losos estranjeros, 4 quienes, aun antes de verlos en su seno, habia mirado con grande adversion, no re- pugnaban ni contradecian el pensamiento Murat ni Beauharnais, antes bien anunciaban todos los dias el viaje de Napoleon 4 Madrid: se le preparaba habita- cion en el palacio real, para lo cual habia venido de Paris un aposentador, y se disponia y adornaba el Retiro para bailes y diversiones cuando llegase el em- perador. Muy otras eran las miras de S. M. I. Tal vez ha- bia sido su intencion venir 4 la capital de Espaiia, si Ta familia real hubiera abandonado la Peninsula; pe- to como los sucesos de Aranjuez habian cambiado sustancialmente el estado de las cosas, y firme Bona~ parte en su propésito de apropiarse la Espaiia, pro- yecté como hemos dicho ya, conducir 4 Francia & los reyes y 4.los infantes, para lo cual le sirvié de mucho la disposicion en que se hallaban los reyes padres, y que le constaba por la correspondencia que seguian con Murat por medio de la reina de Etruria. C4rlos IV y Maria Luisa, recobrados algun tanto del susto y del pavor que les causaran los alborotos de CONTRA NAPOLEON. 27 Aranjuez, empezaban 4 echar de menos en aquel real sitio las dulzuras del mando, desatendidos y ol- vidados de todos, cuando hacia pocos dias se halla- ban rodeados de una corte numerosa, brillante y su- misa, acatados y obedecidos por millones de vasallos en uno y otro hemisferio; metamérfosis 4 que no se acomoda facilmente el corazon del hombre, mucho menos cuando no se abraza tan esencial mudanza 4 impulsos internos de la voluntad, sino por la fuerza que hacen en el dnimo hechos y causas esternas. No hubiera sido estraiio que se acomodasen, sin embar- . go, 4 su aislamiento y soledad, si hubieran visto libre y sin peligro 4su amigo el principe de la Paz, 4 quien no podian olvidar, y cuya incolumidad, en medio de la furiosa tempestad del 18 y 19 de Marzo, se puede asegurar que habia sido Ja principal, y aun la unica causa de la abdicacion del rey. Mas viendo el pe- ligro en que todavia se hallaba el valido, 4 pesar del costoso sacrificio con que habian querido comprar su libertad, se acogieron decididamente 4 la proteccion de Napoleon, tinico medio que se presentaba 4 su .imaginacion para recobrar su perdido poder, y poner en salvo al que tanto querian. Entablaron pues con este abjeto, por medio de su hija la reina de Etruria, una correspondencia muy seguida con Murat; oficio 4 que se prestaba con gusto aquella princesa, ya por el amor que profesaba 4 sus augustos padres, fortale- cido por la comun desgracia, ya con la esperanza de lograr de Napoleon, para su hijo, la soberania que se le habia asignado en el Norte de Portugal, u otra cual- quiera en cambio, segun se le habia prometido, del 28 GUERRA DE ESPANA trono de Toscana de que habia sido despojado. Fué diaria esta correspondencia, casi desde el mismo dia en que habia abdicado Carlos IV hasta el 25 de Abril, en que desde el Escorial, adonde se habian traslada- do los reyes desde Aranjuez, emprendieron su viaje & Bayona, llevando en su corazon el consuelo de que ya por sus eficacisimas instancias habia sido puesto en libertad el principe de la Paz el dia 20, saliendo el mismo dia escoltado por tropa francesa para Bayo- na, adonde llegé el 26. Las cartas que escribian el rey y la reina al gran duque de Berg, manifestaban un profundisimo resen- timiento contra su hijo Fernando, una declaracion es- plicita de la violencia que se habia hecho 4 Carlos IV para que renunciase, y un intensisimo interés por el principe de la Paz, 4 quien nombraban en todas ellas con sin igual ternura, y pedian su vida y libertad tan repetidamente y con tanto encarecimiento, como hubieran pedido unos padres la vida de su hijo en- trafiablemente querido. ‘Su tinico amigo, el pobre, el inocente” Ilamaban siempre al principe de la Paz, “cuya suerte (decia la reina) preferimos 4 la misma nuestra;”’ y el rey legé 4 decir al general Monthion, jefe del estado mayor de Murat, ‘que la muerte del principe de la Paz causaria la suya, pues no podria sobrevivir 4 ella.” Aprovechése diestramente Napoleon, instruido de todo por Murat, de esta disposicion de 4nimo en que . 8e hallaban los reyes padres, considerandola como el medio mas poderoso para realizar sus miras; pero era preciso conducir 4 todo trance 4 Francia la familia CONTRA NAPOLEON. 29 real de Espaiia, y asi seguramente se lo encargé & Murat. Ante todo debia procurar que Carlos IV for- malizase la protesta contra su abdicacion, que era la base del plan que tenia formado Bonaparte: la esten- dié efectivamente el anciano monarca, y estaba con- cebida en estos términos: ‘‘Protesto y declaro que to- do lo que manifiesto en mi decreto de 19 de Marzo, abdicando la corona en mi hijo, fué forzado por pre- caver mayores males y la efusion de sangre de mis queridos vasallos, y por tanto de ningun valor.”? Te- nia este documento la fecha de 21 de Marzo; y como la correspondencia anterior de SS. MM. con Murat nada indica sobre este particular de la renuncia, y aun en las cartas del 22 manifiestan estar en 4nimo de retirarse 4 la vida privada, es de sospechar que la resolucion de protestar se tomé algo posteriormente 4 insinuacion de Murat, anteponiendo la fecha con cui- dado. El dia 22 escribia la reina 4 Murat: “Consi- ganos V. A. que podamos acabar nuestros dias tran- quilamente en un pais conveniente 4 la salud del rey (la cual esta delicada como tambien la mia), y que sea esto en compaiiia de nuestro nico amigo que tambien lo es de V. A.” Y Carlos IV le decia en pos- data de una carta de la reina de Etruria de la misma fecha: ‘‘Os ruego el favor de hacer saber al empera- dor, que le suplico disponga la libertad del pobre prin- cipe de la Paz.... y asimismo que se nos deje ir al pais que mas nos convenga, llevandonos en: nuestra compaiia al mismo principe. Por ahora vamos & Badajoz, &c.”? A consecuencia seguramente de es- tas cartas del 22, envié Murat al general Monthion el 30 GUERRA DE ESPANA dia 23 4 conferenciar con los reyes en Aranjuez, y el resultado de la conferencia fué sin duda la protes- ta, que con la misma fecha del 23 remitié el rey Carlos 4 Napoleon, diciéndole en la carta de re- mision: “‘Dirijo 4 V. M. I. y R. una protesta contra los sucesos de Aranjuez y contra mi abdivacion.... Yo no he renunciado en favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias, cuando el estruendo de las armas y los clamores de una guardia sublevada me hacian conocer bastante la necesidad de escoger la vida 6 la muerte, pues esta tiltima se hubiera se- guido despues de la de la reina.”? En el contesto y hasta en el Ienguaje de Carlos IV en esta carta, se conoce con bastante claridad la mano francesa, y se trasluce el pensamiento ultimo de Napoleon en todos estos pasos; pues se le hace decirenella: ‘Yo fui for- zado 4 renunciar, pero asegurado ahora con plena confianza en la magnanimidad y el genio del gran- de hombre que siempre ha mostrado ser amigo mio, yo he tomado la resolucion de conformarme con to- do lo que este mismo grande hombre quiera disponer de nosotros y de mi suerte, la de la reina, y la del ptincipe de la Paz.’ No se necesita estar muy ver- sado en el idioma francés, para conocer que especial- mente este parrafo fué escrito primeramente en aque~ lla lengua. i Como quiera que sea, Napoleon se hallaba ya con un instrumento poderoso 4 favor de sus miras, sien- do la protesta de Carlos IV, y el paso que habia da- do de recurrir 4 61 y ponerse en sus manos, un moti- CONTRA NAPOLEON. 31 yo plausible para intervenir en las diferencias que reinaban en la familia real de Espajia. Empezé pues Murat 4 poner en practica el pro- yecto de conducirla 4 territorio francés. Para esto fingia estar esperando de un dia 4 otro 4 Napoleon en Madrid, y tan buena maiia se dié, que engaié al mismo gobierno, el cual hizo saber al publico oficial- mente que S. M. tenia noticia de que el emperador de los franceses !legaria dentro de dos 6 tres dias. Vien- do Murat asi embaucado al gobierno espaol, procura- ba tambien con ahinco, aunque por debajo de cuer- da, persuadir 4 Fernando que saliese 4 recibirle, como un paso muy conducente para que el emperador le reconociese por rey, pues todavia no le habia reco- nocido. : Discordes andaban sobre este punto los consejeros de Fernando. D. Juan Escoiquiz que se represen- taba en su mente 4 Napoleon adornado de todas las cualidades que constituyen un héroe perfecto, opina- ba que el rey debia desde‘ luego salirle al encuentro, creyendo incapaz de una injusticia al grande empe~ rador. Oponiase D. Pedro Cevallos, diplomatico de mas peso y esperiencia, siendo de dictamen que el rey no debia salir de Madrid hasta que se supiese de oficio la entrada de Napoleon en Espajia. Instaba Murat; mas viendo le resistencia que esperimentaba ta salida del rey, propuso y consiguié sin dificultad que saliese el infante D. Carlos, el cual lo verficé el dia 5 de Abril. No bien se habia puesto en cami- no e} inifante, cuando Murat reiteré sus instancias pa-. ra que satiese tambien el-rey. La conducta rétraida : 4 32 GUERRA DE ESPANA y altanera de Murat; el orgullo y desafueros conti- nuos de la tropa francesa, que tenian exasperado al pueblo, inquieto y alarmado al gobierno; el silencio misterioso del embajador francés, que anteriormentée se habia manifestado bastante adicto 4 la causa de Fernando, cuando era principe; el miedo y la natu- tal suspicacia de Fernando, inutilizaban los esfuerzes de Murat, de Escoiquiz, y de los demas que aconse- jaban el viaje. Se aumenté la desconfianza del rey al saber que el infante su hermano habia ya pasade de Burgos sin encontrar al emperador, y sin saber " dénde paraba. A este tiempo Hegé 4 Madrid el general Savary, enviado por Napoleon: se presenté 4 Fernando, y le dijo: “que venia de parte del emperador 4 cumpk- mentar al rey, y saber inicamente de S. M. si sus sentimientos con respecto 4 la Francia estaban con- formes con los del rey su padre; y que en este caso el emperador, preseindiendo de todo lo que habia ocurrido, no se mezclaria en nada de le interior del Teino, y reconoceria desde luego 4 S. M. por rey de Espaiia y de las Indias. Alentado Fernando con estas promesas, selié por fin de Madrid el dia 10 de Abril, camino de Burgos, acompaiiado del ministro de Estado D. Pedro Ceva- Nos, de Escoiquiz, de los duques del Infantado y de San Carlos y de otros personajes, despues de haber nombrado una junta de gobierno, presidida por su tio el infante D. Antonio. Llegado que hubo el rey . 4la ciudad de Burgos, no encontré alli al empera- dor, ni noticias de 61; sin embargo, & persuasion de CONTRA NAPOLEON. 33 Savary, siguié la comitiva hasta Vitoria, donde en- tré el dia 14, y enel mismo dia‘llegé Napoleon 4 Ba- yona, adonde pasé luego que lo supo, el infante D. CArlos, que hasta entonces se habia detenido en To- losa de Guiptizcoa. Como no habia noticia ningu- na de que el emperador entrase en Espaiia, y sabien- do muy bien el general ‘Savary que no entraria, ya no podia ni le convenia insistir cn apoyar esa men- tira, y se brindé 4 llevar 4 Napoleon una carta de Fernando. Salié de Vitoria el dia 16, y el 17 ya estaba de vuelta con la respuesta. En ella no se ne- gaba abiertamente el emperador 4 reconocer 4 Fer- nando, pero dejaba muy en duda cual era su inten- cion: decia verdades, daba consejos, y hacia recon- venciones graves 4 Fernando, entre ellas por una car- ta que le habia escrito en el mes de Octubre, quejan- dose de la opresion en que se hallaba, lamentando- se de la ceguedad del rey su padre, implorando la proteccion de Napoleon, y pidiéndole para esposa una princesa de la familia imperial. Napoleon le decia ahora 4 propésito de esta carta: “V. A. no esta exento de faltas: basta para prueba la carta que me escribié, y que siempre he querido olvidar. Siendo rey sabra, cuén sagrados-son los derechos del trono: cualquier paso de un principe hereditario, cerea de un soberano estranjero, es criminal.” Justa era esta reconvencion; y tanto mas, cuanto que Fernando aseguraba en aquella carta: ‘que resistiria con inven- cible constancia su casamiento con otra persona, fue- se la que fuese, sin el consentimiento y aprobacicn positiva del emperador, de quien esperaba inicamen- 34 GUERRA DE ESPANA te la eleccion de espoga para él.”” Pero es preciso saber que aquella carta, objeto ahora de tan sentida’ inculpacion, fué escrita por Fernando, cuando teda- via era principe, 4 instigacion del embajadoer francés Beaultarnais, instruido six duda por Napoleon. Sin embargo, como 4 pesar de la estudiada oscu- ridad que se advertia, y de los carges que con dure~ za se hecian al rey en la carta, tedavia aseguraba Napoleon que juzgaba conforme 4 les intereses de’ sus pueblos el matrimonie de una princesa de Fran- cia con Fernando, y sobre todo como una cireuns- tancia que le uniria con nuevos vincelos 4 wna casa,. 4 quien no tenia sino motivos de alabar, desde qne habia subido al trono, creyeron ver algunos conseje~ ros del rey en estas palabras la decision de Napoleon & conservar & Fernando en el trowo de Espaira. Se aproveché Savary de este credulidad, para determi- war al rey 4 que pasase 4 Bayona, diciéndole: “me dejo cortar la cabeza, si al cuarto de hora de haber llegado V. M. 4 Bayona no te ha reconocide el em- perader por rey de Espaiia y de las Indias... Por sos- tener su empeiio empezaré probablemente por dar- le el tratamiento de alteza; pero 4 los cinco minutos le dar el de majestad, y 4 los tres dias estar todo ar- reglado, y V. M. podré restituirse 4 Espaia inme- diatamente.”’ Otros no dicen que hubiese hablade del regreso del rey & la Peninsula, ni que hubiese nombrado el trono de Espaiia, sino que tanto en es- ta ocasion como cuando se presenté al rey en Ma- drid, aseguré solamente 4 Fernando que el empera- dor le recewoceria por rey; sin decir de donde. Si CONTRA NAPOLEON. 