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El Arte, tan elusivo como el último aliento

Pas pu saisir la mort de Sophie Calle

DULCE MARIA RIVAS

Pas Pu Saisir la Mort 2007 ("El último aliento, imposible de capturar")


Video DVD 13'

Artista: Sophie Calle


Nacida en 1953 en Paris, Francia
Trabaja y vive en Malakoff, Francia

1
Monique quería ver el mar una última vez.
El martes 31 de enero, fuimos a Cabourg.
La última jornada.
Al día siguiente, “para que mis piés se vean bien cuando me vaya”: el último pedicure.
Leyó “Ravel” por Jean Echenoz. El último libro.
Un hombre al que siempre admiró pero que nunca había conocido vino a verla en su lecho.
Hacer un amigo por última vez.
Ella organizó la ceremonia de su funeral: su última fiesta.
Los preparativos finales: eligió su vestido para el funeral, - azul marino con un estampado en
blanco-, una fotografía de ella haciendo una cara para la lápida de su tumba, y su epitafio,
“¡Ya me estoy empezando a aburrir!”
Escribió un último poema, para su entierro.
Eligió el cementerio de Montparnasse como su último domicilio.
No quería morir. Decía que era la primera vez en su vida que no le importaba esperar.
Derramó sus últimas lágrimas.
Los días anteriores a su muerte, repetía continuamente:
“Es extraño. Es estúpido.”
Escuchó el “Concierto para Clarinete en La mayor, K 622.”
Por última vez.
Su último deseo: partir con la música de Mozart en sus oídos.
Su última petición: que no nos preocupáramos.
“Ne vous faites pas de souci.”
Soucie fue su última palabra.
El 15 de marzo de 2006 a las 3 PM, la última sonrisa.
El último aliento, en algun momento entre las 3:02 y las 3:13.
Imposible de capturar.1

El “arte actual”, o mejor dicho, el concepto que se tiene de “arte” en la


“actualidad” puede ser provocador, diferente y cuestionable, tan desconcertante y
apasionante como la vida misma, pero ¿podrá el arte ser capaz de encontrar maneras
simples de resolver conflictos complejos tales como la ausencia, ese algo intangible que
queda después de la muerte, después de exhalar el último aliento?
“Arte” es un concepto inasible, podría ser todo lo que se diga de él, o podría ser
nada. Su misma existencia ha sido puesta en duda en la actualidad; pero este ensayo, más
que pretender ahondar en el significado del término en sí, o en las definiciones que se
tengan del mismo, procura hacer una serie de reflexiones acerca de lo que a través del
arte se puede lograr, así como en el significado que adquiere otro elusivo concepto, la
muerte, cuando es contemplado desde la perspectiva del “arte”. Si la muerte puede
adquirir significado a través del arte, es necesario que antes lo adquiera la vida: la vida
como arte, para intentar con el arte, capturar la muerte.

1
Marsilio, 52 Esposizione Internazionale d´Arte. Think with the senses, feel with the mind, Fondazione La
Biennale di Venezia, 2007, p. 54.

