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La renovación narrativa de los años 60

Tiempo de silencio, Martín Santos

Texto 1

Nacer, crecer, bailar una vez en la fiesta del pueblo delante de la procesión del Corpus con el
moño alto, porque era buena bailarina y se decidió, que sí, que a pesar de todo, a pesar de
estar determinada al dolor y a la miseria por su origen, ella debía bailar ante el palio en la
procesión del Corpus, en la que el orgullo de la Custodia a to4os los campesinos de la plana
toledana salva, hundirse después, hundirse hacia la ticrra, rodear el airoso talle (que la hizo
elegir para la fiesta) de tierra asimilada, comida, enterrarse en grasa pobre, ser redonda,
caminar a lo ancho del mundo envuelta en esa redondez que el destino otorga a las mujeres
que como ella han sido entregadas a la miseria que no mata, huir delante de un ejercito
llegado de no se sabe dónde, llegar a una ciudad caída de quién sabe qué estrella, rodear la
ciudad, formar parte de la tierra movediza que rodea la ciudad, la protege, la hace, la
amamanta, la destruye, esperar y ahora gemir.

No saber nada. No saber que la tierra es redonda. No saber que el sol está inmóvil, aunque
parece que sube y baja. No saber que son tres Personas distintas. No saber lo que es la luz
eléctrica. No saber por qué caen las piedras hacia la tierra. No saber leer la hora. No saber
que el espermatozoide y el óvulo son dos células individuales que fusionan sus núcleos. No
saber nada. No saber alternar con las personas, no saber decir: "Cuánto bueno por aquí, no
saber decir: "Buenos días tenga usted; señor doctor". Y sin embargo, haberle dicho: "Usted
hizo todo lo que pudo".

Y repetir obstinadamente: "El no fue". No por amor a la verdad, ni por amor a la decencia, ni
porque pensara que al hablar así cumplía con su deber, ni porque creyera que al decirlo se
elevaba ligeramente sobre la costra terráquea en la que seguía estando hundida sin ser capaz
nunca de llegar a hablar propiamente, sino sólo a emitir gemidos y algunas palabras
aproximadamente interpretables. "El no fue" y ante la insistencia de un hombre, tal como ella
nunca había conocido que existieran - dotados de esa alta prepotencia - aunque bien que lo
adivinaba a veces mirando la ciudad de lejos con su nube de humo encima surgida de ciertos
agujeros que hasta tanto más tarde no había de conocer, repetir: "Cuando él fue, ya estaba
muerta

"El no fue" y seguir gimiendo por la pobre muchacha surgida de su vientre y a través de cuyo
joven vientre abierto ella había visto, con sus propios ojos, írsele la vida preciosista que,
como único bien, le había transmitido.

Texto 2

Solo aquí, qué bien, me parece que estoy encima de todo. No me puede pasar nada. Yo soy el
que paso. Vivo. Vivo. Fuera de tantas preocupaciones, fuera del dinero que tenía que ganar, fuera de
la mujer con la que me tenía que casar, fuera de la clientela que tenía que conquistar, fuera de los
amigos que me tenían que estimar, fuera del placer que tenía que perseguir, fuera del alcohol que
tenía que beber. Si estuvieras así. Manténte ahí. Ahí tienes que estar. Tengo que estar aquí, en esta
altura, viendo cómo estoy solo, pero así, en lo alto, mejor que antes, más tranquilo, mucho más
tranquilo. No caigas. No tengo que caer. Estoy así bien, tranquilo, no me puede pasar nada, porque lo
más que me puede para es seguir así, estando donde quiero estar, tranquilo, viendo todo, tranquilo,
estoy bien, estoy bien, estoy muy bien así, no tengo nada que desear.
Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste. Estaba
muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no fui.
No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa
nada. Estoy tranquilo así. Me quedo así quieto. Estoy esperando. No tengo que pensar. No me pasa
nada. Estoy tranquilo, el tiempo pasa y yo estoy tranquilo porque no pienso en nada. Es cuestión de
aprender a no pensar en nada, de fijar la mirada en la pared, de hacer que tú quieras hacer porque tu
libertad sigue existiendo también ahora. Eres un ser libre para dibujar cualquier dibujo o bien para
hacer una raya cada día que vaya pasando como han hecho otros, y cada siete días una raya más
larga, porque eres libre de hacer las rayas todo lo largas que quieras y nadie te lo puede impedir.