35 faé asi, alndia sin dnda Savary 4 la corona de Etru- ria que ofrecié despues Napoleon 4 Fernando en cam- bio de la de Espaiia; miserable juego diplomAtice, en que iba envuelto el fraude con la injusticia. Mas si realmente le ofrecié el reconocimiento como rey de Espaiia y de las Indias, no hay términos con que calificar su conducta. A pesar de todas estas seguridades, rio faltaron al- gunos leales, que mas entendidos, 6 menos confiados, quisieron disuedir al rey desuida & Bayona. Mas como estaba tan vigilado por Savary, no era facil retroceder. Por otra parte las tropas francesas esta- ban apostadas en actitud de impedir el viaje del rey 4- otro punto que no fuese el de Bayona. Era pues niecesario recutrir 4 una fuga clandestina, y asi lo propusieron alganos buenos espaiioles, ofreciendo la cooperacion de algunas tropas espaiiolas acantonadas en aquel pais, con cuya fidelidad y decision se con- taba lo mismo que con Je de todo el ejército; pero n+ fatuados los consejeros del rey, rehusaron tomar este partido, asegurando Escoiquiz que S. M. habia reci- bido grandes pruebas de amistad de parte del empe- _ rador: ‘“se nos han dado, aadia, todas Jas segurida- des que podiamos desear,” y se seialé el dia siguiente 19 para la partida. Al tiempo de emprenderla, se agolpé el pueblo delante de la casa donde se apesen- taba Fernando; se levanté un clamor universal, su- plicando al rey, con el mayor respeto y encarecimien- to, que suspendiese el viaje, y cortando los tirantes de las mulas del cdche preparado para S. M. Pero, aunque con la mayor repugnantia, tuve que ceder 36 GUERRA DE ESPANA el pueblo 4 la resuelta voluntad del monarca, si bien deploraba la fatal confianza con que aseguré 4 aque- llos nobles y leales habitantes, que ‘estaba seguro de la sincera y cordial amistad del emperador de los franceses, y que antes de cuatro 6 seis dias darian gra- cias 4 Dios y 4 la prudencia de S. M. por la ausencia que entonces les inquietaba.”’ Salié pues el rey para Iran y llegé el mismo dia 19 4 aquella villa, donde tambien se le presenté oca- sion de evitar el peligro 4 favor de un batallon de tro- pas espaiiolas que estaban alli alojadas; ocasion que tampoco se quiso aprovechar. Al dia siguiente, 20 de Abril, atravesé el rey el Bidasoa, y llegé 4 Bayo- na a las diez de la mafana del mismo dia. Sorpren- dié 4 Napoleon la noticia de su entrada en Francia: apenas la podia creer. Fundada era su sorpresa; fin- dados los temores de todos los espaiioles: solo la ridi- cula presuncion de algunos consejeros de Fernando no conocié lo que todo el mundo conocia. Bien pronto empezaron 4 recibir desengaiios aque- llos ineptos consejeros. Nadie salié 4 recibir al rey 4 su entrada en Francia de parte del emperador: tam- poco 4 su aproximacion 4 Bayona, bien que enton- ces ya se habia caido la venda de los ojos 4 los fas- cinados; porque en el camino encontré la comitiva 4 los grandes de Espaiia, duque de Medinaceli, duque de Frias, y conde de Fernan—Nuiiez, enviados por Fernando anteriormente cerca de Napoleon, los cua- les aseguraron haberle oido decir el dia antes, que jamas volverian 4 reinar en Espaiia los Borbones. Desconsolado con esta noticia entré el rey en Bayo- CONTRA NAPOLEON. 37 na, y solo & la puerta misma de la ciudad le reci- bieron el gran mariscal de palacio, Duroc, y el prin- cipe de Neufchatel. Se reanimé, no obstante, algun tanto su espiritu abatido, cuando una hora despues lleg6 el emperador 4 visitarle, y le abrazé 4 la puer- ta de la calle donde habia bajado Fernando 4 reci- birle, permaneciendo un rato en su compaiia; bien que nada dejase traslucir en esta corta entrevista. Crecié la esperanza del rey con haber sido convida- dado 4*comer aquella tarde con Napoleon, y mucho mas, viéndose conducido con su comitiva en carrua- jes del mismo emperador hasta el palacio de Mar- rac, donde éste se alojaba, y con haber salido 4 re- cibirle hasta el estribo del coche, lo que indicaba, se- gun la etiqueta, tenerle por rey. Concluida la co- mida, en que tambien hablé Napoleon con la ma- yor reserva, no habiendo tratado 4 Fernando, ni co- mo 4 principe, ni como 4 rey, conversaron algun tiem- po los dos, se despidieron, y Fernando se restituyé 4 su alojamiento. A poco rato se presenté el gene- ral Savary anunciando al rey de parte de Napoleon, que S. M. I. habia resuelto irrevocablemente que no reinase en Espaiia Ja casa de Borbon sino la suya, exigiendo que en favor de su dinastia renunciase Fer- nando VII en su nombre, y en el de toda su familia, la corona de Espaiia. Este mensaje llevé al rey el general Savary; el mismo Savary que pocos dias antes salia responsable con su cabeza de que el em- perador reconoceria por rey de Espafia y de las In- dias 4 Fernando, luego que Ilegase 4 Bayona; y este mensaje envié Napoleon 4 Fernando despues de ha- 38 GUERRA DE ESPANA berle amistosamente agasajado. jQué dictado me- recen Napoleon y Savary? Por fin, despues de algunas conferencias de D. Pe- dro Cevallos con el ministro frances Champagny, y de D. Juan Escoiquiz con el mismo emperador, en las cuales no pudieron conseguir que se revocase tan dura resolucion, propuso Napoleon 4 Fernando por medio de Escoiquiz el cambio de la corona de Espa- fia por la de Etruria, reducido Estado de Italia, for- mado por Napoleon del gran ducado de Toscana. Escoiquiz opinaba porque el rey aceptase la propues- ta; los demas fueron todos de parecer que no se ad- mitiese. Siguieron las conferencias sin fruto alguno hasta el dia 30 en que Iegaron 4 Bayona los reyes padres, recibidos y obsequiados desde la frontera con toda la consideracion y miramientos usados con Jas tes- tas coronadas. Los visits Napoleon el mismo dia que llegaron: al dia siguiente comieron con el empe- vador y con ellos el principe de la Paz, 4 quien los reyes 4 su Iegada abrazaron repetidas veces estrechi- simamente y con lagrimas. . Reunidos despues los reyes padres, Napoleon y Fernando, amenazé 4 éste Carlos IV, apoyado por Napoleon, que si no Je devolvia al dia siguiente la co- rona, le trataria como 4 emigrado 4 él y 4 cuantos le habian acompafiado. Empezé 4 responder el rey; pero irritado el padre, se levanté con ira de su silla, se dirigid hacia 6! con vehemencia, y le hizo eargos muy severos, acusdndole de haber intentado quitarle la corona y la vide. La reina, que hasta entonces habia guardedo silencio, le hablé tambien sumamen- CONTRA NAPOLEON. 