2
La “actualidad” es un rango de tiempo en el que se puede sustentar teóricamente
cualquier idea propuesta, al menos de manera provisional, por un cierto período de
tiempo, el cual termina cuando una teoría ya no es aplicable. Estas teorías pasan a ser
clasificadas como tradicionales y para entonces, la llamada “actualidad” habrá dejado de
serlo. Aparecerá entonces una postura teórica distinta a la que le antecede y a la que se
denominará no tradicional; es decir: “actual”.
Bajo esta premisa, tomaré una pieza de arte actual, tan actual que aborda un tema
humano, cotidiano e inevitable y lo presenta no de manera tradicional, sino como una
instalación, utilizando como soporte el video.
Al mismo tiempo que representaba a Francia en el Pabellón Francés en la Bienal
de Venecia 2007, Sophie Calle también exhibía su último proyecto Pas Pu Saisir la Mort
(El último aliento, imposible de capturar) en el Pabellón Italiano.
Bajo todas las apariencias, el trabajo de Sophie Calle es primordialmente
autobiográfico, pero en su mayor parte y casi siempre, se inmiscuye en la vida de los
otros, incluyendo la nuestra.
Una de las dos salas de la instalación, alberga un texto mural mencionando que el
15 de febrero de 2006, la artista recibió dos llamadas simultáneas: una era la invitación a
la Bienal, la otra de su madre diciéndole que le quedaba un mes de vida. Ya en la
instalación, como espectadores, nos mostramos reticentes ante la simple y fuertemente
cargada descripción tanto de las últimas horas de la madre de Calle, como de sus temores,
que quedan expuestos y totalmente abiertos a la empatía. El Concierto para Clarinete en
La Mayor de Mozart acompaña las últimas respiraciones de Madame Calle quien se
encuentra rodeada de asistencia médica. En la publicación de junio de 2005, de la revista
ArtReview, Brian Dillon cita a Sophie Calle: “Yo quería estar allí cuando muriera, pero todos
me decían: se irá cuando salgas de la habitación, cuando vayas a la cocina con tu taza en la
mano. Así que coloqué una cámara en su cuarto, y durante 80 horas permanecí despierta,
cambiando la cinta cada hora, esperando capturar el momento de su muerte. Fue imposible. No
pude distinguir el momento. Cuando le dije a mi madre lo de Venecia, me dijo: ‘y pensar que no
estaré.’ Pero estará: mi filmación muestra los últimos 20 minutos de su vida. Se titula ‘No pude
capturar la muerte’. ”
La pieza, en varios sentidos, trata y tiene que ver con lo sublime, lo espiritual lo
aterrorizante y lo desconocido y utiliza un símbolo: el del último aliento. Pero, ¿qué es el

3
aliento? ¿Es sólo aire, exhalación o es algo más? Es invisible, pero es un signo de vida. Y
el último aliento, ese último hálito de vida, ¿es acaso el alma que se va? ¿Por qué una
película de una mujer que se muere se presenta en un evento como éste? ¿Por qué un
video y no una pintura, o en todo caso una escultura realizada a partir, por ejemplo, de
una máscara mortuoria? Ante una sociedad dominada por el nihilismo, el tema del alma
es de una acuciante actualidad. En nuestra cultura occidental una persona que yace en el
lecho con el rostro inerte y lívido, los ojos cerrados, rodeada de médicos y enfermeras y
flores en primer plano, significa que está muerta. Visualmente, cada uno de estos
elementos son símbolos, con uno o múltiples significados, de los que el artista se sirve
para que su obra sea leída.
Para discutir la existencia del símbolo ya sea como único o como múltiples
sentidos/significados en el campo de la lectura de la obra de arte será necesario abordar,
desde nuestra actualidad, estas dos posturas: la tradicional (que tuvo su vigencia durante
el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX), y la no tradicional (segunda mitad del
siglo XX a la fecha).
Heredada del movimiento romántico de principios del siglo XIX, en el cual la
estética era un valor preponderante, es la idea de que el arte, para ser válido, debe ser
bello y por lo tanto, ostentar un único significado, radicado exclusivamente en el campo
de la visibilidad. Adoptar esta postura tiene como consecuencia que el arte en general, o
la obra en particular se circunsdriba o se enfrasque dentro de un “espacio asfixiante”2
determinado por juicios estéticos y axiológicos, teniendo a “La Belleza” como valor
único, universal, atemporal y eterno.
Como reflejo de este pensamiento excluyente, tradicional y limitante se observa lo
siguiente: el juicio, análisis, lectura y finalmente la valoración de la obra de arte, se dan
en un único sentido, atendiendo sólo a su contenido manifiesto; es decir, a lo que el
campo de la visibilidad alcanza a mostrar ya sea por medio de las formas, los colores, los
materiales y la técnica, que deberán estar correctamente aplicados, respetando siempre
los cánones de la belleza aceptados por la sociedad burguesa. Debido a esta “unicidad”
se pasan por alto los posibles contenidos latentes dentro de la obra, que son los que no se

