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Vamos, vamos, compaera! animaban los caracoles. No te rindas! gritaban los erizos. La tortuga iba concentrada en su carrera, plas, plas, plas, marcando siempre el mismo ritmo. La liebre, por el contrario, pronto se aburri de correr. Para qu iba a molestarse, si la carrera estaba chupada! Me da tiempo a comer unas cuantas zanahorias, pens. El ejercicio me ha abierto el apetito. Pero despus de comer le entr mucha sed y tuvo que ir hasta el ro a beber. Y como el ejercicio y la comida le haban dado sueo, la liebre se ech a dormir debajo de un matorral. Mientras, la tortuga avanzaba, avanzaba Cuando la liebre se despert haba pasado mucho tiempo. Qu era aquello que llegaba por lo alto de la colina? Si era la tortuga! Vaya, se haba dado prisa, pero ahora estaba a su alcance. La tortuga todava tena que bajar la colina para llegar a la meta, distancia ms que suficiente para darle alcance. Entonces, la tortuga mir hacia atrs y vio que se acercaba la liebre. Sin pensrselo dos veces, meti la cabeza y las patas dentro de su caparazn, tom un pequeo impulso y..., hale hop!, se ech a rodar pendiente abajo. Cuando la liebre lleg a lo alto de la colina, la tortuga bajaba rodando y a cada vuelta coga ms velocidad. La liebre lo intent, pero era intil. La tortuga cruz la lnea de meta como un coche sin frenos. La liebre desapareci avergonzada y no se la vio en mucho tiempo, y durante das no se habl de otra cosa en el bosque. El bho no dejaba de repetir a unos y a otros: Ya os lo dije: la tortuga saba que poda ganar. Para eso contaba con su propio esfuerzo y tambin con la estupidez de la liebre. Y es que muchas veces el trabajo y el esfuerzo permiten que consigamos lo que queremos.
Adaptacin de la fbula de LA FONTAINE
r e c u r s o s