39 te encelerizada, y le llendé de injurias y de ultrajes. Nada contest Fernando, y la reunion se disolvié. Al dia siguiente, 1° de Mayo, remitié Fernando un papel en que aceedia & la renuacia de la cesona, poniende por cendicion que el rey su padre se resti- tuyese con é! 4 Madrid, pero sin algunas. personas que se habian concitado el odio de la nacion: que alli se reuniesen las cértes, se convocasen todes los tribu- nales de la capital y diputados del reine, ante cuya reunign formalizaria su renuacia, dando los motivos que le inducian 4 hacerla; y finalmente, que si su padre no queria volver & Espaia, gobernaria el reino en su real nombre el mismo Fernando, y no otro. Contesté Carles IV el dia 2, en una estensa carta, ne conformandose, como era de suponer, con la pro- puesta de su hijo. Mas estensamente todavia vol- vid & eseribir Fernando, insistiendo ew la imposibili- dad de renunciar la corona por todos les que tuvie- sen derecho 4 ella, sin e} consentimiento de estos, ¥ en todo caso sin el conocimiento de la nacion reunide ex unas Cértes, que tuvieser libertad. Ya antes de salir los reyes padres del Escorial pa- ya Bayona, habia hecho saber Murat 4 la junta de gobierno, nombrada por Fernando, que el emperador ho reconocia otre rey de Espaiia mas que Carlos IV, y avecandose con aquel menarca en el Escorial, hize ‘que escribiese al infante D. Antonio, presidente de Ia junta, aseguréndole que su abdicacion habia side forzada, y que habia protestado formalmente contra ella, Declasaba le mismo en esta carta que decimos earibié & su hijo, y confirmaba provisionalmente el 40 GUERRA DE ESPARA nombramiento de Ja junta y de todos los empleados que habian sido nombrados desde el dia 19 de Marzo en que abdicé; y la misma declaracion remitié 4 Na- poleon, antes de ponerse en-camino. Desde Bayo- na noinbré posteriormente 4 Murat su lugarteniente en Espafia. Despues de su salida para Bayona, y mientras en aquella ciudad pasaban las cosas que hemos referido, la junta de gobierno se hallaba en Madrid, amedren- tada con la actitud siempre amenazadora de Murat, que rodeado de 25.000 hombres, y haciendo alarde de su fuerza con grande aparato en frecuentes revis- tas militares, mandaba realmente 4 Ja junta, como si fuera élelsoberano. La junta por otra parte, ade- mas del miedo, que en todas ocasiones es muy mal consejero, se hallaba con encargos y resoluciones del rey, 4 quien consultaba algunas veces, que la ponian en grande apuro, ya por el peligro de ponerlas en ejecucion, ya por la contradiccion que en ellas 4 las veces se advertin. Asi era que por parte del gobier- no espajiol ningun obstaculo encontraban los planes y medidas de Napoleon y de Murat. Estaba reser- vado al valor y lealtad del pueblo responder al sober- bio desafio de los franceses y de su caudillo. Ya el vecindario de Madrid manifestaba bien 4 las claras cuanto le ofendia la arrogancia de Murat y de sus soldados, con quienes trababa diarias pendencias, al paso que hacia mil burlas y desprecios 4 su jefe, en retorno de la altivez con que éste se conducia, pre- sentando el aparato de la fuerza con que contaba, en frecuentes revistas militares que pasaba en el Prado. CONTRA NAPOLEON. 41 -El pueblo que comprendia muy bien la significacion ‘de estas demostraciones, no por eso se intimidaba: le irritaban cada dia mas y mas; y Ilegé 4 tanto la exal- tacion de los animos, que pasando Murat el dia 12 de Mayo por la Puerta del Sol, con un grande y lu- cido acompaiiamiento, de vuelta de su revista, le dié Ja mucha gente que se hallaba reunida en aque) pun- to, una horrososa grita con silbides y dicterios. Precursorns eran todas estas ocurrencins de Ja es- plosion, que estaba ya tan proxima del Dos de Ma- yO, y que aceleraron las disposiciones de Murat para que se trasladasen 4 Bayona los individues de lo real familia qué habian quedado en Madrid. El dia Dos de Mayo, dia terrible, si bien glorioso, pata el heroi- co pueblo madrileio, dia que ocuparé siempre un ca- Pitulo aparte en Ja historia del mundo, se agolpé mucha parte del pueblo enfrente del palacio. Se habia divulgado el dia anterior la préxima salida de kos infantes; y el pueblo se confirmé en la noticia al ver 4 la puerta de palacio tres coches que los espera- ban. Entré primero en uno de ellos Ja reina de Etru- ria con sus hijos, cuya partida presencié el pueblo con indiferencia, por considerarla ya como una prin- cesa estranjera, y porque habin enagenado los fni- mos de los habitantes de Madrid, por la correspon- dencia que hemos dicho seguia con Murat, y el pue- blo no ignoraba. Supuso desde lucgo la gente que los otros.dos coches estaban destinados para los infan- tes-D. Antonio y D. Francisco, entonces todavia ni- iio. Bramaban de coraje los madrileiios; Ja ira y Ja desesperacion hervian en sus pechos. Salieron al- 2 GUERRA DE ESPARA gunos criados de palacie diciendo que el infante D. Francisco lloraba sin comauelo porque le levaban. Entonces ya no se pudo contener el dolor y enojo del pueblo: sigwiése primero un llanto general; y 4 pooo rato, al peesentarse un ayudante de Murat, un grito universal de furor: 4 duras penas pudo salvarse el ayudante, rodeado y acometido por el pueblo, que dié vado entonces sin reserva 4 su reneor y 4 su des- pecho. Marat, sabedor de le que pasaba 4 las puer- tas de palacio, envié alla un batallon con dos caiio- nes, que.al llegar hizo una descarga sobre la multi- tud, sin que precediese ninguna intimacion. Sobre- cogida y aterrada la gente alli rewnida, se dispersé despavorida, y fué 4 Hevar la noticia por todos los angulos.de Madrid, cuya poblacion se hallé 4 poco rato levantada en masa, y armada conforme pudo contra las franceses que fueron acometidos en totlas partes. Reuniéronse principalmente. los paisanos en e} centre de la capital, ocupando la Puerta del Sel, y las calles inmediatas, donde, lo mismo que en otros puntos, murieren 6 quedaran prisioneros muchos fran- ceses. Sus compaiieros se reunieron sin tardanza, ¥ avanzando per la carrera de San Gerénimo y por la calle de Alcalé, dispersaron 4 los espaioles: 4 metra- la, y cargamdo sobre ellos impetuosamente la caba- - Heria. Sin embargo, siguié el pueblo defendiéndo- fe aunque en dispersion: algunos esperabaa con se- renidad 4 los. enemigos, y disparaban sobre ellos euan- do estaban & tire: otros se arrojaban en medio de sus " filas, donde perdiam la vida contentos con herir y matar 6 cuantos podian: muchos se:apastaben en las CONTRA NAPOLEON. 