2
Roland Barthes, Crítica y verdad, 14ª Ed., Trad. José Blanco, México, Siglo XXI Editores, 2000, p. 52.

4
ven, los que están ahí como posibilidades, como propuestas para ser pensadas y que
corren el riesgo de ser obnubiladas por ideales como el de “belleza”. Esto conlleva a
menospreciar la importancia de los avances teórico-metodológicos aportados por los
diferentes campos del conocimiento, a no tener que pensar el arte, sino solo verlo,
negando así la necesidad de retroalimentarse de otras esferas del saber.
Una postura tradicional como la descrita anteriormente, no admite ni toma en
cuenta el tiempo, no se posiciona en él; es atemporal y ahistórica, no da importancia
alguna al contexto histórico y social, o al conjunto de funciones mentales del individuo,
ya que según Barthes, esta postura “[…..] trata de defender una especificidad puramente
estética: quiere proteger en la obra un valor absoluto, indemne a cualquiera de esos “otros lados”
despreciables que son la historia o los bajos fondos de la psiquis [….]” 3. Esta forma de
pensamiento, que evita todo compromiso con el mundo y que no quiere otra cosa, sino
una obra “pura”, irá a parar inevitablemente en el silencio, o en su sustituto: la charla;
4
una amable conversación en la que no se discute, no se cuestiona, no se adquieren
nuevos conocimientos y por ende no se considera la posibilidad de nuevos significados.
En contraposición a lo anterior, en la segunda mitad del siglo XX, ocurre una
ruptura epistemológica en el campo del saber: Jackes Derrida habla de que la verdad se
desplaza, que no permanece, sino que se disemina. Nietzche y Heidegger citan y
estudian a artistas para llegar a un nuevo conocimiento, ya que ni la filosofía ni ninguna
otra ciencia tienen “la verdad”, sino solo aproximaciones. Se dan cuenta de que hay otras
verdades y se proclama la anulación o “muerte de la verdad”. En el campo de las artes, se
produce un efecto que se refleja precisamente en la lectura, ya que así como la verdad se
desliza, se mueve, migra hacia otros ámbitos, así también el significado se fragmenta, y
las fronteras del arte se desvanecen.
Acerca del símbolo Barthes enuncia que: “El símbolo es constante. Sólo pueden variar la
conciencia que la sociedad tiene de él y los derechos que le concede” 5. Trasladando esta a idea al
ámbito artístico: un fragmento de la obra lo tenemos por la visibilidad y el resto lo
debemos completar con nuestro saber; éste, obtenido por la experimentación, el estudio y

3
Roland Barthes, Crítica y verdad, 14ª Ed., Trad. José Blanco, México, Siglo XXI Editores, 2000, p. 38.
4
Ibíd., pp. 38, 39
5
Ibíd., p.53.

5
el ejercicio del pensamiento. Preguntando a una amiga su impresión al mirar un still del
video que nos ocupa, sin tener previa información sobre la obra comentó: “Quizá duerme,
tal vez fallece. Probablemente disfruta de su último suspiro y muere tranquilamente, sin
ningún sufrimiento ni culpa en su rostro; es el rostro de alguien que se va, o se fue, sin
asuntos pendientes. El que sea una anciana le da un sentido de naturalidad a la muerte.
El hecho de que no haya aparatos ni tubos ni daños físicos evidentes, me hace pensar que
no fue una partida dolorosa. No está en una cama de hospital…mas bien parece que está
en su propia habitación. Tal vez fue premiada con lo que llamamos “la muerte de los
justos”; esa que viene de noche; laa que, mientras se está durmiendo, sin aviso y sin dolor
nos roba el aliento, nos arranca de la vida y todo se detiene. Nuestra existencia, al menos
la terrenal….termina.”
El sentido de la obra deja entonces de ser único, y Roland Barthes, como
anotamos anteriormente habla de que la obra tiene muchos sentidos6 y reflexiona sobre la
variedad de lecturas capaces de producirse a partir de una misma obra7. Desde esta
postura no tradicional se defiende la ontología de lo múltiple (Gaston Bachelard), que
consiste en el estudio del ser y la idea de que el “ser” no es “único”. El devenir del
tiempo, de la historia, y por ende del hombre conducirán a Barthes a concluir que: “Cada
época puede creer, en efecto, que detenta el sentido canónico de la obra, pero basta ampliar un
poco la historia para transformar ese sentido singular en un sentido plural y la obra cerrada en
obra abierta.” 8
A partir de este momento, y como la verdad ya no está fija en un lugar, es posible
producir arte desde cualquier área del conocimiento; no sólo desde la estética, sino desde
la antropología, la biología, la semiótica, construyendo un discurso el cual también será
leído desde diferentes esferas del saber. Los posibles contenidos latentes de la obra de
arte adquieren gran preponderancia, ya que a este ámbito corresponde lo que no se dice, y
por lo tanto se vuelve necesario pensar el arte, convirtiéndose éste en un reto para el
intelecto. Sophie Calle, en su actividad artística pone en práctica precisamente esta
manera de hacerlo. Como puede apreciarse en toda su obra, justamente hace uso de
distintas esferas del saber, involucrando en ocasiones a especialistas, como podemos

