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Un confortable oir Se convenca da a da que nunca podra superarlo, que nunca se animara a dar un solo paso sin sentir

antes la bocanada de aire que la llenaba todas las maanas. Sus brazos le pesaban, su piernas inmviles le causaban un cosquilleo insoportable, sus ojos como dos enormes persianas se abran para luego caer en el atardecer. El xtasis de la inconsciencia, el delirio de la ceguera, la vibracin de la multitud, la calidez de aquella voz que le haba estado susurrando todo este tiempo. Todos, todos reunidos eran odos por ella. Ninguno se dejara abrazar por el azar de aquella noche. Todos atravesaron su cuerpo, todos cruzaron sus miradas y culminaron en ella. Se sentaron, tomaron un trago y se apreciaron por un buen rato, como si se entendiesen, como si sus ojos nunca se hubiesen movido de aquel rincn. Siempre se deca a s misma que lo nico que nunca cambiara sera la msica. El misterio con el que ella se mova, imperfecta, enloqueciendo los tibios cuerpos que gobernaban las calles. Ya no recordaba cuantas veces haba odo aquella cancin, no le importaba mucho contarlas tan solo quera escucharla una vez ms. Quera tratar de entenderla, quera tratar de descifrarla, tratar de adentrarse, de descubrirla pero aun no encontraba la manera. Cansada, olvido cmo despertarse del sueo, crey que si volva a escuchar la cancin, esta la guiara a casa. Comenz a tararear, detrs aparecieron las guitarras, luego el bajo, un leve tambor y por ltimo una voz, una fra pero extraamente confortable voz. Ningn camino lograba dibujarse en su cabeza, nada se imaginaba, una vez ms, la somnolienta tom el vaso de agua y lo arroj. El agua se derram y ella llor. Tom el telfono y record el nmero. Llam y continuo la cancin, se encontr con una voz an ms fra, aptica y arrogante que tard en contestar. Solo quera su meloda, solo quera escucharla a ella, a ella perforando sus odos, a ella ahogndose en el dolor, mordindose los labios hasta sangrar, llorando hasta que sus ojos ardiesen, viviendo hasta desear su muerte.

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