4 esquinas, y desde alli asestaban sus tiros con seguri- dad y acierto. Dirigiése un grupo al parque de ar- tilleria, situado en el barrio de las Maravillas, con intento de sacar los caiones. La tropa espaiola se hallaba encerrada en los cuarteles por érden de la junta de gobierno, y bien era necesaria toda la fuer- za de la disciplina militar para reprimir su ardor y su célera. Estos mismos respetos contenian tambien & los artilleros para mo acceder 4 los deseos del paisa» naje, aunque en ello andaban vacilantes, luchando su pecho entre dos objetos obligatorios, le obediencia 4 los jefes, y la libertad de la patria. Sacdles de su perplejidad la noticia que entpez6 4 correr de que los franceses habian acometido 4 uno de los demas cuar- teles.. Viendo entonces Ia agresion de los estranjeros contra sus compaieros de armas, cesé todo miramien- to, colocaron tres piezas fuera del parque, y se pre- pararon para el ataque, puestos al frente los oficia- Jes D. Luis Daoiz y D. Pedro Velarde, nombres por siempre caros:& todos los espafioles. Acometieron: los franceses, y al principio les hicieron algunos prisio- Heros los paisanos y algunos soldados de infanteria que se"hallabar alli; pero habiéndose presentado una columna enemiga, empez6 & disparar la artilleria, y quedaron muertos muchos franceses, como tambien de los nuestros por el fuego de la fusileria enemiga. Duré un buen rato la refriega, hasta que muertos ya muchos espafioles, entre ellos el bizarro D. Pedre Velarde, y herido su compaiiero el valiente Daoiz, trataron los muestros-de capitular. Parecia que los — franceses se disponian 4 oir las proposiciones, cuan- 5 44 GUERRA DE ESPANA do avanzan de repente, y se apoderan de los caiio- nes, dando la muerte 4 algunos artilleros, entre ellos el intrépido Daoiz, 4 quien traspasaron con las ba- yonetas, aunque ya estaba herido, como hemos di- cho. Murat desde que empezé 4 generalizarse la suble- vacion, se situé en la cuesta llamada Montaiia del Principe Pio, inmediata 4 la puerta de San Vicente. La janta de gobierno comisioné 4 dos de sus indivi- duos, D. Miguel José de Azanza, y D. Gonzalo Oferril, para que fuesen 4 hablar & Murat; los cua- les Ie ofrecieron sosegar al pueblo, si mandaba sus- pender el fuego, y les daba un general que los acom- paiase. Vino en eHo Murat; y presentandose en los eonsejos con el general Harispe, se incorporaron com ellos varios consejeres, y diseurriende unos por unas calles, otros por otras, consiguieron aplacar 4 la mul- titud con sus exhortaciones, y con lx promesa formal de que todo se olvidaria. Retiréronse pues‘los veci- nes 4 sus casas, y los franceses ecuparon con antille- ria los puntos convenientes. Tranquila ya la poblacion, empezaron 4 salir los habitantes & sus quehaceres, fiados en la palabra que se les habia dado. En mal hora lo hicieron, por- que los franceses empezaron 4 prender indistintamen- te & cuantos encontraban, encerrando 4 muchos en Jos cuarteles y cn la casa de Correos, y pasando en el “woto por Jas armas 4 otros, so pretesto de que ibon srmados, reputando- por armas una navaja, un cor- taplumas, unas tijeras de uso comun; y aun fueron arcabuceados algimes que ninguna ljevaban, en la CONTRA NAPOLEON. 45 Puerta del Sol, frente y 4 pocos pasos de la iglesia del Buen Suceso, y junto 4 la contigua iglesia de la Soledad. Estableciése en Ja casa de Correos una co- mision militar francesa, que sin oir, ni aun siquiera ver 4 los que sentenciaba, los hacia conducir atados de dos en dos y en pelotones, al Prado y al Retiro, donde eran despiadadamente arcabuceados, disparan- do los soldados franceses sobre aquellos infelices reu- nidos, 4 muchos’ de los cuales enterraron cuando to- davia respiraban. A estas sangrientas escenas eje- cutadas por el dia, se siguié una noche de horror. Un pavoroso silencio reinaba en todo el recinto de esta populosa capital, en medio del cual se oia el rui- do de la fusileria, y el estruendo del cation, y los que- jidos y esclamaciones de las victimas, que inhumana- mente sacrificaban los injustos y barbaros opresores. Lioraban amargamente los madrileiios en el retirode . sus casas, tan inaudita crueldad, lamentandose las fa- milias de la triste suerte de alguno de sus individuos, de algun pariente, amigo, conocido 6 bienhechor, y helada la sangre en sus venas con aquella catastrofe. Pero no se habia saciado aun la sed de sangre que abrasaba 4 los pérfidos estranjeros, con Ia derramada en aquella noche ligubre: 4 la maiiana siguiente ar- cabucearon tambien en el cercado del Principe Pio, 4 varios de los que habian arrestado Ja tarde anterior. Tal fué la jornada del Dos de Mayo de 1808, cé- lebre para siempre en las paginas de la historia. Pas- ma, no se concibe apenas la conducta del arrogante y sanguinario Murat y de sus satélites. Traidores y vileg, se encarnizaron 4 mansalva contra un pueblo 46 GUERRA DE ESPARA leal y valiente, engaiiado y desarmado bajo la fe de una palabra solemne. jFementidos! Empero la jus- ticia del cielo, que no siempre deja impunes, aun en esta vida, las atrocidades de los malvados, dispuesto habia que pagasen 4 su tiempo con las setenas su fe- rocidad y alevosia los. verdugos del Dos de Mayo. Quinientos mil soldados franceses fueron victimas con el tiempo del valor y de Ja ira de los espafioles, que insanamente se atrevieron 4 provocar, vengada de este modo la sangre inocente que derramaron en Ma- drid. El insolente Murat fué derrocado de su usur- pado trono y arcabuceado como un bandido: el valor y la constancia de aquellos mismos espajioles 4 quie- nes se gloriaba de haber humillado, preparé su estre- pitosa caida, y algunos contribuyeron 4 su captura. La pérdida de hombres en el Dos de Mayo se cal- cula en 1.200 4 1.500 entre espafioles y franceses. La nacion honra todos los afios en el mismo dia, la decision y lealtad de las victimas madrilefias, y la villa de Madrid ha levantado 4 su memoria un sun- tuoso monumento en el mismo sitio del Prado, don- de fueron sacrificadas. Con fecha del mismo dia 2 habia dado Murat un decreto, que se fij6é en las esquinas el dia 3, mandan- do que fuesen arcabuceados todos los espaiioles presos el dia 2 con las armas en la mano, y que fuesen des- armados todos los vecinos, con otras providencias aterradoras. En aquel decreto decia que la poblacion de Madrid se habia sublevado: debié de sonarle mal esta espresion por el efecto que podia causar en las provincias y en los paises estranjeros, y dos 6 tres CONTRA NAPOLEON. 4T dias despues quiso rectificarla, como una mala inteli- gencia del traductor, diciendo en la Gaceta que solo el populacho se habia levantado, justificando al res- to del vecindario, y pretendiendo inspirar confian- za con promesas y buenas palabras. Nueva perfidia, pero infructuosa: el pueblo de Madrid sabia muy bien la verdad del hecho, y lo supo despues Ja nacion to- da, el murido entero. Ni las mendaces ofertas de Murat hicieron mas que aumentar el deseo de la ven- ganza que estaba abrasando el corazon de todos. Desembatazados asi los franceses, pudieron hacer que satiesen siti obstaculo para Bayona el infante D. Francisco, el mismo dia 3, y el infante D. Antonio al dia siguiente. Se recibié en aquella ciudad el dia 5 la noticia de lo ocurrido en Madrid el dia 2. Reu- nidos Napoleon y los reyes padres, hicieron compa- recer 4 Fernando. Carlos IV renové sus anteriores quejas y acusaciones contra él, imputandole tambien el levantamiento de Madrid, y el derramamiento de sangre que habia ocasionado, Henandole de oprobios, y apellidandole pérfido y traidor. Estaba Fernando de pié, y nada respondié, confundido y aterrado co- mo estaba. Su padre insistié en que renunciase la corona. lisa y llanamente, so pena de ser tratado co- moun usurpador, y como conspirador contra la vida de sus padres y soberanos. Lo hizo asi Fernando el dia 6 en una carta dirigida 