6
Roland Barthes, Crítica y verdad, 14ª Ed., Trad. José Blanco, México, Siglo XXI Editores, 2000, p.52.
7
Ibíd., p. 51.
8
Ibíd., p. 52.

6
apreciar en la pieza presentada en el Pabellón de Francia Take care of yourself, prenez
soin de vous, cuídate mucho.
Se advierte que, en el campo de la lectura de la obra de arte, la multiplicidad y
coexistencia de significados está determinada por el contexto cultural, económico y
social. Al ver y pensar la obra, estamos entrelazando determinismos de nuestro contexto
sociocultural, información, conocimientos, imaginación, cultura, género, edad, profesión,
religión, preferencia sexual, clase social, etc., cuyo efecto debe ser considerado.
Una vez analizadas las dos posturas anteriores, se concluye que: no existe un
significado en sí, y si alguna vez existió, este pensamiento no prevalece más y no puede
seguir sustentándose con teorías tradicionales basadas en un sentido único basado en la
estética y en el ideal de “belleza” y “verdad”. En adelante se advierte que lo que existe
son múltiples significados que no van a estar dados en la obra, sino que parten del campo
de los conocimientos, de las ideas, de la inteligibilidad; que están supeditados al tiempo y
que cambian según el contexto histórico y social y al saber de una determinada época.

La definición misma de la obra cambia: ya no es un hecho histórico; pasa a ser un hecho


antropológico puesto que ninguna historia lo agota. La variedad de los sentidos no proviene pues
de un punto de vista relativista de las costumbres humanas; designa, no una inclinación de la
sociedad al error, sino una disposición de la obra a la apertura; la obra detenta al mismo tiempo
muchos sentidos, por estructura, no por la invalidez de aquellos que la leen. 9

Es importante apuntar que no existe tampoco un significado totalizador. Siempre


habrá algo en la obra de arte que se nos va a escapar y que hará posible que venga otro y
la resignifique. La lectura de una obra de arte no agota la descripción; siempre quedará
un “resto” fuera de alcance, y como dice Barthes: “[…] sea lo que piensen o decreten las
sociedades, la obra las sobrepasa, las atraviesa, a la manera de una forma que viene a llenar, uno tras otro,
los sentidos más o menos contingentes, históricos.” 10
Esta pieza de Sophie Calle realizada específicamente para la Bienal de Venecia,
definitivamente no significaría lo mismo ubicada en un contexto de galería o de museo.
Es el mismo video, de la misma persona y el mismo tema; sin embargo no sería el mismo
momento, ni el mismo lugar, ni la misma tensión.
9
Roland Barthes, Crítica y verdad, 14ª Ed., Trad. José Blanco, México, Siglo XXI Editores, 2000, p. 52.
10
Ibíd., p. 53.

