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Las consolaciones de la filosofia Alain de Botton Para tomarse la vida con filosofia taurus V Titulo original: The Consolations of Philosophy © Alain de Botton, 2001 © De esta edicién: Grupo Santillana de Ediciones, S. A., 2001 Torrelaguna, 60, 26043 Madrid Teléfono 91744 90 60 Telefax 91 74492 24 wwww.taurus.santillana.es © Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A. Bearley 3860. 1437 Buenos Aires * Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S, A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, México, D.F.C. P. 03100 * Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Calle 80, n.° 10-23, Teléfono: 685 12 00 Santafé de Bogotd, Colombia Disefio de cubierta: Pep Carrié y Sonia Sanchez ISBN; 84:306-0418.9 Dep. Legal: M-41.728-2001 Printed in Spain - Impreso en Espaiia Primera edicion: febrero de 2001 ‘Segunda edicién: mayo de 2001 Tercera edicién: octubre de 2001 Todos los derechos reservados. Esta publicaci6n no puede ser reptoducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recupera de informacién, en ninguna for ni por ningin medio, sea mecénico, fotoquimico, electrénico, magnético, electroéptico, por fotocopia, ‘© cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial CONSOLACION PARA L.Laimpopularidad ......06.0000000cceceeeeeeeeeneeeeeees 7 Ih. La falta de dinero .....eeccceceeeeceeeeeeeeeeeeeee eens 51 IL. Lafrustracion oo... 006.ccccceeeeeeeeeeeeeeeeeeean eee 83 IV, Laineptitud ....00...00cccccceceeeeeeeeeeeeeeeeeenees 125 V. El coraz6n partido VI. Las dificultades .. CONSOLACION PARA LA IMPOPULARIDAD Hace unos afios, durante un glacial invierno neoyorquino, con una tarde por delante antes de coger un vuelo a Londres, acabé en una desierta galeria de la planta superior del Museo Metropoli- tano de Arte. La iluminaci6n era intensa y, aparte del suave zambi- do de un sistema de calefaccién de suelo radiante, el silencio era absoluto. Tras empacharme de cuadros en las galerfas impresionis- tas, buscaba un indicador de la cafeteria (donde pediria un vaso de cierta variedad norteamericana de batido de chocolate que por aquel entonces me volvia loco) cuando Ilam6 mi atencion un lien- zo cuya leyenda explicaba que habia sido pintado en Paris por Jac- ques-Louis David, a sus treinta y ocho afios, en el otofio de 1786. Sécrates, condenado a muerte por los atenienses, se dispone a be- ber una copa de cicuta, en medio del desconsuelo de sus amigos. a a waa bo la primavera del aio 399 a.G , tres cuidadanos atenienses em prendicion un proceso legal conta ¢l filosolo Le acusaron de no adorar a los dioses de la ciudad, de introduci: novedades religiosas y de corromper a la juventud de Atenas. Dada la gravedad de los cargos que se le imputaban, solicitaron la pena de muerte. Socrates respondié con una legendaria ecuanimidad. Aunque le concedieron la oportunidad de renegar de su filosofia ante los wi- bunales, se situé del lado de lo que creia verdadero y no de lo que, a buen seguro, gozaria de popular aceptaci6n. Seguin refiere Pla- t6n, desafié al jurado: Yo, atenienses, os aprecio y os quiero, pero voy a obedecer al dios mas que a vosotros y, mientras aliente y sea capaz, es seguro que no deyaré de filosofar, de exhortaros y de hacer mannfestaciones al que de voso- tros vaya encontrando (. .) Atemenses (...) deyadme o no en hbertad, en la idea de que no voy a hacer otra cosa, aunque hubiera de mortr muchas veces. Yasi le condujeron a encontrar su final en una prisién atenien- se, escribiendo su muerte un capitulo decisivo en la historia de la filosofia. Un exponente de su relevancia lo hallamos en la frecuencia con la que se ha pintado. En 1650, el francés Charles-Alphonse Dufresnoy pinté una Muerte de Sdcrates que hoy se exhibe en la Galleria Palati- na de Florencia, en la que no hay cafeteria. 