4 su padre, y escrita con re- sentimiento, pero con dignidad. La impaciencia de Napoleon, 4 quien importaba poco la formalidad, aun- que hubiese sido necesaria y suficiente para legitimar sus derechos 4 la corona de Espaiia, habia ya arran- 48 GUERRA DE. ESPANA cado el dia 5 del débil Carlos IV la renuncia de la corona 4 su favor. Renunciaron en seguida Fernando, como principe de Asturias, y los infantes D. Carlos y D. Antonio, no D. Francisco, 6 por su menor edad, 6 porque como nifio nadie paré las mientes en él. Adolecen todas estas renuncias de tantas y tan no- torias nulidades, que todo el. mundo las miré desde el principio como una farsa. Ellas fueron la consuma- cion de un plan de iniquidad que por cierto costé bien caro 4 su autor, derribandole de un altisimo trono que habia levantado 4 costa de muchos aiios de batallas, desde donde dominaba en toda la Europa, y confipén- dole 4 morir en una roca en medio del océano. Formalizadas las renuncias, interné Napoleon 4 to- da la real familia en Francia. Antes de partir. Fernando para Valencey, adon- de habia sido destinado con su hermano el infante D. Carlos y su tio el infante D. Antonio, y aun an- tes de estender la segunda renuncia 4 favor de su pa- dre, habia autorizado con fecha del cinco 4 la junta de gobierno para ejercer todas las funciones de la so- berania, determinando que empezasen las _hostilida- des contra los franceses desde el momento que fue- se internado en Francia. Con la misma fecha es- cribié al consejo, diciéndole era su voluntad que. se convocasen las cértes en el punto que pareciese mag espedito, y que por de pronto se ocupasen tinicamen- te en proporcionar los arbitrios y subsidios necesarios para la defensa del reino. La junta nada hizo, ater- tada como estaba; y dominada por Murat; tampoco el consejo por la.misma razon. CONTRA NAPOLEON. 49 Designé el emperador para reinar en Espana 4 su hermano José, rey de Napoles, cediéndole los dere- chos que creia haber adquirido por las renuncias de Bayona; é hizo por Brecio de Murat que asi se lo pi- diese el consejo de Castilla, si bien éste lo hizo con la declaracion, que no se publicé, de que no por eso aprobaba las renuncias de los reyes y principes espa- fioles, que tenia por nulas. Convocé asimismo Na- poleon para Bayona una junta de 150 espaiioles, no- tables en la nacion por su nacimiento, empleos, ri- queza y saber, con el fin de sancionar lo hecho por este medio que remedaba una representacion nacio- nal. Murat entre tanto tomaba por su parte cuantas me- didas gubernativas y militares le sugerian los rece- Jos que le inspiraba la repugnancia y aversion con que le miraban los espaiioles, 4 él, y 4 sus tropas, al emperador, y 4 todo lo que Ilevaba-nombre de: fran- eés. Prevenciones ineficaces: la voluntad decidida de toda una nacion es irresistible; y ya apuntaba el dia en que la nacion espaiiola iba 4 manifestar la su- ya con solemnidad, majestad y firmeza. “STO OOO CAPITULO III. Alzamiento de las provincias de Espafia y de Portugal contra los france- ses.—Escesos que acompafiaron en algunas partes al levantamiento. —Toma de la escuadra francesa surta en Cadiz.—Defensa de Ve lencia. I, soberbia cegé 4 Napoleon. Engreido con sus vic- torias, se creyé invencible y omnipotente en la tier- raj; pero se engaiéd. Un pueblo habia en Europa, valiente, orgulloso, indomable, que bien penetrado de su fuerza, de su valor y de su constancia, hacia dias que estaba desafiando en su corazon al coloso opresor del continente. Pero este pueblo era jus- to y circunspecto. Provocado diariamente por mas de medio aiio, todavia contenia su animosidad, por si con el tiempo cesaba la provocacion, 6 terminaba en exigencias tolerables. Pero apurado ya el sufri- miento con la noticia del Dos de Mayo y las violen- cias de Bayona, empezé 4 hervir en su venas la san- gre de aquellos mismos espafioles que despues de ha- e GUERRA DE ESPANA CONTRA NAPOLEON. 51 ber abatido al poder mas formidable del mundo 4 cos- ta de ochocientos aiios de combates, llevaron su nom- bre hasta mas alfé de los mares, y dieron la ley & lx Europa, humillando en Pavia y en sat Quintin & -esa misma Francia que ahora provocaba 4 sts descen- dientes tan sin consejo. ‘‘Guerra:”? este gtito se oy& a la vez en todas las provincias de Espaiia, y Espa- fia se convirtid en wn campamento. Los temvres por su adorada religion, el amor 4 sus reyes cautivos y vilipendiados, los insultos cometidos contra la dig- nidad de una nacion que'se tenia por la primera del mundo, Ilevaron de repente 4 1a nacion espaiola & los tiempos del Cid, del gran capitan, de Hernan Cor- tés, del marques de Pescara, y del duque de Alba. Del uno al otro estremo de la Peninsula no se cia Mas que ecos marciales, ho se veian-mas que prepa~ rativos de guerra. El jéven y el anciano, las muje- tes y los nifios, los militares y los sacerdotes, el acti- vo y el indolente, el endurecido campesino y el afe- minado cortesano, todos 4 porfia clamaban por la guerra, animados de un solo sentimiento, la vengan- za. Un grandioso cuadro de movimiento y de vida presentaban aquellas provincias, sosegadas no ha- cia, mucho tiempo, silenciosas y apaticas. Guerra de- élararon al invicto emperador, con solemnidad, 4 tam- bor batiente, cada una de por si las capitales de pro- vincia, pueblos, algunas de ellas, que apenas conta- ban cinco mil habitantes. Los preocupados se rieron, pero el tirano tembl6, y la Europa se asombré. Em- pezaba 4 cumplirse el vaticinio de Pitt. Initil seria averiguar ahora cual fué la primera 52 GUERRA DE ESPANA de las provincias que Jevanté el grito de resistencia. Podemos asegurar, si no estamos trascordados, que en la provincia de Leon, donde hemes nacido, y don- de 4 la sazon nos hallabamos, no se reconocié la au- toridad que Carlos IV habia delegado en Murat des- . de Bayona, pues habiendo tratado el intendente de, publicar aquella resolucion 4 voz de pregon en la ca- pital de la provincia, se alboroté el pueblo, y lo im- pidié con actitud amenazadora, quedando desde en- tonces entregada 4 si misma la provincia, gobernada, por una junta que se formé despues en la capital. Sabido es tambien que lo mismo se hizo desde el prin- cipio en todas aquellas provincias que no estaban ma- terialmente ocupadas por fuerzas enemigas. De mo- do que en muy pocos dias aparecié toda la nacion es- pontaneamente sublevada contra los usurpadores, co- mo si con oportunidad se hubieran comunicado érde- nes superiores para la sublevacion, guidndose con to- do, cada provincia, cada pueblo, por su solo instinto, y sin arredrarse muchos de ellos, situados en Ianuras, sin natural defensa, sin armas ni pértrechos militares, y muy préximos al ejército enemigo. . Asi sucedié que en los pueblos inmediatos 4 los puntos que ocupaban los franceses, acudieron estos con presteza, y contuvieron por el pronto la insurrec- cion. La ciudad de Segovia creyé sin embargo que podia defenderse, por hallarse establecido en su al- cazar el colegio de artilleria, fiada con razon en el patriotismo y lealtad de los alumnos, y en la fuerza, de la artilleria. Se puso pues en defensa, colocan- do los artilleros los cafiones en las puertas y aveni- CONTRA NAPOLEON. 