7
Volviendo al tema de la obra, hay conflictos grandes a los que se enfrenta el ser
humano: la ausencia, la imposibilidad de atrapar la muerte, de capturar “el último
aliento”. La muerte y la posibilidad de que haya algo después es un problema, es un
conflicto, es una idea que se aborda de diferente manera en las distintas sociedades y
culturas; y es un concepto elusivo como muchos otros; entre ellos el arte.

Para los platónicos todo parecía fácil: tenemos un alma inmortal que ha sido arrojada en
un malvado cuerpo del que costosamente debe liberarse.

Para los modernos todo parece fácil: nada de un inexistente alma, todo lo nuestro es
cuestión de materia o, al menos, lo que fuere que seamos debe poderse naturalizar, o por
la reducción de todo a cosa material o por la emergencia evolutiva de esa novedad que
llaman espiritual.

Pero ¿son tan fáciles las cosas? Es muy posible que no. Demasiado es lo que apunta a
que no. ¿Queda un camino racional para, refiriéndose a eso que somos, a la realidad de lo
que somos, poder de nuevo hablar del alma? Parecería que sí, y nos falta mucho por
recorrer en ese camino de racionalidad. 11

El vocablo alma ha sido usado de nuevo por varios autores contemporáneos


(Jaspers, Scheler, Ortega y Gasset) en un sentido distinto de cualquiera de los
tradicionales. Tales autores han distinguido entre la vida, el alma y el espíritu. Mientras el
alma es concebida como la sede de los actos emotivos, de los afectos y sentimientos, el
espíritu es definido como la sede de ciertos actos racionales. El alma es subjetividad, en
tanto que el espíritu es objetividad. El alma es inmanencia, mientras que el espíritu es
trascendencia.
Volvamos ahora a la inquietante tensión provocada por la obra de Sophie Calle.
Utilizando la metáfora del “juego social”, Pierre Bourdieu ilustra acertadamente la
manera en que se comportan todos los elementos que conforman la sociedad, donde
existen reglas y prohibiciones, se producen conflictos, relaciones de tensión, alianzas y

11
Alfonso Pérez de Laborda (ed.), Sobre el Alma, El Escorial 2004, Publicaciones de la Facultad de
Teología “San Dámaso”, 2005 Madrid, pp. 11-12

8
concordatos y descubre que el arte no está exento de esto, que no juega el mismo rol en
cada sector de la sociedad porque también está inmerso en este baño de determinismo que
es el “juego social”, que el arte no hace mejores a los seres humanos (Hitler amaba la
ópera, y sus generales escuchaban a Bach mientras ordenaban matanzas masivas de
prisioneros judíos), sino que por el contrario, el arte es un producto donde se canalizan
los conflictos, retroalimentando de manera diferente a los distintos tejidos sociales.
Hitler escuchaba a Bach mientras mataba; Madame Calle escuchaba a Mozart mientra
moría. ¿Será posible entonces intentar resolver un conflicto como la muerte, con algo aún
más conflictivo como el arte?
El aliento se va, sí. Desaparece. Es el último y no se queda, no se puede atrapar.
¿Qué queda entonces? El poeta español Antonio Machado decía que "la muerte es algo
que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros
no somos."
Tal vez no se resuelvan con el arte ni este ni otros conflictos, pero Sophie Calle
los canaliza por el camino que lleva al consuelo. No podía soportar la manera en que su
novio terminó su relación con ella, por medio de un e-mail, diciéndole al final: “Cuídate
mucho”. No podía soportar tampoco la idea de que su madre no pudiese estar con ella en
la inauguración de la Bienal; se murió y sus últimas palabras fueron: “Cuídate mucho”.
Ante estas experiencias aconteciendo en su vida, la alternativa que Sophie Calle eligió
fue la del arte. En realidad, la alternativa que ha encontrado para su vida entera, es la del
arte y de vez en cuando, decide obsequiarnos fragmentos de ella para que nosotros, como
espectadores, hagamos la experiencia nuestra y la completemos de acuerdo a nuestras
necesidades y según nuestra propia y personal idiosincrasia.
Alfonso Pérez de Laborda en Sobre el alma, se apoya en los conceptos escritos
por Voltaire y comenta que “no nos atrevemos a cuestionar si el alma inteligente es
espíritu o materia; si fue creada antes que nosotros, si sale de la nada cuando nacemos; si
después de habernos animado un día en el mundo, vive, cuando nosotros morimos, en la
eternidad. Esas cuestiones que parecen sublimes, sólo son cuestiones de ciegos que
preguntan a otros ciegos, ¿qué es la luz?12 ¿Cómo nos atrevemos a afirmar lo que es el