10. El siglo xvi fue testigo del apogeo del interés por la muerte de Socrates, particularmente desde que Diderot Iamase la atencion sobre su potencial pictorico en un pasaje de su Descurso sobre la poe- sta dramética. : ‘Jacques Philippe Joseph de ¢ 1760 SantQuentn, 1762 Pierre Peyron, 1790 Jacques-Louis David recibid, en la primavera de 1786, el encargo de Charles-Michel Trudaine de la Sabliére, un adincrado miembro del Parlamento y un talentudo estudioso del mundo griego. Los términos eran generosos, 6.000 libras por adelantado y otras 3.000 a la entrega (Luis XVI habia pagado s6lo 6.000 libras por uno ma- yor, El juramento de los Horacios). Cuando se exhibié el cuadro en el Salon de 1787, hubo unanimidad en considerarlo la mas hermosa de las muertes de Sécrates. Sir Joshua Reynolds Jo juzg6 como “el esfuerzo artistico mas exquisito y admirable desde la Capilla Sixti- na y las Estancias de Rafael. El cuadro habria sido un orgullo para la Atenas de la era de Pericles”. Compré cinco postales del cuadro de David en la tienda de regalos del museo y, mas tarde, cuando sobrevolabamos los campos helados de Terranova (que, bajo la luna llena y el cielo despejado, refle} ban un verde luminoso), examiné una de ellas mientras picoteaba de una palida cena que habia depositado en la mesita delante de mi una azafata creyendo que dormitaba. Plat6n esta sentado a los pies de la cama, con pergamino y plu- maasu lado, testigo silencioso de la injusticia del Estado, Tenia vein- tinueve afos cuando muri6 Sécrates, pero David lo transformé en un viejo de pelo cano y semblante grave. Por el corredor, la esposa de Sécrates, Jantipa, abandona la celda escoltada por guardianes. Siete amigos se hallan en diversos estados de lamentacion. El com- paniero mas cercano a Sécrates, Critén, sentado a su lado, contem- pla a su maestro con devoci6n y preocupacién. Pero el filésofo, erguido, con torso y biceps de atleta, no se muestra temeroso ni compungido. El hecho de que un buen ntimero de atenienses haya denunciado su insensatez no ha bastado para que se tambaleen sus convicciones. David habia proyectado pintar a Socrates en plena ingestion del veneno, pero el poeta André Chenier sugirié que la tensién dramatica aumentaria si se le mostrara poniendo punto fi- nal a un razonamiento filosdfico, al tiempo que se hacia serenamen- te con la cicuta que acabaria con su vida, simbolizando asi tanto la obediencia a las leyes de Atenas cuanto la lealtad a su vocacién. Asis- timos de este modo a los tltimos y edificantes instantes de un ser extraordinario. I Acaso a poderosa impresion que me causd la postal obedeciera al agudo contraste entre el comportamiento que retrataba y el mio propio. En las conversaciones, mi prioridad era gustar, mas que decir la verdad. El deseo de agradar me Nevaba a reir los chistes malos, cual padre en la noche de estreno de una funcién esco- lar. Gon los desconocidos, adoptaba el gesto servil del recepcionis- ta que da la bienvenida al hotel a los clientes adinerados: entusias- mo salival nacido de un mérbido e indiscriminado deseo de afecto. No se me ocurria poner en duda ptiblicamente ideas que gozasen de comin aceptacin. Perseguia la aprobacion de figuras de auto- ridad y, tras mis encuentros con ellas, me preocupaba mucho saber si les habria causado una impresi6n satisfactoria. Al cruzar aduanas 0 pasar junto a coches de policia albergaba un confuso deseo de que los oficiales uniformados pensasen bien de mi. Pero el filésofo no se habia doblegado ante la impopularidad y la condena del Estado. No se habia retractado de sus ideas porque otros se hubiesen quejado. Ademas, su confianza brotaba de un manantial mas profundo que la bravura 0 la exaltacion impetuosa. Se cimentaba en la filosofia. La filosofia habia provisto a Socrates de las convicciones en virtud de las cuales fue capaz de tener con- fianza racional, opuesta a la histérica, a la hora de afrontar la des- aprobaci6n. Aquella noche, sobre las tierras heladas, semejante independencia upuso para mi una revelacién y un estimulo. Prometia contrapesar una tendencia supina a seguir las practicas e ideas so- cialmente sancionadas. En la vida y la muerte de Sécrates descubri- ismo inteligente. de espiritu mosuna invitacion al escepti En términos més gencrales, el tema cuyo simbolo supremo era el ft losofo griego parecia exhortarnos a asumir una tarea a la par pro- funda ¢ irrisoria: hacernos sabios por medio de la filosofia. A pesar de las enormes diferencias entre los numerosos pensadores califi- cados de filésofos a lo largo del tiempo (personas tan distintas en realidad que, de haber sido congregadas en una gigantesca fiesta, no s6lo no tendrian nada de que hablar, sino que con toda proba-

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