63 das de la ciudad. Se presentaron los franceses, y co- mo no habia tropa que sostuviese las piezas, los pai- sanos degtinados 4 protegerlas, mal armados, é ines- pertos, huyeron poco despues de comenzado el ataque, intimidados por el fuego de los enemigos; y estos en- traron sin mas resistencia en la ciudad, habiendo im- pedido el general francés que sus artilleros maltrata- sen el célebre acueducto contra el cual habian empe- zodo & disparar. Salvaronse los alumnos y oficiales del colegio con su director D. Miguel de Cevallos; pe- to este digno jefe fué asesinado poco despues tumul- tuariamente en Valladolid, imputandole injustamen- te haber entregado la ciudad de Segovia por ser un traidor; palabra terrible en aquella época, que arras- traba la exaltacion 4 cometer grandes escesos, y que servi tambien de pretesto para satisfacer resentimien- tos é intereses particulares. Las provincias distantes del ejército invasor, tuvie- ron mas tiempo para instalar su gobierno, levantar y organizar gente, y atender al armamento y defen- sa del pais. En todas ellag se establecié en cada ca- pital wna junta, que ejercia el poder supremo. Gran- de era, el entusiasmo en todas partes, mucha‘ la acti- vidad, no siempre el mejor acierto. Supiéronse bien pronto en Sevilla los sucesos del Dos de Mayo, y al instante empezé 4 conmoverse aquella populosa ciudad. Llegé despues la noticia de las violentadas renuncias de Bayona, que acaban- do de exacerbar los énimos, decidié el levantamiento de toda. la poblacion. Preparado por el conde de Tilly y: otros, idearon el modg y medios de realizar- 54 GUERRA DE ESPARA lo, aprovechando la indignacion general del pueblo sevillano contra la perfidia de los franceses; y por tl-+ timo el dia 26 de Mayo al anochecer, conducido’ et pueblo por algunos soldados del regirniento de Oli- venza, se apoderé de las armas y municiones que ha- bia en los almacenes; acudiendo tambien’ un escua~ dron de caballeria que victoreé y sostuvo al pueblo. Nonibrése en seguida una junta, cuyo secretario fué el stbio y distinguido D. Francisco Saavedra, minis- tro de hacienda que habia sido. Se denominé Jun- ta suprema de Espajia é Indias, con el designio tak vez de contraponer la unidad de gobierno 4 la usur- pacion entronizada, ignorando seguramente Jo que pasaba en las demas provincias: y aunque con este iiotivo se suscitaron disensiones y altercados con las demas juntas, felizmente para la causa comun termi- naron con el tiempo. Por desgracia se turbé la ale~ gria de aquellos dias con el asesinato del conde del Aguila, procurador del ayuntamiento, con cuya cor- poracion no estaba contento el pueblo, atribuyendo 4 motivos malsanos el detenimiento con que se ha~ bia: conducido en el principio de la efervescertcia po~ putar. Instalada la junta, dispuso el alistamiento general desde diez y seis aiios hasta cuarenta y cinco, y to- mé todas las medidas que le sugirié su celo para la Mejor direccion de los negocios publicos, y armamen- to del pais. Faltébale asegurarse de la importante plaza de Cadiz ¢on las fuerzas de mar que se _halla~ ban en su bahia, como asimismo de la tropa acanto- nada en el campo de San Roque. Mandaba ésta el CONTRA NAPOLEON. 55 benemérito general D. Francisco Javier Castaiios: envidle la junta un oficial de artilleria, 4 cuya pre- sentacion se decidié al instante el fidelisimo general, reconociendo la autoridad de la junta, porque ya ha-~ cia dias que andaba en tratos con el gobernador in- glés de Gibraltar contra los franceses, cuyos halagos y ofertas desprecié, entre ellas el vireinato de Mé- xico. Envié la junta al conde de Teba 4 la plaza de Ca- diz donde residia el capitan general de Andalucia, que lo era entonces el marques del Socorro D. Fran- cisco Solano, el mismo 4 quien dejamos en Estrema- dura cuando el alboroto de Aranjuez. Era este ge- neral bastante entendido, pero calculando solo mili- tarmente el éxito de la resistencia al poder colosal de Napoleon, la consideraba enteramente inutil, y aun origen de muchos desastres para la nacion. Por otra parte Murat habia procurado atraerle 4 su partido, lo mismo que 4 todos los generales, dandoles por me- ‘dio de sus emisarios grandes esperanzas de felicidad general, y haciéndoles pomposas promesas con res- pecto 4 sus ascensos y provechos personales.’ An- daba pues indeciso y perplejo el general Solano, y aun reprobaba con poca reserva. toda tentativa de in- surreccion. Sin “embargo, cuando recibié la comu- nicacion de la junta de Sevilla, convocé una junta de generales para que decidiese acerca de su conteni- do. La junta abundando, 6 defiriendo al parecer de su presidente, consideré como una temeridad la reso- lucion de resistir 4 los franceses, y asi lo mand6 pu- blicar por bando, afiadiendo, empero, que una vez 6 56 GUERRA DE ESPANA que el pueblo lo queria, la junta se conformaria con la voluntad del pueblo. Se publicé el bando inmediatamente, y era de no- che. Oyéloel pueblo con disgusto, porque hubie- ra querido una decision franca y terminante del ca- pitan general, cuya opinion politica andaba ya ep hablillas bastante achacosa. Al disgusto se siguié la irritacion y se agolpé la gente 4 la puerta de la casa del capitan general, pidiendo que se declarase la guerra 4 los franceses, y se intimase la rendicion & laescuadra que tenian fondeada en el puerto. Ofte- cié Solano reunir al dia siguiente los generales y ac- ceder 4 lo que el pueblo pedia, y asi lo cumplié. Mas habiendo hecho presente por la tarde 4 la multitud que, segun el dictamen de los oficiales de marina, no se podia disparar contra la escuadra francesa sin des- trozar los buques espaiioles mezclados con los france- ses, volvieron 4 exaltarse los 4nimos, y acudieron otra vez los levantados 4 casa del capitan general; y creyendo, en medio de una espantosa voceria en que nadie se entendia, que se negaba el general 4 ata- car la escuadra francesa, empezaron 4 disparar con- tra la casa con un caiion de 4 veinte y cuatro. Rom- pieron las puertas que estaban cerradas, y Solano se refugié en la casa mmediata de un amigo: pero por su desgracia dié con él la muchedumbre, y !o sacé dé la tds coh dnirno de ahorcarle. De esta afrenta le hibré 1a man de un asesino ett Ia plaza de San Juan de Dios, hasta donde habik Hegado con valor y wereld. Fué seintida geherdlinente su muerte, y én especial en el distrits de su’ mahdo, en el que CONTRA NAPOLEON. oT se habia hecho apreciar y amar. El asesino fué abo- minado por todos los hombres de bien. Le sucedié el gobernador de Cadiz, D. Tomas de Morla, .con aprobncion de la junta de Sevilla. Se juré en ee- guida 4 Fernando VII con toda solemnidad, y