12
Voltaire, Diccionario filosófico (1764), Sempere, Valencia 1901, tomo I, p.86

9
alma? Sabemos con certidumbre que existimos, que sentimos y que pensamos. Deseamos
ir más allá y caemos en un abismo de tinieblas. Sumergidos en ese abismo, todavía se
apodera de nosotros la loca temeridad de disputar si el alma, de la que no tenemos la
menor idea, se creó antes que nosotros o al mismo tiempo que nosotros, y si es
perecedera o inmortal.” 13 La palabra alma entre nosotros en su significado general, sirve
para denotar lo que anima. Los griegos distinguían tres clases de alma: el alma sensitiva
o el alma de los sentidos; el soplo o hálito que da vida y movimiento a toda máquina, y
que nosotros traducimos por espíritu; y la tercera clase de alma, que como nosotros,
llamaron inteligencia. Poseemos, pues, tres almas, sin tener la más ligera noción de
ninguna de ellas. Santo Tomás de Aquino admite estas tres almas, como buen seguidor de
la escuela de Aristóteles, y distingue cada una de ellas en tres partes: una está en el
pecho, otra en todo el cuerpo y la tercera en la cabeza.
Hay, sin embargo, motivo para este caos de ideas. Los hombres conocieron que
cuando les excitaban las pasiones del amor, de la cólera o del miedo, sentían ciertos
movimientos en las entrañas. El hígado y el corazón fueron asignados como asiento de
las pasiones. Cuando se medita profundamente, sentimos cierta opresión en los órganos
de la cabeza, luego el alma intelectual está en el cerebro. Sin respirar no es posible la
vegetación y la vida; luego el alma vegetativa está en el pecho, que recibe el soplo del
aire.” 14
Por el arte, una cosa de algun modo vive. Por el arte, una misma cosa puede verse
y pensarse diferente; como si tuviera alma. Y ésta, ¿de dónde proviene? Un poco de
quien la crea como arte y otro tanto de quien la acepta como tal. Sería como un regalo.
Un objeto está ahí….alguien lo elige y piensa en dártelo (le pone un poco de su alma)….y
te lo regala (incluido su trozo de alma)…. tú lo aceptas (y ya tiene un poco de su alma y
algo de la tuya)….y se convierte en un objeto especial para ti. Por medio de ese objeto se
ha logrado establecer un lazo entre tú y quien te lo ha dado. Por lo tanto, ese objeto no es
como cualquier otro; significa algo, al menos para ti…
Un artista piensa en ofrecer algo para el resto de sus semejantes; para quien esté
dispuesto a quererlo, para quien esté dispuesto a aceptarlo y a agregarle una gota de alma

