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Cruz de Motupe09
Cruz de Motupe09
Con el tiempo fue ausentándose y sólo bajaba los fines de semana para
rezar con todo el pueblo. Después se sabría que el “Padre Santo” como
lo llamaban, ascendía a los cerros escarpados e inaccesibles para la gran
mayoría y en una gruta pasaba muchos días.Allí sin sentir el paso de las
horas se entregaba a la meditación y hacía muchos sacrificios,
aplicándose fuertes castigos corporales que ofrecía por la salvación de
las almas.
Para ayudarse en sus prácticas piadosas talló con sus hábiles manos una
cruz de guayacán, árbol muy conocido en la región. De pronto, no se le
vio más. Ante la incertidumbre aparecieron algunas personas a quienes
Fray Juan Agustín había confiado que dejaba tres cruces en los cerros de
Chalpón, Rajado y Penachí recomendándoles que a su desaparición o
muerte las buscaran y las hicieran objeto de toda devoción.
Muchos motupanos se decidieron e iniciaron la búsqueda sin resultado
positivo. Dentro de ellos el más tenaz era un joven de 22 años llamado
José Mercedes Anteparra Peralta, quien –según su propio relato- después
de buscar cuatro días de sol a sol, con los pies sangrantes, la ropa
destrozada, las manos heridas, se dispuso a descansar. Acababa la tarde
del cinco de agosto de 1868 cuando al dar una mirada panorámica al
paisaje divisó entre las peñas más altas del Cerro Chalpón un pequeño
cerco que parecía hecho por mano humana. Emocionado y pese a lo
avanzado de la hora empezó a trepar, estuvo a punto de despeñarse
varias veces pero logró llegar a la gruta. Allí extasiado, llorando de
emoción contempló el Madero Divino, era como un sueño del que no
quería despertar. Bajó a Motupe y pidió a dos amigos le ayudaran para al
día siguiente bajar la Cruz, lo que hicieron acompañados de un inmenso
gentío.
Hace décadas se ascendía entre rocas, tierra, ramas y la gente subía atada
por sogas, pero ayer como hoy, la fe que mueve montañas nos hace
vencer impedimentos, olvidar la edad, superar obstáculos para llegar a la
gruta en lo más alto del Cerro de Chalpón. Postrados expresamos nuestra
gratitud y entre lágrimas y ruegos pedimos nuevas gracias diciendo ¡Oh
Cruz Santísima! Tú que sostuviste en tus brazos abiertos el cuerpo
clavado del Hijo de Dios, acógenos y ampáranos que nos encontramos
desgarrados por el dolor, la enfermedad y la pobreza. Ayúdanos siempre
y danos tu bendición.