ae-es- tablecié una junta dependiente de la de Sevilla. Pe- re quedaba todavia el padrastro de la escyadra fran- cesa, mandada por el almirante Rossilly. Pidié el pueblo con instancias que se le intimase la rendicion; y despues de varias conferencias, que alargaban cuan- to podian los franceses con la esperanza de que se aproximasen 4 Cadiz tropas de su nacion, y desecha- das algunas proposiciones que habian hecho, se rom- pis por fin el frego contra la escuadta ef dia 9 de Junio. Las fuerzas navales britanicas que bloqueaban el puerto, ofrecieron su cooperacion, que fué agrade- cida y no admitida, porque.no se la consideré nece- saria.. Siguid el fuego:todo aquel dia y el siguiente ‘hasta las tres de la: tarde, 4 cuya hora empezaron de nuevo las conferencias; pero en la noche del 13, in- eomodados los espaiioles, hicieron saber al almirante, que si no entregaba la escuadra, la desharia eb fuego de dos baterias que de nuevo se babian‘levantado. Intimidados los franceses, se rindieron 4 .discrecion con toda la escuadra 4 las siete de-la maiiana del dia _ siguiente, con lo cual se completé la alegria del puer- to de Cadiz. Antes de este ultimo suceso se habian tevantado Cérdoba y Jaen, y reconocido la autoridad de la jun- ta de Sevilla. Prendieron en Jnen 4 su corregidor D, Antonio de Lomas, en: quien no se tenia:confian- 58 GUERRA DE ESPANA za, y le enviaron preso 4 Valdepeiias de Ja Sierra, donde le quité la vida el pueblo amotinado. Tam- bien se levanté Granada 4 instigacion de la junta de Sevilla, que envié 4 aquella ciudad con’ este objeto al teniente de artilleria D. José Santiago, bien que antes de su Ilegada, ya reinaba entre los granadinos la misma agitacion que en todas partes. Santiago se presenté al capitan general D. Ventura Escalante que nada determiné por el pronto. Pero al dia si- guiente, 30 de Mayo, con motivo de ser el dia de San Fernando, se reunié gran parte del pueblo delante de la casa del capitan general, y pidié 4 voces y con mucha decision que se proclamase 4 Fernando VII. Salié entonces 4 caballo el general, acompanado de muchos oficiales y otros sugetos distinguidos, Ilevan- do el retrato de Fernando por las calles de Granada en medio de un gentio inmenso que victoreaba con entusiasmo & su rey. Pidié luego el pueblo que se formase uni junta: se formé siendo su presidente el mismo capitan general, y desde luego se ocupéd con la mayor actividad en los preparativos de guerra. Se “alisté muchisima gente, se hicieron donativos cuan- tiosos, y Granada se convirtié en un arsenal de apres- tos militares. Envié la junta 4 la plaza de Gibral- tar al sabio y virtuoso D. Francisco Martinez de la Rosa, jéven 4 la sazon, pero catedratico ya en la universidad de Granada. El gobernador de Gibral- tar le facilité armas y otros utiles de guerra, y en Algeciras se le proporcionaron otros auxilios. Se de- claré como en las demas provincias levantadas, la guerra 4 Napoleon. La junta hizo venir 4 Granada CONTRA NAPOLFON. 59 4 D. Teodoro Reding, gobernador de Malaga, quien se encargé del mando de la gente que se estaba ar- mando, tinea fuerza con que entonces se contaba, y con un batallon suizo, que estando en camino para Cadiz por érden del gobierno de Madrid, habia vuel- to 4 Granada por mandado de la junta, y reconecido su autoridad. La junta, la ciudad de Granade y to- dos los pueblos de la provincia, se esmeraron 4 por- fia en dar pruebas eficaces de patriotismo. Fué una de las provincias en que mas fruto produjo la lealtad y decision eomunes 4 todos los pueblos de la Penin- sula. Esto hace la inteligencia, prudencia y activi- dad de los que gobiernan. Sin embargo, de los pocos puntos en que el mal entend.do celo por la causa nacional, 6 algun ene- migo oculto, vino 4 empaiar el brillo de Ia insurrec- cion espanola, fué uno por desgracia la provincia de Granada. Fueron asesinados en Malaga cl vicecén- sul francés y otro, y en Granada D. Pedro Trujillo que habia sido gobernador de Malaga, D. Bernabé Portillo, y el corregidor de Velez—Malnga; pero fue- ron castigados con el ultimo suplicio los autores del crimen en namero de doce: saludable escarmiento en unas circunstancias en que tanto necesitaba de fre- no la exaltacion popular; y justicia laudable que da- ba honor 4 los sentimientos pue presidian al levan- tamiento de la nacion. Sup‘éronse el dia 22 de Mayo en Cartagena las renuncias de Bayona, y esta infausta noticia produjo en aquella ciudad e} mismo efecto que eri toda la mo- narquia. Se alzé la poblacion; se nombré una jun- 60 GUERRA DE ESPANA ta de que fué miembro D. Gabriel Ciscar, distingui- do oficial de marina 4 quien verémos despues en los ‘ puestos mas altos y honorifices. Como Cartagena era plaza de armas y departamento de marina, ha- 16 en sus arsenales y depésitos con que armar 4 sus habitantes, y proveer de armas 4 los demas pue- blos que siguiesen su ejemplo, cemo lo hizo estimu- landolos tambien 4 que se declarasen. Uno de los pueblos mas principales que asi lo hicieron fué la ciudad de Murcia, donde se nombré una junta, en cuyo seno se contaba el anciano conde de Florida— Blanca, ministro en otro tiempo por muchos afios del inmortal Carlos III. Tambien tenemos que la- mentar algunos escesos en el levantamiento de Car- tagena. ‘Fué asesinado en esta ciudad el capitan ge- neral del departamento D.:Francisco de Borja, 4 con- secuencia de un alboroto del dia 10 de Junio; y en In ciudad de Villena fué muerto el corregidor y algu- ‘no de sus dependientes. Contados habian sido hasta ahora estes deplorables escesos en medio del trastorno general que produje- - ra la disolucion del gobierno, Mas habia una pro- wincia, donde 4 la par con la esplosion mas grandio- sa de patriotisma, y de odio 4 la dominacion estran- jera, habian de cometerse crimenes, muchos y atroces. Valencia, la hermosa y populosa Valencia, presents en aquellai época un espectéculo, magnifico por un lado, y herroroso por otro. Mientras no supieron: sus moradores lo acaecido ex Bayona, sucedié lo mis- mo que en los demas pueblos: mucho -desasosiego, te- mores, ¢ indignacion 4 duras penascomprimida. Mas ‘CONTRA NAPOLEON. eA recibida la noticia de Jas renuncias atrancadas en aquella ciudad 4 la real familia; 4 la vox de une que la leia pablicamente en la gaceta, y enardecido grité Viva Fernando VII, mueran los franceses, repitié le mismo como por encanto toda la poblacion en un momento.. Se dirigieron 4 la casa del capitan gene- ral, conde de la Conquista, quien traté de apaciguar- los, pero sin fruto, porque cada-vez mas exaltados y resueltes eligieron por su jefe al P. Fr. Juan Rico, religioso, franciscano que gozaba gran reputacion en el pueblo. Dirigiéronse en seguida, con su caudillo al frente, 4 la audiencia, eon cuyos individuos, presi- didos por el capitan general, conferencié por latgo tiempo el P. Rico. Resistianse les magistrados 4 las

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