13
Voltaire, Diccionario filosófico (1764), Sempere, Valencia 1901, tomo I, p. 87
14
Ibíd., p. 88.

10
a ese “hálito de vida” que le ha insuflado el artista. Aún tratándose del objeto más
simple, tiene algo de alguien, y algo de nosotros mismos, y eso le quita lo simple, eso lo
completa o lo complica, pero lo vuelve importante. Para producir arte, alguien tiene que
pensar en qué regalar, a quién regalarlo y lo que le quiere dar a entender con el obsequio.
Si el regalo es atractivo, interesante, pertinente o provocador, o ambiguo e intrigante, el
regalo podría ser aceptado. Una vez que es aceptado (independientemente de que guste o
no), el arte se habrá producido gracias a esos elementos intangibles que son: un poco del
alma del artista mas un poco del alma nuestra. El acto artístico ha ocurrido; uno distinto
para cada espectador. No sabemos qué es el alma, no sabemos si se va con el último
aliento. No sabemos tampoco a dónde se va o dónde se queda. Pero sí podemos sentir el
contacto del alma de otros con la nuestra, sobre todo mientras viven. Sinembargo,
cuando mueren, la sensación permanece y el contacto no se pierde. Es como el momento
artístico que he descrito antes: una vez que ocurre, ya no hay marcha atrás. El arte ha
sucedido, ha ocurrido. Y el objeto ya no importa tanto. Podría romperse o deshacerse y
desaparecer, como una obra de arte efímero o como el cuerpo de alguien que se muere…
o como la imagen en una pantalla que se apaga. Y ya no importa, porque el arte tiene ese
poder: el de permanecer, como el alma, en una dimensión que aún no hemos podido
comprender. El hombre es capaz de hacer arte; más que crearlo, de infundirlo. De
infundirlo en sus actos, o de infundirlo en las cosas; ya sean hechas por él mismo o por
otros. Y como es infundido, el arte se parece al alma… por eso podríamos pensar que se
queda.
Pero…¿no será, que en realidad lo que intentamos es aferrarnos a la idea del alma
y a la idea del arte dándole un sentido que forzosamente nos conduzca a un remanso
donde, ante la terrible insensibilidad que persiste en el mundo, podamos recuperar el
aliento?
Ha sido común analizar el arte como un fenómeno cuya inteligibilidad está dada
únicamente por el estudio de sus elementos formales. Una corriente más reciente piensa
que el contexto social y psicológico en que se desenvuelve el arte es esencial para
comprenderlo. La postura actual, en contraste a la tradicional, rechaza las nociones de la
unicidad, de la propia invención del ‘yo’ y de la interioridad y se apoya en un modelo
propuesto por Lacant que más bien describe al ‘yo’ como un calidoscopio; es decir, una

11
colección de superficies que reflejan y son coloreadas por el entorno. El entorno actual
es de una enorme fatiga y pasividad; es la manifestación cultural de una extraña debilidad
de cada persona para afirmar su relación con la realidad, en sus expresiones cotidianas.
La discípula de Ortega y Gasset – María Zambrano- escribe en su libro Hacia un saber
del alma, que “lo que está en crisis es este misterioso nexo que une nuestro ser con la realidad,
algo tan profundo y fundamental, que es nuestro íntimo sustento”. 15

Y al respecto, Pérez de Laborda hace la siguiente reflexión:

“El hombre es un ser espiritual sui generis porque está constituido de tal manera que no
se sustenta cerradamente sobre sí mismo sino que descansa y se renueva en el contacto con la
realidad, en su reconocimiento racional y amoroso. Cuando ese contacto racional y amoroso entra
en crisis se tambalea la vida personal y, como consecuencia, la vida social. El hombre es un ser de
tal índole que su intimidad más propia, que es espiritual, necesita de la realidad externa a él,
aquello que más fácilmente decribiríamos como material. Si se desvanece la realidad (nihilismo)
ya sea por la violencia física del terror o por la violencia espiritual que es la censura, aplicada
como un corte entre la provocación de lo real y el sujeto, éste se paraliza no sólo en el
conocimiento y dominio de la realidad material, sino en el conocimiento de sí mismo, y la
sociedad lo acusa en un agotamiento que la lleva a su decadencia”. 16

En el entorno y momento actuales, los humanos evadimos pensar, evitamos


reflexionar, sobre todo cuando nos enfrentamos a problemas como la muerte y lo que
posiblemente haya después. Frente a esta pieza de Sophie Calle, pueden suceder dos
cosas: la empatía, que nos lleva a experimentar un sentimiento personal provocado por la
obra y que tendrá matices diferentes en cada persona; o la apatía, que nos coloca en una
situación ajena a la obra alejándonos de ella y poniéndonos en posición de juzgar, de
analizar, de criticar o incluso de descalificar. Es común que el hombre vea la muerte

15
María Zambrano, Hacia un saber del alma, Madrid, 2001, p. 104, citado en Alfonso Pérez de Laborda
(ed.), Sobre el Alma, El Escorial 2004, Publicaciones de la Facultad de Teología “San Dámaso”, 2005
Madrid, p. 21.