Texto 3

De este modo podremos llegar a comprender que un hombre ES la imagen de una ciudad y
una ciudad las vísceras puestas al revés de un hombre . . . una ciudad . . . donde el hombre no
PUEDE perderse aunque lo quiera porque mil, diez mil, cien mil pares de ojos LO clasifican
y disponen, LO reconocen y abrazan, LO identifican y salvan, LE permiten encontrarse
cuando más se creía en su lugar natural: en la cárcel, en el orfelinato, en la comisaría, en el
manicomio, en el quirófano de urgencia, que el hombre—aquí—ya no es de pueblo, que ya no
ES de pueblo, que ya no PARECES de pueblo.

J. Marsé. Últimas tardes con Teresa.

Manolo, tumbado junto a la barca, vio cómo las dos amigas se abrazaban y
se besaban. Dos o tres veces volvieron la cabeza para mirarle a él,
sonriendo y cuchicheando: pensó que no iba a librarse de ser presentado.
La amiga de Teresa sonreía todo el rato, con su pequeña y morena cara de
luna, y no se estaba quieta ni un momento, doblando el cuerpo envuelto
en la toalla. No podía oír lo que decían, pero sabía que hablaban en
catalán (lo deducía por los graciosos morritos que ponía ahora Teresa,
había aprendido a leer en ellos) y eso y las risas, cada vez más desatadas,
bastaba para inquietarle. Confirmando sus sospechas, el viento le trajo la
terrible palabra (xarnego) pronunciada por la amiga de Teresa, y luego su
risa: aquel sesudo y temible sarcasmo catalán estaba de nuevo aquí,
recelando, encarnado en esta chica alegre (qué misterio su sonrisa), como
una amenaza. ¿Qué estarán hablando, por qué Teresa no me llama y me
presenta? Le llegaron otras palabras sueltas, turbias interrogaciones:

«¿trabaja?», «¿vacaciones?», «chica, ten cuidado». Vio una armonía


familiar entre ellas
y el paisaje [...] En fin, eran catalanas las dos, bonitas y además ricas. Se
despidieron con otro beso.
–¿Quién es? –preguntó él cuando Teresa volvió.
–Leonor Fontalba, una amiga de la facultad. Es muy simpática.
–¿Y de qué os reíais?
Teresa hizo una pirueta con las piernas al tenderse a su lado.
–Hablábamos de ti –dijo–. ¿Le molesta al señor? Leonor está pasando las
vacaciones en Sitges. Se ha escapado con un amigo. Por cierto, dice que
esta noche estarán todos en el Saint-German. ¿Te gustaría conocerles?
Podemos ir a tomar una copa. Te presentaré.
–¿Quiénes son?
–Amigos
–Pero ¿qué clase de amigos?
En el tono más natural del mundo ella respondió:
–Estudiantes de izquierdas.

JUAN BENET
Volverás a región

" Para llegar a Región hay que atravesar un elevado desierto y el viajero en un momento u otro
conocerá el desaliento al sentir que cada paso hacia adelante no hace sino alejarlo un poco más de
aquellas desconocidas montañas. Y un día tendrá que abandonar el propósito y demorar aquella
remota decisión de escalar su cima más alta...o bien -tranquilo, sin desesperación, invadido de una
suerte de indiferencia que no deja lugar a los reproches- dejará transcurrir su último atardecer,
tumbado en la arena de cara al crepúsculo, contemplando cómo en el cielo desnudo esos hermosos,
extraños y negros pájaros que han de acabar con él, evolucionan en altos círculos. "

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