16
Alfonso Pérez de Laborda (ed.), Sobre el Alma, El Escorial 2004, Publicaciones de la Facultad de
Teología “San Dámaso”, 2005 Madrid, pp. 21.

12
siempre ajena, lejana. Sabe que es una realidad de la que prefiere separarse, y separado
así de la realidad y su significado no se siente en deuda de razón y amor con nadie,
pareciéndole que de ese modo se libera de todo vínculo y garantiza su poder. Pero un
sujeto separado así de la realidad no se hace más seguro y poderoso sino que, al contrario,
se vuelve más vulnerable, más frágil, más inseguro, enfatizando el ocio y la diversión
como evasión de la realidad, pero sobre todo evasión de sí mismo. Ni el asombro, ni tan
siquiera la insatisfacción o el dolor ante la realidad, logran reabrir la pregunta humana
por el destino de la vida y por su felicidad, y en este obstinado oscurecimiento de la
experiencia humana se encuentra la raíz de la debilidad del yo y de la fatiga de la
sociedad. Al final, el problema de la vida se acaba encomendando a la suerte, en el
colmo de un azar que linda con la arbitrariedad y nos deja totalmente desamparados; es
decir, ser feliz es tener suerte, y nada más.

Un artista es artista para siempre. No se puede ser artista un día y despertar al día
siguiente y ya no serlo. El ser artista es una justificación, una invención, pero también un
compromiso. Uno de los aspectos más satisfactorios para el ser humano es la percepción
de que una tarea en la vida es definitiva, es para siempre; y esta exigencia de
definitividad, de inmortalidad y de eternidad ha sido atribuida siempre al alma humana.
De ahí que cualquier artista, y en este caso Sophie Calle, esté completamente
comprometida con el arte, comprometida con la vida y que las obras que presente, tengan
que ver con el arte, aún de manera no tradicional.

¿Por qué comprometerse así? ¿Por qué convirtió sus actividades cotidianas en acciones
artísticas? Fue en parte por el casual contacto con alguien relacionado con el mundo del
arte. Tal vez también el deseo, muy propio de nuestra época, de irrumpir en el terreno de
la fama. Pero es muy posible que en el camino, ella y otros, artistas o no, en un afán por
no separarnos completamente de la realidad, hayamos descubierto que existe algo
misterioso capaz de mantener nuestro espíritu ligado a ella, a esa realidad material sin la
cual, aunque no llegáramos a desearnos la muerte, todo resultaría insípido y
decepcionante. A ese “algo”, sea lo que sea, sin necesidad de que esté teorizado o
expresado en un sistema mental - porque puede estar implícito en una banal práctica de la
vida - le dedica el hombre toda su devoción. A través de ese algo, la razón y la libertad

13
humanas se pueden ejercer para hacer contacto con la realidad. Ese algo es como un
puente, un pretexto, un motivo al que hemos llamado “arte”.

La pieza de Sophie Calle puede hablarnos de esperanza, de amor por la vida, de


deseos de felicidad, de afirmación del yo, de relación con la realidad. Pero también
podría hablarnos de debilidad, de negación de sí mismo, de la suerte, de casualidad, de
coincidencias, del azar, de temor a la realidad al no poder dominarla, de nihilismo, de
terror, de miedo.

Si Pas pu saisir la morte nos habla de todo esto y también de pérdida, de


desamparo, de fatalidad, pesimismo y desesperanza y no nos causa asombro, es porque
sabemos que el mundo, como el arte, no pueden ser pensados como algo fijo o estático,
sino como continuamente fluyentes al ritmo cadencioso del devenir del tiempo.

Como parte de un determinado contexto histórico, nuestra visión del mundo y del
arte será siempre parcial y contingente; y los sentidos que construyamos alrededor o
acerca de la obra, no serán válidos para siempre….

DULCE MARIA RIVAS

14
Fuentes de consulta

Barthes, Roland, Crítica y verdad, 14ª Ed., Trad. José Blanco, México, Siglo XXI Editores,
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